Era 16 de Enero, las 10 de la noche, África se
encontraba en un restaurante hindú en el paseo marítimo, terminando de cenar
con un grupo de amigos. Iba con el cabello largo hasta los hombros, vistiendo
vaqueros ajustados azules, jersey de cuello alto y deportivas.
—¿Y que tal por Japón? —Preguntó un chico. —Debió ser
genial estar allí trabajando.
África recordó a Axel y Keiji, los momentos en la
mansión y se sonrojó.
—Fue muy… intenso, mucho trabajo pero me trataban
bien.
—¿Y no salías con alguien? —Preguntó una chica. —Un
chico alto y rubio, que estaba muy bueno.
—Sí… está ocupado trabajando allí y bueno… —África se
avergonzó al hablar de él. —… la distancia es difícil.
Se fijó entonces en un grupo de oficinistas entrando y
sentándose al fondo, entonces vio a Nora y una silla vacía.
Pasó media hora y África salió del restaurante con
ellos, se despidieron y ella caminó en dirección contraria, yendo hacia la
playa.
—Te echo de menos…
África se quitó los zapatos, caminó por la arena hasta
la orilla y se sentó frente al mar, viendo la luna reflejarse en el agua.
—No dejo de pensar en ti, Kei, no dejo de quererte y
estar juntos. —África miró a sus pies y sonrió llorando. —No puedo ganar a tu
trabajo, sé que no puedes quedarte en Málaga pero…
—Puedo quedarme. —Se sorprendió al oír la voz de
Keiji. —Puedo trabajar y vivir mi vida con mi pareja y sin ir rápido.
Keiji se sentó a su lado y dejó los mocasines en la
arena.
—¡¿K-Kei?! —África se asustó y Keiji sonrió.
Le vio vestido con traje negro y corbata gris, su pelo
aún más largo hasta la cadera y trenzado.
—¿Esperabas a otra persona? —Keiji se relajó en la
arena.
—No… supongo que no. —África se apartó el pelo y miró
de nuevo al mar. —Te has dejado crecer el pelo aún más.
—Lo mismo te digo. —Él se rio pero África permaneció
impasible.
—¿Por qué?
—Me gusta tenerlo largo y…
—No. —África le interrumpió. —¿Por qué volver?
—Cosas del trabajo, cena de empresa, vacaciones.
—¿Y no deberías estar con ellos?
—Debería pero odio los restaurantes caros. —Keiji se
levantó y ofreció su mano a África pero el estómago de ella rugió y él se rio a
carcajadas.
—¡Deja de burlarte de mí! —África se levantó sola.
—Unas shingaras no son cena. —Ambos cogieron sus
zapatos y se fueron al paseo marítimo. —¿Y que hacías cenando en un sitio tan
caro?
—Era… el cumpleaños de un amigo que le encanta gastar
lo que no tiene.
—Te podía invitar. —África negó con la cabeza como
respuesta y después se pusieron los zapatos. —Tan cabezona como siempre.
—Me he dado cuenta de algo. —Sus palabras llamaron la
atención de Keiji, quien arqueó una ceja. —Siempre he salido con las personas
equivocadas.
—Eso es algo que puedo decir igualmente. —Soltó una
carcajada pero ella se mantuvo seria.
—Y me he dado cuenta hace algún tiempo que siempre
fuiste la correcta pero me pregunto si lo soy yo.
—Yo también había llegado a esa conclusión ¿Soy la
persona correcta para ti?
—Debería volver a casa, son las diez y media y no
habrá más buses a las once.
—Te llevo después de cenar. —Keiji se puso los zapatos
mientras África se sonrojaba.
—Yo… está bien pero será un burger.
—Hecho entonces.
Keiji y África caminaron juntos, rozaron los dedos
entre ellos y se intentaban coger de la mano.
—¿Te hace un king? —Dijeron ambos a la vez al ver una
franquicia y se rieron.
—Pero hay un poco de cola y está bastante lleno. —Keiji
suspiró y miró a África. —¿Entonces?
—Tu apartamento no está lejos.
—¿Pedimos para llevar y… cenamos juntos? —Él se
avergonzó y ella al darse cuenta de lo que él dijo se sonrojó.
—Me gusta la idea… esperaré fuera y tú esperas en la
cola si quieres.
—Claro.
Keiji fue al local y África se sentó en un banco. Su
corazón se aceleraba al pensar en él, en su sonrisa, en su mirada, en su tacto,
estaba ahí de nuevo a pesar del tiempo que había pasado.
—Disculpa, me suenas de algo.
