viernes, 11 de diciembre de 2020

La luz de Ragali. Capítulo 4.

Eran las 2 A.M del día siguiente, la noche era nublada casi para caer tormenta, Lilith se encontraba frente a una fuente en el centro de una pequeña plaza echando céntimos al agua y meditando.

—Tessan Sargira… Hermana, ¿De qué la conoces? —Se giró y vio en el tejado una sombra humanoide con alas de animal, haciendo que su ojo rojo se volviera intenso y sus colmillos se afilasen. —Un Lostian córvido, será fácil.

La sombra caminaba de forma torpe hasta que resbaló y cayó del tejado pero se levantó a duras penas.

Medía cerca de dos metros y medio, era  completamente negro azabache y emitía un vapor negro, tenía un par de alas negras desplumadas, su torso era muy delgado, sus extremidades alargadas y finas, su cabeza ovalada, y su rostro parecía una máscara blanca con ojos huecos y redondos y una sonrisa fina y negra.

—No has venido sólo. —Otros dos Lostian córvidos aparecieron detrás llegando a la plaza. —Retiro lo de fácil.

Creó dos cuchillos de sangre, los lanzó contra el par de Lostians, quienes los esquivaron y saltaron sobre ella. Lilith saltó y el tercer monstruo también pero lo golpeó en la cabeza con los pies y se impulsó, tal fue la fuerza que impactó contra la fuente y la rompió. 

—Os toca a vosotros. 

Cogió las dagas clavadas del suelo, los dos engendros corrieron hacia ella pero también hizo lo mismo, se deslizó entre las piernas de la derecha, las rajó y las clavó en la espalda de ambos al levantarse para bajarlas y rajar. 

—Comida fácil. 

Se relamió mostrando sus colmillos pero se giró clavando un cuchillo en un cuarto Lostian córvido quien clavó una extremidad en el costado izquierdo atravesándola.

—¿Que…? —Lilith y el Lostian salvaje cayeron al suelo fulminados. 

Mientras en la mansión Undragun, Diana salía del dormitorio de Lillith vestida con una camisa y bragas azules.

—¿Quién está levantada a estas horas? —Susurró Diana. 

Vio a Birdie vestida igual y llevando tres libros bajo el brazo. Entró en una habitación y al cerrar se oyó que echaba la llave. 

Diana dudó por un instante y se acercó para espiar por la cerradura. Apenas veía a Birdie sentada en un pequeño escritorio con una vela encendida y leyendo un libro por la mitad.

Entonces Birdie levantó la mirada y vio fijamente a Diana con los ojos de serpiente, quien se asustó y salió corriendo hacia su dormitorio.

Birdie se acercó a la puerta, que al abrirla, vio de frente a Nadine con un vestido azul de seda de pijama e iba con una taza y una tetera en una bandeja, y ambas se sorprendieron.

—Hola… Birdie.

—Ah ¿Qué tal, Nadine? ¿Qué te trae por aquí? —Nadine miró la bandeja y luego a Birdie. —¿Para mí? 

—No veo que sea para otra persona.

—Sigues siendo tosca como siempre. 

—Y tú una devoradora de libros con insomnio. —Birdie soltó una carcajada y Nadine sonrió. —¿Puedo pasar? 

—¿Dos mujeres solas en un dormitorio a estas horas? —Birdie sonrió y se apartó para dejarla entrar. —Siempre que bebas té también y no mi sangre. 

—Seguimos siendo unas crías. —Nadine entró y dejó la bandeja en la cama.

—Crías victorianas, la mansión de una familia muy antigua, una chica estudiosa en su cama, una joven vampira que trae té ¿Para cuando la escena romántica entre ambas? 

—Es obvio que esta joven vampira tiene más de cien años. —Birdie se sentó e invitó a Nadine a acompañarla. —¿No decías que querías espacio? ¿Qué estar separada de mí era lo mejor?

—Sí… lo dije, y también… 

—… entonces me voy a mi cama. —Nadine caminó hacia la puerta con calma. 

—Nadine, espera. —A pesar de la súplica de Birdie, ella se marchó cerrando la puerta. —Al menos hoy podríamos haber hablado. 
Nadine se apoyó tras la puerta, suspiró y cerró los ojos. Birdie se levantó para acercarse a la puerta y poner la mano y la frente en ella.

—Nadine… yo… —Abrió la puerta pero no había nadie. —Hay tantas cosas que necesito decirte y nunca sé por donde empezar. 

Cerró la puerta con cuidado y salió Diana del dormitorio. 

—Menudo drama tienen las madres de Lilith. —Susurró preocupada  mientras caminaba a hurtadillas. 

Bajó las escaleras caminó hasta la siguiente habitación pero era el comedor. 

—Esto no es la cocina ¿Me he vuelto a confundir? 

La puerta de la entrada sonó abrirse, Diana miró a escondidas y vio a Lilith tambalearse, con su ojo rojo intenso, sus colmillos afilados, su ropa destrozada y sangre brotando por el costado. 

—¡Lilith! —Fue a ella y la ayudó a caminar hasta el comedor donde encendió la luz. —¿Y Tessan? 

—Hambre… 

—¿Lilith? 

Tumbó a Diana sobre la mesa y se relamió los labios mirando al cuello. 

—¿Me…necesitas para curarte? —Lilith esbozó una sonrisa cruel pero Diana se mantuvo tranquila. —Hazlo entonces, toma lo que necesites. 

Diana se sentó, se quitó la camisa y ofreció el cuello mientras se apartaba el pelo. Lilith sonreía y se acercó al cuello mientras su presa se mantenía impasible y semidesnuda ante ella.

—Mucha...hambre...

Lilith clavó los dientes en la piel y de ella brotaba sangre que caía por el cuello y el hombro. Diana sentía aquellos dolorosos colmillos de forma muy intensa pero también sentía placer del calor de su propia sangre cayendo por sus senos y su vientre, y de los labios y la lengua de Lilith que mezclaba el calor de la saliva y el aliento con el tacto de la carne, los labios apretando alrededor de la herida succionando el fluido rojo que brotaba. Se decía a sí misma que era necesario, que lo tenía que hacer pero su cuerpo se volvía adicto a ello, la deseaba. 

—Li...Lilith... —Diana jadeaba y emitía a veces débiles gemidos a la vez que arañaba la mesa.
Lilith dejó de tomar sangre con su boca manchada y la barbilla goteando, entonces vio a Diana semidesnuda y con sangre jadeando sonrojada.

—No... no he podido controlarme, no debí... —Estuvo asustada pero Diana puso las manos en las mejillas de ella y la atrajo para besarla durante unos segundos, lamió la sangre de entre los labios de Lilith y la soltó.

—Lo siento yo, estabas malherida y quería ayudar. —Se sonrojó y Diana apartó la mirada. —Además, esta vez me ha gustado…

Lilith la cogió de la barbilla, la besó y se acercó al seno derecho, donde jugó con el pezón haciendo círculos alrededor con la lengua. Diana gemía y arañaba la espalda de Lilith, miraba como jugaba con ella, con su cuerpo, miraba como ella buscaba hacerla sentir bien. Lilith se separó y la miró seria relamiéndose y jadeando. 

—Quiero ser la única que toque tu cuerpo… y beba tu sangre, que seas adicta… a las sensaciones que te brindo. —Lilith la tumbó bocabajo agarrando un brazo a la espalda y se acercó a su oído. —Dilo en voz alta, di que lo deseas o marcaré cada parte de tu cuerpo hasta que no puedas resistir. 

—Pero yo… —Lilith sonrió y mordió la cintura por el lado izquierdo, haciendo que Diana gimiese.
—¿Y bien? 
—No puedo… mi cuerpo te desea, deseo que bebas mi sangre… y no sé que hacer porque disfruto demasiado de todo lo que me haces.

—Lilith se sintió complacida y sonrió, la soltó y se arrodilló.

Lilith acarició la vulva de Diana, tocó con cuidado los labios de abajo a arriba y rozó el clítoris, haciendo que el cuerpo se agitara un poco.

—Lilith… 

—Repítelo. —Susurró acercando su boca y exhalando justo sobre la vulva. 

—¿Lilith? —Lilith empezó a lamer el clítoris con suavidad pero Diana se resistía. —No… yo… nos oirán. 

Lilith movía la lengua más rápido, estremeciendo a Diana y haciendo que jadease más y sonrojada. 

—Li… Lilith… no podré… 

Arañó la madera de la mesa mientras su cuerpo temblaba más fuerte durante unos segundos y emitió un último gemido más fuerte.

Lilith se apartó con un líquido transparente entre sus labios y dejando un pequeño hilo de saliva entre ella y la vulva de Diana, la cual seguía teniendo un poco de aquel fluido.

Se levantó y vio a Diana sonrojada, y jadeando mientras se limpiaba la sangre de la boca con la manga.

—Te llevaré al cuarto, dormilona.

—Puedo… un poco más… 

Diana se levantó, se intentó mantener de pie por unos segundos y miró al bulto de Lilith mientras se echaba el pelo hacia atrás.

—Creo que puedo… —Lilith sonrojada apartó la mirada mientras lo tapaba con las manos.

—Espera, si no te sientes cómoda… no lo hagas entonces, por favor.

—No… yo… sobre penetrar… 

Lilith dudó, se replanteó si deseaba hacerlo, penetrar es algo que nunca ha hecho debido al miedo de si sentiría mal, si se sentiría incómoda y por ende se haría daño. Diana abrazó a Lilith y besó su frente.

—No pasa nada ¿De acuerdo? —Susurró Diana.

—Necesito tiempo. —Lilith acarició la espalda de Diana pero no reaccionó. —¿Diana?

Lilith se dio cuenta que se quedó dormida, entonces la cargó al hombro y la sacó del comedor para llegar a la entrada.

—¡Lilith! ¿Diana?

Tessan estaba en la puerta de la entrada con las ropas rasgadas y las manos ensangrentadas.

—Deberías ir al establo a descansar junto a los demás perros. —Lilith habló con actitud de desprecio y empezó a subir las escaleras.

—Deja de insultarme y dime.

—¿Qué te diga que?

—¿Quién la atacó? ¿Por qué tanta sangre en su cuerpo? Seguro que han venido y la han atacado, con vosotras no está segura.

—Nadie la atacó, yo me alimenté de ella con su permiso porque estaba llenando la casa con mi sangre apunto de morir. —Tessan miró por todo el suelo y vio el cuerpo de Lilith también ensangrentado. —Necesita descansar.

Lilith siguió caminando y Tessan la siguió, caminaron hasta el dormitorio donde Lilith tumbó a Diana en la cama con cuidado.

—Deberíamos lavarnos antes de… —Lilith se interrumpió al ver a Tessan tocar el rostro de Diana.

—Está muy fría, Lil.

—Tápala con las mantas entonces para que entre en calor.

Tessan se desnudó, dejando caer la ropa al suelo. Su cuerpo era atlético y tonificado, su espalda ancha, sus senos pequeños, su culo grande y duro y su pene medía 15 cm. Se tumbó en la cama con ella para acabar tapándose ambas y abrazarla.

—¿Entiendes eso cómo darle calor?

—Sí, está helada.

—Yo soy quien debe, y no vas a dormir en mi dormitorio.

—La llevaré entonces al mío para que pueda dormir y entrar en calor. —Lilith se cruzó de brazos y se miraron Tessan y ella. —Aunque tu madre nos pillará y descubrirá que podrías haber muerto.

—Eso es… ¡Bien! No quiero que madre me impida seguir cazando. —Lilith fue a salir de la habitación y se giró a ver a Diana. —Tendremos que limpiar la entrada las dos o no nos dejarán seguir cazando, Tessan.

—Pero… 

—Tú también has venido malherida ¿O pretendes cargarme el muerto del fracaso de los córvidos?

Tessan salió de la habitación junto a Lilith y Diana se tumbó de lado en posición fetal.

Pasaron las horas hasta ser las ocho de la mañana. Birdie bajaba las escaleras con un libro de notas bajo el brazo hasta la entrada cuyo suelo brillaba con la luz del sol entrando por la puerta.

—Esto… ¿Está demasiado limpio?

