domingo, 15 de agosto de 2021

Mi día a día con un demonio. Prologo.

Esta historia comienza de tarde con un hombre en el balcón de un apartamento de dos plantas y tomando una taza de té sentado en una silla lujosa. Vestía traje negro sin chaqueta, con chaleco, corbata negra, guantes de cuero negros y botines de cuero negro. Su aspecto era de 1.90, de 28 años, atlético, piel blanca, cabello negro y largo en una coleta además de flequillo con dos mechones a cada lado de la frente, ojos verdes, labios finos y pequeños.

Miraba relajado la zona comercial del puerto mientras se oían golpes de fondo.

—¡Kenji, hijo de puta, debí asegurarme de que estabas muerto aquel día! —Gritó un hombre dentro del apartamento y un último golpe, más fuerte que los anteriores se escuchó, dejando tras de sí un inmenso silencio.

Kenji no se inmutó y dio un sorbo. Un hombre con traje y guantes de cuero ensangrentados salió al balcón.

—Paulo ha firmado el traspaso de las propiedades, señor. —Kenji le ignoró y se relajó. —Se marchará a Madrid esta noche.

—¿Le has dejado marca? —Habló con voz masculina y calida.

—Sí, señor. —Kenji se levantó y le miró. —Tráeme la chaqueta, vamos a la discoteca Noche Placentera.

—Es posible que… el señor Uematsu nos llame la atención por asentarnos en Málaga.

—Tráeme la chaqueta.

Mientras tanto, una chica caminaba por el paseo marítimo. Medía 1.75, delgada, 24 años, piel morena, pelirroja, pecosa, de cabellos largos y lisos en un moño, ojos azules, labios gruesos. Vestía un vestido rojo corto con tacones negros y bolso negro de cuero.

Miró hacia el mar y vio a una pareja de un chico y una chica juntos dándose un beso.

—Genial, no me libro de él.

La chica se enfadó y anduvo más rápido, durante quince minutos hasta cruzar la calle, llegando a un local enorme con el letrero de Noche Placentera en grande.

Había una larga fila de personas y un portero grande y fuerte custodiando la puerta, vistiendo camisa negra y pantalones grises.

—¿Luna? Joder, cuanto tiempo. —Exclamó el portero. —¿Qué haces aquí?

—He venido a hablar con Víctor para lo que me debe. —Luna habló con voz femenina y cálida. —No puedo asesorar gratis a la gente en temas legales, no soy una ONG, tú me entiendes ¿No?

—Claro tía, pasa.

Le abrió la puerta y Luna entró. Era una sala grande y oscura, música a todo volumen, repleto de gente, luces muy brillantes y de todo tipo de colores, con una barra llena de botellas y con dos camareras.

Mientras tanto Kenji estaba sentado en un turismo, cómo pasajero, armado con una katana y llevando una gabardina por encima. Era un Mercedes negro seguido por dos coches del mismo tipo

—Ya estamos, señor.

El coche paró y el hombre salió para abrirle la puerta. Kenji salió del coche y vio que habían salido ocho hombres más de los coches.

—Vamos. —Kenji ordenó y los hombres se adelantaron.

Entraron en la discoteca escoltando a Kenji, caminaron hacia la barra y cruzaron una puerta, Kenji y dos hombres más subieron con él unas escaleras de madera hasta la entrada de un despacho, custodiada por dos porteros.

—¡No pienso darle nada a un travelo! —Gritó un hombre desde dentro del despacho. —¡Vuelve con tu madre en vez de darme por culo!

—¡Eres un cabrón! —Gritó Luna.

—Largaos. —Ordenó uno de los porteros

Kenji fue a pasar y uno de los hombres se lo impidió. Molesto suspiró, le golpeó con la katana en la rodilla con tanta fuerza que se la rompió, y le torció el brazo.

—Voy a pasar, no lo volveré a repetir.

—¡Pa-pasa, sin problema!

Kenji le soltó, se giró y le golpeó al otro portero con la katana en la cabeza, noqueándolo y haciendo que cayese al suelo.

Kenji entró en el despacho y vio a Luna a un lado y a un joven sentado en la mesa, vestido con un polo verde, vaqueros azules y chaqueta.

—¡¿Y tú quién coño eres?! —Gritó el joven.

—El nuevo dueño. —Kenji le miró serio. —Podemos hacer esto por las buenas.

—Lárgate de mi local. —Kenji se acercó a él y uno de sus hombres entró armado con un revolver y tranquilo. —¿No me oyes?

—Chica, vete. —Luna se sorprendió al ser hablada por el joven yakuza.

—¿Eh?

Kenji golpeó al joven con la katana y le hizo caer al suelo.

—No dejaste entrar a uno de mis hombres hace una semana, me das órdenes. —Le pisó la mano derecha. —Por estas cosas me mancho las manos, así que sé agradecido.

