miércoles, 8 de julio de 2020

La luz de Ragali. Capítulo 2.

Eran las 10 de la mañana del día siguiente, Diana y Lilith estaban en un dormitorio enorme, con estanterías altas repletas de libros, una cama, dos puertas antiguas de madera, una ventana tapada por cortinas rosas, paredes rojas suelo de madera marrón y techo blanco con lámpara de araña. 
Diana y Lilith separadas en la misma cama entre sabanas de seda y mantas de lino. Diana estaba bocarriba y con camisón blanco, y Lilith en posición fetal y desnuda. Lilith se despertó y se giró para ver a Diana.
—Este color… —Habló Lilith, acercó su mano al brazo de ella, fascinada por su piel y su pelo, se sonrojó y tragó saliva mientras dudaba si acariciarla. —Es… preciosa…
Cerró la mano en un puño y volvió a girarse para volver a estar en posición fetal. Diana se giró, viendo las cicatrices dudaba si acariciársela, fue a tocarla pero Lilith suspiró fuerte, asustándola un poco pero le acarició la espalda, haciendo que ella contuviera la respiración y se agarrara a las sabanas.
—Gracias por salvarme ayer.
Lilith se giró, le sujetó la mano y se puso encima de ella. Se acercó a su oreja mientras jadeaba.
—No me toques la espalda sin permiso, nunca. —Susurró enfadada.
—Lo siento, lo siento mucho. —Diana habló arrepentida y asustada.
Lilith empezó a sentir la lujuria y el calor recorriendo por su piel, sus labios temblaban, sus colmillos se afilaban, su rostro se enrojecía, y jadeaba avergonzada.
—¿Lilith? —Diana cerró los ojos muy fuerte y susurró con miedo. —¿Te está volviendo a ocurrir…? 
—Perdón. 
Lilith se marchó desnuda del dormitorio con gran velocidad, Diana abrió los ojos y vio que ella ya se marchó. Decidió levantarse y salir también. Llegó a un pasillo algo oscuro de suelo de madera con una alfombra negra y paredes de tono verde oscuro, al caminar solo veía cuadros colgados de familiares o paisajes, lámparas de araña y puertas.
—Esto es… demasiado feo para mi gusto.
Continuó hasta llegar a unas escaleras, las bajó hasta llegar al hall, que tenía mobiliario antiguo, una alfombra negra con un dragón blanco bordado, y tres puertas dobles con ventanales, una de ellas era la entrada por cuyas vidrieras entraba la luz del sol, lo que iluminaba todo.
Diana continuó andando pero oyó la puerta de la entrada abrirse, abrió una de las puertas y se agazapó tras ella.
—Ya te lo dije, claro que te creo. —Oyó a alguien hablar con voz tosca y femenina similar a una mujer adulta. —Creo que mi hija le dio una paliza a un miembro tuyo.
—¿Y no la vas a castigar? ¡Eres la cabeza de familia de los Undragun! —Gritó alguien con tono masculino.
—Mi hija protegió a una humana inocente que estaba siendo acosada ¿Y vienes a mi casa a decirme que debo hacer? 
—Esa mujer era una sacerdotisa ¡Una sacerdotisa! Y relacionada con los tuyos además, voso… 
—No te atrevas a nombrarla. —Diana sintió una presión muy fuerte en el ambiente hasta el punto de ahogarla. —Bien, pediré a la Familia Sargira que investigue el incidente, ni los Undragun ni los Karasu intervendrán.
—¿Y la sacerdotisa? 
—No ha atacado a nadie, no pienso perseguirla porque los tuyos sean unos violadores y asesinos obsesionados con los humanos.
Oyó cerrar la puerta con fuerza y después patadas en ella durante varios minutos, entonces silencio unos segundos. Oyó otra puerta abrirse y unos pasos. 
—Señora Nadine, la señorita Lilith está… —Habló un anciano. 
—… desayunando, en la mazmorra o en la sala de iluminación. — Hubo de nuevo tensión pero más intensa que antes. —¿Dónde está la sacerdotisa?