Al bajar caminó hacia el comedor y vio a Nadine sentada desayunando un café y tostadas con paté mientras hacía un crucigrama.

—Tus criados son muy aplicados.

—Es viernes, no hay criados.

—¿Y quién ha limpiado la entrada?

—Nuestra niña.

—No puede ser… por una vez… ¿Ha limpiado? —Nadine vio como el rostro de Birdie brillaba de orgullo.

—Siempre limpiaba, cuando había hecho algo malo.

—Porfa cariño, no me quites la ilusión. 
Nadine miró sorprendida a Birdie y ella se mantuvo indiferente.

—Hace años que no me dices cariño.

—¿No? O… —Ambas se sonrojaron y Birdie se sentó nerviosa a su lado. —Se me ha escapado.

—A veces desearía entenderte. —Nadine se levantó de repente, suspiró y se apartó el pelo.

—Voy a prepararte el desayuno ¿Lo de siempre?

—Tostaditas con guacamole y café con leche de almendras.

—Eso no es lo de siempre.

—Hace años que no bebo chocolate, desde…

—Malos recuerdos, lo sé.

Nadine se marchó y Birdie puso el libro sobre la mesa, miró hacia arriba y cerró los ojos.

—Has cambiado mucho más que yo. —El tono de Birdie era melancólico.

Se levantó y siguió a Nadine, caminó hasta la cocina, la cual estaba limpia y cuidada pero con muebles antiguos, hornillos de gas y un horno de piedra. Vio a Nadine tostando un par de rebanadas de pan en una tostadora moderna y una cafetera vieja en una de las hornillas.

—Deja que te ayude.

Birdie fue a uno de los muebles, llegó a coger un plato pequeño que apenas logró atrapar, fue a caer de espaldas pero Nadine la sujetó a ella de la cintura y el plato.

Birdie se sonrojó y su respiración se aceleró mientras Nadine olía los cabellos y se acercaba a su cuello.

—¿Esto está bien? —Preguntó Birdie. 

—No, no lo está. —Susurró Nadine tragando saliva y conteniéndose. 

—¿Y por qué quiero esto?

—Yo… te haré el desayuno. —Nadine se marchó con el plato hacia la tostadora. —Tráeme el guacamole. 

Birdie se giró y no dejó de mirarla, no dejó de pensar si sus sentimientos por ella han cambiado. 

Mientras en el dormitorio de Lilith, las tres estaban desnudas y Diana dormía tumbada de lado abrazando a Lilith, quien estaba tumbada bocarriba, y usaba su brazo derecho como almohada y con Tessan abrazándola desde atrás. 

—Me… me gustas… mucho… —Diana susurró en sueños y Tessan sonrió. 

—Tú a mí también. —Tessan le besó la espalda, se levantó y vio a Lilith mirándola con odio. —Y hola a ti también, hermana. 

—En tantos años y no soporto aún que seas mi hermana.

—¿Celosa de que Di esté enamorada de mí y me haya confesado sus sentimientos? —Tessan habló en tono burlón pero Lilith suspiró decepcionada. 

—Está dormida, no cuenta. —Lilith acarició los cabellos de Diana y sonrió. —Debe estar soñando conmigo después de lo que hicimos.

—Seguro que la forzaste. —Lilith la ignoró y besó la frente de Diana. 

—Nunca he necesitado de hacerles nada de eso a ninguna, y menos tomar sangre, siempre espero el permiso o a que me lo pidan, se llama consentimiento.

Diana se puso bocarriba y se despertó viéndose rodeada por Lilith y Tessan sobre ella.

—Buenos días. —Dijeron ambas a la vez, Diana miró primero a Tessan y después a Lilith.

—¿Por qué estáis desnudas en mi cama? —Preguntó Diana asustada, se dio cuenta que estaba desnuda y se alarmó. —¡¿Por  qué estamos desnudas en tu cama, Lilith?!

—Anoche pasaron muchas cosas, estabas muy fría y tuvimos que darte calor. —Tessan se levantó al terminar de hablar y le acercó una a d pcamisa de Lilith. 

—También… recuerdo haber hecho cosas con Lilith. —Lilith sonrió y se levantó de la cama.

—En realidad te hice todo yo después de que me dieses tu sangre, estabas tan encendida que te corriste en nada. —Diana se sonrojó al oírla y verla como se relamía los labios. —Te haré el desayuno, descansa un poco. 

Lilith se marchó y caminó feliz por el pasillo, bajó las escaleras y se paró en seco al oír las voces de sus dos madres en el comedor. 

—Así que Christine es la autora de este libro. —Oyó a Nadine hablar. —Incluso muerta te sigue ayudando. 

—No lo llamaría ayudar y no es autora, todo esto es una serie de traducciones a mano de documentos antiguos en latín que encontramos hace años. —La voz de Birdie sonó emocionada. —Una parte de Ragali está construida sobre los restos de un archivo Lostian del siglo VI, archivo que se encuentra en las catacumbas y sobrevivió.

—Y de donde obtuvisteis vuestros libros. 

—Sí, casi todo era lo esperable pero hubo algo que no logramos traducir. —Birdie sonó triste por un instante. —Pensé que nunca lo consiguió y que… ya sabes, la mató antes de que pudiera. 

—Entiendo que tengas recelos de mí 

—Ya no, siempre pensé que serías igual que él pero me equivocaba.

—Ya… gracias, supongo. —Hubo un silencio largo después de que Nadine terminase de hablar. —¿Y que dice Christine desde la tumba que nos sirva?

—Tan solo un apartado en su diario que habla sobre algo llamado “lux carcerem” y “furta essentia” a lo que entiendo como robar esencias y prisión de luz, el resto pensé que eran traducciones de diarios y  documentos sin valor. 

—¿Me lo explicas? No quería sonar obvia
—Siempre habíamos estado estudiando todo sobre lo que llamamos Esencia, la Energía para vosotros. —Birdie sonó muy concentrada. —Y esto… son anagramas, anagramas inconexos basados en textos traducidos y por ahora solo tengo el primero.

—¿Y de qué habla entonces? 

—Espera un segundo. —Se oyó un pasar de páginas. —Era… la luz no habita en la iglesia, sino en los huesos donde el altar descansa en la montaña.

—No será la Luz de Ragali ¿Cierto?

—Podría ser… pero es un mito.

Diana apareció tras Lilith y le tocó el hombro. 

—¿Qué ocurre? ¿Por qué estás aquí parada?

—Desayuna y prepárate, deberías ir al examen.—Dijo Lilith, quien tocó el hombro de Diana y siguió bajando. 

Diana la miró y se preguntaba en que estaba pensando, sobre que le estaba ocurriendo. 

domingo, 22 de noviembre de 2020

La luz de Ragali. Capítulo 3.

Era el día siguiente, las 10 A.M, Diana esperaba en el hall de la casa de Lilith y Nadine, vestida con vaqueros azules largos, botas negras y camiseta gris, el pelo además en forma de coleta y un pendiente en la oreja derecha en forma de flor.

—¿Estás lista?

Nadine preguntó y apareció bajando las escaleras, vestida igual que ayer pero no iba con una espada sino con un bastón negro curvado y tenía el pelo en una coleta.

—Sí ¿Y Lilith? —Nadine la miró y dudó por unos segundos. —¿No viene?

—Una pregunta muy obvia para una respuesta nada sencilla ¿Qué opinas de los gritos entre madre e hija? —Dejó de bajar las escaleras para observar más detenidamente la respuesta de Diana, quien lo pensó por unos segundos y se encogió de brazos. —Buena chica ¡Hija, baja ya!

—¡Voy, madre!

—Aún no se ha arreglado. —Nadine bajó y se acercó a Diana. —¿Se ha portado bien mi hija contigo?

—Sí, es muy… amable conmigo. —Nadine puso una mano en uno de los hombros de ella. —Se preocupa por mí pero es raro que se abra.

—Entiendo. —Diana notó que la ignoraba y después la mano de ella en el otro hombro, sintiendo la mordedura de Lilith. —Y dejas que te muerda y absorba tu energía de forma tan excesiva. 

—¿Excesiva? 

—Sí, es lo que he dicho, no repitas lo que diga por favor. —Nadine la miró fijamente a los ojos, después de arriba abajo y finalmente la cogió de las mejillas observando el blanco de los ojos. —¿Te sientes cansada, mareada o has dormido mal? 

—No, me siento bien, igual que cada mañana ¿Será por lo que me ocurre? 

—Podría ser, sigo sintiendo en ti la misma energía que sentí ayer, devorar sangre también hace devorar energía pero a niveles demasiado altos, una capacidad innata en las Undragun. 
—Eso… em… le dice algo entonces. 

—Obviamente, o te recuperas a gran velocidad o tienes muchísima y apenas devora un pequeño porcentaje… o mis sentidos me engañan. 

—Estoy un poco preocupada. —Diana miró asustada a Nadine quien acarició su cabeza y la consoló. 

—Por ahora no pienses mucho, sigue con tu vida y tus estudios. —Sonrió a Diana con confianza. —Seguro que hoy mismo lo arreglamos. 

—Gracias, Nadine. —Diana se asustó al ver una mueca de enfado en ella. —¿Señora Undragun? 

—Eso está mejor.

—Ya estoy lista.

Lilith apareció vestida con botas negras, pantalones negros, camisa blanca, chaleco, americana negra, el mismo emblema, su pelo estaba en forma de coleta y llevaba un sombrero fedora gris. 

—No vas a llevar eso. —Ordenó Nadine, Lilith chasqueó los dedos indignada y el sombrero se hizo sangre pulverizada. —¿Alguna queja?

—Eres una dictadora, mamá deja que me vista como quiera. 

—En su casa tiene sus normas y en esta las mías que también soy tu madre. —Nadine abrió la puerta principal e invitó a salir a Diana y Lilith. 

Afuera estaba un BMW negro metálico serie 3 con chofer esperándolas. Nadine subió al asiento del copiloto, y Lilith y Diana se subieron a los asientos de atrás. 

El coche arrancó y Diana observaba a través de la ventana, tenía demasiadas preguntas en la cabeza, Lostians, energía, las Familias, estaba entrando en un mundo que desconocía y entonces recordó algo.

—Sargira… 

—¿Qué pasa con ellos? —Preguntó Nadine

—¿Qué? Oh nada. —Diana miró intimidada a Nadine. —Es que me he acordado de ese nombre ¿Quiénes son? 

—Una Familia. —Lilith habló en tono molesto, suspiró y cruzó las piernas y los brazos mientras miraba al frente. —Pero a diferencia de las demás ellos están formados por clanes unidos por una líder, nosotras en cambio, las Undragun, somos una familia de verdad.

—Aunque en comparación somos pocos miembros, nuestra gente son sirvientes leales que beneficiamos sin convertirlos en Lostians como los Karasu. —Nadine miró a Diana a los ojos y brillaron de un tono rojo. —Les damos lo que piden y a cambio nos sirven de soldados, políticos, criados…

—…siervos de sangre. —Dijo Diana interrumpiéndola, entonces Nadine sonrió y la asustó más. —Pero solo si tienen energía. 

—Eso es, Diana ¿Piensas que te convertiremos en una a la fuerza? —Diana miró a Lilith por un momento y después asintió a Nadine. —No, no te haremos una si no quieres. 

—Pero estáis ayudándome, algo querréis a cambio. 

—Te ayudamos porque quiero. —Lilith habló molesta y se sonrojó. —No hace falta nada por ello. 

—Por ahora céntrate en tus estudios y en ti. 

El coche paró frente a un edificio parecido a un monasterio donde entraban y salían jóvenes. Salieron las tres y entraron en el edificio, subieron unas escaleras de piedra para llegar hasta la parte superior y caminar por un pasillo donde llegaron a una puerta enorme. 

—Vosotras dos os quedáis aquí. —Nadine abrió la puerta y la cerró de golpe. 

—¿Crees que irá bien? —Preguntó Diana buscando la mano de Lilith y mirando al fondo del pasillo. 

—Son mis madres, no habrá problema. —Lilith sintió la mano de Diana agarrando la suya y se soltó de ella para cruzarse de brazos. —Puedes estar tranquila. 

