lunes, 15 de marzo de 2021

La Luz de Ragali. Capítulo 7.

Diana se despertó arropada en la cama de una pequeña habitación y se dio cuenta que estaba vestida con un vestido blanco sencillo. La habitación era pequeña, con una cama individual, a su lado una mesita de noche y una ventana con cortinas rosas iluminando, y un armario de madera.

Se levantó y vio que tenía los pies desnudos y limpios, en la mesita de noche una bandeja con café y cereales.

—¿Qué es este sitio? —Se acercó a la puerta y vio un pasillo vacío que daba al salón. —La cabaña…

Se sintió alertada al intentar recordar y sin quererlo invocó una espada en su mano pero puramente de acero.

—Vale… al menos me sirve. —Salió empuñando a dos manos el arma. —¿Dónde estáis? Lilith, Tessan.

Llegó al salón pero no vio a nadie y entonces vio la puerta del hogar.

—Deberías soltar esa arma. —Habló una mujer detrás de ella.

Diana se giró dando un tajo horizontal cortando una pared, la mujer esquivó agachándose y la espada se atascó en la otra pared.

La mujer la derribó y se cruzó de brazos. Medía 1.84, tenía 23 años, pelo corto, liso y castaño con flequillo, ojos almendrados y verdes, pecas, y labios gruesos y pequeños, era delgada y atlética, con pechos pequeños y culo pequeño. Iba vestida con ropa de deporte negra y corta, zapatillas y estaba armada con un bokken blanco.

—Es hermosa… —La espada desapareció en un brillo blanco. —Bendita sea la luz.

Entonces se dio cuenta que Diana tenía un par de alas blancas y la estaba apuntando con una espada de luz.

—Bendita seas, ángel celestial. —La mujer se arrodilló ofreciendo el bokken.

—¿Qué? —Las alas y la espada desaparecieron. —¡E-espera!

Diana se levantó preocupada, la chica dejó a un lado el bokken e intentó acercarse a ella.

—¿Dónde estoy? ¿Quién eres? —La mujer le ofreció su mano.

—Ven conmigo. —Diana dudó por un segundo y le apartó la mano.

—¿Qué has hecho con Lilith y Tessan? —Empezó a enfadarse y la mujer suspiró.

—No sé quiénes son, ahora siéntate en el sofá. —La mujer le hizo un gesto de invitación pero Diana se mantuvo firme.

—No quiero sentarme.

—Vale, estás en Ragali, desde hace cinco días te traje a un apartamento que pertenece al obispado de Valencia. —Diana arqueó una ceja. —Y soy Erika, una asesina de Lostians al servicio de la Iglesia Católica.

—Eso significa… —Diana se asustó pero la mujer se apoyó en la pared e hizo un gesto de negación.

—Tan sólo eliminé a miembros de la Secta Matria, y no, no eres una Lostian. —La mujer cogió el bokken y se lo ofreció por la hoja. —Te noqueé y a la Lostian que te protegía la convencí de llevarte lejos mientras ella contenía a Launa, una de las tenientes de la secta.

—Esa es Lilith… pero entonces… —Diana cogió el arma con cuidado. —¿Qué quieres de mí? ¿La Luz acaso?

—Debo entregarte al obispo y sus seguidores, supongo que para robarte La Luz de Ragali. —Erika suspiró molesta y miró hacia el dormitorio. —Estuve convencida al traerte de que tenía una misión pero… ver el ángel que eres al encontrarte, me hizo dudar.

—¿No vas a entregarme? —Diana se relajó y le dio el bokken. —Si no me entregas… ¿Qué te ocurrirá?

—Seré encerrada y castigada o algo peor. —Erika cogió el bokken. —No puedo hacerlo, entregarte no, no soy ciega, sé que el obispo sólo quiere poder y sólo me utiliza pero… no conozco otra cosa que La Iglesia y cazar ¿Qué debo hacer, ángel?

—Llámame Diana. —Le ofreció su mano a Erika y sonrió, ella la cogió sorprendida y nerviosa.

