Eran las 10 de la mañana del día siguiente, Diana y Lilith estaban en un dormitorio enorme, con estanterías altas repletas de libros, una cama, dos puertas antiguas de madera, una ventana tapada por cortinas rosas, paredes rojas suelo de madera marrón y techo blanco con lámpara de araña.
Diana y Lilith separadas en la misma cama entre sabanas de seda y mantas de lino. Diana estaba bocarriba y con camisón blanco, y Lilith en posición fetal y desnuda. Lilith se despertó y se giró para ver a Diana.
—Este color… —Habló Lilith, acercó su mano al brazo de ella, fascinada por su piel y su pelo, se sonrojó y tragó saliva mientras dudaba si acariciarla. —Es… preciosa…
Cerró la mano en un puño y volvió a girarse para volver a estar en posición fetal. Diana se giró, viendo las cicatrices dudaba si acariciársela, fue a tocarla pero Lilith suspiró fuerte, asustándola un poco pero le acarició la espalda, haciendo que ella contuviera la respiración y se agarrara a las sabanas.
—Gracias por salvarme ayer.
Lilith se giró, le sujetó la mano y se puso encima de ella. Se acercó a su oreja mientras jadeaba.
—No me toques la espalda sin permiso, nunca. —Susurró enfadada.
—Lo siento, lo siento mucho. —Diana habló arrepentida y asustada.
Lilith empezó a sentir la lujuria y el calor recorriendo por su piel, sus labios temblaban, sus colmillos se afilaban, su rostro se enrojecía, y jadeaba avergonzada.
—¿Lilith? —Diana cerró los ojos muy fuerte y susurró con miedo. —¿Te está volviendo a ocurrir…?
—Perdón.
Lilith se marchó desnuda del dormitorio con gran velocidad, Diana abrió los ojos y vio que ella ya se marchó. Decidió levantarse y salir también. Llegó a un pasillo algo oscuro de suelo de madera con una alfombra negra y paredes de tono verde oscuro, al caminar solo veía cuadros colgados de familiares o paisajes, lámparas de araña y puertas.
—Esto es… demasiado feo para mi gusto.
Continuó hasta llegar a unas escaleras, las bajó hasta llegar al hall, que tenía mobiliario antiguo, una alfombra negra con un dragón blanco bordado, y tres puertas dobles con ventanales, una de ellas era la entrada por cuyas vidrieras entraba la luz del sol, lo que iluminaba todo.
Diana continuó andando pero oyó la puerta de la entrada abrirse, abrió una de las puertas y se agazapó tras ella.
—Ya te lo dije, claro que te creo. —Oyó a alguien hablar con voz tosca y femenina similar a una mujer adulta. —Creo que mi hija le dio una paliza a un miembro tuyo.
—¿Y no la vas a castigar? ¡Eres la cabeza de familia de los Undragun! —Gritó alguien con tono masculino.
—Mi hija protegió a una humana inocente que estaba siendo acosada ¿Y vienes a mi casa a decirme que debo hacer?
—Esa mujer era una sacerdotisa ¡Una sacerdotisa! Y relacionada con los tuyos además, voso…
—No te atrevas a nombrarla. —Diana sintió una presión muy fuerte en el ambiente hasta el punto de ahogarla. —Bien, pediré a la Familia Sargira que investigue el incidente, ni los Undragun ni los Karasu intervendrán.
—¿Y la sacerdotisa?
—No ha atacado a nadie, no pienso perseguirla porque los tuyos sean unos violadores y asesinos obsesionados con los humanos.
Oyó cerrar la puerta con fuerza y después patadas en ella durante varios minutos, entonces silencio unos segundos. Oyó otra puerta abrirse y unos pasos.
—Señora Nadine, la señorita Lilith está… —Habló un anciano.
—… desayunando, en la mazmorra o en la sala de iluminación. — Hubo de nuevo tensión pero más intensa que antes. —¿Dónde está la sacerdotisa?
—¿Sacerdotisa? ¿Acaso hay una aquí?
—Claro ¿Verdad? —La escuchó caminar hacia ella. —¿Crees que no te noto aquí?
Diana notó una gota cayendo por su frente, miró hacia arriba y vio un par de manos rojas y líquidas similar a la sangre. Tragó saliva y se asustó hasta el punto de taparse la boca para evitar gritar.
