lunes, 30 de marzo de 2020

No me desates Miss Luna. Capítulo 3.

Era miércoles, las diez de la mañana, Marie estaba en el ascensor subiendo a la decima planta. Iba vestida con la ropa que le dio Hye, tenía el pelo recogido y los labios pintados de rojo. Al abrirse el ascensor, Marie fue al despacho pero estuvo oyendo una conversación entre Hye y otro hombre.
—Bien, pregúntate esto ¿Siempre fue por ella o por dejar claro el lugar que mereces? Porque ella podría ser un problema en tu camino. —Dijo una voz masculina y joven.
—Tú tienes tus planes y yo los míos, solo tengo un poco de diversión mientras trabajo.
—Solo porque alguien jodió tu infancia, eso no es diversión, es… —Hubo cierto silencio hasta que oyó pasos y decidió Marie abrir.
—Buenos días, señorita Gyeong. —Marie entró y se dio cuenta que Hye estaba con un chico joven pero no miró a ninguno a los ojos y se quedó cabizbaja. —Perdón, fui a desayunar sin permiso al ver que no estaba en su despacho.
Hye iba vestida con el traje de ayer y el pelo suelto sin ocultar su ojo enfermo, el joven era de 24 años, pelo largo rubio, ojos azules, de cuerpo delgado, vistiendo un traje gris con una corbata negra y mocasines. 
—Aparenta ser educada pero tu juguete escucha conversaciones a escondidas. 
—Y se le olvida que se puede ver a través de la puerta desde este lado. —Marie miró a la cara a Hye y vio como ella la miraba con desprecio. 
—No seas cruel con ella cuando me vaya. —El chico le cogió las dos manos y las besó mientras notaban ambos que Hye estaba celosa. —Que se te va la mano con todas.
El chico se marchó y Marie y Hye se quedaron solas, Hye fue a sentarse mientras Marie observaba que la puerta del baño estaba bloqueada por sacos de cemento y cajas de azulejos.
—Me sigue molestando que me comprases esto como uniforme de trabajo. 
—No deberías hablarme así, no me gusta que te dejes mimar por otro hombre. 
—Ya y tú explicarme esto, dejamos claro que te obedecería y me tratarías bien, estabas bien conmigo ayer y ahora esto. —Marie se acercó indignada a Hye. —Nos hemos conocido antes, tú me conoces pero yo no ¿Quién eres?
—Por una conversación a medias sacas conclusiones ¿Cierto? Déjalo estar. 
—Ayer dijiste algo que solo escuché de un profesor de primaria, no hace falta que lo repita pero lo sabes.
—No te conozco de nada, solo me he encaprichado de ti. —Hye se levantó para intimidar a Marie pero ella no se echó atrás. —Así que deja de molestarme y ve a hacer algún informe o algo. 
—La obediencia implica no ser castigada. —Hye no pudo resistirse al oírla y la arrinconó en la mesa con profunda seriedad. —Nos conocimos cuando éramos pequeñas. 
—Aunque te dijera que sí ¿Acaso te acordarás de mí? —Hye se acercó a su cuello y lo lamió para acercarse a su oído y morderlo, Marie se resistió tirando fuerte del pelo de Hye y sin soltar ningún ruido. —Tú disfrutabas haciéndome sufrir y yo haré lo mismo contigo. 
—Dime… quien eres… —Hye la tumbó en la mesa y empezó a acariciar los muslos. 
—Deberías acordarte de a quien le hiciste la vida imposible. —Acercó el teléfono al rostro de Marie y la miró con una sonrisa. —Sería vergonzoso que te oyeran los de la sala tres, por eso deberías acordarte rápido.
—¿Qué vas a hacerme? —Marie se asustó hasta que notó como las manos de Hye se introducían bajo su blusa. —Miss Luna…
—¿Ya te acuerdas? —Hye veía como ella se mordía un dedo y con los ojos cerrados a la vez que jadeaba sin parar y estaba sonrojada. —Solo tengo que pulsar las teclas adecuadas.
—Te llamaba niñata mimada antes… —Hye se alejó de ella y se sentó mientras Marie se bajaba de la mesa. —Me suena pero no lo recuerdo, era un colegio pijo así que se lo decía a todos.
—Necesito que hagas un informe sobre el modelo de portátiles y torres que necesitaríamos pedir, yo debo recibir al médico para un examen.
—Dime quien eres al menos, nunca oí de una chica llamada Hye en el colegio así que por favor. —Hye la cogió de la mano y la sacó del despacho, entonces cerró la puerta y se apoyó en ella dando la espalda para que ella no entrase. —Hye… solo deseo saber que te hace odiarme tanto, me gustaría ayudarte.
—No hay nada que me ayude, vete y haz lo que te he pedido. —Pudo oír como ella respiraba al otro lado hasta que de reojo vio como Marie se marchaba al ascensor, entonces se relajó y vio una llamada perdida de “Yuri”. —Genial.
Mientras Marie estaba en una pequeña sala llena de archivadores, miraba documentos de todo tipo hasta que entró el joven del despacho.
—¿Haciendo algo interesante? —El chico entornó la puerta. —¿Ha sido cruel?
—Sí pero… no debí meterme en sus asuntos. —Ella cogió un archivador y lo abrió sobre una mesa. —¿Eres alguien de aquí?
—Solo un amigo, llámame Yuri. —Se puso a su lado a leer con ella los diferentes documentos. —Si buscas sobre ella en informes… mejor te lo cuento.
—No, no busco nada de ella, intento cumplir con mi trabajo y me estorbas.
—¿Sabes cual es la clave entre la sumisa y la ama? —Marie se sonrojó al oírlo pero Yuri sonreía sin mirarla. —Es la confianza, una confianza forjada por ambas partes y ningún contrato sirve pero ya sabes eso. 
—Solo me tortura y es cruel conmigo a su antojo, no hay confianza alguna en esa imbécil niña mimada. 
—Ya… te tiene mucho odio, recuerdo cuando llegó al colegio que estaba vacía, ningún sentimiento y tenía un parche que asustaba a todos pero yo me hice su amigo. —Marie acarició los documentos suavemente mientras se giraba lentamente hacía él. —Era… Teníamos diez años o así por aquel entonces.
—Recuerdo una chica que se fue de mi colegio ¿Podrías contarme más?
—Lo siento. —Yuri se acarició los labios y suspiró. —He contado demasiado, no tiene gracia que te cuente todo.
—Solo quiero saber de donde viene ese odio. —Yuri le acarició la cabeza al ver lo hundida que estaba.
—Hye tiene una debilidad, una muy fuerte y es ver como una mujer se somete ante ella, que la llame Miss Luna y le diga que está dispuesta a satisfacer cualquier deseo en ese momento.
—No pienso hacerlo, ella quiere eso y yo no voy a someterme a sus caprichos, además Miss Luna es la palabra de seguridad.
—Chica… —Yuri le acarició la barbilla y se acercó a su oído. —Solo hazlo, ella lo quiere, dáselo envenenado, usa el odio que te tiene contigo y cuando termine de tenerte a sus pies… sabrás la verdad. 
—No sé si soy capaz…
—Haz que vea tu lado mas sumiso, dale el control.