—Diana… es un nombre precioso. —Ambas se sonrojaron.

—Erika también es hermoso. —Diana se  sintió avergonzada. —Erika ¿Por qué no vienes conmigo?

—¿A dónde?

—A mi casa ¡B-bueno no es mi casa! Es la mansión de los Undragun. —Erika se zafó pero Diana la agarró del brazo.

—Los Lostians son monstruos y muy peligrosos.

—¡Eso no es cierto! Nadine me ha protegido mucho, Tessan se preocupa siempre por mí, y Lilith… —Diana cerró los ojos agarró con más fuerza. —Siempre se arriesga por mi culpa… Así que confía en mí, sé que estarán encantadas de ayudarte.

—No puedo, Diana, puede que estés a salvo con ellas pero prefiero el castigo y la muerte. —Diana la abrazó y empezó a llorar.

—Entrégame a quien debas entonces pero no voy a dejar que te hagan sufrir, y menos por salvarme la vida

—¿Por qué harías algo así? Pretendo hacerte daño y te he secuestrado pero… —Erika contuvo sus emociones y se separó de Diana. —Es extraño pero no sé que hacer, nunca me he sentido así, nadie había hecho nada por mí.

—Quizás… es hora de que alguien se preocupe por ti, de tener una amiga.

Diana caminó hacia la cocina y Erika se miró las manos.

—Una amiga…

Mientras Lilith conducía por la ciudad con su motocicleta. Vestida con camisa blanca de tirantes, chaqueta de cuero marrón, vaqueros azules y botas negras militares, el cabello recogido en un moño y una espada enfundada a la espalda, de mango envuelto en cuero, guardamanos en cruz pero el lado izquierdo roto, y el pomo en forma de bola.

Llegó al portal de un bloque de apartamentos y mirón hacia arriba.

—Entraré directa, madre. —Habló Lilith decidida. —Pero no pienso ir a escondidas a por Diana, no voy a esconderme de una monja.

Nadine estaba detrás de Lilith, vestida con traje y gabardina pero sin el emblema Undragun y con una misma espada.

—Entraremos y saldremos por la entrada entonces, hija.

Nadine arrancó la puerta del portal y entró primero Lilith. Sentía un profundo enfado al haberla dejado ir como si la hubiera abandonado. Subieron por las escaleras hasta llegar al último piso, entonces ambas desenfundaron las espadas y Lilith hizo caer la puerta de una patada. Vieron a Diana con el bokken y a Erika con una ballesta Barnett 405 negra.

—¡Lilith! —Diana salió corriendo hacia ella y la abrazó. —Estaba preocupada.

—Yo también… —Lilith empezó a llorar y le acarició la espalda. —Creí que te había perdido para siempre.

—Y yo… pero estoy bien. —Diana se separó y miró a Erika quien estaba aún en guardia. —¿Os apetece un té?

-—No, debemos marcharnos. —Lilith cogió de la mano a Diana pero Nadine le tocó un hombro. —¿Madre?

—Yo quiero uno ¿Puedo? —Miró a Erika y ella asintió en alerta. —Muchas gracias.

—Pero… —Lilith se sorprendió y Diana caminó hacia la cocina. —Joder.

Nadine y Lilith enfundaron las espadas, fueron al sofá y se sentaron, Erika caminó para estar frente a ellas, dejó a un lado la ballesta y se apoyó en la pared con los brazos cruzados.

Estuvieron siete minutos mirándose Lilith y Erika con gran odio. Diana llegó con dos tazas de té y Nadine le ofreció su taza a Erika.

—Voy a por la tuya, Nadine. —Se sonrieron ella y Diana mutuamente.

—Quiero saber tu nombre antes de matarte. —Lilith dio un sorbo mientras se tensaban.

—Me llamo Erika. —Diana volvió y le dio la taza a Nadine.

—Antes de que sigáis nerviosas, Erika me había estado ocultando de la Iglesia y los sectarios. —Lilith se sorprendió pero Nadine sonrió. —Si se va sin mí, la torturarán.