—¡Lo estoy! Lo estoy. —Diana miró de reojo a Lilith y entonces la notó preocupada. —Con…
Un hombre y una chica salieron enfadados y se marcharon por el pasillo. 

—La chica del café. —Dijeron ambas a la vez. 

—Estuvo bien lo que hiciste. 

—Te costó tu trabajo, me lo habría vuelto a pensar dos veces. 

—¿Hablas en serio? —Diana miró a Lilith sonriendo. 

—Claro que no, lo habría hecho mil veces. 

Ambas se rieron y Lilith entonces se relajó, miró reír a Diana y se sonrojó. 

—Pero es por no soportarla, no me gustan la gente que hace bullying, nada más. 

Diana sintió que la agarraban de los hombros y tiraron hacia atrás de ella atravesando el muro. 

—¿Diana? ¡Diana! 

Diana entonces despertó tumbada en un parque rodeada de jóvenes vistiendo igual que Lilith pero con el símbolo del cuervo. 

—No nos hemos olvidado de ti, sacerdotisa. —Dijo uno de ellos mientras los demás se reían. 

—Los Undragun no pueden protegerte, ni siquiera la Arconte y sus hijas lo harán, sacerdotisa. 

—¡No soy una sacerdotisa! 

—Pero hueles cómo una. —Dos de ellos se miraron el uno al otro. —Quizás hasta grites cómo una. 

—Acabará calladita al primer pollazo, seguro. 
—Tocadla y os arrancaré las alas a todos. Dijo una mujer. 

Entonces cayó al lado de Diana una mujer que vestía igual a ellos pero con el símbolo plateado de un lobo.
Era delgada pero con músculos, femenina, piel blanca, de 1.85, parecía tener 24 años, pelo corto y negro, labios gruesos, el ojo izquierdo negro completamente y el ojo derecho verde, tenía un tatuaje de una serpiente negra en el lado izquierdo.

—Solamente es Tessan. —Todos se rieron mientras ella caminaba en círculos alrededor de Diana. —Te la podemos dejar a ti un ratito, vamos. 

Entonces cuatro cuchillos fueron lanzados desde arriba y cuatro de los jóvenes cayeron al suelo fulminados. Lilith apareció al lado de Diana con su ojo rojo intenso. 

—¡Corred! 

Uno de ellos gritó y los demás se dispersaron pero uno se quedó. 

—Es mío, Lil.

—No, de eso nada. 

Empezaron a correr hacia él pero de su espalda surgieron dos alas negras similares a la de un pájaro y saltó, sin embargo, Tessan también y de una patada lo interceptó y lo lanzó contra un árbol, partiendo el tronco de madera en dos. 

—No necesitaba tu ayuda, Tessan. 

—No vine a ayudarte a ti. 

Diana se levantó, se sacudió y vio a Tessan acercarse a ella. 

—Gracias por ayudarme. 

Tessan la besó sin previo aviso, puso sus manos en el rostro de ella y se enredaron entre sus rizos. Se separaron y ambas se sonrojaron. 

—Ha pasado muchísimo tiempo, Din.

—¡No te atrevas a tocarla sin mi permiso! 

Lilith apartó a Tessan de Diana y empezaron a darse puñetazos. 

—Chicas ¡Chicas! 

—¡Aléjate de Din desde ya! 

—¡¿Qué me aleje?! ¡Eres tú quien debería alejarse de ella, loba come mierda! 

—¡¿Qué me has llamado?!

—¡Parad ya! 

Ambas miraron a Diana y después entre ellas. 

—¿Y a qué viene lo de Din y lo de besarme? 

—Es una maleducada con los extraños, defectos de ser una Sargira.

—Din no es una extraña, somos amantes. 

—¡¿A-amantes?! —Preguntó sorprendida Diana. —Si ni siquiera nos conocemos. 

—Claro que sí, nos criamos juntas cuando éramos pequeñas y dijimos que seríamos esposos una vez de adultos. —Tessan se acercó a Diana y acarició su pelo. —¿No te acuerdas de mí?

—De hecho… no recuerdo nada de mi infancia así que lo siento, no sé quien eres. 

—No estoy triste entonces, tu madre y la mía nos criaron juntas, ella te ayudará a recordar. 

—Vayamos entonces con ella. —Lilith tocó el hombro de Tessan con complicidad. 

Lilith y Tessan le ofrecieron sus manos a Diana para caminar juntas las tres, dudó por un segundo pero aceptó a ambas. 

—Gracias a las dos por protegerme.

Diana sonrió y ambas fueron directas a las orejas, las mordieron y la hicieron sonrojar y gemir. 

—No dejaré que esos tíos vuelvan a atreverse a tocar tu piel, Diana. —Susurró Lilith. 

—Daría mi vida una y otra vez por ti sin dudarlo, Diana. —Susurró Tessan. 

Durante toda la situación Nadine y otra mujer estaban en un despacho. Era grande de suelo, techo y paredes de piedra, una lámpara halógena y barras de acero en el techo, un escritorio grande de madera, pilas de libros y documentos sobre el mismo y por toda la sala, una silla de oficina donde se sentaba la desconocida, y al fondo un mapa medieval de Ragali.

La mujer parecía tener 44 años, medía 1.68, tenía el pelo rubio, largo y rizado, ojos verdes, labios finos, nariz chata, femenina, vistiendo chaqueta vaquera azul, vaqueros negros, jersey blanco y deportivas. 

—No apruebo las medidas que han tomado. —Dijo la mujer con voz neutra. 

—Desean comprobar si es una sacerdotisa, observar su poder, Birdie. 

—Que tenga la Esencia de una sacerdotisa no la hace una. —Birdie se levantó indignada. —Tiene suerte de tener a nuestra hija. 

Otra mujer entró en el despacho, vestida con gabardina y botas militares tenía un emblema de oro de un león. Medía aproximadamente 1.95 y parecía tener 46 años, rapada, orejas puntiagudas, nariz gruesa, labios gruesos, masculina. 

—Nuestras hijas, Tessan ha salido corriendo y presumo que debe estar yendo hacia su rescate. —Dijo con voz femenina. 

—¿Y tienes algún problema, Eliana? ¿O tú, Nadine? —Birdie se sentó en la mesa y suspiró decepcionada. —No sois capaces de sentir orgullo por las decisiones de nuestras hijas. 

—Se entrometieron en un asunto delicado. —Dijo alguien con voz de hombre. 

Tras Nadine y Eliana apareció un hombre vestido con mocasines y traje negro con el emblema dorado de un cuervo, de piel oscura y rasgos japoneses, de apariencia de un joven de 27 años, medía dos metros, sus orejas eran puntiagudas, muy delgado, ojos blancos, calvo. 

—No habría permitido ningún daño sobre esa humana, sólo era una situación de estrés extrema. 

—En este momento me siento dividida, Ryo, estoy orgullosa de mis niñas por tomar una decisión arriesgada, incluso si una es por amor, pero estoy de acuerdo en saber a que debemos enfrentarnos. —Birdie se acercó a ellos. —Represento a los humanos en este lugar como vosotros a vuestras Familias, estamos ante un problema que, por desgracia, me toca más ¿Debo permitir que sufra una humana en este lugar por el origen de su Esencia? ¿En Ragali? Lidero una paz en la que estoy traicionando a mi especie en estos momentos y no sé si es una amenaza. 

—Cualquier sacerdote o sacerdotisa es una amenaza, no sería raro que la hayan enviado el Papa, el imán, el rabino o el vicario que sea para destruir lo que hemos construido. —Dijo Eliana. 

—Tú más que nadie entiendes eso, Birdie. —Ryo se acercó a ella y le tocó el hombro. —Tú fuiste la más perseguida, la más odiada, apelo a tu orgullo para que lo entiendas. 

—¿Apelas a mi orgullo como mujer trans lesbiana o como bruja?

—Huelga decir que la obviedad es a ambas. —Nadine miró entonces a la puerta. —Parece que ya llegan. 

Alguien llamó a la puerta y entonces entró Tessan sola. 

—Hola mamá. —Miró a Birdie y después a Eliana. —Hola mamá. 

—Que tal cariño. —Dijeron ambas con una sonrisa. 

—¡Genial! —Tessan miró a Birdie y se acercó a ella para susurrar. —Mamá, adivina a quien he encontrado, es… 

Lilith y Diana entraron con cautela, entonces Birdie se sorprendió viendo a Diana. 

—¿Ocurre algo? —Preguntó Eliana. 

—Sí ¿Qué ocurre? —Nadine se cruzó de brazos.

—Yo… nada, esperaba algo más de… misticismo. —Birdie se sentó en la silla. —¿Qué os ha pasado a las tres? 

—Pregúntaselo a Ryo, sus neófitos nos atacaron. —Lilith habló indignada.

—Diana habría sido asesinada o algo peor si no hubiese llegado. —Tessan se encaró con Ryo. 

—Si no hubiésemos llegado, no todo lo hiciste tú. —Lilith se enfadó y empujó a Tessan. 

—Estoy orgullosa de vosotras, chicas. —El tono de Birdie estaba lleno de ternura y orgullo, sonrojándolas. 

—Tú debes ser la líder de los Sargira. —Dijo Diana asustada mirando a Eliana, quien miró a Nadine con una ceja levantada. —Me hablaron sobre las Familias. 

—Entonces sabes que soy el líder de los Karasu. —Diana se giró y vio en el una sonrisa amable. 

De la espalda de Ryo salieron un par de alas negras de pájaro y de sus manos una niebla negra y venas blancas. Lanzó contra la pared a Lilith y Tessan y se abalanzó sobre ella pero no pudo tocarla al ser parado en seco, pues una anaconda apretaba su cuello con fuerza y tiraba de una barra del techo a modo de polea. 

—¡¿Qué… crees… que haces?! —Gritó mientras se ahogaba y peleaba por quitarse la serpiente. 

Birdie estaba relajada, con los ojos cerrados y con las manos en los muslos. 

—Diana, ven. —Dijo en un tono serio y abrió los ojos para verla. 

Los ojos eran de un verde intenso y dorado cuyas pupilas eran similares a la de una serpiente. Diana estaba en shock pero Nadine la agarró del brazo y fue con Birdie. 

—Bien. —La serpiente desapareció y se levantó para protegerla. —No es peligrosa o se habría defendido. 

—Que tú sepas. —Dijo Eliana. 

Diana cayó al suelo inconsciente y todos se fijaron en ella. 

—Es obvio, es el estrés. —Dijo Nadine. 

—Nadine, ponla en mi silla, por favor. —Ella obedeció sus palabras y entonces Birdie se dirigió a ellos. —Ella estará a mi cargo y bajo mi protección hasta que se resuelva este asunto, nadie la tocará ¿Está claro? 

—Y bajo la protección de las Undragun en todo momento. —Ambos se indignaron y Nadine miró a Lilith inconsciente. —Aunque mi hija no me escuche. 

—¡Y también…! —Gritó Tessan saliendo de entre los papeles pero Eliana la miró con enfado para interrumpirla. 

—Sargira permanecerá neutral en este asunto.

—Eliana hizo un gesto a Tessan pero no obedeció. —Nos vamos. 

—Me quedo con ella. —Eliana suspiró y miró a Birdie. —No la metas en líos, amor. 

—Lo intentaré. —Birdie sonrió y sonrojó a Eliana. 

—Nadine.

—Sí, Eliana.

Nadine se cruzó de brazos y apartó la mirada mientras Eliana se marchaba. 

—¿Os quedaréis entonces en mi casa? 

—Eso parece.

Birdie sonrió viendo a Nadine, quien se sonrojó, suspiró y se marchó del despacho.

miércoles, 28 de octubre de 2020

Los labios que me dominan. Capítulo 9.

Eran las 10 de la mañana, Keiji estaba sentado en su despacho tomando una taza de café y leyendo informes. Su pelo estaba trenzado, vestía un traje gris y corbata negra, cinturón negro y mocasines verdes.

—Espero que James venga pronto. —Dijo Keiji tras un suspiro.

Axel entró con un hombre más mayor, ambos vistiendo traje. Keiji entonces se imaginó a él arrinconando a una África desnuda en la cama y jugando con su cuello, la imaginaba gimiendo su nombre sin parar y entre jadeos. Estaba enfadado y celoso por dentro pero mostrando indiferencia a los dos hombres que tenía delante.

