A la mañana siguiente Luna despertó bocabajo y
desnuda en la cama. Su espalda estaba marcada con mordiscos y chupetones, su
cuello igual además de la marca del collar, y sus nalgas con marcas de la
fusta.
—Madre… mía… —Luna sonrió y se estiró. —Me duele
todo.
Se dio la vuelta para tumbarse de lado y vio a Kenji
tumbado bocarriba, dormido con el pelo suelto y desnudo. Ella se sonrojó y dudó
si tocarle el pelo.
—Es imposible que sea así de mono… —Acercó su mano y
le acarició el cabello. —Que suave…
Bajó la mano y le acarició la mejilla y la nariz con
el pulgar.
—Luna…
Le cogió la mano sin previo aviso y se tumbó de
lado.
—D-dime… —Preguntó Luna nerviosa. —¿Está dormido?
—Siéntate en mi cara…
—¡Pervertido! —Gritó Luna molesta y ruborizada, y le
dio una patada en el pecho, echándole de la cama. —¡Imbécil!
—¡¿Qué demonios te pasa?! —Kenji se levantó del
suelo y vio a Luna marcharse. —Maldita chihuahua…
Luna cerró la puerta con fuerza y su respiración se
aceleró.
—Demonio… —Susurró Luna y el timbre sonó. —¡Abro yo!
Luna bajó, vio la ropa en el suelo y suspiró
avergonzada.
—Mi camisa… era mi favorita, maldito demonio
rompecamisetas. —Luna se puso los boxers de Kenji y su camisa. —¡Voy!
Luna fue hacia la puerta de la entrada y la abrió.
Ante ella había un joven y miró sorprendido a Luna. Tenía veintisiete años, piel
blanca, de la misma altura y forma física que Kenji, pelo castaño y largo en
forma de moño, ojos verdes, labios finos, sin barba. Vestía camiseta gris,
chaqueta de cuero marrón, vaqueros negros, cinturón de cuero, placa en el
cinturón y botas militares negras.
—Luna… —El joven se acercó a ella. —¿Qué haces aquí?
—Leo… yo…
—¿Estás asesorando a alguien?
—Em… es complicado. —Luna miró hacia atrás y salió
del apartamento. —Pero la persona que vive ahí me está ayudando.
—¿Un jefe de la yakuza? —Preguntó molesto. —¿Hablas
en serio?
Luna salió al pasillo, le miró a los ojos y asintió
en silencio.
—Siempre has… —Luna interrumpió a Leo abrazándole. —Luna,
no deberías estar con alguien tan peligroso, hace fraudes, intimida a la gente,
trafica con armas, y ha asesinado a dos hombres.
—Lo sé… yo… —Kenji abrió la puerta y vio a ambos,
Luna se giró sonrojada al verle desnudo y se enfadó. —¡Pero ponte algo!
—No. —Kenji miró de arriba hacia abajo a Leo y
después a Luna. —No hablo con policías.
—Genial pues yo sí hablo con criminales después de
esposarlos.
Kenji y Leo se miraron molestos.
—Kenji, Leo es amigo mío, es casi cómo un hermano
mayor. —Luna miró a Kenji y después a Leo. —Y Leo, Kenji es mi… amigo también,
no es necesario pelear.
—¡¿Por qué un jefe de la yakuza es tu amigo?!
—Porque ella me salvó la vida. —Kenji acarició la
cabeza de Luna e hizo un gesto a ambos. —Entrad a desayunar.
Ambos entraron y Kenji empezó a recoger la ropa del
suelo.
—Tardé una semana en hablarte porque recibí un
disparo… y le salvé. —Leo se sorprendió y Luna sonrió nerviosa. —Y ahora está…
protegiéndome de… de los Kelly.
—Un criminal con corazón.
Leo suspiró molesto y Kenji le miró serio sin
inmutarse.
—Se supone que los policías deberían ser los que la
protejan.
—¿Esperas que te aplauda y te dé una medalla, yakuza?
—No, espero saber que relación tenéis vosotros dos.
Kenji se marchó hacia la cocina ante la enfadada
mirada de Leo.
—Pues él…
Leo la interrumpió tocándole el hombro.
—Un amigo que la salvó de su familia.
Kenji volvió de la cocina y se hizo una coleta sin
expresar ninguna emoción.
—Sí, él me trajo a España, me ayudó a volver a
empezar a transicionar, y su familia me pagó la carrera de derecho, me
mantuvieron escondida de los Kelly. —Luna se apartó y miró a ambos. —Ambos… no
sabéis lo que hacéis realmente por mí, y yo…
—Y estás agradecida. —Kenji suspiró y miró a Leo. —Ahora
quiero saber que hace un policía en mi casa.
