Esto empieza un 10 de Noviembre, a las 12 A.M, con una mujer llamada África, estaba esperando en una sala de recepción con una carpeta en sus manos. Tenía 26 años, era de 1.70, delgada, blanca, caucásica, pechos pequeños, culo pequeño, pelo oscuro, largo hasta los hombros, rizado y suelto con flequillo, ojos marrones, labios gruesos, nariz pequeña y de rostro adorable. Vestía camisa blanca, un pantalón negro, botines negros, medias negras sin trasparentar.
Llegó una mujer con vaqueros y camisa verde, y una carpeta de documentos, África se levantó y se dieron la mano.
—¿Nerviosa por tu primer día? —Dijo la mujer con una sonrisa.
—Para nada, espero poder trabajar mucho aquí. —Dijo África con una voz grave.
Llegó un hombre, de 26 años, de 1.90, delgado y atlético, culo firme, rasgos caucásicos, blanco, pelo largo rubio hasta los omóplatos y en forma de coleta y con flequillo, sin barba, ojos verdes, labios finos, de rostro tosco. Vestía un traje negro con camisa blanca y corbata negra, guantes de cuero y mocasines marrones.
—Raquel ¿Sabes donde está el paquete? Me dijeron que ya había llegado y veo que no está ni Andrea. —Dijo con voz grave y dulce mientras se quitaba los guantes y los guardaba en un bolsillo de su chaqueta.
—Lo habrá recogido ya otra persona. —La mujer tocó la espalda de África y miró al hombre. —Ella es nuestra nueva incorporación, África Hierro Blanc.
—Curiosos apellidos… mis modales, encantado, soy Himura, Keiji Himura. —Le ofreció la mano y África la apretó nerviosa al tragar saliva con dificultad. —¿Administrativa?
—Claro porque… em, el puesto de alto ejecutivo está cogido ¿Cierto? —Los tres rieron ante esa broma pero África lo hizo con cierta ansiedad.
—Raquel, si no te importa le enseñaré las oficinas yo mismo.
—Pero tendrás mucho trabajo.
—Que va, hoy no hay ni reuniones. —Keiji le hizo un gesto y salieron. —Entonces Hierro Blanc. —Keiji y África anduvieron un rato. —No me equivoco ¿No?
—Sí así es. —África se puso nerviosa y arañaba la carpeta.
—Yo conocí a un chico con esos apellidos, mis abuelos eran amigos de los suyos y acabamos siendo amigos él y yo, muy buenos. —Entraron en una habitación con lector de tarjetas. —La sala de archivos, documentos de las demás oficinas que tenemos en la ciudad, tres edificios en la ciudad y mucho trabajo.
—Muy espacioso, muchos archivadores y sin cámaras. —África entró y vio que había muchas estanterías y archivadores desordenados.
—Siempre me quejo y no me hacen caso. —Keiji le hizo un gesto y se marcharon para seguir andando. —Siempre íbamos de vacaciones a Marbella, y nos gustaba ir a la playa, su nieto y yo estábamos en un apartamento y mis abuelos confiaban en nosotros, eso era desde los nueve hasta los trece o así.
—La verdad es que no entiendo que me cuente esto.
—Esto es contabilidad. —Keiji abrió la puerta con su tarjeta y África vio muchas mesas con ordenadores y algunas de esas mesas ocupadas. —¿Qué te parece?
—Está bien.
—Vamos. —Salieron y volvieron a andar como antes. —¿No eres su hermana?
—No… es solo casualidad. —África resbaló un poco pero Keiji la sujetó a tiempo, se dio cuenta que sus manos estaban en el pecho de Keiji y ella se sonrojó. —Lo… ¡Lo siento!
—No pasa nada. —Keiji la ayudó a estar de pie y sonrió al verla sonrojada. —Te pareces a él.
—De veras, se confunde. —Entonces Keiji cogió la carpeta del suelo y la abrió durante un momento pero ella se lo quitó. —¿Podría parar de incomodarme?
