Era una noche de Septiembre, Alex estaba al lado de un restaurante, en el centro. Mirando su móvil con una sonrisa tímida, llevando una blusa blanca que resaltaba su figura femenina y ligera, una mochila blanca de flores, un choker negro de encaje, una falda negra con anillas, medias negras y botines Chelsea.
Era de piel morena, con manchas blancas en sus comisuras y cerca de sus ojos. Sus cejas eran finas, sus ojos eran marrones, su pelo era corto y liso, con mechones hasta el cuello.
—¡Eh! ¡¿Entras o tienes algo que hacer?! —Una chica gritaba a otra que estaba algo lejos, montada en una motocicleta aparcada y mirando su móvil también, ante sus palabras respondió con un gesto de aprobación con la mano.
Iba vestida con vaqueros, botas, camiseta negra con la bandera del orgullo y chaqueta de cuero marrón.
Alex entonces notó que la llamaban por teléfono y respondió pero se fijó en que la chica la observaba a través del visor negro del casco.
—Alex ¡Alex! —Le gritó una voz masculina a través del móvil. —Vamos por Atarazanas ¿Tú estás en el Bla…?
Alex se evadió al ver a la chica acercarse, con el casco puesto fue a entrar, sin embargo, Alex fue empujada por un hombre que estaba borracho, y justo cuando iba a caerse al suelo, la chica de la moto la agarró y cogió su móvil en el aire.
—Es… estoy bien, gracias. —Dijo Alex con una voz dulce y agradable. —¿Nos conocemos?
Se miraron un buen rato pero la soltó y se marchó para entrar al restaurante mientras se quitaba el casco.
—No puede ser ella, no puede haber cambiado tanto. —Dijo la chica con voz algo grave.
Tenía veintitrés años, su piel era mulata, su pelo rizado y largo pero rapado por el lado derecho, sus ojos eran marrones y sus cejas algo gruesas, cuerpo delgado y esbelto.
Volvió a la calle y vio a Alex hablando con el móvil, pensó en acercarse a ella pero su amiga la llamaba y volvió a entrar.
—Em pero no se. —Alex se giró pensando que alguien la miraba. —Está bien, pillo mesa.
Alex entró en el restaurante y caminó para sentarse en una mesa de seis al lado de la barra. Habló con el camarero y se fue él, pero entonces salió la chica del baño y vio a Alex pero estaba fijada en el móvil, con una sonrisa de oreja, y entonces la chica volvió con sus amigos que estaban detrás de Alex, en una mesa de cuatro, sentándose justo detrás de ella.
—¡Ey! ¿Qué pasa? —Dijo su amiga. —Estás muy dormida esta noche, Valentina ¿Estás bien?
—Sí, creo ¿Qué tal el concierto? —Decía Valentina mientras llenaba su vaso de coca cola. —He oído que Santi Balmes sigue teniendo esa voz sexy de barcelonés bohemio, se oye mejor en directo.
—Si a ti quien te interesa es Jordi, lo tienes en un pedestal como guitarrista. —Dijo su amiga.
—Y encima se pierde lo mejor, adivina. —Dijo un amigo, dando después un golpe en la mesa.
—Sorpréndeme. —Valentina sonreía de oreja a oreja.
—No creo que… —La amiga se asustó pensando que podría ser peor.
—Iván Ferreiro haciendo dueto con Santi para cantar Abrázame. —Dijo su amigo
—Ah, pues… genial, supongo. —La cara de Valentina cambió y estuvo seria.
—¡Venga ya! Deberías estar alegre.
—Es que era su canción, la de su última pareja. —Ella cogió las manos de Valentina las agarró fuerte. —Lo sentimos mucho, cielo
—No hace falta, estoy bien. —Valentina se soltó y se echó hacia atrás. —Es agua pasada.
Cuatro personas entraron y se sentaron en la mesa. A los tres chicos les dio la mano y a la chica dos besos en la mejilla.
—Bueno ¿Qué tal? —Le preguntó el mas joven. —¿Has pedido algo de beber?
—Que va, estaba hablando con mi novia por Telegram.
—Yo no sé como lo hace esta mujer, que se liga a todas las tías. —Hablaba el chico que estaba fornido al joven. —Pero se pilla novias fuera de Málaga.
—Será que tiene miedo al compromiso. —Dijo el más fondón. —Digo yo, vamos.
