Esta historia empieza con Sera, una chica de unos
veintidós años. Era femenina, delgada, 1.70, piel blanca, senos y nalgas
pequeñas, ojos verdes, pelirroja y de cabello largo y en una trenza hasta la cintura,
y de rostro pecoso. Vestía traje azul y falda de oficina azul junto a unos
tacones negros
Se encontraba en una oficina, concretamente en un
despacho, sentada a un lado y esperando. Un hombre mayor entró con una carpeta
en la mano y se sentó en el escritorio.
—Señorita Brun ¿No? —Ella asintió y el hombre
tosió. —He de decir que su trabajo aquí ha sido muy útil.
—Gracias. —Sera sonrió y habló alegre con voz
femenina.
—Pero he de decir que no estamos interesados en continuar
con usted.
—Yo… entiendo. —Sera se levantó y le ofreció la
mano al hombre —Un placer entonces.
Sera fue a marcharse y se encontró de golpe con
un hombre que tenía un café en la mano, haciendo que se derramase sobre la ropa
de él. Tenía veintiséis, 1.90, piel blanca, de cuerpo atlético, cabellos lisos,
largos y oscuros hasta la cintura además de flequillo, y ojos azules. Iba
vestido con traje gris y mocasines negros.
—El traje, vas a pagarlo ¿No? —Preguntó molesto.
—Que te lo pague tu padre. —Exclamó molesta para
acabar marchándose.
—Lo… siento mucho, señor Belov. —El hombre mayor
se acercó con un pañuelo y él se lo quitó.
—Dime quién es esa mujer. —Exclamó molesto mientras
se limpiaba.
—Es Sera… Brun, una administrativa que acabo de
despedir, señor.
—¿Has dicho Brun? —Belov se mantuvo pensativo.
—Brun… esa cara… me suenan mucho…
—La habrá visto muchas veces por aquí, señor.
Belov salió del despacho donde estaban dos
guardaespaldas trajeados.
—Busquen a la chica que acaba de salir y llévenla
a mi despacho. —Tiró el vaso y cogió el móvil. —Ryo, necesito que investigues a
una mujer.
—¿Otra mujer? Yuri, están siendo tu perdición. —Hubo
un largo silencio entre ellos. —Está bien, manda los datos.
—Investígala a fondo y… —Vio a Sera llevar un
bolso de cuero marrón y entrar en un ascensor. —Un momento.
Fue tras ella pero las puertas se cerraron
delante de él.
—¿Alexander?
—Señor, no la hemos encontrado. —Yuri les miró
enfadado y éstos se fueron.
—Oye, Yuri apenas tengo información de ella pero
tengo su dirección.
—Dámela.
—Vale pero… todo esto me huele raro, te lo digo
cómo amigo.
—No voy a repetirlo.
Pasó una hora, Sera estaba en la parte de atrás
de un bus. Bajó de él para acabar frente a un bloque de apartamentos.
—Vaya mierda de día. —Sera abrió la puerta del
portal. —Ese hombre… el del café, me suena mucho.
Subió por las escaleras hasta la segunda planta
pero entonces miró a la tercera y vio a un hombre custodiando la puerta abierta
de un apartamento.
—Mierda, están entrando a robar en casa. —Cogió
el teléfono pero dudó por unos segundos. —Aunque yo sólo vine a dejar las
llaves a mi ex bajo el felpudo, menos mal que saqué mis cosas de allí.
Mientras tanto dentro del apartamento, Yuri
estaba vestido con camisa negra y sin americana, y bebiendo un café en la cocina.
—¡Que valientes sois todos dando de ostias a vuestras
novias! —Exclamó un hombre mientras se oían golpes de fondo. —¡Pero os lo
hacéis encima cuando os pega alguien!
—Ryo, ya basta. —Exclamó Yuri.
Yuri fue al salón y vio a un joven malherido y atado
a una silla, y a otro del mismo aspecto y estilo de vestir que Yuri, excepto
que era rapado y tenía rasgos japoneses.
—Media hora de puñetazos te habrá ablandado ya el
orgullo, espero. —Yuri habló enfadado pero con calma. —La chica, tu ex, háblame
de ella.
Ryo le ofreció una silla a Yuri y él se sentó.
