martes, 5 de enero de 2021

Un príncipe de azul. Capítulo 1.

Todo comienza el 3 de Octubre, a las 1 de la noche con un joven llamado Alex saliendo de un pub.

Era delgado, medía 1.75, tenía 21 años, moreno, cabello oscuro y de melena larga hasta las caderas pero el lado derecho de la cabeza estaba rapado, ojos marrones, rostro femenino pero con algo de vello facial en la barbilla.

Iba vestido con vaqueros largos azules, camisa a cuadros blanca y negra, y deportivas rojas y blancas, y llevaba una mochila en la espalda.

—¡Hasta luego, chicos! —Gritó con voz masculina despidiéndose de forma alegre.

Caminó hacia el paso de cebra pero se tropezó con un joven que llevaba en la mano un vaso de plástico lleno de cerveza.

—Per-perdona. —Su voz se quebró al verle.

—Ostia… Carmen ¿Eres tú? —Agarró el brazo de Alex con fuerza. —Joder… vas de tortillera.

—Dis… disculpe, no le conozco. —Alex intentó zafarse pero apenas podía defenderse. —¡Suéltame!

—¿No quieres probar una buena polla en tu vida al menos?

Intentó besarle, haciendo que Alex oliese el fuerte olor a alcohol que emanaba de su boca y cerrase los ojos asustado, sin embargo, oyó un golpe, después sintió su camisa mojada de cerveza y notó la falta de fuerza de aquel hombre.

—Deja al chaval en paz. —Dijo una voz masculina y enfadada.

Alex abrió los ojos y vio a un chico de 24 años y trajeado.

Era atlético, 1.85, rostro tosco, pelo castaño y corto pero con flequillo, ojos verdes, sin barba. Vestía un traje azul con corbata gris,

—¿Cha… chaval…? —Balbuceó dolorido y herido.

—Sí, chaval ¿Necesitas que te arregle el oído también? —Su tono era de tal enfado que Alex se asustó y el desconocido huyó a duras penas. —¿Estás bien?

—Sí, gracias, solo un poco empapado.

—Es culpa mía. —Intentó sacudirle la camisa. —Deja que te compense.

—Tranquilo, puedo apañármelas.

—De eso nada, deja que te de un cambio de ropa, te lleve a casa y te lave eso.

Alex dudó por unos instantes, no dejaba de mirarle y sorprenderse de su amabilidad pero se alarmaba al ir a casa de un desconocido.

—Lo tomaré por un sí.

—¡Pe-pero!

—Si tardas en responder, lo tomaré por un sí.

Ambos caminaron juntos pero hubo silencio durante un minuto.

—Por… esto… me llamo Alex. —El joven sonrió al oírle. —Encantado.

—Zack. —Se mantuvo en silencio durante unos segundos y tosió. —Y tu nombre es bonito, tus padres tuvieron buen gusto al elegirlo.

—¿Mis padres?

—Em… sí, ya sabes, no conozco a nadie que haya elegido su propio nombre.

—Ah… yo elegí mi nombre. —Zack se sorprendió al oírle.

—Pues… eso es muy independiente en una persona, me gusta, Alex. —Alex se sonrojó y se rascó la cabeza.

—Sí ¿Qué puedo decir? No me gustaba mi antiguo nombre. —Habló nervioso y con alguna carcajada falsa.

—Ya hemos llegado.

Estuvieron frente al portal de un bloque de apartamentos, Zack sacó un juego de llaves del bolsillo de la chaqueta y abrió la puerta.

Llegaron al ascensor y, al montarse, Axel recibió una llamada.

—¿Carlos? Espera… no, no tengo tu dichoso chaquetón… ¿Y para que iba a quedármelo? No… no, perdona, no quiero ningún recuerdo tuyo y menos un chaquetón andrajoso y viejo, ahora déjame en paz.

Alex colgó violentamente el móvil y lo guardó en el bolsillo de atrás, todo observado detenidamente por Zack.

—Un ex novio, no te preocupes.

—No estoy preocupado. —Zack sonrió y miró a Alex. —¿Gay o bi?

—¿Qué? Oh, bisexual. —Alex se vio sorprendido y le miró atentamente.

—Gay. —Suspiró y apoyó la cabeza hacia atrás. —Y antes de que lo digas, me interesas.

—¡¿Qué?!

El ascensor paró en la decima planta. Ambos salieron y Zack abrió la puerta del apartamento D.