Un grupo de tres chicos de 22 y 26 se acercó a ella y
uno de ellos, de veintiséis, se sentó a su lado. Era alto, de pelo castaño y
corto, perilla, ojos verdes, atlético, de 1.90, vestía chaqueta de cuero
marrón, camisa negra, vaqueros azules y botas militares marrones.
—Estudiaste en el instituto Colina Feliz ¿Verdad? —África
se sintió incomoda y negó con la cabeza. —¿Segura? Soy Javi, estoy seguro que
te sueno ¿Cuál es tu nombre?
África apartó la mirada y se quedó cabizbaja apunto de
llorar.
—Venga, di algo ¿No sabes hablar? ¿Speak spanish o
algo? —Dijo uno de los chicos en tono de enfado.
—Me recuerdas a Adrien, un compañero de clase ¿Le
conoces?
África se alarmó, no pudo resistir la presión e
intentó levantarse pero Javier se lo impidió agarrándola del brazo.
—Disculpad ¿Qué creéis que estáis haciendo?
Keiji apareció detrás de ellos con una mirada de
enfado.
—Tío, lárgate. —Uno de los chicos fue a tocarle pero
Javier le miró y lo intimidó.
—África, ven conmigo. —Los chicos se apartaron y
África fue a él para abrazarle y llorar. —Habéis sido inteligentes.
Ambos se marcharon y ambos chicos miraron a Javier.
—Si no te hubiera parado, ahorita mismito estaríais
con los dientes en el estómago. —Javier se levantó y les tocó el hombro a
ambos. —Ese tío es Keiji Himura, puede tumbar a cualquiera aunque… creía que
era maricón
—¿De qué le conoces tío?
—Ah, es el hijo de uno de los inversores de mi antiguo
instituto, me dio una paliza de muerte durante una visita, intenté matar a un
travelo de mi clase y no le hizo ni puta gracia, creo que estaba pillado por él
y todo.
—Qué chungo.
—Sí joder aunque me pagaron el arreglo de la boca y
los empastes.
Mientras África esperaba en la puerta del local y
Keiji salió con una bolsa de plástico con bolsas de papel en su interior.
—Te he pedido un par de menús con patatas supreme y
helado.
—Gracias, cariño. —África intentó coger la bolsa pero
Keiji se lo impidió. —Déjame ayudarte.
—No, tú tranquila. —África estornudó y Keiji le dio
las bolsas. —Sujeta.
—No es nada, estoy bien.
Se quitó la chaqueta y abrigó con ella a África.
—¡E-Espera!
Keiji le quitó las bolsas y la cogió de la mano.
Caminaban juntos por la calle mientras África se
abrigaba con la chaqueta de Keiji y se embriagaba con su olor. Pensó entonces
en aquel joven, conocía su necronimo, su instituto pero no recordaba a nadie
llamado Javier.
—Hemos llegado. —Keiji abrió la puerta del portal y
miró a África que se quedó embobada mirando a la playa. —África.
—¿Qué? Dime.
—¿Estás bien?
—Sí… lo estoy. —África se entristeció.
Fueron a entrar juntos pero el grupo volvió a aparecer
y Javier se acercó a ellos.
—¡Quería decirte una cosa antes de que estés a salvo
con tu novia! —Keiji dejó las bolsas en el suelo pero África le agarró fuerte.
—No le pegues. —Él suspiró al oírla y se serenó. —Porfavor.
—Sí, no me pegues, no vaya a ser que me mates. —Javier
se rio pero África no entendió nada. —¿No se lo has contado?
—¿De… qué habla?
—Ni idea, no recuerdo a la escoria.
—¿Escoria? Tío, soy un hombre de verdad, no finjo no
perder aceite usando a tías.
—Lo que tú digas. —Keiji cogió las bolsas y entraron
juntos. —Vamos, África.
—¿A dónde vas, chino cabrón? —Javier fue a correr
hacia la puerta pero se cerró, el joven se enfadó y golpeó con las manos el
cristal. —¡¿Dónde has dejado al travelo de Adrien?!
Keiji y África subían por el ascensor sin mediar
palabra, ella le miró y notó toda su rabia contenida.
—Kei… —África se acercó y le abrazó.
—Haré unas llamadas, mis llaves están en la chaqueta. —Acarició
el pelo de ella con delicadeza. —¿Recuerdas algo de ese hombre?
—No, nada, no sé por que sabe tanto de mí… de mi
deadname…
—Yo tampoco pero su cara… me suena mucho.
África se sintió a salvo con él, se sintió segura y
entonces notó la esencia de Keiji, notó su olor y su calor, y se sonrojó sin
dejar de pensar en él.
