sábado, 11 de abril de 2020

No me desates Miss Luna. Capítulo 4.

Era sábado, las ocho de la tarde, un día nublado, tanto que parecía que iba a llover.  Marie paseaba por el centro de la ciudad, vestía unos vaqueros azules y una camisa blanca de manga larga, unas zapatillas rosas, llevaba los labios pintados de negro y eyeliner, y el pelo como una coleta. Estaba en una calle de una sola dirección, había mucha gente caminando o esperando a los buses, tiendas abiertas de todo tipo. Ella caminaba más y más hacia adelante hasta llegar a un paso de cebra y para esperar a que se pusiera en rojo, entonces notó el móvil sonar, fue a cogerlo pero notó que alguien estaba detrás de ella. 
—Me gusta cuando mi sumisa está desprevenida. —Marie se giró pero Hye la besó con delicadeza, dejándola sin tiempo para reaccionar.
Hye vestía pantalones de lino gris, un jersey negro de cuello alto, mocasines negros, el pelo suelto y escondiendo su ojo blanco, y sin maquillaje. 
—Buenas tardes… señorita Gyeong. —La miró sonrojada y arañándose los muslos. 
—¿A una cena de antiguos compañeros de instituto o a una cita tranquila? —Hye le acarició los labios con el índice, haciendo que se sintiera intimidada. —Me encantaría acompañarte.
—No tengo ningún problema, señorita Gyeong. —Marie le sonrió y Hye le acarició la cabeza como respuesta
Cruzaron el paso y fueron por una calle peatonal, pasaron al lado de varios bares y restaurantes.
Marie no podía evitar pensar en su propia labor, en si era útil y su trabajo servía, una mezcla de miedo y baja autoestima la invadían pero deseaba saberlo. 
—Los informes ¿Te ayudaron? —Marie preguntó entrelazando los dedos de la mano. 
—Sí, no solo habrá equipamiento nuevo sino que la sede central ha decidido cambiar todos los equipos de todas las sedes por los que recomendaste.
—Gracias… solo era mi trabajo. —Marie sonrió feliz y orgullosa.
—Si no llegas hoy muy tarde… te daré un merecido premio.
Marie se sonrojó mientras veía como Hye esbozaba una ligera sonrisa, recordaba el día en el que fue sometida en su despacho, como sintió que satisfacía a su ama, cómo se había saciado con su cuerpo y disfrutado de cada debilidad que expuso para ella, imaginaba constantemente en que clase de premio se involucraría si obedecía mientras se resistía a la excitación. 
Siguieron andando hasta que Marie señaló el lugar, que era un restaurantepequeño, cuyo interior era de paredes de ladrillos mesas de madera y asientos a modo de sofá. 
—Abrirán en unos minutos, creo. —Marie miraba los pequeños carteles de la puerta mientras Hye se cruzaba de brazos. 
—Marie ¿Marie? —Hye la llamaba pero estaba ausente, mirando el móvil y acercándose a ella. —No entiendo esa manía de ponerse nerviosa.
—¿Qué? —Marie la miró y guardó el móvil.
—Es solo una reunión informal. —Hye se sintió molesta pero Marie no le prestó atención a sus palabras. —¿Esto tiene que ver con ser trans? ¿Acaso saben que eres una mujer?
—Bueno… no.
—Eres increíble. —Marie notó la decepción de Hye en ella y se enfadó pero entonces sintió que Hye le besó la cabeza. —No tienes nada que demostrarles. 
Marie no podía dejar de estar enfadada, Hye no podía entender como es el dolor que ella cargaba durante tantos años, que esa situación y esa reunión no era para recordar viejos tiempos sino para demostrarse a si misma que podía encarar sus miedos, para dejar claro quien era pero no podía explicarlo porque en su cabeza Hye era cis, no podía ser capaz de entender que sentía.
—No necesitaba que me regañaras. —Al terminar Marie la empujó y miró para otro lado.
—¿A qué ha venido eso?
—Deberías marcharte, no puedes estar en la reunión.
—No te atrevas a hablarme así. —Hye le tocó el hombro con fuerza pero Marie la miró molesta y triste, casi como si sus ojos fueran a llorar. —Tienes suerte, ya había quedado con alguien pero no te librarás cuando volvamos a vernos. 
Marie vio como Hye se marchaba enfadada pero no le tenía miedo, solo al momento que tenía que librar, en su interior creía que debía ser valiente y empezaba a arrepentirse de lo que había hecho.
