jueves, 29 de julio de 2021

La Luz de Ragali. Capítulo 9.

Habían pasado horas tras el incidente, Erika despertó apenas en el dormitorio de Lilith, tumbada de lado en la cama, rodeada de plumas negras y desnuda. Su cuerpo tenía los brazos vendados, cicatrices de quemaduras y cortes antiguas y mal sanadas por el vientre y la espalda, y una cicatriz a fuego de un ciervo con astas largas y una cruz entre ellas, los senos tenían areolas rosadas y grandes, y en la ingle vello espeso y negro. Escuchó sonar teclas de piano de forma inconexa y se levantó torpemente para caminar hacia la puerta poco a poco.
—Tengo… heridas… —Tropezó y se apoyó contra una estantería violentamente, se quitó las vendas y se dio cuenta que tenía cicatrices de balas casi sanadas. —¿Cuándo…? Jesús… no puede haber pasado…
El sonido de las teclas dejaron de sonar durante unos segundos, y empezó a sonar una canción familiar para Erika.
—¿Claro de luna…? —Erika caminó de nuevo y se entristeció al mirar al techo —Solía tocarla en el orfanato… solíamos las dos… hace tiempo.
Tras unos minutos, Erika salió del dormitorio con una camisa negra abierta y un culote rosado con un cuchillo militar bajo el elástico. Caminaba despacio por el oscuro pasillo, apoyando las manos en una de las paredes, y exhaló con dificultad para acabar sentada de rodillas y apoyando la espalda contra la pared.
—Elena… gracias por hacerme odiar esa canción… . —Miró la marca del ciervo y apretó los puños. —La música parece venir de abajo.
Suspiró triste y se levantó con dificultad, miró hacia las escaleras y empezó a andar.
—Debo buscar a Diana. —Llegó a las escaleras y vio el hall desordenado. —Está todo limpio… ¿Habrá vuelto ya?
Bajó las escaleras hasta el hall y vio el par de puertas abiertas que daba a una biblioteca grande. Era una sala con lámparas de araña, una alfombra negra en un suelo de piedra, paredes de piedra, estantes enormes repletos de libros, ventanales con vidrieras de colores, un escritorio de madera de ébano, y un piano blanco de cola. Vio a Eliana y Nadine tocando juntas el piano con calma y sin ningún atisbo de emoción, vestidas con trajes negros y botas militares negras pero sin sus símbolos familiares.
—Lilith es fuerte. —Susurró Eliana.
—Lo sé. —Nadine suspiró triste. —Se ha criado con mujeres fuertes.
—Es algo de lo que podemos estar orgullosas, de haber tenido y criado a hijas fuertes. —Eliana sonrió y Nadine la miró sorprendida. —Para mí, Lilith es también mi hija, cómo sé también que Tessan es una hija para ti.
—Sí, pero creo que esa fuerza no viene de nosotras. —Nadine esbozó una sonrisa y Eliana arqueó una ceja. —Viene de la mujer que amamos las dos, una obviedad decir que… nos ha bendecido con dos hermosas y fuertes niñas.
Dio entonces un paso y dejaron de tocar al mismo tiempo.
—Erika, pasa. —Nadine ordenó con una tenue sonrisa esbozada con sus labios, Erika se paralizó y Nadine se giró para mirarla. —No tengas miedo.
—Os dejo solas. —Eliana se levantó y se marchó con calma.
—Esa es Eliana Sargira, la líder de… en fin. —Nadine se levantó y miró a las vidrieras. —Tienes preguntas.
—Sí, muchas. —Erika caminó hacia ella y Nadine soltó una carcajada.
—Entonces déjame que empiece. —Nadine se giró y la miró a los ojos. —Después del combate, aparecieron muchos sectarios, más de los que podía combatir sola y protegeros a la vez pero te levantaste y te… cambió algo en ti,… una furia feroz que nunca había visto, pero nos salvaste, a mi hija, mi hogar, mi esposa, a Diana, a mí… nunca podré agradecértelo, los Undragun tienen una gran deuda contigo.
—Espero no haberos hecho daño, hacia tanto que no me pasaba… —Erika miró triste a Nadine y ella le tocó la cabeza, entonces la propia Erika se apartó y miró hacia atrás. —Espera ¡¿Dónde está Lilith?!
—Agotada, está en las termas de la mansión recuperándose. —Nadine le ofreció su mano y Erika la tomó. —Y Diana y Birdie aún no han vuelto pero estoy segura de que están bien, y de que Lilith es tu mayor preocupación ahora ¿Cierto?
Nadine la llevó hacia el hall y después al comedor, tocó una pared y ésta se abrió, mostrando escaleras de piedra, techo y paredes de bloques de piedra.
—Sabe qué y quién soy, y aún así me deja verla estando indefensa. —Erika la miró y Nadine le acarició la cabeza despeinándola. —Ni siquiera sabe por qué voy a bajar.
—Lo sé muy bien, creo. —Erika se agarró el brazo y suspiró. —Deja que haga algo por ti.
Nadine se mordió un pulgar con un colmillo y después el otro, brotando gotas de sangre de ellas, las puso en la cicatriz del ciervo, y la ocultó con su sangre.
—Duele… virgen santísima… —Erika soltó un quejido de dolor.
—Nacer con Esencia, sagrada o no, no es motivo de vergüenza o miedo. —Nadine limpió la mancha con la manga y la cicatriz desapareció, sorprendiendo a Erika. —Y obviamente la simbología cristiana es un insulto al buen gusto en una sacerdotisa.
Erika se mareó y el iris de sus ojos se volvieron negros durante unos segundos.
—No creo que haya sido buena idea… Nadine…
—Estarás bien con el tiempo, romper restricciones tras un tiempo de su sellado te deja tocada.
—Me pusieron ese sello con seis años, con… un hierro ardiendo. —Erika se acarició el vientre y cerró los ojos. —Decían que en mí había un ángel caído que debían encerrar junto a mi alma, que Dios lo había ordenado.
—Sólo eres una sacerdotisa. —Nadine le golpeó la frente débilmente con el dedo y le guiñó un ojo. —No hace falta decir la obviedad de que lo único especial es tu forma de ser, lo que haces y decides, no tus poderes ni un falso destino, pequeña.
—Gracias, Nadine. —Erika miró hacia las escaleras y bajó el primer escalón. —Por todo.