—Es… ¡Espera! —Zack se dio la vuelta al oírle. —¿Cómo voy a interesarte? Ni siquiera me conoces.

—Por eso quiero conocerte, porque no te conozco.

—Ya… dudo que quieras.

—Pruébame, si pierdo te lavo la camisa y te regalo una prenda mía. —Alex se sintió nervioso e incomodo.

—¿Y si pierdo yo? —Zack se acercó lentamente después de oírle y sonrió.

—Pasarás la noche en mi casa. —Alex se sintió nervioso e intimidado ante esas palabras. —Ahora pruébame por que no querría conocerte.

—Pues… mira, soy trans, soy un hombre trans ¿Contento? Los tíos que sois cis y gay reaccionáis fatal al tratar con nosotros así que dudo mucho que no haya más que hacer.

Zack besó la mejilla de Axel y suspiró.

—Quizás deberías conocerme también y no asumir cosas, somos dos hombres adultos responsables, uno interesado en el otro. —Alex se quedó anonadado viéndole entonces entrar al apartamento. —¡Hay sitio en mi cama para los dos pero date una ducha antes!

Alex entró mientras dejaba la mochila a un lado y vio un salón espacioso con estanterías blancas repletas de libros, fotos y premios, de suelo de parqué, techo blanco, lámpara moderna, un sofá de cuero, un televisor de plasma y una puerta corredera de cristal al balcón.

Siguió a Zack, quien le llevó por un pasillo, con dos puertas de madera y el dormitorio al fondo, hasta el cuarto de baño. Entró y era pequeño y sencillo, un lavabo con botiquín, espejo, retrete y bañera.

—Siéntete libre de usar mi casa y deja la ropa fuera para que pueda meterla en la lavadora. —Habló en tono amable. —Y avísame para traerte un pijama cuando termines.

—Pero no he accedido a dormir aquí, ni siquiera me conoces.

—No puedes achantarte. —Zack suspiró, sonrió y se marchó del baño.

Alex se desabrochó poco a poco la camisa hasta estar su torso desnudo, un torso con curvas, algo de vello fino y negro en el vientre, se miró en el espejo y empezó a acariciar las cicatrices de su pecho.

—Aún lo veo tan reciente pero… es mi pecho. —Sonrió sin dejar de mirarse.

Se quitó toda la parte de abajo y vio sus piernas con mucho vello y su vulva sin rasurar.

—Vale… no debería mirarme tanto pero… me siento un poco dios griego, no lo puedo evitar —Sintió nauseas al notar el olor a alcohol. —Dionisio con el peste a cerveza.

Mientras Zack estaba tumbado en el sofá sin chaqueta, sin zapatos y sin corbata, apenas se mantenía despierto pero no dejaba de pensar en Alex.

—Creo que me gusta, me dan ganas de abrazarle… y besarle… y quitarle esa camisa tan hortera.

Entonces pensó en la mirada de Alex, en su rostro, en su cabello y finalmente en sus labios, su mente se nubló al imaginar que le arrinconaba y besaba, jugando con su lengua, presionando sin piedad.

—Mierda… ese chico… va a matarme.

Alex se aclaraba el cuerpo de jabón con la alcachofa en la mano. Pensaba en Zack, en su porte, en su rostro, sus labios, imaginaba su cuerpo desnudo, tomándole con sus manos.

—No… no quiero… no… —Bajó los dedos por el vientre, tragó saliva y exhaló. —¿Por qué me atrae tanto?

Salió de la ducha, cogió una toalla, se secó con fuerza y rapidez el pelo y después su cuerpo con delicadeza.

—¡Zack!

Abrió la puerta y le ofreció un camisón blanco y unos boxers negro de franjas rojas sin mirar.

—Gracias.

Cogió toda la ropa pero fue a resbalarse y se agarró al brazo de Zack, tirando de él y cayendo ambos al suelo.

—Auch… mi cabeza.

Alex se sintió dolorido y vio a Zack  encima suya, vistiendo solo boxers y la camisa abierta que le mostraba sus pectorales y abdominales.

—Alex ¿Estás bien? —Alex no podía parar de mirarle y estar sonrojado. —Alex.

—Ah… ¿Ah? ¿Qué?

—¿Tan conmocionado estás de la caída? —Zack sonrió y le acarició el lado derecho del cabello. —Si me sigues mirando así estando desnudo… no podré controlarme.

