domingo, 22 de marzo de 2020

No me desates Miss Luna. Capítulo 2.

Era Martes, las 6 A.M, Marie estaba duchándose, aclaraba su cuerpo enjabonado y su pelo que le llegaba a las costillas, el agua caía por su pequeño miembro de 8 cm. Era una habitación pequeña, de azulejos verdes, con ducha, retrete y lavabo con mueble y espejo. Salió y buscó su teléfono por el lavabo pero no lo encontró. 
—Mierda… oh mierda, se me olvidó cargarlo. —Se secó el cuerpo con una camiseta rosa, se la puso y fue al salón.
Era pequeño y estrecho, con una ventana, un sofá, una televisión y un perchero en la pared, había una pequeña entrada con un colgador para llaves y la puerta de la casa, al otro lado del baño el dormitorio, que tan solo tenía un colchón en el suelo.
Vio el teléfono en el sofá y fue a cogerlo pero sonó el timbre, entonces fue a la puerta a mirar por la mirilla y era Samuel llevando camisa a rayas y vaqueros azules.
—¿Estás ahí? Marie, vengo a recoger mi portátil viejo, lo necesito.
—No haberte dejado cosas al haber venido.
—Por favor, mi padre ha sido despedido y lo necesito para ayudarle.
—Que te den a ti y a tu padre.
Marie fue al sofá y se sentó en el reposabrazos mientras oía golpear la puerta y sonar el timbre, estuvo así durante unos minutos y entonces hubo silencio.
—Su padre… cabrón de… —Entonces recordó a Hye, como cuidó de ella, sus palabras, tan solo recordar lo que le dijo en el parking la hizo sonrojarse y enfadarse tanto que arañaba sus muslos lentamente. —Devorarme en… entre mis sabanas… ella es un monstruo, no tiene derecho a usarme así. 
El timbre volvió a sonar, haciendo que Marie se levantase enfadada y fuese a la puerta, miró a través de la mirilla pero no vio a nadie. 
—¡Lárgate! No vas a entrar ni de coña ¡Así que olvídate! —Marie esbozó una sonrisa y soltó una carcajada. —Bien hecho chica, así es como debes imponer a esa gente.
—Primero me escribes niñata mimada en un papel antes de firmar, después gritas que no puedo entrar. —Marie se volvió pálida al oír la voz de Hye y sus manos empezaron a temblar. —Y crees que me impones.
—Hye no pue-puedes… castigarme en… en… en… mi casa, este es mi refugio y soy inmune. —Marie no paraba de balbucear y jadear. —¡Y pensé que eras Samuel! 
—Abre la puerta, Marie. —Hye pegó el oído a la puerta y pudo oír los jadeos de miedo de Marie, lo que hizo que sonriese como un tiburón. —Tu castigo depende de que abras la puerta antes o después. 
—No vas a castigarme tan temprano porque no eres tan monstruosa, eres una ama benevolente. —Sus palabras hicieron que Hye arañase con mucha fuerza la puerta, asustando a Marie aún más. —Y… solo llevo una camiseta, si abres me veras mi… no quiero que lo veas, ni siquiera medio desnuda, tenemos límites.
—¿Piensas que ese truco va a hacer que me vaya? 
—Sí, así solo me castigarás en el trabajo… mierda. 
—Te has acordado que estabas despedida y aún no has firmado el otro contrato. 
—No… pero me vendría bien firmarlo en tu despacho, así podrías darme azotitos y arrinconarme después. 
—Ah sí, muy cierto, me gusta como piensas. —Marie suspiró aliviada mientras Hye sonreía con crueldad. —No te olvides de ir a las diez, así tendré tiempo para tu disciplina. 
Marie se alejó de la puerta y se tumbó en el sofá. Estuvo relajada y sonriente unos segundos hasta que oyó la puerta abrirse y volverse a cerrar. Los pasos eran lentos y tranquilos, entonces vio una sombra parecida a Hye y decidió cerrar los ojos para hacerse la dormida. 
—¿De verás me tomabas por tonta? 
Hye iba con el pelo en forma de trenza, vestida con un traje negro, camisa blanca, corbata negra, cinturón de cuero, y mocasines negros, bajo un brazo llevaba una caja de cartón y en la mano una carpeta con papeles. Dejó la caja y la carpeta en el suelo y se acercó a ella, vio su cuerpo medio desnudo y dormitando bocarriba.
