domingo, 9 de agosto de 2020

El club de ajedrez. Prologo.

Fase de ruptura

Un día de verano a las seis de la tarde, esta historia empieza con una chica llamada Amira, de 27 años, de 1.90, piel oscura, busto pequeño, pelo afro largo y oscuro, ojos marrones, vestida con camiseta de tirantes negra, chaqueta de cuero marrón, vaqueros azules y botas negras.
Estaba en el pasillo de un bloque de pisos con varias cajas de cartón selladas con cinta. Las metía en el bloque de enfrente y al terminar se secó el sudor con el brazo derecho.
—¿Ya estás bien, niña?
Preguntó una señora mayor rechoncha saliendo de la cocina, blanca, pelo corto rizado y canoso, vistiendo un vestido azul oscuro de flores y delantal verde además de pantuflas azules.
—Sí, Abu. —Dijo con voz femenina y melosa. —Si viene Elena, dile que he cambiado la cerradura para que no tenga que entrar, que sus cosas están aquí.
—Tú no te preocupe, sal y pásalo bie, que la cosa del amor se olvidan rápido.
—Lo intentaré. —Esbozó una débil sonrisa y asintió. 
Amira bajó las escaleras hasta llegar a la calle, caminó hasta llegar a una moto Kawasaki Ninja 400 negra con doble maletero. Abrió uno de ellos, cogió un casco negro con una pegatina de la bandera lésbica y se puso unos guantes de cuero negro que sacó de un bolsillo de la chaqueta. 
Se montó y circuló por las calles durante media hora hasta llegar a la puerta de una tetaría. Aparcó la moto, guardó el casco y los guantes y entró para cruzar un pasillo de azulejos azules y suelo de zócalos verdes. Vio a una chica sentada en un sofá con una mesa enfrente tomando un batido de chocolate y gofres. 
Medía 1.70, blanca, rechoncha, de busto grande, pelo castaño liso y largo, ojos verdes y pecas, vestía un vestido azul con flores blancas, zapatos cómodos blancos y un bolso marrón al lado.
—Ey, Ana. —Amira se sentó a su lado haciendo sonreír a Ana.
—¡Madre mía, has perdido un huevo de peso, Ami! Ya sabía que la ruptura te iba a joder. —Ana la miró sorprendida y después se rio. —Es broma, solo estabas una semana encerrada.
—Sí… una semana de trabajo y tristeza, ahora estoy mejor y libre.
Una chica apareció con un tablero de ajedrez y una caja de madera pequeña, se sentó en una silla frente a Ana y lo colocó todo sobre la mesa. Era de 1.87, delgada y atlética, blanca, pelo oscuro y corto, ojos castaños, vestía una blusa blanca, vaqueros azules y tacones negros.
—Ya era hora, el Club de Ajedrez es aburrido sin ti. —Dijo la mujer. 
—Ya, Elisa, sigo diciendo que ese nombre para un grupo de bdsm de WhatsApp no es bueno ¿No debería ser un nombre en referencia a chicas sáficas amantes del rollo dominación y sumisión, de ser kinksters, y de las conversaciones amistosas en las teterías? Ya sabes. —Amira se relajó y cruzó los brazos pero se sintió ignorada. —Algo como Hermanas del cuero y el té o Damiselas del control, vamos, somos administradoras.
—El nombre es discreto y cómodo para todas, no se va a cambiar, y menos sin la opinión de la creadora. —Elisa colocaba con delicadeza y rapidez las piezas en el tablero.
—¿Y si alguien lo ojea y decide que quiere unirse? —Ana miró a Elisa, quien entonces la miró también para sonrojarla, que agachara la cabeza y tomase su batido.
—Que acabará en un apartamento de Ciudad Jardín lleno de chicas dronificadas o una sesión de shibari impartida por ti, Ana. —Ambas miraron a Amira quien se encogió de brazos. —¿Acaso tengo que hablar de Sonia? 
—Sonia entró sin tener ni idea pero se interesó por todo lo que hablábamos, no empezó a meterse en nuestras quedadas de golpe. —Elisa agarró a la reina y miró a la reina, entonces ambas vieron a Ana levantarse e ir al baño. —He visto que has aceptado ir a la cena de Aitor, su grupo es interesante. 
—No quería seguir encerrada, me he cansado de que doliera.
