miércoles, 25 de diciembre de 2019

Una historia de amor y transición. Capítulo 6

Era Octubre, un día a las doce del mediodía, Alex estaba caminando por la calle, vistiendo un pantalón de deporte azul oscuro y una camiseta de tirantes negra, y llevando una bolsa de deporte blanca. Entró a un bloque de viviendas, se miró en el espejo y entró otra persona.
Era rellenita, más alta que Alex,  tenía el pelo largo, rostro masculino, una sonrisa serena y feliz, ojos marrones, vestía pantalones negros largos de deporte, mochila azul y camisa de tirantes negra.
—Hola chiquitina. —Alex la abrazó y ella la besó. —Espero que estés preparada, Aria. 
—Por supuesto, mi pequeña ama preciosa. —Aria le acarició el pelo y se besaron apasionadamente. 
Al otro lado de la puerta, en la calle, estaba un Shiro trajeado de negro viendo la escena, sorprendido no sabía que hacer o decir ¿Era su pareja? Le invadió una pequeña tristeza pero se dio cuenta que solo entre ellos había amistad, entonces vio que Alex le vio, sonreía y le saludaba, el respondió igual, un tímido saludo y una sonrisa amable que enmascaraba su tristeza. Shiro fue andando durante media hora hasta una joyería, entró y sacó de su bolsillo izquierdo una cadena de plata rota. 
—Me gustaría saber si podría arreglarlo. —Shiro hablaba sin mirar al joyero, entonces sacó un adorno de una pluma de plata, agarrada por una garra de ave, también en plata y acabada en diamantes, y con un fino y estrecho aro. —Y si podría ponerlo en esto. 
—Bueno, no podemos rehacer la cadena pero podríamos hacer una nueva y añadir el acabado. 
—Entiendo, llámeme a este número cuando termine. —Shiro dejó su número en una nota mientras el joyero se llevaba todo, al volver se le quedó mirando. —Sí, soy de los Nomura. 
—Le pro-prometo que se hará muy bien y con tacto. 
Shiro se marchó y siguió su camino por donde vino, tardó lo mismo y llegó a su coche, donde le esperaba un joven de veintiocho, más bajo que Shiro, trajeado en azul y de cuerpo esbelto, de rasgos asiáticos, y cabello negro corto
—He aceptado para que me dejéis en paz una temporada. —Shiro quitó la seguridad del coche.
—No he dicho nada, onii… 
—… Cierra la boca, Keiji. —Entró en el coche dando un portazo, entró el otro joven y se ajustaron el cinturón a la vez. 
—No quiero que te enfades pero esta reunión es para que nos ayudes. —Keiji le miraba fijamente pero Shiro no se giraba, tan sólo agarraba fuerte el volante. —Si queremos la fusión, necesitamos que aceptes casarte con ella, 
—O seguiréis mandando gente a ir a por mí. —Shiro empezó a enfadarse más. —No soy parte de la familia, solo una herramienta ¿Entonces? ¿Qué me importa la empresa, la fusión o el nombre Nomura? 
—Pues… nos criamos juntos, estudiamos juntos, somos hermanos y todo lo que eres se lo debes a nuestro padre y a tu madre, al fin y al cabo solo tener media sangre nuestra y eso es un privilegio. —Keiji abrió la guantera y sacó varias caratulas. —Pero lo malgastas en… discos de jazz y blues y buscar a un chico con quien no debiste estar. 
—Nunca pedí nacer en esta familia, ni vivir en esa asquerosa mansión. 
—¿Y qué querías? ¿Amor? 
—¿Era mucho pedir?
Mientras tanto Alex y Aria estaban en el salón de un piso, desnudas, con una alfombra de yoga en medio, Aria estaba tumbada, con cuerdas por su cuerpo, nudos en puntos concretos, con las manos a la espalda atada a un nudo en su cadera, que hacía que al moverse, la cuerda que pasaba por su ingle se moviera. No podía evitar sentir tanto placer con solo su cuerpo dominado. 
—Esto… es increíble. 
—Lo es. —Alex besó su pecho y la puso bocabajo. —Voy a hacerte una trenza, mi pequeña princesa sumisa. 

—Alex ¿Quién era ese chico? —Entonces Alex empezó a acariciarle la oreja. —Pareció importante.
—Es un amigo de la infancia. —Alex sonreía feliz y le dio un beso en la nuca. —Es un buen chico.
—Alex ¿Recuerdas que dijiste que siempre quisiste amar a dos personas y solo sería suficiente? ¿Qué necesitabas sentir y experimentar todo lo que no pudiste antes?
—Claro pero con tenerte a ti me siento completa de sobra y tú nos tienes a Ari y a mi.
—No quiero ser un lastre que te impida experimentar y volver a ser una cría adolescente.
—Ya me siento una cría adolescente, hacemos cosas juntas que nunca he hecho cómoda.
—Sientes algo por el y no deberías sentirte mal, somos poliamorosas, está bien que vuelvas a salir y así aprendes cosas que haremos juntas… tú y yo.
—Aria, no le quiero a él. —Le dio la vuelta y la hizo ponerse de rodillas. —Quiero al niño del que me enamoré con trece años, él no es ese niño… no es el niño que me hacía sonreír y me enamoraba con sus mimos, ese niño se fue.
—¿Y si empiezas a conocerle?
—Lo hago pero no sé, es un desconocido más.
Mientras tanto Shiro y Keiji estaban en un restaurante muy elegante, sentados en una mesa con una botella de vino tinto y dos copas, la de Keiji estaba vacía pero la de Shiro no, él hacía dar vueltas al líquido mientras reflexionaba y lo observaba.
—¿Estás triste por ese crio? —Sus palabras llamaron la atención de Shiro. —Erais niños, no ibais a estar juntos, crecer juntos, casaros ¿Esperabas un final feliz?
—Esperaba que alguien me quisiera y me apartasteis. 
—¿De verás crees que nuestro padre lo hizo por gusto? Lo hizo por tu bi…
—¡Cállate!
Entonces se sentó con ellos otro, de mismo aspecto que Keiji pero con treinta años, con menos pelo, y un poco más alto que él pero menos que Shiro.
—Hajime ¿Dónde está?
—Reunión, me ha encargado del problema con nuestro hermano.
—Esto no tiene solución. —Shiro dio un sorbo y entonces Hajime esbozó una sonrisa de tiburón. —¿Qué? ¿Crees quitarme algo? No vivo de la familia, no tengo a nadie ¿Qué más da?
—Impedir que lo encuentres, hacerle daño, mucho más que a ti. —Hajime llenó su copa hasta arriba y la puso en medio. —Mira, casi está al límite, al igual que nuestra paciencia, se desbordará y sufrirá gente. 
—Tengo ganas de ver eso. 
—¡Shiro! —Keiji dio un golpe en la mesa y la copa cayó. —Eres un cabrón egoísta. 
—Avisadme cuando encontréis algo interesante. —Puso un billete de doscientos en la mesa. —Quedaos con la vuelta, buitres. 
Shiro se marchó tranquilamente con una sonrisa mientras los dos se miraban enfadados. Fue a su coche aparcado enfrente, se subió y, al arrancar, lloraba con una mirada de enfado, entonces vio que en el móvil tenía un mensaje de Telegram de Alex diciéndole lo guapo que estaba, haciendo que se sonrojara
—¡Ey, señor sushi! —Alguien golpeó la ventana y vio que era Valentina, en mono de motorista, subida a su motocicleta, entonces bajó la ventanilla. —¿Y esa cara triste? No le dejaron pagar con billetes de quinientos ¿No? 
—Son cuestiones de familia. —Valentina se quitó el casco y sonrió.
—Que se evitan una y otra vez. —Sus palabras cabrearon a Shiro pero entonces ella suspiró y le miró fijamente. —Es una broma, una canción de un grupo que nos gusta a Alex y a mí. 
—Solo es que la he visto con alguien y… mi familia me… olvídalo. 
—¿Hablas de Aria?
—Yo… que tonto soy.
—¿De qué ha…? ¿No lo sabes? 
—¿A qué te refieres? —Entonces Valentina empezó a reírse, molestando a Shiro. —Basta ya. 
—Es su novia, la chica de sus sueños o así. —Valentina se puso el casco y miró al frente. —Esta guerra está abierta aún y yo voy ganando, espabila. 
Valentina dio dos golpes al coche y se marchó. Shiro entonces se secó las lágrimas y se marchó en la misma dirección. Mientras estaba Aria, de rodillas con los brazos atados entre sí y en la espalda, una cuerda estaba unida desde el techo hasta la coleta de ella. Alex bebía una copa de vino tinto mientras se apoyaba sentada en su pecho.
—Para… ser la primera sesión… —Suspiró y entonces Alex le dio un beso, vertiendo el vino que tenía en su boca. —… Está siendo increíble. 
—He esperado mucho a que vinieras. —Alex la besó otra vez, dejando caer y rodar la copa de vino y poniendo las manos en sus mejillas. —Te amo tanto Aria. 
—Hmmmf… yo también Alejandra… te amo mucho…
Las manos bajaban por su cuerpo, desatando cada nudo de su espalda y los brazos, liberando su cuerpo lentamente. Bajaba con su boca entonces, con su lengua lamía las cuerdas rozando los pezones y entonces desató los nudos de delante, poco a poco hasta estar libre y las cuerdas en el suelo. Ambas fueron a volver a besarse pero ambas le rugieron el estómago. 
—¿A ti también te ha dado un antojo de comida china? —Alex arqueó una ceja y sonrió. 
—Solo de comida.
—¿Nos vestimos y vamos a tomar algo entonces? 
Se dieron un pequeño beso y fueron a un cuarto. Mientras Shiro estaba sentado en el capó del coche y viendo el móvil, Valentina se acercó con dos cafés fríos, le dio uno a Shiro y se sentó a su lado.
—¿Qué? —Valentina vio la mirada de Shiro en su cuerpo. —Tío. 
—Nada. —Shiro se puso nervioso ante su mirada de enfado. —Es que nunca he visto a… ¿… nadie de color?
—Gilipollas. —Se quedó un silencio incomodo durante unos minutos y entonces Valentina tosió. —Negro, no has visto a ningún negro. 
—Ni a una mujer en moto. 
—No jodas… yo nunca he visto a un japo que no parece un japo. —Ambos bebieron al unísono. —¿Qué tal la familia? 
—Bueno… mi familia es horrible. 
—Te entiendo. —Valentina miraba al portal mientras Shiro la miraba a ella. —Mi madre acosa a mi padre para llevarme a un lugar que no he visto nunca y curar algo que nunca fue una enfermedad. 
—Asco de familias. —Shiro dio un pequeño sorbo. 
—Alex y yo estábamos en el mismo instituto, era… distinta pero cuando nos reencontramos… había algo que me gustaba de ella, incluso con todo ese sufrimiento y sus desmayos, estaba con ella y… 
—¿… Por qué iba a ser un problema lo que ocurriera? Si quieres a alguien la cuidas, la apoyas, haces lo propio de lo que espera esa persona y la haces sonreír y olvidar. —Shiro sonrió y dio un gran sorbo. 
—Lo sé, lo sé muy bien pero no sé lidiar con una ex acosadora que no conozco, hasta en eso soy inútil. 
—Yo la conocí desde los nueve años hasta los trece, experimenté, me enamoré y… desde ese momento… intenté evitar todo sobre eso, estudié, tuve un amo, tuve un esclavo en la universidad, intenté enamorarme de nuevo y aquí estamos, ella ha cambiado tanto y yo sigo enamorado. 
—Aunque estemos peleando por ella. —Entonces le dio un pequeño golpe en la frente a Shiro. —No podemos dejar que vuelva a pasarlo mal. 
—¿No crees que no sabe cuidarse? Además dudo que su ex sea un problema comparado con mis hermanos. 
—Hablaba de su salud, su salud física y mental… espera. —Valentina le enseñó mensajes de varios números a Alex con alto contenido sexual y llamadas de madrugada. 
—Seguramente nos diga que puede hacerlo sola. 
—Sí… no sería un problema o algo así ¿Qué tiene ella que nos guste tanto? Esa falta de autoestima, su carácter. —Ambos dieron un sorbo y Shiro cerró los ojos. 
—¿Valentía, fortaleza? Quizás su… ¿… estupidez? 
Valentina escupió sin querer y empezó a reírse mientras Shiro le siguió la risa a carcajadas.
—¿En quién crees que está más interesada? —Valentina le miró y Shiro tiró el café.
—Pienso más en lo que siente, ella creerá que me iré.
—Y yo en que volveré a fallarla. —Valentina tiró el vaso.
—Es precavida.
—Quizás… es una tontería pero tengo una idea.
—Dejarlas a solas hasta mañana.
—Básicamente pero no me gusta que estéis a solas mañana. —Valentina se bajó y estuvo delante de él. —Sé que necesitas estar con ella para estar tranquilo o por necesidad de cariño después de lo que… pasase y eso, pero ni se te ocurra usar eso para follártela.
—¿Acaso soy el chico malo de este bizarro triángulo amoroso?
—Bizarro… Eres un viejo. —Valentina se fue a la moto y, al subirse y ponerse el caso, le miró. —Y no puedes ser el malo, eres demasiado idiota para eso.

