Habían
pasado dos días, Diana estaba meditando desnuda y con símbolos alquímicos por
su cuerpo pintados con materiales diferentes cada uno, dando un color diferente
entre ellos. Estaba en una sala oscura y cerrada donde no se oía nada salvo la
respiración de Diana.
—Intenta
entender tu Esencia, relájate y que fluya. —Susurró Birdie en la oscuridad. —Toma
tu tiempo en ello, debes ser paciente.
—Lo
intento pero siento demasiado… hay, calor, dolor, mi pecho… —Diana se arañó los
muslos sin mostrar emoción. —Frustración… dos piezas unidas… distintas… ajenas…
tengo miedo.
—A
todos los humanos nos ha pasado, se siente extraño pero es parte de nosotros,
deja que te abrace su poder.
Mientras
Erika practicaba tiro en el bosque con su ballesta y un carcaj de virotes a la espalda. Vestida con ropa de
deporte negra y zapatillas de correr.
Apuntó
a un tronco por unos segundos y empezó a pensar en la sonrisa de Diana, se
avergonzó y falló, dando en otro árbol.
—Menuda
asesina. —Escuchó detrás de ella la voz de Lilith y se giró para golpearla, sin
embargo, la esquivó. —¿Los humanos siempre sois tan débiles?
Lilith
estaba vestida con camiseta negra de tirantes, vaqueros azules y botas
militares, además de su espada enfundada en la espalda.
—Si
eso es lo que piensas ¿Qué haces con Diana? —Lilith entonces se enfadó y fue a
golpearla pero Erika la esquivó dando una voltereta. —¿Acaso es tu juguete de
Lostian? ¿Tu alimento?
—Es
mi novia. —Erika se sorprendió, se enfadó y la intentó golpear con la ballesta pero
Lilith esquivó y saltó para alejarse de ella. —¿Acaso sientes algo por ella?
Las
uñas de Lilith se volvieron afiladas y Erika recargó la ballesta. Se miraron
con profundo odio, intentando entender de cada una si Diana podía sentir algo
por ellas.
—¡Responde!
¡¿Estás aquí por eso o es una treta?! —Erika disparó enfadada, Lilith rompió el
virote en el aire de un manotazo y en un segundo le golpeó el pecho de un
puñetazo, lanzándola contra un árbol. —Hmm… dudo que tu iglesia te haga daño si
vuelves con ellos, estarás mejor que aquí, estaremos mejor.
—Tú
no sabes… nada de mi iglesia… —Erika se levantó a duras penas y tosiendo
sangre. —Son… lo peor…
—¿Acaso
un cura te tocó por impura y lesbiana? Eso no es un castigo. —Lilith se sacudió
y la miró con desprecio, pero el rostro de Erika era triste y silencioso. —Y
eso ocurrió entonces.
—Mi
vida es un chiste para ti ¿No? —Erika se acercó a ella recuperada y cabreada. —Fue
un castigo, vivir con el padre Andrea y las hermanas era un castigo, estar
enamorada de Elena era un castigo… sentir compasión era un castigo, mis poderes
eran…
—Lo
siento… yo… —Lilith apartó la mirada y se sintió mal por ella.
Entonces
sintieron a un grupo de personas entrar en el recinto, en los alrededores de la
mansión, una de ellas se acercaba más rápidamente.
Hubo
disparos entre ellas y se escondieron tras los troncos.
—Tendremos
que dejar nuestra pelea para otro momento. —Erika miró a Lilith y después al
fondo entre los árboles buscando.
—Me
parece bien, humana.
Vieron
a dos sectarios con rifles de asalto y Erika apuntó a uno. Lilith saltó hacia
las copas y Erika suspiró molesta.
—Odio
cuando hacen eso, aunque no sea ya una enemiga. —Sintió a aquella persona muy
cerca y a Lilith junto a ella pero no podía verlas. —Si me dejo guiar… puedo
dar.
Disparó
y mató a uno al atravesar el virote la cabeza, Lilith apareció detrás del otro
y metió los dedos en los ojos de él para rematarle rajándole el cuello y volver
a subir a las copas.
—Da
bastante miedo… —Recargó la ballesta y esperó por unos minutos a que ella
apareciera pero no lo hizo. —No puede ser…
Erika
apuntó con la ballesta hacia arriba, disparó y Lilith cayó frente a ella de
pie, tosiendo y con las uñas rotas.