—Yo tampoco…

Alex agarró de la camisa a Zack y le besó. Le soltó y vio como se sonrojaba y esbozaba una malvada sonrisa.

—Si vas a besarme sin permiso…

Zack le besó de improviso y con lengua, jugando con ella tocándose ambas, se miraron el uno al otro encendidos mientras Alex se agarraba fuerte al cabello de él. Se separaron dejando un hilo de saliva entre ellos.

—… hazlo bien, Alex.

—Puedo hacer más cosas que besar…

Alex se inclinó, le mordió el cuello con fuerza y le mordió la oreja, haciéndole gemir y tirarle del pelo también.

—¿Qué te parece…? —Susurró Alex.

—Nunca he cuestionado que no supieras más… —Zack le hizo tumbarse. —… deja que te enseñe lo que sé hacer.

Zack se acercó al cuello, empezó a hacer chupetones apretando alrededor con los labios y succionando. Alex se retorcía de placer sin parar, le arañó mientras él marcaba su cuello y su clavícula.

—Vale… sabes marcarme… lo reconozco…

—Y darte mucho placer pero solo es el principio. —Zack se relamió y miró a Alex como si de una presa se tratara.

Bajó al pecho acariciando la cintura y lamió en círculos uno de los pezones al mismo tiempo que jugaba con el otro usando un dedo. Alex le agarraba con fuerza el pelo entre jadeos y le miraba disfrutar de como se estremecía.

—Esto… —Zack tocó con cuidado y suavidad las cicatrices. —Mastomia ¿No?

—Mastectomía… y puedes decir lo que piensas.

—Pues… —Zack besó las cicatrices y miró feliz a Axel. —Es un pecho bonito y agradable de tocar, pero lo importante es que te sientas bien.

—¿Estamos a punto de follar y me hablas de mi cuerpo? —Axel se puso nervioso pero Zack se rio. —Es… raro.

—No lo es, en el sexo para mí el punto no es el orgasmo. —Bajó por el vientre dando besos y miró el lascivo rostro de Alex, sonrojado y sonriente. —Es sentirse bien, sexualmente y emocionalmente.

—Eres idiota…

—Tu piel es tan suave… ¿Se siente bien cuando te toco? —Alex se avergonzó y apartó la mirada, haciéndole sonreír. —¿Me dejarías seguir aquí abajo?

Alex asintió y Zack siguió bajando, vio su vulva liberando flujo, acarició los labios con los dedos y se acercó de nuevo al rostro.

—Relájate ¿Vale? —Su voz tranquilizó a Alex, quien se inclinó para besarle.

Sintió entonces como los dedos de Zack acariciaban el clítoris con suavidad, le hacia estremecerse e intentar gemir mientras su lengua y la de Zack se tocaban. Fue un poco más rápido y le vio babear, se abrazó a Zack con fuerza, arañando su espalda y gimiendo.

—Eres adorable, Alex.

Fue aún más rápido y le mordió para hacerle gemir aún más alto.

—¡Zack… joder!

—Relájate, déjate llevar sin miedo.

Alex no pudo contenerse más, Zack notó como liberaba mucho flujo, le ayudó a tumbarse con cuidado y le besó la frente.

—¿Te sientes bien? —Alex asintió y Zack vio sus dedos mojados, los metió en la boca y los saboreó. —Sabe bien.

—Déjame… que disfrutes también. —Zack soltó una carcajada. —No te rías de mí…

—No me rio de ti, también he disfrutado mucho contigo. —Zack se sentó en el suelo a su lado. —¿Y físicamente como estás?

—Pues creo… que me costará levantarme.

—Eso no será ningún problema, voy a limpiarte y te llevo a la cama. 

lunes, 4 de enero de 2021

Los labios que me dominan. Capítulo 10.

Era 16 de Enero, las 10 de la noche, África se encontraba en un restaurante hindú en el paseo marítimo, terminando de cenar con un grupo de amigos. Iba con el cabello largo hasta los hombros, vistiendo vaqueros ajustados azules, jersey de cuello alto y deportivas.

—¿Y que tal por Japón? —Preguntó un chico. —Debió ser genial estar allí trabajando.

África recordó a Axel y Keiji, los momentos en la mansión y se sonrojó.

—Fue muy… intenso, mucho trabajo pero me trataban bien.