—Je, no mentías y te haces la dormida, me das más vía libre a castigarte duramente. 
Se acercó lentamente y más y más a ella hasta que se arrodilló frente al sofá, empezó a acariciarle las mejillas con el dedo índice. 
—Entonces sí que estás dormida de verdad, me has ganado esta vez. —Suspiró con decepción y se levantó. 
—Hye… duerme conmigo… —Dijo Marie jadeando, haciendo que Hye se sonrojase. 
—Otro día, mi pequeña mascota dormilona. 
Hye se levantó y fue a la entrada mientras Marie miraba de reojo como se marchaba, pudo oír como la puerta se abría y volvía a cerrarse. 
—Ja ¡niñata mimada! —Sonrió y bostezó después para levantarse. —Así aprenderás a tener amabilidad. 
—Debiste mirar antes. —Marie, al oír la voz de Hye una vez más, sintió como su pequeña victoria se le escapaba de las manos. —Y no debiste gritar eso, ni tardar en abrir. 
—¿Sabes por qué grité y no quise abrirte? Porque eres una abusona y mi ex vino antes, no sabía que eras tú. —Hye se acercó sonriente desde la entrada y se apoyó en la pared con los brazos cruzados. —Y estoy desnuda, algo tan íntimo como mi pene y lo estás viendo sin mi permiso. 
—Eres mía, lo firmaste, no necesito tu permiso, mi esclava, mi juguete, mi propiedad, tengo control total sobre ti. —Hye se acercó a ella con calma mientras Marie se mantenía firme, entonces acercó sus labios al oído de ella. —Quiero volver a oír lo que dijiste, eso que me pediste. 
—No te pedí nada… estaba dormida… —Entonces notó la respiración de ella en su cuello, haciendo que jadease y se arañase las piernas. —Si lo hago, no me castigarás. 
—¿Esa es tu respuesta? —Lamió su oreja, sonrojándola y haciéndola jadear. —Sé como hacer que obedezcas. 
—Hye… duerme… conmigo… —Hye vio como Marie cerraba los ojos con fuerza, jadeaba muy rápido y su rostro estaba rojo completamente, entonces Marie abrió los ojos y vio sonreír a Hye.
—¿De veras crees que voy a cumplir tu deseo? 
—Por favor, Hye, sé que no podré evitar el castigo pero déjame dormir un poco al menos, puedes dormir conmigo o no pero son las seis y media de la mañana ya, puedes ser cruel todo lo que quieras después pero no ahora, no más trucos cada una. —Marie agachó la cabeza ante la mirada de Hye. —Ya me tienes acorralada otra vez, no podré huir ni engañarte… cumpliré el castigo que quieras. 
Hye se fue al dormitorio mientras se quitaba la chaqueta.
—Vamos. —Hizo un gesto con la cabeza mientras Marie la miraba. 
—No me voy a librar entonces. 
Cuando estuvieron ambas en la habitación, Hye le puso su chaqueta como abrigo y la miró seriamente. 
—¿Vamos… a dormir? 
—Hasta que amanezca del todo. —Hye vio que la cama solo tenía unas sabanas verdes y una almohada blanca, se quitó la corbata y se tumbó bocarriba con la cabeza apoyada en las manos. —Ya veo que no tienes cuidado con tus cosas ni contigo misma.
—Samuel tiró las mantas por la ventana hace unos días y no consigo recuperarlas, ni siquiera pude comprar unas nuevas ayer. —Marie suspiró y fue a tumbarse pero entonces Hye se inclinó y la agarró del brazo, haciendo que cayese sobre ella y la abrazase. —¡¿Qué estás…?!
—Dormir con mi mascota y que me dé calor. 
Marie veía el ojo blanco de Hye mientras ésta sonreía y la acariciaba suavemente por la espalda. Marie fue a levantarse pero Hye la abrazó con fuerza, haciendo reposar su cabeza en su pecho, su mano bajaba por la columna mientras acariciaba con la otra el pelo.