En todo momento Hye estaba en una reunión, viendo, sentada con otros muchos ejecutivos, gráficas e imágenes, firmó unos documentos y se levantó para salir, cogió el ascensor hasta la décima planta y fue al despacho pero en la puerta le esperaba un hombre algo mayor, con traje y chaleco, zapatos elegantes de cuero y un maletín en una mano.
—¿Qué tal le va señorita Gyeong? 
—Podría sentirme mejor, doctor, la medicación me deja un poco exhausta. 
Ambos se dieron un apretón de manos y entraron en el despacho, Hye se sentó en la mesa quitándose la chaqueta y vio como el doctor sacaba un inflador para el brazo, un estetoscopio y un termómetro. 
—Ayer acabé sufriendo bastante dolor, incluso me desmayé de no soportarlo ¿No podría darme algo que me calme? 
—Primero deje que mire como está su ojo. —Cogió una pequeña linterna de su bolsillo y le iluminó el ojo blanco. —Está bien así que es normal que tenga crisis aleatorias de mucho dolor.
—¿Y el mareo y la fatiga? —El doctor le puso el inflador, lo infló y escuchó su pulso con el estetoscopio durante unos minutos y lo desinfló mientras se quitaba el estetoscopio. —Debe ser la medicación. 
—Su desmayo puede ser de no descansar adecuadamente y una mala dieta. 
—Bueno, intentaré almorzar algo sano hoy. 
—Tome mucha comida, sobretodo carne hoy, una persona de su tamaño y tan atlética lo necesita.
—Está bien. 
Yuri y Marie entraron pero ella estaba con el pelo suelto y las manos a la espalda y Yuri con un archivador, dejó el archivador en la mesa mientras Hye se sentaba en la silla. 
—Bueno, me marcho ya, haga lo que le he dicho. 
—Sí, doctor. —Dijeron Yuri y Hye a la vez. 
—Buenas tardes señorita Gyeong. —Dijo Marie mirando cabizbaja. 
—Ya son las doce y media, debería ir a almorzar. —Hye hablaba frotándose los ojos, cogió el archivador y lo puso bajo la mesa. —Lo haré sola.
—Mejor quédate y yo voy a por algo de comer para los tres. —Yuri sonrió mientras Hye miraba a Marie y luego a él. —Tardaré un poco pero iré a ese italiano que te gusta tanto, descansa aquí sentadita como una chica buena y relájate, si necesitas algo… ella te ayudará. 
—Un bastardo como tú no planea nada bueno. —Vio como Yuri se marchaba y oyó cerrar la puerta del despacho con llave. —Genial, me ha robado y nos ha encerrado aquí. 
Hye fue a coger el teléfono pero vio a Marie acercarse a ella hasta estar a su lado, estaba sonrojada y aún cabizbaja. 
—Quiero… quiero que me odies. —Marie se sentó de rodillas frente a Hye y ésta se relajó cruzando las piernas. —No sé que hice, no consigo recordar pero hiciera lo que hiciera me merezco tu odio, así que no hago esto para compensarte por mis actos, sino para darte lo que quieres, quiero que nos olvidemos del contrato por el momento y me dejes servirte ahora por mi propia voluntad, cumpliré todos tus deseos y si no quieres, entonces deshazte de mí. 
—¿Y si no quiero olvidarme del contrato? —Hye la miraba con mucho desprecio, entonces se levantó y se quedó de brazos cruzados. —Servirme no va a cambiar nada, te lo dije, solo verte sufrir. 
—Miss Luna, aceptaré que me hagas sufrir, aceptaré todo si con eso puedo satisfacerte, si así te sirvo bien. —Hye no pudo evitar ponerse roja al oírla, fue entonces cuando Marie se inclinó y besó los zapatos mientras mostraba como sus manos estaban esposadas a la espalda con una brida. —Solo déjame hacerlo, déjame darte mi cuerpo y mi voluntad. 
Hye se apartó y estuvo detrás de ella, la agarró y la levantó mientras se quitaba la corbata.
—¿Cuánto dolor vas a aceptas? —Empezó a vendarle los ojos con la corbata desde atrás y con delicadeza.
—El que desee la ama… —Hye entonces empezó a lamer su nuca, haciendo que su respiración se acelerase. —Acepta… Aceptaré todo… ama.
—Me da lástima que te haya doblegado tan rápido. —Le cogió de la mandíbula y lamió su mejilla. —Al menos disfrutaré de nuestra última vez.
—No quiero una última vez… 
—Pero toca. 
—Hye… te llamabas Luna, por eso Miss Luna… era el apodo que te pusieron en el colegio… —Hye cogió su cuello y lo apretó. —El día… día que te fuiste… me hizo sentir… me… 
—No sientes. 
—Creí que… fue mi culpa… —Marie lloró a través de la corbata ante el enfado de Hye. 
—Fue tuya siempre. 
—Te fuiste… te pegué una… y otra… tú no… —Hye la soltó lentamente y le quitó la corbata. —Desapareciste… dijeron un accidente y pensé que fue por mí, no he dejado de hacerme daño durante mucho tiempo… y ahora estás aquí, y tienes ese ojo que debe ser de aquello así que cualquier dolor que me hagas me lo merezco. 
—El accidente solo fue un accidente, tú no tuviste nada que ver. —Hye se sentó en la mesa mientras Marie se quitaba la brida y se acercaba a ella. —Solo quería, no sé, me gustabas de pequeña y no debí hacerlo. 
—Ni yo lo que hice, era una cría, odiaba a todos, odiaba aquel sitio y la pagué contigo pensando que eras como los demás. —Marie hizo que Hye la mirase acariciando sus mejillas y besó su frente. —Ahora somos adultas, cada una con sus vidas, yo debí dejar de culparme pero ahí sigue y tú me odias. 
—Siempre pensé que vivías feliz.
—No con eso ni siendo una mujer trans repudiada por su familia. —Marie lloraba aún más ante la mirada inerte de Hye. —Ahora que estás aquí… te irás y yo tendré que aceptarlo. 
—Decías que me odiabas y ahora no quieres que me vaya.
—Sabiendo la verdad eres tú quien me odia y no quiero que… te vayas porque esto que me haces me gusta, tu forma… de jugar conmigo y controlarme… me empieza a gustar mucho. —Marie intentaba secarse las lágrimas con las manos sin éxito y Hye se levantó para acariciar su cabeza. —No sé ni que digo, quizás es que por una vez alguien me trata un poco mejor… que el resto… de la gente y… olvídalo. 
—No quiero. —Hye la hizo mirarla a los ojos con la mano en su barbilla y la besó dominando su lengua, haciendo que le costase coger aire y se agarrase a su camisa, entonces se separó dejándola jadeando, sonrojada con los ojos cerrados y soltando un hilo de saliva entre ellas. —Quiero dejar de odiarte poco a poco, siempre te tenía tanto rencor y… debiste pasarlo mal al salir del armario, soy yo quien te está causando un dolor innecesario e injusto. 
—Entonces empecemos de nuevo… quiero que no haya última vez… —Hye se acercó a su oído mientras arañaba su nuca. —Quiero más… de esto… 
—¿Aún deseas servirme? —Marie jadeó al oírla susurrar y escondió su rostro en los pechos de Hye. 
—Lo deseo…
Hye la agarró de los muslos y la levantó para dejarla bocarriba sobre la mesa, limpió la saliva que caía de la boca de ella con el dedo gordo mientras se miraban de forma lasciva, entre jadeos y Hye con cierta seriedad.