—¿Sacerdotisa? ¿Acaso hay una aquí?
—Claro ¿Verdad? —La escuchó caminar hacia ella. —¿Crees que no te noto aquí?
Diana notó una gota cayendo por su frente, miró hacia arriba y vio un par de manos rojas y líquidas similar a la sangre. Tragó saliva y se asustó hasta el punto de taparse la boca para evitar gritar.
—No vas a escapar de aquí, sal y te prometo que no te mataré lentamente. —La voz de la mujer se convirtió en un eco. 
—¡No me maté, por favor!
Diana gritó asustada y vio entonces a Nadine, delgada, de 1.90, su pelo era liso, negro y largo hasta la cintura, de ojos rojos intensos y labios finos negros con el colmillo derecho sobresaliendo, vestida con un corsé con encaje, americana con un emblema de oro de un dragón en el pecho, pantalón de traje a rayas blancas, botines negros y una espada enfundada a la espalda. 
—No voy a preguntar ni decir la obviedad salvo por un detalle. 
—¡No soy una sacerdotisa! So-solo me pasa algo raro y… Lilith quiere ayudarme. —La mujer se inclinó, la olfateó y se puso recta. —La… ¿Energía? Tengo eso pero hace cosas raras al parecer ¡Pero no hago magia ni nada!
—Lo noto y es muy muy extraño, como lo de que has estado con mi hija a niveles muy íntimos.
—¡No me he acostado con su hija! No hoy… y no del todo hace tiempo. —Diana empezó a evitar mirar a la mujer.
—Las Undragun somos, digamos, demasiado problemáticas ¿Te hizo daño? ¿Te trató mal? 
—¡No! Me trató bien, me trata bien, algo le pasa conmigo por mi culpa.
—No es tu culpa… me temo que esto es más por parte de mi familia, ven. —Nadine la ayudó a levantarse. —Nuestra atracción sexual se intensifica cuando estamos cerca de la persona que nos atrae y si esta tiene energía, eso y que nos contagia sus emociones, la tristeza, la calma, la ira… el miedo, y no se lo he explicado nunca, no… no le gustan los humanos ni los Lostians, o eso creía. 
—Igualmente me dijo que podía protegerme y que me ayudaría a saber que me pasa.
—O podrías volver con tu familia y alejarte de todo antes de que sea peor.
—No… tengo familia y no tengo sitio a donde ir, he gastado mis ahorros para venir aquí y empezar la universidad. 
—Vaya ¿Y si te quedas por aquí unos días? Estarás a salvo y podrás estudiar en mi biblioteca, tengo toda la bibliografía que necesites. 
—Eso es muy amable, no sé que decir. 
—Acéptalo, como compensación ¿Has desayunado? —Diana negó con la cabeza. —¿Por qué no te das una ducha mientras te preparo el desayuno? El dormitorio de mi hija tiene un baño, úsalo libremente. 
Diana y Nadine se miraron y sonrieron, Diana se marchó y Nadine miró al anciano.
—Que venga Lilith, necesito hablar con ella.
—Como ordene.
—Y búscala, a Birdie, dile que necesito su ayuda urgentemente. —Nadine fue a marcharse pero se giró. —Mejor, dile que nuestra hija tiene novia y que la necesita.
—¡No es mi novia! —Lilith apareció aún desnuda. 
—¡Dime eso cuando estés vestida! —Nadine se acercó a ella y le dio una colleja. —¡Estoy harta de comprarte pijamas para que no te estés paseando desnuda por casa! 
—¡Madre! 
—¡Sube a tu cuarto de una vez y ponte algo! —Lilith fue a subir las escaleras pero se giró y Nadine le hizo una señal para que bajase. —¿Te has tomado ya tu dosis? 
—Ya sabes que sigo a rajatabla la terapia. 
—Bien, así me gusta, tengo que decirte algo. 
Mientras, Diana estaba en el dormitorio, observando las estanterías, se fijó en una foto en la que Lilith aparecía de niña y con el pelo rapado junto a Nadine y otra mujer, de pelo rubio y corto. 
—Dos madres, eso mola.