—¿Y debemos creernos eso? ¿Y si es una trampa? —Lilith miró molesta a Erika pero Nadine le tocó las rodillas y dio un sorbo.

—Y quieres que la acoja bajo mi protección. —Diana asintió y Nadine miró a Erika. —Luchaste junto a mi hija en vez de apartarte o intentar matarla, confiaste en ella para proteger a Diana.

—En realidad le mentí, pretendía entregar a Diana. —Erika se acercó a Diana.

—Y ella sigue aquí porque no lo has hecho. —Erika apartó la mirada de Nadine y asintió. —No veo el problema entonces.

—¡Madre! —Exclamó molesta Lilith.

—Soy una asesina de Lostians, y vosotras Lostians, sería difícil quedarme con vosotras, no podemos confiar entre nosotras.

—Confiamos en Diana, tú también, sigo sin ver el problema. —Nadine bebió todo de golpe y fue a la cocina.

—Gracias… señora.

—¡Llámame Nadine! —Exclamó desde la cocina y volvió. —No seas tan educada.

—Gracias, me voy a cambiar y a recoger mis cosas. —Erika fue al pasillo y Lilith la siguió.

—Lilith te acompañará en todo momento y te ayudará, Diana y yo esperaremos en la puerta.

Pasada una hora, Diana y Erika estaban en el coche de Nadine cogidas de la mano en el asiento de atrás mientras la propia Nadine conducía por la autopista. Erika iba vestida con un hábito de monja, bailarinas negras y un colgante con una cruz de madera.

—¿Estás bien? —Diana agarró con fuerza a Erika.

—Teniendo en cuenta que he traicionado mi fe, a todo lo que creo y a la familia que me ha criado siendo un bebé para acabar viviendo en casa de un clan de demonios… no mucho. —Nadine soltó una carcajada. —Pero estaban dispuestos a matar a un ángel por poder, así que algo bien sí que estoy.

—Tú no has traicionado tu fe, Erika, la han traicionado los tuyos. —Habló Nadine con calma en su tono. —Y puede que todo lo que hayas creído durante toda tu vida esté equivocado, quizás no eres el arma que ellos esperaban.

—¿Y que soy entonces según usted? —Erika y Nadine se miraron a través del retrovisor.

—Una persona quizás, mis prejuicios y ser madre hablarían por mí si siguiera. —Nadine miró a Diana y sonrió.

—Creo que tan sólo eres una mujer buena y religiosa. —Diana besó la frente de Erika y ella se sonrojó.

—Es posible… pero sigo viendo a los Lostians como monstruos… aún así gracias, por acogerme de forma temporal.

—Puedes quedarte para proteger a Diana pero deberías organizar tu vida y tus gastos. —El coche paró frente a la mansión y Nadine miró a Erika. —Estás bajo mi protección, nada más.

—Gracias, Nadine. —Erika asintió y salió del coche.

Ambas salieron del vehículo y vieron salir a Birdie de la casa. Iba vestida con pantalones de pijama, camiseta blanca con un texto de “all witches are cute”

—Buenos días, cariño. —Nadine habló feliz y Birdie y ella se besaron. —¿La mañana que tal?

—Mucha investigación pero bien. —Vio a Diana ayudando a Erika a cargar la ballesta y una maleta y salió corriendo para abrazarla. —¡Estás bien…! Estaba… preocupada.

—Me… Asfixias… —Birdie la soltó y se fijó en Erika.

—¿Has estado cuidando de ella todo este tiempo?

—Se podría decir que sí. —Se miraron de arriba hacia abajo. —Eres… em… una bruja.

—Sí, y tú una sacerdotisa. —Erika negó con la cabeza. —Tan solo una asesina con Esencia entonces.

—¿Cómo has sabido que tengo Energía? —Birdie sonrió al oírla. —Es verdad que eres una bruja.

Lilith llegó y aparcó al lado del coche. Se bajó y ella y Erika se miraron molestas.

