martes, 17 de agosto de 2021

Mi día a día con un demonio. Capítulo 1.

Al día siguiente por la mañana Luna despertó vagamente y se estiró.

—Puf… que sueño. —Luna se levantó torpemente y vio en la mesa del escritorio un fajo de billetes. —¿Qué es esto?

Luna vio que había una nota a su lado y la leyó.

—Los dos mil euros… supongo que no pudo conseguirlos de otra forma si Víctor está muerto. —Luna dejó la nota a un lado y miró hacia la puerta. —Si este es su dormitorio ¿Dónde habrá dormido él? Bueno, da igual

Cogió el teléfono del escritorio y miró Instagram mientras se acercaba a la puerta, la abrió y vio a Kenji desnudo y con el cabello suelto y mojado, apoyado en la barra relajado, y tomando una taza de café a la vez que miraba hacia la ventana a un lado.

Su cuerpo estaba sin vello y tonificado, sobretodo abdominale y pectorales, areolas rosadas y medianas, miembro de 21 cm y de 3,5 cm de grosor, circuncidado y rasurado, un tatuaje en el lado derecho del pecho y el hombro, un tatuaje de un dragón rojo y negro en la espalda al completo, tatuajes de tipo tribal por los muslos y piernas, cicatrices de cortes por el abdomen y el hombro izquierdo quemado.

Luna se sonrojó, Kenji entonces dio un sorbo y miró de reojo a la puerta, viéndola a ella.

No pudieron dejar de mirarse, ella se sentía prisionera y a la vez presa de aquella mirada de lobo, sus manos temblaban, su cuerpo se paralizó en un instante y de su boca escapaban sus jadeos, se sintió poseída y controlada por Kenji, se asustaba imaginando lo cruel que podría ser con ella, las miles de formas en las que él podría tomarla sin importar la resistencia que ella ofreciera, parecía que aquella gentileza de la noche anterior no era sino un espejismo del depredador que tenía ante ella.

—Mierda. —Luna cerró la puerta con fuerza dejando caer el móvil y Kenji siguió mirando a la ventana. —Joder, el móvil… ¿Voy a cogerlo? Mierda…

Kenji se acercó a la puerta y agarró el móvil, viendo fotos de ella y un hombre besándose, haciendo que se sintiera molesto y celoso.

Luna suspiró y abrió la puerta con cuidado, encontrándose de frente con Kenji, quién tenía el teléfono en la mano.

—Aah… el… manubrio ¡Móvil! Mi móvil. —Exclamó nerviosa. —¿Me lo das?

—Tienes el desayuno listo, en una hora viene el doctor, toma. —Kenji le dio el teléfono y Luna cerró la puerta con fuerza, haciéndole suspirar molesto. —No la soporto.

Se marchó a la otra puerta y cruzó. Luna abrió la puerta y vio que estaba sola.

—No debería ir desnudo por casa, aunque sea suya estoy aquí. —Suspiró molesta y caminó hacia las escaleras. —Es un maleducado y un nudista pervertido.

Luna bajó las escaleras y vio en la mesa del comedor una taza de té y un sándwich con Nutella.

—Es… lo que desayuno cada día. —Luna se acercó sorprendida y se sentó a la mesa. —Quizás estoy siendo demasiado dura con él.

Dio un sorbo, sonrió y dio un bocado al bocadillo, haciéndola disfrutar y dejando una mota de cacao en las comisuras.

—Esto está buenísimo… —Tragó y oyó a Kenji bajar las escaleras. —Debería darle las gracias.

Se levantó y vio a Kenji vestido con pantalones negros de traje, camisa blanca con tirantes negros, corbata negra, botines de cuero negros y guantes de cuero.

—¿Kenji? —Luna se levantó y Kenji apartó la mirada molesto.

—Debo atender un asunto, una amiga estará custodiando la puerta mientras llega el médico.

—Gracias… por el desayuno. —Kenji se acercó a ella y la miró, avergonzándola. —Es lo que suelo tomar… esta vez… pero está muy bueno esta vez… y bueno… esta vez…

Kenji le quitó la mota de cacao con el pulgar y lo lamió.

—¡¿Qué haces?! —Preguntó sorprendida.

—No me gusta que la gente vaya sucia por mi casa.