—Avísame si quieres cenar algo.
Erika bajó las escaleras hasta llegar a un pasillo con luces de sótano, varias puertas de madera y al fondo una puerta corredera con cristales que dejaban pasar la luz. Se acercó y la abrió, viendo la sala con una piscina con una gran ventana donde entraba la luz de la luna llena, ahí estaban Tessan vestida con traje, y Lilith sentada y desnuda con el agua que le llegaba hasta los senos.
—¿Quién eres? —Tessan se acercó a Erika y ella se echó hacia atrás. —Responde.
—Soy… Erika. —Erika miró a Lilith y después a Tessan. —¿Y tú? ¿No deberías dejar descansar a Lilith?
—Soy Tessan Sargira, su hermana, y estoy aquí porque la cuido. —Se miraron enfadadas. —Los meapilas cómo tú no deberían estar aquí, lárgate de esta mansión o…
—Tessan… déjanos solas… —Lilith habló debilitada y con gran esfuerzo.
—Pero… —Tessan suspiró y miró hacia al pasillo. —Lil, pega un grito si necesitas ayuda.
Tessan se marchó cerrando la puerta y Erika desenfundó el cuchillo lentamente.
—¿Has… venido a… matarme? —Lilith soltó una carcajada y suspiró. —Aún puedo… pelear.
—No he venido a eso, Lilith. —Caminó hacia el agua, adentrándose y llegando el agua hasta las piernas. —No hago esto porque quiera.
—No lo hagas entonces… —Lilith abrió los ojos y la miró, mostrando un iris de rojo intenso.
—Necesitas alimentarte, es lo que hacéis los Lostians, los demonios de tu calaña. —Erika se acercó a ella y se arrodilló ante ella. —Y Diana no está, hay gente preocupada por ti y tú no tienes a nadie para recuperarte… salvo a mí.
—Humana ¿Es esta… alguna mierda… cristiana… del sacrificio…? —Lilith respiró con dificultad. —¿Por… Diana?
—No, simplemente quiero ayudar, me molesta reconocerlo pero no tiene nada que ver Diana. —Lilith arqueó una ceja. —Te tengo respeto y algo de odio a la vez a pesar del poco tiempo que nos conocemos y entiendo si tú sólo ves en mí a una enemiga pero no me importa, quiero que estés bien, incluso si tengo que sacrificar mis creencias y convertirme en tu sirvienta de sangre.
—No sé que pasará… si me alimento, suelo controlarme… pero no si estoy muy mal… herida o agotada… no creo que pare. —Lilith agarró las muñecas de Erika. —¿Estás segura?
Erika cerró los ojos y asintió, después Lilith la soltó.
—Pase lo que pase, no quiero que sientas piedad o compasión alguna conmigo, Lostian. —Erika acercó la hoja a la otra mano y cortó la palma, brotando algo de sangre que caía en el agua.
Acercó la mano a los labios de Lilith y ella abrió la boca, recibiendo varias gotas de sangre. Los ojos de Lilith se volvieron más intensos y sus colmillos más afilados a la vez que su respiración se aceleraba. Agarró la muñeca con fuerza para acercarla más y la lamió sin parar. Erika entonces notó arder su herida con fuerza, casi quemándola.
—Duele… —Erika soltó un quejido dejando caer el cuchillo y Lilith la liberó.
—Sabe muy dulce. —Lilith sonrió y se relamió.
—Necesitas más… —Erika se apartó un poco la camisa mostrando su cuello y sus senos. —No voy a suplicar… hazlo… devórame…
Lilith se acercó a ella a gatas, puso una mano en la espalda clavando las uñas y la otra agarrando los cabellos. Se miraron a los ojos, Erika impaciente y jadeando, y Lilith complacida y sonriente.
—No voy a darte las gracias después, Erika.
—Deja de jugar con la comida… —Susurró Erika nerviosa.
—Eres una necia si piensas que eres nada más que eso para mí. —Lilith susurró y exhaló en el cuello de ella.
—Miedo me da preguntar… —Erika susurró a la vez que se sonrojaba y tensaba.
—Ese es tu problema… te aterra lo que no conoces… me tienes miedo…
—Yo nunca tendré miedo de ti, de esto… sólo siento asco… —Erika y Lilith se volvieron a mirar.
—Engáñate lo que quieras pero estás disfrutando… lo sé… —Erika se sonrojó y Lilith la arañó hacia abajo, haciendo que gimiera débilmente. —Monja pervertida y masoca…
—Cállate… —Lilith tiró del pelo a un lado con fuerza y le besó el cuello de forma dulce. —Cristo bendito… deja de jugar conmigo…
—Pues relájate… y no blasfemes…
—No puedo… —Erika sintió el roce de los labios subiendo hasta la mandíbula.
—No voy a alimentarme si estás así… —Lilith susurró y la volvió a arañar.
—¡Lilith! —Gimió Erika y se avergonzó al hacerlo. —Basta… yo no soy así…
—¿Tanto te asusta…? El placer, la lujuria… tus deseos más oscuros… —La arañó lentamente y con un dedo, haciendo que se estremeciera. —Siento tanta pena por ti… pero no te preocupes, tu sangre por tus cadenas… yo ya he sucumbido a mis deseos y ahora… tú lo harás también…
Erika jadeaba sonrojada y tragó saliva al oírla.
—Virgen María… perdóname y no mires…
Lilith lamió el cuello y clavó los colmillos con fuerza, haciendo que Erika le agarrase y la abrazase. Pudo sentir el calor de Lilith, de sus labios apretando y succionando, de su respiración, y de la sangre brotando y cayendo por sus senos, se ruborizaba mientras una gota de saliva caía por sus comisuras. Poco a poco notó que perdía el control, alas negras de ángel surgieron de su espalda rompiendo la camisa y el iris de sus ojos se volvieron negros.
—Mi cuerpo… arde… no está bien… —Erika jadeaba más rápido y vio cómo el cuerpo de Lilith empezaba a cambiar. —Jesús… deseo a esta demonio… perdóname…
Lilith la soltó y se separó mientras su cuerpo cambiaba, su piel azulada, roja y negra, orejas puntiagudas, sus ojos negros y rojos, sus alas demoniacas y rojas, y cuernos negros curvados hacia atrás. De sus labios jadeantes caía sangre y mostraba sus colmillos largos y afilados mientras sonreía viendo el rostro de placer de Erika, su mirada sometida y la mordida en su cuello que sanaba rápidamente.
—Tu dios no está aquí, estás a mi merced y no te salvará.
