lunes, 23 de agosto de 2021
Mi día a día con un demonio. Capítulo 2.
martes, 17 de agosto de 2021
Mi día a día con un demonio. Capítulo 1.
Al día siguiente por la mañana Luna despertó vagamente
y se estiró.
—Puf… que sueño. —Luna se levantó torpemente y vio
en la mesa del escritorio un fajo de billetes. —¿Qué es esto?
Luna vio que había una nota a su lado y la leyó.
—Los dos mil euros… supongo que no pudo conseguirlos
de otra forma si Víctor está muerto. —Luna dejó la nota a un lado y miró hacia
la puerta. —Si este es su dormitorio ¿Dónde habrá dormido él? Bueno, da igual
Cogió el teléfono del escritorio y miró Instagram
mientras se acercaba a la puerta, la abrió y vio a Kenji desnudo y con el
cabello suelto y mojado, apoyado en la barra relajado, y tomando una taza de
café a la vez que miraba hacia la ventana a un lado.
Su cuerpo estaba sin vello y tonificado, sobretodo abdominale y pectorales, areolas rosadas y medianas, miembro de 21 cm y de 3,5 cm de
grosor, circuncidado y rasurado, un tatuaje en el lado derecho del pecho y el
hombro, un tatuaje de un dragón rojo y negro en la espalda al completo, tatuajes
de tipo tribal por los muslos y piernas, cicatrices de cortes por el abdomen y
el hombro izquierdo quemado.
Luna se sonrojó, Kenji entonces dio un sorbo y miró
de reojo a la puerta, viéndola a ella.
No pudieron dejar de mirarse, ella se sentía
prisionera y a la vez presa de aquella mirada de lobo, sus manos temblaban, su
cuerpo se paralizó en un instante y de su boca escapaban sus jadeos, se sintió
poseída y controlada por Kenji, se asustaba imaginando lo cruel que podría ser
con ella, las miles de formas en las que él podría tomarla sin importar la
resistencia que ella ofreciera, parecía que aquella gentileza de la noche
anterior no era sino un espejismo del depredador que tenía ante ella.
—Mierda. —Luna cerró la puerta con fuerza dejando
caer el móvil y Kenji siguió mirando a la ventana. —Joder, el móvil… ¿Voy a
cogerlo? Mierda…
Kenji se acercó a la puerta y agarró el móvil,
viendo fotos de ella y un hombre besándose, haciendo que se sintiera molesto y
celoso.
Luna suspiró y abrió la puerta con cuidado,
encontrándose de frente con Kenji, quién tenía el teléfono en la mano.
—Aah… el… manubrio ¡Móvil! Mi móvil. —Exclamó
nerviosa. —¿Me lo das?
—Tienes el desayuno listo, en una hora viene el
doctor, toma. —Kenji le dio el teléfono y Luna cerró la puerta con fuerza,
haciéndole suspirar molesto. —No la soporto.
Se marchó a la otra puerta y cruzó. Luna abrió la
puerta y vio que estaba sola.
—No debería ir desnudo por casa, aunque sea suya
estoy aquí. —Suspiró molesta y caminó hacia las escaleras. —Es un maleducado y
un nudista pervertido.
Luna bajó las escaleras y vio en la mesa del comedor
una taza de té y un sándwich con Nutella.
—Es… lo que desayuno cada día. —Luna se acercó
sorprendida y se sentó a la mesa. —Quizás estoy siendo demasiado dura con él.
Dio un sorbo, sonrió y dio un bocado al bocadillo, haciéndola
disfrutar y dejando una mota de cacao en las comisuras.
—Esto está buenísimo… —Tragó y oyó a Kenji bajar las
escaleras. —Debería darle las gracias.
Se levantó y vio a Kenji vestido con pantalones
negros de traje, camisa blanca con tirantes negros, corbata negra, botines de
cuero negros y guantes de cuero.
—¿Kenji? —Luna se levantó y Kenji apartó la mirada
molesto.
—Debo atender un asunto, una amiga estará
custodiando la puerta mientras llega el médico.
—Gracias… por el desayuno. —Kenji se acercó a ella y
la miró, avergonzándola. —Es lo que suelo tomar… esta vez… pero está muy bueno
esta vez… y bueno… esta vez…
Kenji le quitó la mota de cacao con el pulgar y lo
lamió.
—¡¿Qué haces?! —Preguntó sorprendida.
—No me gusta que la gente vaya sucia por mi casa.
—¡¿Su-sucia?!
—¿Acaso besarías a tu novio con la boca manchada?
—Para eso debería tener novio primero. —Luna suspiró
enfadada y Kenji se sorprendió. —Y sí, besaba a mi ex con la boca manchada.
—Vaya… —Kenji sonrió aliviado.
—¡Ni se te ocurra preguntar! —Exclamó molesta y
sonrojada.
Kenji se marchó sonriente disfrutando de la
conversación, y salió del apartamento.
—Idiota…
Se tocó la comisura, jadeó y pensó en la mirada de
Kenji, en su tacto, su dulzura, su firmeza.