martes, 10 de diciembre de 2019

Una historia de amor y transición. Capítulo 5

Era Sábado, las diez de las mañana, Alex estaba en su casa, tomando café en camisón mientras era un día soleado y hacía calor. Sonó el timbre, salió y abrió la cancela. Era Valentina, estaba sentada en su motocicleta, vistiendo un mono de motorista, y con su casco en el manillar. 
—Hola. —Valentina la miró seriamente de brazos cruzados. —Quiero que vengas conmigo a la playa, las dos juntas, un día entero para ayudarte a superar la ruptura.
—Estoy bien. —Fue a cerrar la cancela, y al usar la llave Valentina la abrió. —No tengo nada contigo, no hay…
—Abusé de ti, tres chicas y yo. —Valentina la miró seriamente mientras Alex se sorprendió. —Fue en Junio, celebramos que terminaste las prácticas, bebimos mucho y… lo siento, no me atreví a contártelo, incluso me sentía aliviada de que tuvieras lagunas… yo pensé… 
—Lo entiendo. —Valentina fue interrumpida y apartó la mirada. —Voy a volver a casa.
—Yo…gracias, me voy entonces. 
—¿No vas a esperar a que me vista? —Entonces ambas se miraron, Valentina lloró pero Alex no se inmutaba.
—¿No… no estás enfadada?
—Ya no, has sido sincera y lo ocurrido fue un error, sé que no debería culpar al alcohol pero sé que no me harías daño y no eres de forzar a nadie… —Se encogió de hombros y se rascó la cabeza. —… además me perdonaste tú por lo que te hice. 
—No te perdoné, simplemente no era culpa tuya. —Alex entonces le acarició el pelo y de repente Valentina la abrazó. —Al menos podemos volver a cómo estábamos antes, sin sentir culpa la una por la otra.
—Me parece lo mejor. —Se separaron y Alex vio como Valentina se secaba las lágrimas con el pañuelo. —Aunque me dijiste que nunca te irías pero te fuiste.
—Ya… ¿Qué quieres? 
—Aparte de playa… hmmm, pues tu casa. 
—Mierda… vale. 
Valentina asintió y Alex entró a la casa. Valentina miró el móvil durante un rato y leyó un mensaje que la hizo enfadarse. Alex salió con vaqueros cortos de azul cielo, sandalias verdes y camisa a cuadros blanca y negra. 
—Estoy lista. —Alex se acercó y vio de reojo pero Valentina se apartó. —¿Tu novia?
—No es na… —Valentina vio como vestía ella y le acarició una de las mejillas, poniéndola roja. —Estás increíble.
Valentina salió y de la caja de la motocicleta sacó un casco de moto y se lo lanzó a Alex, quién lo cogió de golpe.
—Bueno vete subiendo. —Dijo después de subirse mientras se ponía el casco, entonces Alex se subió y abrazó a Valentina, apretándole el vientre y apoyando la cabeza en su espalda. —Voy a sentirme como un cishetero.
Arrancó la moto y se marcharon por la avenida principal. Al llegar al Atabal, pararon por un semáforo.
—¿Sigues con ese tío?
—Sí ¿Por?
—Entonces sois novios.
—No, solo amigos… que han follado una vez. 
—¿Y Aria lo sabe?
—Pues sí.
El semáforo se puso en verde y siguieron, pasaron por Teatinos y llegaron hasta Carlos Haya, donde otro semáforo les paró.
—Mañana tenéis taller de shibari, tú y Aria ¿Tu amigo sabe que lo haces? 
—Sí, sabe que soy dominante.
—¿Y?
—Que quiere probar a ser mi dominante.
—Y te negaste, claro.
—Obviamente.
Siguieron circulando directamente al paseo marítimo, tardaron un rato y tuvieron que parar en una gasolinera cerca.
—¿Y has hablado con Stinne? Sobre lo vuestro.
Caminaron juntas adentro mientras se quitaban los cascos, Alex la miró un segundo y decidió no responder. Después de un rato, Valentina empezó a llenar el depósito y Alex se sentó encima mirándola con una sonrisa mientras se acariciaba el pelo.
—Pues yo estoy hablando con ella últimamente, no se pero tiene muchas amigas y parece interesada en quedar conmigo. 
—¿A pesar de todo? 
—Sí… la chica es insegura y encima tú no lloras por nadie, me das miedo. 
—Para eso voy a una psicóloga, haz lo mismo. 
—Que pereza… ¿Qué… ? —Valentina se sonrojaba al ver a Alex sin poder apartar la mirada. 
—¿Qué ocurre? 
—Yo… no… olvídalo ¿Vale? —Valentina terminó de echar gasolina y se subió poniéndose el casco. —Estás genial. 
—Gracias pero yo me veo normal. 
Se puso el casco también y siguieron circulando hasta llegar a Huelin, aparcando frente al bloque donde vive Valentina.
—¿Quieres que te ayude? —Alex miró pero Valentina solo se quedaba reflexiva. 
—La verdad es que no, bueno, sí, pilla sitio. 
Ambas se quitaron los cascos pero Valentina los llevó con ella al edificio mientras Alex caminaba a la playa. Sus pies tocaban la arena y se acercaba a la orilla, poco a poco, mientras miraba al cielo, no pudo evitar sonreír al sentir el frío del mar entre sus dedos, entonces imaginó a Shiro detrás de ella, besándola en la nuca, desnudándola de cintura para abajo, acariciando sus caderas y finalmente sus manos bajo la camisa, no podía evitar morder el labio inferior y respirar aceleradamente mientras se sonrojaba. 
Valentina vestía un bikini azul con flores y vaqueros cortos donde colgaban sus llaves mientras cargaba una bolsa de la compra con comida, vio a Alex disfrutar del agua pero, al acercarse finalmente, se fijó que estaba evadiéndose. 
—Oye, eh. —Valentina hizo que Alex se girara, viéndola roja y nerviosa. —¿Qué mosca te ha picado? 
—Nada, estaba pensando. —Alex se giró y fue hacia Valentina. —¿Y eso? 
—Comida, tengo tortilla de patatas y pan, bocata de tortilla. —Sonrió a Alex y le guiñó un ojo pero no lo entendió. —Vamos a desayunar algo y a bañarnos después. 
Estuvieron comiendo sentadas en la arena, charlando amenamente y viendo las olas romperse en la arena, entonces Valentina no pudo apartar la mirada de Alex y sus dedos, que chupeteaba entre sus labios y los lamía gentilmente, entonces Valentina besó los dedos de Alex y los lamió también para acabar besándola en el cuello y metiendo mano bajo la camisa.
—Valen… tina. —Dijo después de que sintiera los labios de ella apretarse en su cuello, no pudo resistirse a gemir en su oído pero la apartó. —No… ah… por favor.
—Lo siento, me he pasado. —Ambas evitaron mirarse y entonces se fue al agua mientras Alex se tocaba los labios.
Vio a Valentina mojar su cuerpo en el agua pero su disforia podía con ella, pensando que su cuerpo no podía ser femenino ni normativo.
—Vaya, es una chica preciosa. —Dijo una chica detrás de Alex. —Yo también me quedaría embobada.
Alex se giró y vio a una chica de pie, era pelirroja, de melena larga, rostro femenino, bajita y de cuerpo esbelto, vistiendo un peto negro con falda y camiseta azul de rayas amarillas.
—Ojalá tener un cuerpo como el de ella. —Alex sonrió observándola flotar. —Pero debería aceptarme cómo tal, como los demás aceptan quien soy.
—Vaya, no eres una chica cis entonces. —Valentina vio a la chica hablar con Alex y fue hacia ellas enfadada. —¿Te gustaría que te diese mi móvil?
Alex apuntó su número y, al estar cerca, se marchó pero Valentina la atrapó agarrándola del brazo.
—¡Te avisé de que la dejaras en paz! —Valentina la miró con odio pero ella sonreía tranquila y serena. —No tienes derecho a acercarte a ella.
—Pero si solo queremos divertirnos mi novia y yo.
—La violaste, hija de puta.
—Y tú me dejaste sola. —Se zafó de ella y al ver a Alex acercarse, se acercó a su oído lentamente. —Os haremos sufrir a cada una ¿Lo mejor? Tú lo pasarás peor viéndola desmayarse y llorar como antes.
—¿Qué ocurre? —Alex se acercó mientras la chica se fue yendo. —¿Estás bien?
—Me gustaría estar en casa ahora. —Valentina se secaba las lágrimas sin girarse para mirar a Alex. —No puedo estar aquí, necesito estar en casa.
Ambas recogieron las cosas y se fueron al bloque, entraron y Alex las dejó en la cocina mientras Valentina miraba al balcón y encendía un cigarro.
—Necesito ducharme y calmarme. —Valentina se desnudó frente a Alex y fue al baño, entonces ella la siguió pero se quedó al otro lado. —Hija de… hija de puta…
Encendió la ducha mientras tiraba el cigarro al lavabo y entró en la ducha, Alex entonces echó un vistazo y vio el cuerpo desnudo de Valentina, apoyado frente a la pared con los brazos ahí y las manos acariciándose el pelo, iluminado por la ventana y brillando por el reflejo en el agua que caía por su cuerpo, los rizos se alisaban dejando su pelo recorrer su espalda, pero entonces vio a Valentina llorar y lo entendió, no estaba triste sino que esas lágrimas eran de culpabilidad.
Decidió entrar en la ducha con la ropa puesta, tocó su espalda con las manos y la abrazó entonces con las manos en el vientre, las fue subiendo hasta sus senos mientras miraba en el reflejo de los azulejos el rostro de placer de Valentina. Llegó a las manos de ella pasando por sus brazos, pegando sus tetas a la espalda de Valentina, ambas se miraron, Alex, sonrojada y jadeando, acercó su boca a la de ella, dándose pequeños besos y mordiscos en los labios, finalmente se alejó un poco y cerró los ojos.
—Valen… Valentina… sé mi ama por hoy, déjame servirte y hacer que solo pienses en mí. —Valentina dudó por un momento hasta que vio la mirada sumisa de Alex. —Por… favor.
—A pesar de todo ¿Esto es lo que quieres? —Le acarició una de las mejillas y Alex le acarició la mano disfrutando. —¿También me quieres?
Alex abrió los ojos y su mirada respondió a las preguntas de Valentina, quien no pudo mediar palabra alguna y se dio la vuelta nerviosa. Alex bajaba tranquilamente por su espalda hasta llegar a las nalgas, las besó y acarició con dulzura mientras se arrodillaba, cuando Valentina estuvo relajada, a pesar del temblor de sus piernas, decidió poner su rostro entre las nalgas, separándolas con las manos, entonces Valentina no pudo evitar sentir la lengua hacer círculos en su ano, después de arriba abajo y finalmente pequeños besos a la vez que la ardiente respiración de ella entre sus nalgas, la saliva humedeciendo esa parte tan intima.
—Valentina… hay algo que debo hacer, después castígame si lo deseas. —A pesar de no poder mirarse la una a la otra, sabía que no podía impedírselo. —Perdóname… ama.
—No lo hagas o yo… —Valentina no pudo resistir y Alex empezó a meter y sacar su lengua en el ano, apretándose alrededor de aquella juguetona parte de ella, haciendo que Valentina gimiese y apoyase la frente en la pared, mirando su rostro enrojecido y henchido de un placer intenso en el reflejo de los azulejos.
Estuvieron un buen rato pero la vergüenza la empezó a incomodar y Alex deseaba ser castigada, así que empezó a acariciar los labios de la vagina, a introducir los dedos después para buscar el clítoris y, finalmente al encontrarlo, Alex sintió un gran placer al oír los gemidos de Valentina con solo las caricias de esos dedos, caricias que eran suaves y delicadas con una zona muy sensible. 
—Te toca ahora temblar. —Valentina apartó la mano y el rostro de Alex, se giró y la agarró del pelo hacia arriba mientras ella babeaba y jadeaba, mirándola totalmente sometida y la saliva caía de la boca a los senos. —¿Eres mía? ¿Vas a ofrecerme tu cuerpo y tu ser para mis deseos? 
—Sí… sí. 
—¿Sabes cómo debes dirigirte a mí? 
Sí… ama. —Entonces Valentina le acarició la barbilla con el dedo gordo y recogió la saliva con el mismo dedo, metiéndoselo entre los labios. —Por favor, edúcame igual que antes. 
—Buena chica, bebe agua ahora y a mi cuarto. 
La hizo levantarse, cerró el agua y la desnudó lentamente, entonces le dio una cachetada en el culo que la hizo marcharse del baño. Valentina lamía el dedo que usó mientras se acariciaba el vientre, salió de la ducha y vio a Alex entrar en el cuarto, fijándose en como se movía el culo. 
—Je, chica obediente. 
Entró ella también en el cuarto y vio a Alex nerviosa, se miraron y se acercó, paso a paso, arrinconándola hasta la cama, sentándola y abriendo sus piernas con meras caricias en los muslos.
—Quiero dominarte aquí y ahora, atarte, azotarte, morderte y hacer que no puedas parar de jadear. —Valentina acarició los testículos y entonces empezó a meter los dedos por los canales inguinales mientras acercaba su boca a los senos. —Pero no quiero a la Alejandra sumisa, quiero a la Alejandra que deseo.
—Hmmmf… —Alex se resistía a gemir pero no pudo evitar jadear rápido al sentir la lengua de Valentina acariciar uno de sus pezones. —Me… encanta… me haces… ah.
Cada vez iba mas rápido, mas adentro, sus labios se apretaban alrededor del pezón mientras acariciaba el otro y lo apretaba. Disfrutaba de la mirada de Alex, una mirada de chica inocente, pasiva, fácil de sonrojar. De su pene expulsó una pequeña eyaculación transparente y fluida, Alex no pudo evitar mirarla y fijarse en que observaba sus genitales, entre jadeos suplicaba avergonzada que no lo hiciera pero Valentina la calló con un dedo entre sus labios y una sonrisa confiada, su lengua lamió la eyaculación que estaba en el vientre, y cuando se cruzaron miradas, sus labios apretaron el sensible glande, metiéndose todo el falo en la boca y devorando la corrida. Su cara de satisfacción hizo que Alex se sonrojara más y mirase a otro lado, apretando las sabanas mientras gemía fuerte.
—Por…favor, voy a… a correrme otra vez… no puedo… es demasiado.
Valentina no pudo evitar sonreír al oírla y volvió a practicar el muffing mientras la sacaba de su boca, era tal la intensidad que Alex no pudo dejar de temblar y gemir muy fuerte y ella decidió acariciar el glande con sus dedos y que apuntara a la boca.
—Yo… ¡Ah!
La corrida fue igual de pequeña pero impactó en las comisuras de los labios, saboreando mientras se separaba de Alex, viendo que se estaba quedando dormida se acercó, la besó en la frente y la tumbó bien en la cama, tumbándose ella también a su lado y acariciándole el pelo, la miraba respirar aceleradamente y disfrutaba de su rostro sonrojado e inocente.
—Eres tan cute. —Valentina se levantó y fue a la cocina, encendido un cigarro vio una foto de la estantería. —Tranquilo, no la dejaré tirada… debería hacerle algo de comer. 