Lilith se levantó, mostrando también una larga cola y su miembro erecto, azul y negro con púas y de buen grosor. Batió sus alas, se acercó a ella para sujetarla de la barbilla con sus garras y acariciarla con la punta de su cola.
—Es increíble que con beber de ti o Diana mi cuerpo alcance la forma perfecta… más de lo que esa tal Launa pudo conseguir…
—Basta… —Erika apartó con fuerza la mano y la cola con el brazo y miró hacia otro lado.
—Muy bien, te traeré ropa. —Lilith fue a marcharse pero Erika se lo impidió agarrándola de la pierna.
—Te dije que no sintieras compasión conmigo… —Se miraron molestas a los ojos y Lilith sonrió mientras Erika jadeaba, entonces apartó la mirada y apretó la mano con fuerza. —Sigue bebiendo…
Erika le ofreció el otro lado del cuello y se mordió el labio inferior.
—No quiero tu sangre ahora. —Lilith se arrodilló, la agarró de las muñecas y tiró de si misma, estando las dos frente a frente. —Lo que quiero son tus cadenas.
—¿Qué…?
Lilith la besó, su lengua dominaba la de ella mientras la sangre y saliva se mezclaban en la boca de Erika. Entonces acercó más el cuerpo de ella, rozando con la rodilla en la entrepierna de Erika, quien se estremeció y apretó los puños con fuerza. Finalmente se separaron y Lilith la cargó al hombro para sentarla en el borde.
—Quiero odiar esto… —Erika agachó la cabeza y suspiró. —Pero no puedo… me gusta…
Lilith le acarició la barbilla con la cola y la hizo mirarla.
—Tú tienes el control, tú decides parar.
—No quiero parar pero… no sé cómo empezar…
Lilith sonrió, se arrodilló, y le separó las piernas.
—Con cuidado, Lilith…
—Repítelo.
—¿Con… cuidado? —Preguntó Erika y Lilith se acercó a la vulva de ella, dando un pequeño roce con la lengua por encima de la ropa interior. —Lilith…
—Más… —Susurró ella clavando las uñas en los muslos.
Rozó de nuevo la punta de la lengua por encima.
—Li-Lilith… —Jadeó nerviosa y se tumbó cerrando los ojos.
Lilith rajó el culote con las garras y se las quitó, viendo su vulva con apenas labios. Erika entonces sintió la lengua de Lilith jugar con su clítoris, se estremecía de placer y se agarró a los cuernos de ella con fuerza mientras arqueaba la espalda.
—Lilith… Lilith… —Erika jadeaba y gemía sin parar mientras intentaba empujarla de ella. —No debo… no podemos…
Lilith se separó y se levantó para mirarla complacida.
—No tendré compasión contigo.
Lilith se colocó encima de ella con una mano al lado de la cabeza de Erika y viendo de ella su cuerpo semidesnudo, mojado y sudoroso, acarició uno de los senos con la otra mano y los labios de la vulva con la punta de la cola. Ambas se miraron avergonzadas y se besaron con dulzura y sin lengua.
—¿Cómo lo haces… ? —Erika intentó acariciar el rostro de Lilith y ella le agarró su mano para ponerla en la mejilla. —Es la primera vez que… me siento bien de nuevo…
—Porque quiero que estés bien, eso hace que te sientas bien. —Lilith la volvió a besar mientras rozaba la cola con el clítoris, sus labios se separaron y volvieron a mirarse pero Erika jadeaba y gemía sin control, estremeciéndose y abrazándola. —Quiero verte disfrutar…
Erika se sonrojó al oírla susurrar y besó a Lilith, una y otra vez se besaban dulcemente.
—No juegues conmigo… —Erika susurró mientras agarraba con fuerza los cabellos de Lilith.
—Nunca juego con la comida… —Lilith la besó y sus lenguas jugaron entre sí hasta separarse las dos, dejando un hilo de saliva.
—Lilith… no puedo más… creo que…
—Hazlo, no te contengas.
Movió su cola más rápido, haciendo que Erika jadease y gimiese su nombre más rápido.
—¡Lilith! —Erika abrazó con fuerza a Lilith con los brazos y alas a la vez, al mismo tiempo que soltaba un fuerte gemido, se venía sobre el agua y arqueaba la espalda. —Lilith…
Erika jadeaba agotada y las alas desaparecieron, dejando un rastro de plumas negras. Lilith volvió a la normalidad mientras sonreía dulcemente y se tumbó agotada junto a ella.
—Me alegra haberte hecho llegar… Erika.
Mientras Nadine bebía una copa llena de sangre en la biblioteca, admirando las vidrieras y sentada en el piano.
—Me he perdido mucho desde que me llevé a Diana a entrenar abajo. —Nadine soltó una carcajada al oír a Birdie y se giró. —He subido a tu cuarto a cambiarme, espero que no te importe.
Birdie entró vestida con un vestido azul y bailarinas blancas.
—Tranquila, nos habían asaltado, pero ya se había arreglado. —Nadine dejó la copa en el piano mientras Birdie caminaba hacia ella. —¿Qué tal le ha ido a Diana?
—Bien, bastante bien pero está agotada. —Birdie se sentó junto a Nadine. —Si tenias hambre, puedes pedírmelo, soy tu esposa, cómo lo soy de Eliana.
—Estoy bien.
—Ya, eso dice ella, sois dos cabezonas. —Birdie suspiró molesta y sonrió.
—Estás casada con dos cabezonas. —Ella soltó una carcajada al oírla y Nadine sonrió mientras la miraba, Birdie la miró sorprendida y sonrojada. —Estás preciosa.
—Debe ser la luz de la luna… —Ambas acercaron sus labios la una a la otra. —Tienes hambre…
—No… —Susurró Nadine avergonzada. —Es que sigo enamorada, igual que el primer día…
—A pesar de todo… de todos los problemas… no conseguimos soltarnos…
—Será que una bruja me habrá embrujado… —Birdie sonrió al oírla y la besó. —Y no consigo romper el hechizo…
—¿Sí…? A mí me habrá cautivado una vamp… —Nadine la interrumpió besándola. —… ira…
—El piano sigue aguantando nuestro peso igual que hace más de veinte años… —Nadine le acarició el rostro con ambas manos y Birdie arqueó una ceja al mismo tiempo que sonreía. —Y hace una noche preciosa… con una Lostian… en una biblioteca prohibida…
—Cállate y muérdeme… condenada guaperas… —Birdie la besó con dulzura y Nadine se encendió.
—Eso está hecho, cariño…

