Eran las diez de la mañana, Alex caminaba por la Alameda, dirigiéndose al autobús 21, vistiendo la camiseta negra con la bandera del Orgullo. Miró un mensaje de “MagaNegra”, era una foto de Valentina sentada en la encimera con las piernas abiertas y tapando su vulva con una taza blanca.
—Eres una pervertida. —Se enfadó pero también sonreía como si todo volviese a la normalidad. —Solo espero que no vuelvas a irte.
Ella caminó hasta llegar a Atarazanas, donde se sentó en las mesas de fuera de un lugar llamado Brunch it, pidió un café al camarero y, mientras esperaba, vio fotos de antes de las hormonas. Tenía un cuerpo masculino, un rostro con acné y mirada sería. Recordó una de las citas que tuvo con Valentina.
Estaban en el mismo sitio, era Enero pero hacía un día soleado, iban en vaqueros y camisetas con chaquetas de cuero a juego, Alex iba con un colgante con un colmillo y Valentina con gafas de sol, charlaban tomándose un capuchino y un trozo de tarta, cada una probaba de la otra recibiendo un pedacito con el tenedor, haciéndose sonrojar la una a la otra, y dándose tímidos besos. Pero apenas era feliz, en esos momentos se sentía disfórica, pero se olvidaba de todo escribiendo para Valentina.
—Te noto pensativa ¿Es ella otra vez? ¿Está volviendo a hacerse pasar por ti? —Pero Alex ni se inmutaba, entonces Valentina sonrió. —Ah, estás pensando en que regalarme por nuestro aniversario de novias.
—Puede, o puede que sea para San Valentín. —Alex esbozó una sonrisa y dio un sorbo a su taza.
—Poema o relato. —Valentina se inclinó hacia delante y bajó las gafas de sol.
—Poema.
—Erótico o romántico. —Se volvió a echar hacia atrás y cruzó las piernas pero Alex la miró extrañada. —Romántico, muy obvio.
—¿Crees que algún día cambiaré? —Alex apartó la mirada y veía la tarta.
—¿Eres la patita fea o qué?
—Olvídalo.
—Seguramente pero si hablamos de cispassing… —Valentina se acarició la barbilla por unos segundos y miró al reflejo de los escaparates. —Deberías ignorarlo, siempre fuiste y serás una chica, adecuarse a los puntos que da esta sociedad sobre ser y aparentar son gilipolleces, muchas no lo hacemos y no buscamos ser perfectas, tú tampoco debes como mujer.
—Un poco más y te haces activista trans y feminista. —Ambas se rieron pero Alex se secó los ojos de llorar de la risa. —En realidad acabarías expulsada de cualquier sitio por pegarle palizas a las terfs, no tienes precisamente un carácter afable.
Alex volvió a la actualidad, veía pasar a la gente mientras disfrutaba del café y entonces, cuando fue a terminarse el café, alguien le tapó los ojos por detrás.
—¿Quién soy? —Dijo una voz femenina agradable. —Mi chica linda.
—¿Por qué todas las chicas guapas me picáis? . —Dejó la taza en la mesa y se puso a olfatear. —Ese olor solo puede ser de mi chica favorita, Stinne.
Stinne, de veintiséis años, iba con camisa negra y roja de cuadros, una pulsera de pinchos en la muñeca derecha, vaqueros negros y rotos por las rodillas, y botas de combate negras. Sus ojos eran grandes y de iris marrones, de cejas algo gruesas, su pelo era turquesa y llegaba hasta los hombros.
—Mi chica siempre tan preciosa. —Alex la vio sentarse al lado suya, dándose un beso apasionado.
—Málaga es muy agradable aunque el tiempo es horrible. —Stinne se fijó en la camiseta de Alex. —¿Es nueva?
—Yo… no, es de una amiga. —Entonces Stinne se acercó a su cuello y lo besó oliendo la camiseta, sonrojando y haciéndola suspirar. —Se me es… ensució…
—Se nota el olor. —Stinne susurró en su oído y le metió la mano bajo la falda, acariciándole uno de los muslos. —Y me encanta tu sabor.
—Me… mejor en casa me… pruebas mejor. —Alex sonrió después y acarició las manos de Stinne. —Estoy un poco con resaca.
—¿Bebiste mucho anoche? —Stinne le acarició las orejas y después las mejillas. —Estás como con fiebre.
—Que va, estoy bien. —Alex se terminó el café y se frotó los ojos. —Debería irme a casa, esta tarde podríamos ir a ver ese juego que tanto te gusta, el que me dijiste hace una semana.