domingo, 1 de diciembre de 2019

Una Historia de amor y transición. Capítulo 4

Era lunes, Alex estaba en una oficina, vestida con un pantalón marrón de lino, una blusa celeste a rayas con una tarjeta de identificación, y zapatos negros. Estaba tomando un café mientras analizaba un ordenador a la vez que charlaba con un compañero que se sentó en la mesa.
—Estará listo en nada. —Alex se relajaba y daba un sorbo. —He oído que ya están buscando gente para el departamento de ciberseguridad.
—Sí, traerán gente de fuera en vez de gente de aquí. —pSe levantó y le tocó el hombro para sentarse al lado. —Hoy parece que se incorpora un tío importante.
—No leo los correos, es perder mi tiempo. —Alex entonces empezó a escribir y usar el ratón. —Esto ya está listo, me voy a la tercera para la reunión. 
Alex se bebió de golpe el café para tirarlo, marchándose, salió a un pasillo para entrar a otro y subir las escaleras. Al llegar arriba entró a un despacho con moqueta y cruzó una puerta con la tarjeta de identificación, llegando a una sala enorme de reuniones donde estaba sola y sentada en una mesa redonda que ocupaba todo.
De repente entró un hombre, de veinticuatro años, bastante más alto que Alex, con pantalones negros y camisa blanca con corbata y mocasines, su rostro era muy occidental, su piel blanca, su cabello era corto y pelirrojo con flequillo, tenía una barba algo espesa, estaba engominado, su cuerpo tenía buena musculatura, y podía verse el contorno de sus pectorales. 
—Hola Adán. —Le ofreció su mano pero Alex lo rechazó y él se metió la mano en el bolsillo. —Soy Shiro Nomura, esperaba que te acordaras de mí.
—Me temo que se confunde, yo soy Alejandra Ruiz Jiménez.
—Vaya, me ha recordado a alguien entonces, se parecen un poco. 
—Pues… me alegro.
Entró otro hombre, trajeado y decidido se sentó en la última zona, Alex se sentó cerca pero no demasiado, frente a ella estaba Shiro, quien la mira sonriendo.
—Ada… digo Alejandra, te he citado aquí porque vamos a empezar con un proyecto y nos gustaría cambiarte de puesto.
—Me va bien donde estoy.
—Aún no has oído mi propuesta, bueno, nuestra propuesta.
—Está bien pero ya sabe que decir mi deadname hará que me vaya. —Sus palabras incomodaron a ambos mientras ella se cruzaba de brazos. 
—No se preocupe, vamos a empezar con el departamento de ciberseguridad y Shiro se encargará de ser el jefe de la mitad de los proyectos, es un joven muy ambicioso y ha estudiado en buenas universidades pero ha propuesto que la traspasemos a usted como analista de seguridad y viendo su currículum… es una propuesta muy interesante.
—Me gustaría hablarlo con el señor Nomura a solas. —Alex miró a Shiro con frialdad y odio haciéndole sonreír.
—Me temo…
—Ella tiene derecho a hablar conmigo a solas sobre sus… condiciones.
El hombre se marchó y entonces Alex se levantó enfadada. Se sentó en la mesa, al lado de Shiro, quien la miraba relajado.
—No tenías que hacer esto. —Alex empezó a mirarle triste y a mirar el inmenso paisaje de la ciudad. —Podías haber hablado conmigo.
—Necesitaba saber de ti primero. 
—Pues ya lo sabes. 
—Siempre pensé que eras un chico. —Shiro se levantó, pulsó un botón de la mesa y bajaron unas persianas de tela. —Ahora estás preciosa.
—Shiro.
—Lo sé, fue duro.
—Con trece es mucho más duro.
—Y más si te gusta tu mejor amigo.
—Aún no sé si tus padres…
—¿Me pegaron? Sí, después de volver a Japón, para mi padre fui una vergüenza, y mi madre creyó que estar encerrado en la casa de invitados el resto del verano era lo mejor, eso sí, por supuesto, un internado me quitaría cualquier idea homosexual. 
—Lo siento muchísimo… yo no lo sabía.
—Me ayudó mucho, me ayudaste mucho. —Shiro se acercó a ella lentamente. —Creí que devolverte el favor era lo mejor. 
—¿De qué…?
—Soy bi, necesité experimentar y entenderme a mi mismo. —Shiro acarició las rodillas de Alex suavemente. —Y más importante, alejarme de mi familia y hacer mi vida, lo más lejos posible, veo que tú decidiste ser mas valiente.
—¿Tenía otra opción? Yo no puedo alejarme o irme, ni rechazarme toda la vida, ni esconderme, estaba cansada de todo eso, no es valentía, es cansancio y no ha salido fácil. —Alex se puso de pie y encaró a Shiro de frente. —Tú podías haberte enfrentado a tu familia, igual que hacemos todos porque no vivimos en mares de billetes cómo tú, no podemos irnos, no podemos evitar el puto rechazo… hipócrita, después de todo lo que habrás pasado.
—Lo lamento, debí haber escogido mejores palabras. 
—Yo… debo rechazar el trabajo, estoy bien donde estoy. —Alex lo apartó e intentó marcharse pero al llegar a la puerta, Shiro la tenía sujetada de la muñeca. —No quiero.
—Me gustaría que trabajásemos juntos… e intentar conocerte.
—¡Esto no funciona así! —Alex lo abofeteó haciendo que la soltase. —Yo no me como una polla para conseguir un trabajo, ni mantener una relación con un jefe, lo consigo por mi cuenta, con mi esfuerzo, no quiero ni tu ayuda.
Alex se marchó enfadada mientras Shiro la miraba con una tierna sonrisa y se acariciaba la mejilla.
Pasaron unas horas hasta ser la una y cuarto del mediodía. Alex estaba en un cubículo rodeada de ordenadores, portátiles, cables, y un monitor con un teclado conectado a varias torres pequeñas de ordenador.
—Es mi hora del almuerzo y los demás han salido. —Alex escribía en el teclado mientras escuchaba música. —Lo que sea, ticket y me lo cuenta cuando vuelva.
—No sabía que pudieras ser directa. —Valentina la miró nerviosa. —Así que aquí soportas a la gente.
Valentina iba formal, con pantalones azules y camisa blanca, llevando gafas y el pelo liso.
—¿Qué haces aquí? —Alex la miró de reojo y siguió con su trabajo. 
—Me han contratado de operadora de ciberseguridad. 
—Siempre te vi de ilustradora y eso. 
—Quería probar otros caminos. —Valentina entró y miró cómo maquetaba un ordenador. —Maquetaciones.
—Oye, nueva ¿Te vienes a comer? —Valentina se marchó y Alex se levantó, entonces vio a Shiro acercarse a la puerta.
—Si vienes a… 
—… Acompañarme a comer algo. —Shiro le enseñó un sándwich de supermercado y una coca cola. —Solo de amigos y viejos tiempos. 
—Me… me encantaría. —Alex sonrió y se sonrojó. 
Alex sacó de su mochila un bocadillo envuelto en papel de aluminio y un zumo de manzana y zanahoria. Ambos estaban sentados en la mesa de ella, comiendo y charlando, entre risas y miradas, pero Shiro no pudo evitar acariciar el pelo de Alex, enredándose entre sus rizos y haciendo que ella mirase sonrojada y sorprendida, entonces vio que tenía una miga de pan en sus comisuras y se la quitó. 
—¿Shiro…?
—Tenías en… una… 
—Ah… gracias. —A ambos se les hizo un silencio incomodo durante unos minutos hasta que Alex intentó hablar. —¿Y dónde… dónde vives? 
—En el centro, un pequeño apartamento cerca de El Corte Inglés. —Shiro la miró sonrojado. —¿Quieres venir a verlo? Y nos tomamos algo… o no, no sé. 
—Me gustaría mucho, así podemos recordar viejos tiempos. —Alex sonrió haciendo que a Shiro le latiese rápido el corazón.
—Alejandra. —Shiro empezó a tocar la mano de Alex suavemente. —¿Cómo es…? Bueno ¿Cómo es ser trans? 
—Para chicos y chicas es… difícil, sinceramente difícil, tienes que escuchar tu deadname y el missgendering, sufres disforia por cualquier parte de tu cuerpo, te afeitas siempre, te depilas, tienes que buscar a veces prendas que no sean para tíos o tías para trabajar, tienes que tener mucho cuidado en el trabajo, insultos por no tener passing, soportar mucho acoso en redes sociales y no es agradable leer “me gustan los trans” o “soy heterocurioso”, ser trans no es querer follar pero les da igual porque para ellos somos juguetes o putos fetiches. —Alex miró a Shiro y entonces él le apartó un poco el pelo por detrás de la oreja, haciéndola sonreír. —Y es difícil, más aún, entrar en nuestros espacios, porque tienes miedo y no sabes cuando alguien te dirá algo o pueda amargarte el día. 
—Entiendo, pase lo que pase, puedes confiar en mí.
—Gracias, Shiro. —Alex le abrazó. —Gracias por escucharme… debería… trabajar.
—Yo también, nos vemos cuando termines.
Shiro no pudo contenerse y salió por una de las salidas de emergencia llegando al pasillo, jadeó sin parar y dio un ligero quejido al tocarse el pecho.
—Aún me duele mucho, debería salir un momento. 
Decidió irse, bajando por las escaleras y llegando a un gran vestíbulo, salió por la puerta y se sentó en un banco, respirando con calma, cerrando los ojos e intentando tranquilizarse.
—Te noto nervioso. —Valentina se puso delante de él. —No deberías esforzarte tanto.
—Ya lo sé, pero es mi trabajo.
—¿Tu trabajo es follarte a Alex? —Shiro abrió los ojos y ella se sentó a su lado. —No es una chica cualquiera, es especial y sensible. 
—Lo sé, es lo que siempre me ha gustado de ella.
—¿De que hablas?
—Ella y yo fuimos algo, cuando éramos unos niños y aún hay algo que siento.
—No creo que le intereses, ha estado mal y sola, y yo he cuidado de ella.
—¿Y eso la hace de tu propiedad?
—Solo digo que la conozco mejor que tú y puedo entenderla.
—¿Intentas decirme que me aleje de ella?
—Exacto, no pudisteis estar juntos, deja que viva su vida.
—Déjame preguntarte algo. —Shiro se levantó y se ajustó la camisa. —¿Qué ocurrió entre vosotras? ¿No sigues con ella?
—Yo… no.
—Pues que decida ella con quien estar.
—¡Eso no es tan fácil! —Valentina se levantó y se encaró con él. —Y ella ya tiene parejas.
—Una más no vendrá mal. —Shiro sonrió y decidió marcharse pero Valentina le agarró del brazo. —¿Qué te ocurre?
—No sabes todo lo que ha sufrido, no es un trofeo.
—No, es la chica de quien me enamoré y a la que voy a recuperar.
—Lo mismo digo entonces, no dejaré que sufra por un capullo cómo tú. —Valentina lo soltó pero él seguía sonriendo. 
Shiro volvió al edificio mientras Valentina se reunía con sus compañeros. Pasó un tiempo hasta las seis, entonces Alex ya estaba fuera, esperando con su mochila a la espalda.
—Oye. —Valentina estaba detrás con el casco de su moto. —Te llevo a casa.
—Prefiero que no. —Alex no se giró pero Valentina se puso delante de ella. —No quiero ir contigo si no me lo cuentas.
—Mira… es complicado.
—Entonces déjame sola. —Alex se alejó de ella pero la siguió.
—Solo acompáñame.
Un deportivo azul se paró frente a ellas, la ventanilla bajó y era Shiro, quien saludó con una sonrisa y un guiño.
—¿Nos vamos? —Alex se fue al otro lado y se metió en el coche.
—¿Ocurre algo con Alejandra, señorita Luzuriaga?
—Shiro, es complicado. —Alex miró con una sonrisa a Valentina, indignándola.
Se marcharon, mientras circulaba el coche a buena velocidad, Alex miraba a todos lados del interior del coche y disfrutaba del asiento.
—Fue un capricho que tuve cuando vendí mi empresa, un Masserati Gran Turismo
—¿Eres…?
—Millonario, monté una empresa con dieciocho en Estados Unidos con una idea de redes y seguridad y la vendí por diez millones este año.
—Joder… eres un burgués, mis amigas dirán de cortarte la cabeza. —Alex y Shiro se rieron durante un rato y entonces Alex le sonrió, sonrojándole. —Ojalá haber hecho algo. 
—Ya lo has hecho, estar preciosa.
—Eres un bobo. —Alex le pegó en el brazo mientras se reía.
Se metió en un parking, aparcó y ambos salieron. Alex se alejaba y se estiraba mientras Shiro le miraba el culo y cogía su maletín. Alex se giró y le sonrió, sonrojándolo aún más.
—Bu-bueno, vamos. —Dijo Shiro marchándose, con Alex detrás, a un pasillo donde había ascensor. 
Ambos entraron, Shiro pulsó el último piso pero pasado un momento, se pararon en la planta baja. La puerta se abrió y un hombre con una lavadora en un carrito entró, arrinconando a ambos, y haciendo que Alex sintiese el torso y la entrepierna de Shiro.
—Disculpen. —Dijo después de pulsar el tercero.
—Shiro… —Alex empezó a avergonzarse mientras notaba con el culo algo extraño en un muslo de él y se puso a susurrar. —¿Qué es eso?
—Adivina. —Shiro sonrió y Alex se quedó un buen rato pensando, cuando llegaron al tercero, lo entendió y se sonrojó. 
—¡¿Es normal que tenga ese tamaño?! —Alex lo miró con ojos como platos mientras el señor de la lavadora se reía y se marchaba. 
—Es bastante incomodo y me cuesta mantener relaciones. —Alex entonces se sonrojó pero siguió pegada a él. —¿Podrías…?
—Em, sí. —Alex se apartó y le miró la entrepierna sin parar. —Yo tendría… 
—¿Qué? —Shiro se sonrojó y llegaron a la última planta.
—¡Nada!
—Es la última puerta. 
Alex salió avergonzada y después Shiro riéndose, fueron hasta el final del pasillo y, al abrir la puerta, ella miró el teléfono.
—¿Ocurre algo? —Shiro entró pero la vio en shock. —Alejandra ¿Estás bien?
—Yo… no lo sé. —Él la abrazó pero ella ni se inmutó. —Stinne… ha cortado conmigo.
—Voy a hacer una infusión y me cuentas todo. 
Ambos entraron y la puerta daba directo al salón, donde había un sofá con un televisor enorme y curvado en la pared y una mesa de cristal, el salón estaba unido a una cocina pequeña y un despacho, había un pasillo oscuro con dos habitaciones a los lados y una al final. Alex se sentó en el sofá y Shiro se fue a la cocina, calentó un cazo de agua en la vitrocerámica, y entonces Alex fue acercándose por detrás, y cuando Shiro cogió una bolsita de papel verde, ella lo abrazó por la espalda.
—Lo siento mucho… —Alex suspiró. —Siento reprimir todo lo malo en mí.
—Llora, lo necesitas. —Shiro acarició las manos de Alex. —¿Por qué ha cortado contigo?
—Nos peleamos ayer porque… ella creía que quería a Valentina. —Alex subió sus manos hasta el pecho, haciéndole dar un pequeño quejido. —Pero no siento nada por ella.
—Me haces un poco de daño. —Alex se apartó y él empezó a echar hierbas en el cazo con nerviosismo. —No es nada, tranquila.
—Shiro, mírame. —Entonces él se giró y ella le desabrochó la camisa, viendo su torso bañado por el vello rojizo y fino, había una contusión reciente e hinchada en el pectoral derecho y su torso desnudo, esculpido en abdominales y pectorales. —¿Quién te ha hecho esto?
—Nadie, deberías centrarte en ti. —Alex le miró y suavemente le acarició el pecho, poco a poco acercándose con los dedos. —¿Qué estás haciendo?
—Curarte, con un beso de cura sana, cómo antes. —Alex besó la molestia, con delicadeza y solo con el roce de sus labios y le miró. —¿No te estoy curando bien?
—No mucho. —Shiro le acarició el pelo mientras le sonreía. —Es demasiado rápido