—Kenji… te odio… —Luna susurró encendida y
avergonzada. —Creo que podría tocarme un poco…
Mientras tanto Kenji estaba esperando el ascensor en
un pasillo de suelo de granito, paredes pintadas de verde y techo blanco, con
cuatro puertas que daban a distintos apartamentos.
—Debería coger el teléfono de prepago.
Kenji se fue a la puerta del fondo y de la puerta de
al lado salió una chica.
Tenía 24 años, 1.78 cm, delgada, atlética, piel
blanca, cabello oscuro y liso, corto hasta los hombros, ojos azules, labios
finos, vestía traje negro con corbata negra y una pistolera bajo la chaqueta,
además de botines negros de cuero.
—Señor ¿Se encuentra bien? —Preguntó ella con
dulzura.
—Voy a coger mi otro teléfono, Yumiko.
—Puedo ir a buscarlo si quiere. —Kenji le acarició
la cabeza y entró en el apartamento.
—Se ha dejado el desayuno a medias… esa chica…
—Kenji entonces se alertó. —¿Dónde está?
Kenji subió las escaleras con cuidado y miró en el
baño.
—Esto es extraño. —Susurró preocupado.
Se acercó a la puerta del dormitorio y se mantuvo en
silencio.
—Kenji… más… tócame un poco más… con calma… —Luna
gemía despacio y Kenji jadeó sonrojado.
Abrió la puerta, viéndola desnuda, tumbada bocarriba
y dándose caricias en el glande, siendo testigo del cuerpo sudoroso y suave de Luna,
su rostro de lascivia, la saliva cayendo por la comisura de sus labios. Kenji
se relamió, se acercó a ella y se tumbó a cuatro sobre ella.
—Kenji… —Susurró ella mirándole a los ojos. —Con
cuidado…
—¿Crees que soy gentil? ¿Qué soy dulce y amable? —Kenji
se acercó a su oído y susurró disfrutando. —¿Qué voy a comértela con mucho cariño?
Luna asintió y le miró de forma suplicante.
—Te equivocas, me da igual que estés herida, no
tendré piedad… Luna. —Ella tragó saliva mientras él se relamía los labios.
—Haré que gimas mi nombre, me sientas bien, haré que sólo puedas pensar en mi
voz, mi cuerpo… incluso después de terminar, tu cuerpo sólo tendrá mi esencia y
se encenderá cuando me veas cada día.
—Eso es cruel… —Susurró avergonzada y Kenji se sentó.
—Y lo dices tú, con tu rostro adorable e inocente, que
no has dejado de provocarme y preocuparme al mismo tiempo. —Kenji se inclinó y
la besó con lengua, ella intentó tocarle el rostro pero se lo impidió
agarrándola de las muñecas, se apartó y la miró encendido. —Quiero corromperte…
Luna.
—Eres un demonio…
—Lo soy… —Kenji la volvió a besar, jugando ambas
lenguas hasta que se separó y dejó un hilo de saliva entre ambos labios. —Y
siempre tomo lo que quiero.
Kenji no podía evitar sentir que estaba mal, sentía
que no debía, al menos una parte de él, en el fondo deseaba tomarla y tenerla,
deseaba que ella temblase con todo el placer que podría brindarle, pero no pudo
evitar ver las vendas, no podía arriesgar la salud de ella.
La soltó, se levantó de la cama, la agarró de las
piernas y tiró de si mismo.
—Tengo una reunión así que haré que te corras
rápido. —Luna tragó saliva y se agarró con fuerza a las sábanas.
Se arrodilló y acercó los labios al miembro erecto
de Luna, lo introdujo en su boca y apretó los labios mientras la miraba.
—Joder… Kenji…
Bajó hasta tenerla en la garganta y subió con calma hasta
apretar el glande con los labios y jugar con la lengua.
—Espera… tan rápido no… es raro… ¡Kenji!
Kenji cerró los ojos y empezó a subir y bajar con
rapidez mientras agarraba los muslos y clavaba las uñas.
—Kenji… ¡No puedo… Kenji! —Luna empezó a temblar y
gemir con fuerza. —Yo… no…
Kenji se separó, se relamió la corrida que caía de
sus labios y tragó al mismo tiempo que miró a Luna, quien jadeaba y temblaba
sin control.
—Lo siento… con poco puedo… llegar al orgasmo…
—No puedo resistir más.
Kenji la hizo inclinar la cadera hacia arriba y
acercó sus labios a las nalgas.
—¿Kenji? Espera…
Lamió en círculos el ano mientras masturbaba el
miembro de Luna con rapidez.
—¡No… joder! —Gimió aún más Luna sintiendo la lengua
de Kenji dentro del ano. —Dios… es tan… real…
Agarró del pelo a Kenji mientras gemía sin control
durante varios minutos, sin poder dejar de sentir el control que él ejercía en
ella.
—¡Kenji, me corro! Basta… —Luna arqueó la espalda al
mismo tiempo que gemía con fuerza. —¡Joder…!
Se separó de ella y acercó sus labios al miembro, lo
metió hasta la garganta y sintió las intensas palpitaciones hasta notar cómo
expulsaba la corrida dentro de él con fuerza.