—Me encantaría ¿Te pondrás formal o…?
—He pensado que… —Alex se levantó, le acarició la barbilla y la besó entre los labios para después guiñar un ojo. —… Ese vestido de flores tan mono estaría bien.
Alex la hizo sonrojar, pagó la cuenta y se marchó mientras se acariciaba los labios. Caminó durante unos minutos hasta llegar a calle Hilera. Allí se paró esperando su autobús y vio como cruzaba la gente por el paso de peatones, pues algunos iban a El Corte Inglés, y eso le hizo recordar.
Era Diciembre del año pasado y de noche, iba con gorro de lana, chaquetón azul y pantalón vaquero negro, a su lado Valentina, chaqueta de cuero marrón, vaqueros azules y bufanda gris. Ambas esperaban a que el semáforo se pusiera verde para ellas mientras se sujetaban las manos.
—No consigo acostumbrarme a este frio. —Dijo Alex temblando. —No se como lo aguantas.
—Así. —Valentina abrazó y besó a Alex por sorpresa y al parar le sonrió. —¿Estás más caliente que una chimenea?
—Bastante… no voy a mentir. —Alex miró el móvil y su mirada se volvió triste. —Siempre igual.
—Sigue usando tu número ¿Por qué ese odio? —Valentina le apagó el móvil y se lo quedó. —Hoy no te hará daño, este es nuestro día, nuestra cita, y te voy a comprar un vestido precioso para bailar.
El rostro de Alex se iluminó con la sonrisa y el interés de Valentina en ella. Cruzaron el paso de peatones pero al llegar al final, Alex se desmayó en plena carretera y frente a Valentina.
Alex no pudo recordar más de aquello, casi era un vacío lo que había después. Al llegar el bus, subió y pagó mientras leía los mensajes del móvil. Sentándose, pensó por unos segundos y se decidió sobre llamar a Valentina. Tenía el número marcado cuando se puso en marcha pero decidió pensárselo por un momento.
—Te quiero mucho. —Le dijo una chica a otra. —¿Tú también me quieres?
—Claro que sí, mi boba. —Respondió para después darse un beso entre los labios.
Alex sonrió ante la escena, poniendo la mano con el móvil en el pecho. Decidió llamar y mientras esperaba se mareó un poco.
—Soy Valentina, dígame. —Hubo un buen rato de silencio, Alex estaba nerviosa, sudando y roja. —¿Hola?
—Ho… —Tragó saliva con dificultad y tembló. —Yo… Quería saber una cosa.
—Alex ¿Qué ocurre?
—Hoy estoy sola en casa. —Alex suspiró y estuvo en un silencio por unos segundos mientras Valentina repetía su nombre con sugerencia. —Podríamos jugar al WoW en mi casa… y almorzar algo de Geppetos, no se si es una mierda de plan y tú tienes cosas que hacer.
—Me gustaría ir, si tú quieres.
—¡Quiero! —Alex se sonrojó aún más. —Quiero decir… es genial, nos vemos en casa ahora.
—Ahí estaré, pequeña.
Alex colgó al oírla llamarla pequeña porque sabía que eso solo se lo decía a las chicas que le gustan. Guardó el móvil y empezó a dormirse, lentamente, mientras sufría un sudor frío.
—¿Qué estoy… haciendo? —Apenas sostenía la consciencia. —Yo… yo quiero a… a Stinne.
El autobús pasó frente al Hospital Carlos Haya, recordando sin sentido las caricias de Valentina en su mejilla, limpiándola de las lágrimas de ambas. Era la primera vez que lo recordaba y tuvo una sensación agridulce.
—A pesar de todo, de mi miedo, de los desmayos, del acoso, tú seguías a mi lado y yo solo quería apartarte de todos mis males, siempre fui la egoísta de las dos.
Durmió entonces un poco, durante diez minutos, y justo cuando llegó a su barrio, se despertó. Se bajó frente a una barbería, caminó hacia los callejones, y subió una cuesta hasta llegar a una casa amarilla con patio.
—Debo… dormir un poco. —Abrió la cancela y, al cerrarla, empezó a desmayarse. —Sti… Stinne.
Se quedó inconsciente en el suelo, tumbada bocabajo, y sin nada más que el vacío en su mente. Poco a poco soñaba estar en la playa, cara a cara con Valentina, la miraba con un profundo odio y Alex solo podía llorar.
—Tienes derecho a odiarme, yo te hice tanto daño, te destrocé, mientras tú me cuidabas.
