Esta historia empieza en Enero de 2020, un día 9 en una ciudad de la costa mediterránea andaluza a las 10 A.M. Nuestra protagonista es Marie, una mujer de 22 años que trabajaba en una empresa como administrativa. Era delgada, 1.65 de altura, de caderas cortas, apenas se notaban sus pechos, su culo era plano, sus hombros anchos, su pelo era negro y estaba recogido en una coleta, piel blanca, sus ojos eran de iris verde, una nariz chata y boca pequeña cuyos labios eran gruesos y rosados.
Estaba en un despacho pequeño, desordenado, con estanterías llenas de archivadores y una caja de cartón llena de cosas en una mesa donde solo había un portátil. Vestía una blusa blanca, una falda negra de ejecutiva, botines y un anorak.
—Bien, ya me puedo ir de esta mierda de empresa, bye Grupo Gyeong. —Dijo con una voz suave y femenina. —Seguro que encuentro algo rápido después de esto… en fin, habrá que buscar un piso muy barato.
Entró un chico de su misma edad, de 1.80, pelirrojo y cabello corto, de rostro infantil, nariz grande y puente curvado, ojos verdes y labios finos, de cuerpo muy delgado, vistiendo jersey azul y vaqueros negros.
—Espero que esto no rompa nuestra amistad. —Dijo con una voz grave y dulce. —Y que recapacites por lo que ha pasado.
—Claro, me has puesto los cuernos y has hecho que me echen, ya te perdonaré.
Cogió sus cosas y se fue del despacho, pasaba por varios cubículos hasta llegar a un pasillo donde había un ascensor.
—Espera, Marie, no puedes seguir rencorosa, tú me echas de nuestro piso y yo de tu trabajo, así se solucionan las cosas.
—Samuel, eres un hijo de puta.
Se abrió el ascensor y salió una mujer, de 30 cm más alta que ella, de 24 años, de pelo blanco y largo hasta las caderas, con un flequillo tapando su frente y su ojo derecho, sus ojos eran azules y de rasgos coreanos y labios finos, su piel era pálida y fina, vestía un abrigo de piel verde y muy grueso que llegaba hasta los gemelos, y botines negros.
—Esta es la planta de contabilidad ¿Cierto? —Habló la mujer con una voz firme y grave.
—Sí ¿Necesita ayuda señorita? —Miró a Samuel y sonrió.
—Si viene a comprar la sede… bueno, cómprela y échela abajo, es un pozo sin fondo y sin valor. —Al terminar de oír a Marie, la mujer cerró los ojos y soltó una ligera risa.
—¿En serio? ¿Qué problemas tiene? —Preguntó mirando a Marie, cruzando los brazos y arqueando una ceja.
—Pues los equipos informáticos están obsoletos, la sala de servidores tiene switchs abiertos con componentes al aire, problemas de refrigeración hasta el punto de haber cuelgues y apagados, las medidas de seguridad son anticuadas y no permiten hacer el trabajo a los equipos de I+D. —La apartó y se metió en el ascensor pero la mujer no la dejó cerrar la puerta.
—So… sólo está…
—Cállate, me gusta lo que dice. —Le miró a él y luego a ella. —No sabes quien soy.
—Ni me interesa. —La mujer sonrió cómo un tiburón al oírla. —Tu dinero, tu decides en donde malgastarlo, ahora déjame irme.
—Tranquila, después iré a verte. —Se apartó y se miraron hasta que se cerró la puerta, Marie de forma desafiante y la mujer sonriendo. —Me cae bien.
—No debería hacerle caso, la acaban de echar.
—Será readmitida, me gusta su carácter. —Cogió su teléfono y empezó a llamar a un teléfono muy largo. —Necesito que busques empleados de mi edificio que hayan sido despedidos recientemente.
—Señorita Gyeong, trabajo para su padre, no para…
—¿Estás seguro? —Gyong tuvo una mirada asesina al instante.
—No puede encapricharse de todas las que ve… por favor.
—Esto tendrá consecuencias.
—Espere… han despedido a un hombre llamado Lion.
—Lion ¿Qué más?
—Martínez.
—Eso no tiene sentido… —Colgó el teléfono y miró su propio reflejo. —No, lo habría sabido.