—Espero que no haya ningún problema en dormir las tres juntas. —Erika y Lilith miraron a Birdie enfadadas. —Así si ocurre algo podéis estar cerca y protegeros.

—Espera ¿Dónde está Tessan? —Diana preguntó preocupada. —¿Está bien?

—Sí, no te preocupes, ella y Eliana tienen asuntos de la Familia. —Vio entonces que Erika estaba muy tensa y le ofreció su mano. —No estés tan a la defensiva, soy Birdie.

—Erika, encantada supongo. —Apretó la mano de ella. —Y gracias por acogerme.

—Es lo menos que mi mujer y yo podemos hacer por ti al ayudar a Diana y a nuestra hija. —Nadine tocó el hombro de Erika y Birdie también. —Nos vemos a la hora de comer.

—No te acostumbres mucho, humana. —Lilith habló enfadada y se marchó molesta.

—No lo parece pero Lilith tiene muy buen corazón. —Sonrió Diana y Erika se sonrojó.

—Intentaré adaptarme un poco. —Caminaron juntas hasta la puerta de la casa. —Se hace extraño.

—¿En que sentido? —Diana preguntó curiosa.

—En verlos más como familia que como demonios, supongo que es una tontería.

Entraron y Erika se asombró con el interior, Diana se fijó entonces y sonrió.

Lilith apareció detrás de Diana y le cogió la ballesta.

—G-gracias. —Vio a Lilith llevar la ballesta con una mano.

—De nada, cielo. —Se sonrojaron ambas y entonces miró molesta a Erika. —No te acostumbres, ayudo a Diana, no a ti.

—Lo sé. —Erika se enfadó y, al intentar marcharse Lilith, la llamó. —Pero gracias.

—Ya… denada.

Se marchó sonrojada al oírla y Diana y Erika la siguieron.

—¿De dónde eres, humana monja? —Preguntó Lilith quién sorprendió a Diana.

—De Valencia, me he criado en un orfanato aunque… bueno, no sé si soy de allí o no.

Erika tropezó y fue a caerse pero Diana y Lilith la cogieron de las manos.

—He… ¡He sido torpe! Lo siento. —Se dio cuenta que Diana y Lilith la estaban agarrando y se recompuso.

—¿Estás bien? —Preguntaron a la vez.

—Sí… gracias.

Pasaron las horas hasta las cinco, Birdie y Nadine fregaban platos juntas mientras reían y charlaban.

—Aún recuerdo como volvió, con la cara llena de barro y como si nada. —Birdie soltó una carcajada fuerte que hizo sonreír a Nadine. —Ni se dio cuenta lo sucia que estaba.

—¿Y lo enfadada que se puso por reírnos? Recuerdo que la abracé muy fuerte y se enfurruñó contigo. —Nadine se secó las manos y Birdie sonrió de forma diferente.

—Nadine, siento que estoy volviendo a sentir lo mismo por ti. —Se acercó a Birdie lentamente. —Y esto no es desde lo del cementerio, sino desde que nos encontramos… no sé si necesito esto o sólo quiero estar contigo.

Nadine abrazó por la espalda a Birdie y ella le agarró con fuerza las manos.

—Decidas lo que decidas, aquí estoy.

—Ni siquiera sé que decidir. —Ambas se encendieron y Birdie la miró de reojo. —Quiero hacerlo aquí y ahora.

Nadine besó el lado izquierdo del cuello, fue subiendo con besos hacia la oreja y la mordió con los labios. Birdie se giró y ella le acarició la barbilla.

—Nadine… ¿Cuánto llevas sin…? Ya sabes. —Se dio cuenta que Nadine no entendía a que se refería. —¿Has estado…?

—Apenas necesito beber sangre, no sería correcto beberla de la Arconte sin permiso. —Birdie se decepcionó. —¿Sexo? No estoy con nadie ni tengo interés en ninguna mujer.