—Pues yo no me echaría novia de fuera. —Replicó el joven. —Me parece súper complicado y encima no te comes na, quillo.
—Pues yo creo que se puede, que al final sale. —Dijo la chica haciendo sonreír a Alex.
—Ostras, espero que no sea otra vasca, porque sino acaba empotrada esta mujer. —Dijo el fornido señalando a Alex
—A mi me molaría, echo de menos las Valentinex, era súper divertido quillo. —Todos se rieron mientras Alex se ponía roja.
—Ella es muy tranquila… y cariñosa, pensamos más en que haremos que en sexo.
De repente Valentina se levantó indignada y salió del restaurante. Alex se fijó y mientras los amigos de cada una hablaban sobre el suceso, Alex salió a verla y la encontró llorando en la acera, sentada y viéndose en el reflejo de la tienda de enfrente. Entonces se sentó a su lado y le dio un pañuelo de lino.
—No pensé que…
—Siempre fuiste tú, pero estabas tan cambiada, tan…
—¿Poco elegante?
—Femenina, creí que no te encontraría.
—Lo siento, debería irme, no hacerte… —Entonces Valentina agarró de la mano a Alex pero la soltó.
—Siempre fui yo, fui quien te dañaba, no vi como te sentías, lo siento.
—No lo hiciste. —Alex miró a Valentina sonriente. —Solo era que yo quería cosas y tú otras, no pasa nada.
—No fue tu culpa que desapareciera, solo es que sufrí demasiado cuando…
—Y yo, cuando no supe nada de ti. —Alex derramaba una lágrima mientras la abrazaba. —Siento haberte destrozado, fui egoísta por querer mantener nuestra amistad mientras tú lo pasabas fatal.
—Deberíamos volver, o se preocuparán mucho. —Valentina se levantó y ayudó a Alex a hacer lo mismo, siendo Valentina más alta. —¿Haces algo esta noche? Lo siento, no debería.
—Sherlock, después de cenar, tú y yo a solas. —Alex la miró y sonrió mientras ella acariciaba sus dedos.
—Yo… venga, no quiero oír que canten por todo el camino a casa. —Valentina acarició su cabeza y lo pensó durante unos segundos. —¿No se enfadarán tus amigos?
—Se irán a casa andando y yo no vivo cerca.
—A mi me parece más sano eso pero allá tú, chica orgullosa.
—¿Más que retomar una amistad con una ex? —Ambas se rieron a carcajadas y entonces Alex besó su mejilla y la abrazó. —Me alegra volver a oír tu risa.
Alex volvió a entrar pero Valentina se sonrojó y se acarició la mejilla besada durante unos segundos, finalmente tragó saliva con dificultad y volvió a entrar.
—¿Qué ha pasado? —Le preguntó el joven.
—Una vieja amistad. —Dijo Alex.
—En plan supernova pero no tuvimos tensión sexual. —Valentina acarició la cabeza de Alex y se sentaron a la vez. —Pero seguro que la habrá.
—Sigue soñando. —La respuesta de Alex hizo que ambas se rieran ante la sorpresa de ambos grupos.
Durante la velada, ambas hablaban con sus amigos y entre ellas, llegando Valentina a invitarla a una cerveza pero se negó. Después de la comida, ambos grupos hablaban de la comida, de lo bueno y malo, pero Alex y Valentina solo bromeaban.
Finalmente salieron después de media hora, se despidieron todos pero ellas dos caminaron juntas. Valentina iba con su casco bajo el brazo y con calma, Alex iba nerviosa, sonrojada y con las manos a la espalda acariciando la falda.
—¿Cómo te ha ido estos meses? —Valentina preguntaba mientras miraba los escaparates. —Soy idiota… seguro que bien.
—Con altibajos, me estoy hormonando, he salido con siete chicas y ahora solo tengo dos novias. —Alex habló con una mirada y tono tristes. —Pero ella sigue persiguiéndome.
—Y sigues aquí, viva, intentando ser feliz a pesar de todo ese acoso.
—Sí, tengo buenos amigos, y dos novias increíbles. —Alex sonreía y se apartaba el pelo.
—Yo estoy saliendo con alguien también, es una chica genial. —Decía evadiendo la mirada.
—Que mala suerte debe tener. —Alex la miró de reojo con una sonrisa. —Demasiado sexo para ella.