—Buenos días a ambos. —Keiji dio un sorbo y les ofreció un asiento.

—Estamos encantados de reunirnos. —Dijo el hombre con felicidad. —Debo decir que estamos muy interesados en su proyecto.

África entró con una carpeta verde y vestida con pantalones de traje negro y camisa blanca.

—Buenos días ¿Les importa si me acerco? —Dijo África intimidada al ser vista por Keiji.

—Adelante. —Keiji habló sin dejar de mirar los archivos.

—Gracias, señor Himura.

Se acercó a Axel y se inclinó para entregarle la carpeta a Keiji, quien vio el escote y el labio inferior mordido por intentar darselos en mano, él se sonrojó pero Axel le dio a ella un ligero rodillazo en el gemelo derecho haciendo que se sentara encima de él.

—Vaya ¿Estás bien? —Preguntó Axel exhalando en su nuca.

África se sonrojó pero Keiji apenas mantenía la calma sin caer en estar avergonzado.

—Entonces solo les queda firmar el contrato. —Dijo Keiji mientras África se levantaba.

—¡No! No, el contrato está firmado. —El hombre le ofreció un sobre a Keiji. —Queremos contratar a su empleada como secretaria de mi hijo, estamos dispuestos a pagarle a usted una gran suma.

—Sólo tendría que renunciar a su trabajo actual. —Dijo Axel con una sonrisa mientras África miraba hacia otro lado. —Tendría mejor sueldo. 

—Pe… pero… no sé si… —África balbuceaba ignorada por Keiji.

—Es libre de tomar sus decisiones, no hace falta hablar de esto. —Keiji se relajó y cruzó las piernas. —Eso es todo entiendo.

—Por supuesto, nos marchamos ya.

Los dos se marcharon y al cerrar la puerta, África miró a Keiji esperando una respuesta, una mirada, un gesto pero era ignorada mientras él miraba a la ciudad.

—Kei…

—Vete a trabajar.

—No, no me iré.

—No te lo volveré a repetir. —Keiji miró a África de reojo. 

—Sí, señor Himura

África se marchó y Keiji se levantó molesto. Nora entró vestida con una falda negra, blusa blanca y tacones negros.

—¿Y bien?

—Han firmado el contrato. —Axel se acercó a Nora sin dudar.

—¿Y cual es el problema? —Preguntó Nora.

—Ya lo habían hecho, solo vinieron a entregarlo.

—Pues genial entonces.

—Y querían contratar a África.

—¿Y que harás?

—No es asunto tuyo. —Keiji se quitó el cinturón y le señaló al escritorio. —Quítate la falda y tumbate en la mesa.

—Sí… señor Himura.

Mientras África esperaba junto al ascensor.

—¿Te importa adelantarte, padre? —El hombre sonrió a Axel y se subió al ascensor. —He notado la fricción que hay entre tú y Keiji.

—Está enfadado conmigo. —África miró a Axel y le vio sonreír. —Pero es normal.

—Sí, los celos sin sentido por el contrato. —Axel acarició el pelo de África pero ella le ignoraba. —Ya te avisé de como era.

—Había roto tu oferta.

—¿Por qué? —Axel fue a besarla pero África apartó el rostro. —¿Acaso no quieres que estemos juntos?

—No lo entiendes. —África le miró sin mostrar emoción alguna. —Deberías irte.

Axel entonces se marchó por las escaleras y África suspiró mientras miraba a las puertas del despacho de Keiji. Sentía lástima de sí misma, lástima y una sensación que había perdido hace mucho, la soledad, pues los dos hombres a los que quería y amaba no eran capaces de entenderla.

Habían pasado varias horas y África se encontraba en un pequeño despacho con un portátil, sentada sobre la mesa y reflexionando.

—Se supone que con eso debe bastar. —África entonces se miró las manos. —Me doy cuenta que no le he regalado nada a Kei… Ni él a mí.

—África ¿Estás ahí? —Preguntó Nora al entrar.

—Obviamente ¿Ocurre algo?

—Es lo que iba a preguntarte, Keiji actúa muy raro, casi enfadado. —Dijo Nora quien se sentó a su lado. —Esperaba que no fuese contigo el tema.

—Es culpa mía, quería volver a… a nada. —Nora arqueó una ceja al oírla y África apartó la mirada. —Discutí con él esta mañana sobre volver a mi ciudad.

—Teniendo todas las comodidades del mundo aquí prefieres volver a una ciudad donde…

—África, necesito que me acompañes. —Ordenó Keiji al otro lado.

—Prefiero no hacerlo. —África se sintió mal y mareada, evitando mirar a Keiji, pero él se mantuvo firme.

—No lo volveré a repetir, al despacho.

—Sí, señor Himura.

África se levantó pero Nora la notó roja y algo mareada. Después Keiji se acercó y se sentó junto a Nora.

—No me importa que me azotes en el trabajo.

—Entiendo.

—Pero ya te lo dije, no lo uses para desahogarte, los problemas se quedan fuera.

—Creí que nos vendría bien relajarnos, nada más. —Dijo Keiji en tono molesto. —¿Es que ocurre algo?

—Me preocupa que estés siendo cruel con ella y sin motivo.

—No estoy siendo cruel, soy distante. —Keiji vio a Nora molesta y se sentó en la mesa. —Hay mucho trabajo hoy y estoy cansado… y me da miedo que le pase algo a África, no quiero dejarla sola.

—No estoy segura de que sea eso. —Nora se sentó a su lado. —¿No crees que es mejor así? Vas demasiado rápido, vivis juntos desde el incidente.

—Lo sé, me he dado cuenta.

—Te preocupas demasiado por ella, dependes de África pero África no quiere depender de ti. —Keiji se levantó incomodo pero Nora le acarició la espalda para calmarle. —Axel y tú pretendéis cuidarla de una forma que la hará asustarse, no pasa nada por dejar que viva de forma independiente, no vais a dejar de ser pareja.

—Antes no reaccionaba tan mal ante cosas así.

—Porque antes no sentías por nadie lo que sientes ahora.

—Quizás… quizás estés en lo cierto.

Mientras África estaba sentada en la mesa del escritorio de Keiji, entró María al despacho vistiendo un jersey blanco de cuello alto, pantalones de lino gris y botines marrones. La vio sentándose en una de las sillas de forma relajada, lo que la hizo enojarse.

—Esto es increíble, esperaba a mi hijo, no a… me da igual lo que seas.

—Él me dijo que viniese, si le molesto se aguanta. —María se sentó en una de las sillas y África se cruzó de brazos. —Aunque no sé porque todos debemos aguantarle a usted.

—¡¿Cómo te atreves?! ¡¿Sabes lo que te hará mi hijo?!

—Su hijo no la aguanta después de las putadas que nos hizo a ambos, así que sí, le conozco. —África le miró con enfado y desprecio. —Y me atrevo porque usted no es nadie, seguramente estudió cultura japonesa y se casó con un señor con dinero, me atrevo por todo lo que le hizo a Kei y no dejaré que lo use a su antojo como antes.

—Pobre criatura ¿No te das cuenta? —África arqueó una ceja. —Tú no puedes darle un futuro, se casará con Akane para seguir siendo heredero de su abuelo, tú no eres más que un perro abandonado que ha recogido de la calle.

Keiji entró con rostro serio y se acercó a la silla se sentó mientras África se colocaba al lado suya.

—¿Qué tal el trabajo, mi vida? —Preguntó María mientras África se marchaba.

—Todo bien.

—Aún sigues sin aceptar nuestra propuesta.

—No la necesito, me va bien.

—Hemos tenido una conversación interesante tu… amante y tú.

—¿Ah? ¿Intentas decirme algo?

—Si voy a ser directa pues empiezo a pensar que has recuperado tu manía de recoger animales perdidos. —María se sentó y miró a Keiji enfadada. —¿Lo recuerdas? Cuando eras pequeño volvías a casa con un gato en brazos, lo bañabas, le ponías un collar y lo educabas como el fiel animal de compañía que era. 

—África no es una gata callejera.

—¿No? La has recogido de su miserable vida, la has lavado, le has puesto un collar y ahora la tienes educada como la fiel mascota de compañía que es. —María sonrió al ver la mueca de enfado en su hijo. —Al igual que con todos tus sirvientes y subordinados, la diferencia es que la tienes qmalcriada, comiendo contigo, durmiendo contigo, sentada en tu regazo.

Keiji entonces se sonrojó al imaginar a África desnuda con una cola y orejas de gato, y un collar con cascabel.

—Amo ¿Es hora de pasear? —Dijo África sentada de rodillas en una cama.

Keiji cerró los ojos y suspiró avergonzado.

—Deberías rodearte de tu familia, formar una, no recoger animales callejeros.

—Nadie es un animal callejero y menos África, son personas que me han llevado hasta aquí y ella es mi pareja, la amo y nada más

—Dejaste paralítico a un hombre. —Keiji apretó los puños y su enfado creció. —Haces demasiado por ella pero ella no hace nada por ti, la mantienes ¿Por errores que cometiste? Por favor, si ni la amas.

—Deberías marcharte ya.

África entró con una bandeja, en ella dos tazas, una tetera, y un plato con terrones de azúcar.

—Muy bien, tú veras.

África entonces empezó a marearse y tropezó, cayendo al suelo junto con todo.

—¡África! —Gritó alertado Keiji, fue hacia ella, comprobó su rostro y la notó con fiebre alta. —Voy a llamar a Nora y a James, vas a estar bien ¿De acuerdo? 

África veía el rostro de preocupación de Kei, quien la cogía en brazos, hasta caer inconsciente. Empezó entonces a tener alucinaciones y a delirar, soñando con su antiguo instituto y que era una adolescente con el pelo oscuro y corto, bigote, de cuerpo masculino, vistiendo un uniforme de chico con polo blanco, pantalones negros y jersey azul.

—Estoy… tengo que irme.

De pronto se vio rodeado por compañeros de instituto quienes la señalaban y la llamaban “Maricon”

—Callaos… ¡Callaos!

Entonces vio a Keiji siendo adolescente con el pelo largo y oscuro, estando mimoso con una chica. África salió corriendo hasta llegar a una piscina enorme pero vacía de agua.

—Adrien ¿Qué haces? —Keiji habló con las manos en los bolsillos.

—No lo soporto, Kei, no soporto como me utilizas.

—Sabes que no podemos estar juntos, Adrien.

—No soy… deja de llamarme así. —África evitó mirarle y se acercó más al borde de la piscina.

—¿Así? ¿De qué hablas? —Keiji se acercó y besó su cabeza.

—Yo… yo soy África.

—¿Crees que eres una chica?

—¡Soy una chica!

—Déjate de tonterías ¿Ya tienes tus cacaos mentales otra vez? —Keiji la abrazó por detrás. —Deberías centrarte.

—¿Acaso no me quieres? —África empezó a llorar.

—Claro que sí, tonto.

—No, no me quieres. —África le apartó y se quedó en el borde de la piscina apunto de caer. —¡Si me quisieras no dirías cosas tan crueles y me entenderías! Solo me quieres como juguete.

—Eso es porque eres un juguete. —Keiji se acercó más y ella miró detrás. —Solo vales para eso.

África se resbaló y cayó al vacío entre sus propios gritos para acabar despierta en la cama de Keiji. Sentía que no estaba sola pero no abrió los ojos.

—Decía que no le gustaba pero en el fondo se notaba que sí. —Dijo Keiji en tono burlón. —Me alegró que lo pasáramos bien en ese sofá, estaba muy mona.

—África siempre es mona. —Dijo Axel entre risas de ambos. —Y aún así es fuerte.

—Muy fuerte y dulce a la vez. —Keiji acarició el pelo de África. —No tengo mucho sueño.

—Yo tampoco y no diré que no a esa oferta de tomar una copa juntos en la arena. —Axel soltó una carcajada mientras Keiji se levantaba.

—Tengo una botella de whisky japonés y otra de ron. —Dijo Keiji en tono serio, Axel lo miró con una sonrisa durante unos segundos hasta darse cuenta que hablaba en serio. —¿Qué dices? 

