lunes, 23 de agosto de 2021

Mi día a día con un demonio. Capítulo 2.

Al día siguiente siendo de tarde, Kenji se encontraba en un dormitorio desordenado y oscuro. Estaba vestido con traje negro, guantes negros de cuero, corbata gris, mocasines negros y chaleco gris. 

—Ese libro… —Kenji suspiró y se sentó en la cama. —¿Dónde…? 

Se mantuvo pensativo por unos segundos y miró al cajón de un armario.

—Claro…

Se levantó, rebuscó en el cajón sacando múltiples prendas interiores de hombre y un libro azul pequeño. 

—Lo suponía… —Kenji guardó el libro bajo la chaqueta y miró hacia la puerta. —Aún apunta a papel sus deudas.

Mientras Luna estaba sentada tocando teclas del piano, con un vaso de té frío en la mano derecha y con rostro triste. Llevaba una camisa negra, vaqueros negros y botas negras de cuero.

—¿Luna? —Preguntó Yumiko subiendo las escaleras.

Vestía traje negro y botines negros. Se acercó a ella y le tocó el hombro.

—Kenji vendrá en nada. —Se sentó a su lado y miró las teclas. —Siempre me ha gustado oírle tocar.

Luna la ignoró y dejó el vaso encima del piano. 
—Mis padres querían que tocase pero yo no soy buena aprendiendo. —Yumiko tocó la tecla Do y después Mi. —Siempre venía a mi casa a seguir tocando des… lo siento, no debería hablar de esto.

—¿Después de que su madre muriera?

Preguntó Luna evitando mirarla.

—Sí, su padre no sólo no quería que él tocara, no quería que tuviera algo que ver con su madre.

—Entiendo eso muy bien. —Luna le ofreció su té a Yumiko. —No voy a seguir bebiendo.

—Te lo agradezco, Luna. —Yumiko sonrió y Luna la miró beberlo todo. —Sabe bastante dulce.

—Receta de mi abuela.

Luna miró de nuevo las teclas y empezó a tocar Lacrimosa.

—Ella me enseñó muchas cosas después de sacarme de mi familia. —Luna siguió tocando siendo observada por Yumiko, quién se esforzaba por mantenerse despierta. —Desde el piano y la cocina hasta defenderme, no quería que fuese como ellos, como ella, una Kelly.

—Eres… pero tu apellido es Guerrero, es… —Yumiko empezó a sentirse mal y Luna dejó de tocar para cogerla de la mano. —Me has…

—No puedo estar aquí, te he sedado porque voy a huir, no de Kenji sino de mi familia. —Luna habló con seriedad, la soltó y la llevó al diván para tumbarla. —Lo… siento muchísimo…

—Podemos ayudarte…

Yumiko intentó coger su mano con fuerza pero Luna se zafó.

—De mis padres no… nadie puede.

Luna se marchó al dormitorio intentando aguantar sus lágrimas, pues sentía que traicionaba a Kenji, rompiendo su propio corazón.

—No debo… él es un criminal y… 

Cogió el bolso del armario y dudó por unos segundos. 

—No quiero que le hagan daño por mi culpa.
Se marchó bajando las escaleras hasta llegar al salón, dudó por unos instantes si cruzar la puerta de la entrada y cogió el teléfono.
—Ojalá volver a oír su voz…

Rompió en dos su móvil y lo dejó caer.
Se marchó del apartamento, llegó al ascensor y bajó hasta la entrada. Allí cruzó la puerta y de la esquina apareció Kevin Kelly, vestido con ropa de deporte, deportivas baratas y sudadera.

—¡Hermanito! —Exclamó feliz de forma siniestra y Luna se asustó. —Ahora eres hermanita, claro.

Luna se dio la vuelta y un hombre le propinó un puñetazo, noqueándola en el acto y dejando caer su bolso.

—Papá se va a poner feliz cuando te vea. —Un coche aparcó frente a ellos y Kevin la cogió en brazos. —Abre el maletero.

Mientras tanto Kenji se encontraba en el coche conduciendo. Paró en un semáforo y su teléfono sonó, al cogerlo leyó símbolos de exclamación en el nombre de la llamada.

—¿Quién nos ha atacado y cuántos heridos?

Kenji dejó el teléfono en el asiento del copiloto.

—¡Los Kelly se han llevado a la señorita Luna! —Gritó un hombre y Kenji se enfureció. —¡Y la señorita Yumiko está inconsciente!

—Llama a Andrea y que busque en las cámaras de seguridad su rastro.

—¡Sí, señor!

Kenji colgó y suspiró enfadado. Aceleró el coche, conduciendo durante quince minutos sin parar y a gran velocidad. 

—Sabía que esto pasaría... siempre fuiste una de ellos…

Pasó cerca de la estación buses y bajó la velocidad hasta parar a un lado en la acera.

—Necesito pensar a donde la llevarían. —Kenji intentó calmarse y aguantó la respiración. —El apartamento está en el centro, podrían llevarla muy lejos pero… quizás un polígono industrial… es zona de triadas y… querrán que tenga problemas con mucha gente si quiero ir a rescatarla… claro… el puerto.

El móvil sonó y Kenji lo cogió.

—Andrea, la han llevado al puerto. —Kenji habló con rapidez y sin titubear. —Y es una Kelly.

—Eh… de hecho sí, está ahí. —Un joven con voz de adolescente habló. —Y es una Kelly, bueno, se cambió la identidad justo al llegar a España desde Irlanda ¿Estaría huyendo de ellos?

—Es seguro.

—Vi en las grabaciones que ella se asustó de uno de ellos al salir del portal así que…

Kenji colgó el teléfono molesto y dejó el móvil en el asiento.

Mientras Luna estaba atada a una silla, amordazada con un gag de bola con agujeros y una venda en los ojos. Estaba en un almacén vacío y sucio, custodiada por dos hombres.
Kevin se acercó por detrás y en silencio.

—Despierta, hermanito. —Puso las manos en los hombros de ella, despertando bruscamente. —¿Qué tal has dormido?

—¡Hmmmf! 

Gritó Luna asustada.

—¿Eso es que estás feliz? Pues claro que lo estás, nos has echado de menos. —Kevin susurró y sonrió de forma siniestra. —Has cambiado mucho ¿Cuánto ha sido? ¿Doce años? No… dieciséis años han pasado ya.

—¡Hmmff, hmnff! 

Luna agitó la cabeza y Kevin le agarró del pelo tirando hacia atrás.

—Estás tan guapo… ahora entiendo que papá quiera recuperarte, joder… si me dan ganas y todo de follarte esa boquita preciosa. —Luna empezó a respirar asustada. —Tengo curiosidad ¿Te has cortado esa pollita? Ya sabes lo mucho que le gustaba a papá ver como te meabas cuando…

Luna se agitó con fuerza, tirando con ella a Kevin y haciendo que ambos cayeran al suelo violentamente. Luna gritó sin parar y escupió la bola.

—¡No me toques, puto cerdo! —Gritó Luna mientras Kevin se levantaba, los hombres la pusieron de nuevo en su sitio y ella se resistió. —¡Soltadme! 

Escuchó el martillo de una pistola cerca de su cabeza, paralizándola. Sentía terror, al principio de morir pero después recordó el rostro de Kenji, los besos, su fría mirada y sólo pudo temer no volver a verle.

—Cierra la boca. —Susurró Kevin enfadado. —No te entregaré a él si te portas bien.

—¡No voy a hacer nada, cerdo de mierda!