—¿Y no salías con alguien? —Preguntó una chica. —Un chico alto y rubio, que estaba muy bueno.

—Sí… está ocupado trabajando allí y bueno… —África se avergonzó al hablar de él. —… la distancia es difícil.

Se fijó entonces en un grupo de oficinistas entrando y sentándose al fondo, entonces vio a Nora y una silla vacía.

Pasó media hora y África salió del restaurante con ellos, se despidieron y ella caminó en dirección contraria, yendo hacia la playa.

—Te echo de menos…

África se quitó los zapatos, caminó por la arena hasta la orilla y se sentó frente al mar, viendo la luna reflejarse en el agua.

—No dejo de pensar en ti, Kei, no dejo de quererte y estar juntos. —África miró a sus pies y sonrió llorando. —No puedo ganar a tu trabajo, sé que no puedes quedarte en Málaga pero…

—Puedo quedarme. —Se sorprendió al oír la voz de Keiji. —Puedo trabajar y vivir mi vida con mi pareja y sin ir rápido.

Keiji se sentó a su lado y dejó los mocasines en la arena.

—¡¿K-Kei?! —África se asustó y Keiji sonrió.

Le vio vestido con traje negro y corbata gris, su pelo aún más largo hasta la cadera y trenzado.

—¿Esperabas a otra persona? —Keiji se relajó en la arena.

—No… supongo que no. —África se apartó el pelo y miró de nuevo al mar. —Te has dejado crecer el pelo aún más.

—Lo mismo te digo. —Él se rio pero África permaneció impasible.

—¿Por qué?

—Me gusta tenerlo largo y…

—No. —África le interrumpió. —¿Por qué volver?

—Cosas del trabajo, cena de empresa, vacaciones.

—¿Y no deberías estar con ellos?

—Debería pero odio los restaurantes caros. —Keiji se levantó y ofreció su mano a África pero el estómago de ella rugió y él se rio a carcajadas.

—¡Deja de burlarte de mí! —África se levantó sola.

—Unas shingaras no son cena. —Ambos cogieron sus zapatos y se fueron al paseo marítimo. —¿Y que hacías cenando en un sitio tan caro?

—Era… el cumpleaños de un amigo que le encanta gastar lo que no tiene.

—Te podía invitar. —África negó con la cabeza como respuesta y después se pusieron los zapatos. —Tan cabezona como siempre.

—Me he dado cuenta de algo. —Sus palabras llamaron la atención de Keiji, quien arqueó una ceja. —Siempre he salido con las personas equivocadas.

—Eso es algo que puedo decir igualmente. —Soltó una carcajada pero ella se mantuvo seria.

—Y me he dado cuenta hace algún tiempo que siempre fuiste la correcta pero me pregunto si lo soy yo.

—Yo también había llegado a esa conclusión ¿Soy la persona correcta para ti?

—Debería volver a casa, son las diez y media y no habrá más buses a las once.

—Te llevo después de cenar. —Keiji se puso los zapatos mientras África se sonrojaba.

—Yo… está bien pero será un burger.

—Hecho entonces.

Keiji y África caminaron juntos, rozaron los dedos entre ellos y se intentaban coger de la mano.

—¿Te hace un king? —Dijeron ambos a la vez al ver una franquicia y se rieron.

—Pero hay un poco de cola y está bastante lleno. —Keiji suspiró y miró a África. —¿Entonces?

—Tu apartamento no está lejos.

—¿Pedimos para llevar y… cenamos juntos? —Él se avergonzó y ella al darse cuenta de lo que él dijo se sonrojó.

—Me gusta la idea… esperaré fuera y tú esperas en la cola si quieres.

—Claro.

Keiji fue al local y África se sentó en un banco. Su corazón se aceleraba al pensar en él, en su sonrisa, en su mirada, en su tacto, estaba ahí de nuevo a pesar del tiempo que había pasado.

—Disculpa, me suenas de algo.

Un grupo de tres chicos de 22 y 26 se acercó a ella y uno de ellos, de veintiséis, se sentó a su lado. Era alto, de pelo castaño y corto, perilla, ojos verdes, atlético, de 1.90, vestía chaqueta de cuero marrón, camisa negra, vaqueros azules y botas militares marrones.

—Estudiaste en el instituto Colina Feliz ¿Verdad? —África se sintió incomoda y negó con la cabeza. —¿Segura? Soy Javi, estoy seguro que te sueno ¿Cuál es tu nombre?