—Es increíble… es una alucinación pero… —Luna sudaba
y temblaba de placer todo su cuerpo. —Parece… real…
Kenji se levantó, tragó y se tumbó a cuatro sobre
ella.
—Soy totalmente real, al igual que todo lo que te he
hecho y dicho.
Kenji la besó, se levantó y suspiró cansado mientras
miraba el teléfono.
—Pero… —Luna se sorprendió y avergonzó a la vez que
él cogía un bokken del armario y un móvil del cajón del escritorio.
—Descansa y duerme un poco, el doctor vendrá después
de comer.
Kenji se marchó y Luna intentó levantarse.
—Dios, que he hecho, no… no puede ser… va a odiarme…
Luna se abrazó avergonzada y jadeando.
—¿Por qué me…? No entiendo por qué me ha tocado así…
Media hora pasó y Kenji se encontraba en el coche,
sentado en el asiento de pasajeros, llevando chaqueta, con rostro enrojecido y
de actitud serena.
—¿Por qué no ha sido suficiente? Creí que tocando su
piel podría saciar mis deseos pero… —Susurró y miró su mano derecha y suspiró
molesto. —Quiero más, necesito más pero todo cuanto busco es demasiado oscuro… quizás…
es el sabor de ella aún en mi boca, aquel fluido… era tan dulce…
—¿Señor? —Preguntó el conductor. —Ya estamos en la
cafetería.
—Aún no están, esperaré aquí. —Kenji miró por la
ventanilla con calma. —He estado pensando.
—¿En qué si puedo preguntar?
—La chica, me recuerda a un día que fui de viaje con
mi padre, el festival de verano cuando tenía doce años. —Sonrió de forma afable
y cerró los ojos. —Había una pareja extranjera, eran una mujer mayor y un niño
que iba siempre con un libro, tendría… ocho años.
—Suena interesante, señor.
—Lo es, unos niños le robaron el libro para
humillarle, le tenía un gran apego y ellos lo notaron, yo pude devolvérselo y…
me enamoré. —Abrió los ojos y miró el teléfono. —No consigo olvidar sus pecas,
sus ojos azules, su cabello rojizo… era tan dulce… quise besarle aquella noche…
frente al templo… y no lo hice.
—No sabía que le gustasen los hombres, señor.
—Y no me gustan. —Guardó el teléfono y se relajó. —Creo
que nunca fue un chico.
—Ya están aquí, señor.
Kenji salió acompañado del conductor y fue a una
cafetería. Entraron juntos y vieron que sólo había dos hombres sentados en la
mesa de una esquina. Vestían traje, eran pelirrojos y estaban armados.
—Siéntese, sin miedo. —El joven le invitó a sentarse
y Kenji se sentó con él. —Es un placer conocerle.
Era un hombre de su misma edad y altura, muy delgado,
pelirrojo, de pelo corto, pecas, ojos azules, barba de tres días, con traje azul,
corbata verde y mocasines verde.
—Esperaba a Darren Kelly, no a un segundón llamado
Kevin. —Kenji se relajó y le miró con desprecio.
—Bueno… mi padre no ha podido venir. —Kevin sonrió.
—Así que he venido en su nombre a hablar de un par de cosas.
—Quiero saber por qué no ha venido. —Kevin fue a
hablar pero Kenji carraspeó interrumpiéndole. —Convénceme, elige bien tu
respuesta.
—A mí me da curiosidad que un hombre de la yakuza se
lleve a una mujer herida de un club cuyo dueño ha muerto de un disparo.
—¿Esa es la obsesión de su padre? ¿Una mujer? —Kenji
se frotó la frente sorprendido. —Los rumores sobre Darren son ciertos entonces.
—Mi padre no es un violador si te refieres a eso. —Kevin
habló molesto.
—No tengo interés en la enfermedad de Darren Kelly.
—¡Mi padre no es un puto violador! —Kevin se levantó
furioso de la mesa y Kenji mostró una sonrisa burlona. —¡Son mentiras que soltó
la puta de su mujer cómo excusa para traicionarnos! ¡Usó hasta a mi hermano
pequeño contra él!
—Vaya… ahora entiendo todo. —Kenji se levantó de la silla
con calma.
—¿Entender qué?
—No voy a participar en la guerra entre tus padres,
sé que Amy Kelly quiere tomar la familia asentada aquí, la vuestra, me parece perfecto.
—Kenji miró a su subordinado y él se marchó. —Y la chica, es sólo una mujer inocente,
no tiene nada que ver con ustedes.
—Ni siquiera he…
—Tengo otras cosas que hacer, no vuelvas a
molestarme.
Kenji se marchó y subió al coche.
—Voy a preparar el almuerzo de Luna.
—¿A las tiendas de siempre? —El conductor miró a
Kenji y él asintió. —Señor ¿Cree que la joven está relacionada con ellos?
—Tengo una corazonada.
—¿Y por qué ha jugado con ellos? —Kenji miró al
conductor a través del retrovisor. —Acabaríamos en guerra por esa joven sólo por no contar la
verdad.
—Me salva la vida y quieres que la eche a los lobos
sin saber que ocurre con todo esto ¿Es lo que me estás diciendo?
—No… señor.
