Eran
las tres de la tarde del día siguiente, Lilith estaba en el dormitorio de
Birdie, vestida con camiseta negra, vaqueros y chaqueta de cuero.
—Que
buen sábado metida en una biblioteca improvisada.
Registraba
la montaña de libros uno a uno abriéndolos y leyéndolos por encima, entonces de
uno cayó una foto, vio la página y leyó 1001 en rotulador rojo.
—¿Y
esto?
Lilith
la cogió, vio la foto y se dio cuenta que su madre de joven estaba con una
Tessan de unos 7 años junto a una mujer afrodescendiente y una niña muy
parecida a Diana y de 7 años también.
—Esto
demuestra que tenía razón pero… —Lilith guardó la foto. —… tengo más preguntas que
antes.
—Birdie.
—Se oyó la voz de Diana y tocó la puerta. —¿Puedo pasar?
—No
está. —Lilith salió de la habitación. —Tessan debería estar ya arreglada ¿No
ibais a salir al final?
—Sí
¿Qué es tan importante que debes hacer? —Lilith cerró la puerta y arrinconó a
Diana contra la pared. —Júrame que no recuerdas a Tessan.
—Te…
te lo juro, Lilith ¿Por qué te iba a mentir? —Diana se sintió intimidada y
nerviosa.
—Y
a mi madre, júrame que no conoces a mi madre, a Birdie. —Lilith dio un puñetazo
a la pared.
—¡Claro
que no! ¡No las conozco! —Diana se enfadó y la empujó. —¡Cada día intento recordarlas
pero no puedo! ¡Ni siquiera recuerdo a mi familia!
—Lo…
lamento, no debería haber preguntado pero es importante. —Lilith puso las manos
en sus hombros pero Diana se las apartó.
—Déjame
sola, por favor.
Diana
se apartó de Lilith y ella la miró triste y dolida, no lograba entender tantos
secretos y se encontró dañada ante la reacción de ella, cómo un arrepentimiento
de haber desconfiado.
Mientras
Birdie y Nadine caminaban juntas por las calles de Ragali. Birdie vistiendo jersey
blanco, pantalones blancos con rayas negras y gruesas, bolso blanco, y botines
negros. Nadine vestía traje negro con la camisa entreabierta, tacones negros y su
bastón.
Caminaron
por calles modernas de aceras anchas, tiendas, carreteras de asfalto y farolas
grandes en un día de nubes tan negras que apenas brillaba el sol. Llegaron a
una cafetería con las persianas bajadas donde dos policías custodiaban la
entrada. Uno de ellos les abrió la puerta de puerta y ambas entraron juntas.
Era
un local vacío sin adornos ni mesas salvo una en una esquina donde estaban
Eliana y Ryo vistiendo igual que Nadine.
—¿Estás
segura que debemos compartirlo? —Nadine paró en seco a Birdie y la miró fijamente a los ojos. —Es
mucho por contar.
—Y
sin confirmar, es lo que Christine nos dejó.
—Esperemos
confirmarlas con los demás.
Ambas
caminaron hacia la mesa y se sentaron con los demás.
—Hola
cariño. —Eliana habló feliz y sonrió, Birdie saludó tímidamente y sonrojada. —Espero
que las estés tratando bien, Nadine.
—Obvia
e irónica cuestión viniendo de la líder de Sargira. —Eliana se levantó enfadada
pero Ryo la paró.
—Dejemos
este tema en paz. —Ryo miró a Birdie y asintió.
—Creemos
haber encontrado algo sobre Diana. —Dijo Nadine en tono serio.
—No
estamos seguras pero creemos que La Luz de Ragali sigue aquí escondida.
—Eso
estaba claro. —Dijo Eliana indignada. —¿Ya está?
-—Creemos,
al menos Nadine cree, que debe estar bajo lo más profundo de la ciudad, en un
cementerio muy antiguo. —Birdie y Nadine se miraron.
—¿Y?
—Ryo y Eliana preguntaron a la vez.
—Deberíamos
ir, sabemos donde es. —Dijo Birdie algo temblorosa.
—Pero
si encontramos lo que creemos, es muy obvio
que La Luz esté en Diana. —Nadine habló cogiendo de la mano a Birdie. —Y puede que
todo este tiempo no le ocurría nada, que no era innato y que ni siquiera era
una sacerdotisa.
