jueves, 28 de mayo de 2020

Los labios que me aprisionan. Capítulo 5.

Keiji y África viajaban en coche, él conducía con los guantes de cuero puestos y ella jugaba con el móvil.
—¿Qué te han parecido los churros? —Ella le sonrió y él tarareaba contento.
—Muy buenos ¿En serio se toman con chocolate?
—Pues claro ¿Nunca los has comido?
—Bueno… —Keiji se sonrojó. —No con chocolate… ni con una pareja. 
—Supongo que hay muchas cosas que no hemos hecho en pareja. —África se sonrojó y dejó el móvil. —¡Cada uno! A eso me refería.
—Hay mucho que me queda por probar. 
—¿El bdsm? 
—El bdsm… bueno, es complicado. —Keiji aparcó y África se puso nerviosa. —Lo he hecho todo, todo cuanto quería probar pero no con una pareja a nivel romántico. 
—Nunca has tenido novia o novio ¿No? —Keiji se relajó al oírla y suspiró. —La chica me lo dijo. 
—La chica es Nora, y el chico es James, tienen dos años más que yo, trabajan para mí y son de confianza, de gran absoluta confianza, puedes incluso confiar tú también en ellos. —Keiji quitó las llaves y suspiró. —Son directores ejecutivos regionales de Hennure así que sí, soy el dueño de la empresa y mientras luchaba por ella no tuve parejas, no hubo tiempo para romances y eso. 
—Me lo imaginaba, quería preguntarte pero nunca veía el momento. —África evitaba mirarle. —¿Cómo…? 
—Tuve problemas una temporada y trabajaban para mí, vi su potencial y gracias a ellos estoy en la cima, además me cuidaron una temporada y… —Keiji sacó su móvil de la guantera. —… con el tiempo dejé el bdsm por un sumiso que se obsesionó conmigo pero ellos quisieron aprender, con el tiempo y con la confianza que conseguía en las sesiones se ofrecieron a mí como esclavos y yo me convertí en su amo. 
—Es bastante interesante el lore. —África tuvo los ojos como platos y estuvo sorprendida y sonrojada al oírle. 
—África, necesito decírtelo, no he hecho nada desde que salimos, entiendo que nuestra relación es monógama y… —África le interrumpió cogiéndole de la muñeca. —No tienes que ser mi sumisa si no quieres, solo tengamos puramente romántico.
—No, Kei, yo… bueno, está bien que nuestra relación sea abierta si quieres, no tendré problemas en que estés con otra persona. —Acarició la mano de Keiji con suavidad. —Y ya lo dije, confío en ti, soy tu sumisa, sé de bdsm pero tú sabrás más seguramente… me gusta nuestra relación.
—Ufff… vale, está bien. —Keiji suspiró aliviado y la miró. —¿Has visto que en mi casa hay una puerta cerrada con llave?
—Para no verla, Kei. 
—África, es mi mazmorra y me gustaría enseñarte que hago ahí si quieres.
—¡Cla-Claro! Estaría bien sesionar cuando volvamos, si tú quieres porque estarás con ganas y… eso. —África le soltó y juntó sus manos. 
—¿Tendrías problemas si se une Nora? —Keiji le enseñó el móvil y el WhatsApp de Nora.
—Anoche nos encaramos mucho y no nos conocemos ¿Estás seguro?
—La sumisa siempre tiene el control, si te sienta mal o no te gusta o lo que sea, paramos, tu estado importa por encima de todo. —Keiji arrancó de nuevo el coche y volvieron a circular. —Y puedes confiar en ella, es una hermana mayor, una ama de llaves, le gusta dominar para mí y yo lo disfruto. 
—Wow, sabía lo de ser switch pero no que se podía dominar para alguien.
—¿Te apetece entonces? —Keiji sonreía de forma tonta y se sonrojaba.
—Pues sí… guay, guay… ¿Dónde hay que firmar? —África se puso nerviosa. —Si es que hay que firmar un contrato a lo Christian Grey.
—Hay personas que lo hacen y odio todo lo que sea de la peli o el libro, de hecho una amiga mía le hace contratos a sus sumisas y es bastante dura y estricta ¿Algo más? 
—¿Amiga millonaria?
—Sí… amiga millonaria.
—Necesito saberlo, si eres un empresario millonario y no estás bajo el control de tu padre… —África le miró fijamente a los ojos y Keiji se puso tenso. 
—No nos hablamos, solo hablo con mi abuelo.
—Bien, si tienes tanta pasta y eres dueño de una multinacional… no sé ¿Por qué vives en un apartamento tan pequeño?
—Me gusta la tranquilidad, las cosas sencillas mientras me relajo.
—Tienes un Masserati ¿Y no tienes una mansión? —África arqueó una ceja y estuvo incrédula al oír sus palabras. —Ya sabes, un sitio con piscina gigante, un jardín enorme del que presumir, un campo para practicar equitación, un velero, golf… no sé.
—Puedo ser rico y no hacer cosas de rico, como hacer carpintería, herrería, informática, jugar a videojuegos. —África no dejó de mirarle durante un rato y Keiji se ponía más y más nervioso a cada segundo. —¡Vale! Tengo tres mansiones y un helicóptero en cada mansión, tengo un jet privado y coches caros ¿Contenta? 
—Pues no ¿Y si acabo siendo como esas mujeres que se casan con un sugar daddy y se operan tan a lo bestia para tener cispassing y estar buenas? Perdería todo lo que soy.
—No tienes que perder nada y… no quiero que cambies. —Keiji se avergonzó y aparcó frente al apartamento. —Me gustas porque eres independiente y porque no me quieres por lo que tengo y deje de tener. 
—Bueno, por algo sí. —África le miró la entrepierna y el bulto que tenía, entonces le hizo un gesto a Keiji con las manos sobre tamaño y le sonrojó. —Que he pasado de estar con David a estar con Goliat. 
—Vale… lo pasamos bien con el sexo. —África le volvió a hacer el mismo gesto y Keiji apartó la mirada sonrojado.
—No sabía que lo pasaras bien conmigo. —África se sonrojó, Keiji se quitó el cinturón y la besó de repente 
—No puedo evitarlo si es con la mujer más preciosa con la que he estado. —Keiji la miró seriamente y enrojecido y se apartó mientras África se avergonzaba de haberle escuchado.
—¡Eres idiota!
África salió indignada mientras Keiji escribía desde el coche, entró al edificio, subió por el ascensor, y entró al apartamento para encontrarse a Nora escribiendo con el móvil y James viendo la tele en el sofá. 
—¿Buenos días? 
—¡Hola! ¿Qué tal la familia? —James se levantó y la abrazó.
—Pues… bien. 
—Te lo dije, iba a mentir. —Nora habló en tono despectivo. 
—Kei os ha contado algo. 
—Para ti es Señor Himura cuando sesiones. —La miró con desprecio. 
—Oh no ¿Ya es oficialmente la sumisa de Keiji? 
—Pues sí, desde que me lo dijo teniéndola doblegada en su sofá. —Keiji entró y cerró la puerta. —¿Te gustaría observar nuestra sesión? 
—No, no, para nada, es un momento íntimo para vosotros. —James se llevó las manos a los bolsillos y le guiñó un ojo. 
—Nora va a participar ¿Seguro? ¿Ni una vena de voyeur? 
—Dios, me lo pones difícil pero África no querrá. —África se encogió de brazos y le hizo un gesto de ok con las dos manos. —Vale aceptaré observar pero solo como material de novela. 
—Me iré poniendo el catsuit. —Nora se fue a la habitación con llave y entró. 
—Yo cogeré una botella de vino y una copa. —Keiji se fue a la cocina y África se quedó de brazos cruzados. 
—¿Para qué quiere el vino? 
—Le ayuda a relajarse y digamos que relaja a todo el mundo. 
—¿Y qué es un catsuit? —James se sorprendió que se llevó las manos a la cabeza. —No sé que es, no tengo tanta idea de esto. 
—Un traje de látex claro está, van a jugar con tus sensaciones. —África se quedó pensativa sin entenderlo. —Cuero, látex, vino ¿En serio?
—Siempre he querido probar esas cosas, el cuero al menos. —África se encogió de hombros.
África vio a Keiji salir de la cocina con el torso desnudo pero aún con los guantes puestos y una copa llena en una mano y una botella de vino en la otra. África se acercó a él sonrojada y avergonzada.
—Nora me dijo que te llamara Señor Himura pero suena bastante estúpido. —África miró con una sonrisa a Keiji, él sonrió y se acercó a su oído.
—Amo Keiji… es lo que deseabas mientras te tocabas. —Keiji se relamió los labios viendo que ella se avergonzaba. 
—Amo Kei y Anatema como palabra de seguridad.
—Anatema… bien, me gusta, es intenso.
Nora abrió la puerta vestida con un catsuit blanco que consistía en su cuerpo entero excepto la cabeza, con una cremallera en el culo y otra desde la ingle hasta el cuello.
Todos se quitaron los zapatos y África les siguió y entraron. Ella veía la mazmorra y era un pequeño dojo con el suelo acolchado, una ventana grande, techo recubierto de madera, paredes blancas, un estante de espadas de bambú y dos armarios con cajones.
—Este catsuit me encanta, has sabido coger mis gustos y convertirlos en una fantasía hecha realidad. —Keiji sonrió, caminó a la ventana junto a James y se apoyó en ella.
—Bueno ¿Cómo debo llamarte a ti? —África sonrió nerviosa y Nora disfrutó viéndola. 
—Maestra y tu palabra Anatema ¿Confías en mí entonces para explorar?
África asintió con la cabeza mirándola y agachó la cabeza. Nora le fue desabrochando la camisa mientras le apartaba el pelo y acariciaba la oreja derecha, África notaba el tacto del látex rozarla, avergonzándola y miraba a un Keiji serio que daba un sorbo a su copa.
—Podemos parar si quieres. —Nora le quitó la camisa pero se dio cuenta que África estaba disfrutando.