—La abuela Donna, te legó mucho dinero al morir, muchísimo, el dinero de la familia en un código. —Retiró el arma, fue a estar frente a ella y le puso el cañón en la ingle. —Mira… tú me dices dónde y te garantizo una muerte rápida, no volverás a ver a papá jamás.

—No te pienso dar nada.

—¿Te gusta ser duro? Muy bien.

Luna se empezó a asustar al notar cómo apretaba el cañón contra su ingle con fuerza, su respiración fue más acelerada y su mente sólo pudo pensar en Kenji.

—Kenji… lo siento… —Susurró entre lágrimas y hubo un disparo.

Luna se asustó, escuchó disparos sin cesar y oyó finalmente como caía alguien. Hubo silencio por unos segundos, después multitud de pasos y volvió el silencio. Pudo oír entonces los pasos de alguien que se acercaba, Luna jadeó de miedo, llorando a través de la venda y temblando.

—No me toques… no te atrevas… —Los pasos cesaron y Luna alzó la mirada en un intento de mantener el orgullo. —Tendrás que matarme… o te mataré yo con mis manos ¡¿Me oyes?!

—Kenji… hijo de puta… —Escuchó a Kevin susurrar y toser y se sintió aliviada al oír ese nombre. —¿Vas a empezar… una guerra con nosotros? ¡¿Por él?!

—Sí, por ella. —Luna agachó la cabeza al oír a Kenji y sintió los dedos de él en la barbilla, haciendo que la volviera a levantar. —Llevadlo al carnicero.

—Si has venido a por el di… —Susurró Luna y Kenji la besó interrumpiéndola. —dinero…

—No soy un cobrador de deudas. —Kenji susurró molesto y le quitó la mordaza del cuello. —Vengo a por ti.

Luna sintió vergüenza y miedo, apretando las manos y notando como las cuerdas eran cortadas con un cuchillo por uno de los hombres de Kenji.

—¿Te han hecho daño? —Kenji se arrodilló y le acarició la mejilla, Luna se quejó de dolor pero negó con la cabeza. —Sé que te han pegado, pienso en…

—Soy una Kelly, deja de ser compasivo conmigo y mátame… —Kenji le quitó las vendas y ella cerró los ojos para evitar mirarle a los ojos. —Te he traicionado, te he mentido… soy igual que ellos…

Kenji la cogió en brazos, sorprendiéndola, y caminó hacia la salida. Luna miraba a Kenji, permaneciendo frío y sin ninguna emoción ante ella.  

—No tenía elección… Kenji. —Salieron del almacén y vio que estaban en el puerto. —No quería que te hicieran daño.

—En cambio, tú me lo has hecho. —Kenji la sentó en la parte de atrás del coche. —Ponte el cinturón.

Kenji se quitó la chaqueta y arropó a Luna.

—¡Kenji! —Gritó Luna y él cerró la puerta con fuerza. —Tienes que dejarme ir o sino… mátame.

Él se sentó de piloto, arrancó y suspiró enfadado.

Estuvo conduciendo durante unos minutos en los que hubo tensión entre ellos.

—¿Yumiko está bien?

Kenji no respondió y Luna suspiró molesta.

—Olvida lo que he dicho.

—Ella está bien.

—Lo siento… la drogué, intenté escaparme. —Kenji miró a Luna por el espejo retrovisor. —El día que te salvé, necesitaba el dinero para huir porque creí que mi madre estaba cerca de atraparme, supongo que sabían dónde estaba todo este tiempo.

El coche paró y salió Kenji primero.

—Ahora no puedo irme… —Kenji le abrió la puerta y ella salió. —Gracias.

—Vamos.

Tardaron unos minutos en llegar al apartamento, y al entrar, Luna dejó caer la chaqueta.

—¿Por qué has venido a por mí? —Luna habló sin mirar a Kenji y él la miró enfadado. —Claro… siempre es el dinero.

Kenji la agarró de las muñecas con fuerza y la arrinconó contra la puerta.

—No quiero eso. —Kenji habló enfadado. —¿Aún no te das cuenta?

Luna se sonrojó y Kenji apartó la mirada.

—¿Por qué…? ¿Acaso estás… enamorado?

—Ya te lo dije… —Kenji acercó sus labios a los de ella y ella jadeaba avergonzada. —Pero no me escuchas…

—Aún así… te he traicionado y te he hecho daño. —Luna apartó la mirada. —No puedo quedarme sabiendo las cosas que te he hecho.
—Bien, compénsame.

—¿Qué? —Luna se sorprendió y miró a Kenji, quien se alejó de ella y la soltó. —Pues… tengo cuarenta millo…

—No quiero dinero.

—Puedo tocar para ti la canción de piano más difícil que se te ocurra. —Kenji arqueó una ceja y Luna suspiró. —Dudando de mí, claro.

—No, no quiero oírte tocar. —Kenji se acercó al sofá y se desabrochó el chaleco. —Hay muchas formas de compensarme.

Kenji dejó caer el chaleco y caminó hacia las escaleras.

—Ha sido un día complicado, te permito que me invites a cenar a tu… —Kenji se giró y vio a Luna de rodillas frente al sofá. —Luna…

—Hazme lo que desees. —Luna habló tranquila e intentando contener su vergüenza. —Espero compensar así al joven señor.

Kenji jadeó ansioso, caminó hacia ella y Luna le miró los zapatos.

—¿Estás segura de esto?

—Ya me corrompiste… —Luna apretó los puños y empezó a intentar respirar con calma. —He in-intentado negarme a mi misma el por qué viniste pero no puedo… te gusto y… mientras yo estaba en esa silla, sólo pude pensar en ti.

Kenji la agarró de la barbilla y la hizo mirarle.

—No sólo siento que… estoy enamorada, hay emociones oscuras dentro de mí. —Intentó apartar la mirada mientras veía que Kenji sonreía complacido. —Y si someterme sirve para satisfacerte y complacerte…

—Acepto tus deseos, Luna. —Le introdujo un pulgar en la boca y ella lo lamió en círculos. —No me refería a esto con compensarme…

Kenji no podía evitar la mirada lasciva de Luna, sintiendo que lo provocaba y deseando someterla.

Apartó la mano y lamió el pulgar.

—Yo… tampoco…

—¿Qué palabra de seguridad quieres usar?

—Luz, si digo cualquier otra cosa, ignóralo. —Luna volvió a estar cabizbaja. —Si tienes alguna norma…

—Llámame señor, mientras estemos en sesión soy tu señor, debes hablarme con respeto y no me contestes.

—Entendido…

—¿Entendido? —Luna dudó por unos segundos y Kenji la agarró del pelo tirando hacia atrás. —Debes ser rápida.

—Entendido… Señor… —Luna fue soltada y vio que Kenji le ofreció la mano. —¿Puedo levantarme, señor?

Kenji asintió y ella se levantó con su ayuda.

—¿Estás segura de esto? —Kenji se acercó a su oído y le apartó el pelo tras la oreja. —Puedes echarte atrás cuando quieras…

—¿Te da miedo no poder dominarme?

Luna susurró con una sonrisa y Kenji le apretó el cuello con una mano.

—¿Así quieres las cosas?

Kenji se apartó para mirarla, vio como Luna ponía los ojos en blanco intentando respirar, la soltó y ella fue recobrando el aire.

—Desnúdate y espera aquí de rodillas.

Kenji se marchó al segundo piso, tardó varios segundos y volvió con un collar y una fusta en la mano pero molesto al ver que ella seguía vestida y de pie.

—No pareces tener claro tu rol.