El ascensor llegó y ambos salieron. Keiji cogió el
móvil mientras veía a África entrar en el apartamento.
—Nora, necesito que busques en las grabaciones de
seguridad.
—Se va de la cena y me llama para pedirme que vulnere
su seguridad, es usted un caso, señor Himura.
—Un hombre nos ha amenazado a mí y a África, quiero
que averigües quien es.
—Sí… señor Himura.
Keiji colgó, entró en el apartamento pero vio la
chaqueta y el jersey en el sofá, se acercó al mismo tiempo que se quitaba la
corbata y vio la puerta de la mazmorra abierta.
—¿África?
Dejó las bolsas en la cocina y vio los zapatos de
África con calcetines dentro y en una esquina bien colocados.
—¿Dónde estás?
Se quitó los zapatos y los calcetines, fue a la
mazmorra y vio a África desnuda poniéndose un collar de sumisión.
—¿Lo echabas de menos? —Keiji le acarició la mejilla
con una mano y África se relajó en ella mientras le miraba.
—Mucho amo.
Keiji sonrió y la cargó en brazos, sorprendiéndola
pero sin dejar de sonreír.
—¿Qué vas a hacerme, Kei?
—Deberíamos ducharnos antes de comer ¿No crees? —Su
móvil sonó desde su bolsillo y la bajó. —Seguramente sea del trabajo, ve y dúchate
mientras atiendo esto.
África abrazó a Keiji quitándole el móvil y sonrió.
—No seas mala, podría ser importante.
—Podría… y podría no serlo.
África le devolvió el móvil y se fue sin que Keiji
dejase de mirarla sonriente.
—Dígame. —Keiji contestó en tono serio.
—¿Por qué me ha pedido que averigüe quien es? —Dijo
Nora enfadada. —¿Es una broma?
—¿Te parece que lo estoy?
—Pues dígame que de verdad no lo conoce porque resulta
que hace años casi lo mata.
—Su nombre. —Keiji suspiró molesto. —No me hagas
perder el tiempo.
—Javier Luis Herrera Fernández ¿Lo conoce ahora?
—Me acuerdo ahora, no sé que relación tenían pero intentó
matar a África.
—Tirándola a una piscina vacía.
—Sí, se golpeó en la cabeza pero aún había agua y amortiguó
parte de la caída. —Keiji cerró la puerta y se apoyó en ella. —Recuerdo zafarme
de mi padre y buscar a África por todo el recinto hasta llegar a la piscina, la
vi… tambaleándose, toda empapada, intentando llegar a la escalera, sangrando
por el lado derecho de la cabeza.
—¿Y como supo que fue él? —Nora preguntó asustada.
—Porque estaba aún ahí, riéndose y regodeándose de su
sufrimiento pero no le di la paliza en su momento. —Empezó a llorar y golpeó la
pared. —Me quité la chaqueta y salté a la parte más baja para salvarla pero el
muy cabrón tiró la escalera y se largó.
—¡Menudo hijo de puta! —Gritó Nora enfadada.
—Estuvimos dos horas atrapados donde tuve que verla
muerta de frío, desorientada y herida, su mirada… era tan vacía, ni siquiera se
acordó de mí… y lo único que podía hacer
en ese momento era darle calor.
—¿Quién les encontró?
—El equipo docente y mi padre, en cierto modo se
sintió orgulloso de mí… pero solo quise ir a por ese chico y fui clase por
clase hasta que lo vi, no había nadie, era él y una chica fumando.
—Las heridas… fueron muy feas.
—He hecho cosas cuando era adolescente de las que me
arrepiento profundamente pero esa no fue una de ellas.
—¿Qué hará ahora que ha vuelto? ¿Quiere que lo vigile?
—Sí, encárgate de él.
Keiji colgó el teléfono y al abrir la puerta, vio a
África salir del baño desnuda con una toalla en el hombro.
—Kei ¿Qué te pasa? ¿Por qué…? —Él la interrumpió con
un abrazo. —¿Estás bien?
—Sí… todo bien.
Keiji se sentía seguro, abrazándola y refugiándola en
su pecho hasta que el estómago de él rugió fuerte de hambre.
—Deberíamos… cenar. —Dijo nervioso.
—Sí, deberíamos. —Ella suspiró y sonrió. —Pero quiero
hacerlo… quiero hacer el amor, Kei.
—Yo también. —Le acarició el aro del collar.
África llevó a Keiji de la mano hasta el dormitorio,
se tumbó en la cama y él sonrió.
—Ponte esto mientras me desnudo. —Sacó de su bolsillo
un anillo vibrador y se lo dio.