En ese instante notaba el calor del cuerpo y de las manos de Hye, se perdía en sus propios pensamientos y apenas lo entendía ¿Cómo una mujer con poder e importante se centraba en ella? Ya estaban durmiendo juntas y solo llevaban un día conociéndose ¿Y por qué tiene ese ojo así? Era tan misteriosa que le daba cierto encanto.
Marie empezó a quedarse dormida pero Hye ya lo estaba, soñaba siendo una niña de diez años, cuando solo tenía el pelo castaño, estaba suelto y el flequillo tapaba su mirada, un patio de futbol de una escuela, el suelo era arena y estaba sola. Oyó los pasos de alguien arrastrando los pies, era un niño de ojos verdes y ella estaba asustada, tenía el pelo oscuro y corto, eran de la misma altura.
—Déjame en paz.
Hye se alejó un poco pero el chico fue hacia ella y le dio un puñetazo en la cara, estaba en el suelo sangrando por la nariz.
—Niñata malcriada.
Vio la suela de su zapato y entonces el niño pisó su cabeza.
Hye despertó al instante y empezó a jadear de miedo, entonces se dio cuenta que Marie no estaba en el dormitorio y el salón estaba iluminado por la luz del sol.
—No debí bajar la guardia. —Entonces se fijó que el contrato de trabajo estaba firmado y a su lado. —Al final estás siendo buena y todo.
Se levantó y fue al salón, vio su chaqueta y la camisa de ella en el suelo y la caja abierta, miró al frente y la puerta del cuarto de baño estaba cerrada, así que pegó la oreja a la puerta.
—¿Por qué me ha comprado esto? Ya tengo ropa pero me encanta, la falda es monísima y el lazo de la blusa es precioso. —Hye sonrió al oírla. —Aunque no entiendo lo del collar ¿Para qué lo tendría en la chaqueta? Agg… no la entiendo.
Abrió entonces la puerta y vio a Marie con un collar de bondage negro en la mano, vestida con una falda negra, unos zapatos planos negros y una blusa blanca con un lazo negro delgado en el cuello. Se quedó boquiabierta al verla y Marie se sonrojó, Hye se acercó a ella, fue entonces cuando le quitó el collar.
—Buenos días… —Marie tragó saliva al verla con la camisa desabrochada, pudiendo ver sus senos apenas ocultos y sin sujetador y sus abdominales. 
—¿Qué hora es? —Preguntó Hye con absoluta seriedad y fingiendo que no disfrutaba viéndola.
—Las once ¿Por?
—¿Has dormido bien?
—Em… un poco ¿Y tú? 
—No. —Hye se acercó a ella e hizo que se girase, apartó el pelo por delante, entonces le puso el collar mientras respiraba en su nuca, haciendo que se sonrojara más y se pusiera nerviosa, entonces la hizo notar el apretón justo del collar consiguiendo que jadease y se arañara los muslos—Metete en la ducha y mirando a la pared.
—Hye, no lo hagas… no debí abrir la caja… ¿No? —Hye mordió la oreja de Marie mientras apretaba uno de los pezones pero ella se resistió de hacer cualquier ruido para su dueña. —Cruel… 
—No lo repetiré más.
—Estabas siendo amable… y estabas… mo… mona durmiendo, ahora solo me das miedo… eres cruel conmigo sin… —Hye la interrumpió agarrándola de la barbilla, la hizo mirar hacia arriba y mordió su labio inferior, haciendo que se pusiera cachonda y dejase caer un poco de saliva. —Eres… un… monstruo…
—Recuerda lo que dijiste hace unas horas. —Tapó la boca y la nariz con la misma mano, metió la otra bajo la blusa y arañó la espalda duramente, haciéndola gemir en silencio, le quitó las manos y se acercó a su oído mientras ella recuperaba el aliento entre jadeos y con los ojos llorosos. —¿Voy a tener que recordártelo? 
—No… —Cerró los ojos y tragó saliva. 
—¿No que? 
—Cumpliré… el castigo… que quieras. 
Hye la soltó con delicadeza y se quitó la camisa, la ató las manos a la espalda con ella y se acercó a su oído mientras la cogía de la mandíbula.
—Te odio…
—La obediencia implica no ser castigada. —Marie se sorprendió al oírlo pero Hye la hizo mirarla a los ojos. —¿Qué pasa?