—Yo… sólo con Eliana, tenemos todo acordado pero…

—Se te sigue dando mal ligar. —Nadine soltó una carcajada y Birdie se avergonzó apartando de ella la mirada.

—Tan mal que estoy casada con una vampira y una mujer loba.

—Y sin perder el buen gusto. —Nadine la besó con delicadeza. —No puedo dejar de estar enamorada de ti, Birdie.

—Yo tampoco, pensé que alejarme era lo mejor pero… olvidé que me encanta de ti, y ahora te tengo delante. —Birdie la besó apasionadamente. —Te quie…

—Birdie ¿Estás ahí? —Diana interrumpió desde el otro lado y entró en la cocina,, viéndolas muy cercanas. —¡S-siento molestar! Volveré en otro momento.

—¡No, tranquila! Dime. —Birdie se acercó a ella nerviosa.

—¿Podrías enseñarme a manejarlo? La Esencia, energía, eso.

—Por supuesto. —Birdie se giró y miró a Nadine. —¿Cariño, tienes alguna sala para entrenar?

—Sí, algo así. —Nadine suspiró molesta. —Os guiaré

lunes, 8 de marzo de 2021

Los labios que me dominan. Capítulo 11.

A la mañana siguiente Keiji se encontraba en la mazmorra sentado hablando por teléfono, desnudo y con el pelo suelto. Miraba a África, quien se encontraba desnuda y suspendida por cuerdas en los brazos, el pecho y las piernas unidas a una gran piedra que servía de contrapeso, relajada con los ojos cerrados y disfrutando, notando como las mismas cuerdas que la mantenían también apretaban alrededor de su piel, dejando el control total de su cuerpo.

—Creo que el resultado es indudable, han hecho un gran trabajo y los beneficios de dicho proyecto son bastante altos. —Keiji hablaba relajado acercándose a ella. —De hecho, iba a comentar, mantengan a la plantilla para el siguiente proyecto.

—¿Y el acuerdo de desarrollo con…?

—Háganlo sin mí, son muy competentes, sobretodo el jefe de proyecto. —Keiji colgó y dejó caer el teléfono. —Noto que tienes algo que decir.

—¿Recuerdas… lo de anoche? En la playa. —África se estremeció al sentir el delicado tacto de su amo en la columna.

—¿Qué parte? —Keiji se acercó a su rostro y ella le miró a los ojos.

—Si soy la adecuada, la persona correcta… para ti. —África suspiró mientras él le acariciaba cabello. —Me doy cuenta… no me importa si somos las personas correctas, sólo seguir contigo… y sentir todo lo que me haces, tu amor, tu control, tu disciplina, deseo esto… te deseo… amo Kei.

Keiji sonrió, se acercó a sus labios y la besó, al principio con cariño, después sus lenguas se tocaban y jugaban mientras ella se estremecía y las cuerdas apretaban más balanceándola suavemente. África deseaba liberarse y abrazarle pero también se sentía atrapada por las cuerdas y le gustaba, apretaba los puños con fuerza conteniendo todos y cada uno de sus deseos.

Se separaron dejando un hilo de saliva entre ellos.

—¿Quieres que te desate ya? —Preguntó Keiji satisfecho.

—Sí, gracias. —Ella suspiró intentando controlarse.

Keiji elevó el contrapeso y lo desató una vez que ella estaba en el suelo. Entonces desató cada nudo con cuidado hasta que nada apretaba su piel.

—¿Estás bien, África? —Arrojó las cuerdas a un lado al ver las marcas en su cuerpo. —Voy a ponerte una crema y hacerte un masaje.

—No hace falta Kei… ¡Kei! —La levantó de golpe y en brazos. —E-Estoy bien, de verdad.

—Lo sé, relájate.

La llevó en brazos hasta el dormitorio donde la tumbó en la cama pero ella le agarró de los brazos y le hizo tumbarse encima.

—¿Qué intentas? —Susurró Keiji sorprendido.

—Quiero hacer que te rindas a mí. —África esbozó una débil pero cruel sonrisa.