sábado, 10 de julio de 2021

Oscura perversión. Relato

Esta historia empieza con Sera, una chica de unos veintidós años. Era femenina, delgada, 1.70, piel blanca, senos y nalgas pequeñas, ojos verdes, pelirroja y de cabello largo y en una trenza hasta la cintura, y de rostro pecoso. Vestía traje azul y falda de oficina azul junto a unos tacones negros

Se encontraba en una oficina, concretamente en un despacho, sentada a un lado y esperando. Un hombre mayor entró con una carpeta en la mano y se sentó en el escritorio.

—Señorita Brun ¿No? —Ella asintió y el hombre tosió. —He de decir que su trabajo aquí ha sido muy útil.

—Gracias. —Sera sonrió y habló alegre con voz femenina.

—Pero he de decir que no estamos interesados en continuar con usted.

—Yo… entiendo. —Sera se levantó y le ofreció la mano al hombre —Un placer entonces.

Sera fue a marcharse y se encontró de golpe con un hombre que tenía un café en la mano, haciendo que se derramase sobre la ropa de él. Tenía veintiséis, 1.90, piel blanca, de cuerpo atlético, cabellos lisos, largos y oscuros hasta la cintura además de flequillo, y ojos azules. Iba vestido con traje gris y mocasines negros.

—El traje, vas a pagarlo ¿No? —Preguntó molesto.

—Que te lo pague tu padre. —Exclamó molesta para acabar marchándose.

—Lo… siento mucho, señor Belov. —El hombre mayor se acercó con un pañuelo y él se lo quitó.

—Dime quién es esa mujer. —Exclamó molesto mientras se limpiaba.

—Es Sera… Brun, una administrativa que acabo de despedir, señor.

—¿Has dicho Brun? —Belov se mantuvo pensativo. —Brun… esa cara… me suenan mucho…

—La habrá visto muchas veces por aquí, señor.

Belov salió del despacho donde estaban dos guardaespaldas trajeados.

—Busquen a la chica que acaba de salir y llévenla a mi despacho. —Tiró el vaso y cogió el móvil. —Ryo, necesito que investigues a una mujer.

—¿Otra mujer? Yuri, están siendo tu perdición. —Hubo un largo silencio entre ellos. —Está bien, manda los datos.

—Investígala a fondo y… —Vio a Sera llevar un bolso de cuero marrón y entrar en un ascensor. —Un momento.

Fue tras ella pero las puertas se cerraron delante de él.

—¿Alexander?

—Señor, no la hemos encontrado. —Yuri les miró enfadado y éstos se fueron.

—Oye, Yuri apenas tengo información de ella pero tengo su dirección.

—Dámela.

—Vale pero… todo esto me huele raro, te lo digo cómo amigo.

—No voy a repetirlo.

Pasó una hora, Sera estaba en la parte de atrás de un bus. Bajó de él para acabar frente a un bloque de apartamentos.

—Vaya mierda de día. —Sera abrió la puerta del portal. —Ese hombre… el del café, me suena mucho.

Subió por las escaleras hasta la segunda planta pero entonces miró a la tercera y vio a un hombre custodiando la puerta abierta de un apartamento.

—Mierda, están entrando a robar en casa. —Cogió el teléfono pero dudó por unos segundos. —Aunque yo sólo vine a dejar las llaves a mi ex bajo el felpudo, menos mal que saqué mis cosas de allí.

Mientras tanto dentro del apartamento, Yuri estaba vestido con camisa negra y sin americana, y bebiendo un café en la cocina.

—¡Que valientes sois todos dando de ostias a vuestras novias! —Exclamó un hombre mientras se oían golpes de fondo. —¡Pero os lo hacéis encima cuando os pega alguien!

—Ryo, ya basta. —Exclamó Yuri.

Yuri fue al salón y vio a un joven malherido y atado a una silla, y a otro del mismo aspecto y estilo de vestir que Yuri, excepto que era rapado y tenía rasgos japoneses.

—Media hora de puñetazos te habrá ablandado ya el orgullo, espero. —Yuri habló enfadado pero con calma. —La chica, tu ex, háblame de ella.

Ryo le ofreció una silla a Yuri y él se sentó.

—No es una chica… —Soltó una carcajada y escupió un diente. —Es un puto travelo…

—No soporto a la escoria cómo tú. —Yuri se levantó. —Ryo, puedes seguir.

Se fue a los dormitorios mientras Ryo golpeaba al joven con los puños.

Vio una habitación vacía salvo que tenía una papelera con una bola de papel.

—¡Señor! —Exclamó un hombre.

Yuri salió y un guardaespaldas le dio el teléfono del joven y encendió una grabación.

—No puedes esconder donde vives, pienso arrancarte la piel a tiras cuando vaya, sí, en el tres de la calle Sigfredo, cuarta planta, b, es un sitio hermoso.