—¡Lo soy, lo soy!

El hombre se acercó y sacó unos documentos y un bolígrafo de la chaqueta, y los dejó caer sobre el joven.

—Te sobra una mano.

—Está bien… voy a firmar.

Luna miró la escena y Kenji la miró fijamente.

—Te dije que te fueras. —Habló molesto.

—No me iré sin que me pague lo que debe.

—¿Cuánto debes? —Preguntó Kenji al joven.

—¿Qué? —Le pisó con más fuerza. —¡Dos mil euros!

—Dale un cheque a la chica. —Ordenó Kenji.

—No, quiero que me lo dé Víctor. —Luna se acercó a Kenji y le encaró.

—No somos cobradores de deudas.

—Me da igual, quiero lo que es mío.

Kenji la agarró de la muñeca y pisó con tanta fuerza que le rompió la mano al joven.

—¡Suéltame, demonio!

—Si fuera un demonio, no respirarías.

—Eres un perro ladrador.

Se miraron con odio mientras el joven firmaba.

—¡Ya está, todo tuyo!

Kenji le soltó y se llevó a Luna.

—¡Suéltame! —Gritó Luna, zarandeó el brazo y se zafó.

El hombre cogió los documentos y esperó a Kenji en la puerta.

—Señor, cuando quiera.

El joven se levantó, sacó una pistola de la chaqueta y apuntó a Kenji.

—¡Cuidado! —Gritó Luna y lo protegió con su cuerpo.

El joven disparó, dando en el vientre de Luna y el hombre disparó en la cabeza al joven.

—Sangre… —Susurró Luna y al estar cerca de caer al suelo, Kenji la cogió en brazos. —No quiero morir…

Luna empezó a llorar asustada y Kenji la miró sorprendido.

—Señor… ¿Señor? —Preguntó el hombre.

—Prepara el coche y llama al carnicero.

—Pero…

—¡¿No me has oído?! —Gritó Kenji a su hombre. —¡Corre!

—Frío… —Luna tembló y perdió la consciencia poco a poco.

—No hay tiempo, mete las llaves en mi bolsillo y llámalo ya.

Luna estuvo inconsciente y Kenji salió corriendo con ella del edificio.

—¡Señor! —Gritaron los hombres siguiéndole.

—No… frío… —Kenji se quitó la chaqueta y la tapó.

—Aprieta con toda la fuerza que puedas ¿Me oyes? —Luna perdió la consciencia y él sacó las llaves del coche. —¡Qué alguien se quede con ella!

Luna soñaba siendo un niño de seis años, estaba desnuda y de pie en un dormitorio.

—¿Estoy… muerta?

Frente a ella un hombre desnudo y sentado en la cama.

—¿De verdad pensabas que tu madre o tu abuela te iban a proteger de mí? —El hombre le hizo un gesto para que se acercase. —Papá te va a hacer un hombre de verdad.

—No quiero…

—¡Bill! —Gritó el hombre asustándola.

—¡Déjame en paz!

Luna despertó bruscamente y entre gritos, sentándose y jadeando, dejando caer una chaqueta de traje al suelo.

—Déjame… —Luna se abrazó y empezó a llorar.

Luna miró a su alrededor y vio que estaba desnuda en una cama de lujo.

Su cuerpo no tenía nada de vello, su cabello estaba suelto llegando hasta e la cintura, su vientre estaba vendado, tenía senos pequeños con areolas azuladas y pequeñas, y pene de diez centímetros, blanco, sin circuncidar, y rasurado.

Levantó la mirada observando la habitación, era grande, paredes pintadas de morado, suelo de mármol negro, techo morado con zócalos y una lámpara ventilador, ventana amplia que mostraba toda la ciudad siendo de noche, cama de matrimonio con sabanas de seda y lino rosas y blancas, escritorio de ébano, ordenador de torre y monitor, armario empotrado con espejo y una estantería repleta de libros y armas.

La puerta se abrió bruscamente y Kenji entró alarmado junto a varios hombres, armado con su katana, sin chaqueta y con las mangas recogidas, mostrando tatuajes tribales en sus brazos.

—¡¿Estás bien?! —Preguntó Kenji asustado y dejando a un lado su arma.

—¡Fuera de aquí, pervertidos! —Luna cogió la almohada y se lo lanzó.

Todos salieron del dormitorio y Kenji cerró la puerta, quedándose allí.

—¡Vete…! Mierda… —Luna vio que la venda se estaba llenando de sangre, Kenji fue al escritorio y sacó un botiquín. —Vete de aquí…

—No, ahora túmbate. —Ordenó mirándola seriamente.

—Puedo ponerme puntos sola. —Luna miró desafiante a Kenji. —No hagas esto porque te haya salvado la vida, no me debes nada.