—Tan dulce… —Hye lamió el dedo con el que tenía saliva y metió en los labios de ella los dedos índice y corazón entre sus labios, los usaba como si de una felación se tratase, la saliva caía de los labios mientras cerraba los ojos de placer y se agarraba fuerte la falda para esconder su entrepierna. —Nunca he disfrutado… tanto… y veo que tu tampoco…
Le quitó los dedos y los lamió con una sonrisa, se quitó el cinturón mientras veía la mirada desconcertada de Marie, cogió sus manos de las muñecas y las ató con el cinturón.
—No me escaparé… ama… —Marie jadeaba y cerraba las piernas con fuerza pero Hye sonrió al oírla, estuvo encima de ella, levantando su blusa y desabrochando su sujetador, la miró y Marie se avergonzó ante ella, entonces retiró un poco una de las copas con la boca, mostrando uno de sus senos, a la vez que separaba sus piernas con una mano. —Y… yo… no…
—Confía en mí, te haré sentirte mucho mejor. —Tapó sus ojos con la otra mano y dio un lametón al pezón, estremeciéndola de placer. —¿Cómo te trataba tu ex?
—Era duro… siempre exigía… y yo no me sentía bien… —Marie sentía la mano bajando por el muslo suavemente, la hacía jadear y cerrar las manos. —Tengo miedo… de no sentirme cómoda…eres la primera… 
—Te prometo no ser él… sólo di mi nombre si quieres parar.
Marie sintió como los labios de Hye acariciaban su pezón, su cálido aliento erizaban cada centímetro de su piel, y su mano acariciaba el escroto por encima de las bragas, jadeando así mas rápido. Hye disfrutaba del rostro de Marie, podía notar su placer, como estaba completamente rendida a las sensaciones que le ofrecía. 
—Iré siendo mas intensa. —Hye le quitó la mano y la acarició mientras ella la miraba sonrojada y excitada. 
Hye entonces metió la mano bajo las bragas, bajaban sus dedos suavemente por el pene mientras ella emitía pequeños gemidos al tacto de las yemas con el glande. Al llegar al escroto, introdujo un dedo por encima, podía notar el canal inguinal mientras veía a Marie tragar saliva con dificultad y sollozar, lo introdujo todo lo que pudo y movió el dedo, haciéndola gemir de placer y retorcerse, sonrió y empezó a succionar el pezón.
—Miss… ¡Luna…! —Gimió fuerte, repitió su nombre entre gemidos.
Pero Hye solo disfrutaba de lo que le hacía con una sonrisa, del momento, de las sensaciones que le daba a su sumisa, quería que llegara al orgasmo pero no quería esperar. Mordió entonces y le introdujo un segundo dedo al mismo tiempo, haciéndola retorcerse aún mas, a gemir aún mas fuerte, a que sonase el choque de la hebilla con la mesa, Hye lo notaba, el temblor del pene apunto de correrse, la agitación de sus piernas, su cuerpo lo deseaba y fue entonces cuando notó que se venía y dejo de retorcerse, tan solo un último gemido y solo hubo jadeos y piernas temblorosas.
Se apartó dejando un hilo de saliva sobre el pezón, vio que estaba apartando la mirada y estaba completamente roja, con jadeos muy intensos en los que intentaba recuperar el aliento, retiró la mano y se apartó.
—Me alegro que hayas disfrutado. —Yuri estaba en la puerta sonriente.
—Ella aún más. —Hye se retiró y se acercó a él pero se dio cuenta que por su brazo corría un líquido transparente y fluido, lo lamió de abajo a arriba y se relamió los labios con una sonrisa. —Es una delicia de mujer.
—Entonces ya te has cansado de ella ¿No?
—Sé que era tu plan y no, me ha encantado mucho… —Hye se giró y la vio aún tumbada recuperando el aliento. —Yuri, la quiero solo para mí.

domingo, 22 de marzo de 2020

No me desates Miss Luna. Capítulo 2.

Era Martes, las 6 A.M, Marie estaba duchándose, aclaraba su cuerpo enjabonado y su pelo que le llegaba a las costillas, el agua caía por su pequeño miembro de 8 cm. Era una habitación pequeña, de azulejos verdes, con ducha, retrete y lavabo con mueble y espejo. Salió y buscó su teléfono por el lavabo pero no lo encontró. 
—Mierda… oh mierda, se me olvidó cargarlo. —Se secó el cuerpo con una camiseta rosa, se la puso y fue al salón.
Era pequeño y estrecho, con una ventana, un sofá, una televisión y un perchero en la pared, había una pequeña entrada con un colgador para llaves y la puerta de la casa, al otro lado del baño el dormitorio, que tan solo tenía un colchón en el suelo.
Vio el teléfono en el sofá y fue a cogerlo pero sonó el timbre, entonces fue a la puerta a mirar por la mirilla y era Samuel llevando camisa a rayas y vaqueros azules.
—¿Estás ahí? Marie, vengo a recoger mi portátil viejo, lo necesito.
—No haberte dejado cosas al haber venido.
—Por favor, mi padre ha sido despedido y lo necesito para ayudarle.
—Que te den a ti y a tu padre.
Marie fue al sofá y se sentó en el reposabrazos mientras oía golpear la puerta y sonar el timbre, estuvo así durante unos minutos y entonces hubo silencio.
—Su padre… cabrón de… —Entonces recordó a Hye, como cuidó de ella, sus palabras, tan solo recordar lo que le dijo en el parking la hizo sonrojarse y enfadarse tanto que arañaba sus muslos lentamente. —Devorarme en… entre mis sabanas… ella es un monstruo, no tiene derecho a usarme así. 
El timbre volvió a sonar, haciendo que Marie se levantase enfadada y fuese a la puerta, miró a través de la mirilla pero no vio a nadie. 
—¡Lárgate! No vas a entrar ni de coña ¡Así que olvídate! —Marie esbozó una sonrisa y soltó una carcajada. —Bien hecho chica, así es como debes imponer a esa gente.
—Primero me escribes niñata mimada en un papel antes de firmar, después gritas que no puedo entrar. —Marie se volvió pálida al oír la voz de Hye y sus manos empezaron a temblar. —Y crees que me impones.
—Hye no pue-puedes… castigarme en… en… en… mi casa, este es mi refugio y soy inmune. —Marie no paraba de balbucear y jadear. —¡Y pensé que eras Samuel! 
—Abre la puerta, Marie. —Hye pegó el oído a la puerta y pudo oír los jadeos de miedo de Marie, lo que hizo que sonriese como un tiburón. —Tu castigo depende de que abras la puerta antes o después. 
—No vas a castigarme tan temprano porque no eres tan monstruosa, eres una ama benevolente. —Sus palabras hicieron que Hye arañase con mucha fuerza la puerta, asustando a Marie aún más. —Y… solo llevo una camiseta, si abres me veras mi… no quiero que lo veas, ni siquiera medio desnuda, tenemos límites.
—¿Piensas que ese truco va a hacer que me vaya? 
—Sí, así solo me castigarás en el trabajo… mierda. 
—Te has acordado que estabas despedida y aún no has firmado el otro contrato. 
—No… pero me vendría bien firmarlo en tu despacho, así podrías darme azotitos y arrinconarme después. 