—Es
una broma ¿No? —Eliana soltó una carcajada y miró uno a uno. —Un artefacto tan
poderoso en ella ¿Es lo que he entendido?
—¿Y
como ha llegado a sus manos? —Ryo dio un sorbo al té y Nadine miró a Birdie
atentamente. —¿Pretendéis alguna estrategia que desconozco?
—Christine
escribió toda la información que tengo ahora. —Birdie tragó saliva. —Y es la
madre de Diana.
Todos
miraron sorprendidos a Birdie, quien suspiró y estuvo cabizbaja.
—Ambas
criamos a nuestras hijas juntas mientras investigábamos todo sobre la antigua
Ragali pero un día desaparecieron y nunca supe si encontró la Luz antes de que
los Undragun la matasen… digo, las matasen. —Nadine se levantó indignada y enfadada
mientras su rostro sudaba y se llevaba las manos a la cara. —Diana había
sobrevivido ¡Eso está claro! Pero… nunca supimos sobre la Luz, ni los padres de
Nadine… ni yo.
—Nuestra
chiquitina —Habló molesta Eliana.
—No…
Christine y yo sabíamos burlar los rastreos de los Undragun.
—Dime
que Diana sabe esto. —Nadine habló sin emoción alguna.
—Me…
—Escúpelo
ya. —Nadine la interrumpió y se acercó amenazante a Birdie pero Eliana también
para protegerla.
—No,
no lo sabe.
—¡Debería
saberlo, que los Undragun que la juraron proteger también la quisieron matar y
asesinaron a su madre! —Nadine apartó la silla de un golpe —¡Y no solo ella, nosotras
debimos saberlo! ¡¿Sabes lo duro que será para nuestra niña si Diana decide
odiarla?!
—Por
ahora centrémonos en La Luz y descubramos si está bajo la ciudad o si realmente
la tiene ella. —Dijo Ryo en tono tranquilo.
En
la cocina una mujer escuchaba la conversación rodeada por tres policías
asesinados y portando una daga dorada.
—¿Cuáles
son sus órdenes entonces?
Mientras
tanto Diana salía de un todoterreno negro aparcado en una calle del casco
antiguo de Ragali. Del todoterreno salió Tessan vestida con traje, mocasines y
el emblema de Sargira.
—¿Vamos?
—Tessan le guiñó un ojo a Diana y un gesto con la cabeza para que la siguiera.
Ambas
se juntaron en la acera y empezaron a caminar, Tessan se puso nerviosa e
intentó coger de la mano a Diana, quien la miró y sonrió.
—¿Sabes?
Siempre quise hacer esto.
—¿Una
cita? —Diana habló y miró al frente también nerviosa.
—Sí,
una cita contigo.
—Eso
me… me alegra mucho. —Diana se soltó. —Pero no tengo ningún recuerdo de ti.
—No
pasa nada, te prometo que los recuperarás todos. —Tessan abrazó a Diana. —Te
ayudaré.
Se
soltaron y siguieron caminando, Diana recordó a Lilith y su discusión, la miró
y tosió.
—¡Ya
estamos! Lo pasarás guay, digo, lo pasaremos guay.
Mientras
Lilith se encontraba viajando en su moto por la autopista hasta desviarse por
un tramo de tierra, lo recorrió durante cinco minutos hasta llegar a una
pequeña iglesia en ruinas al lado de la colina y rodeado de bosques, y nichos y
mausoleos tomados por la naturaleza. Aparcó la moto y se bajó mientras se
quitaba el casco y lo ponía en el manillar.
—El
altar en la montaña. —Dijo mirando al mausoleo en la punta de la colina y se
fijó en un pequeño mausoleo. —Los huesos…
Caminó
hacia los nichos con determinación pero alerta.
—Mil
uno debe ser.
Siguió
andando durante unos minutos hasta que
paró y reflexionó.
—No
va a dejar que la abran.
Volvió
al principio de los nichos, vio el 1 en una placa de oro y caminó hasta la
placa 10.
—¿Y
si…?
Creó
una daga de sangre, arrancó la placa 10 y vio un botón bajo la piedra, lo
golpeó quebrando la roca a su alrededor y lo pulsó.
—El
siguiente.
Repitió
el proceso pero el botón colgaba de unos viejos cables y lo pulsó, entonces las
campanas de la iglesia sonaron.