—Quiero seguir, quiero que el amo Keiji disfrute.
Nora sonrió y dejó caer la falda, ayudó a África a quitarle las medias y tan solo estaba en braguitas azules con encaje pero sin bulto. 
—Trucadoras, me gustan. —Nora miró a Keiji y éste sonrió.
Keiji dejó la botella en el suelo, dio otro trago y también dejó la copa, se acercó a África mirándola a los ojos. Nora se fue a uno de los armarios y Keiji, al llegar, empezó a acariciar los hombros de África, ella sentía su control, sentía su placer en su piel y cerró los ojos al tragar saliva y exhalar. 
—Deberías ponerle bien el collar. —Nora vino con cuerdas, un huevo vibrador y le dio a Keiji un collar negro de cuero con aro. —¿Prefieres un karada o una atadura para brazos? 
—No tienes que preguntarme, es toda tuya. —Keiji acarició los labios de África y ella los mordió, los sacó y le puso el collar, ajustándolo lo justo para incomodarla al tragar.
—Amo Kei… —África cerró ojos ante la sería mirada de Keiji, Nora la ataba por los brazos poniéndolos en la espalda y él acarició la barbilla de ella.
África se sentía avergonzada y controlada, sentía la mezcla de vino y chocolate del aliento de Keiji, el calor del torso de él doblegando su voluntad, el tacto del cuero en su barbilla, los dedos en látex de Nora en su espalda, las cuerdas apretando con fuerza los brazos, su miembro palpitaba con fuerza y apenas las bragas podían impedir que no saliera, aún quería resistir al control pero tantas sensaciones la hacían desear complacer a ambos. 
Nora le bajó las bragas y África notaba como en su ano quedaba atrapado el huevo vibratorio y el frío lubricante que ella le insertaba, Keiji cogió el móvil del bolsillo y lo encendió mientras se echaba hacia atrás a por la copa, la hacía jadear, sonrojarse y apretar los puños, babeaba y miraba la cruel y placentera sonrisa de su dueño. Nora de repente agarró la mandíbula de África y la hizo mirar hacia arriba.
—Sé una buena chica y no mires al señor. —Susurró Nora en su oído pero África quería seguir mirándole, quería sentir el cuerpo de su amo, quería la atención de él.
—No puedes… aah… impedirlo… —África sonrió y Nora mordió su oreja, pegaba su cuerpo al de ella para que notase el látex en su piel, acarició los senos con la otra mano hasta apretar el pezón izquierda. —Aaaah…
—¿Ah? ¿Volverás a desobedecer? —Nora lamió el hombro lentamente y lo mordió con fuerza, haciéndola gemir y que Keiji se relamiera los labios. 
—No… no soy capaz de dejar mi ego… Maestra. —África veía a Keiji llenar la copa y dar un sorbo mientras sentía que el látex tocaba su piel. 
Keiji se acercaba con la copa en la mano, mirando a África, imponiendo con su mirada mientras ella le miraba con desafío a pesar de jadear y estar enrojecida. Nora apretó el pezón de nuevo para hacerla gemir y tapó los ojos con la otra mano, Keiji la miraba complacido mientras África solo podía gemir y jadear.
—¿Ya estás desobedeciendo a tu maestra? —Keiji agarró con fuerza el otro seno de África y ella sonrió.
—No puedo evitar… desear tu atención… —África volvió a notar el látex apretando su pezón y la hizo gemir más fuerte que antes. —Puedo tener… mucho ego pero mi cuerpo… tiembla ante… aaah… tus deseos… 
Keiji dio un trago a la copa a la vez que Nora la soltaba, dejó la copa en el suelo aguantando mientras la agarraba de las caderas con una mano y la barbilla con la otra y la besó dándole el vino, sus lenguas jugaban mientras una gota caía de los labios de África, sus cuerpos se calentaban al sentirse el uno al otro. 
Se sentía descontrolado, se suponía que no participaría y ahí estaba, la estaba saboreando, disfrutando del cuerpo y el corazón de África que ella misma le ofrecía, estaba totalmente a su merced y él lo sabía, temblaba ante ella, ante su mirada y su voz, quería cuidarla, hacerla sentir los placeres que nunca le dieron nadie y él sentir los placeres que ella deseaba darle. 
Keiji se separó y ambos se miraron sonrojados pero África la miraba cachonda y recuperando el aliento y él de forma sería escondiendo todos sus deseos. Miró a Nora y ella sonrió, se acercó, puso sus dedos en los testículos estando detrás de África e introdujo dos dedos en ambos canales inguinales, los hacía entrar y salir, los movía, África gemía fuerte y se retorcía de placer.
—Sabía que el muffing te pondría loca. —Nora susurró en su oído, África sollozaba y vio a Keiji quitarse los guantes de cuero, dejándolos caer entonces.
Keiji se arrodilló a la vez que Nora ponía sus manos en los senos de África, jugando con ellos y haciéndola sentir el sonido del látex en su piel. Keiji besó el pene erecto de África, lo lamió desde el glande y lo apretó con los labios, lo metía lentamente en su boca mientras se agarraba a su cintura y clavaba las uñas en la piel. 
África se rendía ante las manos de su maestra y la boca de su amo, sus jadeos y gemidos solo les causaban placer, su forma de retorcerse hacia que esas sensaciones se intensificaran, su cuerpo estaba muy acelerado y deseaba venirse pero se resistía inútilmente. Nora la hizo mirarla tirando de su pelo con una mano, mordió su labio inferior y observó como estaba totalmente ida. Keiji podía notar como el miembro de África se correría en cualquier momento y le gustaba aquellas palpitaciones en su paladar, la suave piel en la lengua, y justo al oír como los gemidos se volvían más intensos, él la arañó bajando por las caderas para que se dejara llevar, notaba la acuosa y dulce corrida de África siendo expulsada dentro de su boca.
—Buena chica. —Nora la desató al ver que ya solo jadeaba de cansancio y le quitó el huevo vibrador.
—¿Estás bien? —Keiji se levantó tragando saliva y relamiéndose los labios, acarició sus mejillas mientras ella le miraba sonrojada y sonrió. —Si necesitas espacio dilo.
—Me gustaría… un abrazo. —Ella le abrazó y él la correspondió con caricias en la espalda y en el pelo. —Esto es aftercare… ¿No?
—Sí ¿Te gusta? —Keiji la refugió en su pecho, haciendo que ella se relajara.
—Mucho… Kei, me ducharé sola ahora —África miró a Keiji y le vio sonreír y acariciar su pelo, veía pasar a su lado a Nora sonriéndola y se sonrojó.

sábado, 23 de mayo de 2020

Los labios que me aprisionan. Capítulo 4.

Había pasado casi una semana y ya era un viernes, las 11 de la noche, África estaba en un bar, sentada en la mesa de una esquina tomando una cerveza. Iba vestida con camiseta negra de manga larga, vaqueros negros y anorak azul oscuro.
—Es imposible que Kei… —África entonces miró el móvil y vio un mensaje de Keiji por WhatsApp, era él en un coche, vestido con pantalones grises y camisa negra, al lado una chica con traje negro y sin corbata. —Esto… ¿Qué coño es? 
—¿Qué pasa? —Alguien habló con voz femenina y dulce. 
Una chica apareció y se sentó con África, algo menos bajita que ella, de pelo oscuro y largo en forma de coleta, piel blanca, delgada, ojos de iris verde.
—Has tardado mucho en mear, Marie. —África sonrió y Marie se arañó los muslos.
—Mucho miedo a entrar al baño. —Marie intentó espiar el móvil de África a distancia. 
—¿Qué haces? 
—Saber que miras tanto en el móvil, la curiosidad. 
—Nada, solo es mi novio y haciendo tonterías. 
—¿No está de viaje?
—Sí y no sé que hace, no debería importarme pero luego le veo con otra persona y tan bien que me molesta. —África dio un trago y suspiró decepcionada. 
—Ya estás con inseguridades. —Marie soltó una carcajada pero África se llevó las manos a la cara.
—¿Y qué hago? Quiero confiar en él pero solo tiene secretos… y ahora esto, no me sirve que me trate tan bien si no me cuenta nada. 
—Haz que te los cuente, mantente firme ante chicos así porque todos son unos cerdos. 
—Ojalá pudiera, él no es como tu novio. —África apartó la mirada, Marie sonrió y le quitó la cerveza. —Eh, es mi cerveza, suéltala.
—Tienes razón, mi novio es un cerdo pero si un chico me tratase como te trata él, pues le pondría las cosas difíciles. 
—¿Tú? Acabarías para sus deseos, y si fuera una chica más aún. —África le quitó la cerveza con una sonrisa. —Una jefa que te domine, que te enseñe tu lugar cuando la desafíes y tengas que llamarla señorita Gyeong. 
—¿Acaso tú…? —Marie empezó a reírse y África se sonrojó. 
—Déjalo. 
—¿Cómo es tener de amo y novio al jefe de la empresa en la que trabajas? 
—Por favor, déjalo. —África miró a los ojos sonrojada y enfadada a Marie. 
—A mí me gustaría, una mujer que me domine pero me imponga a ella a veces.
—Yo solo quiero a alguien a quien querer, que solo le importe como sea y no que sea, que me quiera y no sea un gilipollas abusador. —África bebió de un trago lo que quedaba de la botella. —Nunca pensé que estando en transición a alguien le gustaría, daría la cara por mí y… yo que sé, creía que me pasaría todo el tiempo sufriendo y sobreviviendo. 
—Yo también pero no que sería libre, me paso el tiempo pagando los gastos de mi madre con mi sueldo de mierda. 
—Al menos cambiamos por las hormonas.
—Tú más de lo que crees. —África la miró con mala cara. —¿Qué? Es cierto. 
—Se hace tarde, deberíamos pagar e irnos. 
