lunes, 8 de marzo de 2021

Los labios que me dominan. Capítulo 11.

A la mañana siguiente Keiji se encontraba en la mazmorra sentado hablando por teléfono, desnudo y con el pelo suelto. Miraba a África, quien se encontraba desnuda y suspendida por cuerdas en los brazos, el pecho y las piernas unidas a una gran piedra que servía de contrapeso, relajada con los ojos cerrados y disfrutando, notando como las mismas cuerdas que la mantenían también apretaban alrededor de su piel, dejando el control total de su cuerpo.

—Creo que el resultado es indudable, han hecho un gran trabajo y los beneficios de dicho proyecto son bastante altos. —Keiji hablaba relajado acercándose a ella. —De hecho, iba a comentar, mantengan a la plantilla para el siguiente proyecto.

—¿Y el acuerdo de desarrollo con…?

—Háganlo sin mí, son muy competentes, sobretodo el jefe de proyecto. —Keiji colgó y dejó caer el teléfono. —Noto que tienes algo que decir.

—¿Recuerdas… lo de anoche? En la playa. —África se estremeció al sentir el delicado tacto de su amo en la columna.

—¿Qué parte? —Keiji se acercó a su rostro y ella le miró a los ojos.

—Si soy la adecuada, la persona correcta… para ti. —África suspiró mientras él le acariciaba cabello. —Me doy cuenta… no me importa si somos las personas correctas, sólo seguir contigo… y sentir todo lo que me haces, tu amor, tu control, tu disciplina, deseo esto… te deseo… amo Kei.

Keiji sonrió, se acercó a sus labios y la besó, al principio con cariño, después sus lenguas se tocaban y jugaban mientras ella se estremecía y las cuerdas apretaban más balanceándola suavemente. África deseaba liberarse y abrazarle pero también se sentía atrapada por las cuerdas y le gustaba, apretaba los puños con fuerza conteniendo todos y cada uno de sus deseos.

Se separaron dejando un hilo de saliva entre ellos.

—¿Quieres que te desate ya? —Preguntó Keiji satisfecho.

—Sí, gracias. —Ella suspiró intentando controlarse.

Keiji elevó el contrapeso y lo desató una vez que ella estaba en el suelo. Entonces desató cada nudo con cuidado hasta que nada apretaba su piel.

—¿Estás bien, África? —Arrojó las cuerdas a un lado al ver las marcas en su cuerpo. —Voy a ponerte una crema y hacerte un masaje.

—No hace falta Kei… ¡Kei! —La levantó de golpe y en brazos. —E-Estoy bien, de verdad.

—Lo sé, relájate.

La llevó en brazos hasta el dormitorio donde la tumbó en la cama pero ella le agarró de los brazos y le hizo tumbarse encima.

—¿Qué intentas? —Susurró Keiji sorprendido.

—Quiero hacer que te rindas a mí. —África esbozó una débil pero cruel sonrisa.

Keiji la agarró de las muñecas y ella le mordió el hombro con fuerza hasta soltarla, hacerle tumbarse de lado y gemir.

—Si te resistes será peor, Kei. —África le arañó la espalda y bajó su rostro hasta las nalgas.

—Ni… se te ocurra, África.

Le hizo tumbarse bocabajo al agarrar las nalgas con fuerza y se sentó sobre las piernas de él.

—Tengo… fuerza suficiente… ¡Joder!

Sintió la lengua de África jugando con su ano, gimió de forma placentera y se agarró fuerte a las sabanas, arqueó la espalda al notar como la lengua se movía en círculos y el calor de la saliva y el aliento de África.

—Basta… —África se levantó y se acercó a su oído. —O te prometo que… te haré pasarlo muy… mal…

—Que amo tan malo, Kei. —Susurró ella.

Le introdujo un dedo por detrás, haciendo que Keiji se estremeciera de placer.

—Déjate llevar, córrete.

—Joder… cuando… me levante…

África le soltó dejándolo temblando y fue a un armario de donde sacó un dildo azul de 20 cm.

—Ni se te ocurra… África. —Se intentó levantar pero ella se lo impidió sentándose en su espalda. —Va a ser lo último que hagas en tu vida.

Dejó caer un poco de saliva sobre el ano, empezó a introducir el dildo haciendo que él gimiese de placer y sin control.

—¡África…! África… joder…

—Deseas venirte, dilo.

—Quiero… joder…

Se estremeció de placer, haciendo que su cuerpo temblase, mordió la almohada durante unos segundos y tan sólo se oyeron sus jadeos.

—Me encanta verte disfrutar, Kei. —África le quitó el dildo y lo dejó caer al suelo. —Eres un amo obediente.

Keiji se dio la vuelta de forma violenta y se tumbó sobre ella agarrándola del cuello, controlando su respiración y haciendo que ella disfrutase. África se sintió intimidada, el cuerpo de Keiji desnudo y sucio en su vientre por el fluido seminal, sudando, con sus cabellos sobre ella, su rostro de enfado, todo aquello la hizo sentirse derrotada pero esperando impaciente las consecuencias de sus actos con gran deseo.