Caminó
hacia la parte de atrás de la iglesia pero vio a una mujer dando órdenes a un
grupo de hombres ante la entrada a un camino de tierra rodeado de árboles, todos
con hábitos negros con bordados azules y alzacuellos negros, botas negras
militares y máscaras de gas, además de estar armados, algunos con fusiles ARX
160 y otros con escopetas SPAS-12, excepto la mujer que llevaba una espada
enfundada.
—¡Estad
alerta! ¡No estamos solos en este lugar! —Gritó la mujer y todos se alertaron.
—¡Por
nuestra Gran Madre, que nos protege desde los cielos! —Clamaron felices pero el
grito ensordecedor y distorsionado de una mujer se oyó en la distancia. —¡Los
demonios están aquí!
Lilith
se escondió y creó otra daga de sangre, se oyeron disparos, golpes que rompían
el suelo y después el llanto de un hombre que duró unos segundos hasta que se
oyó un crujido.
Lilith
salió de su escondite con sus dagas y vio a un Lostian salvaje. De cuatro
metros de alto, totalmente negro, torso de león, patas cortas traseras acabadas
en dos garras, patas delanteras largas acabadas en manos de dos dedos, cabeza
alargada sin ojos y una boca llena de colmillos.
—Hoy
no quiero cazarte, apártate. —La criatura chilló y Lilith agarró con fuerza los
mangos.
Mientras
Diana y Tessan tomaban helado de una sola tarrina grande en la terraza de una
heladería. Diana soltaba una carcajada y Tessan sonreía.
—Entonces
si que debía ser un trato de pequeña. —Diana se reía mientras caía una gota de
helado por sus comisuras.
—Lo
eras pero me divertía mucho cuando estaba contigo. —Tessan se acercó y lamió la
gota de helado, sonrojando a Diana. —¿Incomoda?
—No…
pero es raro.
—Pues
me lo hacías a mí y me acuerdo que Cris… tu madre te echaba la bronca. —Diana
respiró profundamente y Tessan agarró fuerte la mano de Diana. —Pero era una
tía más, cómo la hermana de mi madre.
—¿Cómo
se llamaba? Estuviste a punto de decir su nombre.
—Oh,
es Christine. —Un móvil sonó y varios coches de policía pasaron cerca a toda
velocidad. —Debo cogerlo, sorry.
Diana
suspiró intranquila justo al marcharse Tessan al baño, entonces una mujer se
sentó frente a Diana. Vestida con hábito blanco de bordados azules y
alzacuellos negro y con botas negras militares, de rostro redondo e inocente,
mirada serena, pelo largo blanco y liso, ojos de iris plateado, de aspecto de
una chica de 24 años, delgada y andrógina, cuyas manos se veían quemadas y con
cicatrices.
—No
he podido evitar oír vuestra conversación. —Entrelazó las manos y esbozó una débil
sonrisa. —Eres tú entonces, después de veintitrés años te vuelvo a ver.
—¿Disculpe?
—La mujer sonrió nerviosa e intentó mirarla. —¿Nos conocemos?
—No,
pero yo… olvídalo.
La
mujer se fue a marchar pero Diana se levantó.
—¿De
qué me conoce?
—Eres
idéntica a ella, a Christine, a Sara.
—Lo
siento, mi nombre es Diana. —La mujer se rio.
—Sara
es el nombre que te puso al nacer, antes de marcharse de nosotros. —La mujer se
acercó a ella y susurró. —Puedo contestar a todas tus preguntas pero sólo si
nos vamos ya, tu amiga no te dejará saberlo todo.
—No…
no puedo confiar en ti.
—Ni
yo obligarte, es tu decisión si quieres descubrir que os ocurrió a ti y a tu
madre.
Diana
dudo por un momento, miró a la mujer quien se alejaba de ella y se marchaba.
—¡Espera!
—Diana corrió hacia ella y la mujer sonrió de forma amable. —¿A dónde vamos?
—A
casa.
Mientras
Eliana, Nadine, Birdie y Ryo llegaban al cementerio en un BMW acompañados de
varios coches de policías y otros coches negros de los que salían policías de
las fuerzas especiales y miembros de Sargira y Karasu armados con subfusiles,
espadas y pistolas.