—Ah sí, muy cierto, me gusta como piensas. —Marie suspiró aliviada mientras Hye sonreía con crueldad. —No te olvides de ir a las diez, así tendré tiempo para tu disciplina. 
Marie se alejó de la puerta y se tumbó en el sofá. Estuvo relajada y sonriente unos segundos hasta que oyó la puerta abrirse y volverse a cerrar. Los pasos eran lentos y tranquilos, entonces vio una sombra parecida a Hye y decidió cerrar los ojos para hacerse la dormida. 
—¿De verás me tomabas por tonta? 
Hye iba con el pelo en forma de trenza, vestida con un traje negro, camisa blanca, corbata negra, cinturón de cuero, y mocasines negros, bajo un brazo llevaba una caja de cartón y en la mano una carpeta con papeles. Dejó la caja y la carpeta en el suelo y se acercó a ella, vio su cuerpo medio desnudo y dormitando bocarriba.
—Je, no mentías y te haces la dormida, me das más vía libre a castigarte duramente. 
Se acercó lentamente y más y más a ella hasta que se arrodilló frente al sofá, empezó a acariciarle las mejillas con el dedo índice. 
—Entonces sí que estás dormida de verdad, me has ganado esta vez. —Suspiró con decepción y se levantó. 
—Hye… duerme conmigo… —Dijo Marie jadeando, haciendo que Hye se sonrojase. 
—Otro día, mi pequeña mascota dormilona. 
Hye se levantó y fue a la entrada mientras Marie miraba de reojo como se marchaba, pudo oír como la puerta se abría y volvía a cerrarse. 
—Ja ¡niñata mimada! —Sonrió y bostezó después para levantarse. —Así aprenderás a tener amabilidad. 
—Debiste mirar antes. —Marie, al oír la voz de Hye una vez más, sintió como su pequeña victoria se le escapaba de las manos. —Y no debiste gritar eso, ni tardar en abrir. 
—¿Sabes por qué grité y no quise abrirte? Porque eres una abusona y mi ex vino antes, no sabía que eras tú. —Hye se acercó sonriente desde la entrada y se apoyó en la pared con los brazos cruzados. —Y estoy desnuda, algo tan íntimo como mi pene y lo estás viendo sin mi permiso. 
—Eres mía, lo firmaste, no necesito tu permiso, mi esclava, mi juguete, mi propiedad, tengo control total sobre ti. —Hye se acercó a ella con calma mientras Marie se mantenía firme, entonces acercó sus labios al oído de ella. —Quiero volver a oír lo que dijiste, eso que me pediste. 
—No te pedí nada… estaba dormida… —Entonces notó la respiración de ella en su cuello, haciendo que jadease y se arañase las piernas. —Si lo hago, no me castigarás. 
—¿Esa es tu respuesta? —Lamió su oreja, sonrojándola y haciéndola jadear. —Sé como hacer que obedezcas. 
—Hye… duerme… conmigo… —Hye vio como Marie cerraba los ojos con fuerza, jadeaba muy rápido y su rostro estaba rojo completamente, entonces Marie abrió los ojos y vio sonreír a Hye.
—¿De veras crees que voy a cumplir tu deseo? 
—Por favor, Hye, sé que no podré evitar el castigo pero déjame dormir un poco al menos, puedes dormir conmigo o no pero son las seis y media de la mañana ya, puedes ser cruel todo lo que quieras después pero no ahora, no más trucos cada una. —Marie agachó la cabeza ante la mirada de Hye. —Ya me tienes acorralada otra vez, no podré huir ni engañarte… cumpliré el castigo que quieras. 
Hye se fue al dormitorio mientras se quitaba la chaqueta.
—Vamos. —Hizo un gesto con la cabeza mientras Marie la miraba. 
—No me voy a librar entonces. 
Cuando estuvieron ambas en la habitación, Hye le puso su chaqueta como abrigo y la miró seriamente. 
—¿Vamos… a dormir? 
—Hasta que amanezca del todo. —Hye vio que la cama solo tenía unas sabanas verdes y una almohada blanca, se quitó la corbata y se tumbó bocarriba con la cabeza apoyada en las manos. —Ya veo que no tienes cuidado con tus cosas ni contigo misma.
—Samuel tiró las mantas por la ventana hace unos días y no consigo recuperarlas, ni siquiera pude comprar unas nuevas ayer. —Marie suspiró y fue a tumbarse pero entonces Hye se inclinó y la agarró del brazo, haciendo que cayese sobre ella y la abrazase. —¡¿Qué estás…?!
—Dormir con mi mascota y que me dé calor. 
Marie veía el ojo blanco de Hye mientras ésta sonreía y la acariciaba suavemente por la espalda. Marie fue a levantarse pero Hye la abrazó con fuerza, haciendo reposar su cabeza en su pecho, su mano bajaba por la columna mientras acariciaba con la otra el pelo.
En ese instante notaba el calor del cuerpo y de las manos de Hye, se perdía en sus propios pensamientos y apenas lo entendía ¿Cómo una mujer con poder e importante se centraba en ella? Ya estaban durmiendo juntas y solo llevaban un día conociéndose ¿Y por qué tiene ese ojo así? Era tan misteriosa que le daba cierto encanto.
Marie empezó a quedarse dormida pero Hye ya lo estaba, soñaba siendo una niña de diez años, cuando solo tenía el pelo castaño, estaba suelto y el flequillo tapaba su mirada, un patio de futbol de una escuela, el suelo era arena y estaba sola. Oyó los pasos de alguien arrastrando los pies, era un niño de ojos verdes y ella estaba asustada, tenía el pelo oscuro y corto, eran de la misma altura.
—Déjame en paz.
Hye se alejó un poco pero el chico fue hacia ella y le dio un puñetazo en la cara, estaba en el suelo sangrando por la nariz.
—Niñata malcriada.
Vio la suela de su zapato y entonces el niño pisó su cabeza.
Hye despertó al instante y empezó a jadear de miedo, entonces se dio cuenta que Marie no estaba en el dormitorio y el salón estaba iluminado por la luz del sol.
—No debí bajar la guardia. —Entonces se fijó que el contrato de trabajo estaba firmado y a su lado. —Al final estás siendo buena y todo.
Se levantó y fue al salón, vio su chaqueta y la camisa de ella en el suelo y la caja abierta, miró al frente y la puerta del cuarto de baño estaba cerrada, así que pegó la oreja a la puerta.
—¿Por qué me ha comprado esto? Ya tengo ropa pero me encanta, la falda es monísima y el lazo de la blusa es precioso. —Hye sonrió al oírla. —Aunque no entiendo lo del collar ¿Para qué lo tendría en la chaqueta? Agg… no la entiendo.
Abrió entonces la puerta y vio a Marie con un collar de bondage negro en la mano, vestida con una falda negra, unos zapatos planos negros y una blusa blanca con un lazo negro delgado en el cuello. Se quedó boquiabierta al verla y Marie se sonrojó, Hye se acercó a ella, fue entonces cuando le quitó el collar.
—Buenos días… —Marie tragó saliva al verla con la camisa desabrochada, pudiendo ver sus senos apenas ocultos y sin sujetador y sus abdominales. 
—¿Qué hora es? —Preguntó Hye con absoluta seriedad y fingiendo que no disfrutaba viéndola.
—Las once ¿Por?
—¿Has dormido bien?