—Que me apetece lo primero.

La puerta se cerró y África abrió los ojos, se dio cuenta que estaba aún con su camisa y en bragas.

—¿Los dos estaban cuidando de mí? —África miró a la ventana y vio que era de noche, miró alrededor y vio dos camisas en la cama. —Debi dormir mucho.

África entonces recordó su sueño y lo que ocurrió en el despacho, la conversación con María y que estaban ella y Keiji.

—Realmente… ¿Él me ama? —África se puso la mano en el pecho y miró triste y cabizbaja a la puerta. —Y ese sueño… era muy real

Mientras Keiji y Axel caminaban descalzos por la arena y con solo sus pantalones puestos. Keiji con una botella de whisky y Axel con dos vasos. Ambos se sentaron frente al mar y Axel llenó un vaso.

—No pensé en reconocerlo. —Axel le ofreció el vaso a Keiji y éste lo cogió. —Me gusta esta tregua, Kei.

—Estoy de acuerdo. —Keiji sonrió mirando al mar. —Ambos nos hicimos mucho daño, Axel.

—Agua pasada.

—Ambos queremos a África y competir por ella es de crios. —Keiji vio entonces a Axel sonreír. —Me alegra que te quedaras aquí, Axel, le gustas mucho y seguro que valoraría tenerte a su lado dado que eres importante en su vida.

—Kei, a ti también te quiere, tú también eres importante, no finjas conmigo que ella no te ama con tanta intensidad.

—Hablemos de otra cosa mejor.

—Pues tenía pensado dejar mi…

—¿Puedo sentarme con vosotros? —Preguntó sonrojada África al ver a ambos medio desnudos para después acercarse a ellos y sentarse de rodillas en medio de ambos.

—Deberías descansar en la cama. —Dijo Keiji enfadado.

—Estoy bien. —África también le miró enfadada.

—¿Y esa rojez? Te ha subido la fiebre. —África al oír a Axel se sintió molesta.

—No me ha subido, estoy roja por vosotros. —Axel sonrió y se tumbó después de oírla. —Kei ¿Estás enfadado conmigo por algo?

—No, tienes derecho a ser independiente y buscar tu camino, yo también habría aceptado cambiar de trabajo.

—Pero si lo rechazó. —Axel habló sorprendido, a lo que llamó la atención de Keiji quien también se sorprendió.

—Es cierto. —África miró a Keiji preocupada. —Me gusta trabajar contigo.

—No sé que decir, confieso que me sentía celoso y preocupado, todo era agobiante y sin ti sería peor.

—No digas nada entonces. —África acarició el rostro de Keiji. —Y ahora… me gustaría ser agradecida con vosotros.

África entonces besó a Axel, jugó con su lengua y después acercó su frente a la de él.

—Gracias a ambos por cuidar de mí. —Ella sonrió y Axel se sonrojó

—Me gustaría también sentir ese agradecimiento de ti. 

Keiji se acercó a África, la agarró por la mandíbula y la besó durante un minuto hasta acabar ambos jadeando.

—Aún así… deberías… deberías estar en la cama. —Dijo Keiji entre jadeos.

—¿Y… si no? —Preguntó África con una mirada desafiante. —No dejaré… que me llevéis a la cama tan fácilmente.

—Te agotaremos entre los dos hasta que no puedas resistirte ¿Verdad, Kei? —Axel cogió el vaso mientras Keiji sonreía.

Bebió de un trago el líquido del vaso y besó a África cogiéndole la barbilla, dándole whisky del que derramaba una gota que caía desde los labios hasta la mandíbula.

—Me toca a mí. —Dijo Keiji después de que ella tragara.

Apartó a África de Axel, lamió la gota y la besó dominando con su lengua la de ella. Axel decidió desabrochar la camisa mientras África y Keiji se separaban, dejando un hilo de saliva entre ellos.

—¿Aún quieres resistirte? —Susurró Axel en el oído de África. —¿Aún cuando tu cuerpo quiere dejarse llevar?

África empezó a acariciar el pecho desnudo de Axel entre jadeos mientras Keiji le lamía el cuello.

—Puedo estar de rodillas… y… no estoy aún sometida.

—Con tanto orgullo más divertido será. —Susurró Keiji.

La tumbaron bocarriba en la arena agarrandola cada uno de las muñecas, desabrocharon los ultimos botones y vieron el sujetador de encaje transparentar los senos.

—Ahí no… chicos… —África se sonrojó y estuvo nerviosa.

—¿No dijo que aún no estaba sometida? —Axel miró a Keiji con una sonrisa.

—Ni se os ocurra, las tengo muy sensibles.

—Debiste haber hecho caso. —Dijo Keiji en un tono serio. —Si no obedeces, tu cuerpo pagará las consecuencias.

Keiji apartó una de las copas y empezó a lamer en círculos alrededor del pezón, haciéndola jadear y retorcerse. Axel le imitó en el otro pezón pero mordiendo también. África gemía y sentía dolor y placer al mismo tiempo que lubricaba fluido preseminal por su pene erecto que manchaba apenas sus bragas.

—¡Iré…! ¡Iré a la cama! —Ambos pararon al unísono al oírla y Axel se acercó a uno de los oídos. —Los pezones… duelen mucho.

—¿Segura que no quieres seguir? —Susurró él mientras Keiji observaba encendido.

Ambos se miraron, se sonrieron y África se sintió nerviosa. Fueron al cuello, lo mordieron bajando hasta los hombros y después empezaron a lamer.

—Después de todo… estabais peleados…

—Lo hemos dejado de lado por ti.

Ambos se quitaron los pantalones ante la mirada de África, quien se puso de pie al verlos completamente desnudos, mirando el pene erecto de Kei y la vulva de Axel sin rasurar.

—Me asusta un poco… todo ¿Sabéis?

Keiji y Axel calmaron con caricias a África, se dieron ligeros besos con ella mientras les acariciaba el pecho a ambos.

No podía evitar mirarles, sentir el calor de ambos, sintiéndose inferior al estar rodeada por ambos quienes le mostraban sus cuerpos desnudos, las grandes manos de ambos la acariciaban y aunque se resistía a dejarse llevar, su cuerpo lo deseaba, los desesba a ambos, presionando contra ella y controlando sus sentidos.

—Si quieres que paremos dilo. —Dijo Keiji.

—Está bien.

—Relájate entonces. —Axel le guiñó un ojo.

Keiji estuvo tras ella, le quitó la camisa pero la usó de ataduras en los brazos. Mientras Axel se arrodillaba, le bajaba las bragas y al ver el pene crecido de África empezó a lamerlo al mismo tiempo que Keiji se arrodillaba y escupía en el ano de ella. Axel lo metió de golpe en la boca, estuvo sacándola y metiéndola, jugando con el glande, buscando que ella se retorciera. Keiji lamió el ano en círculos, jugó con la lengua en él , lo metió y sacó y recuperaba el aliento para dejar el calor de su respiración en ella.

—Chicos… no…

Keiji se levantó, acariciaba la espalda y entonces la agarró de la mandíbula para hacerla mirar hacia arriba.

—No tienes permiso… para correrte. —Susurró entre jadeos.

—No aguanto…

—Tu castigo será peor en la ducha entonces.

Keiji apretó los dedos y los retorció. África gemía fuerte hasta que apenas podía contenerse y se vino en la boca de Axel.

—No me… no me castigues… —África gimió entre jadeos mientras Axel se levantaba relamiendose.

—Pero te has corrido sin permiso, África. —Keiji susurró y vio a Axel besar a África con su propia corrida. —Y necesitamos una buena ducha.

—¿Una buena ducha? —Nora apareció tras ellos y se cruzó de brazos. —Se va a ir a la cama a descansar, si queréis ducharos os ducháis entre vosotros.

—Bueno… no es mala idea ¿Tú que piensas Kei?

—Que voy a duchar a África.

—Pue-puedo ducharme sola.

—No puedes.

Keiji liberó a África, la cogió en brazos y se marchó con ella andando hacia la mansión.

—Que aburrido es Kei. —Axel se cruzó de brazos.

domingo, 9 de agosto de 2020

El club de ajedrez. Prologo.