—Bueno, han cambiado las cosas. —Valentina vio que ella temblaba un poco de frío y la abrigó por encima con su chaqueta de cuero. —Ya no soy la misma.
—Me alegra que no lo seas. —Dijo Alex sorprendida acariciando la chaqueta. —Es aquí.
Estaban ante un pub con el letrero en grande de Sherlock, entraron y se sentaron en el fondo, justo donde había un sofá y una mesa. Un puñado de gente veía un partido de futbol de dos equipos ingleses y otro puñado charlaba tranquilamente. Una camarera se acercó a tomar nota y al marcharse ambas se miraron.
—¿Y que haces en Málaga? —Preguntó Alex echándose para atrás e intentando mantenerse despierta.
—Debía estar buena la cerveza, podría haberte invitado y todo, orgullosilla.
—Ya me das evasivas, tú no eras así. —Alex la miró con una sonrisa.
—Estoy de vacaciones. —Sus palabras no consiguieron engañarla y le dio en el tobillo con el pie. —Está bien Alex, tú ganas, mi… madre está en Bilbao, iba a visitarnos pero sé que quería hacer de las suyas para tenerme, no se entera.
La camarera trajo una copa con licor rosa y hielo a Alex y una coca cola a Valentina.
—No elegimos nuestra familia ni de quien enamorarnos. —Alex agarraba la copa y hacía girar el hielo. —Por eso salimos juntas.
—Lo sé, pero los amigos sí. —Daba un sorbo a la botella mientras apoyaba una pierna sobre la otra y se acomodaba. —Y por eso me quedo con pocos.
—Valentina. —Alex señaló la coca cola. —Tú solías pedir vodka con Martini.
—Em… sí, ahora soy responsable.
—Esa es una frase de Lando Calrissian. —Alex se quedó sorprendida por un segundo, y finalmente le dio una patada en la pierna. —¡Me dijiste en nuestra primera cita que no viste la trilogía antigua!
—Y no lo hice, hasta hace un mes creo, además es el único negro de la galaxia, me mola.
Alex se bebió de golpe el licor y delicadamente colocó la copa en la mesa. Valentina la miraba fijamente con una sonrisa e imaginaba tomarla en ese momento, meterle mano bajo la falda y beber el licor de sus labios, tumbarla en el sofá y tocar sus caderas por debajo de la blusa. Su cabeza se llenó de fantasías mientras su rostro se sonrojaba al mirar la mirada serena y la sonrisa de Alex.
Pasaba el tiempo y Alex bebía su segunda copa, charlaban de las cosas que hicieron los meses que estuvieron separadas, de sus familias, del Androcur y el Climen circulando por las venas de Alex y de la vieja motocicleta de Valentina. Llegando al final de la segunda copa, Alex se quedó medio dormida y borracha. Entonces Valentina la miró, llamó a un taxi mientras pagaba la cuenta, y volvió para sentarse a su lado y tumbarla, apoyando su cabeza en sus piernas y acariciando su pelo.
—Calorcito. —Decía Alex con la cara roja del alcohol y una tímida sonrisa.
Valentina vio que el taxi llegó pero también que empezaba a llover. La llevó en brazos y la metió en la parte de atrás y después se sentó delante. Mientras circulaban, Valentina miró el móvil, tenía una llamada perdida de “papi” y otra con el nombre de “ni puto caso” y decidió llamar al primero.
—Yo… hola. —Ella miraba las luces pasar con melancolía. —Papá, soy yo, sé que… son más de las doce pero quería saber que… no habías estrangulado a la inquilina.
—No, esta todo bien cariño. —Hubo un silencio incómodo entre ambos. —¿Qué tal la mudanza? ¿Se ve bien la playa? ¿Has cenado bien?
—Sí, es todo perfecto, y la comida es inmejorable. —Valentina sonreía y arañaba sus vaqueros. —Siento que vaya mal, quizás debía haber ido con ella.
—No he pagado y no voy a dejar que te lleve a República Dominicana, no dejaré que intente curarte de algo que no es una enfermedad. —Esas palabras la hicieron llorar sin resistencia. —Eres mi hija, y me da igual con quien… bueno no me da igual, me preocupa que pilles…
—Papá.
—Tienes derecho a estar con quien quieras, eso no es una enfermedad, es ser valiente y estoy orgulloso de ti.
—Y yo de que seas mi padre.