—Son las doce y media, podríamos comer algo y después te enseño la zona de administración y tu despacho, ya tiene el equipo y todo.
—Gracias. —África le miró enfadada y suspiró.
Caminaron a un ascensor, entraron y Keiji pulsó el botón de la planta baja.
—Hay una cafetería al otro lado y es muy buena, ponen almuerzos y cenas también y… la cafetería de aquí es horrible. — Se rascó la cabeza y al cerrarse las puertas se acercó al panel, esperó unos minutos y pulsó el botón de bloqueo.
—¿Qué hace?
—No eres Adrien pero tenéis los mismos padres, los mismos apellidos, os parecéis, pero según tú no sois ni hermanos ¿Has venido disfrazado? —Keiji la arrinconó con una mano sobre su hombro. —¿A que juegas?
—Soy África, no sé de que me habla y me asusta. —Keiji se acercó al oído y puso sus manos bajo la camisa.
—No me gustan los impostores ni las bromas de mal gusto. —Las subió y notó los pechos, los apretó, los sintió blandos bajo el sujetador pero entonces África le dio una patada en la entrepierna y lo alejó de ella.
—Soy África, soy una mujer… así que trátame como tal y con respeto, cerdo. —Keiji vio que estaba muy enfadada y entonces cayó de rodillas. —Te he dado fuerte y te lo mereces.
—¿Aún no lo… has… superado? —Estaba mirando a África con una sonrisa mientras se tocaba la entrepierna y jadeaba.
—¡Lo superé hace mucho! Pero veo que tú no. —Le ofreció la mano para levantarse y él la cogió pero entonces hizo que ella dejase caer la carpeta y la tumbó en el suelo para estar él encima de ella y ambos al final estaban mirándose sonrojados y enfadados.
—Pues no y tú tampoco porque me has escondido quien eras ¿Tanto me odias? ¿Es que me tienes miedo?
—No me jodas… siempre te he odiado Keiji, dijiste cosas horribles aquel día, me engañaste y… me rompiste totalmente, no puedo dejar de odiarte. —África intentó contener las lágrimas y Keiji se apartó. —Me gustabas aunque solo fuésemos dos críos y… confiaba en ti.
—Te quitaba la soledad ¿O no? —Keiji se inclinó e intentó besarla pero ella le dio una bofetada.
—No vas a jugar conmigo otra vez. —Keiji se acarició la mejilla dolorida y se levantó después ella hizo igual mientras cogía la carpeta. —Y no hace falta que me enseñes nada, iré a trabajar directamente.
—No fue por gusto.
—Ya, claro, he crecido, he cambiado, ya no soy esa chica y no me vas a engañar, no otra vez.
—Es verdad Ad… África, mis padres me obligaron, se enteraron y… lo siento, no importa mucho.
África pulsó el botón de bloqueo y el ascensor volvió a bajar.
—No vas a convencerme.
—No quiero, habría sido más fácil si no me hubiera enfadado pero pensar en… da igual.
El ascensor paró y se abrieron las puertas, Keiji salió y justo cuando iban a cerrarse salió África.
—¿Y donde está el restaurante? —África miró seria a Keiji y él sonrió.
—Por aquí.
Estuvieron una hora comiendo, charlando cordialmente y riendo, finalmente volvieron y subieron en ascensor.
—La comida ha estado muy buena. —África sonrió y Keiji no pudo evitar estirarse. —Y eso que es viernes.
—Ya ves, te dije que estaba muy bien. —Keiji entonces se fijó en como sonreía y se acercó a ella. —Siempre quise volverla a ver.
—¿La cafetería? —Vio que Keiji estaba a su lado, de forma seria y mirando a la puerta. —Es difícil creer que me echaras de menos.
—Dímelo a mí pero ahora estás aquí y eso es bueno. —Se ajustó la corbata y suspiró. —Lo siento, nada del pasado.
—Gracias… Kei. —Las puertas se abrieron y ambos salieron.