Fase de ruptura

Un día de verano a las seis de la tarde, esta historia empieza con una chica llamada Amira, de 27 años, de 1.90, piel oscura, busto pequeño, pelo afro largo y oscuro, ojos marrones, vestida con camiseta de tirantes negra, chaqueta de cuero marrón, vaqueros azules y botas negras.
Estaba en el pasillo de un bloque de pisos con varias cajas de cartón selladas con cinta. Las metía en el bloque de enfrente y al terminar se secó el sudor con el brazo derecho.
—¿Ya estás bien, niña?
Preguntó una señora mayor rechoncha saliendo de la cocina, blanca, pelo corto rizado y canoso, vistiendo un vestido azul oscuro de flores y delantal verde además de pantuflas azules.
—Sí, Abu. —Dijo con voz femenina y melosa. —Si viene Elena, dile que he cambiado la cerradura para que no tenga que entrar, que sus cosas están aquí.
—Tú no te preocupe, sal y pásalo bie, que la cosa del amor se olvidan rápido.
—Lo intentaré. —Esbozó una débil sonrisa y asintió. 
Amira bajó las escaleras hasta llegar a la calle, caminó hasta llegar a una moto Kawasaki Ninja 400 negra con doble maletero. Abrió uno de ellos, cogió un casco negro con una pegatina de la bandera lésbica y se puso unos guantes de cuero negro que sacó de un bolsillo de la chaqueta. 
Se montó y circuló por las calles durante media hora hasta llegar a la puerta de una tetaría. Aparcó la moto, guardó el casco y los guantes y entró para cruzar un pasillo de azulejos azules y suelo de zócalos verdes. Vio a una chica sentada en un sofá con una mesa enfrente tomando un batido de chocolate y gofres. 
Medía 1.70, blanca, rechoncha, de busto grande, pelo castaño liso y largo, ojos verdes y pecas, vestía un vestido azul con flores blancas, zapatos cómodos blancos y un bolso marrón al lado.
—Ey, Ana. —Amira se sentó a su lado haciendo sonreír a Ana.
—¡Madre mía, has perdido un huevo de peso, Ami! Ya sabía que la ruptura te iba a joder. —Ana la miró sorprendida y después se rio. —Es broma, solo estabas una semana encerrada.
—Sí… una semana de trabajo y tristeza, ahora estoy mejor y libre.
Una chica apareció con un tablero de ajedrez y una caja de madera pequeña, se sentó en una silla frente a Ana y lo colocó todo sobre la mesa. Era de 1.87, delgada y atlética, blanca, pelo oscuro y corto, ojos castaños, vestía una blusa blanca, vaqueros azules y tacones negros.
—Ya era hora, el Club de Ajedrez es aburrido sin ti. —Dijo la mujer. 
—Ya, Elisa, sigo diciendo que ese nombre para un grupo de bdsm de WhatsApp no es bueno ¿No debería ser un nombre en referencia a chicas sáficas amantes del rollo dominación y sumisión, de ser kinksters, y de las conversaciones amistosas en las teterías? Ya sabes. —Amira se relajó y cruzó los brazos pero se sintió ignorada. —Algo como Hermanas del cuero y el té o Damiselas del control, vamos, somos administradoras.
—El nombre es discreto y cómodo para todas, no se va a cambiar, y menos sin la opinión de la creadora. —Elisa colocaba con delicadeza y rapidez las piezas en el tablero.
—¿Y si alguien lo ojea y decide que quiere unirse? —Ana miró a Elisa, quien entonces la miró también para sonrojarla, que agachara la cabeza y tomase su batido.
—Que acabará en un apartamento de Ciudad Jardín lleno de chicas dronificadas o una sesión de shibari impartida por ti, Ana. —Ambas miraron a Amira quien se encogió de brazos. —¿Acaso tengo que hablar de Sonia? 
—Sonia entró sin tener ni idea pero se interesó por todo lo que hablábamos, no empezó a meterse en nuestras quedadas de golpe. —Elisa agarró a la reina y miró a la reina, entonces ambas vieron a Ana levantarse e ir al baño. —He visto que has aceptado ir a la cena de Aitor, su grupo es interesante. 
—No quería seguir encerrada, me he cansado de que doliera.
—Y aún te duele, es normal.
—¿Puedo preguntarte algo? —Amira llamó la atención de Elisa, quien se levantó y se sentó en la mesa. —¿Qué habrías hecho tú?
—Incluso habiéndome tratado bien, me mintió y me engañó con otra persona, habría querido arreglarlo. —Amira se llevó las manos a la cabeza pero Elisa le cogió las muñecas. —Pero no existe la forma adecuada de responder a algo así, cada persona reacciona diferente, arreglarlo, no arreglarlo, romper y ser amigas, romper y cortar todo contacto, lo importante no es saber cuál hubiese sido la mejor forma sino dejar de pensar en ello y rodearte de gente que te haga seguir con tu vida como siempre.
Amira reflexionó sobre ello entonces, aún no superaba a su ex pero debía hacer amistades y olvidarla, en su corazón le costaba pues no podía confiar en nadie. 
—Intento no pensar en ello pero creo que no quiero volver a salir con nadie, no tener parejas y… quedarme en la soltería. 
—Si vas a volver a tener rollos y a liarte con amigas… 
—… Aparte de vosotras. —Elisa suspiró. 
—Ya, no uses a nadie de parche emocional. 
—Nunca lo he hecho. —Ambas se miraron y Amira le guiñó un ojo mientras sonreía. —Y te tengo mucho cariño. 
—¿A mí o a mi trasero? —Elisa sonrió, se levantó y Amira le dio una bofetada a la nalga derecha. 
—A tu trasero en látex, claro. 
—Maldita lesbiana kinky. —Elisa se sentó en la silla y la miró aún con una sonrisa en su rostro.
Pasado un tiempo eran las ocho de la tarde, Amira bajaba de su moto guardando las cosas y aparcada al lado de un pub, miró el móvil buscando las imágenes de perfil de los miembros de un grupo y se fijó que ya había dos de ellos allí.
Una era una chica llamada Sara, de 1.70, blanca, femenina, de senos pequeños, ojos castaños, pelo rojo largo y rizado, vistiendo vaqueros ajustados grises, camiseta blanca con franjas negras y deportivas blancas. El otro un joven llamado Raúl, de 1.80, blanco, femenino, delgado y atlético con senos grandes, pelo largo liso y castaño, ojos azules, vestía una camisa a cuadros negros y grises, vaqueros azules y zapatos casuales blancos.
Amira se acercó a ellos y estuvo detrás fingiendo no conocerles, escuchando la conversación con discreción y fijándose en Sara. 
—Vaya, al final has venido y todo. —El chico se acercó a ella de forma condescendiente. —Creía que estarías mal por romper
—Que va. —La chica sonrió y le tocó el brazo. —Entramos y cogemos mesa ¿No?
—Por supuesto, ve tú y yo iré al baño. 
Entraron y Amira les siguió, después siguió a Sara hasta que ella se sentó en el extremo de un sofá con mesa de madera y dos taburetes.
—¿Qué tal? Soy Amira, del grupo. —Amira le sonrió y Sara se sonrojó. 
—Yo… Sa-Sara. —Se sintió nerviosa y se levantó para saludarla con dos besos.
—Voy a sentarme a tu lado si no te importa.
Amira se sentó junto a Sara, quien se avergonzó y se apartó un poco, pasados diez minutos de incomodo silencio hasta que llegó una camarera con una coca cola y una jarra de cerveza, la primera se la puso a Sara, y la segunda a Amira. 
Amira miró el cuerpo de Sara de arriba hacia abajo y sonrió. Para ella era mona y adorable y físicamente guapa, recordó que solía compartir fotos de ella misma y su forma de posar, además de que Raúl solía elogiarla y piropearla hace un tiempo. Dio un sorbo y se relajó. 
—¿Entonces eres la chica que no deja de poner fotos suyas en el grupo? 
—S-Sí, supongo que se puede decir así. 
—Me gustó la última, una chaqueta preciosa, es una lástima que sea verano. 
—¡Gracias! Y sí, ojalá sea ya invierno. 
—Opino igual, el verano es una mala época para ponerse un catsuit. —Sara se sorprendió al oírla y se sonrojó al ver como Amira se quitaba mientras la chaqueta para dejarla al lado. —Y los monos de motorista.
—Yo… lo odio más porque se suda mucho y el pelo se me riza demasiado. —Amira la miró y arqueó una ceja. —¿Qué? 
—No veo nada malo en que una chica sude y tienes unos rizos bonitos. 
Sara se sonrojó aún más y evitó mirarla a los ojos. Raúl llegó y se fijó en Amira. 
—¡Hola! Soy Raúl, tú debes ser… —Raúl sonrió de forma forzada. 
—Amira, un placer. 
—Guay ¿Te importaría cambiarte de sitio? —Amira le miró con indiferencia mientras daba un sorbo a la jarra. —Siempre me siento al lado de Sara. 
—Pero yo quiero charlar con Sara. —Se giraron ambos para mirar a Sara.
—¿Qué? —Sara estuvo cabizbaja y arañándose los muslos. 
—¿A que te gustaría que me sentase contigo como siempre?
—Yo… me siento atada, como si me hicieran el kinbaku o estuviera en una sesión de shibari.
Amira y Raúl soltaron una carcajada y ella tocó el hombro de Sara, mirándola y haciéndola sentir segura y cómoda. 
—Prefiero que esté sentada Amira, lo siento. 
Raúl se sentó enfadado mientras Sara observaba a Amira, quien sonreía y miraba al joven de forma desafiante. Entonces Sara miró el móvil y Amira también de reojo.
—Al parecer Ariadna y Aitor no pueden venir, les ha surgido una emergencia.
—Entonces deberíamos irnos. —Raúl se levantó y miró a Sara. —Vamos, Sara.
—Prefiero quedarme. —Dio un sorbo a la cocacola y apartó la mirada. —Si Amira decide quedarse.
—Yo encantada, me gusta charlar contigo. —Amira la miró y le guiñó un ojo. —Asunto arreglado.
—Muy bien, pues yo me marcho.
Ambas vieron irse a Raúl y Sara suspiró. Amira la vio más tranquila y se relajó entre sus pensamientos. Estuvieron una hora hablando, riendo y divirtiéndose, después Amira la miró seria. 
—Vuestra relación. —Sara la miró al oírla. —Sois expareja.
—Sí, ella y yo fuimos pareja y me dejó porque… bueno, replantearse cosas, también es ex de Aitor y solo sale con otra chica.
—Ella… es… gen… 
—GenderFluid y poliamorosa. 
—Ya, volviendo al tema, te trata como el culo y como si fueras suya y no deberías dejarte tratar así, eres guapa, graciosa e interesante, te mereces más. 
—Gracias… por suerte mi novia y yo nos queremos mucho. —Amira sonrió con esas palabras. —Me ayudó mucho a superar la ruptura y soy feliz con ella.
—Os cuidáis mucho.
Sara asintió con una sonrisa pero Amira la ignoró. Recordó como era vivir con Elena y las veces que hablaban.
—Yo… hace poco que salí de una relación también.
—¿Se replanteó cosas?
—No, me hizo mucho daño… —Amira se levantó y miró su móvil. —Son las una ya ¿Tienes que volver a casa?
—Sí, debería.
Sara se levantó y Amira la arropó con su chaqueta, la cual le quedaba grande hasta llegar a las caderas. 
—Va… a hacer frío… —Amira se sonrojó y se sintió nerviosa.
—Sí… gracias… —Sara se avergonzó y abrazó la chaqueta.
Ambas salieron juntas a la calle, caminaron hasta la moto y Sara le agarró una de sus manos.
—Al final si que hacía frío. —Sara estuvo sonrojada, entonces Amira le cogió las manos y las calentó con las suyas y exhalando, sonrojándola más.
Sara notaba su corazón acelerarse y miedo al mismo tiempo, no por ella sino por si misma, empezó a gustarle y a sentirse cómoda mientras el miedo la bloqueaba y superaba.
—En verano por la noche hace más frío y más si estamos cerca del mar o de un rio. —Amira frotó las manos de Sara y sonrió. —Es como… digamos, ponerte un catsuit en invierno.
Sara sonrió avergonzada y Amira la soltó sin previo aviso, puso sus manos en las mejillas de ella, se sentía mareada pero acercó sus labios a los de ella.
En su cabeza se preguntaba si realmente deseaba besarla, deseaba acariciar su pelo y tenerla entre sus brazos, hacerla sentir segura por todo, se sentía atrevida al mismo tiempo que su propia inseguridad la sometía. 

miércoles, 8 de julio de 2020

La luz de Ragali. Capítulo 2.