—Lo tengo, te he ofrecido mi cuerpo y estoy esperando a que tomes mi voluntad, si puedes. 
—Luna miró a Kenji con una sonrisa y él la miró sin inmutarse. —Sabes de sobra que soy orgullosa.

Kenji se acercó, la abofeteó y la cogió de la barbilla.

Vio que Luna estaba encendida y arrepentida, sintiéndose complacido.

—Lo siento… —Susurró Luna y Kenji la soltó a la vez que tiró la fusta en el sofá. —No volveré a desobedecerte…

—Sigues sin respetar las reglas y sé que a propósito. —Luna sonrió al oírle mientras le ponían el collar. —Te gusta tentarme…

Kenji susurró y le abrió la camisa con fuerza, rompiéndola y saltando botones a todos lados. La vio semidesnuda, con sus senos al aire, su piel pura sin ser marcada y con gotas de sudor cayendo por ella.

—Era mi camisa favorita… —Kenji le quitó camisa y le ató las manos con ella desde atrás. —Es muy cruel…

—Tú quisiste esto… —Kenji la cogió de la mandíbula y acarició uno de los pezones con la otra mano. —Son las consecuencias.

—Basta… —Luna jadeaba e intentaba resistirse mientras Kenji apretaba el pezón con los dedos. —Demonio…

—Pídeme que pare. —Kenji habló con firmeza y ella intentó negar con la cabeza. —Eres muy terca.

—En el fondo te gusta…

Kenji la soltó y la tiró contra el sofá, haciendo que ella acabase de rodillas en el suelo y apoyando el rostro en el asiento.

—Voy a disfrutar enseñándote tu lugar a partir de ahora —Luna jadeó encendida al oírle y sentir como Kenji la desnudaba de cintura para abajo. —Si ser cruel es la única forma de que aprendas…

Kenji cogió la fusta y se relamió al ver a Luna desnuda, temblando y sometida. No dejó de mirar las blancas y redondas nalgas de Luna, calculando la distancia y la fuerza de su próximo golpe y pensando cuán sensible podía ser.

—Lo siento… mi señor… —Suplicó Luna y sintió el golpe de la fusta, gritando de dolor y apretando las manos. —¡Lo siento, señor!

Kenji no se inmutó y siguió azotándola sin piedad, turnando cada nalga, haciendo que ella gritase en una mezcla de dolor y placer. No hubo descanso ni piedad en los ojos de Kenji, no dudó en cada golpe mientras veía como las nalgas se enrojecían más.

A los cincuenta azotes, Kenji tiró al suelo la fusta y Luna intentó moverse pero acabó tumbada de lado en el suelo, jadeando, llorando y babeando.

—Lo siento… mi señor… soy tuya…

Kenji sonrió complacido viéndola y viendo el miembro erecto, se arrodilló y le acarició el rostro.

—Se siente muy bien… señor…

Fue a cogerla en brazos y la llevó ante la entrada.

—Me portaré bien… —Luna miró asustada y entre jadeos a Kenji, quién no se inmutaba ante las súplicas. —Porfavor… señor…

—¿Puedes estar de pie?

Luna asintió y Kenji la dejó de pie mirando a la puerta.

—Mírate… —Kenji susurró y le acarició el miembro de arriba hacia abajo, estremeciéndola de placer. —Quieres que te folle ¿Verdad?

—Quiero… quiero que la metas… —Luna notó como los dedos acariciaron el glande. —M-mi señor… fóllame fuerte…

Kenji se lamió un dedo corazón y lo metió en el ano de ella.

—Hay gente… mi… —Notó un segundo dedo y el jadeo de él en su cabeza. —Mi señor…

—Pues no hagas ruido…

Movió los dedos en círculos y la hizo estremecerse más. Luna intentaba no gemir, su miembro empezó a lubricar y sus piernas temblaron.

—¿No os sorprende no oír discusiones? —Escucharon a un hombre. —Se le veía enfadado.

—Esa chica va a sufrir muchísimo.

Retiró los dedos y se bajó los pantalones y los boxers, mostrando su miembro erecto.

—Mételo… —Suplicó Luna susurrando. —Hazlo…

Kenji escupió sobre el miembro, metió hasta el glande con cuidado y Luna apenas pudo mantenerse en pie.

—Relájate. —Kenji le tapó la boca con una mano y con la otra tiró de los brazos y la metió de golpe, haciendo que ella gimiera en silencio. —Iré con calma…

La fue sacando con calma y metiéndola de golpe una y otra vez, haciendo sufrir y disfrutar a Luna.

Kenji disfrutaba estando dentro de ella y como se estremecía con la fuerza que él mismo ejercía, la vergüenza de ser oída y sorprendida por los subordinados, y sobretodo de ser sometida duramente.

—Considera esto… tu castigo… —Kenji jadeaba y gemía entre arremetidas. —Por hacer… que me preocupe…

Se oyó un portazo, a los segundos unos pasos, y después golpes en su puerta. Luna se asustó y sintió el miembro del todo presionando contra la próstata.

—¡Señor, voy a hacer guardia en el portal!

La voz de un hombre asustó aún más a Luna y Kenji la presionó más corriéndose dentro de ella y ella en la puerta.

—Ve, no hay problema. —Kenji notó como Luna estaba sin fuerzas y sonrió complacido. —No pienses que esto ha parado.

martes, 17 de agosto de 2021

Mi día a día con un demonio. Capítulo 1.

Al día siguiente por la mañana Luna despertó vagamente y se estiró.

—Puf… que sueño. —Luna se levantó torpemente y vio en la mesa del escritorio un fajo de billetes. —¿Qué es esto?

Luna vio que había una nota a su lado y la leyó.

—Los dos mil euros… supongo que no pudo conseguirlos de otra forma si Víctor está muerto. —Luna dejó la nota a un lado y miró hacia la puerta. —Si este es su dormitorio ¿Dónde habrá dormido él? Bueno, da igual

Cogió el teléfono del escritorio y miró Instagram mientras se acercaba a la puerta, la abrió y vio a Kenji desnudo y con el cabello suelto y mojado, apoyado en la barra relajado, y tomando una taza de café a la vez que miraba hacia la ventana a un lado.

Su cuerpo estaba sin vello y tonificado, sobretodo abdominale y pectorales, areolas rosadas y medianas, miembro de 21 cm y de 3,5 cm de grosor, circuncidado y rasurado, un tatuaje en el lado derecho del pecho y el hombro, un tatuaje de un dragón rojo y negro en la espalda al completo, tatuajes de tipo tribal por los muslos y piernas, cicatrices de cortes por el abdomen y el hombro izquierdo quemado.

Luna se sonrojó, Kenji entonces dio un sorbo y miró de reojo a la puerta, viéndola a ella.

No pudieron dejar de mirarse, ella se sentía prisionera y a la vez presa de aquella mirada de lobo, sus manos temblaban, su cuerpo se paralizó en un instante y de su boca escapaban sus jadeos, se sintió poseída y controlada por Kenji, se asustaba imaginando lo cruel que podría ser con ella, las miles de formas en las que él podría tomarla sin importar la resistencia que ella ofreciera, parecía que aquella gentileza de la noche anterior no era sino un espejismo del depredador que tenía ante ella.

—Mierda. —Luna cerró la puerta con fuerza dejando caer el móvil y Kenji siguió mirando a la ventana. —Joder, el móvil… ¿Voy a cogerlo? Mierda…

Kenji se acercó a la puerta y agarró el móvil, viendo fotos de ella y un hombre besándose, haciendo que se sintiera molesto y celoso.