—No es una chica… —Soltó una carcajada y escupió
un diente. —Es un puto travelo…
—No soporto a la escoria cómo tú. —Yuri se
levantó. —Ryo, puedes seguir.
Se fue a los dormitorios mientras Ryo golpeaba al
joven con los puños.
Vio una habitación vacía salvo que tenía una
papelera con una bola de papel.
—¡Señor! —Exclamó un hombre.
Yuri salió y un guardaespaldas le dio el teléfono
del joven y encendió una grabación.
—No puedes esconder donde vives, pienso
arrancarte la piel a tiras cuando vaya, sí, en el tres de la calle Sigfredo,
cuarta planta, b, es un sitio hermoso.
Yuri le devolvió el móvil, se acercó al joven y
le propinó un puñetazo.
—No te acerques más a Sera.
—No hace falta… ya lo hace alguien por mí…
Pasada media hora, Sera estaba en un taxi, paró
frente a un apartamento y ella salió con una caja de cartón entre las manos.
—Menudo coñazo… —Miró sus cosas y suspiró. —No sé
si encontraré trabajo en otro sitio.
Entró en el portal pero una sombra le abordó,
dejando caer sus cosas y siendo estrangulada con un brazo desde atrás y en el
cuello apretándolo.
—Su novio le envía saludos.
—No… no quiero morir… —Sera intentaba gritar y
zafarse mientras lloraba asustada. —A-ayuda…
Un disparo con silenciador se escuchó y ambos
cayeron. Sera intentó recuperar aire y se giró pero todo era demasiado borroso
para ella. Yuri estaba frente a ella con una pistola con silenciador, mirándola
seriamente sin inmutarse.
—No me… mate… —Sera se quedó inconsciente.
—No es la idea… —Dejó caer la pistola.
La cogió en brazos y se marchó a la calle, donde
un coche negro con conductor le esperaba.
—Señor ¿Está herido? —Ryo abrió desde dentro y
Yuri entró. —Llévenos al hospital.
—No, a la suite del hotel más caro, enseguida. —Le
tocó el rostro a Sera. —Y trae tus cosas, quiero que la examines.
—Entendido pero… sólo está inconsciente. —Yuri
suspiró y Ryo se asustó. —No se preocupe.
Estuvieron en silencio por unos minutos y Ryo tosió
mientras miraba el teléfono.
—Señor… no debería enfadarse por… un vaso de
café.
—No pienso hacerle daño. —Yuri acarició el
cabello de Sera. —Me recuerda a alguien del orfanato donde me había criado, un
amigo de la infancia.
—Bueno, parece que siempre fue su amiga.
—Sí… —Yuri le acarició las mejillas entre
susurros. —Que piel tan suave…
—Tenga cuidado, no se vaya a enamorar.
Yuri se sonrojó y apartó la mirada hacia la
ventanilla.
Mientras Sera soñaba siendo una niña de nueve años
y estando en el patio de un colegio. Su cabello era muy corto, más rubio,
vistiendo camiseta azul, pantalones blancos y deportivas.
Miró a su alrededor, los chicos y chicas jugaban
pero un pequeño grupo rodeaba a un chico un poco más mayor, de cabellos oscuros
y largos, ropa blanca y deportivas. Los chicos le insultaban y ella corrió
hacia ellos.
—¡Dejadle en paz!
Se interpuso protegiendo al chico y uno de los
jóvenes le propinó un puñetazo.
—Aquí se hace lo que digamos si quieres seguir
vivo.
El chico se abalanzó sobre quien la golpeó y otro
le propinó un codazo en la nariz a ella.
—¡Basta! —Gritó despertándose. —¿Dónde estoy?
Miró a su alrededor y se dio cuenta que estaba en
un dormitorio lujoso, con paredes amarillas, techo blanco, suelo de mármol
blanco, lámpara de oro, televisor de plasma en la pared, muebles exquisitos y
tapada con mantas delicadas. Entró de golpe Yuri completamente asustado.
—¡¿Qué ocurre?! —Preguntó Yuri.
—¡Eres ese tío de la oficina! —Gritó Sera
asustada y levantándose, dándose cuenta que estaba desnuda. —¡¿Me has violado?!
Yuri vio el cuerpo de Sera con moratones en el
vientre, su miembro de doce centímetros sin circuncidar y sin vello, las
areolas azuladas y pequeñas, y los senos con pecas en la zona superior.