—¡La
santa madre nos protege! —Gritó una mujer desde el campanario.
Todos
se pusieron a cubierto pero Ryo salió
del coche. Hubo disparos de una ametralladora pero él lo ignoró.
—Me
encargo de la iglesia, id a la colina. —Dijo mientras las demás salían.
Nadine
se fijó en la moto que había aparcada y se sorprendió.
—Nuestra
hija está aquí. —Nadine miró a Birdie y ella asintió.
—Tendremos
que abrirnos paso a la fuerza. —Habló Eliana preocupada.
De
Ryo surgieron sus alas, saltó y cayó
sobre el campanario, hundiéndolo y derribándolo. Las tres corrieron mientras
los demás las seguían, llegaron a la entrada del paseo y vieron a Lostians
salvajes y guerreros luchar entre sí.
—Me
encargo. —La espalda de Eliana se ensanchó rompiendo su ropa, la columna
sobresalía y crecía pelo de animal, sus colmillos se afilaban y sus
extremidades se agrandaban y alargaban mientras salía más pelo de ellas.
—Yo
me encargo. —Nadine creó una guadaña de sangre y miró al frente. —Id directas
al mausoleo.
—Espera…
Eliana
interrumpió a Birdie cargándola al hombro y salió corriendo a gran velocidad.
Saltó a la copa de los árboles, y fue subiendo en ellos por la colina mientras veían
ambas cadáveres de sectarios por las escaleras de piedra que subían hasta el
mausoleo.
Llegaron
a la puerta y encontraron a una mujer sectaria muerta y con un cuchillo de
sangre en la cabeza.
—Es
reciente, Lilith está cerca.
Entraron
en el mausoleo y vieron unas escaleras a las profundidades y a Lilith en
éctasis con una mano ensangrentada en el cráneo de un cadáver en una tumba
abierta.
—La
luz no está aquí. —Lilith habló molesta y miró a Birdie. —Intentaban llevaros a
una trampa.
Lilith
se apartó y empezó a llorar.
—¿Te
das cuenta que has profanado el cadáver de Christine? —Habló Birdie enfadada
pero Lilith pasó a su lado ignorándola. —¿A dónde crees que vas?
—A
por Diana, se merece la verdad.
Lilith
se vio desbordada, enfadada y triste, sentía como su odio por los Lostians y
los humanos crecía por los tantos secretos que habían escondido pero no podía
dejar de estar preocupada por Diana.
Un
helicóptero se escuchó a lo lejos y se oía acercarse más hasta estar sobre la
colina. Lilith salió y saltó hacia él, expulsó a los sectarios y al piloto lanzándolos
al vacío. Birdie salió y la vio irse volando.
—Estarán
bien, cariño. —Eliana apareció de vuelta a la normalidad y tocó el hombro de
Birdie.
—Esperemos
que sí.
Lilith
pilotaba a duras penas correctamente el helicóptero mientras intentaba sentir
la energía de Diana, la lluvia empezó a caer y se vieron relámpagos que la
perturbaban. El teléfono sonó, lo cogió del bolsillo y se enfadó al leer
“Hermana”
—Júrame
por nuestra madre que Diana sigue contigo. —Hubo un silencio tras unos minutos.
—¿Tessan?
—Tessan…
así se llama esta pequeña loba Lostian. —Habló una mujer con voz femenina que
sorprendió a Lilith. —Tú debes ser la medio hermanita.
—Ya
puedes soltar que estén bien las dos o te juro por mi vida que te arrancaré la
cabeza. —La mente de Lilith se nubló y sintió una profunda ira.
—Una
buena amenaza pero no puedes amenazarme sin cumplirla.
—¡Dime
que están bien!
—Controla
tu temperamento, está muy bien, muy sana. —Lilith suspiró y se tranquilizó. —Sara,
Diana me refiero, tu hermana no tanto, respira pero no puede luchar más.
—Si
le tocas un pelo más…
—No
le tocaré un pelo más a la lobita. —La mujer empezó a reírse de forma
enfermiza. —Oh, pero Sara lo hará, justo donde todo empezó.
—No
juegues conmigo, sectaria.
—No
juego, hago hincapié en lo irónica que es la vida, un lugar donde una Familia
mató a una mujer frente a su hija… pfff… —La mujer soltó una carcajada y volvió
a reírse más fuerte.