—Y aún te duele, es normal.
—¿Puedo preguntarte algo? —Amira llamó la atención de Elisa, quien se levantó y se sentó en la mesa. —¿Qué habrías hecho tú?
—Incluso habiéndome tratado bien, me mintió y me engañó con otra persona, habría querido arreglarlo. —Amira se llevó las manos a la cabeza pero Elisa le cogió las muñecas. —Pero no existe la forma adecuada de responder a algo así, cada persona reacciona diferente, arreglarlo, no arreglarlo, romper y ser amigas, romper y cortar todo contacto, lo importante no es saber cuál hubiese sido la mejor forma sino dejar de pensar en ello y rodearte de gente que te haga seguir con tu vida como siempre.
Amira reflexionó sobre ello entonces, aún no superaba a su ex pero debía hacer amistades y olvidarla, en su corazón le costaba pues no podía confiar en nadie. 
—Intento no pensar en ello pero creo que no quiero volver a salir con nadie, no tener parejas y… quedarme en la soltería. 
—Si vas a volver a tener rollos y a liarte con amigas… 
—… Aparte de vosotras. —Elisa suspiró. 
—Ya, no uses a nadie de parche emocional. 
—Nunca lo he hecho. —Ambas se miraron y Amira le guiñó un ojo mientras sonreía. —Y te tengo mucho cariño. 
—¿A mí o a mi trasero? —Elisa sonrió, se levantó y Amira le dio una bofetada a la nalga derecha. 
—A tu trasero en látex, claro. 
—Maldita lesbiana kinky. —Elisa se sentó en la silla y la miró aún con una sonrisa en su rostro.
Pasado un tiempo eran las ocho de la tarde, Amira bajaba de su moto guardando las cosas y aparcada al lado de un pub, miró el móvil buscando las imágenes de perfil de los miembros de un grupo y se fijó que ya había dos de ellos allí.
Una era una chica llamada Sara, de 1.70, blanca, femenina, de senos pequeños, ojos castaños, pelo rojo largo y rizado, vistiendo vaqueros ajustados grises, camiseta blanca con franjas negras y deportivas blancas. El otro un joven llamado Raúl, de 1.80, blanco, femenino, delgado y atlético con senos grandes, pelo largo liso y castaño, ojos azules, vestía una camisa a cuadros negros y grises, vaqueros azules y zapatos casuales blancos.
Amira se acercó a ellos y estuvo detrás fingiendo no conocerles, escuchando la conversación con discreción y fijándose en Sara. 
—Vaya, al final has venido y todo. —El chico se acercó a ella de forma condescendiente. —Creía que estarías mal por romper
—Que va. —La chica sonrió y le tocó el brazo. —Entramos y cogemos mesa ¿No?
—Por supuesto, ve tú y yo iré al baño. 
Entraron y Amira les siguió, después siguió a Sara hasta que ella se sentó en el extremo de un sofá con mesa de madera y dos taburetes.
—¿Qué tal? Soy Amira, del grupo. —Amira le sonrió y Sara se sonrojó. 
—Yo… Sa-Sara. —Se sintió nerviosa y se levantó para saludarla con dos besos.
—Voy a sentarme a tu lado si no te importa.
Amira se sentó junto a Sara, quien se avergonzó y se apartó un poco, pasados diez minutos de incomodo silencio hasta que llegó una camarera con una coca cola y una jarra de cerveza, la primera se la puso a Sara, y la segunda a Amira. 
Amira miró el cuerpo de Sara de arriba hacia abajo y sonrió. Para ella era mona y adorable y físicamente guapa, recordó que solía compartir fotos de ella misma y su forma de posar, además de que Raúl solía elogiarla y piropearla hace un tiempo. Dio un sorbo y se relajó. 
—¿Entonces eres la chica que no deja de poner fotos suyas en el grupo? 
—S-Sí, supongo que se puede decir así. 
—Me gustó la última, una chaqueta preciosa, es una lástima que sea verano. 
—¡Gracias! Y sí, ojalá sea ya invierno. 
—Opino igual, el verano es una mala época para ponerse un catsuit. —Sara se sorprendió al oírla y se sonrojó al ver como Amira se quitaba mientras la chaqueta para dejarla al lado. —Y los monos de motorista.
—Yo… lo odio más porque se suda mucho y el pelo se me riza demasiado. —Amira la miró y arqueó una ceja. —¿Qué? 