—¡¿Su-sucia?!

—¿Acaso besarías a tu novio con la boca manchada?

—Para eso debería tener novio primero. —Luna suspiró enfadada y Kenji se sorprendió. —Y sí, besaba a mi ex con la boca manchada.

—Vaya… —Kenji sonrió aliviado.

—¡Ni se te ocurra preguntar! —Exclamó molesta y sonrojada.

Kenji se marchó sonriente disfrutando de la conversación, y salió del apartamento.

—Idiota…

Se tocó la comisura, jadeó y pensó en la mirada de Kenji, en su tacto, su dulzura, su firmeza.

—Kenji… te odio… —Luna susurró encendida y avergonzada. —Creo que podría tocarme un poco…

Mientras tanto Kenji estaba esperando el ascensor en un pasillo de suelo de granito, paredes pintadas de verde y techo blanco, con cuatro puertas que daban a distintos apartamentos.

—Debería coger el teléfono de prepago.

Kenji se fue a la puerta del fondo y de la puerta de al lado salió una chica.

Tenía 24 años, 1.78 cm, delgada, atlética, piel blanca, cabello oscuro y liso, corto hasta los hombros, ojos azules, labios finos, vestía traje negro con corbata negra y una pistolera bajo la chaqueta, además de botines negros de cuero.

—Señor ¿Se encuentra bien? —Preguntó ella con dulzura.

—Voy a coger mi otro teléfono, Yumiko.

—Puedo ir a buscarlo si quiere. —Kenji le acarició la cabeza y entró en el apartamento.

—Se ha dejado el desayuno a medias… esa chica… —Kenji entonces se alertó. —¿Dónde está?

Kenji subió las escaleras con cuidado y miró en el baño.

—Esto es extraño. —Susurró preocupado.

Se acercó a la puerta del dormitorio y se mantuvo en silencio.

—Kenji… más… tócame un poco más… con calma… —Luna gemía despacio y Kenji jadeó sonrojado.

Abrió la puerta, viéndola desnuda, tumbada bocarriba y dándose caricias en el glande, siendo testigo del cuerpo sudoroso y suave de Luna, su rostro de lascivia, la saliva cayendo por la comisura de sus labios. Kenji se relamió, se acercó a ella y se tumbó a cuatro sobre ella.

—Kenji… —Susurró ella mirándole a los ojos. —Con cuidado…

—¿Crees que soy gentil? ¿Qué soy dulce y amable? —Kenji se acercó a su oído y susurró disfrutando. —¿Qué voy a comértela con mucho cariño?

Luna asintió y le miró de forma suplicante.

—Te equivocas, me da igual que estés herida, no tendré piedad… Luna. —Ella tragó saliva mientras él se relamía los labios. —Haré que gimas mi nombre, me sientas bien, haré que sólo puedas pensar en mi voz, mi cuerpo… incluso después de terminar, tu cuerpo sólo tendrá mi esencia y se encenderá cuando me veas cada día.

—Eso es cruel… —Susurró avergonzada y Kenji se sentó.

—Y lo dices tú, con tu rostro adorable e inocente, que no has dejado de provocarme y preocuparme al mismo tiempo. —Kenji se inclinó y la besó con lengua, ella intentó tocarle el rostro pero se lo impidió agarrándola de las muñecas, se apartó y la miró encendido. —Quiero corromperte… Luna.

—Eres un demonio…

—Lo soy… —Kenji la volvió a besar, jugando ambas lenguas hasta que se separó y dejó un hilo de saliva entre ambos labios. —Y siempre tomo lo que quiero.

Kenji no podía evitar sentir que estaba mal, sentía que no debía, al menos una parte de él, en el fondo deseaba tomarla y tenerla, deseaba que ella temblase con todo el placer que podría brindarle, pero no pudo evitar ver las vendas, no podía arriesgar la salud de ella.

La soltó, se levantó de la cama, la agarró de las piernas y tiró de si mismo.

—Tengo una reunión así que haré que te corras rápido. —Luna tragó saliva y se agarró con fuerza a las sábanas.

Se arrodilló y acercó los labios al miembro erecto de Luna, lo introdujo en su boca y apretó los labios mientras la miraba.