Luna suspiró y abrió la puerta con cuidado, encontrándose de frente con Kenji, quién tenía el teléfono en la mano.

—Aah… el… manubrio ¡Móvil! Mi móvil. —Exclamó nerviosa. —¿Me lo das?

—Tienes el desayuno listo, en una hora viene el doctor, toma. —Kenji le dio el teléfono y Luna cerró la puerta con fuerza, haciéndole suspirar molesto. —No la soporto.

Se marchó a la otra puerta y cruzó. Luna abrió la puerta y vio que estaba sola.

—No debería ir desnudo por casa, aunque sea suya estoy aquí. —Suspiró molesta y caminó hacia las escaleras. —Es un maleducado y un nudista pervertido.

Luna bajó las escaleras y vio en la mesa del comedor una taza de té y un sándwich con Nutella.

—Es… lo que desayuno cada día. —Luna se acercó sorprendida y se sentó a la mesa. —Quizás estoy siendo demasiado dura con él.

Dio un sorbo, sonrió y dio un bocado al bocadillo, haciéndola disfrutar y dejando una mota de cacao en las comisuras.

—Esto está buenísimo… —Tragó y oyó a Kenji bajar las escaleras. —Debería darle las gracias.

Se levantó y vio a Kenji vestido con pantalones negros de traje, camisa blanca con tirantes negros, corbata negra, botines de cuero negros y guantes de cuero.

—¿Kenji? —Luna se levantó y Kenji apartó la mirada molesto.

—Debo atender un asunto, una amiga estará custodiando la puerta mientras llega el médico.

—Gracias… por el desayuno. —Kenji se acercó a ella y la miró, avergonzándola. —Es lo que suelo tomar… esta vez… pero está muy bueno esta vez… y bueno… esta vez…

Kenji le quitó la mota de cacao con el pulgar y lo lamió.

—¡¿Qué haces?! —Preguntó sorprendida.

—No me gusta que la gente vaya sucia por mi casa.

—¡¿Su-sucia?!

—¿Acaso besarías a tu novio con la boca manchada?

—Para eso debería tener novio primero. —Luna suspiró enfadada y Kenji se sorprendió. —Y sí, besaba a mi ex con la boca manchada.

—Vaya… —Kenji sonrió aliviado.

—¡Ni se te ocurra preguntar! —Exclamó molesta y sonrojada.

Kenji se marchó sonriente disfrutando de la conversación, y salió del apartamento.

—Idiota…

Se tocó la comisura, jadeó y pensó en la mirada de Kenji, en su tacto, su dulzura, su firmeza.

—Kenji… te odio… —Luna susurró encendida y avergonzada. —Creo que podría tocarme un poco…

Mientras tanto Kenji estaba esperando el ascensor en un pasillo de suelo de granito, paredes pintadas de verde y techo blanco, con cuatro puertas que daban a distintos apartamentos.

—Debería coger el teléfono de prepago.

Kenji se fue a la puerta del fondo y de la puerta de al lado salió una chica.

Tenía 24 años, 1.78 cm, delgada, atlética, piel blanca, cabello oscuro y liso, corto hasta los hombros, ojos azules, labios finos, vestía traje negro con corbata negra y una pistolera bajo la chaqueta, además de botines negros de cuero.

—Señor ¿Se encuentra bien? —Preguntó ella con dulzura.

—Voy a coger mi otro teléfono, Yumiko.

—Puedo ir a buscarlo si quiere. —Kenji le acarició la cabeza y entró en el apartamento.

—Se ha dejado el desayuno a medias… esa chica… —Kenji entonces se alertó. —¿Dónde está?

Kenji subió las escaleras con cuidado y miró en el baño.

—Esto es extraño. —Susurró preocupado.

Se acercó a la puerta del dormitorio y se mantuvo en silencio.

—Kenji… más… tócame un poco más… con calma… —Luna gemía despacio y Kenji jadeó sonrojado.

Abrió la puerta, viéndola desnuda, tumbada bocarriba y dándose caricias en el glande, siendo testigo del cuerpo sudoroso y suave de Luna, su rostro de lascivia, la saliva cayendo por la comisura de sus labios. Kenji se relamió, se acercó a ella y se tumbó a cuatro sobre ella.

—Kenji… —Susurró ella mirándole a los ojos. —Con cuidado…

—¿Crees que soy gentil? ¿Qué soy dulce y amable? —Kenji se acercó a su oído y susurró disfrutando. —¿Qué voy a comértela con mucho cariño?

Luna asintió y le miró de forma suplicante.

—Te equivocas, me da igual que estés herida, no tendré piedad… Luna. —Ella tragó saliva mientras él se relamía los labios. —Haré que gimas mi nombre, me sientas bien, haré que sólo puedas pensar en mi voz, mi cuerpo… incluso después de terminar, tu cuerpo sólo tendrá mi esencia y se encenderá cuando me veas cada día.

—Eso es cruel… —Susurró avergonzada y Kenji se sentó.

—Y lo dices tú, con tu rostro adorable e inocente, que no has dejado de provocarme y preocuparme al mismo tiempo. —Kenji se inclinó y la besó con lengua, ella intentó tocarle el rostro pero se lo impidió agarrándola de las muñecas, se apartó y la miró encendido. —Quiero corromperte… Luna.

—Eres un demonio…

—Lo soy… —Kenji la volvió a besar, jugando ambas lenguas hasta que se separó y dejó un hilo de saliva entre ambos labios. —Y siempre tomo lo que quiero.

Kenji no podía evitar sentir que estaba mal, sentía que no debía, al menos una parte de él, en el fondo deseaba tomarla y tenerla, deseaba que ella temblase con todo el placer que podría brindarle, pero no pudo evitar ver las vendas, no podía arriesgar la salud de ella.

La soltó, se levantó de la cama, la agarró de las piernas y tiró de si mismo.

—Tengo una reunión así que haré que te corras rápido. —Luna tragó saliva y se agarró con fuerza a las sábanas.

Se arrodilló y acercó los labios al miembro erecto de Luna, lo introdujo en su boca y apretó los labios mientras la miraba.

—Joder… Kenji…

Bajó hasta tenerla en la garganta y subió con calma hasta apretar el glande con los labios y jugar con la lengua.

—Espera… tan rápido no… es raro… ¡Kenji!

Kenji cerró los ojos y empezó a subir y bajar con rapidez mientras agarraba los muslos y clavaba las uñas.

—Kenji… ¡No puedo… Kenji! —Luna empezó a temblar y gemir con fuerza. —Yo… no…

Kenji se separó, se relamió la corrida que caía de sus labios y tragó al mismo tiempo que miró a Luna, quien jadeaba y temblaba sin control.

—Lo siento… con poco puedo… llegar al orgasmo…

—No puedo resistir más.

Kenji la hizo inclinar la cadera hacia arriba y acercó sus labios a las nalgas.

—¿Kenji? Espera…

Lamió en círculos el ano mientras masturbaba el miembro de Luna con rapidez.

—¡No… joder! —Gimió aún más Luna sintiendo la lengua de Kenji dentro del ano. —Dios… es tan… real…

Agarró del pelo a Kenji mientras gemía sin control durante varios minutos, sin poder dejar de sentir el control que él ejercía en ella.

—¡Kenji, me corro! Basta… —Luna arqueó la espalda al mismo tiempo que gemía con fuerza. —¡Joder…!

Se separó de ella y acercó sus labios al miembro, lo metió hasta la garganta y sintió las intensas palpitaciones hasta notar cómo expulsaba la corrida dentro de él con fuerza.