—¿Demasiado? Solo somos amigos.
—Me refiero a cortar hace poco y… no verte llorar.
—No he venido a llorar. —Alex mordió el pezón de Shiro y le miró sonrojada y jadeando mientras él la agarraba fuerte del pelo y le arañaba la espalda, haciendo que ella jadease y le soltase. —He venido a recordar viejos tiempos.
Shiro no pudo resistirse a su mirada, besándola y desabrochando su camisa de forma acelerada para acabar atándola con ella los brazos a la espalda, y disfrutando de las vistas de su sujetador de encaje. 
—Esto no era lo que pensaba pero… es tu casa.
—¿Y esta noche eres mía?
—No lo dudes pero no soy tan fácil. —Alex le guiñó un ojo y se giró, se desató y se desabrochó el sujetador. —A jugar.
Vio como se quitaba lentamente los pantalones a la vez que movía el culo mostrando bragas de encaje, y Shiro apagó la vitro, la cogió en brazos y se la llevó al pasillo, justo a la habitación de la derecha. La tumbó en la cama y ella vio como su muslo se veía mas abultado mientras que su pene sobresalía de sus bragas.
—Tus pechos son preciosos. —Se echó encima agarrando sus muñecas y mordió un pezón haciéndola gemir fuerte y ella le miró sonrojada y babeando. —Tu cuerpo, tus caderas… eres perfecta y aún te queda por cambiar.
—Hmmmff… Shiro… —Él le quitó las bragas con la boca pero ella se asustó, sin embargo, veía la mirada pervertida de Shiro, la misma que siempre tuvo desde su primera vez. —¿No ha… no hay problema?
Shiro la tumbó bocabajo y la agarró de los muslos, tirando hacía él y teniéndola con el culo inclinado.
—¿Shiro? —Entonces ya sintió los dedos de Shiro acariciando su ano mientras un líquido frío caía en él y entre sus nalgas, haciendo que agarrase fuerte las sabanas y jadease sin cesar. —Shi… Shiro. 
—Vamos a probar cada parte de ti. —Shiro empezó a introducir dentro de ella bolas chinas, poco a poco, dejando que cada bola abriese y cerrase su ano. —Espero hacerte sentir bien, mi pequeña.
Alex sonrió y mordió las sabanas mirando a Shiro, se puso de rodillas y empezó a desabrochar su pantalón, al caer, Alex lo miró sonrojada y jadeando mientras le bajaba los boxers y no pudo evitar sorprenderse del tamaño del miembro de Shiro.
—Va a costar, no tienes por qué ¿Va…?
Alex sin pensarlo lo metió en su boca, interrumpiéndole, y con solo el glande entre sus labios lo lamió sin parar. Shiro la acariciaba, se dejaba enredar por sus rizos y le acariciaba el cuello mientras veía como ella le miraba sumisa y dispuesta a todo. Al correrse, lo soltó para poder respirar mientras dejaba fuera la lengua, el semen estaba en su boca y en su paladar y caía sobre sus senos. Shiro la hizo mirar hacia arriba con la mano en la barbilla, tragando todo, entonces ella agarró la mano de Shiro y metió el índice en su boca, lamiéndolo y haciendo una felación.
—Necesitabas esto. —Shiro le quitó la mano y se sentó en la cama. —Siéntate encima de mí.
—¿Qué vas a hacerme? —Lo miró con una dulce sonrisa. 
Alex se sentó encima de él de espaldas, entonces Shiro le quitó lentamente el juguete mientras le tapaba los ojos con la otra mano, después la tumbó como antes pero la metió poco a poco, tirando de los brazos de Alex pero no pudo entera, así que empezó a follarla lentamente mientras ella gemía fuerte y dulce. Fue más y más rápido y los gemidos fueron mas intensos mientras ella se corría en la cama, Shiro no pudo evitar excitarse más y empezó a correrse dentro mientras tiraba de ella hasta el final. Al sacarla, ella se tumbó bocabajo mientras jadeaba acelerada y él se tumbó a su lado cansado, besando y acariciando su espalda, y sintiéndose feliz de tenerla a su lado. 
—Hacía tiempo que no me sentía tan bien. —Shiro le apartó el pelo detrás de la oreja y ella se tumbó de lado y lo abrazó apoyándose en su pecho. —¿Te he hecho daño o te he hecho sentir incomoda? 
—No, has sido genial. —Alex le miró y sonrió, entonces le acarició y besó el moratón con cuidado —¿Te sigue doliendo? 
—No, para nada. —Shiro le acarició el pelo, bajó por su rostro hasta sus labios, donde introdujo el dedo gordo. —No he estado nunca con una chica… y esta primera vez ha sido lo mejor.
—En cierto modo ya lo hiciste hace años. —Ambos se sonrieron y ella cerró los ojos pegada a su pecho mientras él la acariciaba.