—Em… un poco ¿Y tú? 
—No. —Hye se acercó a ella e hizo que se girase, apartó el pelo por delante, entonces le puso el collar mientras respiraba en su nuca, haciendo que se sonrojara más y se pusiera nerviosa, entonces la hizo notar el apretón justo del collar consiguiendo que jadease y se arañara los muslos—Metete en la ducha y mirando a la pared.
—Hye, no lo hagas… no debí abrir la caja… ¿No? —Hye mordió la oreja de Marie mientras apretaba uno de los pezones pero ella se resistió de hacer cualquier ruido para su dueña. —Cruel… 
—No lo repetiré más.
—Estabas siendo amable… y estabas… mo… mona durmiendo, ahora solo me das miedo… eres cruel conmigo sin… —Hye la interrumpió agarrándola de la barbilla, la hizo mirar hacia arriba y mordió su labio inferior, haciendo que se pusiera cachonda y dejase caer un poco de saliva. —Eres… un… monstruo…
—Recuerda lo que dijiste hace unas horas. —Tapó la boca y la nariz con la misma mano, metió la otra bajo la blusa y arañó la espalda duramente, haciéndola gemir en silencio, le quitó las manos y se acercó a su oído mientras ella recuperaba el aliento entre jadeos y con los ojos llorosos. —¿Voy a tener que recordártelo? 
—No… —Cerró los ojos y tragó saliva. 
—¿No que? 
—Cumpliré… el castigo… que quieras. 
Hye la soltó con delicadeza y se quitó la camisa, la ató las manos a la espalda con ella y se acercó a su oído mientras la cogía de la mandíbula.
—Te odio…
—La obediencia implica no ser castigada. —Marie se sorprendió al oírlo pero Hye la hizo mirarla a los ojos. —¿Qué pasa?
—Castígame y vete… monstruo… 
Hye la cogió en brazos y la dejó bocarriba en el sofá, se quitó el cinturón, lo enrolló en la mano pero vio a Marie mirándola, sin enfado, sin dolor, sin tristeza, estaba disfrutando y jadeando al mismo tiempo y se sintió molesta por ello, Marie disfrutaba viendo el torso desnudo y los brazos tonificados de su ama, la odiaba, se odiaban pero ambas disfrutaban viéndose la una a la otra.
—Ódiame todo lo que quieras pero tú quieres esto mas que yo. — La puso bocabajo y levantó la falda. 
Le dio un azote, haciendo que ella gritase, le dio otro aún más fuerte y ella gritó aún más, estuvo así durante varios minutos y a cada latigazo la hacía arañar el sofá y babear, su cuerpo no podía parar de disfrutar, pero entonces Hye paró. Había dejado caer el cinturón lentamente, se acercó a ella y la desató mientras Marie solo podía recuperar el aliento. 
—Necesito… mi medicación para… —Hye no pudo continuar y cayó al suelo bocarriba mientras se tapaba su ojo blanco. —Du… duele… 
—¿Hye?
Ella se levantó e intentó levantarla pero no tenía fuerza, así que buscó por sus pantalones y encontró un blíster de cápsulas negras, se fue al baño, volvió con los mofletes hinchados y tapó la nariz de Hye para abrir su boca, entonces la besó mientras ambas dejaban caer agua de sus labios y se separó de ella. 
—Espero que sean las correctas. —Se sentó sobre Hye y apoyó su frente a la de ella mientras acariciaba sus mejillas, finalmente tosió y Marie sonrió. —Solo espero que no fuese culpa mía.
—Eres demasiado inútil para causarme esto. —Se inclinó y Marie se apartó. —Creí que me odiabas. 
—Que te odie no significa que disfrute viéndote sufrir, lo pillas ¿No? —Hye la miró a los ojos después de oírla y veía su cara de enfado. —Y siento haberte besado pero no tengo cocina ni vasos, seguramente me castigues otra vez. 
—No lo haré. —Marie apartó la mirada con incredulidad y arqueando las cejas, fue a levantarse pero Hye la detuvo sujetando su mano. —¿Me darías otro beso? 
—¿Vas a castigarme? —Marie le apartó la mano y se levantó. —Solo eres una niñata mimada. 
Hye levantó la mirada y vio a Marie llorar y marcharse a la entrada. Se levantó con dificultades y fue tras ella, iba a abrir la puerta pero lo impidió poniendo la mano. 
—¿Otro castigo? —Se sintió arrinconada pero no quiso darse la vuelta, entonces empezó a llorar y Hye le hizo darse la vuelta. —Mierda, sólo me agobié por ti, dije eso una vez más porque eres cruel y creí que estabas siendo amable, si fueras agradable al menos haría todo lo que quisieras. 
—Te he obligado a esto y lo siento.
—Y te odio por haberme hecho firmar pero hay momentos que esto me gusta, sobretodo que me arrincones y me beses, que me muerdas, eso me gusta, puedo aceptarlo pero trátame bien o lo único que haré será provocarte. —Hye le secó las lágrimas con la mano y acarició sus mejillas una después de otra. —Trátame como a una persona y te serviré encantada, cumpliré con todo, nada más. 
—Seré amable, solo si me das un beso como antes. —Marie vio como Hye sonrió y suspiró desesperada. 
—Eres una ni… boba. —Marie besó a Hye ligeramente con los labios y se sonrojó al notar como le acariciaba la barbilla para mirarla a los ojos. —Puedes… ordenarme que te bese también… ¡Si quieres!
—Lo sé. 
—Y pasar el día juntas para afianzar lazos y para que mi ex novio no me incordie con intentar recuperarme.
—Y para hablar de como arreglar el problema de la sede en la ciudad.
—Eso… tiene más sentido y no me libraré de trabajar hoy. 
—Me temo por ti que no. 
Hye dudó sobre quedarse con ella, una parte la odiaba muchísimo y solo la usaba para sus fines, otra parte no podía evitar sentirse mal al oír que ella la odiaba y que era por haberle causado dolor, tenía dudas de haber decidido que la trataría mejor y notaba que no podría evitar la confusión de su interior en todo el día. 

jueves, 19 de marzo de 2020

No me desates Miss Luna. Capítulo 1.

Esta historia empieza en Enero de 2020, un día 9 en una ciudad de la costa mediterránea andaluza a las 10 A.M. Nuestra protagonista es Marie, una mujer de 22 años que trabajaba en una empresa como administrativa. Era delgada, 1.65 de altura, de caderas cortas, apenas se notaban sus pechos, su culo era plano, sus hombros anchos, su pelo era negro y estaba recogido en una coleta, piel blanca, sus ojos eran de iris verde, una nariz chata y boca pequeña cuyos labios eran gruesos y rosados. 
Estaba en un despacho pequeño, desordenado, con estanterías llenas de archivadores y una caja de cartón llena de cosas en una mesa donde solo había un portátil. Vestía una blusa blanca, una falda negra de ejecutiva, botines y un anorak.
—Bien, ya me puedo ir de esta mierda de empresa, bye Grupo Gyeong. —Dijo con una voz suave y femenina. —Seguro que encuentro algo rápido después de esto… en fin, habrá que buscar un piso muy barato. 
Entró un chico de su misma edad, de 1.80, pelirrojo y cabello corto, de rostro infantil, nariz grande y puente curvado, ojos verdes y labios finos, de cuerpo muy delgado, vistiendo jersey azul y vaqueros negros.