Pasó una hora y Kenji volvió al piso cargado de
bolsas.
—Señor. —Yumiko se levantó y ayudó a Kenji con las
bolsas. —La joven está durmiendo en su habitación desde que el doctor se fue.
—¿Qué ha dicho sobre su estado?
—Se encuentra mejor, más recuperada.
—Bien, voy a subir a verla, lleva las cosas a la
cocina.
Kenji subió las escaleras y entró en el dormitorio.
Luna dormía con el camisón y la ropa interior, temblaba balbuceando asustada, y
tumbada bocabajo.
—Luna. —Kenji caminó hacia ella y se tumbó a su
lado. —Es sólo una pesadilla, tranquila.
—Déjame… suéltame…
—Despierta... —Susurró preocupado y le acarició el
cabello. —Estás a salvo.
—Kenji… —Susurró ella sollozando.
—Estoy aquí. —Luna se dio la vuelta y se sorprendió
al verle. —¿Te encuentras bien? ¿Puedo hacer algo?
Luna le abrazó, tumbándose de lado con él y
refugiándose en su pecho.
—Quédate… —Luna susurró asustada. —No quiero estar
sola.
—No lo estás. —Kenji la abrazó con fuerza y suspiró.
—Y esa pesadilla no era real.
—Pero… se siente… se sentía tan real… —Luna lloraba
sin parar y se agarraba con fuerza a la espalda de Kenji. —Incluso en sueños…
él me acecha… no logro olvidar aquello…
—Se irá tarde o temprano… —Kenji le dio caricias en
la espalda y en la cabeza. —Estoy aquí.
—Gracias… Kenji…
—Voy a prepararte el almuerzo ¿De acuerdo? —Kenji se
separó y se levantó. —Toma el tiempo que necesites para salir de la cama.
—Kenji… lo de esta mañana…
—Fue real. —Kenji se quitó la corbata y la colgó en
el pomo. —No pude controlarme… lo siento.
—No importa, yo no podía tampoco… perdona…
—Estabas con mucha fiebre, me aproveché de ti.
—No lo hiciste…
—Voy a preparar una sopa, avísame si necesitas algo.
Kenji se marchó y Luna se agarró a las sabanas con
fuerza.
—Nadie me había hecho sentir tan bien… —Su corazón
se aceleró y recordó los labios de Kenji besándola. —Y no consigo pararlo,
quiero más…
Mientras Kenji caminaba hacia la cocina y veía a
Yumiko marcharse del apartamento.
—Quizás una crema entre mejor que una sopa. —Kenji
se mantuvo pensativo y recordó los gemidos de Luna, sonrojándose y haciéndole
jadear. —Basta…
Suspiró molesto y caminó hacia la cocina. Era una
habitación rectangular de paredes de azulejos blancos, suelo de mármol blanco y
techo blanco, lámpara sencilla, encimera de granito negro, fregadero de metal,
armarios de ébano, horno, nevera, microondas y cafetera.
—Debería cortar la calabaza primero y… —Sacó un
cuchillo de cocina de un cajón y se mantuvo pensativo mirándolo.
—¿Kenji? —Preguntó Luna tocándole el hombro.
—¿Qué? —Miró a Luna y respiró profundamente.
—Disculpa ¿Qué decías?
—No decía nada… ¿Estás bien? —Luna le acarició la
frente y él le apartó la mano. —Deja que te ayude ¿Qué hay que hacer?
—Saca la calabaza pelada de la nevera.
Luna obedeció y Kenji sacó una tabla de los estantes
de platos.
—Corta los trozos en dados. —Dejó la tabla en la
encimera y fue a buscar en otro armario. —Ve con calma, no hay prisa.
Sacó una olla y la puso en la vitrocerámica,
entonces vio a Luna cortar y se puso detrás de ella.
—Así te harás daño en los dedos. —Kenji susurró en
su oído, encendiendo a Luna, se pegó más al cuerpo y puso las manos sobre las
de ella. —Hazlo suave, cortes lentos, deja que el peso del cuchillo haga su
parte.
Kenji apretaba el miembro contra las nalgas de ella,
teniendo una erección mientras le olía la mezcla de champú de coco y gel de
chocolate, encendiéndose más. Luna sentía la fuerza de las manos de él, cómo la
manejaba, el calor del cuerpo en su espalda, su miembro endurecerse al mismo que
el de Kenji, su corazón se aceleraba y ambos jadeaban.
—Mira… así… —El cuchillo bajó y cortó el trozo de
calabaza, dejando un trozo rectangular. —Estás demasiado tensa…
—Es tu culpa… mira cómo estamos… —Luna susurró
molesta y Kenji retiró las manos y las puso en la mandíbula de ella. —Se nos
hará tarde el almuerzo…
—Lo sé… —La cogió de la cintura con la otra mano y
se acercó a su cuello. —Es tu culpa… Luna…
—Yo no tengo culpa… demonio… —Luna le miró encendida
y molesta. —Suéltame…
—Me das órdenes con esa voz tan tierna y ese rostro
tan dulce… es injusto.
—Para… no voy a enamorarme de ti… —Luna cerró los
ojos y tragó saliva. —Eres un criminal…
Kenji la besó en el cuello y bajó la mano hacia las
nalgas.