Yuri le devolvió el móvil, se acercó al joven y le propinó un puñetazo.

—No te acerques más a Sera.

—No hace falta… ya lo hace alguien por mí…

Pasada media hora, Sera estaba en un taxi, paró frente a un apartamento y ella salió con una caja de cartón entre las manos.

—Menudo coñazo… —Miró sus cosas y suspiró. —No sé si encontraré trabajo en otro sitio.

Entró en el portal pero una sombra le abordó, dejando caer sus cosas y siendo estrangulada con un brazo desde atrás y en el cuello apretándolo.

—Su novio le envía saludos.

—No… no quiero morir… —Sera intentaba gritar y zafarse mientras lloraba asustada. —A-ayuda…

Un disparo con silenciador se escuchó y ambos cayeron. Sera intentó recuperar aire y se giró pero todo era demasiado borroso para ella. Yuri estaba frente a ella con una pistola con silenciador, mirándola seriamente sin inmutarse.

—No me… mate… —Sera se quedó inconsciente.

—No es la idea… —Dejó caer la pistola.

La cogió en brazos y se marchó a la calle, donde un coche negro con conductor le esperaba.

—Señor ¿Está herido? —Ryo abrió desde dentro y Yuri entró. —Llévenos al hospital.

—No, a la suite del hotel más caro, enseguida. —Le tocó el rostro a Sera. —Y trae tus cosas, quiero que la examines.

—Entendido pero… sólo está inconsciente. —Yuri suspiró y Ryo se asustó. —No se preocupe.

Estuvieron en silencio por unos minutos y Ryo tosió mientras miraba el teléfono.

—Señor… no debería enfadarse por… un vaso de café.

—No pienso hacerle daño. —Yuri acarició el cabello de Sera. —Me recuerda a alguien del orfanato donde me había criado, un amigo de la infancia.

—Bueno, parece que siempre fue su amiga.

—Sí… —Yuri le acarició las mejillas entre susurros. —Que piel tan suave…

—Tenga cuidado, no se vaya a enamorar.

Yuri se sonrojó y apartó la mirada hacia la ventanilla.

Mientras Sera soñaba siendo una niña de nueve años y estando en el patio de un colegio. Su cabello era muy corto, más rubio, vistiendo camiseta azul, pantalones blancos y deportivas.

Miró a su alrededor, los chicos y chicas jugaban pero un pequeño grupo rodeaba a un chico un poco más mayor, de cabellos oscuros y largos, ropa blanca y deportivas. Los chicos le insultaban y ella corrió hacia ellos.

—¡Dejadle en paz!

Se interpuso protegiendo al chico y uno de los jóvenes le propinó un puñetazo.

—Aquí se hace lo que digamos si quieres seguir vivo.

El chico se abalanzó sobre quien la golpeó y otro le propinó un codazo en la nariz a ella.

—¡Basta! —Gritó despertándose. —¿Dónde estoy?

Miró a su alrededor y se dio cuenta que estaba en un dormitorio lujoso, con paredes amarillas, techo blanco, suelo de mármol blanco, lámpara de oro, televisor de plasma en la pared, muebles exquisitos y tapada con mantas delicadas. Entró de golpe Yuri completamente asustado.

—¡¿Qué ocurre?! —Preguntó Yuri.

—¡Eres ese tío de la oficina! —Gritó Sera asustada y levantándose, dándose cuenta que estaba desnuda. —¡¿Me has violado?!

Yuri vio el cuerpo de Sera con moratones en el vientre, su miembro de doce centímetros sin circuncidar y sin vello, las areolas azuladas y pequeñas, y los senos con pecas en la zona superior.

—¡Cla-claro que no! —Gritó enfadado. —¡Te he salvado la vida!

—La… estuve… alguien intentó…

—Ya no está, te traje conmigo hasta aquí. —Yuri caminó hasta el armario y lo abrió, mostrando un vestido rojo largo y elegante. —Ponte esto, vamos a dar un paseo.

—¿Por qué iba a…? —Vio a Yuri marcharse y se enfadó más. —Bueno… me ha salvado la vida, que asco.

Yuri se encontraba apoyado en la puerta y suspiró sonrojado.

—Maldita sea…

Estaba en el salón, que tenía la misma decoración que el dormitorio. Ryo entró con una americana bajo el brazo y le miró.

—¿Se encuentra bien? —Ryo preguntó preocupado y Yuri asintió. —El vestido es un pelín más caro de lo que esperaba pero espero que fuera de su gusto.

—Lo es.

—Del… de ella ¿No? —Yuri caminó hacía él y se puso la americana. —Si regala algo, lo normal es que se ajuste al gusto de la otra persona.

—Disculpa… —Sera abrió la puerta con el vestido puesto, vio a ambos y se fijó en que Ryo llevaba una pistola. —Es un…

—Espera fuera, Ryo.

Ryo se marchó y Yuri caminó hacia ella.

—Eso… arma ¿Quién eres? ¿Vas a matarme por lo de esta mañana?

—No y me llamo Yuri Belov. —Le dio la vuelta a Sera y le subió la cremallera poco a poco.

—Yuri… —Se mantuvo pensativa.

—Siéntate en el sofá, voy a por los tacones. —Yuri se fue y Sera obedeció, volvió con un par de tacones rojos y la miró. —Voy a llevarte a pasear al mar.

—Me vas a matar allí…

—No. —Yuri se arrodilló, y le puso un tacón sin dificultad. —Sólo pasear y cenar en mi casa.

—Mierda… me vas a matar en tu casa…

—Te repito que no, no quiero matarte.

—¿Entonces quieres que me disculpe? —Sera arqueó una ceja y Yuri no respondió mientras se concentraba en ponerle el otro tacón. —No pienso disculparme por eso, la culpa fue tuya.

Ambos se levantaron indignados y se miraron molestos.

—Sí, de encontrar a una chica tan torpe.

—¡¿Disculpa?! —Yuri caminó hacia la salida mientras la ignoraba.

—Disculpada, ahora vamos.

—¡Oye!

Ambos se marcharon de la suite y subieron del ascensor.