—Espero que esto no rompa nuestra amistad. —Dijo con una voz grave y dulce. —Y que recapacites por lo que ha pasado. 
—Claro, me has puesto los cuernos y has hecho que me echen, ya te perdonaré. 
Cogió sus cosas y se fue del despacho, pasaba por varios cubículos hasta llegar a un pasillo donde había un ascensor.
—Espera, Marie, no puedes seguir rencorosa, tú me echas de nuestro piso y yo de tu trabajo, así se solucionan las cosas. 
—Samuel, eres un hijo de puta. 
Se abrió el ascensor y salió una mujer, de 30 cm más alta que ella, de 24 años, de pelo blanco y largo hasta las caderas, con un flequillo tapando su frente y su ojo derecho, sus ojos eran azules y de rasgos coreanos y labios finos, su piel era pálida y fina, vestía un abrigo de piel verde y muy grueso que llegaba hasta los gemelos, y botines negros. 
—Esta es la planta de contabilidad ¿Cierto? —Habló la mujer con una voz firme y grave. 
—Sí ¿Necesita ayuda señorita? —Miró a Samuel y sonrió.
—Si viene a comprar la sede… bueno, cómprela y échela abajo, es un pozo sin fondo y sin valor. —Al terminar de oír a Marie, la mujer cerró los ojos y soltó una ligera risa. 
—¿En serio? ¿Qué problemas tiene? —Preguntó mirando a Marie, cruzando los brazos y arqueando una ceja. 
—Pues los equipos informáticos están obsoletos, la sala de servidores tiene switchs abiertos con componentes al aire, problemas de refrigeración hasta el punto de haber cuelgues y apagados, las medidas de seguridad son anticuadas y no permiten hacer el trabajo a los equipos de I+D. —La apartó y se metió en el ascensor pero la mujer no la dejó cerrar la puerta. 
—So… sólo está…
—Cállate, me gusta lo que dice. —Le miró a él y luego a ella. —No sabes quien soy.
—Ni me interesa. —La mujer sonrió cómo un tiburón al oírla. —Tu dinero, tu decides en donde malgastarlo, ahora déjame irme. 
—Tranquila, después iré a verte. —Se apartó y se miraron hasta que se cerró la puerta, Marie de forma desafiante y la mujer sonriendo. —Me cae bien.
—No debería hacerle caso, la acaban de echar.
—Será readmitida, me gusta su carácter. —Cogió su teléfono y empezó a llamar a un teléfono muy largo. —Necesito que busques empleados de mi edificio que hayan sido despedidos recientemente. 
—Señorita Gyeong, trabajo para su padre, no para… 
—¿Estás seguro? —Gyong tuvo una mirada asesina al instante. 
—No puede encapricharse de todas las que ve… por favor. 
—Esto tendrá consecuencias. 
—Espere… han despedido a un hombre llamado Lion.
—Lion ¿Qué más? 
—Martínez.
—Eso no tiene sentido… —Colgó el teléfono y miró su propio reflejo. —No, lo habría sabido. 
—En realidad Marie… 
—¿Qué haces aquí? Vete a trabajar. —Le habló mirándole de reojo e imponiendo miedo.
—¡¿Cómo se atreve?! Usted ¡Soy el hijo de…! 
—De nadie, usted no es nadie. —Le miró fijamente y se acercó a él, superándolo en altura e intimidándolo. —No… es… nadie… aquí. 
Marie estuvo en un parking, sentada en el capó de un Seat Ibiza rojo con la caja al lado y el teléfono en la mano.
—Aún no sé si tu promesa sigue en pie. —Empezó a llorar, intentó secarse las lágrimas pero no podía parar su llanto. —Primero Andrea, luego ese… pedazo de mierda, siempre caigo con gente horrible. 
Oyó los pasos de alguien y entonces se giró, era la misma mujer acercándose a ella, se paró y miró a Marie de arriba abajo.
—Lion, ahora Marie.
—Genial… gracias por mi necronimo.
—Que seas incompetente para cambiar tu nombre no es mi asunto ni mi culpa.
—Mira, hazme un favor. —Se puso de pie y se encaró con ella. —Vuélvete y vete a la mierda.
—Que me vaya… sigues sin saber quién soy y te atreves a hablarme así.
—Sí.
—Vuelve a falt…
—Fuck… off. —Sonrió primero Marie y luego la mujer.
—Soy Hye Gyeong, la hija del presidente del grupo Gyeong.
—Enhorabuena ¿Tú también quieres joderme la vida? Siento fastidiarte, ya está hecho, no puedo pagar la deuda de mi madre ni su residencia, no tengo trabajo, no puedo pagar el alquiler porque estoy sola, niñata mimada que cree que todo dios debe complacerla. 
—No te atrevas a llamarme eso o vas a sufrir más aún por tu familia. 
—Muérete, niña mimada
Hye se inclinó, susurró algo en su oído haciendo que se sonrojase y sorprendiera, y entonces mordió la oreja de Marie con fuerza, haciendo que gimiese y oyera por rodo el parking.
—Bas…basta.—La empujó y estuvo jadeando unos minutos. —¡¿Estás loca?!
—Ya sé como doblegarte, todo el mundo cae para mí.
—¿Doblegar? Estás loca. —La miró sonrojada, enfadada y acariciando la oreja mordida.
—Puedo, al igual que puedo ofrecerte un trabajo mejor, estás mejor preparada de lo que creí.
—Con eso no me das nada. —Se dio la vuelta para coger la caja. —Sigo sin poder pagar la deuda, sin poder vivir en ningún sitio, no tienes nada que ofrecerme.
Hye la agarró del brazo y puso su cuerpo chocando con la espalda de ella, acercando su boca a su oído otra vez. 
—Entonces te ofrezco un trato más esta noche si aceptas trabajar para mí, como mi asesora de ciberseguridad.
—No voy a ser tu juguete personal. —La apartó zarandeándose y fue a entrar al coche.
—¿Mi juguete? Necesito a alguien que no me tenga miedo y me ayude a manejar los problemas de esta sede.
—Me has mordido, casi como un acoso sexual.
Hye se acercó a Marie, le agarró de las muñecas y levantó sus brazos para inmovilizarla y tenerla arrinconada, pillándola de sorpresa.
—Esto sería acoso sexual, acorralarte y hacer contigo lo que quiera.
—¡Suéltame! —Hye sonrió, buscaba el miedo de Marie pero ella solo la odiaba.
—Pídelo bien, di libéreme señorita Hye por favor.
—No, suéltame.
—Aprende tu lugar y pídelo. —Vio como Marie cambió su rostro y ella la miró suplicando. 
—Yo… lo… lo siento, libéreme… señorita… —Su forma de jadear y suplicar empezó a acelerar el libido de Hye. 
—Dilo.
—Señorita…  niñata. —Marie no pudo parar de reírse ante el enfado de Hye.
—He cambiado de idea, ahora también quiero tenerte de esclava personal.
—Tú deliras.
—Haré que tengas la deuda conmigo. —Hye sonrió y soltó a Marie, ella no pudo evitar estar asustada. —Recházalo si quieres pero no dejaré que trabajes en ningún lugar, para nadie, tendrás que aceptar el trabajo y con ello ser mi esclava sexual.
—¡¿Qué?!