África apartó la mirada y se quedó cabizbaja apunto de llorar.

—Venga, di algo ¿No sabes hablar? ¿Speak spanish o algo? —Dijo uno de los chicos en tono de enfado.

—Me recuerdas a Adrien, un compañero de clase ¿Le conoces?

África se alarmó, no pudo resistir la presión e intentó levantarse pero Javier se lo impidió agarrándola del brazo.

—Disculpad ¿Qué creéis que estáis haciendo?

Keiji apareció detrás de ellos con una mirada de enfado.

—Tío, lárgate. —Uno de los chicos fue a tocarle pero Javier le miró y lo intimidó.

—África, ven conmigo. —Los chicos se apartaron y África fue a él para abrazarle y llorar. —Habéis sido inteligentes.

Ambos se marcharon y ambos chicos miraron a Javier.

—Si no te hubiera parado, ahorita mismito estaríais con los dientes en el estómago. —Javier se levantó y les tocó el hombro a ambos. —Ese tío es Keiji Himura, puede tumbar a cualquiera aunque… creía que era maricón

—¿De qué le conoces tío?

—Ah, es el hijo de uno de los inversores de mi antiguo instituto, me dio una paliza de muerte durante una visita, intenté matar a un travelo de mi clase y no le hizo ni puta gracia, creo que estaba pillado por él y todo.

—Qué chungo.

—Sí joder aunque me pagaron el arreglo de la boca y los empastes.

Mientras África esperaba en la puerta del local y Keiji salió con una bolsa de plástico con bolsas de papel en su interior.

—Te he pedido un par de menús con patatas supreme y helado.

—Gracias, cariño. —África intentó coger la bolsa pero Keiji se lo impidió. —Déjame ayudarte.

—No, tú tranquila. —África estornudó y Keiji le dio las bolsas. —Sujeta.

—No es nada, estoy bien.

Se quitó la chaqueta y abrigó con ella a África.

—¡E-Espera!

Keiji le quitó las bolsas y la cogió de la mano.

Caminaban juntos por la calle mientras África se abrigaba con la chaqueta de Keiji y se embriagaba con su olor. Pensó entonces en aquel joven, conocía su necronimo, su instituto pero no recordaba a nadie llamado Javier.

—Hemos llegado. —Keiji abrió la puerta del portal y miró a África que se quedó embobada mirando a la playa. —África.

—¿Qué? Dime.

—¿Estás bien?

—Sí… lo estoy. —África se entristeció.

Fueron a entrar juntos pero el grupo volvió a aparecer y Javier se acercó a ellos.

—¡Quería decirte una cosa antes de que estés a salvo con tu novia! —Keiji dejó las bolsas en el suelo pero África le agarró fuerte.

—No le pegues. —Él suspiró al oírla y se serenó. —Porfavor.

—Sí, no me pegues, no vaya a ser que me mates. —Javier se rio pero África no entendió nada. —¿No se lo has contado?

—¿De… qué habla?

—Ni idea, no recuerdo a la escoria.

—¿Escoria? Tío, soy un hombre de verdad, no finjo no perder aceite usando a tías.

—Lo que tú digas. —Keiji cogió las bolsas y entraron juntos. —Vamos, África.

—¿A dónde vas, chino cabrón? —Javier fue a correr hacia la puerta pero se cerró, el joven se enfadó y golpeó con las manos el cristal. —¡¿Dónde has dejado al travelo de Adrien?!

Keiji y África subían por el ascensor sin mediar palabra, ella le miró y notó toda su rabia contenida.

—Kei… —África se acercó y le abrazó.

—Haré unas llamadas, mis llaves están en la chaqueta. —Acarició el pelo de ella con delicadeza. —¿Recuerdas algo de ese hombre?

—No, nada, no sé por que sabe tanto de mí… de mi deadname…

—Yo tampoco pero su cara… me suena mucho.

África se sintió a salvo con él, se sintió segura y entonces notó la esencia de Keiji, notó su olor y su calor, y se sonrojó sin dejar de pensar en él.

El ascensor llegó y ambos salieron. Keiji cogió el móvil mientras veía a África entrar en el apartamento.

—Nora, necesito que busques en las grabaciones de seguridad.

—Se va de la cena y me llama para pedirme que vulnere su seguridad, es usted un caso, señor Himura.