Diana miró por encima de unos libros y encontró una rueda de Wartenberg con dos discos de púas.
—¿Será algún artefacto mágico?
Diana entonces se fue al baño, de suelo de azulejos negros, paredes de azulejos grises y techo verde, retrete, lavabo con encimera de mármol blanco, bañera grande con alcachofa, y un estante de sales de baño, geles y champús. 
—Que bien vive, me da algo de envidia. 
Se acercó a la bañera, empezó a desabrocharse el camisón al mismo tiempo que llenaba la bañera. Pasaron varios minutos y entonces alguien golpeó la puerta.
—¿Puedo pasar? —Preguntó Lilith desde el otro lado.
—Sí, pasa. —Dijo para después sentarse al borde de la bañera.
Lilith entró con un camisón negro desabrochado, se acercó lentamente mientras miraba sonreír a Diana.
—Quería pedirte disculpas por lo de esta mañana. —Lilith se sentó a su lado.
—Oh, eso es agua pasada, ni estaba molesta.
—Necesito preguntarte. —Diana prestó atención a la seria mirada de Lilith. —¿Has estado con alguien? A nivel sexual.
—¿Es por un te…? —Lilith se acercó y la besó interrumpiendo, Diana se sonrojó y avergonzó. —Solo… solo con un par de chicos.
—¿Es incómodo? Lo de estar conmigo.
—No, para nada… es solo… raro estar con otra mujer, confieso que cuando lo hacía con ellos me sentía… nada, no sentía nada. —Lilith se levantó después de oírla, Diana se acarició el costado con una mano y tapó su ingle con la otra. —Tú me hiciste sentir bien esa noche, la forma de encenderme… no lo ha hecho nadie nunca.
—Me he sentido también así. —Lilith se arrodilló. —Nunca he marcado con mi sangre a nadie, no me he sentido nunca de forma tan intensa, ahora lo entiendo… o eso creo… creo que deseo tocarte. 
Lilith le acarició la marca del costado, se acercó al vientre con cuidado y lo lamió mientras apoyaba las manos con fuerza en los muslos de Diana. 
—Mientras lleves esa cadena en tu costado, cuidaré de ti y haré que te sientas bien. —Diana se sonrojó y encendió al oír esas palabras. 
—Tu madre está abajo… no deberíamos…
—Entonces tendremos que evitar que nos oiga. —Lilith empezó a encenderse también, su ojo rojo se volvía de un color intenso. —Apenas puedo controlarme.
—No lo hagas, no te controles.
Ambas se miraron, Diana le acarició las mejillas y Lilith las manos. Se acercó a uno de los senos de Diana con los labios, lamiendo el pezón en círculos y acariciando el otro con los dedos de una mano. Diana jadeaba sin cesar, acariciando el pelo de Lilith y los labios de su vulva.
—No puedo controlarme. —Diana sonrió.
Lilith se levantó un poco, se acercó a los labios de Diana, ambas se besaron sonrojadas, jugaron con sus lenguas y se miraron sin parar. Lilith rozó con la rodilla la vulva de Diana apoyándola en la bañera.
—Me gusta tu piel… tu cuerpo… tu lengua… tu mirada, Diana. —Lilith bajó al cuello, lo besó varias veces con cuidado y la miró.
—A mí… me gustas tú… Lilith. —Diana le acarició los labios, Lilith los metió en la boca, haciendo una felación y mirándola seria, haciendo que Diana se avergonzara, ella los sacó y los lamió.
—¡Chicas! ¡¿Habéis terminado de jugar?! —Gritó Nadine al otro lado.
—¡Madre, estábamos duchándonos!
—¡Tu madre y yo inventamos esa mentira a tu edad, así que venga!
—Joder… que vergüenza. —Diana se llevó las manos a la cabeza y Lilith se avergonzó. 
—¡La próxima encended la alcachofa!
Nadine sonrió y se marchó del dormitorio, sacó un móvil del bolsillo y lo cogió.
—¿Has dejado que nuestra niña se meta en peleas otra vez? —Dijo una voz femenina al otro lado. —Me prometiste que serías firme. 