—¡Cla-claro que no! —Gritó enfadado. —¡Te he
salvado la vida!
—La… estuve… alguien intentó…
—Ya no está, te traje conmigo hasta aquí. —Yuri
caminó hasta el armario y lo abrió, mostrando un vestido rojo largo y elegante.
—Ponte esto, vamos a dar un paseo.
—¿Por qué iba a…? —Vio a Yuri marcharse y se
enfadó más. —Bueno… me ha salvado la vida, que asco.
Yuri se encontraba apoyado en la puerta y suspiró
sonrojado.
—Maldita sea…
Estaba en el salón, que tenía la misma decoración
que el dormitorio. Ryo entró con una americana bajo el brazo y le miró.
—¿Se encuentra bien? —Ryo preguntó preocupado y
Yuri asintió. —El vestido es un pelín más caro de lo que esperaba pero espero
que fuera de su gusto.
—Lo es.
—Del… de ella ¿No? —Yuri caminó hacía él y se
puso la americana. —Si regala algo, lo normal es que se ajuste al gusto de la
otra persona.
—Disculpa… —Sera abrió la puerta con el vestido
puesto, vio a ambos y se fijó en que Ryo llevaba una pistola. —Es un…
—Espera fuera, Ryo.
Ryo se marchó y Yuri caminó hacia ella.
—Eso… arma ¿Quién eres? ¿Vas a matarme por lo de
esta mañana?
—No y me llamo Yuri Belov. —Le dio la vuelta a
Sera y le subió la cremallera poco a poco.
—Yuri… —Se mantuvo pensativa.
—Siéntate en el sofá, voy a por los tacones.
—Yuri se fue y Sera obedeció, volvió con un par de tacones rojos y la miró.
—Voy a llevarte a pasear al mar.
—Me vas a matar allí…
—No. —Yuri se arrodilló, y le puso un tacón sin
dificultad. —Sólo pasear y cenar en mi casa.
—Mierda… me vas a matar en tu casa…
—Te repito que no, no quiero matarte.
—¿Entonces quieres que me disculpe? —Sera arqueó
una ceja y Yuri no respondió mientras se concentraba en ponerle el otro tacón.
—No pienso disculparme por eso, la culpa fue tuya.
Ambos se levantaron indignados y se miraron
molestos.
—Sí, de encontrar a una chica tan torpe.
—¡¿Disculpa?! —Yuri caminó hacia la salida
mientras la ignoraba.
—Disculpada, ahora vamos.
—¡Oye!
Ambos se marcharon de la suite y subieron del
ascensor.
—¿Qué es lo que quieres de mí? —Sera preguntó viendo
a Yuri pulsar el botón más bajo.
—Cada cosa a su tiempo.
El ascensor se movió bruscamente, tambaleando a
Sera y empujándola hacia Yuri, quien la abrazó con cuidado.
—¿Estás bien? —Yuri le susurró con dulzura.
Sera se sonrojó al oírle y notar el pecho y calor
en su rostro.
—¡Estoy bien! —Exclamó empujándole y alejándose de
él. —Estoy bien…
—Has estado inconsciente varias horas, si necesitas
ayuda para caminar, puedo llevarte en brazos hasta el coche.
—¡No hace falta! De veras… —Sera se avergonzó.
—Entiendo, le diré a mi subordinado que te ayude.
—¡No necesito ayuda! —Gritó enfadada. —De verdad,
estoy bien.
La puerta se abrió y vieron a Ryo con el bolso de
Sera esperando en la puerta. Caminaron hacia él y Ryo le ofreció el bolso.
—Señorita. —Sera lo cogió con precaución. —Señor.
Ryo les guiaba hasta un todoterreno negro frente
a la puerta, Yuri abrió la puerta de los pasajeros e invitó a Sera a entrar.
—¿De verdad no vas a matarme? —Yuri gruñó y Sera
se asustó. —Vale, voy.
Los tres entraron al todoterreno, pero Ryo
subiendo en el asiento del conductor, y éste arrancó.
—Yuri ¿No? —Yuri cerró los ojos y se relajó
mirando. —Gracias por salvarme.
—Sí quieres agradecerlo debidamente, deja de
pensar que quiero matarte y compórtate como una dama.