—Un hombre nos ha amenazado a mí y a África, quiero que averigües quien es.

—Sí… señor Himura.

Keiji colgó, entró en el apartamento pero vio la chaqueta y el jersey en el sofá, se acercó al mismo tiempo que se quitaba la corbata y vio la puerta de la mazmorra abierta.

—¿África?

Dejó las bolsas en la cocina y vio los zapatos de África con calcetines dentro y en una esquina bien colocados.

—¿Dónde estás?

Se quitó los zapatos y los calcetines, fue a la mazmorra y vio a África desnuda poniéndose un collar de sumisión.

—¿Lo echabas de menos? —Keiji le acarició la mejilla con una mano y África se relajó en ella mientras le miraba.

—Mucho amo.

Keiji sonrió y la cargó en brazos, sorprendiéndola pero sin dejar de sonreír.

—¿Qué vas a hacerme, Kei?

—Deberíamos ducharnos antes de comer ¿No crees? —Su móvil sonó desde su bolsillo y la bajó. —Seguramente sea del trabajo, ve y dúchate mientras atiendo esto.

África abrazó a Keiji quitándole el móvil y sonrió.

—No seas mala, podría ser importante.

—Podría… y podría no serlo.

África le devolvió el móvil y se fue sin que Keiji dejase de mirarla sonriente.

—Dígame. —Keiji contestó en tono serio.

—¿Por qué me ha pedido que averigüe quien es? —Dijo Nora enfadada. —¿Es una broma?

—¿Te parece que lo estoy?

—Pues dígame que de verdad no lo conoce porque resulta que hace años casi lo mata.

—Su nombre. —Keiji suspiró molesto. —No me hagas perder el tiempo.

—Javier Luis Herrera Fernández ¿Lo conoce ahora?

—Me acuerdo ahora, no sé que relación tenían pero intentó matar a África.

—Tirándola a una piscina vacía.

—Sí, se golpeó en la cabeza pero aún había agua y amortiguó parte de la caída. —Keiji cerró la puerta y se apoyó en ella. —Recuerdo zafarme de mi padre y buscar a África por todo el recinto hasta llegar a la piscina, la vi… tambaleándose, toda empapada, intentando llegar a la escalera, sangrando por el lado derecho de la cabeza.

—¿Y como supo que fue él? —Nora preguntó asustada.

—Porque estaba aún ahí, riéndose y regodeándose de su sufrimiento pero no le di la paliza en su momento. —Empezó a llorar y golpeó la pared. —Me quité la chaqueta y salté a la parte más baja para salvarla pero el muy cabrón tiró la escalera y se largó.

—¡Menudo hijo de puta! —Gritó Nora enfadada.

—Estuvimos dos horas atrapados donde tuve que verla muerta de frío, desorientada y herida, su mirada… era tan vacía, ni siquiera se acordó de mí…  y lo único que podía hacer en ese momento era darle calor.

—¿Quién les encontró?

—El equipo docente y mi padre, en cierto modo se sintió orgulloso de mí… pero solo quise ir a por ese chico y fui clase por clase hasta que lo vi, no había nadie, era él y una chica fumando.

—Las heridas… fueron muy feas.

—He hecho cosas cuando era adolescente de las que me arrepiento profundamente pero esa no fue una de ellas.

—¿Qué hará ahora que ha vuelto? ¿Quiere que lo vigile?

—Sí, encárgate de él.

Keiji colgó el teléfono y al abrir la puerta, vio a África salir del baño desnuda con una toalla en el hombro.

—Kei ¿Qué te pasa? ¿Por qué…? —Él la interrumpió con un abrazo. —¿Estás bien?

—Sí… todo bien.

Keiji se sentía seguro, abrazándola y refugiándola en su pecho hasta que el estómago de él rugió fuerte de hambre.

—Deberíamos… cenar. —Dijo nervioso.

—Sí, deberíamos. —Ella suspiró y sonrió. —Pero quiero hacerlo… quiero hacer el amor, Kei.

—Yo también. —Le acarició el aro del collar.

África llevó a Keiji de la mano hasta el dormitorio, se tumbó en la cama y él sonrió.

—Ponte esto mientras me desnudo. —Sacó de su bolsillo un anillo vibrador y se lo dio.

Keiji se desabrochó y quitó la camisa, vio a África levantarse con el vibrador bajo el glande y le acarició el rostro.