Keiji la agarró de las muñecas y ella le mordió el hombro con fuerza hasta soltarla, hacerle tumbarse de lado y gemir.

—Si te resistes será peor, Kei. —África le arañó la espalda y bajó su rostro hasta las nalgas.

—Ni… se te ocurra, África.

Le hizo tumbarse bocabajo al agarrar las nalgas con fuerza y se sentó sobre las piernas de él.

—Tengo… fuerza suficiente… ¡Joder!

Sintió la lengua de África jugando con su ano, gimió de forma placentera y se agarró fuerte a las sabanas, arqueó la espalda al notar como la lengua se movía en círculos y el calor de la saliva y el aliento de África.

—Basta… —África se levantó y se acercó a su oído. —O te prometo que… te haré pasarlo muy… mal…

—Que amo tan malo, Kei. —Susurró ella.

Le introdujo un dedo por detrás, haciendo que Keiji se estremeciera de placer.

—Déjate llevar, córrete.

—Joder… cuando… me levante…

África le soltó dejándolo temblando y fue a un armario de donde sacó un dildo azul de 20 cm.

—Ni se te ocurra… África. —Se intentó levantar pero ella se lo impidió sentándose en su espalda. —Va a ser lo último que hagas en tu vida.

Dejó caer un poco de saliva sobre el ano, empezó a introducir el dildo haciendo que él gimiese de placer y sin control.

—¡África…! África… joder…

—Deseas venirte, dilo.

—Quiero… joder…

Se estremeció de placer, haciendo que su cuerpo temblase, mordió la almohada durante unos segundos y tan sólo se oyeron sus jadeos.

—Me encanta verte disfrutar, Kei. —África le quitó el dildo y lo dejó caer al suelo. —Eres un amo obediente.

Keiji se dio la vuelta de forma violenta y se tumbó sobre ella agarrándola del cuello, controlando su respiración y haciendo que ella disfrutase. África se sintió intimidada, el cuerpo de Keiji desnudo y sucio en su vientre por el fluido seminal, sudando, con sus cabellos sobre ella, su rostro de enfado, todo aquello la hizo sentirse derrotada pero esperando impaciente las consecuencias de sus actos con gran deseo.

—Repite eso, repite lo del amo. —Keiji sonrió y ella le miró de forma desafiante. —Mírate, intentas doblegarme pero tu cuerpo quiere que lo controle yo.

—¿A… que es…? Dios…

Keiji la soltó y fue a sus senos, lamió el de la izquierda y bajó los dedos a la entrepierna, donde empezó a introducir uno haciendo muffing.

—Kei… no…

Empezó a jugar con el pezón moviéndolo en círculos generando más sensaciones incontrolables a cada momento hasta que ella no pudo evitar estremecerse, abrazando a Keiji y arañando toda la espalda.

—Lo… ¡Lo siento! —Gimió fuerte y sin poder resistirse. —Seré… ¡Seré buena!

—Muy tarde, África.

Ella babeaba y se resistía a gemir más pero él se sintió complacido. Entonces oyó la puerta de la casa abrirse y unos pasos. Ambos se miraron con una mirada furtiva, sintiendo que no debían hacer ruido pero Keiji siguió usando el dedo, haciendo que África se agitase.

—Creo que el señor Himura se ha marchado. —Dijo Nora desde el otro lado.

—¿Y que hacemos? —Preguntó James.

—Esperarle, por supuesto.

Keiji se levantó y buscó en un cajón. África suspiró tranquila hasta que le vio sacar una mordaza con una bola negra de silicona, una corbata, un estimulador de próstata y una venda negra.

—¿A dónde crees que habrá ido? —Preguntó James mientras Keiji le hacía levantarse a África.

Nora suspiró mientras se sentaba en el sofá y James junto a ella. Iban vestidos con trajes negros, mocasines marrones y corbatas grises.

—Nora ¿Ayer te llamó el señor Himura por alguna razón?

—Seguridad, nada importante.

—Bueno, la seguridad es un tema importante.