Marie miraba como el restaurante abría y llegaba un joven bien arreglado, de la misma edad que Marie, camisa blanca, vaqueros negros, deportivas blancas con franjas rosadas, era atlético, de 1.87 cm, pelo oscuro y corto con un flequillo largo a un lado, con barba recortada, de rostro dulce e inocente, nariz pequeña de puente curvado, labios carnosos y ojos de iris marrones. No podía dejar de sonrojarse al verle y al mismo tiempo tenía la sensación de que le conocía.
El chico se giró y se dio cuenta que ella le observaba así que saludó con una mano y una sonrisa pero Marie se sonrojó y miró a otro lado. No podía verlo de otra forma, era sexy y aparentaba gentileza, era físicamente perfecto en su cabeza y, sin embargo, no entendía por qué le llamaba tanto la atención.
—Hola… ¿Eres para la reunión de estudiantes? —Preguntó con las manos en los bolsillos y una sonrisa que sonrojó a Marie y con una voz grave y masculina pero en un tono dulce y tímido. 
—Yo…Marie… Es una larga historia. —El chico entonces arqueó una ceja ante la mirada enrojecida de ella. —Y ¡Y sí! Soy de eso… ¡de Bachiller…! Mierda, de… de la reunión.
—Vale… aunque no recuerdo a ninguna Marie. —Hubo un pequeño silencio durante unos minutos y el chico empezó a reírse pero ella se sintió molesta. —No sé por qué, creo que no me recordarás entonces, un tal Héctor. 
—Claro que no, no hubo ningún Héctor.
—Ni ninguna Marie, estamos en las mismas.
Ambos vieron a un grupo de chicos que reconocieron, los miraron a todos de arriba abajo.
—No está Lion con ellos, tenía ganas de verle y enseñarle mis cambios. —Héctor se giró y vio a Marie quedarse boquiabierta. —Eh… oye. 
—¿Cambios? ¿Eres un chico trans entonces?
—Sí… quería hacerlo sorpresa para ellos, sobretodo a Lion y ser los tíos más tíos mas heterazos del grupo. —Suspiró y se miró en el reflejo de una tienda que había en frente del restaurante. —Espero que no haya perdido su cuerpazo de tío.
—Héctor ¿Esto lo haces como si les debieras algo?
—¿A que te refieres?
—No tienes que demostrar que eres más hombre solo por… no sé, estar años en testosterona, incluso sin eso, no eres menos hombre, siempre fuiste un hombre incluso cuando no lo sabías, ni más ni menos que otros. —Marie sonrió feliz ante la mirada atónita de Héctor, apenas pudo mediar palabra para todo lo que había dicho ella. —Y… Y eso, no necesitas a Lion para sentirte seguro, solo a ti mismo y seguramente te acepten.
—Para ser cis entiendes muy bien como me siento. —Héctor cogió la mano de Marie pero ella se soltó.
—Puedo entenderlo por… no debería estar aquí y menos sabiendo quien eres, y no puedo, no voy a decir tu deadname, sería hipócrita quedarme. —Marie fue a marcharse en dirección a donde fue Hye pero él la agarró de la muñeca. —Es mejor que me sueltes.
—Marie… tú… ¿Verdad?
—Contento ¿No?
—Li… Marie ¿Podrías quedarte al menos y…? 
—¿Y? Cuando te dije que era una mujer… es… mira… —Se soltó de él e intentó resistirse a llorar. —Confié en ti y me abandonaste, me rechazaste, viniste aquí con la idea de que era un chico y no habría cambiado pero lo hice sola, sin familia ni amigos y creí que venía aquí para demostrar algo pero no tengo nada que demostrar y menos a un cabrón como tú, no sé por qué he intentado darte ánimos. 
—Lo siento… me gustaría… 
—Como si fueras capaz de sentir algo y no, no quiero saber que te gustaría, mi vida no va a ser como te guste. 
Marie se marchó andando rápido y sin mirar atrás mientras resistía a soltar el llanto que tanto contenía. No dejaba de recordar los buenos tiempos antes de transicionar, cuando se divertían, cuando lo llamaba Andrea y salían juntos, todo ese dolor intentaba salir mientras huía sola, sufría sola, desaparecía sola sin saber a donde ir o que hacer. Empezaron a sonar truenos tras andar varios minutos, la lluvia caía fuerte y ella llegó a una fuente, sus lágrimas la vencieron pero sintió un tirón en su brazo y notó que la lluvia no le caía, estaba bajo el toldo de una cafetería aún abierta.
