Keiji estaba sentado en el interior de un jet privado que
volaba, mirando por la ventana y reflexionando. Iba vestido con traje negro,
camisa negra y botines, además de su cabello rubio trenzado.
—Disculpe, la señorita Anabel no será su azafata. —Keiji
se giró y vio a un chico joven de su edad. —Estaré yo para sustituirla, me
llamo Alex.
—Vaya, entonces estoy en muy buenas manos, llámame Kei.
—Sonrió y el chico se sonrojó. —Confío en ti.
—P-por supuesto ¿Desea que le sirva algo?
—Me gustaría un café, con leche de almendras, sin
endulzar, algo sencillo y dulce. —Keiji le hizo un guiño y el chico asintió feliz.
—Es bastante guapo.
—Señor Himura. —Nora se sentó frente a él mirando el
móvil . —Después de una semana he conseguido lo que necesitaba.
—Bien. —Miró el móvil y sonrió. —Es turbio que
escondiesen efectos secundarios de medicamentos para la depresión y para la
menopausia.
—No podremos aceptar un acuerdo con ellos. —Nora
sonrió y Keiji miró de nuevo por la ventana complacido. —El comité de ética no
lo aceptaría.
—Voy a tomar el desayuno. —Keiji se levantó y se quitó
la chaqueta. —Nos vemos más tarde.
Fue a la barra donde el azafato iba a rellenar la taza
con una jarra de metal llena de leche. Keiji le ayudó cogiendo su mano mientras
se miraban a los ojos.
—Se te da muy bien, Alex. —Dijo Keiji en un tono
relajado, haciendo que se sonrojase. —Con cuidado, se va a desbordar.
—Gracias… Señor… Kei…
—Voy a cambiarme y necesitaría algo de ayuda con la
ropa. —Keiji caminó hasta el baño. —Si quieres, Alex.
Alex sonrió avergonzado y le siguió, haciendo que
Keiji se desabrochara un botón de la camisa antes de abrir la puerta.
Mientras África dormía desnuda plácidamente en la cama
durante la madrugada, abrazada a Axel quien estaba también desnudo y rodeados
de juguetes, ella con un collar de cuero y orejas de gata y él con la correa en
la mano unida al collar.
Soñaba de nuevo estar en el instituto, siendo joven y
socializando como un chico. Se encontraba en una clase rodeada de chicos, quienes
le tocaban de forma cruel e indecente, rompiéndole su polo blanco.
—¡Dejadme, joder! —África gritaba y entonces la
tumbaron bocabajo sobre una mesa y le bajaron los pantalones y la ropa interior.
—No quiero estar aquí… tengo miedo… porfavor… soltadme…
—Me dijo que era una chica. —Escuchó la voz de Javier.
—Así que vamos a tratar a Adrien como una más ¿Os parece?
—Basta… porfavor…
Sintió entonces que se ahogaba, sintió que no podía
ver y a la vez su cuerpo estaba empapado y helado por el agua pero también un
calor extraño en su pecho y el aliento de alguien en su frente.
—Estás a salvo, Adrien. —Los susurros de Keiji
resonaron en su cabeza mientras notaba como la abrazaba. —Agárrate a mí ¿Vale? Alguien
vendrá y nos sacará.
Miró entonces y apenas vio el rostro de Keiji siendo
más joven, con el cabello oscuro, largo, suelto y mojado, con una camisa blanca
empapada y aún sintiendo su pecho.
—Kei…
—Me debes estar odiando mucho. —Sintió como le
abrazaba con más fuerza y ella le correspondió agarrándose a su espalda. —Pero
no puedo dejar de quererte… no te voy a soltar.
Despertó entre jadeos y tocada por la luz del sol. Su
habitación era pequeña con una cama de matrimonio en el centro, una mesita de
noche, una ventana y una estantería con libros y juegos, las paredes y el techo
eran blancos, el suelo de mármol blanco y había una lámpara ventilador en el
techo.
—Axel… huele a café.
Se levantó mientras los cascabeles de las orejas
sonaban y arrastraba la correa por el suelo.
Salió a un pasillo y de él al salón, del mismo suelo,
paredes de gotelé y techo blanco, una lámpara sencilla, sofá con mesa de madera
mirando hacia una televisión, escritorio con torre, monitor, teclado, un
estante de juegos, una ventana al balcón dando al mar y por último el pasillo
con otra puerta, podía ver la cocina que estaba unida al salón.