—Lo he sido, Lilith solo había protegido a su novia. 
—Vaya, creía que era por alguna estupidez. —Nadine se apoyó en la pared disfrutando de escucharla. —Y novia, me alegra saberlo, me siento orgullosa.
—Yo también pero tenemos un problema, algo le ocurre a su novia relacionado con la energía, no diré la obviedad de la conversación.
—Le echaré un vistazo mañana por la tarde, tengo la mañana ocupada para un comité de disciplina por una alumna nueva.
—Es perfecto, tengo que ir mañana para entregar una beca Undragun a otra alumna nueva.
—No hagas eso, dijimos espacio, sin molestarnos en nuestros lugares. —Oyó un suspiró y empezó a caminar. —Pero es por nuestra hija así que podemos tener una tregua.
—Te veo mañana entonces.
Nadine miró hacia la puerta del dormitorio, reflexionó por unos segundos y se marchó. 

sábado, 4 de julio de 2020

La luz de Ragali. Capítulo 1

Diana era una mujer, de 24 años, 1.80, piel oscura, pelo rizado y largo hasta los omóplatos, labios gruesos, ojos marrones, delgada.
Estaba desnuda y tumbada bocabajo en la cama,  tenía senos pequeños, culo pequeño y redondo, una vulva rasurada y apenas labios. sudando ante el inmenso calor que ocupaba en el dormitorio y su libido no cesaba de crecer, sentía la presencia de otra persona, se acercaba a ella pero no podía oír sus pasos.
Era una mujer, piel blanca, de 1.85, parecía tener 22 años, pelo rubio liso y largo hasta las caderas, labios gruesos, el ojo izquierdo verde y el ojo derecho rojo intenso, tenía un tatuaje de una serpiente negra en el lado derecho, era delgada pero tenía músculos, figura femenina y rostro masculino, senos pequeños, culo firme y pequeño, pene pequeño sin circuncidar y rasurado, su espalda y vientre estaba llena de cicatrices y quemaduras.
La mujer se tumbó sobre Diana, al principio tenía miedo pero también se veía atraída a ella, sentía una boca en sus caderas y los cabellos cayendo y tocando su piel, fue mordida con fuerza clavando sus colmillos, gemía y se agarraba fuerte a las sabanas. Subía lentamente rozando sus labios con la espalda, subía más y más hasta que notaba el roce del pene con las nalgas.
—Porfavor… no me devores… —Gimió temblando y la mujer sonrió.
—¿Ni siquiera de placer? —Aquellas palabras en tono femenino sonaron como un eco que la doblegaron. 
La mujer mordió con fuerza el pulgar hasta hacer sangre y le dibujó una cadena en un costado. Le agarró los brazos poniéndolos en la espalda, dibujó una pulsera en cada muñeca y Diana sintió que unas cadenas la ataban, no podía mover los brazos y sentía en su interior la necesidad de obedecerla.
La levantó sentándose ambas de rodillas y estando detrás de Diana. Se sonrojó y jadeó al sentir el intenso calor de aquella persona, estaba totalmente a su merced y disfrutaba. Ella la rodeó con los brazos y se acercó a su oído.
—Di mi nombre, di Lilith y pararé, Diana. 
Diana dudó sobre que hacer y si todo era un sueño pero lo deseaba, no sabía quien era pero quería ser tomada por aquella chica.
—Poséeme… lo deseo…
Lilith sonrió, puso su pulgar sangrante en los labios de Diana, ella lo lamía con cuidado y la mujer mordió el cuello con fuerza pero Diana se contuvo de gemir. Lilith se disgustó y bajó su otra mano por su vientre mientras lamía su oreja, haciéndola jadear más intensamente.
—Lilith… —Diana se levantó bruscamente y se dio cuenta que era de día. —Era solo un sueño.
Se levantó molesta por un pequeño dolor en el cuello, fue al baño y se vio en el espejo un mordisco en el cuello, se giró de lado sonrojada y se dio cuenta que había una cadena tatuada en el costado. Lo tocó, recordando todo lo que ocurrió y que no era un sueño, Lilith fue real.