—En realidad Marie…
—¿Qué haces aquí? Vete a trabajar. —Le habló mirándole de reojo e imponiendo miedo.
—¡¿Cómo se atreve?! Usted ¡Soy el hijo de…!
—De nadie, usted no es nadie. —Le miró fijamente y se acercó a él, superándolo en altura e intimidándolo. —No… es… nadie… aquí.
Marie estuvo en un parking, sentada en el capó de un Seat Ibiza rojo con la caja al lado y el teléfono en la mano.
—Aún no sé si tu promesa sigue en pie. —Empezó a llorar, intentó secarse las lágrimas pero no podía parar su llanto. —Primero Andrea, luego ese… pedazo de mierda, siempre caigo con gente horrible.
Oyó los pasos de alguien y entonces se giró, era la misma mujer acercándose a ella, se paró y miró a Marie de arriba abajo.
—Lion, ahora Marie.
—Genial… gracias por mi necronimo.
—Que seas incompetente para cambiar tu nombre no es mi asunto ni mi culpa.
—Mira, hazme un favor. —Se puso de pie y se encaró con ella. —Vuélvete y vete a la mierda.
—Que me vaya… sigues sin saber quién soy y te atreves a hablarme así.
—Sí.
—Vuelve a falt…
—Fuck… off. —Sonrió primero Marie y luego la mujer.
—Soy Hye Gyeong, la hija del presidente del grupo Gyeong.
—Enhorabuena ¿Tú también quieres joderme la vida? Siento fastidiarte, ya está hecho, no puedo pagar la deuda de mi madre ni su residencia, no tengo trabajo, no puedo pagar el alquiler porque estoy sola, niñata mimada que cree que todo dios debe complacerla.
—No te atrevas a llamarme eso o vas a sufrir más aún por tu familia.
—Muérete, niña mimada
Hye se inclinó, susurró algo en su oído haciendo que se sonrojase y sorprendiera, y entonces mordió la oreja de Marie con fuerza, haciendo que gimiese y oyera por rodo el parking.
—Bas…basta.—La empujó y estuvo jadeando unos minutos. —¡¿Estás loca?!
—Ya sé como doblegarte, todo el mundo cae para mí.
—¿Doblegar? Estás loca. —La miró sonrojada, enfadada y acariciando la oreja mordida.
—Puedo, al igual que puedo ofrecerte un trabajo mejor, estás mejor preparada de lo que creí.
—Con eso no me das nada. —Se dio la vuelta para coger la caja. —Sigo sin poder pagar la deuda, sin poder vivir en ningún sitio, no tienes nada que ofrecerme.
Hye la agarró del brazo y puso su cuerpo chocando con la espalda de ella, acercando su boca a su oído otra vez.
—Entonces te ofrezco un trato más esta noche si aceptas trabajar para mí, como mi asesora de ciberseguridad.
—No voy a ser tu juguete personal. —La apartó zarandeándose y fue a entrar al coche.
—¿Mi juguete? Necesito a alguien que no me tenga miedo y me ayude a manejar los problemas de esta sede.
—Me has mordido, casi como un acoso sexual.
Hye se acercó a Marie, le agarró de las muñecas y levantó sus brazos para inmovilizarla y tenerla arrinconada, pillándola de sorpresa.
—Esto sería acoso sexual, acorralarte y hacer contigo lo que quiera.
—¡Suéltame! —Hye sonrió, buscaba el miedo de Marie pero ella solo la odiaba.
—Pídelo bien, di libéreme señorita Hye por favor.
—No, suéltame.
—Aprende tu lugar y pídelo. —Vio como Marie cambió su rostro y ella la miró suplicando.
—Yo… lo… lo siento, libéreme… señorita… —Su forma de jadear y suplicar empezó a acelerar el libido de Hye.
—Dilo.
—Señorita… niñata. —Marie no pudo parar de reírse ante el enfado de Hye.
—He cambiado de idea, ahora también quiero tenerte de esclava personal.
—Tú deliras.
—Haré que tengas la deuda conmigo. —Hye sonrió y soltó a Marie, ella no pudo evitar estar asustada. —Recházalo si quieres pero no dejaré que trabajes en ningún lugar, para nadie, tendrás que aceptar el trabajo y con ello ser mi esclava sexual.
—¡¿Qué?!