—Un ladrón…
La soltó y la volvió a besar en los labios.
—Corrompes lo que tocas… demonio… —Luna apartó la
mirada y se separó. —Yo…
—¿Tú no eres diferente? ¿Ibas a decir eso? —Kenji
caminó hacia ella y Luna se echaba hacia atrás hasta ser arrinconada por él.
—Me da igual lo oscura que seas, Luna.
—No me conoces.
—Y eso me gusta más, eres misteriosa. —Kenji le
acarició la barbilla. —Dulce, tierna, amable… misteriosa…
—No somos diferentes… —Luna cerró los ojos y dejó caer
el cuchillo mientras Kenji se inclinaba para besarla, entonces ella puso las
manos en el pecho de él y le paró. —Lo siento, no puedo… no podemos, de verdad.
Luna se zafó de Kenji y se marchó de la cocina. Él
sonrió y suspiró complacido.
—No soy dulce, aunque creas que sí, Luna.
domingo, 15 de agosto de 2021
Mi día a día con un demonio. Prologo.
Esta historia comienza de tarde con un hombre en el
balcón de un apartamento de dos plantas y tomando una taza de té sentado en una
silla lujosa. Vestía traje negro sin chaqueta, con chaleco, corbata negra,
guantes de cuero negros y botines de cuero negro. Su aspecto era de 1.90, de 28
años, atlético, piel blanca, cabello negro y largo en una coleta además de
flequillo con dos mechones a cada lado de la frente, ojos verdes, labios finos y
pequeños.
Miraba relajado la zona comercial del puerto
mientras se oían golpes de fondo.
—¡Kenji, hijo de puta, debí asegurarme de que
estabas muerto aquel día! —Gritó un hombre dentro del apartamento y un último
golpe, más fuerte que los anteriores se escuchó, dejando tras de sí un inmenso
silencio.
Kenji no se inmutó y dio un sorbo. Un hombre con
traje y guantes de cuero ensangrentados salió al balcón.
—Paulo ha firmado el traspaso de las propiedades,
señor. —Kenji le ignoró y se relajó. —Se marchará a Madrid esta noche.
—¿Le has dejado marca? —Habló con voz masculina y calida.
—Sí, señor. —Kenji se levantó y le miró. —Tráeme la
chaqueta, vamos a la discoteca Noche Placentera.
—Es posible que… el señor Uematsu nos llame la
atención por asentarnos en Málaga.
—Tráeme la chaqueta.
Mientras tanto, una chica caminaba por el paseo
marítimo. Medía 1.75, delgada, 24 años, piel morena, pelirroja, pecosa, de
cabellos largos y lisos en un moño, ojos azules, labios gruesos. Vestía un vestido
rojo corto con tacones negros y bolso negro de cuero.
Miró hacia el mar y vio a una pareja de un chico y
una chica juntos dándose un beso.
—Genial, no me libro de él.
La chica se enfadó y anduvo más rápido, durante
quince minutos hasta cruzar la calle, llegando a un local enorme con el letrero
de Noche Placentera en grande.
Había una larga fila de personas y un portero grande
y fuerte custodiando la puerta, vistiendo camisa negra y pantalones grises.
—¿Luna? Joder, cuanto tiempo. —Exclamó el portero. —¿Qué
haces aquí?
—He venido a hablar con Víctor para lo que me debe.
—Luna habló con voz femenina y cálida. —No puedo asesorar gratis a la gente en
temas legales, no soy una ONG, tú me entiendes ¿No?
—Claro tía, pasa.
Le abrió la puerta y Luna entró. Era una sala grande
y oscura, música a todo volumen, repleto de gente, luces muy brillantes y de
todo tipo de colores, con una barra llena de botellas y con dos camareras.
Mientras tanto Kenji estaba sentado en un turismo, cómo
pasajero, armado con una katana y llevando una gabardina por encima. Era un
Mercedes negro seguido por dos coches del mismo tipo
—Ya estamos, señor.
El coche paró y el hombre salió para abrirle la
puerta. Kenji salió del coche y vio que habían salido ocho hombres más de los
coches.
—Vamos. —Kenji ordenó y los hombres se adelantaron.
Entraron en la discoteca escoltando a Kenji, caminaron
hacia la barra y cruzaron una puerta, Kenji y dos hombres más subieron con él
unas escaleras de madera hasta la entrada de un despacho, custodiada por dos
porteros.
—¡No pienso darle nada a un travelo! —Gritó un
hombre desde dentro del despacho. —¡Vuelve con tu madre en vez de darme por
culo!
—¡Eres un cabrón! —Gritó Luna.
—Largaos. —Ordenó uno de los porteros
Kenji fue a pasar y uno de los hombres se lo impidió.
Molesto suspiró, le golpeó con la katana en la rodilla con tanta fuerza que se
la rompió, y le torció el brazo.
—Voy a pasar, no lo volveré a repetir.
—¡Pa-pasa, sin problema!
Kenji le soltó, se giró y le golpeó al otro portero
con la katana en la cabeza, noqueándolo y haciendo que cayese al suelo.