—Joder… Kenji…

Bajó hasta tenerla en la garganta y subió con calma hasta apretar el glande con los labios y jugar con la lengua.

—Espera… tan rápido no… es raro… ¡Kenji!

Kenji cerró los ojos y empezó a subir y bajar con rapidez mientras agarraba los muslos y clavaba las uñas.

—Kenji… ¡No puedo… Kenji! —Luna empezó a temblar y gemir con fuerza. —Yo… no…

Kenji se separó, se relamió la corrida que caía de sus labios y tragó al mismo tiempo que miró a Luna, quien jadeaba y temblaba sin control.

—Lo siento… con poco puedo… llegar al orgasmo…

—No puedo resistir más.

Kenji la hizo inclinar la cadera hacia arriba y acercó sus labios a las nalgas.

—¿Kenji? Espera…

Lamió en círculos el ano mientras masturbaba el miembro de Luna con rapidez.

—¡No… joder! —Gimió aún más Luna sintiendo la lengua de Kenji dentro del ano. —Dios… es tan… real…

Agarró del pelo a Kenji mientras gemía sin control durante varios minutos, sin poder dejar de sentir el control que él ejercía en ella.

—¡Kenji, me corro! Basta… —Luna arqueó la espalda al mismo tiempo que gemía con fuerza. —¡Joder…!

Se separó de ella y acercó sus labios al miembro, lo metió hasta la garganta y sintió las intensas palpitaciones hasta notar cómo expulsaba la corrida dentro de él con fuerza.

—Es increíble… es una alucinación pero… —Luna sudaba y temblaba de placer todo su cuerpo. —Parece… real…

Kenji se levantó, tragó y se tumbó a cuatro sobre ella.

—Soy totalmente real, al igual que todo lo que te he hecho y dicho.

Kenji la besó, se levantó y suspiró cansado mientras miraba el teléfono.

—Pero… —Luna se sorprendió y avergonzó a la vez que él cogía un bokken del armario y un móvil del cajón del escritorio.

—Descansa y duerme un poco, el doctor vendrá después de comer.

Kenji se marchó y Luna intentó levantarse.

—Dios, que he hecho, no… no puede ser… va a odiarme…

Luna se abrazó avergonzada y jadeando.

—¿Por qué me…? No entiendo por qué me ha tocado así…

Media hora pasó y Kenji se encontraba en el coche, sentado en el asiento de pasajeros, llevando chaqueta, con rostro enrojecido y de actitud serena.

—¿Por qué no ha sido suficiente? Creí que tocando su piel podría saciar mis deseos pero… —Susurró y miró su mano derecha y suspiró molesto. —Quiero más, necesito más pero todo cuanto busco es demasiado oscuro… quizás… es el sabor de ella aún en mi boca, aquel fluido… era tan dulce…

—¿Señor? —Preguntó el conductor. —Ya estamos en la cafetería.

—Aún no están, esperaré aquí. —Kenji miró por la ventanilla con calma. —He estado pensando.

—¿En qué si puedo preguntar?

—La chica, me recuerda a un día que fui de viaje con mi padre, el festival de verano cuando tenía doce años. —Sonrió de forma afable y cerró los ojos. —Había una pareja extranjera, eran una mujer mayor y un niño que iba siempre con un libro, tendría… ocho años.

—Suena interesante, señor.

—Lo es, unos niños le robaron el libro para humillarle, le tenía un gran apego y ellos lo notaron, yo pude devolvérselo y… me enamoré. —Abrió los ojos y miró el teléfono. —No consigo olvidar sus pecas, sus ojos azules, su cabello rojizo… era tan dulce… quise besarle aquella noche… frente al templo… y no lo hice.

—No sabía que le gustasen los hombres, señor.

—Y no me gustan. —Guardó el teléfono y se relajó. —Creo que nunca fue un chico.

—Ya están aquí, señor.

Kenji salió acompañado del conductor y fue a una cafetería. Entraron juntos y vieron que sólo había dos hombres sentados en la mesa de una esquina. Vestían traje, eran pelirrojos y estaban armados.

—Siéntese, sin miedo. —El joven le invitó a sentarse y Kenji se sentó con él. —Es un placer conocerle.