lunes, 25 de noviembre de 2019

Una Historia de amor y transición. Capítulo 3

Era el día siguiente por la mañana, en el sofá del salón dormían Stinne, Alex encima de ella, y Valentina en la zona de la cómoda. Alex se despertó, babeando sobre el vientre desnudo de Stinne, viendo que ella estaba en sujetador y vaqueros. Decidió levantarse, se dio cuenta que la televisión estaba encendida y ella iba en bragas negras pero llevaba la camisa de Stinne pero abierta.
—Puf… odio levantarme a las ocho. —Apagó la televisión y fue a salir del salón. —Parece que hoy voy al trabajo, menos mal que no.
Cogió su móvil y los auriculares, caminó hacia la cocina mientras ponía una lista de canciones de los Arctic Monkeys. Empezó a hacer café con una cafetera antigua que calentó con la vitrocerámica, mientras el vapor salía e inundaba la casa del olor del café recién hecho, Alex volvió al salón para besar la frente de Stinne y despertarla con cuidado y una sonrisa.
—Buenos días princesa. —Se dieron un beso apasionado mientras Alex acariciaba su mejilla. —¿Te preparo un té?
—¿Cómo los que sueles hacer?
—Por supuesto, cómo le gusta a mi chica.
Le acarició el pelo mientras Stinne cerraba los ojos, Valentina miraba y apretaba el puño para acabar tosiendo.
—Yo… quiero un café. —Valentina bostezaba y se daba la vuelta. —El de siempre.
—¿Algo más, princesa?
—Una tostada, queso de cabra y mermelada.
Alex sonrió, se fue a la cocina y Valentina volvió a darse la vuelta, viendo a Stinne sonrojada y sonriendo.
—Nunca la he visto preparar un té. —Ambas se miraron a los ojos. —¿Por qué? ¿Qué tiene de especial? ¿Alguna cita interesante?
—No me gusta el café y la leche me sienta mal.
—Eso es un buen motivo salvo que ella usa leches vegetales. —Entonces Valentina tuvo los ojos como platos y se quedó boquiabierta. —Te hace sentir especial que haga algo que solo haría para ti.
Ambas se rieron durante un rato, entonces Valentina se levantó para sentarse al lado y vio a Alex entrar con dos tazas, una blanca y otra negra, que colocó sobre la mesa. 
—Yo soy la negra ¿No? —Valentina sonrió y notó el dulzor del café emanado de la taza negra. —Me encanta ¿desayunas con nosotras?
—Estaré fuera relajándome. —Alex le dio la taza blanca a Stinne con una sonrisa
La vieron caminar con una taza transparente de café hacia la puerta del patio y tarareando.
—Debió haber sido difícil. —Dijo Stinne. —Por eso siempre apoyo a mi hermano.
—¿Chico trans?
—Sí, no todos tienen tanta conciencia. —Stinne daba un sorbo para después suspirar y mirar hacia abajo. —Ser lesbiana es difícil. 
—Y más cuando ven que tu novia es trans. —Valentina se levantó dejando la taza en la mesa, se marchó y volvió con un marco con una foto de Alex. —Puedes enseñarle esto a tu hermano, que los cambios siempre ocurren, no importa que seas chico o chica.
—Estaba… ¡Gordísima¡ —Stinne se fijó que Alex era tremendamente masculino, tenía una barriga enorme y su cara era la de un hombre aún cuando llevaba uniforme de instituto. —Es totalmente distinta a ahora.
—Lo sé ¿Sabes que estábamos en el mismo instituto? —Stinne se sorprendió totalmente y miró a Valentina quien tenía una mirada nostálgica. —Me pidió salir y la rechacé porque creía que era gilipollas aparte de un ogro, todos nos metíamos con ella y lo tratábamos de chico, resultó que con dieciséis ya tenía claro quién era y solo lo metimos más en el armario.
—La gente suele ser horrible.
—Sí y ser trans un infierno, más cuando no tienes a nadie y eres adolescente pero seguro que Alex está encantada de ayudar a tu hermano. 
—Lo sé, se porta tan genial conmigo. —Stinne miró el té en gran calma. —Al final no te ha traído la tostada.
—Es una… broma. —Valentina la miró sorprendida. —¿No hacéis bromas entre vosotras?
—Me cuesta un poco coger confianza.
—Menuda chica, eres muy rara. 
Valentina se fue y al llegar, cogió la manguera y encendió el grifo pero vio a Alex dormir, sonriendo sentada en una silla bajo los toldos, la brisa acariciaba su pelo mientras aún llevaba los auriculares. Valentina se fue acercando lentamente a ella, dejando caer la manguera, acarició su pelo, enredándose entre sus dedos, Alex suspiró pero Valentina se sorprendió, nunca había visto ese lado de ella, esa sensación de calma, esa tranquilidad, escuchando Love like you, y a pesar de las caricias y la música, dormía profundamente, cómo si nunca hubiera dormido así y cómo si no hubiera ningún problema.
—Me encanta saber que eres feliz. —Valentina fue a besar su frente pero fue mojada por la manguera. —¡Stinne! Te vas a enterar
—¡Estaba de broma! —Se empezaron a pelear con la manguera, mojándose entre ellas y riéndose. —¡No me eches más agua!
—Tu lo has buscado, pequeña. —Valentina le lanzó un chorro de agua pero le alcanzó a Alex. —Mierda, mierda, mierda.
Se despertó empapada, escupió agua, dejo sus cosas en la silla, y se levantó con los senos marcándose con la camisa. 
—Te vas a arrepentir. —Alex sonrió de forma malvada y les quitó la manguera, echándoles agua a ambas.
Estuvieron jugando entre ellas, siendo perseguidas por Alex hasta el jardín donde se resbaló, pero Stinne se acercó y se sentó sobre ella.
—Ya eres mía. —Stinne la besó de improviso y después se miraron riéndose como bobas enamoradas. —Ahora puedo comerte a besos.
—Vaya, no podré escapar de esa boca tuya.
Volvieron a besarse, sintiendo Alex las manos de Stinne en su rostro. Valentina se indignó y se sintió molesta, así que cogió la manguera y las empapó sin piedad.
—Gano yo. —Valentina dejó caer la manguera y se marchó. —No es justo.
Entró a la casa, se puso una camiseta negra de Alex y la chaqueta de cuero, cuando fue a salir se chocó con Alex sin cruzar mirada y salió de allí. Se subió a la motocicleta pero estuvo un buen rato buscando sus llaves, entonces vio que Alex salía con las llaves en una mano, vistiendo vaqueros cortos, camiseta negra, y una camisa a cuadros blanca y negra a modo de chaqueta.
—Tenemos que hablar. —Alex se puso delante de ella. —Quiero entender que sientes.
—Eso no importa, ahora deja que me vaya. —Valentina intentó agarrar las llaves pero Alex la engañó. —Dámelas ya.
—No, no entiendo por qué estás celosa de nosotras ¿Aún te gusto? —Entonces Alex fue arrinconada hasta el capó del coche de atrás. —¿Así quieres esto?
—No estoy celosa. —Valentina dio un puñetazo al coche. —Me gustas pero hay mucho más. 
—Pues explícame, dime que ocurre.
—Me… hubiera gustado hacer todas las cosas que haces con Stinne.
—Y a mí, quizás aún podamos. —Alex intentó besarla, Valentina fue a dejarse pero, en un instante, se alejó. —Entiendo.
—No, no lo entiendes porque no lo recuerdas. —Le intentó de nuevo quitar las llaves pero Alex se zafó de ella y se marchó a la casa, sin embargo, Valentina la siguió y la agarró del brazo. —No puedo decírtelo, es complicado y ahora deja que me vaya.
La miró a los ojos enfadada, le dio las llaves y Valentina la dejó marchar. Se subió a la moto, marchándose calle abajo, circuló durante un buen trecho, llegando a lo alto del monte del Puerto de la Torre.
—Aquí fue nuestra primera cita. —Valentina miró la torre y esbozó una tímida sonrisa mientras se levantaba de la moto.
Recordó una noche de Septiembre del año pasado, tenía el pelo más largo, iba con peto vaquero y Alex con vaqueros y camiseta gris, ambas estaban sentadas a los pies de la torre, cenando cada una un campero y una coca cola, observando las infinitas luces de Málaga y charlando amenamente.
—No sabía que te gustase. —Alex miró con una sonrisa a la distancia. —Molaría que fuese este sitio un templo de las Gemas de Cristal.
—Te veo parecida a una Amatista. —Valentina se rio ante el enfado de Alex. —Es broma, te veo única, tal y cómo eres, y me gusta.
—¿Puedo pedirte un favor?
—Claro, lo que quieras. —Valentina acarició el pelo de Alex.
—Nunca te aproveches de mí cómo ella hizo, y sigue siendo sincera conmigo… pase lo que pase.
Valentina volvió a la actualidad, enfadándose y gritando para acabar llorando. Notó su móvil vibrar, pensó por un segundo y decidió cogerlo.
—¡Estoy ocupada!
—Menudo carácter, Valentina. —Se secó los ojos y decidió calmarse. —Soy Lidia.
—Tengo cosas que hacer.
—¿Estás en Málaga y no me llamas? ¿Y haces cosas o es… ?
—Estoy… estaba con Alex.
—Podríamos divertirnos con ella, las cuatro como la otra vez. —Esas palabras enfadaron a Valentina aún más.
—No pienso repetir eso, no estuvo bien, no creo que lo disfrutase. 
—Ella pareció que sí, estuvo tan…
—¡Estaba inconsciente! —Valentina lloró y se enfureció aún más. —Abusamos de ella, la violamos, y ella confió en nosotras, no debo volver a verla… y mucho menos a ti.
—Que pena porque quería veros a las dos.
—Recuerda que sé donde vives, ni te acerques a ella. —Valentina colgó y guardó su móvil indignada. 
Mientras tanto, Stinne estaba desnuda y tumbada bocabajo en el sofá, sobre una toalla, mientras Alex masajeaba su cadera con aceite, lo hacía con delicadeza y sin presionar, bajando a las piernas y subiendo a la espalda.
—¿Te duele aún? —Alex empezó a presionar la cintura, haciendo que Stinne se relajara. —Creo que estás mejor.
—Aún pero no tanto. —Stinne se sonrojó y apretó la toallas. —Siento que… tengas que ayudarme, y tener la cadera mal.
—No tienes que disculparte boba, es normal estar así y me relaja darte masajes, hace mucho que no doy uno. —Alex sonreía embobada y sonrojada. —Ser una pareja consiste en confiar y en cuidarse la una a la otra, tú con mi disforia, yo con tu cuerpo.
—Alex… —Stinne le hizo parar y se giró. —¿Crees qué Valentina volverá?
—Por supuesto.
—¿Y qué seguirá enfadada? Con nosotras, ya sabes.
—No lo sé. —Alex se sentó al lado de Stinne, poniendo su cabeza en sus piernas. —No, creo… puede que esté enfadada con ella misma, ojalá saber por qué.
—Siento que es culpa mía. 
—Eres boba… —Alex le acarició la frente, apartándole el pelo, para darle un beso en el puente de la nariz. —… Mi boba. 
Alex la hizo ponerse bocabajo, y entonces estuvo encima de ella, marcando su nuca con un chupetón, bajando con pequeños besos por su espalda hasta llegar a su culo, donde estuvo a punto de besarlo pero Stinne la tiró del sofá. 
—¡Auch! —Alex estaba en el suelo con los vaqueros algo caídos y mostrando su ingle a Stinne. —Mierda ¿Se me nota el bulto?
—Sí, mucho. —Stinne contestó con una sonrisa. —Creo que podemos hacerlo otra vez… si quieres. 
Stinne le bajó los pantalones, mostrando su pene palpitando, ambas se sonrojaron pero Alex se avergonzó aún más. 
—No creo que pueda penetrar… lo siento. —Alex evitó mirarla a los ojos. 
—No pensaba en eso. —Stinne se dio la vuelta y se sentó encima de Alex, con el coño en su boca, haciendo que se agarrara a las caderas de ella. —Intentaré ser delicada, sé que eres muy sensible ahora. 
Alex solo pudo emitir un ligero gemido y arañarla hasta que sintió sus labios apretar el glande, con la única respuesta de clavar sus uñas en sus muslos y emitir un fuerte gemido, entonces su respiración se aceleró a la vez que lamía más rápido. Empezó a sentir los dedos de Stinne en sus conductos inguinales, haciendo más intensos sus orgasmos y que su lengua apretase el clítoris, eso provocó que Stinne mordiese fuerte con los labios el glande, estimulando más y más el cuerpo de Alex y haciéndola perder el control hasta correrse en su boca.
—No se que haré cuando no puedas correrte. —Stinne se levantó, viendo como la boca de Alex estaba húmeda de los fluidos del cunnilingus, a la vez le mostró cómo aún caía de sus labios una gota de su corrida. —Lo echaré de menos.
Alex sonreía sonrojada y jadeando mientras Stinne se limpiaba la gota con los dedos, finalmente se agachó y la besó.