—¿Disparaste
sabiendo a donde dabas? —Erika la miró con una ceja arqueada.
Un
hombre musculado, alto y encapuchado, vestido de sectario cayó frente a ellas,
con un virote clavado en el hombro y repleto de arañazos en el cuello, de los cuales
supuraban sangre.
—Olvídalo.
—Lilith se crujió los nudillos.
—Soy
el hermano Samuel, es…
—¡Que
te calles! —Gritó Erika.
—No
nos interesa quien eres.
Erika
recargó la ballesta y Lilith desenfundó su espada.
—Entonces
mataré a la chica y le sacaré la Luz. —Ellas se fijaron en Samuel y le miraron
molesto. —¿Ahora he llamado vuestra atención?
Erika
disparó apuntando a su cabeza pero Samuel golpeó el virote en el aire y lo
partió en dos. Lilith se abalanzó sobre él y dio varios tajos que él esquivaba
para acabar golpeándola y lanzándola lejos contra un árbol.
—Sois
tan débiles como la otra… ¡Uggh! —Samuel se arrodilló al sufrir un fuerte dolor
en sus heridas. —¿Qué es… esto?
—Virotes
bañados en agua bendita. —Erika recargó la ballesta. —Sacártelo será mucho
peor.
—Y
veneno… magia de mi madre. —Lilith se levantó sonriente, escupiendo sangre y señalando
el tatuaje de la serpiente. —Si no eres Undragun o ella…. el… mero contacto con
mi sangre te ha-hará… difícil sanar tus heridas y te… matará poco a poco.
—Al
igual que el agua bendita, estarás muerto dentro de nada.
—Uggh…
—Samuel empezó a reírse
Samuel
empezó a transformarse, haciéndose más grande, ensanchando su espalda,
rompiendo su ropa, sus extremidades se alargaban y deformaban, su nariz y boca
se alargaron, y creció un pelaje oscuro por todo el cuerpo.
—Esto
no va a ser tan fácil. —Erika habló y Lilith asintió molesta.
—No
desearía que fuese de otro modo. —Se limpió la sangre de la boca con la manga.
El
monstruo gritó enfurecido y corrió hacia Erika, haciendo que Lilith saltase
hacia la copa de los árboles y Erika saliese corriendo hacia la mansión.
Desesperada,
intentó pensar en un plan mientras el monstruo la perseguía, nunca se había
enfrentado a un Lostian tan peligroso, su miedo la invadió y solo pudo pensar en
su maleta, en algo que pudiera matarlo.
De
las copas surgió un cuchillo de sangre que se clavó en la rodilla de la pata
trasera izquierda del Lostian, haciendo que tropezara y gritara de dolor. Erika
paró, se dio la vuelta y el monstruo fue a levantarse pero otro cuchillo se
clavó en el gemelo de la otra pata trasera.
—Ahora
puedo… —Erika jadeó cansada viendo caer una lluvia de dagas de sangre sobre él.
Erika
apuntó a la cabeza y disparó al mismo tiempo que Lilith cayó clavando su espada
y una espada de sangre en la columna, matándolo en el acto.
—Buen
trabajo para ser una Lostian. —Vio a Lilith dejar ambas espadas y bajó de él
algo mareada. —Deja que te ayude.
—No…
debes volver… y proteger a Diana.
Lilith
cayó al suelo de rodillas y Erika se acercó a ella.
—Sangre…
cansada…
Erika
pensó por unos segundos, se rasgó parte la camiseta y le ofreció su cuello.
—Bebe,
tenemos que salvar a Diana. —Lilith se levantó, mostrando sus colmillos
afiliados y su ojo rojo pero la empujó y la miró enfadada y sonrojada. —¡¿Qué
haces?! ¡Necesitas recuperarte!
—No…
quiero, estoy… bien. —La ayudó a levantarse. —Vete… necesita tu ayuda.
—¿Tanto
confías en mí como para esto?
—Sé…
que mis madres la protegerán… pero cuantas más gente… mejor… vete ya.
Mientras
Nadine estaba en el hall, matando a un sectario en el suelo con su espada. A su
alrededor cadáveres mutilados de sectarios, algunos aún vivos que a duras penas
respiraban.