—Pretendo comentárselo cuando le vea. —Nora miró a James y arqueó una ceja. —¿Y tú que haces aquí?

—Pues he descubierto que el padre del señor Himura viene a verle pero no me lee los mensajes.

África estaba de rodillas en una esquina del dormitorio, atada de manos a la espalda con una corbata, amordazada, con los ojos vendados. Keiji se puso un kimono y se acercó a ella mientras cogía el móvil.

—No hagas ruido y mantente recta o será peor. —Susurró a su oído y ella asintió. —Buena chica, África.

Encendió un controlador, haciendo que África se estremeciera y babeara. Keiji salió del dormitorio y fingió estar recién levantado.

—¿A que viene este alboroto? —Preguntó molesto.

—Perdone, necesitaba hablar con usted. —Nora se levantó y se acercó. —Necesito informarle del hombre de ayer.

—¿Alguna información nueva? —Keiji se sentó tranquilamente en el sofá.

—Su padre es el director ejecutivo de Medafarma. —La miró sin entender nada. —¿Ayer? ¿Proyecto de software para el suministro de farmacias de España y Francia? Ya sabe.

—Ah, cancela el acuerdo.

—Perderemos mucho dinero. —Nora entonces miró a James y después de nuevo a Keiji. —Destapar cosas turbias nos llevará unos días.

—Busca lo justo para decirles que quiero replanteármelo.

—Enseguida, señor Himura. —Dijeron ambos con tono de respeto.

—Un momento, señor Himura ¿Y África? —Keiji sonrió al oírla. —No debió dejar que se fuera.

—Intentad relajaros hoy. —Keiji fue a la cocina sorprendiendo a James y Nora con sus palabras.

—Se nota que está feliz. —Dijo James.

—Demasiado, creo.

Pasaron cinco minutos y Keiji entró al dormitorio con una pequeña taza de té de frutos del bosque en una mano y el móvil en la otra. Miró a África recta y de rodillas, babeando a través de la mordaza sin poder parar de estremecerse.

—Mírate ¿Así quieres estar siempre que sesionemos? —Dio un sorbo a la taza y viéndola tragar saliva. —A partir de cierta velocidad te acostumbras, no es difícil darse cuenta de tus reacciones, sintiendo el estimulador de próstata dentro de ti.

Se acercó a ella, haciendo oír sus pasos, intimidándola. Subió la potencia e hizo que ella temblara y respirase aceleradamente.

—Sería vergonzoso que James y Nora te vieran así. —Keiji dejó la taza en la cama y volvió a ella para quitarle la mordaza y bajar la potencia. —¿Y bien? Creo que debes una disculpa.

—Perdóneme amo… —Sonrió ella y él después de verla y oírla. —… pero Nora me disciplinaria mejor.

Keiji pulsó la potencia máxima, África inclinó la cabeza gimiendo de placer y sin poder hablar.

—Te dije que estuvieras recta ¿Qué te ocurre África? —Se inclinó y acarició ambas nalgas. —¿Debo ser más duro?

—No… ¡Lo sien… siento… amo!

África empezó a correrse en el suelo y se tumbó de lado, a lo que Keiji le quitó las vendas, el estimulador de prostata y la corbata, la levantó en brazos y la tumbó en la cama.

—Anatema… —Susurró África, Keiji sonrió y le dio un beso en la frente.

—Descansa. —Keiji le dio su taza y ella bebió un poco. —Vuelvo un momento para limpiarte y limpiar lo del suelo ¿De acuerdo?

—Gracias… amo Kei. —Él la besó sonrojado.

Pasó media hora, Keiji estaba fregando platos en la cocina y África entró mirando el móvil. Iba en boxers negros de ositos y con una camisa blanca sucia de Keiji.

—¿Qué estás viendo? —Preguntó mirándola de reojo.

—Twitter. —África vio a Keiji secándose las manos y se acercó a él.

—Evil girlfriend. —Miró el móvil y leyó a un usuario. —¿Amiga tuya?