—Castígame y vete… monstruo… 
Hye la cogió en brazos y la dejó bocarriba en el sofá, se quitó el cinturón, lo enrolló en la mano pero vio a Marie mirándola, sin enfado, sin dolor, sin tristeza, estaba disfrutando y jadeando al mismo tiempo y se sintió molesta por ello, Marie disfrutaba viendo el torso desnudo y los brazos tonificados de su ama, la odiaba, se odiaban pero ambas disfrutaban viéndose la una a la otra.
—Ódiame todo lo que quieras pero tú quieres esto mas que yo. — La puso bocabajo y levantó la falda. 
Le dio un azote, haciendo que ella gritase, le dio otro aún más fuerte y ella gritó aún más, estuvo así durante varios minutos y a cada latigazo la hacía arañar el sofá y babear, su cuerpo no podía parar de disfrutar, pero entonces Hye paró. Había dejado caer el cinturón lentamente, se acercó a ella y la desató mientras Marie solo podía recuperar el aliento. 
—Necesito… mi medicación para… —Hye no pudo continuar y cayó al suelo bocarriba mientras se tapaba su ojo blanco. —Du… duele… 
—¿Hye?
Ella se levantó e intentó levantarla pero no tenía fuerza, así que buscó por sus pantalones y encontró un blíster de cápsulas negras, se fue al baño, volvió con los mofletes hinchados y tapó la nariz de Hye para abrir su boca, entonces la besó mientras ambas dejaban caer agua de sus labios y se separó de ella. 
—Espero que sean las correctas. —Se sentó sobre Hye y apoyó su frente a la de ella mientras acariciaba sus mejillas, finalmente tosió y Marie sonrió. —Solo espero que no fuese culpa mía.
—Eres demasiado inútil para causarme esto. —Se inclinó y Marie se apartó. —Creí que me odiabas. 
—Que te odie no significa que disfrute viéndote sufrir, lo pillas ¿No? —Hye la miró a los ojos después de oírla y veía su cara de enfado. —Y siento haberte besado pero no tengo cocina ni vasos, seguramente me castigues otra vez. 
—No lo haré. —Marie apartó la mirada con incredulidad y arqueando las cejas, fue a levantarse pero Hye la detuvo sujetando su mano. —¿Me darías otro beso? 
—¿Vas a castigarme? —Marie le apartó la mano y se levantó. —Solo eres una niñata mimada. 
Hye levantó la mirada y vio a Marie llorar y marcharse a la entrada. Se levantó con dificultades y fue tras ella, iba a abrir la puerta pero lo impidió poniendo la mano. 
—¿Otro castigo? —Se sintió arrinconada pero no quiso darse la vuelta, entonces empezó a llorar y Hye le hizo darse la vuelta. —Mierda, sólo me agobié por ti, dije eso una vez más porque eres cruel y creí que estabas siendo amable, si fueras agradable al menos haría todo lo que quisieras. 
—Te he obligado a esto y lo siento.
—Y te odio por haberme hecho firmar pero hay momentos que esto me gusta, sobretodo que me arrincones y me beses, que me muerdas, eso me gusta, puedo aceptarlo pero trátame bien o lo único que haré será provocarte. —Hye le secó las lágrimas con la mano y acarició sus mejillas una después de otra. —Trátame como a una persona y te serviré encantada, cumpliré con todo, nada más. 
—Seré amable, solo si me das un beso como antes. —Marie vio como Hye sonrió y suspiró desesperada. 
—Eres una ni… boba. —Marie besó a Hye ligeramente con los labios y se sonrojó al notar como le acariciaba la barbilla para mirarla a los ojos. —Puedes… ordenarme que te bese también… ¡Si quieres!
—Lo sé. 
—Y pasar el día juntas para afianzar lazos y para que mi ex novio no me incordie con intentar recuperarme.
—Y para hablar de como arreglar el problema de la sede en la ciudad.
—Eso… tiene más sentido y no me libraré de trabajar hoy. 
—Me temo por ti que no. 
Hye dudó sobre quedarse con ella, una parte la odiaba muchísimo y solo la usaba para sus fines, otra parte no podía evitar sentirse mal al oír que ella la odiaba y que era por haberle causado dolor, tenía dudas de haber decidido que la trataría mejor y notaba que no podría evitar la confusión de su interior en todo el día. 

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