—Kei…
Vio entonces a Keiji tumbado sobre el sofá, durmiendo,
con su camisa negra abierta y su cabello suelto, además de una taza vacía de
café en la mesa.
Se acercó a él, se colocó encima suya y le miró el
rostro mientras le acariciaba el pecho con ambas manos.
—África… estás muy guapa… —Keiji habló en sueños y
África se vio sorprendida.
—Ese sueño era real, estuviste ahí, en mi instituto. —Se
tocó el pecho y le miró entristecida mientras se sentaba sobre él. —¿Por qué? ¿Acaso
realmente te importaba después de todo? Espera… entonces… él también…
—Me estás… aplastando un testículo…
Keiji se retorció de dolor y África se intentó
levantar pero acabó tumbada sobre él. Ambos se miraron sonrojados por la
escena.
—Buenos… ¿Días? —África tragó saliva al hablar y Keiji
sonrió al verla.
—Buenos días. —Cogió la correa de África y la enrolló
en la mano. —Así que mi mascota ha decidido despertarme.
—¿Qué? No… esto… —África se quitó las orejas y el
collar. —Me lo puse para Axel anoche.
—Ah, espero que lo pasarais bien. —Ambos sonrieron y
África le besó.
—Te he echado de menos, Kei. —Veía como se
desenrollaba la correa y entonces notó la otra mano bajando por la columna.
—¿Qué estabas murmurando antes? —África se sorprendió
y se mantuvo en silencio. —¿Estás enfadada por no tumbarme contigo al llegar? ¿O
por colarme usando las llaves que me diste?
—¿Al… alguna vez te has sentido enamorado y…? En fin,
sabes que es inalcanzable esa persona pero estás pillado por él o ella. —Keiji
soltó una carcajada y ella suspiró. —Estoy preguntando en serio.
—Una vez. —Acarició las mejillas de África con una
sonrisa. —Pero ella siempre fue alcanzable, sólo hacía falta paciencia y tiempo
¿Y tú?
—Bueno… aparte de ti… —Le cogió la mano y la apartó.
—Supongo que de demasiada gente, quizás es… que idealizaba demasiado las cosas.
—¿Estás bien? —África se levantó pero Keiji se lo
impidió, haciendo que se sentase sobre él.
—No, no estoy bien Kei. —África miró al suelo y se
arañó los muslos. —Cuando iba al instituto… me enamoré de un chico.
—¿Javier? —África asintió y Keiji se quitó la camisa
para ponérsela a ella por encima. —No tienes que hablar de ello si no quieres,
África.
—Pero quiero, Kei. —Se arropó con fuerza mientras él
la abrazaba. —Conocía a Javier, de hecho estaba enamorada de él pero… creo que
intentaba sustituirte.
Keiji le agarró de las manos con fuerza y suspiró en
la nuca.
—Hicimos cosas en secreto pero no era igual y él… en
fin. —África se levantó y se sentó al lado de Keiji. —Cuando le dije que era
una chica, la cosa fue a peor, apenas lo recuerdo pero… sé que hubo abusos,
humillaciones, insultos… demasiado acoso.
—África, nada de lo que ocurrió fue tu culpa. —África
miró a otro lado triste y molesta.
—No dejo de soñar con la piscina de mi instituto, con
Javier… contigo. —Keiji se sorprendió y África le miró. —Recuerdo que un día
fui a clase y al siguiente acabé en el hospital, y no sólo eso, siendo
expulsado Javier.
—Deberías olvidarlo, África. —Ella se levantó molesta.
—Es por tu bien.
—¡No quiero olvidarlo! —Exclamó enfadada. —Quiero
saber la verdad.
—Hay cosas que es mejor no saber. —Keiji se levantó e
intentó abrazarla pero ella le empujó.
—Lo que tú digas, Kei. —África se marchó molesta al
dormitorio.
—Lo siento… no debí decirle eso. —Escuchó vibrar el
móvil de su pantalón y lo cogió. —Dime, James.
—Pues estoy trabajando y quería decirle que Nora está
usando su coche. —James habló preocupado. —Y teniendo en cuenta que… África
tenía su reunión de antiguos alumnos…
—Mierda… —Keiji se llevó una mano a la cara y suspiró.