—Es increíble… es una alucinación pero… —Luna sudaba y temblaba de placer todo su cuerpo. —Parece… real…

Kenji se levantó, tragó y se tumbó a cuatro sobre ella.

—Soy totalmente real, al igual que todo lo que te he hecho y dicho.

Kenji la besó, se levantó y suspiró cansado mientras miraba el teléfono.

—Pero… —Luna se sorprendió y avergonzó a la vez que él cogía un bokken del armario y un móvil del cajón del escritorio.

—Descansa y duerme un poco, el doctor vendrá después de comer.

Kenji se marchó y Luna intentó levantarse.

—Dios, que he hecho, no… no puede ser… va a odiarme…

Luna se abrazó avergonzada y jadeando.

—¿Por qué me…? No entiendo por qué me ha tocado así…

Media hora pasó y Kenji se encontraba en el coche, sentado en el asiento de pasajeros, llevando chaqueta, con rostro enrojecido y de actitud serena.

—¿Por qué no ha sido suficiente? Creí que tocando su piel podría saciar mis deseos pero… —Susurró y miró su mano derecha y suspiró molesto. —Quiero más, necesito más pero todo cuanto busco es demasiado oscuro… quizás… es el sabor de ella aún en mi boca, aquel fluido… era tan dulce…

—¿Señor? —Preguntó el conductor. —Ya estamos en la cafetería.

—Aún no están, esperaré aquí. —Kenji miró por la ventanilla con calma. —He estado pensando.

—¿En qué si puedo preguntar?

—La chica, me recuerda a un día que fui de viaje con mi padre, el festival de verano cuando tenía doce años. —Sonrió de forma afable y cerró los ojos. —Había una pareja extranjera, eran una mujer mayor y un niño que iba siempre con un libro, tendría… ocho años.

—Suena interesante, señor.

—Lo es, unos niños le robaron el libro para humillarle, le tenía un gran apego y ellos lo notaron, yo pude devolvérselo y… me enamoré. —Abrió los ojos y miró el teléfono. —No consigo olvidar sus pecas, sus ojos azules, su cabello rojizo… era tan dulce… quise besarle aquella noche… frente al templo… y no lo hice.

—No sabía que le gustasen los hombres, señor.

—Y no me gustan. —Guardó el teléfono y se relajó. —Creo que nunca fue un chico.

—Ya están aquí, señor.

Kenji salió acompañado del conductor y fue a una cafetería. Entraron juntos y vieron que sólo había dos hombres sentados en la mesa de una esquina. Vestían traje, eran pelirrojos y estaban armados.

—Siéntese, sin miedo. —El joven le invitó a sentarse y Kenji se sentó con él. —Es un placer conocerle.

Era un hombre de su misma edad y altura, muy delgado, pelirrojo, de pelo corto, pecas, ojos azules, barba de tres días, con traje azul, corbata verde y mocasines verde.

—Esperaba a Darren Kelly, no a un segundón llamado Kevin. —Kenji se relajó y le miró con desprecio.

—Bueno… mi padre no ha podido venir. —Kevin sonrió. —Así que he venido en su nombre a hablar de un par de cosas.

—Quiero saber por qué no ha venido. —Kevin fue a hablar pero Kenji carraspeó interrumpiéndole. —Convénceme, elige bien tu respuesta.

—A mí me da curiosidad que un hombre de la yakuza se lleve a una mujer herida de un club cuyo dueño ha muerto de un disparo.

—¿Esa es la obsesión de su padre? ¿Una mujer? —Kenji se frotó la frente sorprendido. —Los rumores sobre Darren son ciertos entonces.

—Mi padre no es un violador si te refieres a eso. —Kevin habló molesto.

—No tengo interés en la enfermedad de Darren Kelly.

—¡Mi padre no es un puto violador! —Kevin se levantó furioso de la mesa y Kenji mostró una sonrisa burlona. —¡Son mentiras que soltó la puta de su mujer cómo excusa para traicionarnos! ¡Usó hasta a mi hermano pequeño contra él!

—Vaya… ahora entiendo todo. —Kenji se levantó de la silla con calma.

—¿Entender qué?

—No voy a participar en la guerra entre tus padres, sé que Amy Kelly quiere tomar la familia asentada aquí, la vuestra, me parece perfecto. —Kenji miró a su subordinado y él se marchó. —Y la chica, es sólo una mujer inocente, no tiene nada que ver con ustedes.

—Ni siquiera he…

—Tengo otras cosas que hacer, no vuelvas a molestarme.

Kenji se marchó y subió al coche.

—Voy a preparar el almuerzo de Luna.

—¿A las tiendas de siempre? —El conductor miró a Kenji y él asintió. —Señor ¿Cree que la joven está relacionada con ellos?

—Tengo una corazonada.

—¿Y por qué ha jugado con ellos? —Kenji miró al conductor a través del retrovisor. —Acabaríamos en guerra por esa joven sólo por no contar la verdad.

—Me salva la vida y quieres que la eche a los lobos sin saber que ocurre con todo esto ¿Es lo que me estás diciendo?

—No… señor.

Pasó una hora y Kenji volvió al piso cargado de bolsas.

—Señor. —Yumiko se levantó y ayudó a Kenji con las bolsas. —La joven está durmiendo en su habitación desde que el doctor se fue.

—¿Qué ha dicho sobre su estado?

—Se encuentra mejor, más recuperada.

—Bien, voy a subir a verla, lleva las cosas a la cocina.

Kenji subió las escaleras y entró en el dormitorio. Luna dormía con el camisón y la ropa interior, temblaba balbuceando asustada, y tumbada bocabajo.

—Luna. —Kenji caminó hacia ella y se tumbó a su lado. —Es sólo una pesadilla, tranquila.

—Déjame… suéltame…

—Despierta... —Susurró preocupado y le acarició el cabello. —Estás a salvo.

—Kenji… —Susurró ella sollozando.

—Estoy aquí. —Luna se dio la vuelta y se sorprendió al verle. —¿Te encuentras bien? ¿Puedo hacer algo?

Luna le abrazó, tumbándose de lado con él y refugiándose en su pecho.

—Quédate… —Luna susurró asustada. —No quiero estar sola.

—No lo estás. —Kenji la abrazó con fuerza y suspiró. —Y esa pesadilla no era real.

—Pero… se siente… se sentía tan real… —Luna lloraba sin parar y se agarraba con fuerza a la espalda de Kenji. —Incluso en sueños… él me acecha… no logro olvidar aquello…

—Se irá tarde o temprano… —Kenji le dio caricias en la espalda y en la cabeza. —Estoy aquí.

—Gracias… Kenji…

—Voy a prepararte el almuerzo ¿De acuerdo? —Kenji se separó y se levantó. —Toma el tiempo que necesites para salir de la cama.

—Kenji… lo de esta mañana…

—Fue real. —Kenji se quitó la corbata y la colgó en el pomo. —No pude controlarme… lo siento.

—No importa, yo no podía tampoco… perdona…

—Estabas con mucha fiebre, me aproveché de ti.

—No lo hiciste…

—Voy a preparar una sopa, avísame si necesitas algo.

Kenji se marchó y Luna se agarró a las sabanas con fuerza.

—Nadie me había hecho sentir tan bien… —Su corazón se aceleró y recordó los labios de Kenji besándola. —Y no consigo pararlo, quiero más…

Mientras Kenji caminaba hacia la cocina y veía a Yumiko marcharse del apartamento.