—Repite eso, repite lo del amo. —Keiji sonrió y ella le miró de forma desafiante. —Mírate, intentas doblegarme pero tu cuerpo quiere que lo controle yo.

—¿A… que es…? Dios…

Keiji la soltó y fue a sus senos, lamió el de la izquierda y bajó los dedos a la entrepierna, donde empezó a introducir uno haciendo muffing.

—Kei… no…

Empezó a jugar con el pezón moviéndolo en círculos generando más sensaciones incontrolables a cada momento hasta que ella no pudo evitar estremecerse, abrazando a Keiji y arañando toda la espalda.

—Lo… ¡Lo siento! —Gimió fuerte y sin poder resistirse. —Seré… ¡Seré buena!

—Muy tarde, África.

Ella babeaba y se resistía a gemir más pero él se sintió complacido. Entonces oyó la puerta de la casa abrirse y unos pasos. Ambos se miraron con una mirada furtiva, sintiendo que no debían hacer ruido pero Keiji siguió usando el dedo, haciendo que África se agitase.

—Creo que el señor Himura se ha marchado. —Dijo Nora desde el otro lado.

—¿Y que hacemos? —Preguntó James.

—Esperarle, por supuesto.

Keiji se levantó y buscó en un cajón. África suspiró tranquila hasta que le vio sacar una mordaza con una bola negra de silicona, una corbata, un estimulador de próstata y una venda negra.

—¿A dónde crees que habrá ido? —Preguntó James mientras Keiji le hacía levantarse a África.

Nora suspiró mientras se sentaba en el sofá y James junto a ella. Iban vestidos con trajes negros, mocasines marrones y corbatas grises.

—Nora ¿Ayer te llamó el señor Himura por alguna razón?

—Seguridad, nada importante.

—Bueno, la seguridad es un tema importante.

—Pretendo comentárselo cuando le vea. —Nora miró a James y arqueó una ceja. —¿Y tú que haces aquí?

—Pues he descubierto que el padre del señor Himura viene a verle pero no me lee los mensajes.

África estaba de rodillas en una esquina del dormitorio, atada de manos a la espalda con una corbata, amordazada, con los ojos vendados. Keiji se puso un kimono y se acercó a ella mientras cogía el móvil.

—No hagas ruido y mantente recta o será peor. —Susurró a su oído y ella asintió. —Buena chica, África.

Encendió un controlador, haciendo que África se estremeciera y babeara. Keiji salió del dormitorio y fingió estar recién levantado.

—¿A que viene este alboroto? —Preguntó molesto.

—Perdone, necesitaba hablar con usted. —Nora se levantó y se acercó. —Necesito informarle del hombre de ayer.

—¿Alguna información nueva? —Keiji se sentó tranquilamente en el sofá.

—Su padre es el director ejecutivo de Medafarma. —La miró sin entender nada. —¿Ayer? ¿Proyecto de software para el suministro de farmacias de España y Francia? Ya sabe.

—Ah, cancela el acuerdo.

—Perderemos mucho dinero. —Nora entonces miró a James y después de nuevo a Keiji. —Destapar cosas turbias nos llevará unos días.

—Busca lo justo para decirles que quiero replanteármelo.

—Enseguida, señor Himura. —Dijeron ambos con tono de respeto.

—Un momento, señor Himura ¿Y África? —Keiji sonrió al oírla. —No debió dejar que se fuera.

—Intentad relajaros hoy. —Keiji fue a la cocina sorprendiendo a James y Nora con sus palabras.

—Se nota que está feliz. —Dijo James.

—Demasiado, creo.

Pasaron cinco minutos y Keiji entró al dormitorio con una pequeña taza de té de frutos del bosque en una mano y el móvil en la otra. Miró a África recta y de rodillas, babeando a través de la mordaza sin poder parar de estremecerse.

—Mírate ¿Así quieres estar siempre que sesionemos? —Dio un sorbo a la taza y viéndola tragar saliva. —A partir de cierta velocidad te acostumbras, no es difícil darse cuenta de tus reacciones, sintiendo el estimulador de próstata dentro de ti.

Se acercó a ella, haciendo oír sus pasos, intimidándola. Subió la potencia e hizo que ella temblara y respirase aceleradamente.

—Sería vergonzoso que James y Nora te vieran así. —Keiji dejó la taza en la cama y volvió a ella para quitarle la mordaza y bajar la potencia. —¿Y bien? Creo que debes una disculpa.

—Perdóneme amo… —Sonrió ella y él después de verla y oírla. —… pero Nora me disciplinaria mejor.

Keiji pulsó la potencia máxima, África inclinó la cabeza gimiendo de placer y sin poder hablar.

—Te dije que estuvieras recta ¿Qué te ocurre África? —Se inclinó y acarició ambas nalgas. —¿Debo ser más duro?