—No vas a escapar de aquí, sal y te prometo que no te mataré lentamente. —La voz de la mujer se convirtió en un eco.
—¡No me maté, por favor!
Diana gritó asustada y vio entonces a Nadine, delgada, de 1.90, su pelo era liso, negro y largo hasta la cintura, de ojos rojos intensos y labios finos negros con el colmillo derecho sobresaliendo, vestida con un corsé con encaje, americana con un emblema de oro de un dragón en el pecho, pantalón de traje a rayas blancas, botines negros y una espada enfundada a la espalda.
—No voy a preguntar ni decir la obviedad salvo por un detalle.
—¡No soy una sacerdotisa! So-solo me pasa algo raro y… Lilith quiere ayudarme. —La mujer se inclinó, la olfateó y se puso recta. —La… ¿Energía? Tengo eso pero hace cosas raras al parecer ¡Pero no hago magia ni nada!
—Lo noto y es muy muy extraño, como lo de que has estado con mi hija a niveles muy íntimos.
—¡No me he acostado con su hija! No hoy… y no del todo hace tiempo. —Diana empezó a evitar mirar a la mujer.
—Las Undragun somos, digamos, demasiado problemáticas ¿Te hizo daño? ¿Te trató mal?
—¡No! Me trató bien, me trata bien, algo le pasa conmigo por mi culpa.
—No es tu culpa… me temo que esto es más por parte de mi familia, ven. —Nadine la ayudó a levantarse. —Nuestra atracción sexual se intensifica cuando estamos cerca de la persona que nos atrae y si esta tiene energía, eso y que nos contagia sus emociones, la tristeza, la calma, la ira… el miedo, y no se lo he explicado nunca, no… no le gustan los humanos ni los Lostians, o eso creía.
—Igualmente me dijo que podía protegerme y que me ayudaría a saber que me pasa.
—O podrías volver con tu familia y alejarte de todo antes de que sea peor.
—No… tengo familia y no tengo sitio a donde ir, he gastado mis ahorros para venir aquí y empezar la universidad.
—Vaya ¿Y si te quedas por aquí unos días? Estarás a salvo y podrás estudiar en mi biblioteca, tengo toda la bibliografía que necesites.
—Eso es muy amable, no sé que decir.
—Acéptalo, como compensación ¿Has desayunado? —Diana negó con la cabeza. —¿Por qué no te das una ducha mientras te preparo el desayuno? El dormitorio de mi hija tiene un baño, úsalo libremente.
Diana y Nadine se miraron y sonrieron, Diana se marchó y Nadine miró al anciano.
—Que venga Lilith, necesito hablar con ella.
—Como ordene.
—Y búscala, a Birdie, dile que necesito su ayuda urgentemente. —Nadine fue a marcharse pero se giró. —Mejor, dile que nuestra hija tiene novia y que la necesita.
—¡No es mi novia! —Lilith apareció aún desnuda.
—¡Dime eso cuando estés vestida! —Nadine se acercó a ella y le dio una colleja. —¡Estoy harta de comprarte pijamas para que no te estés paseando desnuda por casa!
—¡Madre!
—¡Sube a tu cuarto de una vez y ponte algo! —Lilith fue a subir las escaleras pero se giró y Nadine le hizo una señal para que bajase. —¿Te has tomado ya tu dosis?
—Ya sabes que sigo a rajatabla la terapia.
—Bien, así me gusta, tengo que decirte algo.
Mientras, Diana estaba en el dormitorio, observando las estanterías, se fijó en una foto en la que Lilith aparecía de niña y con el pelo rapado junto a Nadine y otra mujer, de pelo rubio y corto.
—Dos madres, eso mola.
Diana miró por encima de unos libros y encontró una rueda de Wartenberg con dos discos de púas.
—¿Será algún artefacto mágico?
Diana entonces se fue al baño, de suelo de azulejos negros, paredes de azulejos grises y techo verde, retrete, lavabo con encimera de mármol blanco, bañera grande con alcachofa, y un estante de sales de baño, geles y champús.
—Que bien vive, me da algo de envidia.
Se acercó a la bañera, empezó a desabrocharse el camisón al mismo tiempo que llenaba la bañera. Pasaron varios minutos y entonces alguien golpeó la puerta.
—¿Puedo pasar? —Preguntó Lilith desde el otro lado.