—¿Qué es lo que quieres de mí? —Sera preguntó viendo a Yuri pulsar el botón más bajo.

—Cada cosa a su tiempo.

El ascensor se movió bruscamente, tambaleando a Sera y empujándola hacia Yuri, quien la abrazó con cuidado.

—¿Estás bien? —Yuri le susurró con dulzura.

Sera se sonrojó al oírle y notar el pecho y calor en su rostro.

—¡Estoy bien! —Exclamó empujándole y alejándose de él. —Estoy bien…

—Has estado inconsciente varias horas, si necesitas ayuda para caminar, puedo llevarte en brazos hasta el coche.

—¡No hace falta! De veras… —Sera se avergonzó.

—Entiendo, le diré a mi subordinado que te ayude.

—¡No necesito ayuda! —Gritó enfadada. —De verdad, estoy bien.

La puerta se abrió y vieron a Ryo con el bolso de Sera esperando en la puerta. Caminaron hacia él y Ryo le ofreció el bolso.

—Señorita. —Sera lo cogió con precaución. —Señor.

Ryo les guiaba hasta un todoterreno negro frente a la puerta, Yuri abrió la puerta de los pasajeros e invitó a Sera a entrar.

—¿De verdad no vas a matarme? —Yuri gruñó y Sera se asustó. —Vale, voy.

Los tres entraron al todoterreno, pero Ryo subiendo en el asiento del conductor, y éste arrancó.

—Yuri ¿No? —Yuri cerró los ojos y se relajó mirando. —Gracias por salvarme.

—Sí quieres agradecerlo debidamente, deja de pensar que quiero matarte y compórtate como una dama.

—¡Me has secuestrado y tienes hombres armados! —Exclamó Sera molesta. —No me exijas que deje de pensar en que vas a hacerme daño.

Su estómago rugió y Yuri empezó a reír, asustando a Ryo.

—¡No tiene gracia!

—Déjanos cerca de alguna cafetería. —Yuri intentó contener su risa.

—Basta ya de reírte de mí.

El coche paró frente a una cafetería normal y corriente frente al paseo marítimo, y ambos salieron del vehículo.

—Se ve el atardecer desde aquí. —Sera sonrió al mirar al mar.

Yuri la miró, sonrió de forma tierna y Ryo no pudo evitar sorprenderse al ver tal escena.

—Señor, señorita, les espero cerca.

Sera entró primero en la cafetería y después Yuri la siguió, se sentaron en la mesa de una esquina y distanciados.

—Puedes pedir lo que quieras, invito yo. —Yuri abrió una carta y estuvo mirando los cafés.

—Paso, pago yo lo mío. —Sera evitó mirarle y Yuri suspiró molesto.

—No voy a permitirlo. —Cerró la carta indignado.

—Porque tú lo digas. —Sera dejó a un lado su bolso y le hizo una peineta. —Me lo pago yo, mi dinero, mis gastos.

—Eres la mujer más irritante que he conocido, Sera.

—Enhorabuena, ya conoces a una mujer en tu vida. —Sera sonrió de forma burlona y Yuri suspiró.

—Es increíble que no hayas cambiado desde el orfanato. —Susurró mirándola irritado.

—¿Has dicho algo? —Preguntó ella.

—Olvídalo.

Pasó una hora y salieron juntos, caminando hacia la playa.

—Es increíble que te haya convencido el precio de los gofres para que te invite. —Sera se encogió de hombros al oírle.

—No quería que te sintieras mal, Yuri.

—Ya…

—Por cierto ¿Eres alguna clase de jefe mafioso o un hombre de negocios intensito?

—Soy el jefe de la mafia rusa en este país. —Sera tragó saliva y se asustó. —Pero a diferencia de otros, sólo hago negocios que no dañen a gente.

—Eso es… ¿Bueno?

—Podría serlo, entré siendo un adolescente puesto que era huérfano y a nadie le importaba. —Sacó un cigarrillo del bolsillo y lo encendió, expulsó el humo y se pararon en la arena. —No es algo de lo que quiera hablar pero aprendí que hay cosas que puedes hacer sin dañar a nadie ¿Y tú? ¿De donde vienes?

—Yo… pues me he criado en un orfanato de Moscú y mis padres españoles me adoptaron cuando tenía doce años. —Yuri la escuchaba atentamente. —Cuando rompí el huevo salí como una chica y me ayudaron a transicionar mientras estudiaba la carrera de empresariales.

—Interesante.

—Yuri… ¿Acaso… nos conocemos? —Preguntó Sera mientras miraba al mar. —¿Por eso todo este asunto?

—Sí, estuvimos en el mismo orfanato, y siempre estuviste ahí a mi lado, desde que te adoptaron, me sentí solo y me juré volver a verte algún día. —Yuri acarició la cabeza de Sera. —Cuando descubrí quien eras, quise buscarte y… ya sabes el resto.

—Espera ¿Entonces eres Yuri? ¿El mismo Yuri? —Sera se quedó boquiabierta y él asintió. —Joder… si eras un enclenque y ahora podrías pisarme el cuello.

—Ven, quiero enseñarte algo.

Empezaron a caminar juntos por el paseo marítimo.

—¿Sigues pensando que voy a matarte? —Preguntó Yuri serio.

—No, de hecho estoy feliz de volver a verte. —Sera sonrió y Yuri le acarició la espalda. —Debiste haber estado solo… ¡Pero ahora tienes amigos! ¿No?

—No, sólo tengo subordinados y clientes. —Yuri habló seriamente. —En mi mundo no existe la amistad

—Supongo… —Sera le cogió la mano y apartó la mirada. —Pero mi amistad no la has perdido, no importa cuanto tiempo haya pasado y cuanto hayamos cambiado.

—Ni tú has perdido la mía. —Sera le miró y vio como Yuri le besaba el dorso de la mano mientras la miraba a los ojos, sonrojándola. —Me alegra volver a verte.

—Y yo… Yuri… —Apretó Sera su mano con fuerza y sonrió. —¿Te sigo pareciendo irritable?