—Este
es el último estertor de la Secta Matria, lamentable. —Nadine miró a la puerta
y entró tranquilamente la sectaria de cabellos blancos. —Launa ¿Verdad?
—Nadine.
—Creó un mandoble de sangre. —¿Dónde está Sara?
—¿Diana?
Entrenando con mi mujer.
Launa
caminó intentando pasar a su lado pero una mano gigante de sangre surgió del
suelo para golpearla y se alejó, volviendo de nuevo a la entrada.
—¡Vaya!
Debería sorprenderme. —Se empezó a reír de forma siniestra. —Pero no puedo
estarlo.
—Te
dije que la próxima vez que nos viésemos, te mataría. —Nadine creó una guadaña
de sangre y sus ojos brillaron de forma muy intensa. —Me da igual que seas.
Varias
manos de sangre gigantes surgieron alrededor de Launa e intentaron golpearla o
aplastarla. Ella las esquivó sin apenas dificultad y fue directa a Nadine para
atacar, al dar el tajo con el mandoble, su rival la bloqueó con la guadaña y
cortó la hoja con la otra espada para acabar empujándola de una patada y
devolverla a la entrada.
—Una
bonita espada bendita. —Launa la miró enfadada pero Nadine la ignoró. —Es útil
si una sabe manejarla.
—Deberías
luchar más y hablar menos. —Dijo mientras Launa se levantaba.
Launa
creó dos espadas de sangre, corrió hacia ella para dar un tajo doble y Nadine
le arrojó la guadaña, Launa esquivó y atacó pero no hubo nadie.
—No
eres una de nosotros. —Susurró Nadine.
Atacó
de lado a Launa, ella la esquivó y volvió a la entrada.
—Has
estado muy cerca, lo reconozco. —Nadine la ignoró y Eliana entonces empezó a
sentir un fuerte dolor en tres dedos de la mano izquierda, los cuales cayeron
uno a uno cortados. —¡Mierda!
—He
estado donde quería.
Nadine
se abalanzó sobre ella a gran velocidad, Launa esquivaba a duras penas hasta que
una mano sangrienta la atrapó.
—Disfruta
de tus últimos momentos de vida. —Nadine clavó la espada en el suelo mientras
la mano apretaba intentando aplastar a Launa.
—¡Nos
prometió… la extinción de la vida…! —Launa empezó a rodearse de una niebla negra
mientras la mano le hacia crujir sus huesos. —La Madre de todos… los Lostians…
¡Despertando!
—No
vivirás para eso.
—Tú…
si que no vivirás.
La
mano la aplastó totalmente acompañado de un fuerte crujido de huesos y ya no
hubo esfuerzos ni lucha. Entonces la mano estalló en sangre pulverizada y de
ella surgió una Launa distinta, transformada,, con orejas puntiagudas, alas demoniacas negras en la
espalda y un par de cuernos sobresaliendo de la frente, cuernos blancos y
pulidos, alargados y curvados en forma de cabra, su piel era roja con motas y
manchas negras, sus ojos eran de un rojo sangre intenso con pupilas alargadas y
finas, y las uñas de sus dedos eran largas y afiladas, su ropa estaba rasgada y
derritiéndose, y a su vez, mostraba una oscura sonrisa con colmillos de oreja a
oreja.
—¡Ahora
soy más poderosa que tú! —Su voz y su risa se volvieron un eco en la mansión.
—Sólo
eres basura y vergüenza. —Nadine cogió la espada.
Launa
se enfadó, levitó y se abalanzó contra ella, varias manos sangrientas
intentaron atraparla pero ella las atravesaba, la golpeó pero Nadine esquivó
con gracia y agilidad todos los ataques hasta patearla y lanzarla fuera de la
mansión.
—Vergüenza
de transformación para una supuesta Undragun. —Entonces se dio cuenta que Launa
le había hecho un corte en la mejilla derecha. —Ni me impresionas.
—Aún
me queda mucho por enseñarte, señora de los Undragun. —Launa se crujió los
huesos del cuello y miró con una sonrisa a Nadine.
—Vuelve
cuando seas capaz de hacerme algo más que arañazos.
—¡Insolente!
Launa
se lanzó hacia ella y la atrapó agarrando del cuello.
—Que
ser tan… lamentable.