—¡Me has secuestrado y tienes hombres armados! —Exclamó
Sera molesta. —No me exijas que deje de pensar en que vas a hacerme daño.
Su estómago rugió y Yuri empezó a reír, asustando
a Ryo.
—¡No tiene gracia!
—Déjanos cerca de alguna cafetería. —Yuri intentó
contener su risa.
—Basta ya de reírte de mí.
El coche paró frente a una cafetería normal y
corriente frente al paseo marítimo, y ambos salieron del vehículo.
—Se ve el atardecer desde aquí. —Sera sonrió al
mirar al mar.
Yuri la miró, sonrió de forma tierna y Ryo no
pudo evitar sorprenderse al ver tal escena.
—Señor, señorita, les espero cerca.
Sera entró primero en la cafetería y después Yuri
la siguió, se sentaron en la mesa de una esquina y distanciados.
—Puedes pedir lo que quieras, invito yo. —Yuri
abrió una carta y estuvo mirando los cafés.
—Paso, pago yo lo mío. —Sera evitó mirarle y Yuri
suspiró molesto.
—No voy a permitirlo. —Cerró la carta indignado.
—Porque tú lo digas. —Sera dejó a un lado su
bolso y le hizo una peineta. —Me lo pago yo, mi dinero, mis gastos.
—Eres la mujer más irritante que he conocido,
Sera.
—Enhorabuena, ya conoces a una mujer en tu vida.
—Sera sonrió de forma burlona y Yuri suspiró.
—Es increíble que no hayas cambiado desde el
orfanato. —Susurró mirándola irritado.
—¿Has dicho algo? —Preguntó ella.
—Olvídalo.
Pasó una hora y salieron juntos, caminando hacia
la playa.
—Es increíble que te haya convencido el precio de
los gofres para que te invite. —Sera se encogió de hombros al oírle.
—No quería que te sintieras mal, Yuri.
—Ya…
—Por cierto ¿Eres alguna clase de jefe mafioso o
un hombre de negocios intensito?
—Soy el jefe de la mafia rusa en este país. —Sera
tragó saliva y se asustó. —Pero a diferencia de otros, sólo hago negocios que
no dañen a gente.
—Eso es… ¿Bueno?
—Podría serlo, entré siendo un adolescente puesto
que era huérfano y a nadie le importaba. —Sacó un cigarrillo del bolsillo y lo
encendió, expulsó el humo y se pararon en la arena. —No es algo de lo que quiera
hablar pero aprendí que hay cosas que puedes hacer sin dañar a nadie ¿Y tú? ¿De
donde vienes?
—Yo… pues me he criado en un orfanato de Moscú y
mis padres españoles me adoptaron cuando tenía doce años. —Yuri la escuchaba
atentamente. —Cuando rompí el huevo salí como una chica y me ayudaron a
transicionar mientras estudiaba la carrera de empresariales.
—Interesante.
—Yuri… ¿Acaso… nos conocemos? —Preguntó Sera
mientras miraba al mar. —¿Por eso todo este asunto?
—Sí, estuvimos en el mismo orfanato, y siempre
estuviste ahí a mi lado, desde que te adoptaron, me sentí solo y me juré volver
a verte algún día. —Yuri acarició la cabeza de Sera. —Cuando descubrí quien
eras, quise buscarte y… ya sabes el resto.
—Espera ¿Entonces eres Yuri? ¿El mismo Yuri? —Sera
se quedó boquiabierta y él asintió. —Joder… si eras un enclenque y ahora
podrías pisarme el cuello.
—Ven, quiero enseñarte algo.
Empezaron a caminar juntos por el paseo marítimo.
—¿Sigues pensando que voy a matarte? —Preguntó
Yuri serio.
—No, de hecho estoy feliz de volver a verte.
—Sera sonrió y Yuri le acarició la espalda. —Debiste haber estado solo… ¡Pero
ahora tienes amigos! ¿No?
—No, sólo tengo subordinados y clientes. —Yuri
habló seriamente. —En mi mundo no existe la amistad
—Supongo… —Sera le cogió la mano y apartó la
mirada. —Pero mi amistad no la has perdido, no importa cuanto tiempo haya
pasado y cuanto hayamos cambiado.