—Quizás una crema entre mejor que una sopa. —Kenji se mantuvo pensativo y recordó los gemidos de Luna, sonrojándose y haciéndole jadear. —Basta…

Suspiró molesto y caminó hacia la cocina. Era una habitación rectangular de paredes de azulejos blancos, suelo de mármol blanco y techo blanco, lámpara sencilla, encimera de granito negro, fregadero de metal, armarios de ébano, horno, nevera, microondas y cafetera.

—Debería cortar la calabaza primero y… —Sacó un cuchillo de cocina de un cajón y se mantuvo pensativo mirándolo.

—¿Kenji? —Preguntó Luna tocándole el hombro.

—¿Qué? —Miró a Luna y respiró profundamente. —Disculpa ¿Qué decías?

—No decía nada… ¿Estás bien? —Luna le acarició la frente y él le apartó la mano. —Deja que te ayude ¿Qué hay que hacer?

—Saca la calabaza pelada de la nevera.

Luna obedeció y Kenji sacó una tabla de los estantes de platos.

—Corta los trozos en dados. —Dejó la tabla en la encimera y fue a buscar en otro armario. —Ve con calma, no hay prisa.

Sacó una olla y la puso en la vitrocerámica, entonces vio a Luna cortar y se puso detrás de ella.

—Así te harás daño en los dedos. —Kenji susurró en su oído, encendiendo a Luna, se pegó más al cuerpo y puso las manos sobre las de ella. —Hazlo suave, cortes lentos, deja que el peso del cuchillo haga su parte.

Kenji apretaba el miembro contra las nalgas de ella, teniendo una erección mientras le olía la mezcla de champú de coco y gel de chocolate, encendiéndose más. Luna sentía la fuerza de las manos de él, cómo la manejaba, el calor del cuerpo en su espalda, su miembro endurecerse al mismo que el de Kenji, su corazón se aceleraba y ambos jadeaban.

—Mira… así… —El cuchillo bajó y cortó el trozo de calabaza, dejando un trozo rectangular. —Estás demasiado tensa…

—Es tu culpa… mira cómo estamos… —Luna susurró molesta y Kenji retiró las manos y las puso en la mandíbula de ella. —Se nos hará tarde el almuerzo…

—Lo sé… —La cogió de la cintura con la otra mano y se acercó a su cuello. —Es tu culpa… Luna…

—Yo no tengo culpa… demonio… —Luna le miró encendida y molesta. —Suéltame…

—Me das órdenes con esa voz tan tierna y ese rostro tan dulce… es injusto.

—Para… no voy a enamorarme de ti… —Luna cerró los ojos y tragó saliva. —Eres un criminal…

Kenji la besó en el cuello y bajó la mano hacia las nalgas.

—Un ladrón…

La soltó y la volvió a besar en los labios.

—Corrompes lo que tocas… demonio… —Luna apartó la mirada y se separó. —Yo…

—¿Tú no eres diferente? ¿Ibas a decir eso? —Kenji caminó hacia ella y Luna se echaba hacia atrás hasta ser arrinconada por él. —Me da igual lo oscura que seas, Luna.

—No me conoces.

—Y eso me gusta más, eres misteriosa. —Kenji le acarició la barbilla. —Dulce, tierna, amable… misteriosa…

—No somos diferentes… —Luna cerró los ojos y dejó caer el cuchillo mientras Kenji se inclinaba para besarla, entonces ella puso las manos en el pecho de él y le paró. —Lo siento, no puedo… no podemos, de verdad.

Luna se zafó de Kenji y se marchó de la cocina. Él sonrió y suspiró complacido.

—No soy dulce, aunque creas que sí, Luna. 

domingo, 15 de agosto de 2021

Mi día a día con un demonio. Prologo.

Esta historia comienza de tarde con un hombre en el balcón de un apartamento de dos plantas y tomando una taza de té sentado en una silla lujosa. Vestía traje negro sin chaqueta, con chaleco, corbata negra, guantes de cuero negros y botines de cuero negro. Su aspecto era de 1.90, de 28 años, atlético, piel blanca, cabello negro y largo en una coleta además de flequillo con dos mechones a cada lado de la frente, ojos verdes, labios finos y pequeños.

Miraba relajado la zona comercial del puerto mientras se oían golpes de fondo.

—¡Kenji, hijo de puta, debí asegurarme de que estabas muerto aquel día! —Gritó un hombre dentro del apartamento y un último golpe, más fuerte que los anteriores se escuchó, dejando tras de sí un inmenso silencio.

Kenji no se inmutó y dio un sorbo. Un hombre con traje y guantes de cuero ensangrentados salió al balcón.

—Paulo ha firmado el traspaso de las propiedades, señor. —Kenji le ignoró y se relajó. —Se marchará a Madrid esta noche.

—¿Le has dejado marca? —Habló con voz masculina y calida.

—Sí, señor. —Kenji se levantó y le miró. —Tráeme la chaqueta, vamos a la discoteca Noche Placentera.

—Es posible que… el señor Uematsu nos llame la atención por asentarnos en Málaga.

—Tráeme la chaqueta.

Mientras tanto, una chica caminaba por el paseo marítimo. Medía 1.75, delgada, 24 años, piel morena, pelirroja, pecosa, de cabellos largos y lisos en un moño, ojos azules, labios gruesos. Vestía un vestido rojo corto con tacones negros y bolso negro de cuero.

Miró hacia el mar y vio a una pareja de un chico y una chica juntos dándose un beso.

—Genial, no me libro de él.

La chica se enfadó y anduvo más rápido, durante quince minutos hasta cruzar la calle, llegando a un local enorme con el letrero de Noche Placentera en grande.

Había una larga fila de personas y un portero grande y fuerte custodiando la puerta, vistiendo camisa negra y pantalones grises.

—¿Luna? Joder, cuanto tiempo. —Exclamó el portero. —¿Qué haces aquí?

—He venido a hablar con Víctor para lo que me debe. —Luna habló con voz femenina y cálida. —No puedo asesorar gratis a la gente en temas legales, no soy una ONG, tú me entiendes ¿No?

—Claro tía, pasa.

Le abrió la puerta y Luna entró. Era una sala grande y oscura, música a todo volumen, repleto de gente, luces muy brillantes y de todo tipo de colores, con una barra llena de botellas y con dos camareras.

Mientras tanto Kenji estaba sentado en un turismo, cómo pasajero, armado con una katana y llevando una gabardina por encima. Era un Mercedes negro seguido por dos coches del mismo tipo

—Ya estamos, señor.

El coche paró y el hombre salió para abrirle la puerta. Kenji salió del coche y vio que habían salido ocho hombres más de los coches.

—Vamos. —Kenji ordenó y los hombres se adelantaron.

Entraron en la discoteca escoltando a Kenji, caminaron hacia la barra y cruzaron una puerta, Kenji y dos hombres más subieron con él unas escaleras de madera hasta la entrada de un despacho, custodiada por dos porteros.

—¡No pienso darle nada a un travelo! —Gritó un hombre desde dentro del despacho. —¡Vuelve con tu madre en vez de darme por culo!

—¡Eres un cabrón! —Gritó Luna.

—Largaos. —Ordenó uno de los porteros

Kenji fue a pasar y uno de los hombres se lo impidió. Molesto suspiró, le golpeó con la katana en la rodilla con tanta fuerza que se la rompió, y le torció el brazo.

—Voy a pasar, no lo volveré a repetir.

—¡Pa-pasa, sin problema!

Kenji le soltó, se giró y le golpeó al otro portero con la katana en la cabeza, noqueándolo y haciendo que cayese al suelo.