Era un hombre de su misma edad y altura, muy delgado, pelirrojo, de pelo corto, pecas, ojos azules, barba de tres días, con traje azul, corbata verde y mocasines verde.

—Esperaba a Darren Kelly, no a un segundón llamado Kevin. —Kenji se relajó y le miró con desprecio.

—Bueno… mi padre no ha podido venir. —Kevin sonrió. —Así que he venido en su nombre a hablar de un par de cosas.

—Quiero saber por qué no ha venido. —Kevin fue a hablar pero Kenji carraspeó interrumpiéndole. —Convénceme, elige bien tu respuesta.

—A mí me da curiosidad que un hombre de la yakuza se lleve a una mujer herida de un club cuyo dueño ha muerto de un disparo.

—¿Esa es la obsesión de su padre? ¿Una mujer? —Kenji se frotó la frente sorprendido. —Los rumores sobre Darren son ciertos entonces.

—Mi padre no es un violador si te refieres a eso. —Kevin habló molesto.

—No tengo interés en la enfermedad de Darren Kelly.

—¡Mi padre no es un puto violador! —Kevin se levantó furioso de la mesa y Kenji mostró una sonrisa burlona. —¡Son mentiras que soltó la puta de su mujer cómo excusa para traicionarnos! ¡Usó hasta a mi hermano pequeño contra él!

—Vaya… ahora entiendo todo. —Kenji se levantó de la silla con calma.

—¿Entender qué?

—No voy a participar en la guerra entre tus padres, sé que Amy Kelly quiere tomar la familia asentada aquí, la vuestra, me parece perfecto. —Kenji miró a su subordinado y él se marchó. —Y la chica, es sólo una mujer inocente, no tiene nada que ver con ustedes.

—Ni siquiera he…

—Tengo otras cosas que hacer, no vuelvas a molestarme.

Kenji se marchó y subió al coche.

—Voy a preparar el almuerzo de Luna.

—¿A las tiendas de siempre? —El conductor miró a Kenji y él asintió. —Señor ¿Cree que la joven está relacionada con ellos?

—Tengo una corazonada.

—¿Y por qué ha jugado con ellos? —Kenji miró al conductor a través del retrovisor. —Acabaríamos en guerra por esa joven sólo por no contar la verdad.

—Me salva la vida y quieres que la eche a los lobos sin saber que ocurre con todo esto ¿Es lo que me estás diciendo?

—No… señor.

Pasó una hora y Kenji volvió al piso cargado de bolsas.

—Señor. —Yumiko se levantó y ayudó a Kenji con las bolsas. —La joven está durmiendo en su habitación desde que el doctor se fue.

—¿Qué ha dicho sobre su estado?

—Se encuentra mejor, más recuperada.

—Bien, voy a subir a verla, lleva las cosas a la cocina.

Kenji subió las escaleras y entró en el dormitorio. Luna dormía con el camisón y la ropa interior, temblaba balbuceando asustada, y tumbada bocabajo.

—Luna. —Kenji caminó hacia ella y se tumbó a su lado. —Es sólo una pesadilla, tranquila.

—Déjame… suéltame…

—Despierta... —Susurró preocupado y le acarició el cabello. —Estás a salvo.

—Kenji… —Susurró ella sollozando.

—Estoy aquí. —Luna se dio la vuelta y se sorprendió al verle. —¿Te encuentras bien? ¿Puedo hacer algo?

Luna le abrazó, tumbándose de lado con él y refugiándose en su pecho.

—Quédate… —Luna susurró asustada. —No quiero estar sola.

—No lo estás. —Kenji la abrazó con fuerza y suspiró. —Y esa pesadilla no era real.

—Pero… se siente… se sentía tan real… —Luna lloraba sin parar y se agarraba con fuerza a la espalda de Kenji. —Incluso en sueños… él me acecha… no logro olvidar aquello…

—Se irá tarde o temprano… —Kenji le dio caricias en la espalda y en la cabeza. —Estoy aquí.

—Gracias… Kenji…

—Voy a prepararte el almuerzo ¿De acuerdo? —Kenji se separó y se levantó. —Toma el tiempo que necesites para salir de la cama.

—Kenji… lo de esta mañana…

—Fue real. —Kenji se quitó la corbata y la colgó en el pomo. —No pude controlarme… lo siento.