—No eres diferente a ella. —La voz de Valentina era mas intensa. —Sois lo peor.
—Lo soy, y no me merezco tu perdón.
—Mereces que te estrangule aquí mismo.
Valentina se abalanzó sobre ella, le dio varios puñetazos y empezó a apretarle el cuello sin que se defendiera, solo un llanto y sangre y un intento desesperado de ser perdonada. El mar empezó a subir, entrando agua en sus pulmones, ahogándola.
—¡Lo siento! —Alex se despertó de repente, descubriendo que estaba en su cuarto, con una toalla mojada en la frente y había algo de sol iluminando a través de la ventana, oyó a alguien abrir la puerta de su cuarto y empezó a llorar. —Lo siento muchísimo.
—¿Por? He sido yo quien ha entrado sin permiso en tu casa y te ha desnudado —Dijo Valentina con un termómetro en la mano y una sonrisa. —¿Estás bien? Debería haberte bajado la fiebre.
Valentina se acercó, con el mismo look de anoche, la tumbó y le quitó la toalla mientras le ponía el termómetro bajo el brazo.
—Merezco tanto que me odies, yo te hice daño, te hice demasiado, soy igual que… —Se quedó callada al ser besada en la frente. —Lo siento.
—Tú has sido mi inspiración, nunca podría odiarte.
—No te vayas nunca… por fa… por… por… favor.
Alex empezó a sudar más, a jadear y a sonrojarse. Entonces Valentina acercó sus dedos de una mano a sus labios mientras le acariciaba el pelo con la otra, le acariciaba las comisuras y se acercó a su oído.
—No lo haré. —Le susurró para después morder su oreja y hacer escapar un leve gemido. —Quiero hacerte mía, Alejandra.
—A pesar de… —Entonces Valentina introdujo su dedo gordo entre sus labios, haciendo que lo chupe mientras ella se agarra a su mano. —Hmmm…
—Nunca te odiaría, pequeña boba. —Valentina besó su cuello y lo mordió haciendo que Alex gimiese.
Valentina se sentó sobre el vientre, masajeando su cintura, subiendo hasta sus senos, a los que acarició sus pezones haciéndola gemir mucho más, mientras acercaba su boca a la de Alex, mordiendo la lengua con sus labios y finalmente usando su lengua para jugar con la de ella. Entonces se retiró, dejando caer un pequeño chorro de saliva sobre los labios de Alex y le quitó el termómetro.
—Treinta y siete, aún así debes dormir. —Valentina iba a levantarse pero Alex la abrazó tumbándose ambas a la vez. —¿Alex?
—Quiero más, esto me gusta. —Alex la miró pegando su frente a la de ella. —Por favor.
—Luego no te eches atrás. —Valentina la besó en la barbilla y la puso después bocabajo, poniéndose encima y agarrando sus muñecas. —Dudo que hayas perdido los hábitos.
Entonces Valentina se levantó, sacó una caja de madera de debajo de la cama y la abrió, mostrando varios juguetes, cuerdas, vendajes, collares y correas, accesorios de animales, mordazas y botes de aceites de masaje y lubricante. Agarró un plug anal vibrador y un bote de lubricante azul.
—Voy a disfrutar esto… —Valentina lubricó dos dedos sobre las nalgas de Alex, derramándose un poco sobre ellas. —… No podrías pararme
—No… no lo haré. —Valentina no estuvo convencida así que acarició una de las nalgas con los dedos y dejó caer lubricante entre ambas. —Hazme… házmelo, lo que quieras hoy… hazme lo que quieras…
—Quiero oírlo otra vez. —Se acercó a su oído mientras introducía sus dedos en su ano, haciendo que Alex cerrase los ojos y su respiración se acelerara. —Di que puedo hacerte lo que quiera y eres mía.
—Soy… ah… soy tuya, hazme lo que… quieras. —Valentina mordió su oreja a la vez que sus dedos entraban y salían de ella. —Dios…
Valentina, sacó sus dedos, lubricó el plug, lentamente lo introdujo por el ano dilatado y pulsó su móvil, haciendo vibrar el juguete suavemente. Le dio la vuelta, para ir acariciando su pene, desde el glande, al que masajeaba con delicadeza, bajando hasta los testículos, donde empezó a introducir sus dedos en los conductos inguinales, haciendo que las piernas de Alex temblasen e intentase no gemir, sin embargo, Valentina fue cada vez más rápido hasta hacer que se viniera con un liquido transparente y bastante fluido.