—Mucho pero… te tolero. —Yuri suspiró y Sera soltó una carcajada. —Yuri paró frente a la entrada del puerto y miró a un gran edificio en construcción. —Es por aquí.

—¿Se puede entrar?

—Conmigo sí.

Entraron juntos hasta el edificio donde les esperaban dos hombres con traje y desarmados.

—Espero que te guste.

Entró Sera primero y vio a su ex con el rostro destrozado y muy malherido, de rodillas y con las manos atadas a la espalda, rodeado de varios hombres con traje y armados con bates y puños americanos.

—Julio… —Sera se asustó, miró hacia atrás y Yuri le tocó el hombro.

—¿Te gusta? —Yuri sonrió y Sera no pudo evitar mirarle. —Después de todo lo que has sufrido y cómo te han ignorado las autoridades, pensé que te gustaría ver como replican tus heridas en él.

—Es un monstruo pero… no merece la pena mancharte las manos, porfavor. —Yuri dejó de sonreír.

—Sera… —Suplicó el joven.

—¿Incluso si contrató a alguien para matarte? —Sera se sorprendió y miró a su ex, entonces Yuri miró a uno de sus hombres y éste le dio una pistola del cinturón con la que apuntó al joven. —Así es y soy capaz de mancharme las manos incluso por cerdos cómo él.

—No quiero que lo hagas.

—Pero yo sí. —Sera se interpuso para mirarle enfadada a los ojos y le apartó lentamente el arma.

—No, porfavor. —Sera se giró viendo a su ex y le miró molesta. —No quiero que te metas en problemas por mi.

Yuri se sorprendió, le devolvió la pistola al subordinado y puso sus manos en los hombros de Sera.

—Al menos dime cuantas costillas quieres romperle. —Sera miró a Yuri de reojo. —No es negociable.

—Una. —Sera miró a su ex con desprecio, apretó los puños y cerró los ojos.

—Vámonos.

Sera se apartó, se marchó y Yuri miró a los hombres.

—Dejadle claro que no va a volver a acercarse a Sera.

Yuri salió y vio a Sera llorar desconsoladamente, se quitó la americana y se acercó a ella.

—Es increíble… que haya estado tanto tiempo con él, que haya aguantado tanto y… quisiera matarme al final… —Sera miró a Yuri e intentó reír de forma triste. —Debo parecerte lamentable, no soy esa niña que conociste, no soy valiente, no soy fuerte… encima suplicando por su patética vida, soy muy lamentable.

—No. —Yuri la arropó con su chaqueta y ella apoyó su rostro en el pecho de él. —Eres demasiado buena.

—Quiero… volver a casa. —Sera miró a Yuri entre lágrimas. —Porfavor.

—Habrá policías en tu casa, te llevaré a la mía. —Ella asintió

El todoterreno negro apareció frente a ellos, Sera se subió y Yuri la siguió.

—Llévanos a la villa.

El todoterreno arrancó y Sera se refugió con la chaqueta. Yuri no pudo evitar observarla y sentir compasión por ella.

—Señor, tiene una reunión con los miembros de…

—Avisa que hoy no podrá ser al final, han surgido problemas. —Yuri miró a través de la ventana molesto. —Y que aprecien mi regalo con todo mi cariño.

Pasaron dos horas y el todoterreno estuvo cruzando por el camino de tierra de una propiedad privada hasta una villa, donde paró y Yuri salió con Sera dormida en sus brazos.

Entró en casa donde le esperaban cuatro hombres armados y con traje cenando juntos.

Era una habitación grande amueblada, de paredes de gotelé blancas, techo blanco, y suelo de mármol negro, escaleras de mármol al segundo piso, tres puertas de madera y las puertas de la entrada también de madera, sofá con televisión en la pared, una mesa baja de madera, y una mesa grande de comedor con asientos ocupados por los subordinados.

—¡Señor! —Todos exclamaron y se levantaron.

—Señor, voy a preparar su habitación. —Ryo entró y subió las escaleras.

—Señor… ¿Esa chica está bien? —Preguntó uno de los hombres.

Yuri le miró molesto, subió las escaleras hasta el segundo piso donde había varias puertas.

Ryo salió de una de ellas y le ofreció entrar.

—Espero que esté a su gusto. —Exclamó sonriente y nervioso.

—Ella dormirá en mi cama, prepárame una botella de vino.

Yuri entró en el dormitorio, era sencillo, paredes y techo blancos, suelo de mármol blanco, lámpara simple, un armario grande de madera, cama de matrimonio con mantas de seda y puerta de cristal dando a un balcón.

Yuri dejó a Sera en la cama, se quitó la corbata, y empezó a desabrocharse la camisa.

—No entiendo que puedas seguir queriendo mi amistad, que te preocupes por mí. —Yuri se quitó la camisa, mostrando su cuerpo tonificado, lleno de tatuajes desde los antebrazos y el vientre hasta los hombros y el pecho, incluyendo la espalda, además de cicatrices de quemaduras y cortes mal sanados, se arrodilló y le quitó los tacones a Sera. —Cuando soy un monstruo, cuando lo único que he deseado al saber que eras esa persona es todo lo que mi mente desea, cosas indecentes que seguramente odiarías, Sera.

Yuri besó la planta del pie derecho y Ryo entró con una copa y una botella de vino abierta.

—Gracias. —Cogió ambas cosas y llenó la copa mientras Ryo se marchaba. —No debo pensar de forma indecente de Sera.

Dejó la botella en el suelo y salió de la habitación.

—Yuri… no eres un monstruo… —Sera vio la botella, se levantó y empezó a beber de ella.

Se fue de la habitación y vio que había una puerta entornada. Bebió un último trago, dejó caer la botella y la chaqueta, y entró. Ahí estaba Yuri desnudo en un baño sencillo, mojando su cuerpo con la alcachofa de la ducha. Vio todas las cicatrices y tatuajes de su cuerpo hasta las  piernas, y su miembro erecto de 22 cm, rasurado y circuncidado.

—Sera, vuelve al dormitorio. —Vio que una gota de vino caía por sus comisuras, Sera cogió la copa y la bebió entera. —¿Qué crees que haces?