—Sí, pasa. —Dijo para después sentarse al borde de la bañera.
Lilith entró con un camisón negro desabrochado, se acercó lentamente mientras miraba sonreír a Diana.
—Quería pedirte disculpas por lo de esta mañana. —Lilith se sentó a su lado.
—Oh, eso es agua pasada, ni estaba molesta.
—Necesito preguntarte. —Diana prestó atención a la seria mirada de Lilith. —¿Has estado con alguien? A nivel sexual.
—¿Es por un te…? —Lilith se acercó y la besó interrumpiendo, Diana se sonrojó y avergonzó. —Solo… solo con un par de chicos.
—¿Es incómodo? Lo de estar conmigo.
—No, para nada… es solo… raro estar con otra mujer, confieso que cuando lo hacía con ellos me sentía… nada, no sentía nada. —Lilith se levantó después de oírla, Diana se acarició el costado con una mano y tapó su ingle con la otra. —Tú me hiciste sentir bien esa noche, la forma de encenderme… no lo ha hecho nadie nunca.
—Me he sentido también así. —Lilith se arrodilló. —Nunca he marcado con mi sangre a nadie, no me he sentido nunca de forma tan intensa, ahora lo entiendo… o eso creo… creo que deseo tocarte.
Lilith le acarició la marca del costado, se acercó al vientre con cuidado y lo lamió mientras apoyaba las manos con fuerza en los muslos de Diana.
—Mientras lleves esa cadena en tu costado, cuidaré de ti y haré que te sientas bien. —Diana se sonrojó y encendió al oír esas palabras.
—Tu madre está abajo… no deberíamos…
—Entonces tendremos que evitar que nos oiga. —Lilith empezó a encenderse también, su ojo rojo se volvía de un color intenso. —Apenas puedo controlarme.
—No lo hagas, no te controles.
Ambas se miraron, Diana le acarició las mejillas y Lilith las manos. Se acercó a uno de los senos de Diana con los labios, lamiendo el pezón en círculos y acariciando el otro con los dedos de una mano. Diana jadeaba sin cesar, acariciando el pelo de Lilith y los labios de su vulva.
—No puedo controlarme. —Diana sonrió.
Lilith se levantó un poco, se acercó a los labios de Diana, ambas se besaron sonrojadas, jugaron con sus lenguas y se miraron sin parar. Lilith rozó con la rodilla la vulva de Diana apoyándola en la bañera.
—Me gusta tu piel… tu cuerpo… tu lengua… tu mirada, Diana. —Lilith bajó al cuello, lo besó varias veces con cuidado y la miró.
—A mí… me gustas tú… Lilith. —Diana le acarició los labios, Lilith los metió en la boca, haciendo una felación y mirándola seria, haciendo que Diana se avergonzara, ella los sacó y los lamió.
—¡Chicas! ¡¿Habéis terminado de jugar?! —Gritó Nadine al otro lado.
—¡Madre, estábamos duchándonos!
—¡Tu madre y yo inventamos esa mentira a tu edad, así que venga!
—Joder… que vergüenza. —Diana se llevó las manos a la cabeza y Lilith se avergonzó.
—¡La próxima encended la alcachofa!
Nadine sonrió y se marchó del dormitorio, sacó un móvil del bolsillo y lo cogió.
—¿Has dejado que nuestra niña se meta en peleas otra vez? —Dijo una voz femenina al otro lado. —Me prometiste que serías firme.
—Lo he sido, Lilith solo había protegido a su novia.
—Vaya, creía que era por alguna estupidez. —Nadine se apoyó en la pared disfrutando de escucharla. —Y novia, me alegra saberlo, me siento orgullosa.
—Yo también pero tenemos un problema, algo le ocurre a su novia relacionado con la energía, no diré la obviedad de la conversación.
—Le echaré un vistazo mañana por la tarde, tengo la mañana ocupada para un comité de disciplina por una alumna nueva.
—Es perfecto, tengo que ir mañana para entregar una beca Undragun a otra alumna nueva.
—No hagas eso, dijimos espacio, sin molestarnos en nuestros lugares. —Oyó un suspiró y empezó a caminar. —Pero es por nuestra hija así que podemos tener una tregua.
—Te veo mañana entonces.
Nadine miró hacia la puerta del dormitorio, reflexionó por unos segundos y se marchó.