África notaba latir rápidamente su corazón pero se sentía dolida, una pequeña parte de ella sentía algo pero la razón le decía que la persona que tenía ante ella es otra, y eso la hizo dudar más en si podía confiar o no.
—Bueno, una mujer ¿Cómo es? —África arqueó una ceja y Keiji se rascaba la cabeza. —¿Fue difícil? Ya sabes ¿Salir del armario?
—Bastante, según mis padres tienen un hijo muerto, esperable. —Keiji se entristeció al oírla pero notó orgullo en la forma en la que hablaba. —No tuve ni una pareja sana, ni amigos, ni un grupo de apoyo, y podría haberla palmado de estar tan harta de todo, de estar sola, supongo que no quiero perderme muchas cosas.
—África.
—Dime.
—Ya no… ya no estás sola. —Se rascó la cabeza al terminar de hablar.
—Lo sé, tengo amigos y eso. —Habló de forma seca y Keiji le tocó el hombro.
—Ahora tienes… uno más, que somos amigos si quieres. —África no pudo evitar soltar una carcajada al oírle.
Llegaron a una puerta y ambos se pararon, la abrió con su tarjeta y entró el primero. Era una sala grande con cubículos y ordenadores y estaban todas ocupadas, al fondo una sala pequeña con un escritorio y un monitor y varios archivadores.
—Es la del fondo, es provisional hasta que haya un cubículo libre. —Keiji sacó una tarjeta de su bolsillo. —Esto también es provisional hasta que te den la tuya, para que puedas moverte por toda la planta.
—Pase libre, genial. —Lo cogió y sonrió, haciendo que Keiji se sonrojase.
—¿Quieres…mmm… te enseñe mi despacho?
—Si así me ahorro trabajar hoy, no lo rechazaré.
Se marcharon de nuevo, Keiji miraba de reojo a África mientras caminaban y vio que no dejaba de sacar el móvil.
—¿Alguna pareja?
—Mi ex novio, no acepta los rechazos. —África suspiró enfadada y guardó el móvil. —Y… amenaza con venir a verme y hablarlo.
—Maldita la ironía entonces. —Keiji se empezó a reír ante la incredulidad de ella. —Yo tengo una ex prometida que quiere casarse aún y no he querido seguir bajo las órdenes de mi padre, nada mejor que ser bisexual y que te pille con otro hombre en la casa de la montaña para que te odie en secreto.
—Creo que entiendo eso, mis padres me odiaron por perder la virginidad con mi mejor amigo. —Ambos se rieron a carcajadas pero Keiji paró para sonreír y mirarla y entonces África le miró también. —¿Qué pasa?
—Nada… yo… nada.
Keiji empezó a fantasear con ella, con atar sus manos con la corbata, arrinconarla con las manos arriba y marcar su piel bajo la camisa, deseaba saber más de aquel cuerpo, sus gemidos, sus jadeos, su mirada desafiante, dentro de él latía un deseo muy fuerte.
Llegaron a recepción y abrió la puerta con su tarjeta. Llegaron al despacho, un lugar con solo un escritorio de madera, estanterías de libros y un portátil.
—Dios que pesado… mierda. —Keiji se fijó en que ella miraba el móvil. —Está subiendo, lo… arreglaré, perdona Kei.
—Espera ¿Es peligroso?
—No creo que eso importe, es mi primer día y…
—Quédate conmigo y listo. —Keiji la cogió de la muñeca y la puso a su lado.
Esperaron un rato en la puerta y vieron entrar en recepción a un joven alto y fuerte de la misma altura que Keiji, vistiendo vaqueros y chaqueta de cuero con una camisa blanca, Keiji se abrochó la chaqueta y se quedó al lado de África.
—Hola, buenos mediodías —Dijo él con amabilidad y una sonrisa.
—Vengo a buscar a mi novia, tenemos cosas de las que hablar. —El joven dio dos pasos pero Keiji se puso en medio al oírle y le hizo pararse.
—No soy tu novia, acéptalo de una puta vez.