—Se me pasó.
—He pensado que Axel podría llevarla. —James carraspeó
y se mantuvo en silencio. —Si usted…
—Seguramente ya tenga planeado eso, ahora mismo ella no
quiere saber nada de mí. —Keiji caminó a la cocina. —Trae uno de los coches de
empresa y recógeme, y tráeme una camisa, negra si es posible.
—Enseguida, señor Himura.
Mientras África se encontraba en el baño. Una
habitación pequeña de azulejos blancos, suelo de azulejos negros y techo blanco
pintado, un lavabo con armario, un espejo, una ducha sencilla y un retrete.
—Nora, necesito hablar contigo. —África se sentó en el
retrete.
—¿África? ¿Qué ocurre? —Nora preguntó mientras se oía
de fondo la risa de varias chicas. —Espera ¡Chicas, estoy por teléfono!
—¿Conoces a un tal Javier? El del incidente. —Nora
suspiró. —Si sabes a quien me refiero, entonces quiero que me lleves a su casa.
—África, no sé que plan…
—¡Porfavor! —África la interrumpió. —Debo interrogarle,
Kei… hay algo que no quiere decirme.
—Yo… está bien. —África suspiró feliz. —Pero voy a
acompañarte.
—Pero…
—África, sin peros. —Nora la interrumpió bruscamente.
—Me juego mi trabajo y mi relación con el señor Himura.
—Está bien… si no queda otra, ven esta tarde entonces.
—Era lo que tenía pensado porque tengo toda la mañana
ocupada.
—Debe ser una reunión complicada e intensa. —África soltó
una carcajada.
—Sí… una reunión, te dejo.
Mientras Keiji estaba en la parte de atrás de un Mercedes
negro clase C, con una camisa negra y una chaqueta negra, y con su trenza hecha.
—¿Sabe que está haciendo Nora? Parecía muy interesada
en usar su coche en vez del de ella.
—Comer y ver una película con la policula de una amiga.
—Keiji miró por la ventana y después miró el móvil. —Algo relacionado con
látex.
—Entiendo, señor Himura.
—Hablando del rey de Roma. —Keiji sonrió al ver que
Nora le estaba llamando. —Nora, dime.
—Señor Himura, debo informarle de algo. —Su voz era
tranquila pero él estaba entonces serio. —¿Se acuerda de Javier?
—Sí, por desgracia.
—Bien, la señorita Hierro Blanc desea hablar con él. —Keiji
apretó el móvil con fuerza. —Voy a acompañarla para protegerla.
—Ni se te ocurra.
—Señor Himura, si pretende tratar mal a la señorita
Hierro Blanc, entonces no me quedaré de brazos cruzados. —Keiji se mantuvo en
silencio sin poder responderle. —Puede despedirme si quiere pero sabe que ella
hará cualquier locura si le esconde cosas, tan sólo pretendo mantenerla a salvo
e informarle, señor Himura… ¿Señor Himura?
—Entiendo… —Él suspiró molesto. —Sí, infórmame de la
hora y acompáñala en todo momento.
—Entendido, señor Himura.
Keiji colgó y miró por la ventana.
—Aún está a tiempo de contárselo. —Keiji se cruzó de
brazos.
—No… no sabría por donde empezar.
Pasaron varias horas y África salía de su apartamento
llevando un vestido negro corto, bolso de cuero, y tacones negros, además del
cabello muy corto, maquillada con sombra de ojos y pintalabios negro.
Frente a ella estaba Nora, vistiendo traje negro,
camisa blanca, corbata negra y guantes de cuero. Estaba sentada sobre el capó
del Masserati de Keiji.
—¿Lista? —Preguntó Nora abriendo la puerta de atrás.
—Sí… eso creo.
África entró y Nora cerró con fuerza, se subió al
asiento del conductor y arrancó el coche.
Estuvieron un rato en silencio mientras circulaban por
la autovía, África miró su móvil y suspiró.
—Es el mismo sitio… —Murmuró África.
—¿Ocurre algo, África? —Nora miró hacia atrás de
reojo.
—Nada, es sólo que no ha cambiado de casa después de
todo. —África vio el rostro de disgusto en Nora. —Sé que no te gusta esto.
—No es eso. —Nora desaceleró y África vio como
apretaba con fuerza el volante. —¿Sabes por qué sigo al señor Himura?