—¿Te he dicho que puedes levantarte de la cama?

Ella se acercó a los pectorales, lamió el pezón derecho y acarició el izquierdo con el índice, jugó con ellos mientras miraba a Keiji jadear y encenderse. Entonces el anillo empezó a vibrar a máxima potencia y la hizo arrodillarse de placer y gemir.

—Las buenas chicas siempre piden permiso. —Sacó el teléfono del bolsillo mostrando el controlador del teléfono.

—¡No…! Lo… lo…

—¿Lo? —Keiji puso la potencia al mínimo y vio como recuperaba aire.

—Lo siento, amo Kei. —África recuperó la compostura y se mantuvo cabizbaja. —¿Puedo… desnudarle?

—Adelante.

África le quitó el cinturón mientras veía el largo bulto.

—No puedes tocarlo.

—Entiendo, amo.

África se encendía al sentir el control de Keiji, a temer el castigo y desear la aprobación de su amo, no podía dejar de pensar en cumplir con él y se sentía incapaz de desobedecer.

Desabrochaba el pantalón mientras sentía la seria mirada de Keiji clavándose en su ser. Bajó un poco los pantalones mientras él sujetaba el móvil y vio unos boxers blancos de ositos negros, le miró y el asintió.

—Estás siendo una buena chica, África.

Ella se encendió más ante la aprobación de él, de su amo, y decidió bajar los boxers con la boca mientras su mejilla derecha rozaba con el miembro.

—¿Otra vez, África? —Estuvo decepcionado hasta que la vio babear y con la boca abierta exhalando en el glande. —Bien ¿La quieres?

África asintió y se mantuvo cabizbaja ante su seria mirada. Keiji se quitó toda la ropa y acarició el pelo de África con delicadeza. Ella le miró, acercó su boca al glande, lo besó y él la miró con aprobación.

—Buena chica, África.

Poco a poco ella se dejó llevar, apretó el glande con los labios, hizo círculos con la lengua a su alrededor, y tragó el miembro hasta la campanilla. De repente sintió una de las fuertes manos de Keiji en la nuca y se sintió empujada a tragarlo todo de golpe. Arañó los muslos de él mientras le miraba sollozando y encendida, viendo a Keiji jadear y gemir sintiendo su garganta.

—Hfmo… —África intentó hablar y Keiji la soltó. —… más…

Ella la metió de nuevo y Keiji la ayudó a tenerla de nuevo todo, sin embargo, al sentir tanto placer encendió el anillo, haciendo que ella se estremeciera y arañase los muslos con fuerza.

—África… joder… —Gimió Keiji.

—¡Hmfo…!

Vio que él no se daba cuenta y no podía resistirse, gemía sin parar pero sin poder ser escuchada. Molesta decidió acercar sus manos al culo de Keiji, le miró enfadada y acarició el ano con el dedo corazón de una mano mientras apretaba con fuerza una nalga usando la otra mano.

—¡A-África…! P-para…

Keiji vio que África estaba cabreada y sintió la necesidad de castigarla, pulsó el móvil pero no se dio cuenta que lo puso a máxima potencia. Ella sintió el glande de una forma tan placentera que no pudo evitar introducir el dedo masajeando la próstata. Ambos se estremecían de placer, gemían sus nombres hasta que ambos se corrieron y temblaron, agarrándose duramente.

África se separó, dejando caer por su boca parte del semen de su amo y cayendo al suelo y por los senos, y vio como ella misma se había corrido en el suelo pero pudiendo diferenciar la suya, líquida y transparente, de la de Keiji, espesa y blanca.

—Mierda… lo encendí sin querer. —Keiji se arrodilló y acarició la barbilla de África, viendo como ella mantenía su fluido en el paladar. —Ha sido culpa mía, lo siento.

África besó a Keiji, jugando ambas lenguas con el semen, saboreando su amargor mientras sus miradas se cruzaban. Se separaron dejando un hilo de saliva y fluido seminal entre ellos, y tragaron.

—Te he ensuciado después de que te ducharas.

—No importa, Kei. —Ambos se levantaron y se pusieron nerviosos. —Da tiempo a mimos y ducha.

Keiji sonrió y lamió su barbilla mientras ella le acariciaba el cabello.

—Te he echado de menos, África. —Keiji la cogió en brazos y se sonrieron mutuamente.

—Y yo a ti, Kei.