—Seré indulgente, si aceptas, y digo ahora, no te castigaré.
—No eres capaz de hacerlo, no tienes tanto poder.
—Tiéntame, hazlo.
—Yo… mierda… pero pondré mis límites. —Marie empujó a Hye y la miró de forma desafiante. —Y no dejaré que me doblegues.
—No puedes negarte a todo así que aquí no hay límites para ti ¿Y doblegarte? Esa es la idea, quiero oírte suplicar mi nombre y hacerte mía.
—¡Eso no vale! —Gritó enfadada. —Las relaciones así son por consenso.
—¿Prefieres la calle y no comer por una deuda?
—No digo eso, joder.
—Estás ofreciéndome tu cuerpo a cambio de trabajar, de poder pagar un lugar digno a tu madre y vivir sola.
—Eres horrible… ¿Por qué? —Dejó caer una lágrima pero Hye se acercó y la lamió para finalmente mirarla con una sonrisa pero Marie. —Está bien.
—Guarda tus cosas en el coche, mañana ya las pondrás en tu nuevo despacho con más calma.
—¿A dónde vamos?
—A dejar claro quien trabaja para quien.
Hye fue al ascensor, pulsó la décima planta y entonces entró Marie. Al cerrarse la puerta, Hye se acercó a ella y miró su pelo fijamente.
—Déjate el pelo suelto. —Apartó la mirada y Marie la miró de reojo
—No me da la gana. —Entonces Marie dejó de mirarla, a lo que Hye respondió con una sonrisa.
—Solo era una sugerencia, tranquila.
Al llegar a la decima planta, cruzaron por un largo pasillo blanco hasta llegar a una puerta doble de cristal tintado. Cruzamos la puerta y estábamos en un despacho inmenso, con una mesa de cristal como escritorio con una impresora integrada en una esquina, detrás un gran ventanal transparente que permitía ver toda la ciudad, una puerta a un lado dando a unos servicios. Frente a ellas un grupo de tres hombres trajeados, el más alto y de igual altura a Hye se acercó a ella
—Nos alegra mucho verla, Gyeong-ssi.
—No sabe hablar bien coreano, ni siquiera decir correctamente mi nombre.
—Discúlpeme, no pretendía faltarle el respeto. —Miró a sus colegas y luego otra vez a ella. —¿Qué hacía en contabilidad? No me diga que se había perdido ¿Verdad?
—Arreglar los problemas que ha causado su gestión, es un agujero en nuestras cuentas y los informes que nos llegan no coinciden con la contabilidad de este año.
—Eso no…
—No me interrumpa. —Sacó un sobre de un bolsillo y se lo dio. —Hay deficiencias muy graves, tantas pero hemos decidido que no tomaremos represalias contra usted, es hora de jubilarse.
—¿Jubilarme? He estado en esta empresa desde que la levantó su padre ¡No pueden echarme! ¡¿Acaso le ha contado algo ese puto travesti?!
—Yo aceptaría renunciar y no pedir nada.
El hombre hizo una bola con la carta, la dejó caer y la cogió del cuello, apretando tan fuerte que la dejaba sin respirar. Marie le dio una patada en la entrepierna, haciendo que la soltase pero recibió un puñetazo de él, lo que hizo que cayese al suelo pero Hye le dio un golpe en la garganta con tal fuerza que le dificultó respirar para acabar en el suelo.
—Uff… me vale de respuesta. —Cogió el móvil de su bolsillo y llamó. —¿Podrían subir dos personas? Ha habido un problema… sí… están despedidos… los tres… quiero que los retengan en alguna sala de reuniones… ¿La policía? Hmm… no hay problema.
—Pero si noso…
—No me interesa, nada, absolutamente nada de esto. —Se sorprendió de ver a Marie de rodillas y se acercó a ella, viendo entonces su labio partido y echando sangre, sacó un pañuelo y le tapó la herida. —No tenias que defenderme y mírate ¿Te han hecho daño?
—Estoy bien, no podía quedarme tan tranquila. —Entonces Hye se acercó a su oído, haciendo que Marie se sonrojase.
—Dicen que las mascotas defienden a sus dueños en situaciones de peligro… no quiero pensar que ya te tengo doblegada y que nuestro juego se haya acabado. —Sonrió al sentir la respiración acelerada de Marie.