Mientras Keiji estaba con una mujer en un Masserati Berlina, concretamente en la parte de atrás. Iba con pantalones grises, camisa negra, botines, y su pelo estaba con una trenza con un pequeño lazo rosa. A su lado la mujer aparentaba 28 años, igual de alta que Keiji, vestía un traje negro sin corbata con tacones, era rubia, pelo corto, muy delgada, de pechos grandes y figura muy femenina, ojos azules, labios finos y un aro en la nariz.
—¿Por qué has hecho una foto? —Dijo la chica con voz masculina y en tono enfadado. 
—Pues… eh… decirle a África que he vuelto. —Keiji hablaba estando borracho. 
—Pero no has dicho nada, solo la foto y listo ¿No crees que lo podría malinterpretar? —Dijo el conductor con voz muy grave. 
El conductor era de piel oscura, 1.85 de altura, cuerpo rechoncho, pelo largo con trenzas africanas, ojos marrones, traje gris con corbata negra, zapatos de cuero y guantes de cuero negro.
—África es especial… James… 
—No es especial, solo es la chica de la que te has encaprichado. —La mujer sacó una Tablet mientras.
—Pues a mí me parece precioso, amigos de la infancia y cuando se reencuentran resulta ser una chica ¿Acaso no te parece precioso, Nora? —El coche paró y miró hacia atrás.
—Tan precioso como con tus libros románticos pero esto es la vida real, ella no tiene futuro con el señor Himura. 
—Tú no… decides eso… —Keiji luchaba por mantenerse despierto. 
—Ella lo acabará haciendo y lo sabes, puedes darle el futuro que quieras ¿Pero ella? ¿Acaso puede darte algo? ¿Qué puede ofrecerte? 
—¿Sexo, momentos agradables y consuelo? —El coche volvió a arrancar. 
—Eso lo podemos hacer nosotros. —Keiji entonces miró a Nora de forma molesta. 
—¿Amor? —Nora miró a James con enfado a través del espejo retrovisor y Keiji fingió no escuchar. 
—El señor Himura debe centrarse en la empresa, no en tonterías que afectan a su reputación. 
—No… lo entiendes… es especial. —Keiji se enfadó y se puso a llorar. 
—Yo solo… pues no, no lo entiendo.
—Es perfecta ¿A que sí? Es súper lista, cuidadosa y seguro que la chica más preciosa que hay en tu mente. —James suspiró con una sonrisa y negó con la cabeza. 
—Y dura… 
—¿Podrías dejar de animar y estar conmigo en esto? —Nora dio un manotazo al asiento del conductor. 
—Lo siento pero ¡El amor es la fuerza más poderosa del universo!
—Eres imbécil. —Nora miró a James con enfado y después a Keiji. —Y tú también, no vuelvas a beber con Sun Gyeong. 
Pasó media hora y África volvía a casa sola, llegó a la puerta del edificio, abrió con las llaves que sacó de un bolsillo del bolsillo trasero del pantalón. 
—Mierda… —África se mareó y se apoyó en la pared. 
Se recuperó un poco y entró en el edificio, subió al ascensor hasta la última planta y entró en casa para acabar encontrando a Nora y James cargando a Keiji. 
—¿Qué estáis haciendo? —Ambos miraron a África. 
—Pues cargar al señor Himura. —Entonces África fue a ellos pero Nora le paró y James le llevó él solo al dormitorio. —Ni se te ocurra acercarte a él ¿Quién eres? 
—Soy su… bueno, su pareja. 
—Entonces eres África, Hierro Blanc ¿Me equivoco?
—Lo soy ¿Algún problema? 
—¿Qué si algún problema? Pues sí, que no deberías estar aquí, no tienes derecho a acercarte a él ni estar en una de sus propiedades ¿Y su pareja? El señor Himura no está interesado en parejas. —África y Nora se encararon. —El señor Himura necesita mi atención y cuidados así que vete. 
—Puedo estar aquí, tengo permiso de Kei ¿Y quién te impide cuidarle? Todo tuyo mientras duermo en el sofá. 
—Pues perfecto entonces. 
—Bueno, eso de perfecto… —James tocó el hombro de Nora y guiñó un ojo a África. —Me ha dicho que nos vayamos y ha pedido que África le traiga agua. 
—Lo que diga me da igual, me quedaré a pesar de ella. 
—Vaya, quería decir que lo ha ordenado, nos lo ha ordenado a los tres. 
—Él no es mi dueño, iré cuando decida yo. —África les miró muy molesta y se marcharon cerrando la puerta.
África vio a Keiji borracho y tumbado bocarriba en la cama pero aún seguía vestido, suspiró, se acercó para estar encima de él y le desabrochó la camisa completamente.
—Kei, eres un desastre. 
—Mientras estaba fuera, no he podido… ¿Dejar? Pies… pues dejar de pensar en ti. —Keiji acariciaba las mejillas de África mientras la miraba seriamente. —Deseo verte… sonreír, aún no he visto esa sonrisa de chica adorable. 
—No soy muy de sonreír por alguien.
—¿Me odias aún? Ughhh… —Keiji se mareó pero África sonrió. 
—¿Odiarte? Me gustaría, quiero hacerlo. 
—Puedo verlo en tus preciosos ojos, odias quererme, odias que puedas quererme y está bien.
—No, no está bien pero no puedo evitarlo, eres un canalla y un mentiroso pero cuando me tocas me haces sentir bien, cuando te pones idiota, cuando te haces el duro, cuando me arrinconas… cuando te preocupas por mí, haces que me gustes y que no quiera que te vayas pero el pasado sigue ahí y… no quiere irse.
—Estás tan… bella.
—Tienes que dormir. —África fue a desabrochar los pantalones de Keiji pero él la tumbó de lado y puso su rostro en el vientre de ella. —¡¿Qué intentas?!
—Darte unos… unos buenos… mmm, recuerdos. —Keiji le subió la camiseta y dio un pequeño lametón cerca del ombligo.
—Estás borracho, ni se te ocurra hacer nada. —África le intentó separar poniendo sus manos en la cabeza.
—África… te deseo… —Keiji jadeaba en su vientre y la miró cachondo, haciendo que ella se sonrojara. —Deseo hacerte mía ahora… y que me ames… deseo hacerlo… cada día… y tener tu cuerpo…
—Kei, basta, no debemos. 
—¿Por qué? ¿No es por qué somos…? Uggh… ¿Somos primos?
—Em… no, estás borracho y me estaría aprovechando. —África le miró arqueando una ceja. 
—¿Tienes miedo de correrte sin permiso de tu buen amo? —Keiji sonrió y bajó a su pantalón. —Seguro que tiemblas igual que hace años, sé usar muy bien la boca. 
—¡Kei! —África tiró de su trenza pero él la ignoró mientras desabrochaba el pantalón. —Kei… no… para… 
—África… me he enganchado a tu cuerpo… sentir… tus deseos… sobre…
—Kei… yo también… —África jadeaba y temblaba poniéndose cachonda pero se dio cuenta que Keiji no reaccionaba. —¿Kei? ¿Te has quedado dormido?
África suspiró y decidió desnudarlo hasta dejarlo solo con unos boxers negros con ositos verdes. Ya no le quedaba a él ninguna prenda de ropa, ella decidió cambiarse y vestirse con un pijama largo de gatitos, fue a salir de la habitación pero ahí estaba él en la cama, desnudo, su torso sudando, acalorado, su rostro enrojecido, sus labios indefensos, y ella no pudo evitar acercarse, acariciaba su cuerpo suavemente mientras se sonrojaba.
—Es como tocar a un lobo dormido, si se despierta me comerá. —Sonrió y se puso encima de él. —Pero es adorable… muy adorable.
Acarició sus mejillas, entonces fue a sus labios y él respiró muy fuerte, le dejó el pelo suelto y le quitó el lazo.
—Buenas noches, Keiji.
África le besó en la frente, salió del dormitorio y se tumbó en el sofá para poco a poco quedarse dormida.
Pasaron las horas hasta que fueron las doce de la mañana y Keiji se despertó para acabar dándose cuenta que África no estaba, ni siquiera la ropa que él tenía anoche. Entonces entraron en el apartamento Nora y James, vistiendo igual que ayer y con una maleta, vieron a Keiji casi desnudo y sentado en la cama.
—Se nos olvidó subir la maleta anoche. —James sonrió y le hizo un gesto de ok al acercarse al dormitorio.
—No, no lo subimos porque se nos olvidara sino porque nos fuimos para que follaras tranquilo con esa chica. —Nora se acercó a Keiji enfadada pero él solo pudo llevarse las manos a la cabeza del dolor que sentía. —Que bien lo pasaste ¿No? ¿Y donde coño está? ¿Has mirado tu cartera?
—Puede que haya dejado una nota en la nevera. —James fue a la cocina mientras Keiji se levantaba e iba a uno de los armarios, volvió con una hoja de papel en la mano. —Su padre está enfermo, ha ido a un… ¿Hospital Regional? Y su familia la necesita. 
—Su familia… recuerdo que estaban peleados por lo de ser una mujer. —Keiji se puso un jersey negro de cuello alto y guantes de cuero. 
—¿Lo de ser una mujer? —James le dio una gomilla del pelo sacada del bolsillo y Keiji se hizo una coleta. —Lo acabo de pillar, su familia la odia por ser trans.
—Eres un puto genio. —Nora cogió unos mocasines negros, se arrodilló ante Keiji, quien se ponía unos pantalones de lino grises. —Señor Himura, ya sabe que velo por usted y solo deseo su bienestar.
—James, dame las llaves. —Keiji se puso los zapatos y Nora los anudó. —Voy a buscarla, volveré en cinco minutos.
—Puedo llevarte si quieres. —James sacó las llaves del bolsillo y Keiji se las quitó de golpe. —Nuestro príncipe está preocupado por una dama ¿No es precioso?
—¿Te parece que esto es una de tus novelas? —Keiji se marchó mientras James se sonrojaba. 
—No pero no me importaría escribir una sobre ellos, son tan perfectos.