Keiji se desabrochó y quitó la camisa, vio a África levantarse
con el vibrador bajo el glande y le acarició el rostro.
—¿Te he dicho que puedes levantarte de la cama?
Ella se acercó a los pectorales, lamió el pezón
derecho y acarició el izquierdo con el índice, jugó con ellos mientras miraba a
Keiji jadear y encenderse. Entonces el anillo empezó a vibrar a máxima potencia
y la hizo arrodillarse de placer y gemir.
—Las buenas chicas siempre piden permiso. —Sacó el
teléfono del bolsillo mostrando el controlador del teléfono.
—¡No…! Lo… lo…
—¿Lo? —Keiji puso la potencia al mínimo y vio como
recuperaba aire.
—Lo siento, amo Kei. —África recuperó la compostura y
se mantuvo cabizbaja. —¿Puedo… desnudarle?
—Adelante.
África le quitó el cinturón mientras veía el largo
bulto.
—No puedes tocarlo.
—Entiendo, amo.
África se encendía al sentir el control de Keiji, a
temer el castigo y desear la aprobación de su amo, no podía dejar de pensar en cumplir
con él y se sentía incapaz de desobedecer.
Desabrochaba el pantalón mientras sentía la seria
mirada de Keiji clavándose en su ser. Bajó un poco los pantalones mientras él
sujetaba el móvil y vio unos boxers blancos de ositos negros, le miró y el
asintió.
—Estás siendo una buena chica, África.
Ella se encendió más ante la aprobación de él, de su
amo, y decidió bajar los boxers con la boca mientras su mejilla derecha rozaba
con el miembro.
—¿Otra vez, África? —Estuvo decepcionado hasta que la
vio babear y con la boca abierta exhalando en el glande. —Bien ¿La quieres?
África asintió y se mantuvo cabizbaja ante su seria
mirada. Keiji se quitó toda la ropa y acarició el pelo de África con delicadeza.
Ella le miró, acercó su boca al glande, lo besó y él la miró con aprobación.
—Buena chica, África.
Poco a poco ella se dejó llevar, apretó el glande con
los labios, hizo círculos con la lengua a su alrededor, y tragó el miembro
hasta la campanilla. De repente sintió una de las fuertes manos de Keiji en la
nuca y se sintió empujada a tragarlo todo de golpe. Arañó los muslos de él
mientras le miraba sollozando y encendida, viendo a Keiji jadear y gemir
sintiendo su garganta.
—Hfmo… —África intentó hablar y Keiji la soltó. —…
más…
Ella la metió de nuevo y Keiji la ayudó a tenerla de
nuevo todo, sin embargo, al sentir tanto placer encendió el anillo, haciendo
que ella se estremeciera y arañase los muslos con fuerza.
—África… joder… —Gimió Keiji.
—¡Hmfo…!
Vio que él no se daba cuenta y no podía resistirse,
gemía sin parar pero sin poder ser escuchada. Molesta decidió acercar sus manos
al culo de Keiji, le miró enfadada y acarició el ano con el dedo corazón de una
mano mientras apretaba con fuerza una nalga usando la otra mano.
—¡A-África…! P-para…
Keiji vio que África estaba cabreada y sintió la
necesidad de castigarla, pulsó el móvil pero no se dio cuenta que lo puso a
máxima potencia. Ella sintió el glande de una forma tan placentera que no pudo
evitar introducir el dedo masajeando la próstata. Ambos se estremecían de
placer, gemían sus nombres hasta que ambos se corrieron y temblaron,
agarrándose duramente.
África se separó, dejando caer por su boca parte del
semen de su amo y cayendo al suelo y por
los senos, y vio como ella misma se había corrido en el suelo pero pudiendo
diferenciar la suya, líquida y transparente, de la de Keiji, espesa y blanca.
—Mierda… lo encendí sin querer. —Keiji se arrodilló y
acarició la barbilla de África, viendo como ella mantenía su fluido en el
paladar. —Ha sido culpa mía, lo siento.
África besó a Keiji, jugando ambas lenguas con el
semen, saboreando su amargor mientras sus miradas se cruzaban. Se separaron dejando
un hilo de saliva y fluido seminal entre ellos, y tragaron.
—Te he ensuciado después de que te ducharas.
—No importa, Kei. —Ambos se levantaron y se pusieron
nerviosos. —Da tiempo a mimos y ducha.
Keiji sonrió y lamió su barbilla mientras ella le
acariciaba el cabello.
—Te he echado de menos, África. —Keiji la cogió en
brazos y se sonrieron mutuamente.
—Y yo a ti, Kei.
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