Una Historia de amor y transición. Capítulo 2

Eran las diez de la mañana, Alex caminaba por la Alameda, dirigiéndose al autobús 21, vistiendo la camiseta negra con la bandera del Orgullo. Miró un mensaje de “MagaNegra”, era una foto de Valentina sentada en la encimera con las piernas abiertas y tapando su vulva con una taza blanca.
—Eres una pervertida. —Se enfadó pero también sonreía como si todo volviese a la normalidad. —Solo espero que no vuelvas a irte.
Ella caminó hasta llegar a Atarazanas, donde se sentó en las mesas de fuera de un lugar llamado Brunch it, pidió un café al camarero y, mientras esperaba, vio fotos de antes de las hormonas. Tenía un cuerpo masculino, un rostro con acné y mirada sería. Recordó una de las citas que tuvo con Valentina.
Estaban en el mismo sitio, era Enero pero hacía un día soleado, iban en vaqueros y camisetas con chaquetas de cuero a juego, Alex iba con un colgante con un colmillo y Valentina con gafas de sol, charlaban tomándose un capuchino y un trozo de tarta, cada una probaba de la otra recibiendo un pedacito con el tenedor, haciéndose sonrojar la una a la otra, y dándose tímidos besos. Pero apenas era feliz, en esos momentos se sentía disfórica, pero se olvidaba de todo escribiendo para Valentina.
—Te noto pensativa ¿Es ella otra vez? ¿Está volviendo a hacerse pasar por ti? —Pero Alex ni se inmutaba, entonces Valentina sonrió. —Ah, estás pensando en que regalarme por nuestro aniversario de novias.
—Puede, o puede que sea para San Valentín. —Alex esbozó una sonrisa y dio un sorbo a su taza.
—Poema o relato. —Valentina se inclinó hacia delante y bajó las gafas de sol.
—Poema.
—Erótico o romántico. —Se volvió a echar hacia atrás y cruzó las piernas pero Alex la miró extrañada. —Romántico, muy obvio.
—¿Crees que algún día cambiaré? —Alex apartó la mirada y veía la tarta. 
—¿Eres la patita fea o qué? 
—Olvídalo. 
—Seguramente pero si hablamos de cispassing… —Valentina se acarició la barbilla por unos segundos y miró al reflejo de los escaparates. —Deberías ignorarlo, siempre fuiste y serás una chica, adecuarse a los puntos que da esta sociedad sobre ser y aparentar son gilipolleces, muchas no lo hacemos y no buscamos ser perfectas, tú tampoco debes como mujer. 
—Un poco más y te haces activista trans y feminista. —Ambas se rieron pero Alex se secó los ojos de llorar de la risa. —En realidad acabarías expulsada de cualquier sitio por pegarle palizas a las terfs, no tienes precisamente un carácter afable. 
Alex volvió a la actualidad, veía pasar a la gente mientras disfrutaba del café y entonces, cuando fue a terminarse el café, alguien le tapó los ojos por detrás.
 —¿Quién soy? —Dijo una voz femenina agradable. —Mi chica linda.
—¿Por qué todas las chicas guapas me picáis? . —Dejó la taza en la mesa y se puso a olfatear. —Ese olor solo puede ser de mi chica favorita, Stinne.
Stinne, de veintiséis años, iba con camisa negra y roja de cuadros, una pulsera de pinchos en la muñeca derecha, vaqueros negros y rotos por las rodillas, y botas de combate negras. Sus ojos eran grandes y de iris marrones, de cejas algo gruesas, su pelo era turquesa y llegaba hasta los hombros.
—Mi chica siempre tan preciosa. —Alex la vio sentarse al lado suya, dándose un beso apasionado.
—Málaga es muy agradable aunque el tiempo es horrible. —Stinne se fijó en la camiseta de Alex. —¿Es nueva?
—Yo… no, es de una amiga. —Entonces Stinne se acercó a su cuello y lo besó oliendo la camiseta, sonrojando y haciéndola suspirar. —Se me es… ensució… 
—Se nota el olor. —Stinne susurró en su oído y le metió la mano bajo la falda, acariciándole uno de los muslos. —Y me encanta tu sabor.
—Me… mejor en casa me… pruebas mejor. —Alex sonrió después y acarició las manos de Stinne. —Estoy un poco con resaca.
—¿Bebiste mucho anoche? —Stinne le acarició las orejas y después las mejillas. —Estás como con fiebre.
—Que va, estoy bien. —Alex se terminó el café y se frotó los ojos. —Debería irme a casa, esta tarde podríamos ir a ver ese juego que tanto te gusta, el que me dijiste hace una semana. 
—Me encantaría ¿Te pondrás formal o…?
—He pensado que… —Alex se levantó, le acarició la barbilla y la besó entre los labios para después guiñar un ojo. —… Ese vestido de flores tan mono estaría bien. 
Alex la hizo sonrojar, pagó la cuenta y se marchó mientras se acariciaba los labios. Caminó durante unos minutos hasta llegar a calle Hilera. Allí se paró esperando su autobús y vio como cruzaba la gente por el paso de peatones, pues algunos iban a El Corte Inglés, y eso le hizo recordar.
Era Diciembre del año pasado y de noche, iba con gorro de lana, chaquetón azul y pantalón vaquero negro, a su lado Valentina, chaqueta de cuero marrón, vaqueros azules y bufanda gris. Ambas esperaban a que el semáforo se pusiera verde para ellas mientras se sujetaban las manos.
—No consigo acostumbrarme a este frio. —Dijo Alex temblando. —No se como lo aguantas.
—Así. —Valentina abrazó y besó a Alex por sorpresa y al parar le sonrió. —¿Estás más caliente que una chimenea?
—Bastante… no voy a mentir. —Alex miró el móvil y su mirada se volvió triste. —Siempre igual.
—Sigue usando tu número ¿Por qué ese odio? —Valentina le apagó el móvil y se lo quedó. —Hoy no te hará daño, este es nuestro día, nuestra cita, y te voy a comprar un vestido precioso para bailar.
El rostro de Alex se iluminó con la sonrisa y el interés de Valentina en ella. Cruzaron el paso de peatones pero al llegar al final, Alex se desmayó en plena carretera y frente a Valentina.
Alex no pudo recordar más de aquello, casi era un vacío lo que había después. Al llegar el bus, subió y pagó mientras leía los mensajes del móvil. Sentándose, pensó por unos segundos y se decidió sobre llamar a Valentina. Tenía el número marcado cuando se puso en marcha pero decidió pensárselo por un momento. 
—Te quiero mucho. —Le dijo una chica a otra. —¿Tú también me quieres? 
—Claro que sí, mi boba. —Respondió para después darse un beso entre los labios. 
Alex sonrió ante la escena, poniendo la mano con el móvil en el pecho. Decidió llamar y mientras esperaba se mareó un poco.
—Soy Valentina, dígame. —Hubo un buen rato de silencio, Alex estaba nerviosa, sudando y roja. —¿Hola? 
—Ho… —Tragó saliva con dificultad y tembló. —Yo… Quería saber una cosa.
—Alex ¿Qué ocurre?
—Hoy estoy sola en casa. —Alex suspiró y estuvo en un silencio por unos segundos mientras Valentina repetía su nombre con sugerencia. —Podríamos jugar al WoW en mi casa… y almorzar algo de Geppetos, no se si es una mierda de plan y tú tienes cosas que hacer. 
—Me gustaría ir, si tú quieres. 
—¡Quiero! —Alex se sonrojó aún más. —Quiero decir… es genial, nos vemos en casa ahora. 
—Ahí estaré, pequeña.
Alex colgó al oírla llamarla pequeña porque sabía que eso solo se lo decía a las chicas que le gustan. Guardó el móvil y empezó a dormirse, lentamente, mientras sufría un sudor frío.
—¿Qué estoy… haciendo? —Apenas sostenía la consciencia. —Yo… yo quiero a… a Stinne. 
El autobús pasó frente al Hospital Carlos Haya, recordando sin sentido las caricias de Valentina en su mejilla, limpiándola de las lágrimas de ambas. Era la primera vez que lo recordaba y tuvo una sensación agridulce. 
—A pesar de todo, de mi miedo, de los desmayos, del acoso, tú seguías a mi lado y yo solo quería apartarte de todos mis males, siempre fui la egoísta de las dos.
Durmió entonces un poco, durante diez minutos, y justo cuando llegó a su barrio, se despertó. Se bajó frente a una barbería, caminó hacia los callejones, y subió una cuesta hasta llegar a una casa amarilla con patio.
—Debo… dormir un poco. —Abrió la cancela y, al cerrarla, empezó a desmayarse. —Sti… Stinne.
Se quedó inconsciente en el suelo, tumbada bocabajo, y sin nada más que el vacío en su mente. Poco a poco soñaba estar en la playa, cara a cara con Valentina, la miraba con un profundo odio y Alex solo podía llorar.
—Tienes derecho a odiarme, yo te hice tanto daño, te destrocé, mientras tú me cuidabas.
—No eres diferente a ella. —La voz de Valentina era mas intensa. —Sois lo peor.
—Lo soy, y no me merezco tu perdón.
—Mereces que te estrangule aquí mismo.
Valentina se abalanzó sobre ella, le dio varios puñetazos y empezó a apretarle el cuello sin que se defendiera, solo un llanto y sangre y un intento desesperado de ser perdonada. El mar empezó a subir, entrando agua en sus pulmones, ahogándola.
—¡Lo siento! —Alex se despertó de repente, descubriendo que estaba en su cuarto, con una toalla mojada en la frente y había algo de sol iluminando a través de la ventana, oyó a alguien abrir la puerta de su cuarto y empezó a llorar. —Lo siento muchísimo.
—¿Por? He sido yo quien ha entrado sin permiso en tu casa y te ha desnudado —Dijo Valentina con un termómetro en la mano y una sonrisa. —¿Estás bien? Debería haberte bajado la fiebre.
Valentina se acercó, con el mismo look de anoche, la tumbó y le quitó la toalla mientras le ponía el termómetro bajo el brazo.
—Merezco tanto que me odies, yo te hice daño, te hice demasiado, soy igual que… —Se quedó callada al ser besada en la frente. —Lo siento.
—Tú has sido mi inspiración, nunca podría odiarte.
—No te vayas nunca… por fa… por… por… favor. 
Alex empezó a sudar más, a jadear y a sonrojarse. Entonces Valentina acercó sus dedos de una mano a sus labios mientras le acariciaba el pelo con la otra, le acariciaba las comisuras y se acercó a su oído. 
—No lo haré. —Le susurró para después morder su oreja y hacer escapar un leve gemido. —Quiero hacerte mía, Alejandra.
—A pesar de… —Entonces Valentina introdujo su dedo gordo entre sus labios, haciendo que lo chupe mientras ella se agarra a su mano. —Hmmm…
—Nunca te odiaría, pequeña boba. —Valentina besó su cuello y lo mordió haciendo que Alex gimiese.
Valentina se sentó sobre el vientre, masajeando su cintura, subiendo hasta sus senos, a los que acarició sus pezones haciéndola gemir mucho más, mientras acercaba su boca a la de Alex, mordiendo la lengua con sus labios y finalmente usando su lengua para jugar con la de ella. Entonces se retiró, dejando caer un pequeño chorro de saliva sobre los labios de Alex y le quitó el termómetro.