Kenji entró en el despacho y vio a Luna a un lado y
a un joven sentado en la mesa, vestido con un polo verde, vaqueros azules y
chaqueta.
—¡¿Y tú quién coño eres?! —Gritó el joven.
—El nuevo dueño. —Kenji le miró serio. —Podemos
hacer esto por las buenas.
—Lárgate de mi local. —Kenji se acercó a él y uno de
sus hombres entró armado con un revolver y tranquilo. —¿No me oyes?
—Chica, vete. —Luna se sorprendió al ser hablada por
el joven yakuza.
—¿Eh?
Kenji golpeó al joven con la katana y le hizo caer
al suelo.
—No dejaste entrar a uno de mis hombres hace una
semana, me das órdenes. —Le pisó la mano derecha. —Por estas cosas me mancho
las manos, así que sé agradecido.
—¡Lo soy, lo soy!
El hombre se acercó y sacó unos documentos y un
bolígrafo de la chaqueta, y los dejó caer sobre el joven.
—Te sobra una mano.
—Está bien… voy a firmar.
Luna miró la escena y Kenji la miró fijamente.
—Te dije que te fueras. —Habló molesto.
—No me iré sin que me pague lo que debe.
—¿Cuánto debes? —Preguntó Kenji al joven.
—¿Qué? —Le pisó con más fuerza. —¡Dos mil euros!
—Dale un cheque a la chica. —Ordenó Kenji.
—No, quiero que me lo dé Víctor. —Luna se acercó a
Kenji y le encaró.
—No somos cobradores de deudas.
—Me da igual, quiero lo que es mío.
Kenji la agarró de la muñeca y pisó con tanta fuerza
que le rompió la mano al joven.
—¡Suéltame, demonio!
—Si fuera un demonio, no respirarías.
—Eres un perro ladrador.
Se miraron con odio mientras el joven firmaba.
—¡Ya está, todo tuyo!
Kenji le soltó y se llevó a Luna.
—¡Suéltame! —Gritó Luna, zarandeó el brazo y se zafó.
El hombre cogió los documentos y esperó a Kenji en
la puerta.
—Señor, cuando quiera.
El joven se levantó, sacó una pistola de la chaqueta
y apuntó a Kenji.
—¡Cuidado! —Gritó Luna y lo protegió con su cuerpo.
El joven disparó, dando en el vientre de Luna y el
hombre disparó en la cabeza al joven.
—Sangre… —Susurró Luna y al estar cerca de caer al
suelo, Kenji la cogió en brazos. —No quiero morir…
Luna empezó a llorar asustada y Kenji la miró
sorprendido.
—Señor… ¿Señor? —Preguntó el hombre.
—Prepara el coche y llama al carnicero.
—Pero…
—¡¿No me has oído?! —Gritó Kenji a su hombre. —¡Corre!
—Frío… —Luna tembló y perdió la consciencia poco a
poco.
—No hay tiempo, mete las llaves en mi bolsillo y
llámalo ya.
Luna estuvo inconsciente y Kenji salió corriendo con
ella del edificio.
—¡Señor! —Gritaron los hombres siguiéndole.
—No… frío… —Kenji se quitó la chaqueta y la tapó.
—Aprieta con toda la fuerza que puedas ¿Me oyes? —Luna
perdió la consciencia y él sacó las llaves del coche. —¡Qué alguien se quede con
ella!
Luna soñaba siendo un niño de seis años, estaba
desnuda y de pie en un dormitorio.
—¿Estoy… muerta?
Frente a ella un hombre desnudo y sentado en la
cama.
—¿De verdad pensabas que tu madre o tu abuela te iban
a proteger de mí? —El hombre le hizo un gesto para que se acercase. —Papá te va
a hacer un hombre de verdad.
—No quiero…
—¡Bill! —Gritó el hombre asustándola.
—¡Déjame en paz!
Luna despertó bruscamente y entre gritos, sentándose
y jadeando, dejando caer una chaqueta de traje al suelo.
—Déjame… —Luna se abrazó y empezó a llorar.
Luna miró a su alrededor y vio que estaba desnuda en
una cama de lujo.
Su cuerpo no tenía nada de vello, su cabello estaba
suelto llegando hasta e la cintura, su vientre estaba vendado, tenía senos
pequeños con areolas azuladas y pequeñas, y pene de diez centímetros, blanco,
sin circuncidar, y rasurado.
Levantó la mirada observando la habitación, era grande,
paredes pintadas de morado, suelo de mármol negro, techo morado con zócalos y
una lámpara ventilador, ventana amplia que mostraba toda la ciudad siendo de
noche, cama de matrimonio con sabanas de seda y lino rosas y blancas, escritorio
de ébano, ordenador de torre y monitor, armario empotrado con espejo y una
estantería repleta de libros y armas.
La puerta se abrió bruscamente y Kenji entró alarmado
junto a varios hombres, armado con su katana, sin chaqueta y con las mangas recogidas,
mostrando tatuajes tribales en sus brazos.
—¡¿Estás bien?! —Preguntó Kenji asustado y dejando a
un lado su arma.
—¡Fuera de aquí, pervertidos! —Luna cogió la
almohada y se lo lanzó.