Kenji la ignoró y dejó el botiquín en la cama.

—Todos los mafiosos sois iguales os creéis superiores a los demás… uggh. —Luna se encogió de dolor y Kenji se sentó a su lado. —A… apártate…

Kenji le quitó la chaqueta y la dejó caer al suelo.

—No me iré hasta que te cambie los puntos y las vendas. —Sacó un bote de alcohol y se lavó con él las manos. —Tú decides cómo lo hago.

Luna suspiró indignada y se tumbó.

—¿No vas a preguntar por qué lloro?

Kenji sacó unas tijeras y cortó las vendas.

—No es asunto mío.

Le quitó las vendas, le acarició suavemente la cintura, avergonzándose ambos y quitó las manos bruscamente.

—¿Disfrutas con esto? —Preguntó molesta pero Kenji la ignoró, quitó la gasa y cortó los puntos. —¿Cuánto tiempo ha pasado?

—Una semana, no dio en ningún órgano y parece que te estás recuperando muy rápido. —Kenji limpió la herida con alcohol ante la mirada de sufrimiento de Luna. —¿Por qué… me protegiste si me odias?

—No lo sé, instinto quizás. —Luna se encogió de hombros mientras le volvían a coser la herida. —Duele… en fin, no importa ya.

—Nadie salva a nadie sin ningún motivo.

Alguien golpeó la puerta, llamando la atención de ambos.

—Señor, tiene una llamada del señor Uematsu.

—Tengo cosas más importantes que hacer. —Luna miró cómo Kenji le ponía la gasa y empezaba a vendarla.

—¿Quién es ese Uematsu?

—El jefe de todos los grupos… y mi padre.

—Supongo que soy lo más importante. —Kenji guardó las cosas en el botiquín y se levantó para guardarlo.

—Sí, eres la mujer herida que me salvó la vida y a la que estoy cuidando mientras se recupera, por tanto, eres lo más importante.

—Es raro que no me traten… de distinta forma al verme desnuda. —Luna cruzó las piernas y apartó la mirada.

—Eres una mujer, una mujer desnuda y tumbada en mi cama. —El joven la miró serio mientras se cruzaba de brazos. —Es lo único raro que ocurre en mi apartamento.

—¿Qué me… harás ahora? —Luna susurró y Kenji cogió la chaqueta para taparla por encima.

—Prepararte la cena, descansa, volveré. —Kenji salió del dormitorio y Luna se tumbó de lado.

—Espera… ha dicho su cama… —Luna se sorprendió y sonrojó. —¡¿Su cama?!

Kenji se encontraba bajando escaleras de caracol hasta llegar al salón, donde un par de hombres bailaban sobre una plataforma.

Era una habitación que daba al balcón, tenía suelo de mármol blanco, paredes azules pintadas, techo blanco, lámpara grande, sofá de cuero ocupado por varios hombres, televisión de plasma, mesa baja junto a ellos, mesa de comedor con sillas, un par de puertas de madera, cocina integrada y una cajonera junto a la puerta de la entrada.

—¡¿Has visto cómo comprar el juego fue buena idea?! —Gritó animado uno de ellos.

—¡El jefe es un amargado! —El joven carraspeó y todos le miraron. —¡Me refería a…!

Kenji le ignoró y caminó hacia la cocina.

—Mierda, me va a matar… —Exclamó.

—Tío ¿Dónde quieres que tiremos tus cenizas? —Preguntó su compañero.

Oyeron a alguien bajar las escaleras y vieron a Luna vestida con un camisón blanco a rayas azules.

—Dios… que preciosa es… —Susurró uno de ellos. —¿Creéis que el jefe está enamorado de ella? No ha parado de bañarla y cuidarla…

—Yo la vi besarla mientras estaba en coma… ¿O le estaba dando las medicinas?

Kenji salió con un cuchillo de cocina en mano y miró molesto a Luna, quien se acercaba a él.

—Te dije que descansaras. —Ordenó serio. —Vuelve a la cama.

—No soy tu subordinada, voy a cocinarme la cena. —Luna intentó pasar y Kenji se lo impidió interponiéndose. —Apártate.

—Esta es mi casa.

—Eres un demonio mandón.

—Y tú una ingrata.

—Payaso.

—Chihuahua.

—Jefe… nosotros la llevamos a su habitación.

—¿Dependes de tus simplones para controlarme? ¿Acaso no puedes conmigo? —Kenji la miró completamente enfadado. —¿El demonio va a patalear?

Luna sonrió de forma burlona y Kenji se dio la vuelta para ir a la cocina.

—Vuestro jefe es muy patético ¿Lo sabíais?

Kenji volvió sin el cuchillo, la agarró de la muñeca y la llevó al segundo piso.

—¡Suéltame!

Él la ignoró y abrió la puerta para entrar.