Pasaron unos minutos y África estaba en el pasillo de un hospital, al lado de la puerta de una habitación, vistiendo una falda negra con medias, un bolso, unos botines y una camisa blanca de manga larga. La puerta se abrió y salió una mujer mayor que ella y parecidas.
—Has tardado mucho Adrien ¿Qué coño haces aquí? —Dijo en tono despectivo y mirándola de arriba abajo. 
—Me habías llamado tú, dijiste que a papá le había dado un infarto.
—Y le va a dar otro si te ve travestido. 
—No me dejarías pasar igual, vista como vista. —África se cruzó de brazos y la miró sin emociones. —¿Qué queréis de mí? ¿Dinero? 
—Tu padre necesita una operación y tardará un año, queremos ir a un hospital privado. 
—¿Y por qué iba a gastar mis ahorros en uno privado? No es algo urgente. 
—Porque nos lo debes, te he parido y te hemos dado una educación. 
—Me echasteis de casa cuando confié en vosotros y ahora vais diciendo a los primos que estoy muerta. 
—Pues por eso, has arruinado a tu familia, ya no podemos ni hablar con los vecinos por tu culpa, seguro que el infarto ha sido del disguto.
—Venga, disgusto retardado, ellos no os hablan por lo que hicisteis y las putadas que les hacéis a todos, no porque tu hija sea trans, acéptalo.
—Mira ¿Vas a ayudar o qué?
—No, me suda lo que os ocurra ya.
África se fue caminando por el pasillo, se paró en un ascensor y antes de que pulsara el botón ya llegó y vio entre varias personas a Keiji. 
—Ey ¿Qué haces aquí? —África entró y le sonrió. —¿No estabas con resaca?
—Eso mismo pregunto, África. —Keiji sonrió también y suspiró. —Me había asustado mucho.
—¿Por mi familia? No es grave y nada que no maneje ya. —África hablaba en tono feliz pero Keiji se sentía aún intranquilo. 
—¿Qué ha pasado?
—Un infarto e intentaron hacerme sentir mal… —Las puertas se abrieron y ambos salieron. —… Y se aprovecharon del momento, querían dinero.
—Ah, si es dinero lo que querían… pues se lo doy para que te dejen en paz.
—No volveré a caer y no les des nada, son estafadores, engañan a la gente así que nanai. 
—Bien… me había asustado, me odiaría por verte llorar y sufrir. —Keiji la cogió de las manos y besó su frente pero de repente su estómago rugió.
—Has venido sin desayunar ¿Verdad? —Keiji entonces se sonrojó al oírla y apartó la mirada. —Vamos a tomar unos churros al bar de enfrente, invitas tú.
—Eso es injusto, he venido a verte.
—Por eso, debes ser un novio considerado.
África sonrió a Keiji y le sacó la lengua, Keiji al ver esa sonrisa y ese lado de ella se sintió feliz como nunca y su corazón se aceleró, vio que era fuerte, divertida y valiente como nunca en ese momento y quiso solo abrazarla y cuidarla

viernes, 15 de mayo de 2020

Los labios que me aprisionan. Capítulo 3.

Era un Domingo por la mañana, un día nublado, Keiji corría por el paseo marítimo cerca de la playa, vistiendo pantalones cortos de deporte azul oscuro que mostraban piernas depiladas y musculadas, una riñonera roja, una camiseta de mangas cortas azul y deportivas negras con franjas blancas, su pelo estaba trenzado con un lazo rosa al final y flequillo.
Se acercó a la arena mientras recuperaba el aliento, observaba las olas mientras zarandeaba su flequillo.
—Quería agradecerte el favor. —Keiji sonrió y se estiró los brazos. —Auch… no tenías que hacerlo.
Se giró y vio a un joven pálido y pelirrojo de 26 años, de pelo corto con entradas, barba espesa, algo rellenito, pantalones de deporte cortos negros y camiseta de deporte azul.
—¿Por el compañero que me ayudó en la universidad? Lo que haga falta. —El joven le dio una palmada en la espalda. —Mi padre movió hilos y parece que ese hombre tiene antecedentes graves en mi país, una extradición lenta pero con calma, lo encontrarán. 
—Gracias, siempre es bueno tener amigos escoceses.
—Que cómico el japonés. —Ambos se rieron y dieron la vuelta al paseo marítimo. —En Oxford fuiste el más popular, el más guapo, la persona con más éxito, joder… hasta humillaste a Abel y podría haberte dado una paliza.
—Ya… sigo siendo guapo y con un buen pelazo, no me jodas. 
—Y ahora eres el más rico de Asia, más rico que tu padre. —
—La idea era ser mejor que él, nada más que eso y pisar Australia una vez en la vida, te lo recomiendo para esa piel, Andrew. 
—Pero nunca te he visto con alguien durante la universidad, no hablo de tus rollos raros sino de una pareja. —Ambos se sentaron en un banco y Andrew le miró relajarse.
—Mis rollos raros se llaman BDSM y no, no quería estar con nadie, me gustaba la soltería. 
—Lo que digo es que debes ser responsable, no puedes salir con eso.
—Eso… ¿Una mujer? ¿No se supone que debo salir con una mujer?
—Es un tío, Keiji. 
—Es una tía.
—He visto sus fotos.
—¿Y lo que ves es lo que es o lo que te dice esa persona? Muy feo decidir el género de alguien según lo que ves.
—No era… no hablaba de eso. —Empezó a ponerse nervioso ante Keiji mientras él se levantaba indignado.
—Diría que las fotos son antiguas pero aunque lo fueran, aunque te enseñara como es ahora, sigue siendo una mujer como siempre fue ¿Me dirás que tiene polla? Sigue siendo una mujer y se la comería si ella quiere.
—No… no quería ofenderte, tu reputación es importante. 
—Mi reputación no va a cambiar por estar con alguien y menos por sus genitales, y si cambiara me daría igual, mi padre me tuvo atado y ahora que soy libre quiero… no sé, da igual. 
—¿Ella lo sabe?
—Pensaba decírselo pronto. —Keiji se rascaba la cabeza. 
Keiji y Andrew empezaron a andar en silencio y sin mirarse. Keiji reflexionaba sobre su relación ¿Qué futuro podía darle a ella? Cumplía la voluntad de su abuelo de estar con ella pero también le gustaba ella.
—Me he acordado de cuando te apodaban El Príncipe por eso. —Oír a Andrew llamó la atención de Keiji. —¿Estás?
—¿Qué? Sí, me dio igual.
—Gyong, La Princesa, siempre se ligaba a las chicas que te querían.
—Es Gyeong, Sun Gyeong. 
—Pues ella siempre rivalizaba contigo, estaba pensando que debe volver a ser un problema en tu camino, ya sabes… la competencia y que dirija las oficinas en Corea del Sur.
—No me preocupa porque mis negocios y proyectos están bien asegurados. 
—¿Y su hermana? —Keiji le miró y se paró. —Sí, Hye Gyeong. 
—Me suena, creo haber coincidido con ella un par de veces en un taller de Shibari. 
—¿Shitake? —Keiji suspiró al escucharlo y sonrió. 
—No hablamos de negocios pero ahora que lo dices, dirige la sede del grupo aquí. 
—¿Problemas?
—¿Qué? No, ya pensaré en algo. —Dijo Keiji rascándose la cabeza.
—Bueno en Febrero el hermano de las Gyeong se casa, podría ser una oportunidad.
—Estaría bien recibir una invitación, hablaré con Hye en alguna cena o algo, va de dura y superior pero es buena gente y le encanta el buen gusto. 
Mientras tanto África estaba en un apartamento enorme vistiendo camiseta de manga larga blanca con franjas negras y shorts vaqueros con medias negras y botas. Estaba en la cocina, pequeña, suelo blanco, muebles de madera con encimeras de granito, fregadero, azulejos azules, un lavavajillas, nevera, caja de basura, lavadora y secadora.
Tenía la nevera abierta y metía botellas de cerveza y comida de las bolsas que estaban en el suelo.
—¿Qué clase de ejecutivo no tiene cosas en el frigorífico? —Se levantó y tiró las bolsas a la basura. —Kei, eres un desastre.
Cerró la nevera y salió al salón, era grande, una ventana al balcón, suelo de granito, alfombra en el centro, sofá con cómoda, televisor en la pared y entre ellos una mesa de cristal, debajo del televisor había diversas consolas antiguas y nuevas, dos estanterías con libros, fotos y premios, dos puertas, una puerta corredera doble, y las cajas de cartón de África al lado de la entrada.
—Tendré que acostumbrarme a esto un tiempo… no, no debo, ese tío es el demonio. —África miró el móvil, vio que Keiji le mandó varios emoticonos sin sentido y luego lo volvió a guardar en el bolsillo con cara de decepción. —No me creo que sea la pareja y sumisa de él, no ha dejado de ser un tonto.
África se acercó a una estantería, vio muchos libros sobre literatura y economía y fotos con varias personas y en las que él salía en el centro pero se fijó en uno sobre informática.
—Introducción a los algoritmos… ¿A Kei le va la informática? Lo leeré más tarde. —Entonces se fijó en una concha de almeja que estaba en el estante más bajo. —Esto… me suena de algo… ¿Será de cuando éramos pequeños? Nah… imposible ¿Quién guarda cosas de lo que hacía de pequeño? De alguna playa guay será.
Fue a la otra estantería y solo había más de lo mismo, premios y reconocimientos de todo tipo, algunos conocidos, otros no, en diversos idiomas de Europa y Asia.
—Kei… realmente no eres un ejecutivo ¿Verdad? —África vio una foto de él y una mujer de forma cariñosa y ambos en traje. —Por dios, que no sea tu familia secreta o… que no seas viudo.
Fue a una de las puertas pero tenía cerradura, intentó abrirla pero estaba bloqueada.
—Menudos secretos tienes Kei. —Vio la otra puerta pero con picaporte y la abrió. —Ma… dre… mía.