Eran las 10 de la mañana del día siguiente, Diana y Lilith estaban en un dormitorio enorme, con estanterías altas repletas de libros, una cama, dos puertas antiguas de madera, una ventana tapada por cortinas rosas, paredes rojas suelo de madera marrón y techo blanco con lámpara de araña. 
Diana y Lilith separadas en la misma cama entre sabanas de seda y mantas de lino. Diana estaba bocarriba y con camisón blanco, y Lilith en posición fetal y desnuda. Lilith se despertó y se giró para ver a Diana.
—Este color… —Habló Lilith, acercó su mano al brazo de ella, fascinada por su piel y su pelo, se sonrojó y tragó saliva mientras dudaba si acariciarla. —Es… preciosa…
Cerró la mano en un puño y volvió a girarse para volver a estar en posición fetal. Diana se giró, viendo las cicatrices dudaba si acariciársela, fue a tocarla pero Lilith suspiró fuerte, asustándola un poco pero le acarició la espalda, haciendo que ella contuviera la respiración y se agarrara a las sabanas.
—Gracias por salvarme ayer.
Lilith se giró, le sujetó la mano y se puso encima de ella. Se acercó a su oreja mientras jadeaba.
—No me toques la espalda sin permiso, nunca. —Susurró enfadada.
—Lo siento, lo siento mucho. —Diana habló arrepentida y asustada.
Lilith empezó a sentir la lujuria y el calor recorriendo por su piel, sus labios temblaban, sus colmillos se afilaban, su rostro se enrojecía, y jadeaba avergonzada.
—¿Lilith? —Diana cerró los ojos muy fuerte y susurró con miedo. —¿Te está volviendo a ocurrir…? 
—Perdón. 
Lilith se marchó desnuda del dormitorio con gran velocidad, Diana abrió los ojos y vio que ella ya se marchó. Decidió levantarse y salir también. Llegó a un pasillo algo oscuro de suelo de madera con una alfombra negra y paredes de tono verde oscuro, al caminar solo veía cuadros colgados de familiares o paisajes, lámparas de araña y puertas.
—Esto es… demasiado feo para mi gusto.
Continuó hasta llegar a unas escaleras, las bajó hasta llegar al hall, que tenía mobiliario antiguo, una alfombra negra con un dragón blanco bordado, y tres puertas dobles con ventanales, una de ellas era la entrada por cuyas vidrieras entraba la luz del sol, lo que iluminaba todo.
Diana continuó andando pero oyó la puerta de la entrada abrirse, abrió una de las puertas y se agazapó tras ella.
—Ya te lo dije, claro que te creo. —Oyó a alguien hablar con voz tosca y femenina similar a una mujer adulta. —Creo que mi hija le dio una paliza a un miembro tuyo.
—¿Y no la vas a castigar? ¡Eres la cabeza de familia de los Undragun! —Gritó alguien con tono masculino.
—Mi hija protegió a una humana inocente que estaba siendo acosada ¿Y vienes a mi casa a decirme que debo hacer? 
—Esa mujer era una sacerdotisa ¡Una sacerdotisa! Y relacionada con los tuyos además, voso… 
—No te atrevas a nombrarla. —Diana sintió una presión muy fuerte en el ambiente hasta el punto de ahogarla. —Bien, pediré a la Familia Sargira que investigue el incidente, ni los Undragun ni los Karasu intervendrán.
—¿Y la sacerdotisa? 
—No ha atacado a nadie, no pienso perseguirla porque los tuyos sean unos violadores y asesinos obsesionados con los humanos.
Oyó cerrar la puerta con fuerza y después patadas en ella durante varios minutos, entonces silencio unos segundos. Oyó otra puerta abrirse y unos pasos. 
—Señora Nadine, la señorita Lilith está… —Habló un anciano. 
—… desayunando, en la mazmorra o en la sala de iluminación. — Hubo de nuevo tensión pero más intensa que antes. —¿Dónde está la sacerdotisa?
—¿Sacerdotisa? ¿Acaso hay una aquí?
—Claro ¿Verdad? —La escuchó caminar hacia ella. —¿Crees que no te noto aquí?
Diana notó una gota cayendo por su frente, miró hacia arriba y vio un par de manos rojas y líquidas similar a la sangre. Tragó saliva y se asustó hasta el punto de taparse la boca para evitar gritar.
—No vas a escapar de aquí, sal y te prometo que no te mataré lentamente. —La voz de la mujer se convirtió en un eco. 
—¡No me maté, por favor!
Diana gritó asustada y vio entonces a Nadine, delgada, de 1.90, su pelo era liso, negro y largo hasta la cintura, de ojos rojos intensos y labios finos negros con el colmillo derecho sobresaliendo, vestida con un corsé con encaje, americana con un emblema de oro de un dragón en el pecho, pantalón de traje a rayas blancas, botines negros y una espada enfundada a la espalda. 
—No voy a preguntar ni decir la obviedad salvo por un detalle. 
—¡No soy una sacerdotisa! So-solo me pasa algo raro y… Lilith quiere ayudarme. —La mujer se inclinó, la olfateó y se puso recta. —La… ¿Energía? Tengo eso pero hace cosas raras al parecer ¡Pero no hago magia ni nada!
—Lo noto y es muy muy extraño, como lo de que has estado con mi hija a niveles muy íntimos.
—¡No me he acostado con su hija! No hoy… y no del todo hace tiempo. —Diana empezó a evitar mirar a la mujer.
—Las Undragun somos, digamos, demasiado problemáticas ¿Te hizo daño? ¿Te trató mal? 
—¡No! Me trató bien, me trata bien, algo le pasa conmigo por mi culpa.
—No es tu culpa… me temo que esto es más por parte de mi familia, ven. —Nadine la ayudó a levantarse. —Nuestra atracción sexual se intensifica cuando estamos cerca de la persona que nos atrae y si esta tiene energía, eso y que nos contagia sus emociones, la tristeza, la calma, la ira… el miedo, y no se lo he explicado nunca, no… no le gustan los humanos ni los Lostians, o eso creía. 
—Igualmente me dijo que podía protegerme y que me ayudaría a saber que me pasa.
—O podrías volver con tu familia y alejarte de todo antes de que sea peor.
—No… tengo familia y no tengo sitio a donde ir, he gastado mis ahorros para venir aquí y empezar la universidad. 
—Vaya ¿Y si te quedas por aquí unos días? Estarás a salvo y podrás estudiar en mi biblioteca, tengo toda la bibliografía que necesites. 
—Eso es muy amable, no sé que decir. 
—Acéptalo, como compensación ¿Has desayunado? —Diana negó con la cabeza. —¿Por qué no te das una ducha mientras te preparo el desayuno? El dormitorio de mi hija tiene un baño, úsalo libremente. 
Diana y Nadine se miraron y sonrieron, Diana se marchó y Nadine miró al anciano.
—Que venga Lilith, necesito hablar con ella.
—Como ordene.
—Y búscala, a Birdie, dile que necesito su ayuda urgentemente. —Nadine fue a marcharse pero se giró. —Mejor, dile que nuestra hija tiene novia y que la necesita.
—¡No es mi novia! —Lilith apareció aún desnuda. 
—¡Dime eso cuando estés vestida! —Nadine se acercó a ella y le dio una colleja. —¡Estoy harta de comprarte pijamas para que no te estés paseando desnuda por casa! 
—¡Madre! 
—¡Sube a tu cuarto de una vez y ponte algo! —Lilith fue a subir las escaleras pero se giró y Nadine le hizo una señal para que bajase. —¿Te has tomado ya tu dosis? 
—Ya sabes que sigo a rajatabla la terapia. 
—Bien, así me gusta, tengo que decirte algo. 
Mientras, Diana estaba en el dormitorio, observando las estanterías, se fijó en una foto en la que Lilith aparecía de niña y con el pelo rapado junto a Nadine y otra mujer, de pelo rubio y corto. 
—Dos madres, eso mola.
Diana miró por encima de unos libros y encontró una rueda de Wartenberg con dos discos de púas.
—¿Será algún artefacto mágico?
Diana entonces se fue al baño, de suelo de azulejos negros, paredes de azulejos grises y techo verde, retrete, lavabo con encimera de mármol blanco, bañera grande con alcachofa, y un estante de sales de baño, geles y champús. 
—Que bien vive, me da algo de envidia. 
Se acercó a la bañera, empezó a desabrocharse el camisón al mismo tiempo que llenaba la bañera. Pasaron varios minutos y entonces alguien golpeó la puerta.
—¿Puedo pasar? —Preguntó Lilith desde el otro lado.
—Sí, pasa. —Dijo para después sentarse al borde de la bañera.
Lilith entró con un camisón negro desabrochado, se acercó lentamente mientras miraba sonreír a Diana.
—Quería pedirte disculpas por lo de esta mañana. —Lilith se sentó a su lado.
—Oh, eso es agua pasada, ni estaba molesta.
—Necesito preguntarte. —Diana prestó atención a la seria mirada de Lilith. —¿Has estado con alguien? A nivel sexual.
—¿Es por un te…? —Lilith se acercó y la besó interrumpiendo, Diana se sonrojó y avergonzó. —Solo… solo con un par de chicos.
—¿Es incómodo? Lo de estar conmigo.
—No, para nada… es solo… raro estar con otra mujer, confieso que cuando lo hacía con ellos me sentía… nada, no sentía nada. —Lilith se levantó después de oírla, Diana se acarició el costado con una mano y tapó su ingle con la otra. —Tú me hiciste sentir bien esa noche, la forma de encenderme… no lo ha hecho nadie nunca.
—Me he sentido también así. —Lilith se arrodilló. —Nunca he marcado con mi sangre a nadie, no me he sentido nunca de forma tan intensa, ahora lo entiendo… o eso creo… creo que deseo tocarte. 
Lilith le acarició la marca del costado, se acercó al vientre con cuidado y lo lamió mientras apoyaba las manos con fuerza en los muslos de Diana. 
—Mientras lleves esa cadena en tu costado, cuidaré de ti y haré que te sientas bien. —Diana se sonrojó y encendió al oír esas palabras. 
—Tu madre está abajo… no deberíamos…
—Entonces tendremos que evitar que nos oiga. —Lilith empezó a encenderse también, su ojo rojo se volvía de un color intenso. —Apenas puedo controlarme.
—No lo hagas, no te controles.
Ambas se miraron, Diana le acarició las mejillas y Lilith las manos. Se acercó a uno de los senos de Diana con los labios, lamiendo el pezón en círculos y acariciando el otro con los dedos de una mano. Diana jadeaba sin cesar, acariciando el pelo de Lilith y los labios de su vulva.
—No puedo controlarme. —Diana sonrió.
Lilith se levantó un poco, se acercó a los labios de Diana, ambas se besaron sonrojadas, jugaron con sus lenguas y se miraron sin parar. Lilith rozó con la rodilla la vulva de Diana apoyándola en la bañera.
—Me gusta tu piel… tu cuerpo… tu lengua… tu mirada, Diana. —Lilith bajó al cuello, lo besó varias veces con cuidado y la miró.
—A mí… me gustas tú… Lilith. —Diana le acarició los labios, Lilith los metió en la boca, haciendo una felación y mirándola seria, haciendo que Diana se avergonzara, ella los sacó y los lamió.
—¡Chicas! ¡¿Habéis terminado de jugar?! —Gritó Nadine al otro lado.
—¡Madre, estábamos duchándonos!
—¡Tu madre y yo inventamos esa mentira a tu edad, así que venga!
—Joder… que vergüenza. —Diana se llevó las manos a la cabeza y Lilith se avergonzó. 
—¡La próxima encended la alcachofa!
Nadine sonrió y se marchó del dormitorio, sacó un móvil del bolsillo y lo cogió.
—¿Has dejado que nuestra niña se meta en peleas otra vez? —Dijo una voz femenina al otro lado. —Me prometiste que serías firme. 
—Lo he sido, Lilith solo había protegido a su novia. 
—Vaya, creía que era por alguna estupidez. —Nadine se apoyó en la pared disfrutando de escucharla. —Y novia, me alegra saberlo, me siento orgullosa.
—Yo también pero tenemos un problema, algo le ocurre a su novia relacionado con la energía, no diré la obviedad de la conversación.
—Le echaré un vistazo mañana por la tarde, tengo la mañana ocupada para un comité de disciplina por una alumna nueva.
—Es perfecto, tengo que ir mañana para entregar una beca Undragun a otra alumna nueva.
—No hagas eso, dijimos espacio, sin molestarnos en nuestros lugares. —Oyó un suspiró y empezó a caminar. —Pero es por nuestra hija así que podemos tener una tregua.
—Te veo mañana entonces.
Nadine miró hacia la puerta del dormitorio, reflexionó por unos segundos y se marchó. 