—Vengo a hacerte unas preguntas sobre un incidente
que ocurrió anoche.
—Puedo adivinarlo, me robaron el coche y lo usaron
para lo que sea.
Leo miró con desagrado a Kenji y apretó los puños.
—¿Pretendes que me trague esa mentira?
—¿Prefieres saber la verdad? —Kenji se acercó a él.
—Maté a dos hombres que habían secuestrado a Luna, hubo un tercero que llevé a
un médico privado, su hermano, al que tengo encerrado, esa es la verdad, ya
puedes usar esa grabación.
—¿Cómo…? —Leo sacó una minigrabadora de la chaqueta.
—Joder.
—Leo, no tienes que protegerme, haz lo que debas.
Luna se acercó a Leo y le cogió la mano.
—Quédatela. —Leo le dio la grabadora a Luna. —Debo…
irme.
Leo se marchó derrotado del apartamento y Kenji
suspiró molesto.
—Ve con él. —Luna se sorprendió con la reacción de
Kenji, miró a la puerta y salió corriendo dejando caer la grabadora. —No
debería enfadarme… maldición.
Luna salió al pasillo y vio a Leo yendo al ascensor.
—Espera un momento, por favor. —Leo se dio la vuelta
al oírla y ella le abrazó. —No quiero que te vayas así… no quiero que mi
hermano mayor se vaya así…
Leo dudó por unos instantes y la abrazó con cuidado.
—Se supone que soy cómo un hermano para ti.
—Sí… lo eres.
—Tu hermano debió estar ahí para protegerte, y en
vez de eso lo hizo un monstruo de la yakuza.
—Él no es un monstruo.
—Ya…
Susurró Luna refugiándose en el pecho de Leo.
—Leo… me iré a casa esta tarde y…
—Quieres que me quede contigo.
Leo la interrumpió, Luna levantó la cabeza y sonrió.
—Te iba a pedir que me acompañes pero si quieres ¿Una
noche de kebab y pelis?
—¿Y dormir juntos?
Leo le acarició las mejillas con las manos sin dejar
de mirarla embobado.
—Claro, los planes de siempre.
Luna sonrió después de hablar y Leo le besó en la
frente.
—Los planes de siempre…
—Sí, es lo que he dicho.
Leo puso las manos en la espalda y la acarició con
suavidad.
—Luna ¿Siempre me has visto así desde que nos
conocimos en la universidad? ¿Cómo nada más que… hermanos?
—Em… sí, tú mismo me dijiste eso cuando salí del
armario contigo, que soy cómo tu hermana pequeña.
Luna arqueó una ceja sin poder entenderle.
—Debería volver a comisaría, avísame por teléfono
para venir esta tarde.
Leo la soltó y se adentró en el ascensor ante la
sorpresa de Luna.
—No entiendo nada…
Luna hizo una mueca de desagrado, volvió al
apartamento y al entrar vio a Kenji llenando dos tazas de té en la mesa con una
tetera de porcelana.
—Quítate la ropa interior y mira hacia la puerta.
—Kenji ordenó y Luna arqueó una ceja. —Hazlo.
—Vale… —Luna dudó por un segundo y obedeció. —¿Qué
pasa?
—Las marcas aún están, voy a subir arriba.
Kenji se marchó al segundo piso y Luna suspiró.
—Ni sé si puedo ya darme la vuelta.
Pasaron unos minutos y escuchó los pasos de Kenji
cada vez más cerca.
—Oye si esto es… ah… —Luna emitió un dulce gemido al
notar la cálida mano de Kenji en sus nalgas extendiendo una crema. —Oye…
—Relájate, recta, no voy a dejar que esas marcas se
queden.
Luna se avergonzaba al sentir el control y el
cuidado de Kenji, de notar que extendía la crema con fuerza y suavidad a la vez
por su piel.
—¿Te duele? Aún sigue rojo.
—No…
—Si te portases bien, no estarías así, espero que
entiendas las consecuencias de tus actos.
—Resulta gracioso que… —Luna apoyó las manos en la
puerta y tragó saliva mientras sonreía. —… creas que no volverá a pasar…
—¿Quieres seguir tensando la cuerda con tu amo?
—Sí… es divertido.
Kenji se acercó a su oído para morderlo con los
labios, haciendo que Luna arañara la puerta y se contuviera de gemir.