África veía que era un cuarto de baño grande, de suelo de mármol blanco, azulejos blancos y techo blanco, con bañera de hidromasaje, alcachofa y sales de baño, lavabo con encimera de mármol blanco y un retrete, un armario de madera blanca, un enganche con albornoz y una estantería con jabones, geles y esponjas.
—Alto ejecutivo… una mierda, tú no tienes pasta, eres un pez gordo. —Salió y miró las puertas correderas. —¿Será el dormitorio? ¿Habrá alguna cama con lago y fuentes de oro? Espero que no sea un jardín zen.
Fue hacia ellas y empujó a los lados, vio un dormitorio pequeño con una puerta, suelo de madera, paredes moradas, techo blanco con zócalos con relieves, una cama en el centro mantas de seda y lana y armarios empotrados.
África no dejaba de pensar, Keiji no podía permitirse todo ese lugar ni lo que había, electrodomésticos de alta generación, un apartamento enorme, el mobiliario, recordó los premios, las fotos y el libro de informática y es que no suelen tener tanta libertad los herederos del grupo Himura, deben dedicarse a la empresa familiar o son desheredados, y deben ganarse el puesto como un ejecutivo más con un sueldo y sin el dinero familiar ¿Acaso Kei cumplía? ¿Y si no era así? Era imposible tener ese nivel de vida siendo un Himura y sin ser el presidente. 
Se acercó a uno de los armarios, lo abrió, solo había camisas, chalecos y chaquetas entre otras prendas, un estuche con estilográficas y kit para estilográficas, una cajonera de tres cajones, una plancha y una tabla en un rincón.
—Trajes caros, plumas muy caras… 
Fue al otro armario, lo abrió y vio que había pantalones, sobretodo de trajes, zapatos y botas y un cajón lleno de cinturones y guantes de cuero, entonces vio que en el cajón había un collar de cuero entre los cinturones y lo cogió.
—Siempre he querido uno. —Empezó a fantasear con Keiji poniéndole el collar y sentada en su regazo, lamiéndola y jugando con su piel con guantes de cuero. —Kei…
África se fue a por las cajas, las miró una a una y las abrió todas, rebuscó durante un rato y sacó un dildo de 20 cm negro y un bote de lubricante.
Mientras Keiji iba corriendo con Andrew por la calle hasta llegar a un edificio de apartamentos de diez plantas. 
—No sé… como aguantas… tanto… —Andrew se ahogaba pero Keiji solo sudaba y sonreía. —Sigues siendo… increíble.
—Es lo que tiene ser una persona de rutinas. —Le tocó el hombro y le guiñó. 
—Ojalá… tener tu… tu porte… joder…
—¿Para qué? Estás genial, ya sabes que cada cuerpo es único y tú eres precioso como un oso.
—¿Y lo de… de rechazar a tan… tantas chicas guapas? Eras el príncipe de la universidad. 
—No me va el físico, no soy esos cerdos que buscan de presumir de cosas, que buscan sexo y creen que el dinero puede comprar todo. —Keiji se acariciaba la frente y miraba para otro lado. —O solo creía que enamorarse era una idiotez porque nadie tenía claro las cosas.
—¿Y tú?
—Yo… buena pregunta… —Keiji se fijó en alguien similar al ex de África pero desapareció y se puso tenso. —Voy a casa, tengo algo pendiente.
—No seas irresponsable. 
Kei sacó las llaves de la riñonera y entró en el edificio, se metió en el ascensor hasta la última planta. Fue al apartamento D, entró y vio las cajas abiertas.
—Al final vas a guardar tus cosas conmigo, tanto que no te ibas a quedar mucho. —Pero entonces se fijó en que solo estaban removidas. —¿Estará bien?
Fue acercándose a las puertas correderas y a cada paso oía gemir más a África hasta llegar, pegó la oreja a la puerta entonces mientras se sonrojaba y se ponía cachondo.
—Kei… Kei… Amo Keiji… —Keiji no pudo evitar arañar la puerta al oírla, jadeaba y se mareaba de placer al escucharla gemir su nombre. —¡Kei!... Amo…
—No debería pero… necesito verla… —Susurró y tragó saliva al terminar, acarició la puerta imaginando, decidió abrirla un poco para espiar, la vio de rodillas en el suelo botando sobre un dildo negro, con un collar de cuero y dando la espalda a la puerta.
Keiji se alejó aún viendo aquello, le gustaba, lo deseaba, disfrutaba espiando esa escena tan intima de África pero aún siendo pareja y sabiendo aquel deseo de ella de ser tomada y dominada no podía, era su momento íntimo y quería respetarla. 
Keiji se fue al baño, se desnudó y se dejó el pelo suelto, fue a la bañera y encendió el agua de la alcachofa.
El agua caía sobre él mientras se apoyaba en la pared y lo miraba, imaginaba el tacto de la piel de África, el suave tacto, el olor, el sabor, deseaba poseerla, poseer sus sentidos, quería oír aquellos gemidos con su nombre, el calor irradiante de ese cuerpo que se ofrecía a sus deseos mas oscuros, se masturbaba a la vez que el agua caliente caía sobre su pelo, su rostro, sus labios, mojaba su pecho, su abdomen, su miembro, sus brazos y su espalda. Se dio la vuelta mientras se tocaba, se apoyó en la pared con la espalda y jadeó de placer fantaseando con sus labios, su boca suplicando, babeando y jadeando.
—Quiero tenerla… quiero verla… —Keiji tragó saliva y empezó a gemir. —África…
—¿Kei?
La puerta se abrió y África entró con solo la camiseta, se sonrojó al ver a Keiji desnudo, masturbándose y duchándose. 
—¡Per-Perdón! —África salió corriendo de ahí mientras Keiji se sonrojaba. —No sabía que… me esperaré. 
—Puedes pasar… yo…
—No, no quiero… ¿Has…? —África no conseguía quitarse la imagen de Keiji de la cabeza. 
—No me he corrido. —Keiji tenía el pulso acelerado y a su vez estaba preocupado. —Si es por lo de jugar, somos mayores ya… no quería molestarte, es tu espacio y no soy nadie para violar eso. 
—¡Yo tampoco! Espera ¿Estabas pensando en mí? ¿Estás…? 
—Entra y límpiate, me esperaré a que termines. —Se llevó las manos a la cara y suspiró. 
—¿Estás seguro?
—No lo sé. —Keiji sentía su propio cuerpo calentarse. —Si entras y te duchas… no sé que podría pasar, ahora no podría controlarme y no está bien, no quiero hacer nada sin tu permiso o por… porque creas que debes hacer cosas conmigo.
—¿Y… y si quiero? —África se calentaba y se tocaba los senos mientras jadeaba. —¿Qué me harás si me ducho ahora contigo?
—Nada si no te veo. 
—¿Y si hago que me veas? ¿Qué harás? —África se quitó la camiseta y acarició el picaporte. 
—Haría que te arrepintieses. —Keiji suspiró y África entró desnuda sonrojada y avergonzada. 
—Eres demasiado… bueno… bueno y sensible para hacer que me arrepienta. 
Keiji la miró serio intimidándola, cerró el grifo, salió de la bañera y se acercó a ella, África se echaba para atrás cada vez que se acercaba, tragaba saliva con dificultad y apenas podía encararle, aquel cuerpo desnudo la hacía sentir presionada y que no tendría piedad alguna. Al arrinconarla puso las manos en la pared a los lados de su cabeza y se acercó a su oído.
—¿Por qué piensas que soy demasiado bueno y sensible? —Keiji exhalaba en su oído y la olía haciéndola temblar.
—Solo buscas mi placer y mi bienestar. 
—Y pretendes que busque mi placer también. 
—Quiero complacerte, soy tu sumisa y tú mi amo. —Keiji entonces puso su frente con la de ella y se miraron a los ojos. —Me ofrecí a ti porque confío en ti… y acepté que me gustabas porque… por muchas cosas pero sobretodo porque me hacías sentir bien pero eres blando.
—No soy un blando.
—Eres un blan… —Keiji se apartó interrumpiéndola, la levantó agarrándola de los muslos, se miraron y vio el rostro desafiante de África mientras ella clavaba sus uñas en los hombros de él.
—No podré parar por tu culpa, no debiste provocarme. —Keiji la miró y se sonrojó, jadeó al notar entonces los muslos de África.
—No pares, solo disfrútame hasta que estés satisfecho. —África no pudo evitar ponerse cachonda y jadear ante él, haciendo que él también jadease y se pusiera cachondo.
Keiji entonces la llevó fuera de la habitación hasta el dormitorio, la echó en la cama, levantó sus piernas y las separó para ponerlas en sus hombros.
—Kei… —África miró para otro lado y se agarró a las mantas, su respiración se aceleraba al estar en aquella postura.
—Has hecho un buen trabajo dilatando… —Keiji sonrió a la vez que acariciaba las suaves piernas de África.
Empezó a poner el miembro entre las nalgas, fue entrando a través del ano lentamente haciendo que África se estremeciera.
—¿Estás bien? —Keiji la miró preocupado.
—Más…
Fue metiéndola más y más hasta cuanto pudo, la fue sacando y metiendo lentamente, moviendo a los lados, iba yendo más rápido y a cada arremetida ella gemía más fuerte, iba rápido, agarrando con fuerza las piernas de África, se cansaba y jadeaba pero seguía arremetiendo, sintiendo su piel chocar con la de ella, y mientras África sentía la fuerza de Keiji, le sentía dentro, como la penetraba duramente y sin piedad, vio por un instante el cuerpo mojado de Keiji, su pelo moviéndose, su fuerza sin poder dejarla escapar pero ella lo deseaba, deseaba ese momento, esos instantes que siempre quiso y nunca tuvo ¿Cómo él podía brindar tanto placer? ¿Cómo la tenía tan esclavizada? No pudo evitar entonces sentir a Keiji venirse dentro, ese calor inundándola en su interior, sus palpitaciones y sus uñas clavándose en la piel de sus piernas a la vez que gemía sonrojado al unísono que ella.
—Ha sido increíble… —Dijo África sonriendo y tapándose los ojos con el brazo. —Tanto teatro y follas genial. 