—Joder ¿Estuvo aquí anoche de verdad? —Diana vio el reloj del baño y se alarmó al darse cuenta que eran las ocho de la mañana. —¡Mierda, la uni!
Mientras tanto en un lugar desconocido, Lilith se bañaba desnuda en una piscina y la luz del sol entraba por una gran ventana. 
—¿Qué estabas haciendo afuera toda la noche? —Un hombre anciano apareció pero Lilith no le prestó atención. —Se te ordenó que no salieras. 
—Necesitaba cazar Lostians perdidos. 
—Aún no está preparada. —Lilith se levantó y su ojo rojo se volvió más intenso, el anciano se echó hacia atrás y se sorprendió. —Noto mucha energía en tu interior, la caza no puede darte tanto alimento.
—Estoy de sobra recuperada desde hace una semana, puedo cazar y lo consigo. —Lilith se acercó a él lentamente. —Ahora no dirás nada o te mataré, tu lealtad es a la casa Undragun, a la cabeza de familia, a mí como hija suya, no oses traicionarme… ni lo pienses. 
—Sí… Señorita Lilith.
—Ayer encontré a una humana, su cuerpo irradiaba energía pero muy poca, cuando me acerqué irradiaba más y más.
—Podría ser una bruja pero ellas esconden poder incluso de cerca.
—Eso pensé pero creo que solo es una humana normal, no es una hechicera ni una sacerdotisa o se habría defendido.
—¡¿Ha atacado a una humana?!
—¡Claro que no! No se me ocurriría, solo… me vi atraída… a su magia y… —Se llevó una mano a la cara y se sonrojó. —Usé mi magia de sangre con ella, quería poseerla, quería tomarla, no alimentarme y por alguna razón lo hacía, mi cuerpo… fue tan extraño y al final ella se resistió, me hizo parar y rompió mi magia.
—Hizo bien en marcharse.
—No lo hice, me quedé con ella hasta el amanecer… daba cierto calor confuso pero me gustaba.
—Eso es extraño, señorita Lilith.
—Sí… ni siquiera sé su nombre… iré a trabajar.
—No irá a trabajar ¿Verdad? 
—Hoy sí, no soy tan irresponsable. 
Eran las siete de la tarde, Diana estaba vestida de camarera y estaba trabajando en una cafetería, llevaba una bandeja con un café y unas tostadas de mermelada a la mesa de una terraza. 
—Debe ser duro trabajar y estudiar a la vez. —Dijo una chica con pamela y vestido en la mesa donde Diana servía. 
—No puedo quejarme. —Diana sonrió después de dejar las cosas. 
—Yo sí y el café está malo. 
—Pero no lo has probado.
—Ni me hace falta, tráeme otro si no quieres problemas.
Diana recogió el café y volvió al interior del local. Lilith apareció vestida con sombrero negro fedora, camisa negra, americana gris con una insignia plateada de un dragón en el pecho, corbata blanca, pantalones negros a rayas blancas y botas negras, además de un libro bajo el brazo y su pelo en forma de coleta. Se sentó en la mesa de al lado de la chica y empezó a leer. Diana apareció con otro café pero vio a Lilith sin poder reconocerla, dejó el café en la mesa y la chica sonrió.
—Este también está malo ¿No te da vergüenza?
Lilith se levantó al reconocerla,  caminando hacia Diana esbozó una sonrisa cruel, tocó el hombro de la joven y la miró.
—Deje de molestar a la camarera de una vez.
—¡El café está malo! —La chica se levantó, cogió el café para arrojárselo a Diana pero Lilith la protegió abrazándola. —Yo… lo siento mucho…
La chica salió corriendo pero Lilith la mantuvo entre sus brazos.
—Malo no sé pero un poco frío sí.
—No debería bromear, venga, le secaré la ropa. —Lilith la soltó pero Diana le cogió del brazo y la llevó al baño sin mirarla a la cara. —Creo que va a necesitar una tintorería… se lo pagaré ¿Vale?