—No veo nada malo en que una chica sude y tienes unos rizos bonitos. 
Sara se sonrojó aún más y evitó mirarla a los ojos. Raúl llegó y se fijó en Amira. 
—¡Hola! Soy Raúl, tú debes ser… —Raúl sonrió de forma forzada. 
—Amira, un placer. 
—Guay ¿Te importaría cambiarte de sitio? —Amira le miró con indiferencia mientras daba un sorbo a la jarra. —Siempre me siento al lado de Sara. 
—Pero yo quiero charlar con Sara. —Se giraron ambos para mirar a Sara.
—¿Qué? —Sara estuvo cabizbaja y arañándose los muslos. 
—¿A que te gustaría que me sentase contigo como siempre?
—Yo… me siento atada, como si me hicieran el kinbaku o estuviera en una sesión de shibari.
Amira y Raúl soltaron una carcajada y ella tocó el hombro de Sara, mirándola y haciéndola sentir segura y cómoda. 
—Prefiero que esté sentada Amira, lo siento. 
Raúl se sentó enfadado mientras Sara observaba a Amira, quien sonreía y miraba al joven de forma desafiante. Entonces Sara miró el móvil y Amira también de reojo.
—Al parecer Ariadna y Aitor no pueden venir, les ha surgido una emergencia.
—Entonces deberíamos irnos. —Raúl se levantó y miró a Sara. —Vamos, Sara.
—Prefiero quedarme. —Dio un sorbo a la cocacola y apartó la mirada. —Si Amira decide quedarse.
—Yo encantada, me gusta charlar contigo. —Amira la miró y le guiñó un ojo. —Asunto arreglado.
—Muy bien, pues yo me marcho.
Ambas vieron irse a Raúl y Sara suspiró. Amira la vio más tranquila y se relajó entre sus pensamientos. Estuvieron una hora hablando, riendo y divirtiéndose, después Amira la miró seria. 
—Vuestra relación. —Sara la miró al oírla. —Sois expareja.
—Sí, ella y yo fuimos pareja y me dejó porque… bueno, replantearse cosas, también es ex de Aitor y solo sale con otra chica.
—Ella… es… gen… 
—GenderFluid y poliamorosa. 
—Ya, volviendo al tema, te trata como el culo y como si fueras suya y no deberías dejarte tratar así, eres guapa, graciosa e interesante, te mereces más. 
—Gracias… por suerte mi novia y yo nos queremos mucho. —Amira sonrió con esas palabras. —Me ayudó mucho a superar la ruptura y soy feliz con ella.
—Os cuidáis mucho.
Sara asintió con una sonrisa pero Amira la ignoró. Recordó como era vivir con Elena y las veces que hablaban.
—Yo… hace poco que salí de una relación también.
—¿Se replanteó cosas?
—No, me hizo mucho daño… —Amira se levantó y miró su móvil. —Son las una ya ¿Tienes que volver a casa?
—Sí, debería.
Sara se levantó y Amira la arropó con su chaqueta, la cual le quedaba grande hasta llegar a las caderas. 
—Va… a hacer frío… —Amira se sonrojó y se sintió nerviosa.
—Sí… gracias… —Sara se avergonzó y abrazó la chaqueta.
Ambas salieron juntas a la calle, caminaron hasta la moto y Sara le agarró una de sus manos.
—Al final si que hacía frío. —Sara estuvo sonrojada, entonces Amira le cogió las manos y las calentó con las suyas y exhalando, sonrojándola más.
Sara notaba su corazón acelerarse y miedo al mismo tiempo, no por ella sino por si misma, empezó a gustarle y a sentirse cómoda mientras el miedo la bloqueaba y superaba.
—En verano por la noche hace más frío y más si estamos cerca del mar o de un rio. —Amira frotó las manos de Sara y sonrió. —Es como… digamos, ponerte un catsuit en invierno.
Sara sonrió avergonzada y Amira la soltó sin previo aviso, puso sus manos en las mejillas de ella, se sentía mareada pero acercó sus labios a los de ella.
En su cabeza se preguntaba si realmente deseaba besarla, deseaba acariciar su pelo y tenerla entre sus brazos, hacerla sentir segura por todo, se sentía atrevida al mismo tiempo que su propia inseguridad la sometía.