—No… lo sé, no tengo ni idea.
—El señor Himura me salvó, hizo mucho por mí, me… sacó
de muchas cosas. —Nora empezó a relajarse y miró a África por un segundo. —No
es algo que vaya a contarte pero debería estar aquí y no yo.
—Sí… debería. —África se entristeció y entrelazó los
dedos. —Pero puedo hacer esto sin él.
—No es cuestión de lo que puedas o no, África. —Empezó
a circular por una urbanización. —Es cuestión de que tus novios deberían estar
aquí y apoyarte.
Pararon frente a un chalet blanco con grandes
ventanales y con muros exteriores de ladrillo, puerta grande para el garaje y
puerta pequeña de metal.
Nora salió primero y le abrió la puerta a África, quien
salió después.
—¿Lista? —Preguntó Nora cogiéndole de la mano.
—No mucho. —África tocó el timbre y Nora la soltó. —Pero
es lo que hay.
África sintió terror en su corazón, sintió que
necesitaba a Keiji en ese momento, su calor y su tacto rodeándola, su sonrisa y
su mirada para sentirse segura y a salvo, sin embargo, no podía, necesitaba
saber la verdad, si no era de él entonces será de la persona que odiaba.
—¿Sí? —La voz de Javier la hizo asustarse y tragó
saliva.
—S-soy la novia de Keiji Himura, África, me gustaría
que saliera ahora mismo. —No hubo respuesta durante unos segundos y suspiró.
—Sé que conociste a Adrien, a mi hermano.
—¿Adrien tenía una hermana? —África recibió un mensaje
de Nora por Telegram y ella le hizo un gesto para mantenerse en silencio. —Pues…
tenéis una voz parecida.
—¿Puede salir o no? —Preguntó Nora enfadada.
—Sí, ya voy, joder.
Se oyó colgar el telefonillo y Nora se cruzó de
brazos.
—¿Hermano? —Preguntó molesta.
—Es la única forma de evitar que sospeche. —Se arañó
los muslos asustada y preocupada.
Pasaron varios segundos hasta que oyeron los pasos de
alguien, y la puerta se abrió. Era Javier, vestido con bata de ducha y
zapatillas además del pelo recién mojado.
—Sí que eres la hermana de Adrien. —Miró a África de
arriba abajo. —Aunque nunca mencionó a ninguna hermana.
—¿Algún otro comentario estúpido que soltar? —Preguntó
Nora enfadada.
—No, ninguno que se me ocurra. —África se cruzó de
brazos y miró molesta a Javier. —¿Y qué tal está?
—Muerto. —Javier se asustó y se enmudeció. —Quiero
saber qué le hiciste durante el…
—Pasa. —Javier le ofreció entrar y África aceptó, Nora
también pero él se lo impidió. —Ella sola.
—Nora también viene.
—Si quieres hablar, será sola. —África dudó pero Nora
asintió.
—Hazle algo y no será el señor Himura quien te haga llorar.
Javier cerró la puerta con fuerza y llevó a África al
interior.
—¿Y que le ocurrió al pobre de Adrien?
—Se suicidó. —África rebuscó en su bolso y le dio una
carta.
—Vaya… lo siento entonces. —Abrió la carta y se
sorprendió. —Es… su letra.
—Quiero saber que ocurrió hace años en la piscina.
—Sí… claro… pasa.
África y Javier entraron juntos por la entrada
principal.
—Adrien me confesó que le gustaba. —África arqueó una
ceja al oírle mientras llegaban al salón. —Y yo le rechacé así que él se tiró,
quizás por desesperación.
—¿Estás seguro de eso? —Javier se fue a la cocina ante
la atónita mirada de África. —Es increíble…
—Bebe. —Javier volvió con un vaso de agua.
—¡Respóndeme ahora! —África se enfadó y él miró al
sofá.
—Siéntate y bebe si quieres que hablemos. —África dudó
por un segundo y él señaló a la puerta. —O puedes largarte y preguntarle a tu
novio.
—Vale… vale. —África bebió de un trago y se sentó. —Ahora
quiero que me cuentes todo.
—Claro. —Javier se sentó a su lado. —Tu novio fue
quién intentó matarlo y me culpó de aquello, supongo que su familia le odiaría
si hubieran sabido que era un maricón, el miedo de siempre.