—¿Tienes acaso dinero para eso? —Lilith se quitó el sombrero y se dio la vuelta, Diana se sonrojó y asustó a la vez al reconocerla. —Me compensarás de alguna forma ¿No?
—Eres…
—¿Soy? ¿Quién soy?
—No importa, se lo pagaré. —Diana se la llevó del brazo hasta los vestuarios. —Use mi ropa.
—¡No pienso…! —Diana le interrumpió y le tiró un par de prendas de ropa de una bolsa de deportes de su taquilla. —¡Escúchame!
—Desnúdate y ponte mi recambio de ropa. —Lilith se enfadó y sonrojó pero Diana se mantuvo seria en sus palabras. 
—¡Una vulgar humana no tiene derecho a darme órdenes! —Lilith la arrinconó contra la pared, agarrándola de las muñecas por encima de la cabeza. —Si deseas que me ponga tu ropa ridícula, desnúdame tú sola. 
Lilith empezó a sentir un calor extraño, su ojo de color rojo se volvía mas encendido, más vivo, su enfado pasaba a ser calma al ver a Diana asustada, su calma entonces fue lujuria y tragó saliva para acercar sus labios a los de ella.
—¡Diana, estás despedida! —Entró un hombre alto y vestido de camarero, Lilith lo miró de reojo y enfadada, asustándole e intimidándole. —¡Lo siento muchísimo, señorita Undragun! Le pagaré el tinte de la camisa y…
—Diana lo pagará, y ahora lárguese. —El hombre se marchó y Lilith se quitó la chaqueta, la corbata y la camisa, Diana miró a la pared avergonzada al verla en sujetador. —Así que Diana.
—Sí ¿Tu familia es quien alquila este sitio? Suena a… rollo nobiliario. —Diana sintió la mano de Lilith acercándose, se giró y se dio cuenta que ya no estaba junto a su ropa, tan solo la chaqueta y la camisa.
Lilith estaba al otro lado de la puerta con una camisa negra de manga corta con margaritas, se sentía encendida, jadeando, con el corazón latiendo muy rápido y sudando.
—¿Qué me estás haciendo? —Susurró mientras los colmillos de su boca se afilaban.
Mas tarde Diana estaba caminando por una calle peatonal de acera empedrada, llevando puesto un vestido verde de flores, zapatos cómodos, y una bolsa de deporte a la espalda.
—No puedo permitirme pagarlo. —Habló sola en tono de decepción. —No sé ni por qué me mudé aquí, tenía que haberme ido a Granada o que se yo, no a Ragali pero no, es un pueblo abandonado convertido en ciudad pequeña, la uni es barata, hay trabajo, bla bla.
Diana caminó durante unos minutos y tropezó con un grupo de tres jóvenes que vestían igual que Lilith pero con emblemas de cuervos alados.
—Deberías tener mas cuidado. —Dijo Diana molesta.
—¿Cuidado? ¿Quién te crees que eres? —Uno de los chicos la agarró del cuello pero se asustó y se echó para atrás. —Es una… sacerdotisa.
—Pero huele a Undragun. —Habló otro chico.
—¿Y? Entre los tres podemos derrotarla.
—Siempre he querido probar la energía de una sacerdotisa. —Diana se asustó pero su cuerpo se sentía paralizado por el miedo. 
—Sálvame… 
Lilith apareció detrás de Diana, le lamió el cuello y se acercó mientras sus manos goteaban sangre.
—Hombres… —Dijo Lilith en tono despectivo. 
La sangre se convirtió en dos dagas rojas en cada mano y el grupo se echó para atrás. Diana se sorprendió y se sintió intimidada al ver la magia de Lilith.
—Es mía, tocarla implica tocarme a mí también.
—Eso está hecho. —El más grande se abalanzó hacia Lilith pero ella le pateó el cuello y él cayó inconsciente.
—Tengo aún cuatro cuchillos, y solo quedáis dos ¿Queréis que los use?
Los dos jóvenes salieron corriendo, las dagas se volvieron sangre y cayeron al suelo como un charco.
—¿Qué… eres? —Diana se echó hacia atrás y tropezó pero Lilith la atrapó a tiempo. 