Todos salieron del dormitorio y Kenji cerró la
puerta, quedándose allí.
—¡Vete…! Mierda… —Luna vio que la venda se estaba
llenando de sangre, Kenji fue al escritorio y sacó un botiquín. —Vete de aquí…
—No, ahora túmbate. —Ordenó mirándola seriamente.
—Puedo ponerme puntos sola. —Luna miró desafiante a
Kenji. —No hagas esto porque te haya salvado la vida, no me debes nada.
Kenji la ignoró y dejó el botiquín en la cama.
—Todos los mafiosos sois iguales os creéis
superiores a los demás… uggh. —Luna se encogió de dolor y Kenji se sentó a su
lado. —A… apártate…
Kenji le quitó la chaqueta y la dejó caer al suelo.
—No me iré hasta que te cambie los puntos y las
vendas. —Sacó un bote de alcohol y se lavó con él las manos. —Tú decides cómo
lo hago.
Luna suspiró indignada y se tumbó.
—¿No vas a preguntar por qué lloro?
Kenji sacó unas tijeras y cortó las vendas.
—No es asunto mío.
Le quitó las vendas, le acarició suavemente la
cintura, avergonzándose ambos y quitó las manos bruscamente.
—¿Disfrutas con esto? —Preguntó molesta pero Kenji
la ignoró, quitó la gasa y cortó los puntos. —¿Cuánto tiempo ha pasado?
—Una semana, no dio en ningún órgano y parece que te
estás recuperando muy rápido. —Kenji limpió la herida con alcohol ante la
mirada de sufrimiento de Luna. —¿Por qué… me protegiste si me odias?
—No lo sé, instinto quizás. —Luna se encogió de
hombros mientras le volvían a coser la herida. —Duele… en fin, no importa ya.
—Nadie salva a nadie sin ningún motivo.
Alguien golpeó la puerta, llamando la atención de
ambos.
—Señor, tiene una llamada del señor Uematsu.
—Tengo cosas más importantes que hacer. —Luna miró
cómo Kenji le ponía la gasa y empezaba a vendarla.
—¿Quién es ese Uematsu?
—El jefe de todos los grupos… y mi padre.
—Supongo que soy lo más importante. —Kenji guardó
las cosas en el botiquín y se levantó para guardarlo.
—Sí, eres la mujer herida que me salvó la vida y a
la que estoy cuidando mientras se recupera, por tanto, eres lo más importante.
—Es raro que no me traten… de distinta forma al
verme desnuda. —Luna cruzó las piernas y apartó la mirada.
—Eres una mujer, una mujer desnuda y tumbada en mi
cama. —El joven la miró serio mientras se cruzaba de brazos. —Es lo único raro
que ocurre en mi apartamento.
—¿Qué me… harás ahora? —Luna susurró y Kenji cogió
la chaqueta para taparla por encima.
—Prepararte la cena, descansa, volveré. —Kenji salió
del dormitorio y Luna se tumbó de lado.
—Espera… ha dicho su cama… —Luna se sorprendió y
sonrojó. —¡¿Su cama?!
Kenji se encontraba bajando escaleras de caracol
hasta llegar al salón, donde un par de hombres bailaban sobre una plataforma.
Era una habitación que daba al balcón, tenía suelo
de mármol blanco, paredes azules pintadas, techo blanco, lámpara grande, sofá
de cuero ocupado por varios hombres, televisión de plasma, mesa baja junto a
ellos, mesa de comedor con sillas, un par de puertas de madera, cocina
integrada y una cajonera junto a la puerta de la entrada.
—¡¿Has visto cómo comprar el juego fue buena idea?!
—Gritó animado uno de ellos.
—¡El jefe es un amargado! —El joven carraspeó y
todos le miraron. —¡Me refería a…!
Kenji le ignoró y caminó hacia la cocina.
—Mierda, me va a matar… —Exclamó.
—Tío ¿Dónde quieres que tiremos tus cenizas?
—Preguntó su compañero.
Oyeron a alguien bajar las escaleras y vieron a Luna
vestida con un camisón blanco a rayas azules.
—Dios… que preciosa es… —Susurró uno de ellos. —¿Creéis
que el jefe está enamorado de ella? No ha parado de bañarla y cuidarla…
—Yo la vi besarla mientras estaba en coma… ¿O le
estaba dando las medicinas?
Kenji salió con un cuchillo de cocina en mano y miró
molesto a Luna, quien se acercaba a él.
—Te dije que descansaras. —Ordenó serio. —Vuelve a
la cama.
—No soy tu subordinada, voy a cocinarme la cena. —Luna
intentó pasar y Kenji se lo impidió interponiéndose. —Apártate.
—Esta es mi casa.
—Eres un demonio mandón.
—Y tú una ingrata.
—Payaso.
—Chihuahua.
—Jefe… nosotros la llevamos a su habitación.
—¿Dependes de tus simplones para controlarme? ¿Acaso
no puedes conmigo? —Kenji la miró completamente enfadado. —¿El demonio va a
patalear?
Luna sonrió de forma burlona y Kenji se dio la
vuelta para ir a la cocina.