—Nah, es Von Karma, una chica trans de ahí, bastante gilipollas pero dice cosas con sentido a veces.

—¿Cómo cuales? Me da curiosidad. —Keiji le cogió el móvil con cuidado y puso una mano en la cintura de África.

—Pues… mmm… las personas cis con transfobia interiorizada que lo disfrazan de preferencia genital. —Arqueó una ceja al oírla.

—Creo que esa clase de personas son lo peor, una mujer es una mujer, da igual si es cis o trans, pues sus genitales no la definen, igual que a tíos o personas no binarias.

—Que raro se me hace oírte hablar del género, Kei.

—No me sorprende, la mayoría de tíos cis son tránsfobos.

—¡Pues sí! Y encima nos exigen escucharles, se hacen la víctima y hablan en nuestro nombre para tener fama.

—Eso tampoco me sorprende, al final son gente que no saben que es una mujer más allá de Google Imágenes. —Keiji besó la frente de ella y la sonrojó. —Y no sabrían como reaccionar ante una mujer fuerte y luchadora.

—Eres bobo, Kei. —África refunfuñó y apartó la mirada mientras él sonreía.

El timbre de la puerta sonó y África miró a Keiji.

—¿Esperas a alguien?

—Eso creo.

Keiji fue a la puerta y la abrió, encontrando frente a él a un hombre de sesenta años, con rasgos japoneses, de 1.90 y atlético.

—¿Qué haces aquí? —Preguntó molesto.

—¿Acaso un padre no puede ver a su hijo? —Preguntó serio.

—¿Acaso tengo padre?

Se miraron enfadados hasta que vio a África asomarse en el pasillo tras Keiji.

—Kei ¿Quién es?

—Ya veo, sigues con él, tu madre me lo advirtió. —Keiji miró hacia atrás viendo a África y luego a su padre.

—Es ella y es mi mujer así que ahórrate los insultos.

—¿Hasta cuando piensas seguir con esta farsa? Debes volver con tu familia y estar con una mujer de verdad. —Él fue a golpear a su padre pero África le tocó la espalda y le detuvo. —Necesitas que el chico te diga que hacer.

—Señor, puede insultarme y decirme las veces que quiera que soy un hombre. —Keiji la miró sorprendido. —Pero él no forma parte de su vida, Kei es un hombre libre que hace lo que quiere y que ya no está bajo su control.

—Chico, no estoy hablando contigo.

—Pero yo con usted sí. —Keiji fue al salón. —Déjelo en paz, deje de humillarse a si mismo arrastrándose hasta aquí, hombre.

Cogió a África del cuello y empezó a estrangularla con fuerza.

—¡No eres más que un niño entrometido disfrazado de mujer!

Keiji le apartó y le propinó un puñetazo, haciendo que cayese al suelo. África empezó a toser y a recuperar el aire, él la abrazó y miró a su padre muy enfadado.

—Coge el dinero para tu asquerosa empresa. —Dejó caer un cheque.

—No soy un mendigo al que dar una limosna para que se vaya.

—¡Me da igual que quieras! No quiero tener nada que ver contigo ni con los tuyos, ni África ni yo queremos saber nada.

Keiji cerró con fuerza la puerta y África le abrazó con fuerza.

—Siento mucho lo de tu padre.

—¿Qué dices? No ha parado de insultarte y hacerte misgender, debería disculparme yo.

—Pfff, no es el primer viejo que me insulta y me estrangula. —Keiji arqueó una ceja y se asustó. —¡Es broma! Una broma, Kei.

—África, no bromees con esto. —Le besó la frente y le acarició el cabello. —Me enfada cuando te agreden.

—Lo sé, lo sé. —Se besaron con delicadeza. —Hoy te prepararé el almuerzo.

—Eso si consigues escapar de la ducha conmigo. —Keiji levantó a África y la sujetó de los muslos, mirándose ambos de forma atrevida.

—Es un desafío interesante señor Himura.

—Estoy seguro que podrá superarlo, señora Hierro Blanc.