—Mi
abuelo…
—Sí,
eso es, Darion Undragun, ahora Sara matará a una Sargira sí pero también tu
hermana.
—¡No
la toques!
—Ya
lo he dicho, yo…
Lilith
colgó, guardó el teléfono y siguió pilotando cambiando hacia las montañas boscosas.
Estuvo unos minutos hasta que vio los restos de una casa, arrancó la palanca y
el helicóptero se dirigió a estrellarse pero ella saltó de él y aterrizó cerca.
—¡Suelta
a mi hermana y deja que me mate…! —Lilith salió de entre los árboles mientras el
helicóptero explotaba al estrellarse y vio los cadáveres de sectarios y en los
restos de la casa a la mujer sectaria, a Tessan encadenada, de rodillas e
inconsciente y a Diana desnuda, levitando y con tres pares de alas blancas
angelicales en la espalda. —¿Qué…?
—Adelante,
recupera a tu hermana.
Lilith
creó dos cuchillos de sangre y se abalanzó sobre la sectaria, quien creó dos
dagas de sangre también, y chocaron ambas armas.
—¡¿También?!
—La mujer sonrió y Lilith se zafó de ella dando una voltereta. —¡¿Una
Undragun?!
—Más
quisiera pero no, o eso dijo mi hermano… hace doscientos años.
Lilith
lanzó uno de los cuchillos pero la mujer lo bloqueó y en un segundo se vio
abalanzada pero apuñaló a su rival en el vientre, dio un tajo que fue bloqueado
y Lilith dio un salto con voltereta cortándole los hombros y al caer la apuñaló
por la espalda.
—Buen
intento… niña. —Dijo muy mal herida y viendo caer a Lilith de rodillas.
De
las manos de la mujer surgieron cadenas que fueron a Lilith, se enredaron por
el cuerpo y al cuello y tiraron hacia atrás para engancharse a los tablones del
suelo, dejándola arrodillada frente a Diana.
—¿Recuerdas
que te dije? —Diana abrió los ojos al escucharla, eran negros, con iris rojos y
pupilas blancas. —Ellos mataron a tu madre, los Undragun y los Sargira juntos.
—Mamá…
—Diana lloró y habló con una voz con eco.
—Y
ella. —La mujer cogió del pelo a Lilith y la hizo mirar a Diana. —La nieta del
hombre que asesinó con sus manos a tu madre frente a ti ¿Acaso no merece
justicia?
—Merece…
—Diana…
—Lilith empezó a llorar pero no provocó reacción en ella. —Lo vi… vi los
recuerdos de… ella…
—Viste
como murió profanando su cadáver ¿No es así?
—Tuve…
que hacerlo… para que supieras la… verdad…
—Oh,
pero ella ya sabe la verdad. —La mujer sonrió de forma diabólica a Lilith. —No
debiste haberte molestado.
—Debía…
siento algo… por ella… sigo sintiendo algo… por ti… y tengo miedo…
—¿Miedo
a morir? —Diana miró a Lilith. —Querida, debes estar lista para afrontar tu
muerte.
—Tengo…
miedo… de no poder… decírtelo… —Lilith cerró los ojos y empezó a llorar.
—Mátame si… si eso compensa… todo el daño que… hizo él… siempre voy a… estar
enamorada… de ti… Diana…
—Conmovedor,
el amor siendo tema en esta tragedia… mátalas. —La mujer miró a Diana pero no
reaccionó. —¿A que esperas?
Diana
miró a la sectaria, creó una espada de luz y dejó de levitar.
—¿Sara?
—La mujer soltó a Lilith y caminó hacia atrás. —¿Tu madre no merece justicia?
—Deja
de nombrarla. —Dijo Diana enfadada.
Caminó
hacia la mujer, dio un tajo pero la mujer saltó hacia atrás esquivándolo con
una voltereta.
—La
próxima que nos veamos… —Varios árboles tras ella cayeron cortados y su mejilla
derecha sufrió un corte. —… te sacaré La Luz a la fuerza y no seré tan amable.
—Corre.
—Diana habló decidida y sin titubear.
Vio
a la mujer caminar hacia el bosque y al perderla de vista liberó a Lilith y
Tessan, sanó sus heridas envolviéndolas en luz y volvió a la normalidad cayendo
inconsciente mientras la espada y las alas desaparecían.
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