—¿Estás llorando por lo que dije? ¿Por eso me has seguido? —La voz de Hye la consolaba y respondió que no con la cabeza. —La gente es demasiado cruel con las personas trans, no debiste… 
—No… solo era… un recuerdo. —Se refugió en su pecho y se agarró fuerte a su jersey sin parar de llorar, Hye la abrazaba y acariciaba el pelo suavemente, suspiró y de forma extraña se sentía mal por como se sentía su sumisa, era un sentimiento que apenas entendía, entonces vio que Marie la miraba a los ojos. —Hye… siempre sufro… siempre me hacen daño… ¿Qué he… hecho?
—Nada… —Hye le acarició la barbilla y la besó suavemente, alejó sus labios y la miró seriamente, Marie estaba jadeando sorprendida y enrojecida pero ella sonrió. —… Eres demasiado buena para este mundo, nada más.
—Nadie me ha dicho eso nunca. 
—En algún momento debías saberlo. —Hye besó su frente mientras le dejaba suelto el pelo y sus labios exhalaban en el oído. —No dejaré que hagan daño a mi sumisa ¿De acuerdo? Iremos a mi casa, te daré una ducha para que no te resfríes y cenaremos juntas.
Hye la volvió a besar pero esta vez dominándola, usando la lengua y presionando la suya, sin respirar ambas y Marie agarrándose fuerte a su jersey, dejando caer saliva de su boca y sin poder aguantar más. Hye se separó y la miraba complacida como recuperaba el aliento y mantenía los ojos cerrados. 
—Es una orden. —Hye le limpió la saliva y le apartó el pelo.
—Como desees… Miss Luna. —Marie tragó saliva con dificultad al susurrar, miró a Hye con los ojos abiertos y luego los cerró para acabar cabizbaja.
—Buena chica. —Le acarició las mejillas mientras sonreía de forma tierna. —Cogeré un paraguas e iremos a mi coche.
Hye fue al interior de la cafetería, volvió con un paraguas negro y lo abrió para finalmente agarrar de las caderas a Marie. Ambas se fueron del lugar, andaban por otro camino y Marie no podía evitar pensar en lo que sentía sobre Hye, los besos fueron muy apasionados y únicos pero no entendía que tenían, que eran realmente ¿Una pareja amorosa, de dominación o ambas a la vez? ¿Quizás Hye estaba empezando a sentir algo? Aún así ella quería complacerla y entender su mundo.
—Me parece extraño que te guste la palabra de seguridad para incitarte. —Marie la miró de reojo y estaba sería. —Me refiero… es porque lo usas de apodo en algún sitio ¿No?
—Eventos, me gusta la discreción. —Dijo con mucha seriedad. 
—Seguro que has aprendido mucho, que eres una experta y todo… y eso. —Marie se arañó los muslos y se puso nerviosa. —Yo sólo sé que soy sumisa y nada más de esto del bdsm.
—Hay muchas clases de sumisión como de dominantes ¿Qué crees que eres tú?
—No… no lo sé, quiero saberlo pero ya lo dije, soy nueva ¿Tú que opinas?
—Mi opinión… bien, nuestra relación es compleja, confieso que pensaba que te lo tomabas como un juego de roles a malas pero te gusta y no dejas de buscar complacerme ¿Acaso crees que no lo noto cuando venías a mi despacho con un café y las tareas cumplidas? Incluso los besos, decir mi nombre bien, mirarme con ojos de cordero degollado, además de eso tienes cierta vena Brat que odio y al mismo tiempo me gusta de ti, así que para mí una sumisa sencilla. —Hye bajó entonces la mano al culo y sonrió mientras Marie se sonrojaba y se apegaba mas a ella. —Aún tengo que conocerte, saber que usar de castigo y de recompensa… y creo que también tengo que conocerme, disfruto mucho atrapándote y devorándote, apenas te resistes pero cuando te tengo… no puedo evitar disfrutar de tantas sensaciones que nunca había tenido.
—Entonces ¿Qué eres…?
—Quizás una mera domina con cierta línea de primal pero me gustaría descubrirlo, podría haber acertado pero no soy una mujer de respuestas fáciles.
—Yo tampoco, seguro que podemos aprender juntas. —Marie entonces besó el brazo de Hye. 
Siguieron andando un rato hasta llegar al coche de Hye, un Mercedes AMG GT negro. Hye ayudó a Marie a subirse al asiento del copiloto y fue al asiento del conductor.
—Gracias por hacerme sentir mejor. —Marie sonreía mientras Hye miraba como la camisa de ella transparentaba y no llevaba sujetador. —Y siento haber sido borde, tenías razón en que no le debo demostrar nada a nadie. 