—Vuestro jefe es muy patético ¿Lo sabíais?
Kenji volvió sin el cuchillo, la agarró de la muñeca
y la llevó al segundo piso.
—¡Suéltame!
Él la ignoró y abrió la puerta para entrar.
—¡Gilipollas!
—¿Por qué eres tan insoportable? —Entraron en el
dormitorio y lanzó a Luna hacia la cama. —Intento que estés bien y desde que
has despertado sólo das problemas.
—¡Yo no te he pedido que me ayudes!
—¡No necesito tu permiso para ayudarte! —Kenji se
acercó a ella muy enfadado.
—¡Deja de darme órdenes! —Luna se levantó y le
abofeteó. —No quiero nada de gente cómo tú, sólo os importa una cosa y sois
vosotros mismos, no os importa nada más.
Kenji la miró mientras se tocaba la mejilla dolorida,
la vio llorar y suspiró.
—No voy a intentar que cambies de opinión. —Luna
apartó la mirada al oírle. —Sólo pretendo que te recuperes, puedes verme cómo
te plazca pero seguiré haciendo lo mismo.
Kenji fue a marcharse pero Luna se lo impidió
agarrándole de la mano.
—Lo siento… sólo estoy nerviosa. —Kenji suspiró al
oírla. —Llámame Luna.
—Uematsu Kenji… llámame Kenji. —Luna asintió y le
soltó pero él le cogió la mano. —Dejaré de darte órdenes, descansa, te avisaré
para cenar.
Kenji la soltó y salió de la habitación dando a la
segunda planta. Era un habitación espaciosa con ventanales grandes sustituyendo
las paredes a la mitad y la otra mitad paredes pintadas de morado, suelo de mármol
y techo blanco, había una barra de bar, piano blanco de cola, diván y sofá de
cuero gris, y dos sillones de cuero gris, una puerta abierta al baño y escaleras
de caracol.
Se miró la mano con la que tocó a Luna y suspiró.
—No sé ni en qué pienso. —Susurró y después miró el
piano. —Es hora de cenar.
Bajó las escaleras y vio a sus hombres cenar comida
rápida en el sofá.
—Cuando terminéis, marchaos a descansar excepto uno
que estará para hacer guardia en casa. —Kenji ordenó serio y se sorprendieron.
—Me da igual quien de vosotros se quede, incluso podéis llamar a Yumiko para
que se quede esta noche
—¿Señor? —Preguntaron todos a la vez sorprendidos.
Kenji se metió en la cocina al mismo tiempo que los
hombres se miraban entre ellos.
Mientras Luna estaba sentada en la cama mirando al
techo.
—Sólo intenta controlarme…
Luna suspiró y se levantó para salir de la
habitación. Vio el piano y se acercó a él con calma para sentarse y observar
las teclas.
—Me encantaba tocarlo… es precioso. —Susurró Luna y
tocó una tecla. —Creo que…
Empezó a tocar el piano, dejándose llevar y
relajándose. Apenas escuchaba a su alrededor, tan sólo el piano, cerrando los
ojos y respirando con calma. Kenji se sentó a su lado sin guantes, se quitó la
corbata y la dejó en el suelo para tocar junto a ella, ambos al unísono cómo un
equipo.
—No se te da mal. —Kenji se relajó y la miró de
reojo. —Pero el gusto por Satie es… curioso.
—Ya… bueno, un yakuza tocando el piano sí es raro.
—Luna sonrió pero Kenji no hizo ningún gesto. —Creo que lo he visto todo ya.
—Mi madre me enseñó a tocar de pequeño, es lo único
que me queda de ella. —Luna dejó de tocar al oírle. —Aunque no es nada
especial.
—Yo creo que sí lo es. —Kenji paró también de tocar
y la miró entristecida. —Yo aprendí de mi abuela después de… yo…, en fin, me
enseñó cuando era niña y al parecer tengo un gran talento aprendiendo rápido y
coordinándome.
—Lo tienes, me gusta cómo tocas.
—Tú también tocas genial.
Kenji sonrió y Luna al mirarle se sonrojó.
No podía evitar pensarlo, esa sonrisa dulce y
serena, y esas manos firmes que tocaron con delicadeza su piel y las teclas, deseó
por un segundo ser acariciada por él.
—¿Te encuentras bien? Estás roja.
Kenji puso su frente pegada a la de ella, Luna
avergonzada y sorprendida le empujó, cediendo ella y estando a punto de caer
pero él la agarró del brazo, tirando de sí mismo y abrazándola, refugiándola en
su pecho.
—Ten cuidado, Luna. —Kenji la miró preocupado y ella se avergonzó aún más. —Te llevaré al salón.
—¡No! No… creo que estoy cansada. —Luna se separó y
levantó. —Gracias por cuidar de mí y… no sé por qué te salvé la vida pero no te
odio… Kenji… y eso, gracias.
—Es lo menos que puedo hacer. —Kenji se levantó, le
cogió la mano y besó el dorso. —Siempre tendrás mi eterna gratitud.
—Mientras no hagas nada ilegal por mí, estará bien. —Luna
cogió la mano de Kenji y él sonrió.
—Lo intentaré.