—Ni tú has perdido la mía. —Sera le miró y vio
como Yuri le besaba el dorso de la mano mientras la miraba a los ojos,
sonrojándola. —Me alegra volver a verte.
—Y yo… Yuri… —Apretó Sera su mano con fuerza y
sonrió. —¿Te sigo pareciendo irritable?
—Mucho pero… te tolero. —Yuri suspiró y Sera
soltó una carcajada. —Yuri paró frente a la entrada del puerto y miró a un gran
edificio en construcción. —Es por aquí.
—¿Se puede entrar?
—Conmigo sí.
Entraron juntos hasta el edificio donde les
esperaban dos hombres con traje y desarmados.
—Espero que te guste.
Entró Sera primero y vio a su ex con el rostro destrozado
y muy malherido, de rodillas y con las manos atadas a la espalda, rodeado de
varios hombres con traje y armados con bates y puños americanos.
—Julio… —Sera se asustó, miró hacia atrás y Yuri le
tocó el hombro.
—¿Te gusta? —Yuri sonrió y Sera no pudo evitar
mirarle. —Después de todo lo que has sufrido y cómo te han ignorado las
autoridades, pensé que te gustaría ver como replican tus heridas en él.
—Es un monstruo pero… no merece la pena mancharte
las manos, porfavor. —Yuri dejó de sonreír.
—Sera… —Suplicó el joven.
—¿Incluso si contrató a alguien para matarte? —Sera
se sorprendió y miró a su ex, entonces Yuri miró a uno de sus hombres y éste le
dio una pistola del cinturón con la que apuntó al joven. —Así es y soy capaz de
mancharme las manos incluso por cerdos cómo él.
—No quiero que lo hagas.
—Pero yo sí. —Sera se interpuso para mirarle
enfadada a los ojos y le apartó lentamente el arma.
—No, porfavor. —Sera se giró viendo a su ex y le
miró molesta. —No quiero que te metas en problemas por mi.
Yuri se sorprendió, le devolvió la pistola al
subordinado y puso sus manos en los hombros de Sera.
—Al menos dime cuantas costillas quieres
romperle. —Sera miró a Yuri de reojo. —No es negociable.
—Una. —Sera miró a su ex con desprecio, apretó
los puños y cerró los ojos.
—Vámonos.
Sera se apartó, se marchó y Yuri miró a los
hombres.
—Dejadle claro que no va a volver a acercarse a
Sera.
Yuri salió y vio a Sera llorar desconsoladamente,
se quitó la americana y se acercó a ella.
—Es increíble… que haya estado tanto tiempo con
él, que haya aguantado tanto y… quisiera matarme al final… —Sera miró a Yuri e
intentó reír de forma triste. —Debo parecerte lamentable, no soy esa niña que
conociste, no soy valiente, no soy fuerte… encima suplicando por su patética
vida, soy muy lamentable.
—No. —Yuri la arropó con su chaqueta y ella apoyó
su rostro en el pecho de él. —Eres demasiado buena.
—Quiero… volver a casa. —Sera miró a Yuri entre
lágrimas. —Porfavor.
—Habrá policías en tu casa, te llevaré a la mía. —Ella
asintió
El todoterreno negro apareció frente a ellos,
Sera se subió y Yuri la siguió.
—Llévanos a la villa.
El todoterreno arrancó y Sera se refugió con la
chaqueta. Yuri no pudo evitar observarla y sentir compasión por ella.
—Señor, tiene una reunión con los miembros de…
—Avisa que hoy no podrá ser al final, han surgido
problemas. —Yuri miró a través de la ventana molesto. —Y que aprecien mi regalo
con todo mi cariño.
Pasaron dos horas y el todoterreno estuvo
cruzando por el camino de tierra de una propiedad privada hasta una villa,
donde paró y Yuri salió con Sera dormida en sus brazos.
Entró en casa donde le esperaban cuatro hombres
armados y con traje cenando juntos.
Era una habitación grande amueblada, de paredes
de gotelé blancas, techo blanco, y suelo de mármol negro, escaleras de mármol
al segundo piso, tres puertas de madera y las puertas de la entrada también de
madera, sofá con televisión en la pared, una mesa baja de madera, y una mesa
grande de comedor con asientos ocupados por los subordinados.
—¡Señor! —Todos exclamaron y se levantaron.