—Seré indulgente, si aceptas, y digo ahora, no te castigaré. 
—No eres capaz de hacerlo, no tienes tanto poder. 
—Tiéntame, hazlo.
—Yo… mierda… pero pondré mis límites. —Marie empujó a Hye y la miró de forma desafiante. —Y no dejaré que me doblegues.
—No puedes negarte a todo así que aquí no hay límites para ti ¿Y doblegarte? Esa es la idea, quiero oírte suplicar mi nombre y hacerte mía.
—¡Eso no vale! —Gritó enfadada. —Las relaciones así son por consenso. 
—¿Prefieres la calle y no comer por una deuda? 
—No digo eso, joder.
—Estás ofreciéndome tu cuerpo a cambio de trabajar, de poder pagar un lugar digno a tu madre y vivir sola.
—Eres horrible… ¿Por qué? —Dejó caer una lágrima pero Hye se acercó y la lamió para finalmente mirarla con una sonrisa pero Marie. —Está bien. 
—Guarda tus cosas en el coche, mañana ya las pondrás en tu nuevo despacho con más calma.
—¿A dónde vamos?
—A dejar claro quien trabaja para quien. 
Hye fue al ascensor, pulsó la décima planta y entonces entró Marie. Al cerrarse la puerta, Hye se acercó a ella y miró su pelo fijamente. 
—Déjate el pelo suelto. —Apartó la mirada y Marie la miró de reojo 
—No me da la gana. —Entonces Marie dejó de mirarla, a lo que Hye respondió con una sonrisa. 
—Solo era una sugerencia, tranquila.
Al llegar a la decima planta, cruzaron por un largo pasillo blanco hasta llegar a una puerta doble de cristal tintado. Cruzamos la puerta y estábamos en un despacho inmenso, con una mesa de cristal como escritorio con una impresora integrada en una esquina, detrás un gran ventanal transparente que permitía ver toda la ciudad, una puerta a un lado dando a unos servicios. Frente a ellas un grupo de tres hombres trajeados, el más alto y de igual altura a Hye se acercó a ella
—Nos alegra mucho verla, Gyeong-ssi. 
—No sabe hablar bien coreano, ni siquiera decir correctamente mi nombre. 
—Discúlpeme, no pretendía faltarle el respeto. —Miró a sus colegas y luego otra vez a ella. —¿Qué hacía en contabilidad? No me diga que se había perdido ¿Verdad? 
—Arreglar los problemas que ha causado su gestión, es un agujero en nuestras cuentas y los informes que nos llegan no coinciden con la contabilidad de este año.
—Eso no…
—No me interrumpa. —Sacó un sobre de un bolsillo y se lo dio. —Hay deficiencias muy graves, tantas pero hemos decidido que no tomaremos represalias contra usted, es hora de jubilarse.
—¿Jubilarme? He estado en esta empresa desde que la levantó su padre ¡No pueden echarme! ¡¿Acaso le ha contado algo ese puto travesti?! 
—Yo aceptaría renunciar y no pedir nada.
El hombre hizo una bola con la carta, la dejó caer y la cogió del cuello, apretando tan fuerte que la dejaba sin respirar. Marie le dio una patada en la entrepierna, haciendo que la soltase pero recibió un puñetazo de él, lo que hizo que cayese al suelo pero Hye le dio un golpe en la garganta con tal fuerza que le dificultó respirar para acabar en el suelo.
—Uff… me vale de respuesta. —Cogió el móvil de su bolsillo y llamó. —¿Podrían subir dos personas? Ha habido un problema… sí… están despedidos… los tres… quiero que los retengan en alguna sala de reuniones… ¿La policía? Hmm… no hay problema. 
—Pero si noso…
—No me interesa, nada, absolutamente nada de esto. —Se sorprendió de ver a Marie de rodillas y se acercó a ella, viendo entonces su labio partido y echando sangre, sacó un pañuelo y le tapó la herida. —No tenias que defenderme y mírate ¿Te han hecho daño? 
—Estoy bien, no podía quedarme tan tranquila. —Entonces Hye se acercó a su oído, haciendo que Marie se sonrojase.
—Dicen que las mascotas defienden a sus dueños en situaciones de peligro… no quiero pensar que ya te tengo doblegada y que nuestro juego se haya acabado. —Sonrió al sentir la respiración acelerada de Marie. 
—Solo hice lo… lo que haría cualquiera. —Miró hacia otro lado avergonzada. 
—Eres muy buena chica así que te has ganado una recompensa, espera aquí tranquila mientras tu ama trabaja. —Entonces la levantó y la llevó en brazos mientras entraban dos guardias de seguridad, la sentó en la mesa y le acarició el labio mientras se miraban las dos. —Nadie toca mis cosas, te prometo que va a pagar muy caro el haberte hecho daño.
Hye se quitó el abrigo para dejarlo en la mesa pero Marie vio el ojo tras el flequillo y era de un iris blanco como si no pudiera ver con él, dejándola con la boca abierta. Estaba vestida con un pantalón de traje y una blusa blanca que estaba abierta dejando un escote al aire, su cuerpo era delgado y tonificado. Se fue con los guardias de seguridad llevándose a los tres hombres.
—No sé ni en qué lío me he metido… ha sido raro, y su ojo es… ¿Dolerá? —Miró el pañuelo, notó lo suave y sedoso que era, se centró en olerlo y solo pudo venirle a la cabeza un olor muy dulzón que empezó a saborear en su paladar. —¿Cómo puede ser algo tan dulce de alguien tan cruel? Al menos no me ha tratado como los demás.
Un papel salió de la impresora de la mesa, después otro, durante unos minutos hasta solo quedar diez en la mesa. Marie los leyó uno por uno hasta la quinta página.
—“Si la parte sometida está incomoda… debe decir Miss Luna para parar cualquier acción de la ama“, quiere que haya límites pero… y aquí pone “dirigirse a ella en privado como Hye y en público como Señora Gyeong”. —Leyó un poco más hacia abajo. —“El sexo debe ser siempre consentido entre ambas partes y puede pararse cuando una de las dos lo desee, ello implica que no puede haber sexo si alguna parte está inhibida por drogas o alcohol“, emm… como en cualquier relación sexual normal, al menos lo deja claro… “la parte sometida está obligada a llevar los juguetes y ropas que ordene la parte dominante en cualquier lugar que estén”, vale… eso no me gusta… “la parte dominante no tiene derecho a ordenar o decidir modificaciones corporales de la parte sometida”, tiene todo el sentido… no se si debo seguir leyendo. 
El teléfono de la mesa empezó a sonar, Marie se acercó y dudó si cogerlo, miró a la puerta pero no parecía que pudiera haber alguien así que lo cogió.
—¿Si… dígame?
—Imagino que te lo estarás leyendo porque eres una buena chica. —La voz de Hye sonaba baja mientras se oían a los ejecutivos gritar. —He decidido que los límites mas turbios se hablen en privado y sean tomando un café mañana en el despacho.
—Es la recompensa ¿No?
—Sí, una de ellas, el contrato está recién redactado aunque casi todo es lo de siempre.
—No se si quiero hacerlo.
—He comprado la casa, casi el edificio entero si hubiera querido, no pagarás alquiler mientras seas mía.
—¡No puedes hacer eso!
—Eso decís todas pero siempre lo hago, no entiendo por qué.