Valentina colgó y vio que pasaban por el paseo marítimo. Se bajaron y la llevó en brazos otra vez, llegando a un pequeño bloque de pisos frente a la playa. Al llegar a su apartamento, la dejó en su cama y se sentó a su lado.
—No es bueno que duermas así. —Valentina empezó a quitarle la falda, le quitó la chaqueta, le quitó la blusa y finalmente le quitó las medias, dejando ver sus bragas rosadas. —Eres tan preciosa.
Valentina besó su espalda y acarició sus muslos mientras Alex dejaba salir un tímido gemido y entonces paró para secar su pelo con una camiseta colgada. Vio su torso desnudo, acarició uno de sus pequeños pechos y besó su vientre, una, y otra, y otra vez, dulcemente, sintiendo la suavidad de su piel, y al verla jadear y con las manos agarrarse a las sabanas, su cuerpo se acaloraba pero su mente la hacía sentir culpable y la dejó en paz.
Fue al salón con su mochila, de la que cayó su móvil con una llamada perdida y un mensaje de Telegram.
—¿Quién eres tú? —Miró de reojo la pantalla y dio con la contraseña, la llamada ponía “Papá”, y los mensajes venían de Stinne. —Tú debes ser una de sus novias… debería… no, no puedo.
Escribió buenas noches con un emoticono sonriente y de repente vibró el móvil por una llamada.
—Soy Valentina, dígame. —Habló con el padre de Alex durante cinco minutos y colgó. —Parece que tenemos buenos padres.
Valentina se desnudó y sacó una cajetilla de tabaco de un cajón de un mueble. Mientras lo encendía, salió al balcón a ver la playa y reflexionaba si estaba bien sentir algo por una ex, por una mujer del pasado a quien hizo daño y empezó a oler sus manos, aun impregnadas del olor de Alex.
—Hasta tu olor ha cambiado. —Su rostro se sonrojaba y se iluminaba al son de los relámpagos mientras su cuerpo se calentaba. —Me encantaría saber cuanto de tu cuerpo también.
Su propio móvil vibró y sonó pero lo ignoró, tiró el cigarrillo a la calle y al volver al salón, vio el pañuelo de Alex sobresalir de un bolsillo de los vaqueros tirados en el suelo. Así que lo recogió, encendió la televisión y se tumbó en el sofá. Miró un buen rato una película mientras acariciaba el pañuelo y se fijó que eran las dos de la mañana.
—Debería dormir, no se que me está pasando. —Pensó en el pañuelo y decidió olerlo, aún tenía el olor de Alex. —Ojalá fueses mía.
Dejó caer el pañuelo al suelo y se fue a la ducha. Encendió el grifo y observaba caer el agua de la alcachofa, cogía un poco y mojaba su pecho con las gotas que recorrían su torso, desde sus senos hasta su pubis pasando por su vientre. Se metió en la ducha, abrió la boca bebiendo un poco mientras su pelo se mojaba y perdía sus rizos.
—Creo… que voy a poder dormir. —Se apoyó en la pared, haciendo que sus dedos bajasen acariciándose el pecho, después las caderas, y finalmente su vagina. —Alex…
Imaginaba que ella estaba ahí, con su blusa abierta y su choker, arrodillada y agarrada a sus muslos, besando su vientre y su pubis, su lengua presionando su clítoris mientras la miraba esperando complacerla, y ella solo podía recompensarla con sus manos acariciando su pelo, tirando de él. Entonces Alex subió poco a poco, dando pequeños mordiscos por su vientre y sus senos hasta su boca, Valentina acarició su mejilla y metió entre sus labios el dedo gordo, Alex lo lamía y lo chupaba con cuidado mientras su mirada sumisa la excitaba aún más.
Un rayo sonó fuerte y la despertó y entonces se dio cuenta que el sol había salido, a pesar de las nubes, y ella seguía en el sofá, solo que la televisión estaba apagada, había café recién hecho, las manos estaban pegajosas y húmedas y estaba abrigada con la blusa de Alex.
—Mierda. —Se levantó y se fue al fregadero mirándose las manos. —No me creo que Alex me viese.
Cerró el grifo y se secó las manos mientras olía la blusa. Vio la taza de café, la sujetó con sus manos y dio pequeños sorbos mientras se enganchaba al olor.
—Alejandra… tienes un olor muy dulce… —Se fijó en la nota pegada en el frigorífico y esbozó una sonrisa. —Siempre tan buena y tan atenta.
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