—Treinta y siete, aún así debes dormir. —Valentina iba a levantarse pero Alex la abrazó tumbándose ambas a la vez. —¿Alex? 
—Quiero más, esto me gusta. —Alex la miró pegando su frente a la de ella. —Por favor. 
—Luego no te eches atrás. —Valentina la besó en la barbilla y la puso después bocabajo, poniéndose encima y agarrando sus muñecas. —Dudo que hayas perdido los hábitos. 
Entonces Valentina se levantó, sacó una caja de madera de debajo de la cama y la abrió, mostrando varios juguetes, cuerdas, vendajes, collares y correas, accesorios de animales, mordazas y botes de aceites de masaje y lubricante. Agarró un plug anal vibrador y un bote de lubricante azul. 
—Voy a disfrutar esto… —Valentina lubricó dos dedos sobre las nalgas de Alex, derramándose un poco sobre ellas. —… No podrías pararme
—No… no lo haré. —Valentina no estuvo convencida así que acarició una de las nalgas con los dedos y dejó caer lubricante entre ambas. —Hazme… házmelo, lo que quieras hoy… hazme lo que quieras…
—Quiero oírlo otra vez. —Se acercó a su oído mientras introducía sus dedos en su ano, haciendo que Alex cerrase los ojos y su respiración se acelerara. —Di que puedo hacerte lo que quiera y eres mía.
—Soy… ah… soy tuya, hazme lo que… quieras. —Valentina mordió su oreja a la vez que sus dedos entraban y salían de ella. —Dios…
Valentina, sacó sus dedos, lubricó el plug, lentamente lo introdujo por el ano dilatado y pulsó su móvil, haciendo vibrar el juguete suavemente. Le dio la vuelta, para ir acariciando su pene, desde el glande, al que masajeaba con delicadeza, bajando hasta los testículos, donde empezó a introducir sus dedos en los conductos inguinales, haciendo que las piernas de Alex temblasen e intentase no gemir, sin embargo, Valentina fue cada vez más rápido hasta hacer que se viniera con un liquido transparente y bastante fluido.
—No te he dado permiso para correrte. —Valentina acarició el pelo de Alex mientras ella jadeaba y sudaba. —Iré a terminarme la pizza, tú… estás castigada.
Le ató las manos a la espalda, le colocó una mordaza, vendó sus ojos y se marchó de la habitación mirando el móvil. Entonces Alex notó cómo el plug vibraba con más velocidad y potencia a medida que oía a Valentina bajar las escaleras.
Alex se sintió dividida, una parte de ella sentía que estaba traicionando a Stinne pues siempre deseó que ella fuese su ama y la estaba engañando con su anterior dueña, la otra parte deseaba ese castigo, ese momento de dominación, esos instantes en los que Valentina la tenía para sus deseos, esa sensación de que no podía escapar y solo podía someterse a los caprichos de ella.
Se sorprendió de que supiese aún donde guardaba la caja de juguetes, y de que incluso quisiera dominarla, igual que hace meses, cuestionándose si aún podía satisfacerla y al mismo tiempo estar al nivel de sus deseos.
—Si aguantas sin correrte unos, digamos, cinco minutos. —La puso bocarriba y se sentó sobre su vientre. —Te daré un premio o te soltaré. 
Bajó la potencia, calmando la respiración de Alex, cogió la fusta, acarició los muslos con ella y la azotó haciendo que gimiese.
—No has cambiado nada. —Le quitó la bola de la mordaza, que estaba empapada de saliva, y la besó mientras le acariciaba el pelo. —Sigues disfrutando con el dolor.
—Es lo que me enseñaste. —Alex giró la cabeza, jadeando y con la fusta acariciándole el cuello. —Disfrutar del dolor cómo si fueses tú.
—Solo disfrutas porque crees que esto es un castigo por hacerme daño pero yo no soy así, Alex. —Valentina le puso sus dedos entre los labios. —Solo quiero dominarte por amor.
El timbre sonó, haciendo que Valentina se levantase asustada y Alex la mordiese para que la mirase. 
—Es Stinne, ve y entretenla mientras arreglo todo esto. 
—Pero… 
—Hazme caso, me encargo yo de todo.
Mientras Valentina se iba, Alex se dislocó los brazos poniéndolos adelante, se quitó las vendas y justo cuando fue a desatarse las manos, sintió que el plug volvía a la máxima potencia, haciéndola gemir y jadear.
—Dios… Valentina… apaga… lo… —Alex se desató y empezó a meter todo en la caja pero, al meter la caja debajo, ella se cayó de la cama y acabó de rodillas en el suelo.
Alex se levantó pero la puerta se abrió y Valentina y Stinne la encontraron desnuda, sudando y jadeando.
—Creo que te ha subido la fiebre. —Dijo Valentina pero la apartó Stinne para sentar a Alex en la cama.
—Id las dos abajo, me echaré un rato y bajaré para cenar a la noche.
—¿Estás segura? —Stinne acarició las mejillas de Alex. —Puedo cuidar de ti.
—Estoy bien. —Alex la besó de improviso y miró de reojo a Valentina y a su móvil.
Valentina creyó que ella intentaba ponerla celosa, entonces decidió marcharse con Stinne, dejando sola a Alex. Ellas fueron al salón, donde había una camarera de oro con fotos y botellas de alcohol, sofá, una televisión grande, una mesa central, y otra baja frente al sofá, que albergaba una lata de cerveza y una caja vacía de pizza.
—Me ha sorprendido que Alex te besase así que eres su novia o está interesada en ti. —Valentina se sentó en el sofá mientras hablaba. —Estaba con fiebre pero creo que ha aprovechado para entretenerse sola, no sé si lo pillas.
—Yo… somos novias…y no sabía que tuviera algún juguete. —Esas palabras hicieron sonreír a Valentina mientras Stinne se sonrojaba.
—Hay mucho que no sabes de ella para ser su novia, por ejemplo, tiene más de un juguete y es trans. —Valentina tomó un trago de la lata y la miró a los ojos. —Pero supongo que lo segundo es lo único que sabes de ella.
—Yo también lo soy, no binaria y no creo que seas alguien que conozca a la gente, menos a Alex. 
—Soy Valentina, soy su ex, también su amiga, y fui otras cosas de las que es mejor que no sepas porque no estarías preparada ¿Y tú? Tu nombre.
—Stinne… quiero saber más de ella pero…
—¿Se cierra? ¿No te ha contado…?
—No, nada de ti.
—Je, aparte de eso, me refiero a antes de conocerme, sus gustos, sus desmayos… —Valentina la arrinconó contra la pared. —… sus prácticas de shibari, sus intentos de suicidio, su ex, si quieres estar con ella, debes saber que va a ser dura consigo misma, se reprime y no deja que se acerque nadie. 
—Siento que se hayan estropeado nuestros planes. —Alex estaba bajando las escaleras vistiendo un camisón blanco de rayas azules y bragas negras de encaje, entonces las vio nerviosas y de brazos cruzados. —Pero podemos ver una película o jugar a la consola, tengo el Mass Effect Andromeda.
—Tranquila, juega tú mientras recogemos esto y hablamos un rato juntas.
—Me da miedo eso… pero vale. —Alex se fue a la salita mientras ellas iban al sofá.
—Cuando se atrevió a decirle a su familia que era trans, estuvo saliendo con una chica…pero fue horrible, la utilizó para humillarla por ser trans, le arruinó físicamente y mentalmente, y la dejó tocada, tanto que Alex hizo cosas horribles.
—El suicidio.
—Por ejemplo pero también otras cosas, la chica le suplantó su número e hizo que la acosaran sexualmente día y noche, Alex le mandó correos sin parar para que parase, al final se intentó quitar la vida varias veces y acabó sufriendo traumas, una crisis emocional que le da desmayos y lagunas…en fin.
—Nunca dijo nada, pero yo la veo bien.
—Quizás ha conseguido dejarlo atrás pero sigue intentando castigarse por todo.
—¿Y qué relación tienes con Alex? Aparte de ser su ex y su amiga. 
—Fue mi ama cuando empezamos a conocernos, me enseñó cómo era el shibari usando mi cuerpo para las cuerdas. —Valentina cogió la lata y se la dio a ella. —Después yo fui la suya, le enseñé todo el mundo el bdsm, el bondage, las humillaciones, los juguetes, en fin, todo, y solo tuvo que someterse a mí, eso la salvó… me salvó.
—No lo entiendo ¿Salvarse?
—Entendió que debía ser castigada, aún lo hace pero tu puedes cambiar eso, que el bdsm es amor, es confianza, creo que tienes de ella lo que yo le robé. —Valentina recogió la caja y se acercó a ella. —Creo que tienes todo lo que yo nunca tuve ni pude darle, sigue haciendo que sonría.
Stinne se sonrojó mientras Alex escuchaba todo al otro lado, entendiendo que Valentina aún estaba enamorada de ella. Entonces le susurró al oído algo que la sonrojó y le sonrió Valentina de forma malévola. 
—Voy a ver a mi tía, está a diez minutos de aquí, volveré para la cena y traeré una película de miedo. —Valentina le guiñó un ojo a Stinne y se puso las gafas de sol. —Portaos mal mientras no esté.
Alex notó acelerado su corazón ante la sonrisa y la forma de andar de Valentina pero al irse, se calmó y salió de la habitación.
—Alex ¿Puedo hablar contigo? —Stinne se acercó a ella, acariciándole las manos y pegando su frente a la de ella, asustándola. —Quiero saber algo de ti.
—Cla-claro ¿Qué quieres saber? 
—Quiero saber… que escondes en tu cuarto.
—Si te lo enseño, te daría mucho asco. —Alex apartó la mirada pero Stinne hizo que la mirase cara a cara. 
—¿Acaso querer a alguien no es confiar? Es lo que siempre dices, entonces confía en mí.
Alex lo pensó por un segundo y decidió subir a su cuarto seguida de Stinne, y allí sacó la caja de madera, abriéndola y descubriendo su contenido.
—Doy bastante asco. —Alex sacó unas esposas y las miró durante unos segundos para acabar mirando a Stinne. —Siento no ser una novia normal y no espero que lo entiendas.
—No, no lo entiendo. —Stinne entonces la besó mientras la esposaba. —Pero quiero entenderlo.
—¿Amor…? —Después fue empujada a sentarse en la cama y Stinne se sentó encima suya. —No sé si podré…
Stinne la calló besándola y tumbándola mientras Alex jadeaba y se agarraba a sus hombros.
—Sé que te han hecho sufrir. —Stinne puso las manos de Alex hacia atrás y le fue desabrochando el camisón. —Déjame lamer tus heridas.
—Cariño… yo… —Alex no pudo reprimirse y dio un fuerte gemido al sentir como los dientes de Stinne se clavaban en uno de sus pezones. —¿De verás quieres?
—Solo confía en mí. —Entonces acarició su glande con suavidad mientras mordía su cuello. —Tenemos la tarde entera para nosotras solas, para saber dominarte.