—No… ¡Lo sien… siento… amo!

África empezó a correrse en el suelo y se tumbó de lado, a lo que Keiji le quitó las vendas, el estimulador de prostata y la corbata, la levantó en brazos y la tumbó en la cama.

—Anatema… —Susurró África, Keiji sonrió y le dio un beso en la frente.

—Descansa. —Keiji le dio su taza y ella bebió un poco. —Vuelvo un momento para limpiarte y limpiar lo del suelo ¿De acuerdo?

—Gracias… amo Kei. —Él la besó sonrojado.

Pasó media hora, Keiji estaba fregando platos en la cocina y África entró mirando el móvil. Iba en boxers negros de ositos y con una camisa blanca sucia de Keiji.

—¿Qué estás viendo? —Preguntó mirándola de reojo.

—Twitter. —África vio a Keiji secándose las manos y se acercó a él.

—Evil girlfriend. —Miró el móvil y leyó a un usuario. —¿Amiga tuya?

—Nah, es Von Karma, una chica trans de ahí, bastante gilipollas pero dice cosas con sentido a veces.

—¿Cómo cuales? Me da curiosidad. —Keiji le cogió el móvil con cuidado y puso una mano en la cintura de África.

—Pues… mmm… las personas cis con transfobia interiorizada que lo disfrazan de preferencia genital. —Arqueó una ceja al oírla.

—Creo que esa clase de personas son lo peor, una mujer es una mujer, da igual si es cis o trans, pues sus genitales no la definen, igual que a tíos o personas no binarias.

—Que raro se me hace oírte hablar del género, Kei.

—No me sorprende, la mayoría de tíos cis son tránsfobos.

—¡Pues sí! Y encima nos exigen escucharles, se hacen la víctima y hablan en nuestro nombre para tener fama.

—Eso tampoco me sorprende, al final son gente que no saben que es una mujer más allá de Google Imágenes. —Keiji besó la frente de ella y la sonrojó. —Y no sabrían como reaccionar ante una mujer fuerte y luchadora.

—Eres bobo, Kei. —África refunfuñó y apartó la mirada mientras él sonreía.

El timbre de la puerta sonó y África miró a Keiji.

—¿Esperas a alguien?

—Eso creo.

Keiji fue a la puerta y la abrió, encontrando frente a él a un hombre de sesenta años, con rasgos japoneses, de 1.90 y atlético.

—¿Qué haces aquí? —Preguntó molesto.

—¿Acaso un padre no puede ver a su hijo? —Preguntó serio.

—¿Acaso tengo padre?

Se miraron enfadados hasta que vio a África asomarse en el pasillo tras Keiji.

—Kei ¿Quién es?

—Ya veo, sigues con él, tu madre me lo advirtió. —Keiji miró hacia atrás viendo a África y luego a su padre.

—Es ella y es mi mujer así que ahórrate los insultos.

—¿Hasta cuando piensas seguir con esta farsa? Debes volver con tu familia y estar con una mujer de verdad. —Él fue a golpear a su padre pero África le tocó la espalda y le detuvo. —Necesitas que el chico te diga que hacer.

—Señor, puede insultarme y decirme las veces que quiera que soy un hombre. —Keiji la miró sorprendido. —Pero él no forma parte de su vida, Kei es un hombre libre que hace lo que quiere y que ya no está bajo su control.

—Chico, no estoy hablando contigo.

—Pero yo con usted sí. —Keiji fue al salón. —Déjelo en paz, deje de humillarse a si mismo arrastrándose hasta aquí, hombre.

Cogió a África del cuello y empezó a estrangularla con fuerza.

—¡No eres más que un niño entrometido disfrazado de mujer!

Keiji le apartó y le propinó un puñetazo, haciendo que cayese al suelo. África empezó a toser y a recuperar el aire, él la abrazó y miró a su padre muy enfadado.

—Coge el dinero para tu asquerosa empresa. —Dejó caer un cheque.

—No soy un mendigo al que dar una limosna para que se vaya.

—¡Me da igual que quieras! No quiero tener nada que ver contigo ni con los tuyos, ni África ni yo queremos saber nada.

Keiji cerró con fuerza la puerta y África le abrazó con fuerza.

—Siento mucho lo de tu padre.

—¿Qué dices? No ha parado de insultarte y hacerte misgender, debería disculparme yo.

—Pfff, no es el primer viejo que me insulta y me estrangula. —Keiji arqueó una ceja y se asustó. —¡Es broma! Una broma, Kei.

—África, no bromees con esto. —Le besó la frente y le acarició el cabello. —Me enfada cuando te agreden.

—Lo sé, lo sé. —Se besaron con delicadeza. —Hoy te prepararé el almuerzo.

—Eso si consigues escapar de la ducha conmigo. —Keiji levantó a África y la sujetó de los muslos, mirándose ambos de forma atrevida.

—Es un desafío interesante señor Himura.

—Estoy seguro que podrá superarlo, señora Hierro Blanc. 

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