Kenji entró en el despacho y vio a Luna a un lado y a un joven sentado en la mesa, vestido con un polo verde, vaqueros azules y chaqueta.

—¡¿Y tú quién coño eres?! —Gritó el joven.

—El nuevo dueño. —Kenji le miró serio. —Podemos hacer esto por las buenas.

—Lárgate de mi local. —Kenji se acercó a él y uno de sus hombres entró armado con un revolver y tranquilo. —¿No me oyes?

—Chica, vete. —Luna se sorprendió al ser hablada por el joven yakuza.

—¿Eh?

Kenji golpeó al joven con la katana y le hizo caer al suelo.

—No dejaste entrar a uno de mis hombres hace una semana, me das órdenes. —Le pisó la mano derecha. —Por estas cosas me mancho las manos, así que sé agradecido.

—¡Lo soy, lo soy!

El hombre se acercó y sacó unos documentos y un bolígrafo de la chaqueta, y los dejó caer sobre el joven.

—Te sobra una mano.

—Está bien… voy a firmar.

Luna miró la escena y Kenji la miró fijamente.

—Te dije que te fueras. —Habló molesto.

—No me iré sin que me pague lo que debe.

—¿Cuánto debes? —Preguntó Kenji al joven.

—¿Qué? —Le pisó con más fuerza. —¡Dos mil euros!

—Dale un cheque a la chica. —Ordenó Kenji.

—No, quiero que me lo dé Víctor. —Luna se acercó a Kenji y le encaró.

—No somos cobradores de deudas.

—Me da igual, quiero lo que es mío.

Kenji la agarró de la muñeca y pisó con tanta fuerza que le rompió la mano al joven.

—¡Suéltame, demonio!

—Si fuera un demonio, no respirarías.

—Eres un perro ladrador.

Se miraron con odio mientras el joven firmaba.

—¡Ya está, todo tuyo!

Kenji le soltó y se llevó a Luna.

—¡Suéltame! —Gritó Luna, zarandeó el brazo y se zafó.

El hombre cogió los documentos y esperó a Kenji en la puerta.

—Señor, cuando quiera.

El joven se levantó, sacó una pistola de la chaqueta y apuntó a Kenji.

—¡Cuidado! —Gritó Luna y lo protegió con su cuerpo.

El joven disparó, dando en el vientre de Luna y el hombre disparó en la cabeza al joven.

—Sangre… —Susurró Luna y al estar cerca de caer al suelo, Kenji la cogió en brazos. —No quiero morir…

Luna empezó a llorar asustada y Kenji la miró sorprendido.

—Señor… ¿Señor? —Preguntó el hombre.

—Prepara el coche y llama al carnicero.

—Pero…

—¡¿No me has oído?! —Gritó Kenji a su hombre. —¡Corre!

—Frío… —Luna tembló y perdió la consciencia poco a poco.

—No hay tiempo, mete las llaves en mi bolsillo y llámalo ya.

Luna estuvo inconsciente y Kenji salió corriendo con ella del edificio.

—¡Señor! —Gritaron los hombres siguiéndole.

—No… frío… —Kenji se quitó la chaqueta y la tapó.

—Aprieta con toda la fuerza que puedas ¿Me oyes? —Luna perdió la consciencia y él sacó las llaves del coche. —¡Qué alguien se quede con ella!

Luna soñaba siendo un niño de seis años, estaba desnuda y de pie en un dormitorio.

—¿Estoy… muerta?

Frente a ella un hombre desnudo y sentado en la cama.

—¿De verdad pensabas que tu madre o tu abuela te iban a proteger de mí? —El hombre le hizo un gesto para que se acercase. —Papá te va a hacer un hombre de verdad.

—No quiero…

—¡Bill! —Gritó el hombre asustándola.

—¡Déjame en paz!

Luna despertó bruscamente y entre gritos, sentándose y jadeando, dejando caer una chaqueta de traje al suelo.

—Déjame… —Luna se abrazó y empezó a llorar.

Luna miró a su alrededor y vio que estaba desnuda en una cama de lujo.

Su cuerpo no tenía nada de vello, su cabello estaba suelto llegando hasta e la cintura, su vientre estaba vendado, tenía senos pequeños con areolas azuladas y pequeñas, y pene de diez centímetros, blanco, sin circuncidar, y rasurado.

Levantó la mirada observando la habitación, era grande, paredes pintadas de morado, suelo de mármol negro, techo morado con zócalos y una lámpara ventilador, ventana amplia que mostraba toda la ciudad siendo de noche, cama de matrimonio con sabanas de seda y lino rosas y blancas, escritorio de ébano, ordenador de torre y monitor, armario empotrado con espejo y una estantería repleta de libros y armas.

La puerta se abrió bruscamente y Kenji entró alarmado junto a varios hombres, armado con su katana, sin chaqueta y con las mangas recogidas, mostrando tatuajes tribales en sus brazos.

—¡¿Estás bien?! —Preguntó Kenji asustado y dejando a un lado su arma.

—¡Fuera de aquí, pervertidos! —Luna cogió la almohada y se lo lanzó.

Todos salieron del dormitorio y Kenji cerró la puerta, quedándose allí.

—¡Vete…! Mierda… —Luna vio que la venda se estaba llenando de sangre, Kenji fue al escritorio y sacó un botiquín. —Vete de aquí…

—No, ahora túmbate. —Ordenó mirándola seriamente.

—Puedo ponerme puntos sola. —Luna miró desafiante a Kenji. —No hagas esto porque te haya salvado la vida, no me debes nada.

Kenji la ignoró y dejó el botiquín en la cama.

—Todos los mafiosos sois iguales os creéis superiores a los demás… uggh. —Luna se encogió de dolor y Kenji se sentó a su lado. —A… apártate…

Kenji le quitó la chaqueta y la dejó caer al suelo.

—No me iré hasta que te cambie los puntos y las vendas. —Sacó un bote de alcohol y se lavó con él las manos. —Tú decides cómo lo hago.

Luna suspiró indignada y se tumbó.

—¿No vas a preguntar por qué lloro?

Kenji sacó unas tijeras y cortó las vendas.

—No es asunto mío.

Le quitó las vendas, le acarició suavemente la cintura, avergonzándose ambos y quitó las manos bruscamente.

—¿Disfrutas con esto? —Preguntó molesta pero Kenji la ignoró, quitó la gasa y cortó los puntos. —¿Cuánto tiempo ha pasado?

—Una semana, no dio en ningún órgano y parece que te estás recuperando muy rápido. —Kenji limpió la herida con alcohol ante la mirada de sufrimiento de Luna. —¿Por qué… me protegiste si me odias?

—No lo sé, instinto quizás. —Luna se encogió de hombros mientras le volvían a coser la herida. —Duele… en fin, no importa ya.

—Nadie salva a nadie sin ningún motivo.

Alguien golpeó la puerta, llamando la atención de ambos.

—Señor, tiene una llamada del señor Uematsu.

—Tengo cosas más importantes que hacer. —Luna miró cómo Kenji le ponía la gasa y empezaba a vendarla.

—¿Quién es ese Uematsu?

—El jefe de todos los grupos… y mi padre.

—Supongo que soy lo más importante. —Kenji guardó las cosas en el botiquín y se levantó para guardarlo.

—Sí, eres la mujer herida que me salvó la vida y a la que estoy cuidando mientras se recupera, por tanto, eres lo más importante.

—Es raro que no me traten… de distinta forma al verme desnuda. —Luna cruzó las piernas y apartó la mirada.