—¡¿Ahora
qué?! ¡Débil! —Le apretó con más fuerza el cuello. —Debí ser la cabeza de los
Undragun hace siglos, y sin embargo, se me negó ¡Se me negó! Por no ser fuerte pero
mírame ¡Mírame ahora!
Nadine
empezó a reírse sin control sin que Launa lo entendiese.
—¿Te
hace gracia morir? —Nadine la miró sin dejar de sonreír. —¿Qué?
—Ahora
entiendo… todo, no explicaré la obviedad de… uggh… cómo es normal.
—Te
tengo donde quiero y apunto de matarte ¿Y crees que no puedo reclamar lo que es
mío?
—En
realidad, bueno… te tengo donde quiero
yo.
—¿Qué?
Un
virote se clavó en la columna de Launa, soltando a Nadine, quien la pateó lejos
y la volvió a sacar de la casa.
—¡No…
joder!
Dos
manos gigantes se echaron encima de Launa y le rompió las alas.
—Los
débiles no pueden ser Undragun, y mucho menos liderar el clan.
—¡Siempre
fui digna!
Se
quitó el virote entre gritos de dolor y regeneró las alas y los dedos cortados
mientras una aura negra la rodeaba.
—¡Y
siempre seré inmortal! —Nadine soltó una carcajada al oírla y suspiró.
—El
mayor error de un Undragun es pensar que es inmortal.
—No
me extraña que no muestres la verdadera forma que tenemos todos los Undragun,
una forma bella que lleva a la grandeza. —Nadine negó con la cabeza al oírla y
suspiró. —No eres digna del lugar en el que estás sentada.
—Me
he cansado ya de esta conversación.
Nadine
se crujió los hombros y Launa creó una espada bastarda de sangre pero
diferente, de color negra.
—Yo
también, es hora de reclamar lo que es mío, la Luz y la Familia.
Ambas
se abalanzaron y chocaron sus espadas a gran velocidad, dejando chispas blancas
y negras y un fogonazo brillante. Lucharon dando tajos hasta que Launa dio un
tajo hacia arriba y un virote del cielo fue cortado en dos y las espadas
volvieron a chocar mientras Erika caía dando una voltereta.
—Déjame
ayudarte, Nadine.
—¿Una
monja? Que ser tan patético.
Batió
sus alas emitiendo un gran viento ennegrecido y Nadine resistió el embate pero Erika
cayó inconsciente.
—Un
problema menos. —Launa reía diabólicamente.
Nadine
dio un tajo, haciendo que Launa volase hacia atrás y se lanzó hacia ella
saltando y chocando sus espadas hasta que ambas se rompieron y cortó su torso
en diagonal, cayendo ambas de pie pero Launa malherida y después ambas hojas
clavándose en el suelo.
—Esto
no es… ¡Nada! —La herida empezó a sanar. —La gran Madre despertará y sin tu
espada no podrás detener el destino.
—No
necesito la mía.
Launa
empezó a crear otra espada negra hasta que percibió algo muy intenso, salió
volando asustada y hubo otro corte en su ojo derecho.
—¡No…!
—Tu
primera transformación, y azul, bien hecho hija.
—¿Qué?
Nadine
cogió la hoja del suelo, sangrando y quemando su mano intensamente, y la lanzó girando
a gran velocidad hacia Launa, cortando sus alas al pasar y en un instante alguien
similar a ella la impactó atravesándola con una espada y chocó contra el suelo.
—Tú…
no…
Era
Lilith transformada, similar a Launa pero de piel azulada con motas rojas y
manchas negras, cabello blanco plateado, ambos ojos rojos, alas demoniacas rojas y cuernos negros curvados
hacia arriba y atrás, sin vestir su chaqueta de cuero y con los pantalones y la
camiseta derritiéndose.
—Tú
sí abrazas… tu orgullo…
Lilith
atravesó el pecho de Launa con una mano y una niebla negra la rodeaba hasta que
la propia Launa dejó de respirar. Sacó la mano con el corazón aún latiendo
entre sus dedos y lo dejó caer, se alejó y recuperó su forma lentamente.
—¿Estás
bien? —Preguntó preocupada Nadine.
—Cansada,
mamá ¿Tú…?
Nadine
abrazó a Lilith y ella se desmayó en sus brazos.