—Señor, voy a preparar su habitación. —Ryo entró y
subió las escaleras.
—Señor… ¿Esa chica está bien? —Preguntó uno de
los hombres.
Yuri le miró molesto, subió las escaleras hasta
el segundo piso donde había varias puertas.
Ryo salió de una de ellas y le ofreció entrar.
—Espero que esté a su gusto. —Exclamó sonriente y
nervioso.
—Ella dormirá en mi cama, prepárame una botella
de vino.
Yuri entró en el dormitorio, era sencillo,
paredes y techo blancos, suelo de mármol blanco, lámpara simple, un armario
grande de madera, cama de matrimonio con mantas de seda y puerta de cristal
dando a un balcón.
Yuri dejó a Sera en la cama, se quitó la corbata,
y empezó a desabrocharse la camisa.
—No entiendo que puedas seguir queriendo mi
amistad, que te preocupes por mí. —Yuri se quitó la camisa, mostrando su cuerpo
tonificado, lleno de tatuajes desde los antebrazos y el vientre hasta los
hombros y el pecho, incluyendo la espalda, además de cicatrices de quemaduras y
cortes mal sanados, se arrodilló y le quitó los tacones a Sera. —Cuando soy un
monstruo, cuando lo único que he deseado al saber que eras esa persona es todo
lo que mi mente desea, cosas indecentes que seguramente odiarías, Sera.
Yuri besó la planta del pie derecho y Ryo entró
con una copa y una botella de vino abierta.
—Gracias. —Cogió ambas cosas y llenó la copa
mientras Ryo se marchaba. —No debo pensar de forma indecente de Sera.
Dejó la botella en el suelo y salió de la
habitación.
—Yuri… no eres un monstruo… —Sera vio la botella,
se levantó y empezó a beber de ella.
Se fue de la habitación y vio que había una
puerta entornada. Bebió un último trago, dejó caer la botella y la chaqueta, y
entró. Ahí estaba Yuri desnudo en un baño sencillo, mojando su cuerpo con la
alcachofa de la ducha. Vio todas las cicatrices y tatuajes de su cuerpo hasta
las piernas, y su miembro erecto de 22
cm, rasurado y circuncidado.
—Sera, vuelve al dormitorio. —Vio que una gota de
vino caía por sus comisuras, Sera cogió la copa y la bebió entera. —¿Qué crees
que haces?
Sera dejó caer torpemente la copa en el lavabo, entró
en la ducha con Yuri y le abofeteó.
—No eres un monstruos… monstruo… —Sera le miró
enfadada e intentó quitarse el vestido de forma torpe. —Y te pegaré hasta que
lo aceptes…
—¿Me habías escuchado?
Sera fue a abofetearle pero Yuri le agarró la
muñeca y le miró enfadado.
—Ódiame… hazlo… por dejarte en aquel orfanato…
por todo lo que has tenido que vivir… mientras yo vivía feliz… —Yuri se
sorprendió y Sera apoyó la cabeza en el pecho de él. —Pero no te odies… a ti… ódiame…
porfavor…
—Está bien… —Yuri suspiró y Sera lamió una
cicatriz. —¿Qué haces?
—Sabes a sudor…
—Deja de provocarme… —Yuri la agarró del cuello y
ella le miró avergonzada. —Lo único que haces es tentarme con ese cuerpo y ese
rostro… esa piel… tu dulzura…
—¿Tentarte… a qué? —Sera jadeaba mientras se
sonrojaba.
—Basta… —Yuri la soltó y Sera acercó sus labios a
los de él. —Eres irritante, hueles a alcohol… y eres preciosa…
Sera le besó con cuidado, sin lengua y con
dulzura.
—Quiero compensarte… —Susurró Sera y Yuri le bajó
la cremallera. —Así que… hazlo… hazme lo que quieras…
Sera se quitó el vestido, mostrando su desnudez y
su miembro erecto. Yuri la besó apasionadamente, introduciendo su lengua,
agarrándola de la cintura y la nuca. Sus lenguas jugaban entre sí, y Sera arañó
la espalda de Yuri mientras gemía y sollozaba. Entonces Yuri se separó, dejando
un hilo de saliva entre ellos.