—¡Gilipollas!

—¿Por qué eres tan insoportable? —Entraron en el dormitorio y lanzó a Luna hacia la cama. —Intento que estés bien y desde que has despertado sólo das problemas.

—¡Yo no te he pedido que me ayudes!

—¡No necesito tu permiso para ayudarte! —Kenji se acercó a ella muy enfadado.

—¡Deja de darme órdenes! —Luna se levantó y le abofeteó. —No quiero nada de gente cómo tú, sólo os importa una cosa y sois vosotros mismos, no os importa nada más.

Kenji la miró mientras se tocaba la mejilla dolorida, la vio llorar y suspiró.

—No voy a intentar que cambies de opinión. —Luna apartó la mirada al oírle. —Sólo pretendo que te recuperes, puedes verme cómo te plazca pero seguiré haciendo lo mismo.

Kenji fue a marcharse pero Luna se lo impidió agarrándole de la mano.

—Lo siento… sólo estoy nerviosa. —Kenji suspiró al oírla. —Llámame Luna.

—Uematsu Kenji… llámame Kenji. —Luna asintió y le soltó pero él le cogió la mano. —Dejaré de darte órdenes, descansa, te avisaré para cenar.

Kenji la soltó y salió de la habitación dando a la segunda planta. Era un habitación espaciosa con ventanales grandes sustituyendo las paredes a la mitad y la otra mitad paredes pintadas de morado, suelo de mármol y techo blanco, había una barra de bar, piano blanco de cola, diván y sofá de cuero gris, y dos sillones de cuero gris, una puerta abierta al baño y escaleras de caracol.

Se miró la mano con la que tocó a Luna y suspiró.

—No sé ni en qué pienso. —Susurró y después miró el piano. —Es hora de cenar.

Bajó las escaleras y vio a sus hombres cenar comida rápida en el sofá.

—Cuando terminéis, marchaos a descansar excepto uno que estará para hacer guardia en casa. —Kenji ordenó serio y se sorprendieron. —Me da igual quien de vosotros se quede, incluso podéis llamar a Yumiko para que se quede esta noche

—¿Señor? —Preguntaron todos a la vez sorprendidos.

Kenji se metió en la cocina al mismo tiempo que los hombres se miraban entre ellos.

Mientras Luna estaba sentada en la cama mirando al techo.

—Sólo intenta controlarme…

Luna suspiró y se levantó para salir de la habitación. Vio el piano y se acercó a él con calma para sentarse y observar las teclas.

—Me encantaba tocarlo… es precioso. —Susurró Luna y tocó una tecla. —Creo que…

Empezó a tocar el piano, dejándose llevar y relajándose. Apenas escuchaba a su alrededor, tan sólo el piano, cerrando los ojos y respirando con calma. Kenji se sentó a su lado sin guantes, se quitó la corbata y la dejó en el suelo para tocar junto a ella, ambos al unísono cómo un equipo.

—No se te da mal. —Kenji se relajó y la miró de reojo. —Pero el gusto por Satie es… curioso.

—Ya… bueno, un yakuza tocando el piano sí es raro. —Luna sonrió pero Kenji no hizo ningún gesto. —Creo que lo he visto todo ya.

—Mi madre me enseñó a tocar de pequeño, es lo único que me queda de ella. —Luna dejó de tocar al oírle. —Aunque no es nada especial.

—Yo creo que sí lo es. —Kenji paró también de tocar y la miró entristecida. —Yo aprendí de mi abuela después de… yo…, en fin, me enseñó cuando era niña y al parecer tengo un gran talento aprendiendo rápido y coordinándome.

—Lo tienes, me gusta cómo tocas.

—Tú también tocas genial.

Kenji sonrió y Luna al mirarle se sonrojó.

No podía evitar pensarlo, esa sonrisa dulce y serena, y esas manos firmes que tocaron con delicadeza su piel y las teclas, deseó por un segundo ser acariciada por él.

—¿Te encuentras bien? Estás roja.

Kenji puso su frente pegada a la de ella, Luna avergonzada y sorprendida le empujó, cediendo ella y estando a punto de caer pero él la agarró del brazo, tirando de sí mismo y abrazándola, refugiándola en su pecho.

—Ten cuidado, Luna. —Kenji la miró preocupado y ella se avergonzó aún más. —Te llevaré al salón.

—¡No! No… creo que estoy cansada. —Luna se separó y levantó. —Gracias por cuidar de mí y… no sé por qué te salvé la vida pero no te odio… Kenji… y eso, gracias.

—Es lo menos que puedo hacer. —Kenji se levantó, le cogió la mano y besó el dorso. —Siempre tendrás mi eterna gratitud.

—Mientras no hagas nada ilegal por mí, estará bien. —Luna cogió la mano de Kenji y él sonrió.

—Lo intentaré.

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