—¿En serio no lo sabes? La energía, la magia, los Lostians. —Diana negó con la cabeza. —Y las Familias ¿Nada de nada?
—De verdad, no sé nada.
—Pues tenemos un problema, debes venir conmigo. —Lilith la cogió en brazos caminando varios minutos hasta llevarla a un callejón pero ella se resistió. —¡Para!
—¡No, suéltame!
Lilith la soltó dejándola caer fuerte en el suelo.
—¿Cuánto llevas en esta ciudad? 
—Yo… desde que empecé el cuarto grado en la universidad… hace dos días.
—Pues este es el peor sitio donde puedes estar, aquí es donde hay más Lostians vienen o surgen, las tres Familias Lostians más importantes dirigen este lugar, si encuentran a una humana como tú, con energía, la matan porque es una amenaza. —Lilith la ayudó a levantarse y después la arrinconó. —Y los Lostians son adictos a la energía hasta el punto de cazar a cualquiera sin piedad, y más los salvajes, la energía que tú tienes y que irradia de cerca con cualquiera… incluso conmigo, da mucha hambre.
—Yo… ¿Tengo eso? ¿Hago eso?
—¡Sí! Pero no lo entiendo, no puedes hacer ningún tipo de magia ¿Cierto? —Diana se sintió intimidada.
—No sé hacer… esas cosas en sangre. —La mirada de Diana y su tono de miedo incitó compasión en Lilith.
—Ni ningún tipo de magia por lo que veo así que no puedes defenderte ni andar sola… mierda. —Lilith se alejó y se apoyó en la pared junto a Diana para acabar suspirando y cerrar los ojos. —Soy la única Lostian y la única miembro de una Familia que puede protegerte, solo tienes que venir conmigo.
—Anoche intentaste… devorarme.
—Estuve a punto pero… no lo hice, nunca me había pasado, tu energía… me hizo algo y… y me alimenté de ti pero aún tienes mucha, eres extraña. 
—¿Y si ocurre otra vez? Estando… de cerca, ya sabes.
—No te haré daño, creo, no entiendo porque mi cuerpo… te desea de esa otra forma. —Lilith se sonrojó y miró a sus propias botas.
—Tu cuerpo… lo de que tengas… pene… y…
—¿Magia? No, soy trans, una mujer trans, hormonas, transición, nada de magia… sigo siendo medio humana después de todo. 
—Perdón si… nunca he conocido a una mujer trans.
—¿Y?
—Nada, solo es… eres preciosa. —Las palabras de Diana hicieron sonrojar a más a Lilith.
—Deberíamos irnos, por tu bien, Diana.
Lilith y Diana se marcharon juntas, caminaban y mientras Diana la miraba, se sonrojaba al observarla, a sus ojos era preciosa, fuerte e intimidante. Pararon ante una motocicleta, y Lilith le tocó la frente a Diana.
—¿Qué haces? —Diana arqueó una ceja.
—Dejarte inconsciente.
—¿La magia te falla? —Diana sonrió pero Lilith se enfadó y se avergonzó.
Lilith le arrancó un trozo de la falda, sonrojando a Diana, le vendó los ojos y la sentó en la moto.
—No puedes saber donde vivo así que calla.
—Y me ibas a dejar inconsciente por eso.
Lilith subió a la moto, arrancó y se marcharon, llegaron a la autopista tras media hora circulando. Recorrieron el asfalto durante otra media hora hasta llegar a una carretera de tierra, siguiendo hasta unas puertas enormes de reja que se abrieron y siguieron circulando, rodeados de arboles recorrieron la carretera hasta llegar a una mansión enorme y tétrica.
—Ya estamos aquí. —Lilith se bajó, le quitó el trozo de tela y vio que dormía plácidamente, entonces sonrió. —No han hecho falta poderes contigo.
Lilith la cogió en brazos, caminó hasta la puerta pero Diana se agarró a su propio vestido y suspiró.
—Tengo miedo… —Dijo Diana en sueños.
—Estás a salvo, Diana… duerme tranquila.