—Yuri… —Gimió Sera babeando, jadeando y mirando a
Yuri. —Ódiame… castígame…
Yuri le dio la vuelta y la arrinconó contra la
pared agarrándola de las muñecas y poniendo las manos en la pared. Se acercó al
oído derecho y lo mordió con fuerza, haciendo que ella gimiera de dolor
—Voy a desahogarme contigo por todo el estrés que
me has causado. —Yuri susurró presionando su miembro contra las nalgas de ella
y encendiéndola. —Voy a estar dentro de ti toda la noche, viniéndome una y otra
vez en tu cuerpo, haciéndote gemir mi nombre y el de nadie más, nublando tu
mente sin que puedas pensar siquiera, tan sólo vas a sentirme dentro de ti.
—Dios… —Sera apretó los puños y se encendió aún
más.
—Ni él podrá salvarte de mí. —Yuri lamió la parte
de atrás de la oreja y exhaló.
Yuri fue al cuello, apretó los labios y empezó a
succionar con fuerza, estremeciendo a Sera y haciendo que gimiera. Repitió por
toda la nuca y los hombros, bajó rozando sus labios por la columna y abofeteó
la nalga izquierda de Sera.
—Yuri…
—Relájate. —Ordenó Yuri.
Se arrodilló, separó las nalgas y acercó su boca
al ano de ella.
—Espera… ¡Espera! —Gimió al sentir la lengua de
Yuri jugando en círculos. —¡Yuri!
Sera puso una mano en los cabellos de Yuri y
agarró con fuerza.
—No la metas… la lengua… —Sintió entonces la
lengua jugar entre su ano y se estremeció de placer. —Yu… ri… Yuri… dios…
Mientras tanto en el primer piso, Ryo y el resto
de subordinados veían la televisión incómodos.
—¿No dijiste que hoy sería una noche tranquila?
—Preguntó uno mirando a Ryo.
—Cállate…
—¡Yuri! —Oyeron los gemidos de Sera.
—Propongo un trago cada vez que oigamos el nombre
del jefe.
—Intentemos dormir, señores. —Ryo se marchó y uno
de ellos soltó una carcajada.
Mientras Sera temblaba de placer y jadeaba entre
sollozos.
—Voy a meterla. —Yuri apartó la mano de Sera y se
levantó. —Iré poco a poco.
—Vale…
Yuri escupió sobre el miembro y lo masajeó
extendiendo la saliva. Sera entonces sintió el miembro entrar poco a poco, después
le siguió las manos de él en su vientre y finalmente la presionó contra él,
metiéndola de golpe.
—¡Joder! —Gritó Sera de dolor y placer, sintiendo
presión en la próstata.
Yuri la sujetó de la barbilla con una mano, la
hizo mirar hacia arriba y a él, y Sera sacó la lengua, haciendo que Yuri lo
presionara con el pulgar.
—Concéntrate en mí, mírame y relájate. —Sera
asintió y Yuri sonrió complacido. —Está algo apretado pero voy a empezar a
moverme.
Yuri fue sacándola y la empujó dentro poco a
poco. Sera gemía sintiéndole dentro, con calma, hasta que se movió de lado él y
se estremeció.
—I… Iuri… —Sera gimió con dificultad.
—Shh… relájate.
La sacó de nuevo con calma y la presionó de
golpe, yendo así más de rápido y con más fuerza. Sera puso una mano en el brazo
de la barbilla y la otra en la mano de la cintura.
—¡Iuri, Iuri! —Sera gemía sin parar, se
estremecía y temblaba.
—Sera… Sera… —Yuri gemía y apretaba con fuerza la
mano de ella. —Se siente muy bien estar dentro de ti…
—Iuri… —Sera cerró los ojos y apretó con fuerza
también las manos.
El miembro de Sera palpitó con fuerza, eyaculando
contra los azulejos y dejando un fluido translucido, poco espeso y en buenas
cantidades en ellos.
—No pienses que… no seguirás corriéndote… Sera…
Yuri fue más y más rápido, hasta gemir al unísono
que Sera, y la presionó contra él una última vez con mucha fuerza.
—Joder… Sera…
Sera sintió el miembro de Yuri eyaculando dentro,
presionando el miembro contra la corrida. Yuri le quitó la mano de la mandíbula
y la abofeteó con suavidad.
—La noche no ha acabado, Sera.
—Quiero más…
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