—Solo hice lo… lo que haría cualquiera. —Miró hacia otro lado avergonzada.
—Eres muy buena chica así que te has ganado una recompensa, espera aquí tranquila mientras tu ama trabaja. —Entonces la levantó y la llevó en brazos mientras entraban dos guardias de seguridad, la sentó en la mesa y le acarició el labio mientras se miraban las dos. —Nadie toca mis cosas, te prometo que va a pagar muy caro el haberte hecho daño.
Hye se quitó el abrigo para dejarlo en la mesa pero Marie vio el ojo tras el flequillo y era de un iris blanco como si no pudiera ver con él, dejándola con la boca abierta. Estaba vestida con un pantalón de traje y una blusa blanca que estaba abierta dejando un escote al aire, su cuerpo era delgado y tonificado. Se fue con los guardias de seguridad llevándose a los tres hombres.
—No sé ni en qué lío me he metido… ha sido raro, y su ojo es… ¿Dolerá? —Miró el pañuelo, notó lo suave y sedoso que era, se centró en olerlo y solo pudo venirle a la cabeza un olor muy dulzón que empezó a saborear en su paladar. —¿Cómo puede ser algo tan dulce de alguien tan cruel? Al menos no me ha tratado como los demás.
Un papel salió de la impresora de la mesa, después otro, durante unos minutos hasta solo quedar diez en la mesa. Marie los leyó uno por uno hasta la quinta página.
—“Si la parte sometida está incomoda… debe decir Miss Luna para parar cualquier acción de la ama“, quiere que haya límites pero… y aquí pone “dirigirse a ella en privado como Hye y en público como Señora Gyeong”. —Leyó un poco más hacia abajo. —“El sexo debe ser siempre consentido entre ambas partes y puede pararse cuando una de las dos lo desee, ello implica que no puede haber sexo si alguna parte está inhibida por drogas o alcohol“, emm… como en cualquier relación sexual normal, al menos lo deja claro… “la parte sometida está obligada a llevar los juguetes y ropas que ordene la parte dominante en cualquier lugar que estén”, vale… eso no me gusta… “la parte dominante no tiene derecho a ordenar o decidir modificaciones corporales de la parte sometida”, tiene todo el sentido… no se si debo seguir leyendo.
El teléfono de la mesa empezó a sonar, Marie se acercó y dudó si cogerlo, miró a la puerta pero no parecía que pudiera haber alguien así que lo cogió.
—¿Si… dígame?
—Imagino que te lo estarás leyendo porque eres una buena chica. —La voz de Hye sonaba baja mientras se oían a los ejecutivos gritar. —He decidido que los límites mas turbios se hablen en privado y sean tomando un café mañana en el despacho.
—Es la recompensa ¿No?
—Sí, una de ellas, el contrato está recién redactado aunque casi todo es lo de siempre.
—No se si quiero hacerlo.
—He comprado la casa, casi el edificio entero si hubiera querido, no pagarás alquiler mientras seas mía.
—¡No puedes hacer eso!
—Eso decís todas pero siempre lo hago, no entiendo por qué.
—Por… espera ¡¿Lo has hecho para hacerme firmar?!
—Tendrás libertad, vivirás sola y podrás salir y quedar mientras yo lo diga, tus gastos los pagaré yo, con eso va el ocio porque tu vida privada es tuya pero tu sueldo servirá para pagar tu deuda conmigo.
—Creí que eras amable conmigo pero solo eres una…
—Dilo y volveré a hacer otro contrato. —Interrumpió a Marie con un tono muy serio.
—¿Cuánto durará esto?
—Hasta que pagues tu deuda, después te haré una transferencia a tu cuenta con la cantidad de tu sueldo en un año completo.
—¿Después me dejarás en paz?
—Por supuesto.
—Al menos dime que hice para que la tomes así conmigo.
—Fírmalo y vete a casa, si te veo en el despacho… bueno, repetiré lo del parking en mi nueva mesa y no te gustará
Hye colgó al instante y Marie tuvo el teléfono en la mano unos minutos, suspiró y entonces lo dejó al lado del abrigo y vio un bolígrafo sobresalir de un bolsillo, vio los papeles y después la puerta. Pensó y vio la carta arrugada, creyó que sería buena idea y entonces esbozó una ligera sonrisa.
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