—No importa, yo no podía tampoco… perdona…

—Estabas con mucha fiebre, me aproveché de ti.

—No lo hiciste…

—Voy a preparar una sopa, avísame si necesitas algo.

Kenji se marchó y Luna se agarró a las sabanas con fuerza.

—Nadie me había hecho sentir tan bien… —Su corazón se aceleró y recordó los labios de Kenji besándola. —Y no consigo pararlo, quiero más…

Mientras Kenji caminaba hacia la cocina y veía a Yumiko marcharse del apartamento.

—Quizás una crema entre mejor que una sopa. —Kenji se mantuvo pensativo y recordó los gemidos de Luna, sonrojándose y haciéndole jadear. —Basta…

Suspiró molesto y caminó hacia la cocina. Era una habitación rectangular de paredes de azulejos blancos, suelo de mármol blanco y techo blanco, lámpara sencilla, encimera de granito negro, fregadero de metal, armarios de ébano, horno, nevera, microondas y cafetera.

—Debería cortar la calabaza primero y… —Sacó un cuchillo de cocina de un cajón y se mantuvo pensativo mirándolo.

—¿Kenji? —Preguntó Luna tocándole el hombro.

—¿Qué? —Miró a Luna y respiró profundamente. —Disculpa ¿Qué decías?

—No decía nada… ¿Estás bien? —Luna le acarició la frente y él le apartó la mano. —Deja que te ayude ¿Qué hay que hacer?

—Saca la calabaza pelada de la nevera.

Luna obedeció y Kenji sacó una tabla de los estantes de platos.

—Corta los trozos en dados. —Dejó la tabla en la encimera y fue a buscar en otro armario. —Ve con calma, no hay prisa.

Sacó una olla y la puso en la vitrocerámica, entonces vio a Luna cortar y se puso detrás de ella.

—Así te harás daño en los dedos. —Kenji susurró en su oído, encendiendo a Luna, se pegó más al cuerpo y puso las manos sobre las de ella. —Hazlo suave, cortes lentos, deja que el peso del cuchillo haga su parte.

Kenji apretaba el miembro contra las nalgas de ella, teniendo una erección mientras le olía la mezcla de champú de coco y gel de chocolate, encendiéndose más. Luna sentía la fuerza de las manos de él, cómo la manejaba, el calor del cuerpo en su espalda, su miembro endurecerse al mismo que el de Kenji, su corazón se aceleraba y ambos jadeaban.

—Mira… así… —El cuchillo bajó y cortó el trozo de calabaza, dejando un trozo rectangular. —Estás demasiado tensa…

—Es tu culpa… mira cómo estamos… —Luna susurró molesta y Kenji retiró las manos y las puso en la mandíbula de ella. —Se nos hará tarde el almuerzo…

—Lo sé… —La cogió de la cintura con la otra mano y se acercó a su cuello. —Es tu culpa… Luna…

—Yo no tengo culpa… demonio… —Luna le miró encendida y molesta. —Suéltame…

—Me das órdenes con esa voz tan tierna y ese rostro tan dulce… es injusto.

—Para… no voy a enamorarme de ti… —Luna cerró los ojos y tragó saliva. —Eres un criminal…

Kenji la besó en el cuello y bajó la mano hacia las nalgas.

—Un ladrón…

La soltó y la volvió a besar en los labios.

—Corrompes lo que tocas… demonio… —Luna apartó la mirada y se separó. —Yo…

—¿Tú no eres diferente? ¿Ibas a decir eso? —Kenji caminó hacia ella y Luna se echaba hacia atrás hasta ser arrinconada por él. —Me da igual lo oscura que seas, Luna.

—No me conoces.

—Y eso me gusta más, eres misteriosa. —Kenji le acarició la barbilla. —Dulce, tierna, amable… misteriosa…

—No somos diferentes… —Luna cerró los ojos y dejó caer el cuchillo mientras Kenji se inclinaba para besarla, entonces ella puso las manos en el pecho de él y le paró. —Lo siento, no puedo… no podemos, de verdad.

Luna se zafó de Kenji y se marchó de la cocina. Él sonrió y suspiró complacido.

—No soy dulce, aunque creas que sí, Luna. 

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