Kei sonrió jadeando, se inclinó para quitarle el brazo y finalmente la besó sin lengua, le acarició el pelo y se separó.
—Nunca dije lo contrario. —Keiji la cogió y la cargó al hombro. —Ahora a limpiarte, será tu castigo.
—¡¿Qué?!

jueves, 7 de mayo de 2020

Los labios que me aprisionan. Capítulo 2.

Era el día siguiente, las doce de la tarde, empieza en un apartamento, concretamente en un salón con un colchón hinchable con sabanas, tres cajas de cartón selladas y una abierta, una cocina integrada en ella, una ventana grande, la entrada y una puerta que daba a un baño estrecho.
África salió del baño con zapatillas, camiseta azul cielo y bragas blancas además de la marca del mordisco en el cuello en forma de moratón, caminó hasta el sofá y se tumbó bocarriba tapándose los ojos con el brazo derecho.
—Otro piso del que me echan, no avanzo, nunca. —Oyó el móvil sonar bajo el sofá pero suspiró y se relajó. —Soltera, sin trabajo, bien África, bien. 
Empezó a llorar y a dar patadas al reposabrazos del sofá mientras gritaba enfadada y triste al mismo tiempo. El timbre sonó pero África lo ignoró, volvió a sonar al cabo de unos minutos y ella siguió tumbada llorando, entonces oyó dar golpes en la puerta y al final se levantó enfadada. 
—¡Lárgate! —Miró por la rejilla y vio que era Keiji con un traje azul oscuro, botines marrones y el labio amoratado. —¿Es por algún papeleo por la dimisión? 
—¿Qué dimisión? —Keiji sonrió mirando a la puerta. 
—La carta de dimisión que escribí y dejé en tu mesa ayer antes de irme, mi dimisión. —Abrió la puerta y Keiji se rascó la cabeza mirando para otro lado. —¿Qué has hecho? 
—Nada, se rompió por… alguna clase de accidente. —Keiji entonces la vio con los ojos llorosos y se acercó a ella. —¿Y esas lágrimas? ¿Por qué estás así? 
—Pues… ¿Por donde empiezo? Mi ex es un maltratador que me ha arruinado mi primer día de trabajo y te ha pegado, estoy soltera y solo quiero estar con alguien que me quiera y no se aproveche de mí, quiero un sitio estable donde vivir, quiero un trabajo, a ser posible estable también, quiero explorar mi sexualidad sin sentirme avergonzada cuando lo hago. —Intentó recuperar el aliento y la calma pero entonces le dio un puñetazo a la puerta. —Veo que todas mis amigas lo hacen, consiguen todo eso ¿Y yo? Nada, no tengo nada y son felices
—Bueno, si que tienes cosas, tienes… ¿Paso? ¿Passing? Suponiendo que estés en hormonas tienes… —Keiji la miró de abajo a arriba y se sonrojó. —muchísima belleza, estás perfecta, eso no suele pasar tanto y jode mucho mentalmente cuando falta, la sociedad es una mierda. 
—Ya… bueno, lo dice mi amigo de la infancia que está bueno, tiene dinero y seguro que vive solo. 
—Pues a eso voy, no me conoces, ves solo lo que tengo y el caso es que cada vida es única, cada persona tiene cosas y le faltan cosas, tiene sueños y preocupaciones, a nadie le va perfecto, nadie ha vivido ni vive una vida perfecta y no tiene sentido compararse, solo disfrutar de aquello que tenemos y luchar por llenarnos más. 
—¿Puedes dejar de hacer de hermano mayor? 
—Prefiero de sugar daddy. 
Keiji se acercó con una sonrisa amable y le secó las lágrimas con las manos, África sintió su calor en las mejillas pero no quería mirarle y cerró los ojos.
—Kei, deberías irte, tienes trabajo.
—Baja médica, solo fui a informar que estabas muy afectada y que hay que apoyar a las víctimas de violencia de género, así que sigues en plantilla. 
—No voy a seguir, haré otra carta de renuncia. —África lo miró enfadada y desafiante. 
—Y se romperá otra vez
—¡Pues haré cien más! 
—Cien más que se romperán. —Keiji le guiñó y ella le golpeó en el pecho con el puño. 
Keiji entonces le pellizcó las mejillas y África solo pudo hacer ruidos enfadada mientras él se reía. 
—Ti vii i mitir. —África hacía más ruidos pero Keiji solo se reía más y más.
—Entonces te gusto, que mona. —Entonces África le dio una patada en la espinilla y él la soltó.
—¡No me gustas! Te odio y me haces bullying, eres malvado.
—No puedo ser malvado si te hago feliz, en el fondo te gusto.
—Eso nunca pasará, a ver si lo entiendes ya que no me gustas y nunca me vas a gustar y no me haces feliz así que… 
Keiji la interrumpió agarrándola de la barbilla y la besó sonrojándola, ella le empujó y estuvieron jadeando, Keiji de los nervios y África intentando contener su enfado pero le abofeteó fuerte.
—No quiero estar contigo… no soy la persona de la que te enamoraste. —Notó que Keiji se tocaba mucho el labio y empezaba quejarse. —Mierda lo siento, no debí darte.
África le cogió de la mano y le hizo entrar en casa, lo sentó en el sofá y fue a la cocina. Keiji se quitaba la chaqueta y la corbata mientras miraba a África coger hielos y meterlos en un trapo en forma de bolsa.
Keiji sentía algo por ella, en su corazón no lo negaba, veía en ella cosas que él quería, esa bondad y esa valentía pero también fragilidad, seguir sola con tanto dolor y luchando por vivir su vida a diferencia de él, quien se veía a si mismo solo luchando por vivir. 
—Bonito bulto. —Él le guiñó un ojo al darse cuenta ella que la estaba mirando.
—Que te den. —Se sonrojó al oírle y al verle dejarse el pelo suelto cayendo por su pecho.
—África, este sitio… ¿Por qué vives en un apartamento así? —Ella sé sentó de rodillas en el sofá y frente a él.
—Es el mejor sitio en el que he vivido aunque no lo creas. —África le puso la bolsa en el labio. —He estado en sitios peores aunque no… no he encontrado nada y me quedan dos semanas para irme.
—África… —Le acarició las manos con los dedos al ver que ella apartaba la mirada. —Quédate conmigo.
Keiji y África se miraron y le acarició el pelo, ella ponía su otra mano en el pecho de Keiji, no hubo palabras, ni gestos, solo silencio durante cinco minutos en los que ambos pensaban, reflexionaban sobre sus sentimientos, Keiji solo sentía que le gustaba más, esa situación en la que ella le cuidaba pero África solo tenía dudas, él se preocupaba por ella, la estaba ayudando sin pedírselo y aún así tenía un miedo que no entendía ¿Era el de ser abandonada? ¿Volver a sufrir por él? No eran las mismas personas pero no podía evitarlo, solo podía pensar que algún día se iría.
—Ven a vivir conmigo, un tiempo. —Keiji le apartó la bolsa de hielo del labio.
—Puedo valerme por mí, por mi cuenta, como siempre.
—No siempre puedes, no has encontrado piso y aunque lo hicieras… tu ex podría ir a por ti.
—No es mi primera vez así que corta, no necesito tu ayuda. —Keiji se enfadó al oírla y la tumbó en el sofá y se echó encima de ella sujetándole las manos a la altura de la cabeza y se miraron enfadados. —¡Suéltame!
—¡No! ¿Qué harás cuando ese hombre te ponga la mano encima? —Él se enfadó aún más y al notar que África quiso darle en la entrepierna, le clavó las rodillas en los muslos. —¿Qué harás si entra aquí y decide hacerte daño? 
—¡Le golpearé!
—¡¿Y cómo vas a golpearle si te acorrala?!
—¡No lo sé pero puedo sola!
Keiji se acercó a su cuello, justo en la marca y lo lamió, ella se quejaba del dolor que le causaba y la sonrojó, entonces ambos se miraron y él se acercó a su oído. 
—No voy a dejarte sola, eso se ha acabado ¿De acuerdo? —Dejó de agarrarla de las muñecas y se levantó. —¿No crees que ya has sufrido bastante?
—Siempre sufriré así que no, nunca lo será. —África apartó la mirada pero Keiji volvió a acercarse a ella y a su oído. —Deja de compensarme por cosas del pasado, no lo quiero, no quiero tu ayuda.
—No hago esto para compensarte. —Keiji se sonrojó e hizo que África le mirase con solo acariciar las mejillas. —Dijiste que querías estar con alguien que te quiera y no se aproveche de ti… dijiste que te costaba confiar en la gente… déjame demostrarte que puedes confiar en mí y ser ese alguien.
—No quiero… aunque seas tú… —África no pudo evitar sonrojarse más y su corazón se aceleraba ante aquella enrojecida mirada. —Kei…
—Entonces te gusto… —África tragó saliva al oírle y apartó la mirada al quitarle las manos.
—No… no me gustas… nunca…
—Tu cuerpo dice que sí, no puedes negar que la marca que te hice te gusta… —Keiji mordió la marca del cuello con los labios, haciéndola gemir y después jadear. —Esto es porque te gusto en el fondo de tu corazón, porque te gusta ser de alguien.
—Eso… mentira… —Ella cerró los ojos y empezó a ponerse cachonda. 
—Te gusta que haya algo en tu piel y que deje claro a quien perteneces, que diga a cualquiera que ya perteneces a otra persona, que nadie más puede tocarte sin su permiso. —Keiji acarició los labios de África con los dedos y luego su pelo. —Te demostraré que puedes confiar en mí.
Keiji y África se miraron y él la besó, era suave y entonces mordió su labio inferior, volvió a besarla pero esta vez jugando con su lengua, la presionaba, la dominaba pero África puso sus manos en las mejillas de él, sus dedos se enredaban con el pelo cuando las subía más y más mientras sentía aquella lengua jugando. Kei dejó de besarla haciendo que ambos dejasen saliva cayendo de sus labios y jadearan. 