—Ken… Kenji… —Apretó con fuerza los puños y se zafó
de él. —Basta, no volveré a rendirme tan fácilmente.
Luna se giró, viendo a Kenji relamerse los labios y
mirarla con seriedad, sonrojándose más.
—Estoy seguro de ello.
—Y-yo no… no podrás tomarme cómo ayer. —Luna vio
cómo Kenji se acercó a ella. —Sé defenderme.
Kenji se acercó más a ella y Luna apenas dio dos
pasos hacia atrás, y al estar cara a cara la besó en la frente.
—Bebe lo que te he preparado, recuperarás fuerzas.
Él se marchó al segundo piso y Luna apenas pudo
reaccionar.
—Creí que… joder, eres un demonio idiota. —Suspiró
molesta y avergonzada, y miró hacia abajo al notar que tenía una erección. —¡Eres
un demonio!
Luna caminó indignada hacia sus bragas y se las
puso.
—Te odio mucho, muchísimo.
Fue a la mesa y se sentó para beber su té.
Se mantuvo pensativa mientras veía el agua,
preguntándose sobre la vida de Kenji, su familia, sus motivaciones, su relación
con ella, incluso sabiendo lo que sienten él seguía siendo el mismo, o eso
pensaba.
—Lo he endulzado con miel para darle más sabor.
—Kenji cogió la otra taza y dio un sorbo. —Espero que te guste.
—Me gustaría conocerte más.
—¿Por qué?
—¿A qué viene esa pregunta? —Luna suspiró molesta. —Me
gustas, siento curiosidad por ti.
—Soy un criminal, no tengo nada especial.
Kenji habló directo y dio un sorbo sin mirarla.
—Eso lo juzgaré yo. —Luna sonrió y Kenji la miró
para acabar sonrojado. —¿Qué ocurre?
—Nada…
—Me gustaría preguntarte, no muchos hombres son tan…
selectos con su ropa, la cocina… ya sabes.
—¿Es sobre por qué aprendí cuando tengo gente que
puede hacer eso por mí?
—Sí, eso.
—Bueno ¿Recuerdas cuando despertaste y aquella noche
tocamos juntos? —Kenji dio un sorbo y miró hacia el balcón. —Mi madre me enseñó
a hacer más que tocar el piano, me enseñó a ser independiente antes de que mi
padre supiera que existía.
—Suena a que la echas de menos.
—Sí, murió cuando tenía once años, durante años lo
estuvo pasando mal por una enfermedad que la hacía sufrir pero… no le quitó la sonrisa.
—Kenji miró su taza y sonrió. —La ayudé con todo, limpieza, cocina, tocar
incluso fue una medicina que la aliviaba, la escuela no fue un problema para
estar a su lado, hasta que… un día volví y… hubo una explosión, apenas me pasó
nada, algunas quemaduras horribles pero…
—Lo… lo siento mucho.
—En el funeral apareció mi padre, lo supo al
instante, era su hijo y se hizo conmigo, quiso que olvidara, que la olvidara, y
me forzó a ser fuerte, a ser cómo él.
—¿Le odias? Sé sincero.
—Mucho, demasiado.
Estuvieron en silencio durante varios minutos hasta
que Luna le cogió la mano.
—Mi vida es distinta, algo distinta. —Luna cogió
aire y lo soltó poco a poco. —¿Qué sabes de mi familia? De los Kelly.
—Bastante, sé que algo te hizo tu padre. —Luna
asintió, al principio con duda y después con firmeza. —Lo lamento.
—Está bien, mi abuela me salvó de él cuando tenía
seis años pero… no pudo salvar a mi hermano.
Luna miró su taza y suspiró.
—Eso no quita que tu hermano es responsable de
muchas cosas.
—Sí… lo entiendo. —Luna miró a Kenji y se apartó el
pelo. —Estuve con mi abuela hasta los quince años, me educó, me enseñó mundo, a
defenderme y lo más importante, fue mi apoyo cuando decidí transicionar a los doce.
—¿Qué le ocurrió?
—Una enfermedad del corazón, cuando yo tenía quince,
un día no despertó cómo lo hacía cada mañana y…
eso. —Luna bebió de golpe la taza y sus manos empezaron a temblar.
—Después de aquello mi madre me atrapó, evitó que mi padre me encontrara pero
me obligó a vivir en un entorno muy… religioso, no pude seguir ni con los bloqueadores,
iba a misa, me forzó a estudiar derecho al terminar mis estudios para trabajar para
ella al terminar.
—Ahí conociste a Leo. —Luna asintió y Kenji suspiró
molesto. —Leo no es la única persona que puede protegerte de ellos.