—No te he dado permiso para correrte. —Valentina acarició el pelo de Alex mientras ella jadeaba y sudaba. —Iré a terminarme la pizza, tú… estás castigada.
Le ató las manos a la espalda, le colocó una mordaza, vendó sus ojos y se marchó de la habitación mirando el móvil. Entonces Alex notó cómo el plug vibraba con más velocidad y potencia a medida que oía a Valentina bajar las escaleras.
Alex se sintió dividida, una parte de ella sentía que estaba traicionando a Stinne pues siempre deseó que ella fuese su ama y la estaba engañando con su anterior dueña, la otra parte deseaba ese castigo, ese momento de dominación, esos instantes en los que Valentina la tenía para sus deseos, esa sensación de que no podía escapar y solo podía someterse a los caprichos de ella.
Se sorprendió de que supiese aún donde guardaba la caja de juguetes, y de que incluso quisiera dominarla, igual que hace meses, cuestionándose si aún podía satisfacerla y al mismo tiempo estar al nivel de sus deseos.
—Si aguantas sin correrte unos, digamos, cinco minutos. —La puso bocarriba y se sentó sobre su vientre. —Te daré un premio o te soltaré.
Bajó la potencia, calmando la respiración de Alex, cogió la fusta, acarició los muslos con ella y la azotó haciendo que gimiese.
—No has cambiado nada. —Le quitó la bola de la mordaza, que estaba empapada de saliva, y la besó mientras le acariciaba el pelo. —Sigues disfrutando con el dolor.
—Es lo que me enseñaste. —Alex giró la cabeza, jadeando y con la fusta acariciándole el cuello. —Disfrutar del dolor cómo si fueses tú.
—Solo disfrutas porque crees que esto es un castigo por hacerme daño pero yo no soy así, Alex. —Valentina le puso sus dedos entre los labios. —Solo quiero dominarte por amor.
El timbre sonó, haciendo que Valentina se levantase asustada y Alex la mordiese para que la mirase.
—Es Stinne, ve y entretenla mientras arreglo todo esto.
—Pero…
—Hazme caso, me encargo yo de todo.
Mientras Valentina se iba, Alex se dislocó los brazos poniéndolos adelante, se quitó las vendas y justo cuando fue a desatarse las manos, sintió que el plug volvía a la máxima potencia, haciéndola gemir y jadear.
—Dios… Valentina… apaga… lo… —Alex se desató y empezó a meter todo en la caja pero, al meter la caja debajo, ella se cayó de la cama y acabó de rodillas en el suelo.
Alex se levantó pero la puerta se abrió y Valentina y Stinne la encontraron desnuda, sudando y jadeando.
—Creo que te ha subido la fiebre. —Dijo Valentina pero la apartó Stinne para sentar a Alex en la cama.
—Id las dos abajo, me echaré un rato y bajaré para cenar a la noche.
—¿Estás segura? —Stinne acarició las mejillas de Alex. —Puedo cuidar de ti.
—Estoy bien. —Alex la besó de improviso y miró de reojo a Valentina y a su móvil.
Valentina creyó que ella intentaba ponerla celosa, entonces decidió marcharse con Stinne, dejando sola a Alex. Ellas fueron al salón, donde había una camarera de oro con fotos y botellas de alcohol, sofá, una televisión grande, una mesa central, y otra baja frente al sofá, que albergaba una lata de cerveza y una caja vacía de pizza.
—Me ha sorprendido que Alex te besase así que eres su novia o está interesada en ti. —Valentina se sentó en el sofá mientras hablaba. —Estaba con fiebre pero creo que ha aprovechado para entretenerse sola, no sé si lo pillas.
—Yo… somos novias…y no sabía que tuviera algún juguete. —Esas palabras hicieron sonreír a Valentina mientras Stinne se sonrojaba.
—Hay mucho que no sabes de ella para ser su novia, por ejemplo, tiene más de un juguete y es trans. —Valentina tomó un trago de la lata y la miró a los ojos. —Pero supongo que lo segundo es lo único que sabes de ella.
—Yo también lo soy, no binaria y no creo que seas alguien que conozca a la gente, menos a Alex.
—Soy Valentina, soy su ex, también su amiga, y fui otras cosas de las que es mejor que no sepas porque no estarías preparada ¿Y tú? Tu nombre.
—Stinne… quiero saber más de ella pero…
—¿Se cierra? ¿No te ha contado…?
—No, nada de ti.