—¿Confías en mí? —Se levantó y se desabrochó la camisa. 
—Confío…confío en ti.
—¿Quieres ser mía? —Le acarició las caderas mientras sonreía. 
—Yo… soy tuya. —África veía como Keiji se quitaba la camisa y mostraba su torso al desnudo, sus pectorales, sus abdominales, sus brazos, sin nada de vello y con su palidez, ella se avergonzaba pero deseaba tocarlos y él la ayudó levantándola y abrazándola, pegándose ambos cuerpos y ella agarrándose fuerte a él. —Me siento segura… me siento bien así. 
—Haría un chiste de compresas… pero me gusta, se siente uno seguro. —Keiji le quitó la camiseta y ella se refugiaba en su pecho, él notaba la erección de ella rozando en su ingle y ella la erección de él. —No soy el único que disfruta.
—Cállate… —África se avergonzaba más y arañaba el pecho de Keiji a la vez que jadeaba.
Keiji cogió uno de los hielos, la refugió más y pasó el hielo por la columna suavemente, bajando con cuidado haciendo que ella diese ligeros gemidos y clavase las uñas en la piel. Notó el hielo en las nalgas mientras aún caían gotas por la espalda, mojando sus bragas de agua, lo puso entre ellas y lo metió lentamente por el ano, justo apretando el cubito con el esfínter, la sensación que aquello le producía la hacía temblar y la calentaba más.
—Kei… puedes… ¿Podrías tumbarte? —Keiji sonrió y decidió tumbarse para después sentarse África sobre la entrepierna.
—¿Piensas hacerme la clásica felación? ¿No es mejor si te la hago yo?
—Deja de sonar tan heterosexual… no es lo que iba a hacer… ni quiero que lo hagas tú. —África le desabrochaba el pantalón y vio que tenía boxers, tenía un osito bordado justo donde el bulto del pene empezaba. —Es una… una broma ¿No?
—Nope, me gustan los boxers de animales.
—Tienes un gusto muy raro.
—Y aún así me gustas tú.
Ambos se rieron, después África le bajaba más los pantalones y vio que aquel bulto llegaba hasta el muslo, le bajó los boxers y vio el pene de Keiji rasurado y circuncidado y de 25 cm, acarició el pene con los dedos desde el glande hasta la base mientras era observada con curiosidad. 
—Me estás dejando en ascuas y todo.
—Es parte de lo que quiero hacer… aunque nunca lo he hecho ¿Es raro que quiera probar algo nuevo?
—Es sexo, siempre hay que experimentar. —Keiji se inclinó y le bajó las bragas para volverse a tumbar, veía el pene de África recto y pequeño, de 10 cm, sin rasurar y sin circuncidar. —¿Tus ex eran de meterla y sacarla y ya está?
—Por desgracia, ni he probado el bdsm de verdad, para ellos era solo meter y decir insultos.
—Pues lo estás probando de verdad, la marca, ofrecerte a mí, son pequeños pasos, estás aprendiendo la dominación y la sumisión, solo que sin ordenes para conocerte mejor, tus gustos, tus fantasías, quiero entender tu cuerpo y tu ser.
Keiji cogió las manos de África y las puso en el costado notando como esas uñas se clavaban en la piel y los dedos se agarraban fuerte. África miró avergonzada a Keiji y empezó a restregar su pene con el de él, lo hacía hacia adelante y atrás, él disfrutaba viendo los pequeños pechos de África, sus pequeñas areolas rosadas, veía su torso pálido, de caderas curvadas, sin ninguna mota de vello, su rostro de placer y sus gemidos lo encendían, le ponían cachondo y también gemía al sentir como ambos glandes se rozaban.
Apenas podían mirarse y aún así él gemía el nombre de África, se agarraba a las mantas sin poder mantener el control y corriéndose sobre su propio vientre, África miraba aquel fluido blanco espeso en el abdomen mientras él jadeaba y se apartaba el pelo.
—¿Quieres limpiarte y descansar… o aún tienes energía? —África sonreía mientras veía a un Kei avergonzado. —¿Prefieres… que te limpie yo? 
—No voy a dejar que me limpies y no me beses, eso es juego sucio.

lunes, 4 de mayo de 2020

Los labios que me aprisionan. Capítulo 1.

Esto empieza un 10 de Noviembre, a las 12 A.M, con una mujer llamada África, estaba esperando en una sala de recepción con una carpeta en sus manos. Tenía 26 años, era de 1.70, delgada, blanca, caucásica, pechos pequeños, culo pequeño, pelo oscuro, largo hasta los hombros, rizado y suelto con flequillo, ojos marrones, labios gruesos, nariz pequeña y de rostro adorable. Vestía camisa blanca, un pantalón negro, botines negros, medias negras sin trasparentar.
Llegó una mujer con vaqueros y camisa verde, y una carpeta de documentos, África se levantó y se dieron la mano.
—¿Nerviosa por tu primer día? —Dijo la mujer con una sonrisa. 
—Para nada, espero poder trabajar mucho aquí. —Dijo África con una voz grave.
Llegó un hombre, de 26 años, de 1.90, delgado y atlético, culo firme, rasgos caucásicos, blanco, pelo largo rubio hasta los omóplatos y en forma de coleta y con flequillo, sin barba, ojos verdes, labios finos, de rostro tosco. Vestía un traje negro con camisa blanca y corbata negra, guantes de cuero y mocasines marrones.
—Raquel ¿Sabes donde está el paquete? Me dijeron que ya había llegado y veo que no está ni Andrea. —Dijo con voz grave y dulce mientras se quitaba los guantes y los guardaba en un bolsillo de su chaqueta. 
—Lo habrá recogido ya otra persona. —La mujer tocó la espalda de África y miró al hombre. —Ella es nuestra nueva incorporación, África Hierro Blanc.
—Curiosos apellidos… mis modales, encantado, soy Himura, Keiji Himura. —Le ofreció la mano y África la apretó nerviosa al tragar saliva con dificultad. —¿Administrativa?
—Claro porque… em, el puesto de alto ejecutivo está cogido ¿Cierto? —Los tres rieron ante esa broma pero África lo hizo con cierta ansiedad.
—Raquel, si no te importa le enseñaré las oficinas yo mismo. 
—Pero tendrás mucho trabajo.
—Que va, hoy no hay ni reuniones. —Keiji le hizo un gesto y salieron. —Entonces Hierro Blanc. —Keiji y África anduvieron un rato. —No me equivoco ¿No? 
—Sí así es. —África se puso nerviosa y arañaba la carpeta.
—Yo conocí a un chico con esos apellidos, mis abuelos eran amigos de los suyos y acabamos siendo amigos él y yo, muy buenos. —Entraron en una habitación con lector de tarjetas. —La sala de archivos, documentos de las demás oficinas que tenemos en la ciudad, tres edificios en la ciudad y mucho trabajo. 
—Muy espacioso, muchos archivadores y sin cámaras. —África entró y vio que había muchas estanterías y archivadores desordenados.
—Siempre me quejo y no me hacen caso. —Keiji le hizo un gesto y se marcharon para seguir andando. —Siempre íbamos de vacaciones a Marbella, y nos gustaba ir a la playa, su nieto y yo estábamos en un apartamento y mis abuelos confiaban en nosotros, eso era desde los nueve hasta los trece o así.
—La verdad es que no entiendo que me cuente esto.
—Esto es contabilidad. —Keiji abrió la puerta con su tarjeta y África vio muchas mesas con ordenadores y algunas de esas mesas ocupadas. —¿Qué te parece?
—Está bien.
—Vamos. —Salieron y volvieron a andar como antes. —¿No eres su hermana?
—No… es solo casualidad. —África resbaló un poco pero Keiji la sujetó a tiempo, se dio cuenta que sus manos estaban en el pecho de Keiji y ella se sonrojó. —Lo… ¡Lo siento! 
—No pasa nada. —Keiji la ayudó a estar de pie y sonrió al verla sonrojada. —Te pareces a él.
—De veras, se confunde. —Entonces Keiji cogió la carpeta del suelo y la abrió durante un momento pero ella se lo quitó. —¿Podría parar de incomodarme?
—Son las doce y media, podríamos comer algo y después te enseño la zona de administración y tu despacho, ya tiene el equipo y todo.
—Gracias. —África le miró enfadada y suspiró.
Caminaron a un ascensor, entraron y Keiji pulsó el botón de la planta baja.
—Hay una cafetería al otro lado y es muy buena, ponen almuerzos y cenas también y… la cafetería de aquí es horrible. — Se rascó la cabeza y al cerrarse las puertas se acercó al panel, esperó unos minutos y pulsó el botón de bloqueo.
—¿Qué hace?
—No eres Adrien pero tenéis los mismos padres, los mismos apellidos, os parecéis, pero según tú no sois ni hermanos ¿Has venido disfrazado? —Keiji la arrinconó con una mano sobre su hombro. —¿A que juegas?
—Soy África, no sé de que me habla y me asusta. —Keiji se acercó al oído y puso sus manos bajo la camisa.
—No me gustan los impostores ni las bromas de mal gusto. —Las subió y notó los pechos, los apretó, los sintió blandos bajo el sujetador pero entonces África le dio una patada en la entrepierna y lo alejó de ella.
—Soy África, soy una mujer… así que trátame como tal y con respeto, cerdo. —Keiji vio que estaba muy enfadada y entonces cayó de rodillas. —Te he dado fuerte y te lo mereces.
—¿Aún no lo… has… superado? —Estaba mirando a África con una sonrisa mientras se tocaba la entrepierna y jadeaba.
—¡Lo superé hace mucho! Pero veo que tú no. —Le ofreció la mano para levantarse y él la cogió pero entonces hizo que ella dejase caer la carpeta y la tumbó en el suelo para estar él encima de ella y ambos al final estaban mirándose sonrojados y enfadados.
—Pues no y tú tampoco porque me has escondido quien eras ¿Tanto me odias? ¿Es que me tienes miedo?