—Eres una mujer, una mujer desnuda y tumbada en mi cama. —El joven la miró serio mientras se cruzaba de brazos. —Es lo único raro que ocurre en mi apartamento.

—¿Qué me… harás ahora? —Luna susurró y Kenji cogió la chaqueta para taparla por encima.

—Prepararte la cena, descansa, volveré. —Kenji salió del dormitorio y Luna se tumbó de lado.

—Espera… ha dicho su cama… —Luna se sorprendió y sonrojó. —¡¿Su cama?!

Kenji se encontraba bajando escaleras de caracol hasta llegar al salón, donde un par de hombres bailaban sobre una plataforma.

Era una habitación que daba al balcón, tenía suelo de mármol blanco, paredes azules pintadas, techo blanco, lámpara grande, sofá de cuero ocupado por varios hombres, televisión de plasma, mesa baja junto a ellos, mesa de comedor con sillas, un par de puertas de madera, cocina integrada y una cajonera junto a la puerta de la entrada.

—¡¿Has visto cómo comprar el juego fue buena idea?! —Gritó animado uno de ellos.

—¡El jefe es un amargado! —El joven carraspeó y todos le miraron. —¡Me refería a…!

Kenji le ignoró y caminó hacia la cocina.

—Mierda, me va a matar… —Exclamó.

—Tío ¿Dónde quieres que tiremos tus cenizas? —Preguntó su compañero.

Oyeron a alguien bajar las escaleras y vieron a Luna vestida con un camisón blanco a rayas azules.

—Dios… que preciosa es… —Susurró uno de ellos. —¿Creéis que el jefe está enamorado de ella? No ha parado de bañarla y cuidarla…

—Yo la vi besarla mientras estaba en coma… ¿O le estaba dando las medicinas?

Kenji salió con un cuchillo de cocina en mano y miró molesto a Luna, quien se acercaba a él.

—Te dije que descansaras. —Ordenó serio. —Vuelve a la cama.

—No soy tu subordinada, voy a cocinarme la cena. —Luna intentó pasar y Kenji se lo impidió interponiéndose. —Apártate.

—Esta es mi casa.

—Eres un demonio mandón.

—Y tú una ingrata.

—Payaso.

—Chihuahua.

—Jefe… nosotros la llevamos a su habitación.

—¿Dependes de tus simplones para controlarme? ¿Acaso no puedes conmigo? —Kenji la miró completamente enfadado. —¿El demonio va a patalear?

Luna sonrió de forma burlona y Kenji se dio la vuelta para ir a la cocina.

—Vuestro jefe es muy patético ¿Lo sabíais?

Kenji volvió sin el cuchillo, la agarró de la muñeca y la llevó al segundo piso.

—¡Suéltame!

Él la ignoró y abrió la puerta para entrar.

—¡Gilipollas!

—¿Por qué eres tan insoportable? —Entraron en el dormitorio y lanzó a Luna hacia la cama. —Intento que estés bien y desde que has despertado sólo das problemas.

—¡Yo no te he pedido que me ayudes!

—¡No necesito tu permiso para ayudarte! —Kenji se acercó a ella muy enfadado.

—¡Deja de darme órdenes! —Luna se levantó y le abofeteó. —No quiero nada de gente cómo tú, sólo os importa una cosa y sois vosotros mismos, no os importa nada más.

Kenji la miró mientras se tocaba la mejilla dolorida, la vio llorar y suspiró.

—No voy a intentar que cambies de opinión. —Luna apartó la mirada al oírle. —Sólo pretendo que te recuperes, puedes verme cómo te plazca pero seguiré haciendo lo mismo.

Kenji fue a marcharse pero Luna se lo impidió agarrándole de la mano.

—Lo siento… sólo estoy nerviosa. —Kenji suspiró al oírla. —Llámame Luna.

—Uematsu Kenji… llámame Kenji. —Luna asintió y le soltó pero él le cogió la mano. —Dejaré de darte órdenes, descansa, te avisaré para cenar.

Kenji la soltó y salió de la habitación dando a la segunda planta. Era un habitación espaciosa con ventanales grandes sustituyendo las paredes a la mitad y la otra mitad paredes pintadas de morado, suelo de mármol y techo blanco, había una barra de bar, piano blanco de cola, diván y sofá de cuero gris, y dos sillones de cuero gris, una puerta abierta al baño y escaleras de caracol.

Se miró la mano con la que tocó a Luna y suspiró.

—No sé ni en qué pienso. —Susurró y después miró el piano. —Es hora de cenar.

Bajó las escaleras y vio a sus hombres cenar comida rápida en el sofá.

—Cuando terminéis, marchaos a descansar excepto uno que estará para hacer guardia en casa. —Kenji ordenó serio y se sorprendieron. —Me da igual quien de vosotros se quede, incluso podéis llamar a Yumiko para que se quede esta noche

—¿Señor? —Preguntaron todos a la vez sorprendidos.

Kenji se metió en la cocina al mismo tiempo que los hombres se miraban entre ellos.

Mientras Luna estaba sentada en la cama mirando al techo.

—Sólo intenta controlarme…

Luna suspiró y se levantó para salir de la habitación. Vio el piano y se acercó a él con calma para sentarse y observar las teclas.

—Me encantaba tocarlo… es precioso. —Susurró Luna y tocó una tecla. —Creo que…

Empezó a tocar el piano, dejándose llevar y relajándose. Apenas escuchaba a su alrededor, tan sólo el piano, cerrando los ojos y respirando con calma. Kenji se sentó a su lado sin guantes, se quitó la corbata y la dejó en el suelo para tocar junto a ella, ambos al unísono cómo un equipo.

—No se te da mal. —Kenji se relajó y la miró de reojo. —Pero el gusto por Satie es… curioso.

—Ya… bueno, un yakuza tocando el piano sí es raro. —Luna sonrió pero Kenji no hizo ningún gesto. —Creo que lo he visto todo ya.

—Mi madre me enseñó a tocar de pequeño, es lo único que me queda de ella. —Luna dejó de tocar al oírle. —Aunque no es nada especial.

—Yo creo que sí lo es. —Kenji paró también de tocar y la miró entristecida. —Yo aprendí de mi abuela después de… yo…, en fin, me enseñó cuando era niña y al parecer tengo un gran talento aprendiendo rápido y coordinándome.

—Lo tienes, me gusta cómo tocas.

—Tú también tocas genial.

Kenji sonrió y Luna al mirarle se sonrojó.

No podía evitar pensarlo, esa sonrisa dulce y serena, y esas manos firmes que tocaron con delicadeza su piel y las teclas, deseó por un segundo ser acariciada por él.

—¿Te encuentras bien? Estás roja.

Kenji puso su frente pegada a la de ella, Luna avergonzada y sorprendida le empujó, cediendo ella y estando a punto de caer pero él la agarró del brazo, tirando de sí mismo y abrazándola, refugiándola en su pecho.

—Ten cuidado, Luna. —Kenji la miró preocupado y ella se avergonzó aún más. —Te llevaré al salón.

—¡No! No… creo que estoy cansada. —Luna se separó y levantó. —Gracias por cuidar de mí y… no sé por qué te salvé la vida pero no te odio… Kenji… y eso, gracias.

—Es lo menos que puedo hacer. —Kenji se levantó, le cogió la mano y besó el dorso. —Siempre tendrás mi eterna gratitud.

—Mientras no hagas nada ilegal por mí, estará bien. —Luna cogió la mano de Kenji y él sonrió.

—Lo intentaré.