—Por… espera ¡¿Lo has hecho para hacerme firmar?!
—Tendrás libertad, vivirás sola y podrás salir y quedar mientras yo lo diga, tus gastos los pagaré yo, con eso va el ocio porque tu vida privada es tuya pero tu sueldo servirá para pagar tu deuda conmigo.
—Creí que eras amable conmigo pero solo eres una…
—Dilo y volveré a hacer otro contrato. —Interrumpió a Marie con un tono muy serio.
—¿Cuánto durará esto?
—Hasta que pagues tu deuda, después te haré una transferencia a tu cuenta con la cantidad de tu sueldo en un año completo.
—¿Después me dejarás en paz?
—Por supuesto.
—Al menos dime que hice para que la tomes así conmigo.
—Fírmalo y vete a casa, si te veo en el despacho… bueno, repetiré lo del parking en mi nueva mesa y no te gustará 
Hye colgó al instante y Marie tuvo el teléfono en la mano unos minutos, suspiró y entonces lo dejó al lado del abrigo y vio un bolígrafo sobresalir de un bolsillo, vio los papeles y después la puerta. Pensó y vio la carta arrugada, creyó que sería buena idea y entonces esbozó una ligera sonrisa.

sábado, 14 de marzo de 2020

El mercenario y la novata. Relato corto.

Los baños de vapor no conseguían relajarme, era inmenso pero no había nadie en las distintas piscinas, éramos nosotros lo únicos porque claramente esto era para hombres y ella se sentía incomoda, no por mí porque le daba seguridad sino por ser tratada como un chico, por unos genitales la trataban de forma tan horrible, parecía que las hormonas no eran suficientes para su gente. Sabe lo que pienso, soy un mercenario pero tengo corazón como para entender que es horrible que te creen en una de esas vasijas de liquido amniótico, no nacer como deberías en una especie de puras mujeres, ser marcada con un número, recibir un arma para ser entrenada y luchar en una guerra que no te importa tanto como crees mientras abusan de ti y te torturan día y noche por no ser como ellas, en el fondo no se la merecen, es preciosa e inteligente, valiente e inquieta, este mundo no se la merece ¿Quizás este universo?
—Oye pues esto de estar sola no está tan mal. —Apartaba su mirada sonrojada de ojos azules de mí mientras me frotaba con la mano en la espalda. —Lo de la otra noche estuvo… me da mucho corte. 
Me acerqué a ella con calma por el agua a la vez que me quitaba la toalla, la miré seriamente y acaricié sus piernas desnudas y blancas, eran increíblemente más suaves que la otra vez.
—Zuzen… en este lugar no… —Podía sentirlo, no estaba incomoda pero su respiración se aceleraba. —Es sagrado…
—Deberías dejar de hacer lo que te digan, dejar de seguir normas estúpidas, solo disfrutar de ti y tu cuerpo, de cada momento. —Se dejó caer la toalla entonces y tragó saliva con dificultad para mí. —Metete en el agua, quiero enseñarte algo. 
—No tengo alternativa ¿Verdad? —Mi sonrisa cómplice la hizo suspirar resignada. 
Fue a dejarse caer al agua estando sentada en el borde pero la sujeté, haciendo que se agarrase a mi cuello. 
—Tu barba… es agradable en mi pecho. 
—También tengo un buen pelazo si quieres tocar, es un pelazo castaño que no debes dejar pasar… menos la trenza, solo la cabeza. 
La dejé de pie en el agua pero no quiso mirarme, solo se echó para atrás y mirando a un lado mientras se acariciaba la melena oscura y mojada cayendo por su cuerpo. Me acerqué a ella y puse una mano en la mejilla izquierda. 
—Se me hace raro ver algo en la cara que crece y puede quitarse ¿Puedo…? —Acercó sus manos a mis mejillas pero sin mirarme, le costaba dado que era más alto que ella. —Si te excita demasiado… no quiero ser torpe… eres el primer hombre con… con barba y… 
—Las barbas no son sensibles. —Me reí a carcajadas y me miró molesta. —Puedes tocar sin miedo, venga.
—Eres un… 
Tragó saliva con dificultad y cerré los ojos, podía oír el roce del vello con sus manos, su tacto era muy dulce y gentil, se preocupaba por mí sin haber motivos.
—Nalin, te enseñaré otras formas de tocar mi barba.
Mordí su labio inferior con fuerza y tirando hacia mí, arañó mi barba y la solté para ver como me miraba excitada, jadeando y respirando rápido. 
—Así sois… los humanos… doblegando con trucos… es lo que me hiciste la otra vez… 
—Así soy yo. —Empecé a tocar sus orejas peludas de color plateado, las acariciaba mientras sus manos arañaban mi pecho con fuerza y sus ojos se cerraban. —Solo quiero demostrarte que tu cuerpo no es de nadie más, que sepas con que te sientes cómoda y que te da disforia, quiero que disfrutes sin sentirte mal. 
—No tienes que… —La refugié en mi pecho y me acerqué a su oído. 
—Solo guíame, di mi nombre cuando no te guste, para evitar volver a hacerte sentir mal.
—Diosa… no debo mancillar este lugar… —Podía sentir el calor de cada exhalación en mi pezón derecho, como se ponía dura y se apretaba con mi muslo, decidí poner sus manos en mis caderas mientras me miraba sonrojada y nerviosa. —No voy a… solo soy… 
—Tan mal piensas de mí ¿No? —Le aparté el pelo y se lo puse detrás de la oreja. —Esto es por ti, no por mí. 
—¿Zuzen…? 
La levanté por los muslos mientras se abrazaba a mi cuello, el agua caía por mis brazos, el paso de calor a frío era una sensación increíble, fue entonces que mordí su clavícula, la miré pero estaba con los ojos cerrados.
—Estás preciosa cuando disfrutas. —Abrió los ojos y miró sollozando pero sonreí. —No puedo resistirme a esa mirada tuya. 
Decidí ir a por sus pechos, di un ligero lametón, hice círculos alrededor con la punta de la lengua mientras hacía sonidos y me agarraba fuerte del pelo.
—Puedo parar, solo tienes que decir mi nombre. —Mordió con fuerza mi oreja entonces y gemí.
—No voy a… dejar que me tomes tan fácil como haces… siempre ni voy a caer en tus trucos, lobo blanco. —Mordió mi cuello demasiado fuerte pero no quise gemir, la dejé entonces en el borde y me puse encima suya, arrinconándola y agarrando sus manos. —Quieres volver a ser duro conmigo. 
—¡Cállate! Nalín, no hay trucos, no pretendo tomarte, solo quiero ayudarte. —Junté mi frente a la suya y cerré los ojos. —Ni siquiera jugué contigo, noté que no te gustó la última vez y deseaba compensarte, deseaba aprender y deseaba ayudarte con tus miedos.
Me alejé y la vi sonrojada y llorando, no sé que sentía ella pero me había dado cuenta que empecé a sentir algo que no creí que volvería, aun así ella no quería a un hombre como yo, apartó su mirada de mí y no tuve motivos para pensar que parecía que había vuelto a hacer daño, solo lo intuía.
—Zuzen…
—Voy a los vestuarios.
—Espera, yo…
Me levanté y me marché mientras ella decía mi nombre una y otra vez, dolía pero no me importó, es sano que no estemos juntos, es un sacrificio necesario.