—No me jodas… siempre te he odiado Keiji, dijiste cosas horribles aquel día, me engañaste y… me rompiste totalmente, no puedo dejar de odiarte. —África intentó contener las lágrimas y Keiji se apartó. —Me gustabas aunque solo fuésemos dos críos y… confiaba en ti. 
—Te quitaba la soledad ¿O no? —Keiji se inclinó e intentó besarla pero ella le dio una bofetada.
—No vas a jugar conmigo otra vez. —Keiji se acarició la mejilla dolorida y se levantó después ella hizo igual mientras cogía la carpeta. —Y no hace falta que me enseñes nada, iré a trabajar directamente.
—No fue por gusto.
—Ya, claro, he crecido, he cambiado, ya no soy esa chica y no me vas a engañar, no otra vez. 
—Es verdad Ad… África, mis padres me obligaron, se enteraron y… lo siento, no importa mucho.
África pulsó el botón de bloqueo y el ascensor volvió a bajar.
—No vas a convencerme.
—No quiero, habría sido más fácil si no me hubiera enfadado pero pensar en… da igual.
El ascensor paró y se abrieron las puertas, Keiji salió y justo cuando iban a cerrarse salió África.
—¿Y donde está el restaurante? —África miró seria a Keiji y él sonrió.
—Por aquí.
Estuvieron una hora comiendo, charlando cordialmente y riendo, finalmente volvieron y subieron en ascensor.
—La comida ha estado muy buena. —África sonrió y Keiji no pudo evitar estirarse. —Y eso que es viernes. 
—Ya ves, te dije que estaba muy bien. —Keiji entonces se fijó en como sonreía y se acercó a ella. —Siempre quise volverla a ver.
—¿La cafetería? —Vio que Keiji estaba a su lado, de forma seria y mirando a la puerta. —Es difícil creer que me echaras de menos. 
—Dímelo a mí pero ahora estás aquí y eso es bueno. —Se ajustó la corbata y suspiró. —Lo siento, nada del pasado.
—Gracias… Kei. —Las puertas se abrieron y ambos salieron.
África notaba latir rápidamente su corazón pero se sentía dolida, una pequeña parte de ella sentía algo pero la razón le decía que la persona que tenía ante ella es otra, y eso la hizo dudar más en si podía confiar o no. 
—Bueno, una mujer ¿Cómo es? —África arqueó una ceja y Keiji se rascaba la cabeza. —¿Fue difícil? Ya sabes ¿Salir del armario?
—Bastante, según mis padres tienen un hijo muerto, esperable. —Keiji se entristeció al oírla pero notó orgullo en la forma en la que hablaba. —No tuve ni una pareja sana, ni amigos, ni un grupo de apoyo, y podría haberla palmado de estar tan harta de todo, de estar sola, supongo que no quiero perderme muchas cosas. 
—África.
—Dime.
—Ya no… ya no estás sola. —Se rascó la cabeza al terminar de hablar.
—Lo sé, tengo amigos y eso. —Habló de forma seca y Keiji le tocó el hombro. 
—Ahora tienes… uno más, que somos amigos si quieres. —África no pudo evitar soltar una carcajada al oírle. 
Llegaron a una puerta y ambos se pararon, la abrió con su tarjeta y entró el primero. Era una sala grande con cubículos y ordenadores y estaban todas ocupadas, al fondo una sala pequeña con un escritorio y un monitor y varios archivadores. 
—Es la del fondo, es provisional hasta que haya un cubículo libre. —Keiji sacó una tarjeta de su bolsillo. —Esto también es provisional hasta que te den la tuya, para que puedas moverte por toda la planta.
—Pase libre, genial. —Lo cogió y sonrió, haciendo que Keiji se sonrojase. 
—¿Quieres…mmm…  te enseñe mi despacho?
—Si así me ahorro trabajar hoy, no lo rechazaré.
Se marcharon de nuevo, Keiji miraba de reojo a África mientras caminaban y vio que no dejaba de sacar el móvil.
—¿Alguna pareja?
—Mi ex novio, no acepta los rechazos. —África suspiró enfadada y guardó el móvil. —Y… amenaza con venir a verme y hablarlo.
—Maldita la ironía entonces. —Keiji se empezó a reír ante la incredulidad de ella. —Yo tengo una ex prometida que quiere casarse aún y no he querido seguir bajo las órdenes de mi padre, nada mejor que ser bisexual y que te pille con otro hombre en la casa de la montaña para que te odie en secreto. 
—Creo que entiendo eso, mis padres me odiaron por perder la virginidad con mi mejor amigo. —Ambos se rieron a carcajadas pero Keiji paró para sonreír y mirarla y entonces África le miró también. —¿Qué pasa?
—Nada… yo… nada.
Keiji empezó a fantasear con ella, con atar sus manos con la corbata, arrinconarla con las manos arriba y marcar su piel bajo la camisa, deseaba saber más de aquel cuerpo, sus gemidos, sus jadeos, su mirada desafiante, dentro de él latía un deseo muy fuerte.
Llegaron a recepción y abrió la puerta con su tarjeta. Llegaron al despacho, un lugar con solo un escritorio de madera, estanterías de libros y un portátil.
—Dios que pesado… mierda. —Keiji se fijó en que ella miraba el móvil. —Está subiendo, lo… arreglaré, perdona Kei. 
—Espera ¿Es peligroso?
—No creo que eso importe, es mi primer día y…
—Quédate conmigo y listo. —Keiji la cogió de la muñeca y la puso a su lado. 
Esperaron un rato en la puerta y vieron entrar en recepción a un joven alto y fuerte de la misma altura que Keiji, vistiendo vaqueros y chaqueta de cuero con una camisa blanca, Keiji se abrochó la chaqueta y se quedó al lado de África.
—Hola, buenos mediodías —Dijo él con amabilidad y una sonrisa.
—Vengo a buscar a mi novia, tenemos cosas de las que hablar. —El joven dio dos pasos pero Keiji se puso en medio al oírle y le hizo pararse. 
—No soy tu novia, acéptalo de una puta vez.
—No le haga caso, solo es una pelea de nada. 
—Le hago caso, no es tu novia, ahora largo porque molesta en este buen entorno de trabajo, un entorno en el que me esfuerzo por la comodidad de todes ¿Lo he dicho bien? —Keiji se giró y miró a África, quien le respondió con un gesto de ok. —Pues no nos joda a todes, márchese.
—Me iré cuando ella se vaya. —El chico se acercó pero él le paró con una mano en el pecho mientras salían algunos oficinistas curiosos a mirar. —Apártate.
—Claro, solo una cosa. —Keiji se acercó a su oído con una sonrisa. —Si no te alejas de ella… destruiré toda tu vida mientras ves como África cae en mis brazos. 
—¡Hijo de puta! —El joven le empujó, África se apartó y él le dio un puñetazo en la cara.
África le dio una patada en la entrepierna al chico y Keiji le rompió la nariz de un puñetazo, cayendo inconsciente.
—Kei ¿Estás…? —Vio como él sangraba por la boca y se tocaba el labio inferior.
—Bien, iba a quejarme de la seguridad… pero ahora solo de una máquina de hielo.
—¡Que alguien llame a la policía! —Gritó ella. —¡Y traed hielo!
Ella lo llevó a su despacho, hizo que se sentara en el escritorio y le miró el golpe del labio.
—Siento todo, mi primer día y ya hay un montón de problemas, mi jefe resulta ser uno de mis ex, le he abofeteado y pateado los huevos, mi ex te ha dado un puñetazo… debería renunciar y… 
—No es el primer puñetazo que me llevo. —Keiji hizo que ella se sentase en su regazo y le acarició las manos mientras olía su pelo. —No renuncies.
—Demasiados problemas… me siento mal.
—Entonces compénsame. —África se avergonzó al oírle y se sonrojó. —Si me alivias el dolor, te perdonaré y no te sentirás mal.
—Kei, deja de jugar, hablo totalmente en serio. —Keiji le apartó el pelo y después tapó la boca con la mano.
—Yo también, nunca jugaría contigo. —Susurró en su oído, sorprendiéndola. 
Keiji se acercó al cuello y lo mordió con fuerza, haciéndola gemir en silencio y jadear mientras él sonreía.
—Nadie puede entrar aquí, nadie sabrá que hacemos, nadie sabrá que te hago ni como disfrutas. —Notó como ella jadeaba más rápido y se acaloraba su piel así que quitó la mano y la bajó. —Tu cuerpo no miente, deseas esto. 
—Basta… —Ella notaba las manos de Keiji apretando las suyas pero ella se giró un poco haciendo que la mirase a los ojos. —Para… esto…
Keiji acercó los labios a los de África sin poder resistirse a aquella mirada suplicante pero se dio cuenta que en realidad se sentía incómoda y la soltó. 
—Lo siento… lo siento… mucho… —La abrazó con fuerza y se refugió en su espalda, entonces la soltó y dejó que se bajase de su regazo. —Quédate y yo salgo mientras a ver como está todo, y a aliviarme el dolor a ser posible. 
—¿Y no podrías quedarte? El… el abrazo… bueno, me gustó. 
—No debería. —Keiji se quitó la chaqueta y se la puso por encima, después la abrazó y besó su cabeza. —No renuncies, deja que… que te ayude y te cuide. 
—Kei, es difícil, me cuesta confiar en la gente. 
—Entonces me ganaré tu confianza, paso a paso, y te haré mía al final. —Susurró en su oído a la vez que le acariciaba una oreja. 
Keiji se apartó de ella y se marchaba con una sonrisa mientras ella agarraba fuerte la chaqueta, sonrojada y avergonzada. Sentía una presión muy fuerte en su pecho, no dejaba de pensar en como Keiji jugaba con su cuerpo y estaba completamente a su merced, notaba su marca, sus dientes clavándose en su piel y no dolía, no era un dolor incomodo, era placentero y tenía miedo de que disfrutara de los juegos de ese hombre.