—Eso no fue lo que ocurrió. —África habló enfadada.
—¿Y qué crees que ocurrió? —Javier sonrió.
—Intentabas matar a mi hermano, abusaste de él, lo arrojaste
a la piscina y huiste.
—Es una teoría interesante. —Javier se cruzó de brazos.
—¿Te contó cómo Keiji Himura casi me mata?
—Keiji no haría eso. —África se sintió acalorada y se tumbó.
—No me siento bien…
—Claro, porque tú lo sabes bien ¿Cierto, Adrien?
—Javier se tumbó sobre África y sonrió. —Tu voz, tu letra, tu aspecto ¿De
verdad esperabas colármela con ese disfraz, travelo?
—Soy una chica y me llamo África… —África empezó a
sudar y su rostro a enrojecerse. —¿Qué me… has dado?
—Un afrodisíaco. —Javier puso una mano en el cuello de
ella. —Pienso robarle su mayor posesión a esa chino maricón.
—No soy una posesión. —África intentó quitarle la mano
mientras le desafiaba con la mirada pero él apretó con fuerza.
—Lo eres, no es difícil ver cómo él te trata, su
perrita, su putita. —Javier notó cómo de dura estaba la entrepierna de África. —¿Te
pone cachondo que te posea ese capullo o que te someta cualquiera? Mírate, si
es que te encanta ser inferior.
África le propinó un rodillazo en la entrepierna y se
zafó de él. Gateó intentando llegar a la puerta principal pero su cuerpo se rindió.
Sentía ganas de llorar, sentía miedo y sólo podía pensar en volver a ver a
Keiji. Entonces la puerta se abrió y entró Nora.
—Porfavor… Nora… —Alexa se sentó de rodillas intentado
recuperar el aire y vio las piernas de Keiji, levantó la mirada y la miró serio.
—Ven aquí putita. —Javier se acercó y vio a Keiji. —Anda,
me has pillado ocupado con tu zorra travesti.
—¿Estás bien, África? —Keiji ignoró a Javier y ella
negó con la cabeza mientras empezaba a llorar. —Vamos a casa.
—¿No vas a pegarme cómo la última vez, chino maricón?
—Javier se acercó a él pero Nora le dio un puñetazo y lo tumbó. —Joder…
—Lo siento, señor Himura. —Keiji ignoró a Nora y cogió
en brazos a África, quién se agarró a él asustada.
—Me decepciona que no le hayas pegado más fuerte.
—Nora sonrió al oírle y vio cómo se marchaba.
Llegaron a la calle los tres y Javier les siguió y
empezó a reírse mientras se tapaba la nariz evitando caer más sangre.
—¿Qué te parece tan divertido? —Preguntó Keiji
enfadado.
—Que es irónico que crea que soy el malo cuando eres
el obsesionado por el control. —Nora fue a golpearle de nuevo pero Keiji se lo
impidió con la mirada. —Tú… siempre le has hecho creer que importa y ahora no
haces más que controlar su absurda existencia, es tu putita.
—Lo que tú digas. —Keiji le hizo un gesto a Nora para
que subiera al coche y ella cogió a África para meterla en los asientos de
pasajero.
—¡Chino de los huevos…! —Gritó enfadado y Keiji sacó
el móvil de la chaqueta, pulsó la pantalla varias veces y lo guardó de nuevo. —¡¿Qué haces?!
—La transferencia para la cirugía, cómo compensación.
—Subió al coche y Javier caminó hacia él. —Llévanos a mi casa.
El coche arrancó dejándolo atrás. Nora miró a Keiji a
través del espejo retrovisor, quien estuvo con el teléfono, y a África jadear encendida
y sudar
—A… Afrodisiaco… —Susurró Alexa.
—Lo sé. —Keiji guardó el teléfono e hizo tumbarse a
África, apoyando la cabeza en las piernas y él miró por la ventana. —No se
puede tratar, hay que esperar a que pasen los efectos.
—Lo… lo siento… —África se agarró a la chaqueta de Keiji
pero él no se inmutó. —Te… decepcioné…
—No, no me has decepcionado. —Keiji acarició el rostro
de África cómo si fuera una mascota. —Soy yo quien te ha decepcionado.