—Je, aparte de eso, me refiero a antes de conocerme, sus gustos, sus desmayos… —Valentina la arrinconó contra la pared. —… sus prácticas de shibari, sus intentos de suicidio, su ex, si quieres estar con ella, debes saber que va a ser dura consigo misma, se reprime y no deja que se acerque nadie.
—Siento que se hayan estropeado nuestros planes. —Alex estaba bajando las escaleras vistiendo un camisón blanco de rayas azules y bragas negras de encaje, entonces las vio nerviosas y de brazos cruzados. —Pero podemos ver una película o jugar a la consola, tengo el Mass Effect Andromeda.
—Tranquila, juega tú mientras recogemos esto y hablamos un rato juntas.
—Me da miedo eso… pero vale. —Alex se fue a la salita mientras ellas iban al sofá.
—Cuando se atrevió a decirle a su familia que era trans, estuvo saliendo con una chica…pero fue horrible, la utilizó para humillarla por ser trans, le arruinó físicamente y mentalmente, y la dejó tocada, tanto que Alex hizo cosas horribles.
—El suicidio.
—Por ejemplo pero también otras cosas, la chica le suplantó su número e hizo que la acosaran sexualmente día y noche, Alex le mandó correos sin parar para que parase, al final se intentó quitar la vida varias veces y acabó sufriendo traumas, una crisis emocional que le da desmayos y lagunas…en fin.
—Nunca dijo nada, pero yo la veo bien.
—Quizás ha conseguido dejarlo atrás pero sigue intentando castigarse por todo.
—¿Y qué relación tienes con Alex? Aparte de ser su ex y su amiga.
—Fue mi ama cuando empezamos a conocernos, me enseñó cómo era el shibari usando mi cuerpo para las cuerdas. —Valentina cogió la lata y se la dio a ella. —Después yo fui la suya, le enseñé todo el mundo el bdsm, el bondage, las humillaciones, los juguetes, en fin, todo, y solo tuvo que someterse a mí, eso la salvó… me salvó.
—No lo entiendo ¿Salvarse?
—Entendió que debía ser castigada, aún lo hace pero tu puedes cambiar eso, que el bdsm es amor, es confianza, creo que tienes de ella lo que yo le robé. —Valentina recogió la caja y se acercó a ella. —Creo que tienes todo lo que yo nunca tuve ni pude darle, sigue haciendo que sonría.
Stinne se sonrojó mientras Alex escuchaba todo al otro lado, entendiendo que Valentina aún estaba enamorada de ella. Entonces le susurró al oído algo que la sonrojó y le sonrió Valentina de forma malévola.
—Voy a ver a mi tía, está a diez minutos de aquí, volveré para la cena y traeré una película de miedo. —Valentina le guiñó un ojo a Stinne y se puso las gafas de sol. —Portaos mal mientras no esté.
Alex notó acelerado su corazón ante la sonrisa y la forma de andar de Valentina pero al irse, se calmó y salió de la habitación.
—Alex ¿Puedo hablar contigo? —Stinne se acercó a ella, acariciándole las manos y pegando su frente a la de ella, asustándola. —Quiero saber algo de ti.
—Cla-claro ¿Qué quieres saber?
—Quiero saber… que escondes en tu cuarto.
—Si te lo enseño, te daría mucho asco. —Alex apartó la mirada pero Stinne hizo que la mirase cara a cara.
—¿Acaso querer a alguien no es confiar? Es lo que siempre dices, entonces confía en mí.
Alex lo pensó por un segundo y decidió subir a su cuarto seguida de Stinne, y allí sacó la caja de madera, abriéndola y descubriendo su contenido.
—Doy bastante asco. —Alex sacó unas esposas y las miró durante unos segundos para acabar mirando a Stinne. —Siento no ser una novia normal y no espero que lo entiendas.
—No, no lo entiendo. —Stinne entonces la besó mientras la esposaba. —Pero quiero entenderlo.
—¿Amor…? —Después fue empujada a sentarse en la cama y Stinne se sentó encima suya. —No sé si podré…
Stinne la calló besándola y tumbándola mientras Alex jadeaba y se agarraba a sus hombros.
—Sé que te han hecho sufrir. —Stinne puso las manos de Alex hacia atrás y le fue desabrochando el camisón. —Déjame lamer tus heridas.
—Cariño… yo… —Alex no pudo reprimirse y dio un fuerte gemido al sentir como los dientes de Stinne se clavaban en uno de sus pezones. —¿De verás quieres?
—Solo confía en mí. —Entonces acarició su glande con suavidad mientras mordía su cuello. —Tenemos la tarde entera para nosotras solas, para saber dominarte.
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