sábado, 4 de julio de 2020

La luz de Ragali. Capítulo 1

Diana era una mujer, de 24 años, 1.80, piel oscura, pelo rizado y largo hasta los omóplatos, labios gruesos, ojos marrones, delgada.
Estaba desnuda y tumbada bocabajo en la cama,  tenía senos pequeños, culo pequeño y redondo, una vulva rasurada y apenas labios. sudando ante el inmenso calor que ocupaba en el dormitorio y su libido no cesaba de crecer, sentía la presencia de otra persona, se acercaba a ella pero no podía oír sus pasos.
Era una mujer, piel blanca, de 1.85, parecía tener 22 años, pelo rubio liso y largo hasta las caderas, labios gruesos, el ojo izquierdo verde y el ojo derecho rojo intenso, tenía un tatuaje de una serpiente negra en el lado derecho, era delgada pero tenía músculos, figura femenina y rostro masculino, senos pequeños, culo firme y pequeño, pene pequeño sin circuncidar y rasurado, su espalda y vientre estaba llena de cicatrices y quemaduras.
La mujer se tumbó sobre Diana, al principio tenía miedo pero también se veía atraída a ella, sentía una boca en sus caderas y los cabellos cayendo y tocando su piel, fue mordida con fuerza clavando sus colmillos, gemía y se agarraba fuerte a las sabanas. Subía lentamente rozando sus labios con la espalda, subía más y más hasta que notaba el roce del pene con las nalgas.
—Porfavor… no me devores… —Gimió temblando y la mujer sonrió.
—¿Ni siquiera de placer? —Aquellas palabras en tono femenino sonaron como un eco que la doblegaron. 
La mujer mordió con fuerza el pulgar hasta hacer sangre y le dibujó una cadena en un costado. Le agarró los brazos poniéndolos en la espalda, dibujó una pulsera en cada muñeca y Diana sintió que unas cadenas la ataban, no podía mover los brazos y sentía en su interior la necesidad de obedecerla.
La levantó sentándose ambas de rodillas y estando detrás de Diana. Se sonrojó y jadeó al sentir el intenso calor de aquella persona, estaba totalmente a su merced y disfrutaba. Ella la rodeó con los brazos y se acercó a su oído.
—Di mi nombre, di Lilith y pararé, Diana. 
Diana dudó sobre que hacer y si todo era un sueño pero lo deseaba, no sabía quien era pero quería ser tomada por aquella chica.
—Poséeme… lo deseo…
Lilith sonrió, puso su pulgar sangrante en los labios de Diana, ella lo lamía con cuidado y la mujer mordió el cuello con fuerza pero Diana se contuvo de gemir. Lilith se disgustó y bajó su otra mano por su vientre mientras lamía su oreja, haciéndola jadear más intensamente.
—Lilith… —Diana se levantó bruscamente y se dio cuenta que era de día. —Era solo un sueño.
Se levantó molesta por un pequeño dolor en el cuello, fue al baño y se vio en el espejo un mordisco en el cuello, se giró de lado sonrojada y se dio cuenta que había una cadena tatuada en el costado. Lo tocó, recordando todo lo que ocurrió y que no era un sueño, Lilith fue real.
—Joder ¿Estuvo aquí anoche de verdad? —Diana vio el reloj del baño y se alarmó al darse cuenta que eran las ocho de la mañana. —¡Mierda, la uni!
Mientras tanto en un lugar desconocido, Lilith se bañaba desnuda en una piscina y la luz del sol entraba por una gran ventana. 
—¿Qué estabas haciendo afuera toda la noche? —Un hombre anciano apareció pero Lilith no le prestó atención. —Se te ordenó que no salieras. 
—Necesitaba cazar Lostians perdidos. 
—Aún no está preparada. —Lilith se levantó y su ojo rojo se volvió más intenso, el anciano se echó hacia atrás y se sorprendió. —Noto mucha energía en tu interior, la caza no puede darte tanto alimento.
—Estoy de sobra recuperada desde hace una semana, puedo cazar y lo consigo. —Lilith se acercó a él lentamente. —Ahora no dirás nada o te mataré, tu lealtad es a la casa Undragun, a la cabeza de familia, a mí como hija suya, no oses traicionarme… ni lo pienses. 
—Sí… Señorita Lilith.
—Ayer encontré a una humana, su cuerpo irradiaba energía pero muy poca, cuando me acerqué irradiaba más y más.
—Podría ser una bruja pero ellas esconden poder incluso de cerca.
—Eso pensé pero creo que solo es una humana normal, no es una hechicera ni una sacerdotisa o se habría defendido.
—¡¿Ha atacado a una humana?!
—¡Claro que no! No se me ocurriría, solo… me vi atraída… a su magia y… —Se llevó una mano a la cara y se sonrojó. —Usé mi magia de sangre con ella, quería poseerla, quería tomarla, no alimentarme y por alguna razón lo hacía, mi cuerpo… fue tan extraño y al final ella se resistió, me hizo parar y rompió mi magia.
—Hizo bien en marcharse.
—No lo hice, me quedé con ella hasta el amanecer… daba cierto calor confuso pero me gustaba.
—Eso es extraño, señorita Lilith.
—Sí… ni siquiera sé su nombre… iré a trabajar.
—No irá a trabajar ¿Verdad? 
—Hoy sí, no soy tan irresponsable. 
Eran las siete de la tarde, Diana estaba vestida de camarera y estaba trabajando en una cafetería, llevaba una bandeja con un café y unas tostadas de mermelada a la mesa de una terraza. 
—Debe ser duro trabajar y estudiar a la vez. —Dijo una chica con pamela y vestido en la mesa donde Diana servía. 
—No puedo quejarme. —Diana sonrió después de dejar las cosas. 
—Yo sí y el café está malo. 
—Pero no lo has probado.
—Ni me hace falta, tráeme otro si no quieres problemas.
Diana recogió el café y volvió al interior del local. Lilith apareció vestida con sombrero negro fedora, camisa negra, americana gris con una insignia plateada de un dragón en el pecho, corbata blanca, pantalones negros a rayas blancas y botas negras, además de un libro bajo el brazo y su pelo en forma de coleta. Se sentó en la mesa de al lado de la chica y empezó a leer. Diana apareció con otro café pero vio a Lilith sin poder reconocerla, dejó el café en la mesa y la chica sonrió.
—Este también está malo ¿No te da vergüenza?
Lilith se levantó al reconocerla,  caminando hacia Diana esbozó una sonrisa cruel, tocó el hombro de la joven y la miró.
—Deje de molestar a la camarera de una vez.
—¡El café está malo! —La chica se levantó, cogió el café para arrojárselo a Diana pero Lilith la protegió abrazándola. —Yo… lo siento mucho…
La chica salió corriendo pero Lilith la mantuvo entre sus brazos.
—Malo no sé pero un poco frío sí.
—No debería bromear, venga, le secaré la ropa. —Lilith la soltó pero Diana le cogió del brazo y la llevó al baño sin mirarla a la cara. —Creo que va a necesitar una tintorería… se lo pagaré ¿Vale?
—¿Tienes acaso dinero para eso? —Lilith se quitó el sombrero y se dio la vuelta, Diana se sonrojó y asustó a la vez al reconocerla. —Me compensarás de alguna forma ¿No?
—Eres…
—¿Soy? ¿Quién soy?
—No importa, se lo pagaré. —Diana se la llevó del brazo hasta los vestuarios. —Use mi ropa.
—¡No pienso…! —Diana le interrumpió y le tiró un par de prendas de ropa de una bolsa de deportes de su taquilla. —¡Escúchame!
—Desnúdate y ponte mi recambio de ropa. —Lilith se enfadó y sonrojó pero Diana se mantuvo seria en sus palabras. 
—¡Una vulgar humana no tiene derecho a darme órdenes! —Lilith la arrinconó contra la pared, agarrándola de las muñecas por encima de la cabeza. —Si deseas que me ponga tu ropa ridícula, desnúdame tú sola. 
Lilith empezó a sentir un calor extraño, su ojo de color rojo se volvía mas encendido, más vivo, su enfado pasaba a ser calma al ver a Diana asustada, su calma entonces fue lujuria y tragó saliva para acercar sus labios a los de ella.
—¡Diana, estás despedida! —Entró un hombre alto y vestido de camarero, Lilith lo miró de reojo y enfadada, asustándole e intimidándole. —¡Lo siento muchísimo, señorita Undragun! Le pagaré el tinte de la camisa y…
—Diana lo pagará, y ahora lárguese. —El hombre se marchó y Lilith se quitó la chaqueta, la corbata y la camisa, Diana miró a la pared avergonzada al verla en sujetador. —Así que Diana.
—Sí ¿Tu familia es quien alquila este sitio? Suena a… rollo nobiliario. —Diana sintió la mano de Lilith acercándose, se giró y se dio cuenta que ya no estaba junto a su ropa, tan solo la chaqueta y la camisa.
Lilith estaba al otro lado de la puerta con una camisa negra de manga corta con margaritas, se sentía encendida, jadeando, con el corazón latiendo muy rápido y sudando.
—¿Qué me estás haciendo? —Susurró mientras los colmillos de su boca se afilaban.
Mas tarde Diana estaba caminando por una calle peatonal de acera empedrada, llevando puesto un vestido verde de flores, zapatos cómodos, y una bolsa de deporte a la espalda.
—No puedo permitirme pagarlo. —Habló sola en tono de decepción. —No sé ni por qué me mudé aquí, tenía que haberme ido a Granada o que se yo, no a Ragali pero no, es un pueblo abandonado convertido en ciudad pequeña, la uni es barata, hay trabajo, bla bla.
Diana caminó durante unos minutos y tropezó con un grupo de tres jóvenes que vestían igual que Lilith pero con emblemas de cuervos alados.
—Deberías tener mas cuidado. —Dijo Diana molesta.
—¿Cuidado? ¿Quién te crees que eres? —Uno de los chicos la agarró del cuello pero se asustó y se echó para atrás. —Es una… sacerdotisa.
—Pero huele a Undragun. —Habló otro chico.
—¿Y? Entre los tres podemos derrotarla.
—Siempre he querido probar la energía de una sacerdotisa. —Diana se asustó pero su cuerpo se sentía paralizado por el miedo. 
—Sálvame… 
Lilith apareció detrás de Diana, le lamió el cuello y se acercó mientras sus manos goteaban sangre.
—Hombres… —Dijo Lilith en tono despectivo. 
La sangre se convirtió en dos dagas rojas en cada mano y el grupo se echó para atrás. Diana se sorprendió y se sintió intimidada al ver la magia de Lilith.
—Es mía, tocarla implica tocarme a mí también.
—Eso está hecho. —El más grande se abalanzó hacia Lilith pero ella le pateó el cuello y él cayó inconsciente.
—Tengo aún cuatro cuchillos, y solo quedáis dos ¿Queréis que los use?
Los dos jóvenes salieron corriendo, las dagas se volvieron sangre y cayeron al suelo como un charco.
—¿Qué… eres? —Diana se echó hacia atrás y tropezó pero Lilith la atrapó a tiempo. 
—¿En serio no lo sabes? La energía, la magia, los Lostians. —Diana negó con la cabeza. —Y las Familias ¿Nada de nada?
—De verdad, no sé nada.
—Pues tenemos un problema, debes venir conmigo. —Lilith la cogió en brazos caminando varios minutos hasta llevarla a un callejón pero ella se resistió. —¡Para!
—¡No, suéltame!
Lilith la soltó dejándola caer fuerte en el suelo.
—¿Cuánto llevas en esta ciudad? 
—Yo… desde que empecé el cuarto grado en la universidad… hace dos días.
—Pues este es el peor sitio donde puedes estar, aquí es donde hay más Lostians vienen o surgen, las tres Familias Lostians más importantes dirigen este lugar, si encuentran a una humana como tú, con energía, la matan porque es una amenaza. —Lilith la ayudó a levantarse y después la arrinconó. —Y los Lostians son adictos a la energía hasta el punto de cazar a cualquiera sin piedad, y más los salvajes, la energía que tú tienes y que irradia de cerca con cualquiera… incluso conmigo, da mucha hambre.
—Yo… ¿Tengo eso? ¿Hago eso?
—¡Sí! Pero no lo entiendo, no puedes hacer ningún tipo de magia ¿Cierto? —Diana se sintió intimidada.
—No sé hacer… esas cosas en sangre. —La mirada de Diana y su tono de miedo incitó compasión en Lilith.
—Ni ningún tipo de magia por lo que veo así que no puedes defenderte ni andar sola… mierda. —Lilith se alejó y se apoyó en la pared junto a Diana para acabar suspirando y cerrar los ojos. —Soy la única Lostian y la única miembro de una Familia que puede protegerte, solo tienes que venir conmigo.
—Anoche intentaste… devorarme.
—Estuve a punto pero… no lo hice, nunca me había pasado, tu energía… me hizo algo y… y me alimenté de ti pero aún tienes mucha, eres extraña. 
—¿Y si ocurre otra vez? Estando… de cerca, ya sabes.
—No te haré daño, creo, no entiendo porque mi cuerpo… te desea de esa otra forma. —Lilith se sonrojó y miró a sus propias botas.
—Tu cuerpo… lo de que tengas… pene… y…
—¿Magia? No, soy trans, una mujer trans, hormonas, transición, nada de magia… sigo siendo medio humana después de todo. 
—Perdón si… nunca he conocido a una mujer trans.
—¿Y?
—Nada, solo es… eres preciosa. —Las palabras de Diana hicieron sonrojar a más a Lilith.
—Deberíamos irnos, por tu bien, Diana.
Lilith y Diana se marcharon juntas, caminaban y mientras Diana la miraba, se sonrojaba al observarla, a sus ojos era preciosa, fuerte e intimidante. Pararon ante una motocicleta, y Lilith le tocó la frente a Diana.
—¿Qué haces? —Diana arqueó una ceja.
—Dejarte inconsciente.
—¿La magia te falla? —Diana sonrió pero Lilith se enfadó y se avergonzó.
Lilith le arrancó un trozo de la falda, sonrojando a Diana, le vendó los ojos y la sentó en la moto.
—No puedes saber donde vivo así que calla.
—Y me ibas a dejar inconsciente por eso.
Lilith subió a la moto, arrancó y se marcharon, llegaron a la autopista tras media hora circulando. Recorrieron el asfalto durante otra media hora hasta llegar a una carretera de tierra, siguiendo hasta unas puertas enormes de reja que se abrieron y siguieron circulando, rodeados de arboles recorrieron la carretera hasta llegar a una mansión enorme y tétrica.
—Ya estamos aquí. —Lilith se bajó, le quitó el trozo de tela y vio que dormía plácidamente, entonces sonrió. —No han hecho falta poderes contigo.
Lilith la cogió en brazos, caminó hasta la puerta pero Diana se agarró a su propio vestido y suspiró.
—Tengo miedo… —Dijo Diana en sueños.
—Estás a salvo, Diana… duerme tranquila.