—No le haga caso, solo es una pelea de nada.
—Le hago caso, no es tu novia, ahora largo porque molesta en este buen entorno de trabajo, un entorno en el que me esfuerzo por la comodidad de todes ¿Lo he dicho bien? —Keiji se giró y miró a África, quien le respondió con un gesto de ok. —Pues no nos joda a todes, márchese.
—Me iré cuando ella se vaya. —El chico se acercó pero él le paró con una mano en el pecho mientras salían algunos oficinistas curiosos a mirar. —Apártate.
—Claro, solo una cosa. —Keiji se acercó a su oído con una sonrisa. —Si no te alejas de ella… destruiré toda tu vida mientras ves como África cae en mis brazos.
—¡Hijo de puta! —El joven le empujó, África se apartó y él le dio un puñetazo en la cara.
África le dio una patada en la entrepierna al chico y Keiji le rompió la nariz de un puñetazo, cayendo inconsciente.
—Kei ¿Estás…? —Vio como él sangraba por la boca y se tocaba el labio inferior.
—Bien, iba a quejarme de la seguridad… pero ahora solo de una máquina de hielo.
—¡Que alguien llame a la policía! —Gritó ella. —¡Y traed hielo!
Ella lo llevó a su despacho, hizo que se sentara en el escritorio y le miró el golpe del labio.
—Siento todo, mi primer día y ya hay un montón de problemas, mi jefe resulta ser uno de mis ex, le he abofeteado y pateado los huevos, mi ex te ha dado un puñetazo… debería renunciar y…
—No es el primer puñetazo que me llevo. —Keiji hizo que ella se sentase en su regazo y le acarició las manos mientras olía su pelo. —No renuncies.
—Demasiados problemas… me siento mal.
—Entonces compénsame. —África se avergonzó al oírle y se sonrojó. —Si me alivias el dolor, te perdonaré y no te sentirás mal.
—Kei, deja de jugar, hablo totalmente en serio. —Keiji le apartó el pelo y después tapó la boca con la mano.
—Yo también, nunca jugaría contigo. —Susurró en su oído, sorprendiéndola.
Keiji se acercó al cuello y lo mordió con fuerza, haciéndola gemir en silencio y jadear mientras él sonreía.
—Nadie puede entrar aquí, nadie sabrá que hacemos, nadie sabrá que te hago ni como disfrutas. —Notó como ella jadeaba más rápido y se acaloraba su piel así que quitó la mano y la bajó. —Tu cuerpo no miente, deseas esto.
—Basta… —Ella notaba las manos de Keiji apretando las suyas pero ella se giró un poco haciendo que la mirase a los ojos. —Para… esto…
Keiji acercó los labios a los de África sin poder resistirse a aquella mirada suplicante pero se dio cuenta que en realidad se sentía incómoda y la soltó.
—Lo siento… lo siento… mucho… —La abrazó con fuerza y se refugió en su espalda, entonces la soltó y dejó que se bajase de su regazo. —Quédate y yo salgo mientras a ver como está todo, y a aliviarme el dolor a ser posible.
—¿Y no podrías quedarte? El… el abrazo… bueno, me gustó.
—No debería. —Keiji se quitó la chaqueta y se la puso por encima, después la abrazó y besó su cabeza. —No renuncies, deja que… que te ayude y te cuide.
—Kei, es difícil, me cuesta confiar en la gente.
—Entonces me ganaré tu confianza, paso a paso, y te haré mía al final. —Susurró en su oído a la vez que le acariciaba una oreja.
Keiji se apartó de ella y se marchaba con una sonrisa mientras ella agarraba fuerte la chaqueta, sonrojada y avergonzada. Sentía una presión muy fuerte en su pecho, no dejaba de pensar en como Keiji jugaba con su cuerpo y estaba completamente a su merced, notaba su marca, sus dientes clavándose en su piel y no dolía, no era un dolor incomodo, era placentero y tenía miedo de que disfrutara de los juegos de ese hombre.
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