Sera dejó caer torpemente la copa en el lavabo, entró en la ducha con Yuri y le abofeteó.

—No eres un monstruos… monstruo… —Sera le miró enfadada e intentó quitarse el vestido de forma torpe. —Y te pegaré hasta que lo aceptes…

—¿Me habías escuchado?

Sera fue a abofetearle pero Yuri le agarró la muñeca y le miró enfadado.

—Ódiame… hazlo… por dejarte en aquel orfanato… por todo lo que has tenido que vivir… mientras yo vivía feliz… —Yuri se sorprendió y Sera apoyó la cabeza en el pecho de él. —Pero no te odies… a ti… ódiame… porfavor…

—Está bien… —Yuri suspiró y Sera lamió una cicatriz. —¿Qué haces?

—Sabes a sudor…

—Deja de provocarme… —Yuri la agarró del cuello y ella le miró avergonzada. —Lo único que haces es tentarme con ese cuerpo y ese rostro… esa piel… tu dulzura…

—¿Tentarte… a qué? —Sera jadeaba mientras se sonrojaba.

—Basta… —Yuri la soltó y Sera acercó sus labios a los de él. —Eres irritante, hueles a alcohol… y eres preciosa…

Sera le besó con cuidado, sin lengua y con dulzura.

—Quiero compensarte… —Susurró Sera y Yuri le bajó la cremallera. —Así que… hazlo… hazme lo que quieras…

Sera se quitó el vestido, mostrando su desnudez y su miembro erecto. Yuri la besó apasionadamente, introduciendo su lengua, agarrándola de la cintura y la nuca. Sus lenguas jugaban entre sí, y Sera arañó la espalda de Yuri mientras gemía y sollozaba. Entonces Yuri se separó, dejando un hilo de saliva entre ellos.

—Yuri… —Gimió Sera babeando, jadeando y mirando a Yuri. —Ódiame… castígame…

Yuri le dio la vuelta y la arrinconó contra la pared agarrándola de las muñecas y poniendo las manos en la pared. Se acercó al oído derecho y lo mordió con fuerza, haciendo que ella gimiera de dolor

—Voy a desahogarme contigo por todo el estrés que me has causado. —Yuri susurró presionando su miembro contra las nalgas de ella y encendiéndola. —Voy a estar dentro de ti toda la noche, viniéndome una y otra vez en tu cuerpo, haciéndote gemir mi nombre y el de nadie más, nublando tu mente sin que puedas pensar siquiera, tan sólo vas a sentirme dentro de ti.

—Dios… —Sera apretó los puños y se encendió aún más.

—Ni él podrá salvarte de mí. —Yuri lamió la parte de atrás de la oreja y exhaló.

Yuri fue al cuello, apretó los labios y empezó a succionar con fuerza, estremeciendo a Sera y haciendo que gimiera. Repitió por toda la nuca y los hombros, bajó rozando sus labios por la columna y abofeteó la nalga izquierda de Sera.

—Yuri…

—Relájate. —Ordenó Yuri.

Se arrodilló, separó las nalgas y acercó su boca al ano de ella.

—Espera… ¡Espera! —Gimió al sentir la lengua de Yuri jugando en círculos. —¡Yuri!

Sera puso una mano en los cabellos de Yuri y agarró con fuerza.

—No la metas… la lengua… —Sintió entonces la lengua jugar entre su ano y se estremeció de placer. —Yu… ri… Yuri… dios…

Mientras tanto en el primer piso, Ryo y el resto de subordinados veían la televisión incómodos.

—¿No dijiste que hoy sería una noche tranquila? —Preguntó uno mirando a Ryo.

—Cállate…

—¡Yuri! —Oyeron los gemidos de Sera.

—Propongo un trago cada vez que oigamos el nombre del jefe.

—Intentemos dormir, señores. —Ryo se marchó y uno de ellos soltó una carcajada.

Mientras Sera temblaba de placer y jadeaba entre sollozos.

—Voy a meterla. —Yuri apartó la mano de Sera y se levantó. —Iré poco a poco.

—Vale…

Yuri escupió sobre el miembro y lo masajeó extendiendo la saliva. Sera entonces sintió el miembro entrar poco a poco, después le siguió las manos de él en su vientre y finalmente la presionó contra él, metiéndola de golpe.

—¡Joder! —Gritó Sera de dolor y placer, sintiendo presión en la próstata.

Yuri la sujetó de la barbilla con una mano, la hizo mirar hacia arriba y a él, y Sera sacó la lengua, haciendo que Yuri lo presionara con el pulgar.

—Concéntrate en mí, mírame y relájate. —Sera asintió y Yuri sonrió complacido. —Está algo apretado pero voy a empezar a moverme.

Yuri fue sacándola y la empujó dentro poco a poco. Sera gemía sintiéndole dentro, con calma, hasta que se movió de lado él y se estremeció.

—I… Iuri… —Sera gimió con dificultad.

—Shh… relájate.

La sacó de nuevo con calma y la presionó de golpe, yendo así más de rápido y con más fuerza. Sera puso una mano en el brazo de la barbilla y la otra en la mano de la cintura.

—¡Iuri, Iuri! —Sera gemía sin parar, se estremecía y temblaba.

—Sera… Sera… —Yuri gemía y apretaba con fuerza la mano de ella. —Se siente muy bien estar dentro de ti…

—Iuri… —Sera cerró los ojos y apretó con fuerza también las manos.

El miembro de Sera palpitó con fuerza, eyaculando contra los azulejos y dejando un fluido translucido, poco espeso y en buenas cantidades en ellos.

—No pienses que… no seguirás corriéndote… Sera…

Yuri fue más y más rápido, hasta gemir al unísono que Sera, y la presionó contra él una última vez con mucha fuerza.

—Joder… Sera…

Sera sintió el miembro de Yuri eyaculando dentro, presionando el miembro contra la corrida. Yuri le quitó la mano de la mandíbula y la abofeteó con suavidad.

—La noche no ha acabado, Sera.

—Quiero más…