—No… debí confiar en ti… eres mi amo… —África se
regodeó con la mano de Keiji. —Te he fallado…
—Shhh, tranquila. —Keiji cerró los ojos y suspiró. —Relájate
e intenta no pensar, estarás bien
Pasó media hora hasta que pararon frente a su
apartamento. Keiji entró en el apartamento, intentó llegar al dormitorio y la
tumbó en la cama.
—Quédate aquí y duerme.
—¡Lo siento…! —Gritó y vio a Keiji intentar marcharse.
—Porfavor… escúchame… quédate…
—No puedo. —Keiji la miró molesto. —Esta no eres tú,
si te hago algo… sería una violación.
—Amo… soy yo… —África se levantó y se acercó
torpemente a él. —Te lo suplico… castígame… sé que estás enfadado…
—No… —Suspiró molesto y la miró, viendo que jadeaba y
sudaba. —Necesito resistir.
África se arrodilló, miró jadeando y suplicando a
Keiji, y él la agarró con fuerza de la mandíbula.
—Voy a cruzar una línea que no debería. —Miró molesto
a África y la agarró del cuello. —Espera aquí de pie.
África se levantó mientras le veía marcharse,
sintiendo su mente nublada y su piel erizada, sus sentidos a flor de piel e
impaciente por el retorno de Keiji.
Él volvió con una copa de vino tinto y esposas, bebió
el vino de un trago, dejó caer la copa y besó a África para dárselo. África
tragó, dejando caer una gota por sus comisuras y se agarraba fuerte a la camisa
de él. Se separaron y África miró a Keiji jadeando.
—Demasiado rudo… —Habló mientras él le lamía la gota
de saliva.
Esposó las muñecas de África, tiró de su vestido y lo
rompió para acabar tirándola sobre la cama.
Keiji disfrutó viendo el cuerpo semidesnudo de África,
su figura blanquecina de porcelana, piel suave y sedosa con gotas de sudor, su
vestido rasgado ocultando sus senos y sus bragas blancas con lazo rosa. Se
arrodilló y le quitó los tacones.
—¿Sabes por qué te castigo? —Preguntó Keiji mientras
se quitaba la chaqueta. —Por hacer que me preocupe.
—Lo siento… amo… —África habló avergonzada viendo cómo
él dejaba caer la chaqueta. —Lo siento mucho… debí haber confiado en usted…
—Te pusiste en peligro. —Keiji habló enfadado y se
quitó el cinturón.
África se puso a cuatro, inclinando el culo hacia
arriba.
—Porfavor…
Keiji le dio un azote en la nalga derecha, lo que hizo
que África gritase de placer.
—En silencio. —Ordenó Keiji y le acarició la nalga
izquierda con el cinturón, a lo que ella asintió mientras se estremecía.
Volvió a azotarla pero no hubo gemidos o gritos, África
tan sólo se agarró a las sabanas y las mordió. Keiji no paró de azotarla y
jugar con su miedo durante diez minutos hasta que sus nalgas quedaron
amoratadas.
—Ya tiene el color perfecto. —Keiji vio a África
temblar y sonrió.
—Más… porfavor… —África apenas pudo mantenerse y se
tumbó de lado.
Keiji se desabrochó la camisa y cogió un bote de
lubricante del cajón.
—A cuatro, ahora. —Ordenó Keiji y África obedeció.
—Deseas sentir mi boca ahí.
—Sí… porfavor… quiero… —África asintió entre jadeos y
escuchó caerse el bote.
Entonces notó un frío fluido bajando entre las nalgas
hasta llegar al ano, una de las manos de Keiji en las esposas y el aliento en
su oreja derecha.
—No, esto es un castigo y te has portado mal. —Keiji
introdujo un dedo por debajo de las bragas y ella se contuvo. —Odio que tu
cuerpo aún tenga algo del olor de esa casa, de ese ser tan…
—Yo también amo… sólo quiero el olor de Axel y el
tuyo… —África le interrumpió y él sonrió. —Siempre has estado cuidándome y
salvándome… y yo… sólo te causo problemas…
—Buena chica. —Keiji le besó la mejilla e introdujo
otro dedo. —Pero el castigo es el castigo.
—Amo… úseme… dios… —África se rindió y apoyó la cabeza
en la cama sin dejar de levantar el culo. —Úseme hasta saciarse…
—Así me gusta.
África notó como los dedos presionaban en su próstata y
se movían en círculos.