—Cla-claro, lo sé y…
Kenji la interrumpió inclinándose y acercándose al
oído de ella.
—No soportaría que volvieran a hacerte daño. —Kenji
susurró y Luna se sonrojó y jadeó. —No podría mirar para otro lado si estás en
peligro, Luna.
Kenji le agarró la barbilla y le acarició el labio
con el pulgar.
—Basta… —Luna tragó saliva avergonzada. —Deja de
tratarme así…
—¿Así?
Luna sintió la otra mano de Kenji en su seno
izquierdo.
—Así… cómo si fueras a devorarme… haciéndome sufrir…
—Kenji sonrió y Luna soltó un quejido de molestia. —No eres un lobo… puedo
patearte las gónadas… puedo defenderme…
—¿Qué te lo impide?
—Yo… basta… —Miró desafiante a Kenji. —Quiero
matarte…
—Tu cuerpo dice otra cosa. —Bajó la mano hasta el
miembro erecto de Luna, que estaba atrapado presionando contra la tela de los boxers
y manchándolas apenas con fluido preseminal. —Eres una pervertida, Luna.
—Demonio…
—Dime a quién perteneces y pararé. —Kenji susurró y
acarició con suavidad el glande, haciendo que Luna soltara débiles gemidos y se
retorciera. —O usa la palabra de seguridad, tú eliges.
—Para… Kenji… demonio idiota… —Luna le miró
suplicando y él negó con la cabeza. —A ti… te pertenezco a ti… tú eres mi amo…
—Buena chica.
Kenji la soltó y la miró complacido mientras ella
daba un suspiro y jadeaba.
—Hoy saldré a…
—¿Puedo… pedirte algo? —Luna se levantó ante la
mirada de Kenji, quien sintió curiosidad. —Hoy iré a mi casa con Leo para ver
una peli, cenar, pasar el rato.
—¿Y esperas mi permiso?
—¡No! Era para invitar… espera ¿Tu permiso? —Luna le
miró enfadada y él suspiró. —¡No necesito tu permiso para salir!
—¡¿Y si algo te volviera a pasar?! —Kenji gritó
enfadado. —¡No puedes salir sola!
—¡No voy a salir sola porque Leo y tú estaréis
conmigo!
Un subordinado de Kenji abrió la puerta y ambos le
miraron enfadados.
—¡Ahora no!
El subordinado se marchó al grito unísono de los dos
y ambos volvieron a mirarse enfadados.
—Dime ¿Por qué piensas que voy a ir también?
—Porque eres mi amigo, igual que Leo. —Luna se rascó
la cabeza y suspiró molesta. —Pero si no quieres no vengas entonces, a mí me da
igual.
—Realmente no sé si quiero. —Kenji apartó la mirada avergonzado
y cerró los ojos. —Aunque… tu invitación me haga feliz.
—¿Por? ¿Por qué te hace…? Oh. —Luna se sonrojó y apartó
la mirada también. —La idea es… conocerte más ¡Ya s-sabes! Me gustas y apenas… sé
de ti.
—Te he contado mi vida…
—Me… me refiero a tus gustos, cosas que odies, cosas…
—Kenji suspiró al oírla y la besó, interrumpiéndola. —… favoritas y… eso.
—Luna, eres la primera persona de la que me enamoro
y era algo que nunca esperaba hacer en mi vida. —Se sentó y apoyó su rostro en el
vientre de ella. —Nunca me he enamorado, nunca he tenido ocio, amigos, una vida
desde que serví a mi padre, no sé… que me gusta u odie, sólo he sobrevivido sin
sentir placer alguno, sin sonreír, viviendo una vida en gris y sin sonido, ahora
tú estás cambiando eso y tengo miedo.
—¿D-de qué?
—De que me odies.
—Bueno… —Luna le acarició el cabello con las manos y
él levantó la cabeza preocupado. —Sí que odio cosas de ti.
—¿Qué… cosas odias de mí?
Kenji preguntó asustado y Luna apartó la mirada con una
mueca de desagrado.
—Que vayas desnudo por casa, que me provoques, que estés
celoso. —Luna soltó una carcajada y Kenji sonrió aliviado. —Pero no te odio, más
bien… ¿Me odias después de lo que ocurrió ayer?
—Eres insoportable, Luna.
Kenji la sentó de lado en sus muslos y le besó la frente.
—Pero no, no te puedo odiar. —Luna sonrió al oírle y
le besó sin lengua. —Sólo… déjame formar parte de tu vida.
—Ya lo eres… Kenji.