domingo, 17 de noviembre de 2019

Una Historia de amor y transición. Capítulo 1

Era 2019, en Málaga vivía una chica, se llamaba Alejandra, pero todos la apodaban Alex. Era una chica transgénero, de veinticuatro años, informática, que empezó en Agosto a hormonarse, y vivía su vida tranquila mientras su cuerpo ya cambiaba rápidamente.
Era una noche de Septiembre, Alex estaba al lado de un restaurante, en el centro. Mirando su móvil con una sonrisa tímida, llevando una blusa blanca que resaltaba su figura femenina y ligera, una mochila blanca de flores, un choker negro de encaje, una falda negra con anillas, medias negras y botines Chelsea.
Era de piel morena, con manchas blancas en sus comisuras y cerca de sus ojos. Sus cejas eran finas, sus ojos eran marrones, su pelo era corto y liso, con mechones hasta el cuello.
—¡Eh! ¡¿Entras o tienes algo que hacer?! —Una chica gritaba a otra que estaba algo lejos, montada en una motocicleta aparcada y mirando su móvil también, ante sus palabras respondió con un gesto de aprobación con la mano.
Iba vestida con vaqueros, botas, camiseta negra con la bandera del orgullo y chaqueta de cuero marrón.
Alex entonces notó que la llamaban por teléfono y respondió pero se fijó en que la chica la observaba a través del visor negro del casco.
—Alex ¡Alex! —Le gritó una voz masculina a través del móvil. —Vamos por Atarazanas ¿Tú estás en el Bla…?
Alex se evadió al ver a la chica acercarse, con el casco puesto fue a entrar, sin embargo, Alex fue empujada por un hombre que estaba borracho, y justo cuando iba a caerse al suelo, la chica de la moto la agarró y cogió su móvil en el aire.
—Es… estoy bien, gracias. —Dijo Alex con una voz dulce y agradable. —¿Nos conocemos?
Se miraron un buen rato pero la soltó y se marchó para entrar al restaurante mientras se quitaba el casco.
—No puede ser ella, no puede haber cambiado tanto. —Dijo la chica con voz algo grave.
Tenía veintitrés años, su piel era mulata, su pelo rizado y largo pero rapado por el lado derecho, sus ojos eran marrones y sus cejas algo gruesas, cuerpo delgado y esbelto.
Volvió a la calle y vio a Alex hablando con el móvil, pensó en acercarse a ella pero su amiga la llamaba y volvió a entrar.
—Em pero no se. —Alex se giró pensando que alguien la miraba. —Está bien, pillo mesa.
Alex entró en el restaurante y caminó para sentarse en una mesa de seis al lado de la barra. Habló con el camarero y se fue él, pero entonces salió la chica del baño y vio a Alex pero estaba fijada en el móvil, con una sonrisa de oreja, y entonces la chica volvió con sus amigos que estaban detrás de Alex, en una mesa de cuatro, sentándose justo detrás de ella.
—¡Ey! ¿Qué pasa? —Dijo su amiga. —Estás muy dormida esta noche, Valentina ¿Estás bien?
—Sí, creo ¿Qué tal el concierto? —Decía Valentina mientras llenaba su vaso de coca cola. —He oído que Santi Balmes sigue teniendo esa voz sexy de barcelonés bohemio, se oye mejor en directo.
—Si a ti quien te interesa es Jordi, lo tienes en un pedestal como guitarrista. —Dijo su amiga.
—Y encima se pierde lo mejor, adivina. —Dijo un amigo, dando después un golpe en la mesa.
—Sorpréndeme. —Valentina sonreía de oreja a oreja.
—No creo que… —La amiga se asustó pensando que podría ser peor.
—Iván Ferreiro haciendo dueto con Santi para cantar Abrázame. —Dijo su amigo
—Ah, pues… genial, supongo. —La cara de Valentina cambió y estuvo seria.
—¡Venga ya! Deberías estar alegre.
—Es que era su canción, la de su última pareja. —Ella cogió las manos de Valentina las agarró fuerte. —Lo sentimos mucho, cielo
—No hace falta, estoy bien. —Valentina se soltó y se echó hacia atrás. —Es agua pasada.
Cuatro personas entraron y se sentaron en la mesa. A los tres chicos les dio la mano y a la chica dos besos en la mejilla.
—Bueno ¿Qué tal? —Le preguntó el mas joven. —¿Has pedido algo de beber?
—Que va, estaba hablando con mi novia por Telegram.
—Yo no sé como lo hace esta mujer, que se liga a todas las tías. —Hablaba el chico que estaba fornido al joven. —Pero se pilla novias fuera de Málaga.
—Será que tiene miedo al compromiso. —Dijo el más fondón. —Digo yo, vamos.
—Pues yo no me echaría novia de fuera. —Replicó el joven. —Me parece súper complicado y encima no te comes na, quillo.
—Pues yo creo que se puede, que al final sale. —Dijo la chica haciendo sonreír a Alex.
—Ostras, espero que no sea otra vasca, porque sino acaba empotrada esta mujer. —Dijo el fornido señalando a Alex
—A mi me molaría, echo de menos las Valentinex, era súper divertido quillo. —Todos se rieron mientras Alex se ponía roja.
—Ella es muy tranquila… y cariñosa, pensamos más en que haremos que en sexo.
De repente Valentina se levantó indignada y salió del restaurante. Alex se fijó y mientras los amigos de cada una hablaban sobre el suceso, Alex salió a verla y la encontró llorando en la acera, sentada y viéndose en el reflejo de la tienda de enfrente. Entonces se sentó a su lado y le dio un pañuelo de lino.
—No pensé que…
—Siempre fuiste tú, pero estabas tan cambiada, tan…
—¿Poco elegante?
—Femenina, creí que no te encontraría.
—Lo siento, debería irme, no hacerte… —Entonces Valentina agarró de la mano a Alex pero la soltó.
—Siempre fui yo, fui quien te dañaba, no vi como te sentías, lo siento.
—No lo hiciste. —Alex miró a Valentina sonriente. —Solo era que yo quería cosas y tú otras, no pasa nada.
—No fue tu culpa que desapareciera, solo es que sufrí demasiado cuando…
—Y yo, cuando no supe nada de ti. —Alex derramaba una lágrima mientras la abrazaba. —Siento haberte destrozado, fui egoísta por querer mantener nuestra amistad mientras tú lo pasabas fatal.
—Deberíamos volver, o se preocuparán mucho. —Valentina se levantó y ayudó a Alex a hacer lo mismo, siendo Valentina más alta. —¿Haces algo esta noche? Lo siento, no debería.
—Sherlock, después de cenar, tú y yo a solas. —Alex la miró y sonrió mientras ella acariciaba sus dedos.
—Yo… venga, no quiero oír que canten por todo el camino a casa. —Valentina acarició su cabeza y lo pensó durante unos segundos. —¿No se enfadarán tus amigos?
—Se irán a casa andando y yo no vivo cerca.
—A mi me parece más sano eso pero allá tú, chica orgullosa.
—¿Más que retomar una amistad con una ex? —Ambas se rieron a carcajadas y entonces Alex besó su mejilla y la abrazó. —Me alegra volver a oír tu risa.
Alex volvió a entrar pero Valentina se sonrojó y se acarició la mejilla besada durante unos segundos, finalmente tragó saliva con dificultad y volvió a entrar.
—¿Qué ha pasado? —Le preguntó el joven.
—Una vieja amistad. —Dijo Alex.
—En plan supernova pero no tuvimos tensión sexual. —Valentina acarició la cabeza de Alex y se sentaron a la vez. —Pero seguro que la habrá.
—Sigue soñando. —La respuesta de Alex hizo que ambas se rieran ante la sorpresa de ambos grupos.
Durante la velada, ambas hablaban con sus amigos y entre ellas, llegando Valentina a invitarla a una cerveza pero se negó. Después de la comida, ambos grupos hablaban de la comida, de lo bueno y malo, pero Alex y Valentina solo bromeaban.
Finalmente salieron después de media hora, se despidieron todos pero ellas dos caminaron juntas. Valentina iba con su casco bajo el brazo y con calma, Alex iba nerviosa, sonrojada y con las manos a la espalda acariciando la falda.
—¿Cómo te ha ido estos meses? —Valentina preguntaba mientras miraba los escaparates. —Soy idiota… seguro que bien.
—Con altibajos, me estoy hormonando, he salido con siete chicas y ahora solo tengo dos novias. —Alex habló con una mirada y tono tristes. —Pero ella sigue persiguiéndome.
—Y sigues aquí, viva, intentando ser feliz a pesar de todo ese acoso.
—Sí, tengo buenos amigos, y dos novias increíbles. —Alex sonreía y se apartaba el pelo.
—Yo estoy saliendo con alguien también, es una chica genial. —Decía evadiendo la mirada.
—Que mala suerte debe tener. —Alex la miró de reojo con una sonrisa. —Demasiado sexo para ella.
—Bueno, han cambiado las cosas. —Valentina vio que ella temblaba un poco de frío y la abrigó por encima con su chaqueta de cuero. —Ya no soy la misma.
—Me alegra que no lo seas. —Dijo Alex sorprendida acariciando la chaqueta. —Es aquí.
Estaban ante un pub con el letrero en grande de Sherlock, entraron y se sentaron en el fondo, justo donde había un sofá y una mesa. Un puñado de gente veía un partido de futbol de dos equipos ingleses y otro puñado charlaba tranquilamente. Una camarera se acercó a tomar nota y al marcharse ambas se miraron.
—¿Y que haces en Málaga? —Preguntó Alex echándose para atrás e intentando mantenerse despierta.
—Debía estar buena la cerveza, podría haberte invitado y todo, orgullosilla.
—Ya me das evasivas, tú no eras así. —Alex la miró con una sonrisa.
—Estoy de vacaciones. —Sus palabras no consiguieron engañarla y le dio en el tobillo con el pie. —Está bien Alex, tú ganas, mi… madre está en Bilbao, iba a visitarnos pero sé que quería hacer de las suyas para tenerme, no se entera.
La camarera trajo una copa con licor rosa y hielo a Alex y una coca cola a Valentina.
—No elegimos nuestra familia ni de quien enamorarnos. —Alex agarraba la copa y hacía girar el hielo. —Por eso salimos juntas.
—Lo sé, pero los amigos sí. —Daba un sorbo a la botella mientras apoyaba una pierna sobre la otra y se acomodaba. —Y por eso me quedo con pocos.
—Valentina. —Alex señaló la coca cola. —Tú solías pedir vodka con Martini.
—Em… sí, ahora soy responsable.
—Esa es una frase de Lando Calrissian. —Alex se quedó sorprendida por un segundo, y finalmente le dio una patada en la pierna. —¡Me dijiste en nuestra primera cita que no viste la trilogía antigua!
—Y no lo hice, hasta hace un mes creo, además es el único negro de la galaxia, me mola.
Alex se bebió de golpe el licor y delicadamente colocó la copa en la mesa. Valentina la miraba fijamente con una sonrisa e imaginaba tomarla en ese momento, meterle mano bajo la falda y beber el licor de sus labios, tumbarla en el sofá y tocar sus caderas por debajo de la blusa. Su cabeza se llenó de fantasías mientras su rostro se sonrojaba al mirar la mirada serena y la sonrisa de Alex.
Pasaba el tiempo y Alex bebía su segunda copa, charlaban de las cosas que hicieron los meses que estuvieron separadas, de sus familias, del Androcur y el Climen circulando por las venas de Alex y de la vieja motocicleta de Valentina. Llegando al final de la segunda copa, Alex se quedó medio dormida y borracha. Entonces Valentina la miró, llamó a un taxi mientras pagaba la cuenta, y volvió para sentarse a su lado y tumbarla, apoyando su cabeza en sus piernas y acariciando su pelo.
—Calorcito. —Decía Alex con la cara roja del alcohol y una tímida sonrisa.
Valentina vio que el taxi llegó pero también que empezaba a llover. La llevó en brazos y la metió en la parte de atrás y después se sentó delante. Mientras circulaban, Valentina miró el móvil, tenía una llamada perdida de “papi” y otra con el nombre de “ni puto caso” y decidió llamar al primero.
—Yo… hola. —Ella miraba las luces pasar con melancolía. —Papá, soy yo, sé que… son más de las doce pero quería saber que… no habías estrangulado a la inquilina.
—No, esta todo bien cariño. —Hubo un silencio incómodo entre ambos. —¿Qué tal la mudanza? ¿Se ve bien la playa? ¿Has cenado bien?
—Sí, es todo perfecto, y la comida es inmejorable. —Valentina sonreía y arañaba sus vaqueros. —Siento que vaya mal, quizás debía haber ido con ella.
—No he pagado y no voy a dejar que te lleve a República Dominicana, no dejaré que intente curarte de algo que no es una enfermedad. —Esas palabras la hicieron llorar sin resistencia. —Eres mi hija, y me da igual con quien… bueno no me da igual, me preocupa que pilles…
—Papá.
—Tienes derecho a estar con quien quieras, eso no es una enfermedad, es ser valiente y estoy orgulloso de ti.
—Y yo de que seas mi padre.
Valentina colgó y vio que pasaban por el paseo marítimo. Se bajaron y la llevó en brazos otra vez, llegando a un pequeño bloque de pisos frente a la playa. Al llegar a su apartamento, la dejó en su cama y se sentó a su lado.
—No es bueno que duermas así. —Valentina empezó a quitarle la falda, le quitó la chaqueta, le quitó la blusa y finalmente le quitó las medias, dejando ver sus bragas rosadas. —Eres tan preciosa.
Valentina besó su espalda y acarició sus muslos mientras Alex dejaba salir un tímido gemido y entonces paró para secar su pelo con una camiseta colgada. Vio su torso desnudo, acarició uno de sus pequeños pechos y besó su vientre, una, y otra, y otra vez, dulcemente, sintiendo la suavidad de su piel, y al verla jadear y con las manos agarrarse a las sabanas, su cuerpo se acaloraba pero su mente la hacía sentir culpable y la dejó en paz.
Fue al salón con su mochila, de la que cayó su móvil con una llamada perdida y un mensaje de Telegram.
—¿Quién eres tú? —Miró de reojo la pantalla y dio con la contraseña, la llamada ponía “Papá”, y los mensajes venían de Stinne. —Tú debes ser una de sus novias… debería… no, no puedo.
Escribió buenas noches con un emoticono sonriente y de repente vibró el móvil por una llamada.
—Soy Valentina, dígame. —Habló con el padre de Alex durante cinco minutos y colgó. —Parece que tenemos buenos padres.
Valentina se desnudó y sacó una cajetilla de tabaco de un cajón de un mueble. Mientras lo encendía, salió al balcón a ver la playa y reflexionaba si estaba bien sentir algo por una ex, por una mujer del pasado a quien hizo daño y empezó a oler sus manos, aun impregnadas del olor de Alex.
—Hasta tu olor ha cambiado. —Su rostro se sonrojaba y se iluminaba al son de los relámpagos mientras su cuerpo se calentaba. —Me encantaría saber cuanto de tu cuerpo también.
Su propio móvil vibró y sonó pero lo ignoró, tiró el cigarrillo a la calle y al volver al salón, vio el pañuelo de Alex sobresalir de un bolsillo de los vaqueros tirados en el suelo. Así que lo recogió, encendió la televisión y se tumbó en el sofá. Miró un buen rato una película mientras acariciaba el pañuelo y se fijó que eran las dos de la mañana.
—Debería dormir, no se que me está pasando. —Pensó en el pañuelo y decidió olerlo, aún tenía el olor de Alex. —Ojalá fueses mía.
Dejó caer el pañuelo al suelo y se fue a la ducha. Encendió el grifo y observaba caer el agua de la alcachofa, cogía un poco y mojaba su pecho con las gotas que recorrían su torso, desde sus senos hasta su pubis pasando por su vientre. Se metió en la ducha, abrió la boca bebiendo un poco mientras su pelo se mojaba y perdía sus rizos.
—Creo… que voy a poder dormir. —Se apoyó en la pared, haciendo que sus dedos bajasen acariciándose el pecho, después las caderas, y finalmente su vagina. —Alex…
Imaginaba que ella estaba ahí, con su blusa abierta y su choker, arrodillada y agarrada a sus muslos, besando su vientre y su pubis, su lengua presionando su clítoris mientras la miraba esperando complacerla, y ella solo podía recompensarla con sus manos acariciando su pelo, tirando de él. Entonces Alex subió poco a poco, dando pequeños mordiscos por su vientre y sus senos hasta su boca, Valentina acarició su mejilla y metió entre sus labios el dedo gordo, Alex lo lamía y lo chupaba con cuidado mientras su mirada sumisa la excitaba aún más.
Un rayo sonó fuerte y la despertó y entonces se dio cuenta que el sol había salido, a pesar de las nubes, y ella seguía en el sofá, solo que la televisión estaba apagada, había café recién hecho, las manos estaban pegajosas y húmedas y estaba abrigada con la blusa de Alex.
—Mierda. —Se levantó y se fue al fregadero mirándose las manos. —No me creo que Alex me viese.
Cerró el grifo y se secó las manos mientras olía la blusa. Vio la taza de café, la sujetó con sus manos y dio pequeños sorbos mientras se enganchaba al olor.
—Alejandra… tienes un olor muy dulce… —Se fijó en la nota pegada en el frigorífico y esbozó una sonrisa. —Siempre tan buena y tan atenta.