—La única cosa que debes demostrar son tus ganas de servirme. —Hye y Marie sonrieron al mismo tiempo que se ponían el cinturón.
Arrancó el coche, atravesaron la ciudad y fueron por una autovía, Hye se dio cuenta de que Marie dormía plácidamente. Llegó a las puertas de una finca, éstas se abrieron y siguió el camino hasta llegar a la casa, la cual era enorme y apenas decorada, cuyas luces seguían encendidas. 
—Aún debe estar levantada. —Hye salió del coche, fue al asiento del copiloto y la cogió en brazos. —Espero que mañana me compenses bien. 
Hye tocó el timbre y una mujer joven abrió, de 23 años, de pelo castaño y afro, tez oscura, ojos verdes, nariz pequeña de puente alargado, labios finos, cara redonda y de mofletes adorables,  de figura rellenita, 1.75, vistiendo una camisa blanca abierta, sin sujetador, mostrando sus pechos grandes y redondos, y en un tanga rojo y transparente.
—Hope… ¿Qué haces vestida así? —Hye entró y cerró la puerta con el pie. —Y… es mi camisa, no te he dado permiso de usar mi ropa, tienes la tuya así que respeta a tu ama. 
—Pensé que no llegarías tan temprano, son las nueve y media y quería cenar así, te habría engañado porque luego me pondría ese vestido de mayordomo que tanto te pone y todas felices. —Dijo con una voz femenina y dulce. 
—Ya… 
—¿Y esa princesa que tienes en brazos?  —Hope se acercó a mirar a Marie y sonrió ante la seriedad de Hye. —Es la de la que hablabas a veces ¿No? 
—Es mi juguete, nada más. —Hye se fue de la entrada y llegó al salón. 
Era un salón enorme, integrado con la cocina, de suelo de madera y paredes blancas, lámparas antiguas, dos puertas a un lado y otras dos al otro, y una escalera que daba al segundo piso, había una televisión de plasma y un sofá verde claro con una mesa de cristal en medio. 
—Siempre tratando a tus juguetes con delicadeza. —Hope la siguió.
Hye la miró de forma fulminante pero Hope sonrió con lujuria y se quedó sentada en el borde del sofá. 
—Deberías decirle que no es la única que te sirve.
Hye subió las escaleras hasta llegar a un pasillo, había varias puertas y entró en la primera a la derecha. Era una habitación de paredes rosas, moqueta roja, un espejo grande que era también una puerta a un armario de ropa y zapatos, había una cama de matrimonio hecha, con mantas rojas, sabanas blancas y almohadas rosas.
—Hye… —Decía mientras era tumbada en la cama.
La empezó a desnudar, Marie se sonrojaba al notar como la ponía bocabajo y le quitaba la camisa desabrochada.
—Tu espalda es preciosa. —Dijo después de desabrochar su sujetador blanco.
Fue quitando sus pantalones hasta que solo quedaron sus bragas blancas mojadas, entonces se fijó en que Marie estaba agarrada a las mantas y respirando aceleradamente.
—Si sigues provocándome así… tendré que devorarte. —Sus palabras hicieron jadear a Marie, se acercó a su hombro acariciando la columna con la lengua.
—Hye… no tienes que esconder a tu otra sumisa de mí… —Marie se puso bocarriba y se quitó las bragas pero Hye la detuvo besando sus labios. —Hoy quiero que disfrutes, por favor.
—Creí que estabas dormida todo el rato, pequeña mocosa. —Hye sonrió nerviosa. —Lo siento mi sumisa pero hoy no hay sesión, ni con Hope ni contigo, tengo que trabajar hasta tarde con ella, algo importante.
—Me gustaría ayudar al menos. 
—Hoy has pasado algo emocionalmente duro, descansa o… —Hye mordió el labio inferior de Marie con fuerza y tiró de él para soltarlo. —… Haré que te duermas. 
—Hye… cancelaste una cita por mí. —Marie empezó a llorar. 
—No seas boba, la tuve y justo apareciste al terminar. —Le lamió las lagrimas y acarició la nariz con el índice. —Duérmete, lo necesitas, si tienes ganas de cenar, o de alguna cosa también, baja sin miedo y como si fuese tu casa.
Hye besó la frente de Marie y se marchó. Bajó al primer piso y sacó un pendrive del bolsillo ante la mirada de Hope.
—¿Ya tenemos algo con lo que empezar? —Hope sonrió y Hye se acercó y se lo dio.
—Y un buen camino hecho, vamos a trabajar. 

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