—¡Amo! —Gimió África mientras se agarraba a las
sabanas. —¡No…!
El pene de África empezó a correrse dentro de las
bragas y éstas dejaron caer gotas sobre la cama.
—Lo siento amo… —África jadeaba y babeaba a la vez que
Keiji le quitaba los dedos y las bragas.
—No pienses que la noche ha terminado. —Keiji se levantó
y se quitó el resto de la ropa, mostrando su miembro erecto. —En el fondo
deseas sentirme dentro de ti.
África asintió y Keiji se acercó a ella, la agarró de
sus cabellos y la hizo sentarse de rodillas, notando el duro miembro de él en
sus nalgas, y su pecho y abdomen en la espalda. Sintió los jadeos de su amo en
la nuca y una mano apretar alrededor de su cuello.
—Dilo… di que deseas… —Susurró en su oreja.
—A ti… Kei… te deseo dentro de mí… —Keiji sonrió y
apretó con fuerza. —Quiero… sentir… quiero sentirte dentro… viniéndote y
llenándome.
—¿Y tus modales? —Susurró, bajó la mano mientras
acariciaba su piel hasta llegar al pene y África empezó a estremecerse.
—Por… —Keiji introdujo un dedo en cada canal inguinal
y África empezó a babear. —¡Amo Kei!
—No es eso, no es tan difícil, vamos. —África temblaba
y jadeaba sin poder hablar. —¿Dónde está tu educación?
—¡A-amo…! A-amo… no… —Keiji acercó su boca al cuello
de ella y succionó con fuerza. —¡No ahí…! Me… voy a correr… otra vez… ¡Amo!
El miembro de África empezó a palpitar y salió
disparatado un chorro de fluido transparente. Su cuerpo tembló sin control,
babeó y sintió como Keiji subió la mano hasta su mandíbula.
—No has pedido permiso y tampoco has sido capaz de
pedir adecuadamente que te folle. —Keiji la miró seria y ella sonrió. —¿Qué te
parece tan gracioso?
—Nada… sólo que… —África miró a Keiji de reojo. —… eres
demasiado blando… y mucho teatro…
—¿No te cansas de pagar con las consecuencias?
Keiji la hizo levantarse y la llevó en brazos hasta el
baño, la puso de pie en la bañera y encendió la alcachofa, empapando a África.
—Siempre aprendiendo por las malas. —Keiji la agarró
de los muslos por detrás y la levantó, haciendo que ella apoyase las manos
esposadas a la pared. —A esto me llevas, a ser duro contigo.
—Siempre me ha… gustado así… Kei… —África tragó saliva
y Keiji sonrió.
La sentó poco a poco sobre su miembro erecto y ella apretó
los puños mientras se contenía de gemir.
—Kei… Kei… —África jadeaba con fuerza y gemía.
—¿Sientes cómo presiona tu próstata? —Susurró y ella asintió.
Keiji fue despacio levantándola y volviéndola a sentar.
—¿Sientes cómo no puedes controlar tu cuerpo? —África cerró
los ojos al no poder pensar bien. —Controlo tu placer, tus sentidos, soy quien llena
tu mente, tu cuerpo, con mi esencia, mi ser, quien hace que gimas mi nombre cada
noche.
—Kei… por favor… —Gimió África entre arremetidas.
—¿Por favor? —Keiji susurró y África se avergonzó.
—Kei… porfavor… fóllame fuerte…
Keiji fue más rápido, golpeando su cuerpo con el de ella,
haciendo temblar las piernas de África.
—¡Kei…! ¡Kei…!
Sintió cómo presionaba la próstata con fuerza en cada arremetida,
sentía el lado salvaje de su amo, sentía su poder, la excitaba y hacía que apenas
pudiera pensar.
—¡Me… corro, Kei! —Notó cómo su pene palpitaba y empezó
a correrse con fuerza contra las baldosas del baño. —Kei…
—No puedo más… ¡A… África!
África sintió cómo la presionó contra su cuerpo y las palpitaciones
del pene de Keiji, liberando éste su fluido con fuerza dentro de ella, haciendo
presión junto al miembro, notando la calidez y el espesor, y cómo una gota caía
desde su ano por el perineo.
—Kei… —Jadeó África con una sonrisa. —Quiero más…
—Yo también… —Keiji sonrió y se refugió en la espalda de
ella. —Tenemos toda la noche…