viernes, 15 de mayo de 2020

Los labios que me aprisionan. Capítulo 3.

Era un Domingo por la mañana, un día nublado, Keiji corría por el paseo marítimo cerca de la playa, vistiendo pantalones cortos de deporte azul oscuro que mostraban piernas depiladas y musculadas, una riñonera roja, una camiseta de mangas cortas azul y deportivas negras con franjas blancas, su pelo estaba trenzado con un lazo rosa al final y flequillo.
Se acercó a la arena mientras recuperaba el aliento, observaba las olas mientras zarandeaba su flequillo.
—Quería agradecerte el favor. —Keiji sonrió y se estiró los brazos. —Auch… no tenías que hacerlo.
Se giró y vio a un joven pálido y pelirrojo de 26 años, de pelo corto con entradas, barba espesa, algo rellenito, pantalones de deporte cortos negros y camiseta de deporte azul.
—¿Por el compañero que me ayudó en la universidad? Lo que haga falta. —El joven le dio una palmada en la espalda. —Mi padre movió hilos y parece que ese hombre tiene antecedentes graves en mi país, una extradición lenta pero con calma, lo encontrarán. 
—Gracias, siempre es bueno tener amigos escoceses.
—Que cómico el japonés. —Ambos se rieron y dieron la vuelta al paseo marítimo. —En Oxford fuiste el más popular, el más guapo, la persona con más éxito, joder… hasta humillaste a Abel y podría haberte dado una paliza.
—Ya… sigo siendo guapo y con un buen pelazo, no me jodas. 
—Y ahora eres el más rico de Asia, más rico que tu padre. —
—La idea era ser mejor que él, nada más que eso y pisar Australia una vez en la vida, te lo recomiendo para esa piel, Andrew. 
—Pero nunca te he visto con alguien durante la universidad, no hablo de tus rollos raros sino de una pareja. —Ambos se sentaron en un banco y Andrew le miró relajarse.
—Mis rollos raros se llaman BDSM y no, no quería estar con nadie, me gustaba la soltería. 
—Lo que digo es que debes ser responsable, no puedes salir con eso.
—Eso… ¿Una mujer? ¿No se supone que debo salir con una mujer?
—Es un tío, Keiji. 
—Es una tía.
—He visto sus fotos.
—¿Y lo que ves es lo que es o lo que te dice esa persona? Muy feo decidir el género de alguien según lo que ves.
—No era… no hablaba de eso. —Empezó a ponerse nervioso ante Keiji mientras él se levantaba indignado.
—Diría que las fotos son antiguas pero aunque lo fueran, aunque te enseñara como es ahora, sigue siendo una mujer como siempre fue ¿Me dirás que tiene polla? Sigue siendo una mujer y se la comería si ella quiere.
—No… no quería ofenderte, tu reputación es importante. 
—Mi reputación no va a cambiar por estar con alguien y menos por sus genitales, y si cambiara me daría igual, mi padre me tuvo atado y ahora que soy libre quiero… no sé, da igual. 
—¿Ella lo sabe?
—Pensaba decírselo pronto. —Keiji se rascaba la cabeza. 
Keiji y Andrew empezaron a andar en silencio y sin mirarse. Keiji reflexionaba sobre su relación ¿Qué futuro podía darle a ella? Cumplía la voluntad de su abuelo de estar con ella pero también le gustaba ella.
—Me he acordado de cuando te apodaban El Príncipe por eso. —Oír a Andrew llamó la atención de Keiji. —¿Estás?
—¿Qué? Sí, me dio igual.
—Gyong, La Princesa, siempre se ligaba a las chicas que te querían.
—Es Gyeong, Sun Gyeong. 
—Pues ella siempre rivalizaba contigo, estaba pensando que debe volver a ser un problema en tu camino, ya sabes… la competencia y que dirija las oficinas en Corea del Sur.
—No me preocupa porque mis negocios y proyectos están bien asegurados. 
—¿Y su hermana? —Keiji le miró y se paró. —Sí, Hye Gyeong. 
—Me suena, creo haber coincidido con ella un par de veces en un taller de Shibari. 
—¿Shitake? —Keiji suspiró al escucharlo y sonrió. 
—No hablamos de negocios pero ahora que lo dices, dirige la sede del grupo aquí. 
—¿Problemas?
—¿Qué? No, ya pensaré en algo. —Dijo Keiji rascándose la cabeza.
—Bueno en Febrero el hermano de las Gyeong se casa, podría ser una oportunidad.
—Estaría bien recibir una invitación, hablaré con Hye en alguna cena o algo, va de dura y superior pero es buena gente y le encanta el buen gusto. 
Mientras tanto África estaba en un apartamento enorme vistiendo camiseta de manga larga blanca con franjas negras y shorts vaqueros con medias negras y botas. Estaba en la cocina, pequeña, suelo blanco, muebles de madera con encimeras de granito, fregadero, azulejos azules, un lavavajillas, nevera, caja de basura, lavadora y secadora.
Tenía la nevera abierta y metía botellas de cerveza y comida de las bolsas que estaban en el suelo.
—¿Qué clase de ejecutivo no tiene cosas en el frigorífico? —Se levantó y tiró las bolsas a la basura. —Kei, eres un desastre.
Cerró la nevera y salió al salón, era grande, una ventana al balcón, suelo de granito, alfombra en el centro, sofá con cómoda, televisor en la pared y entre ellos una mesa de cristal, debajo del televisor había diversas consolas antiguas y nuevas, dos estanterías con libros, fotos y premios, dos puertas, una puerta corredera doble, y las cajas de cartón de África al lado de la entrada.
—Tendré que acostumbrarme a esto un tiempo… no, no debo, ese tío es el demonio. —África miró el móvil, vio que Keiji le mandó varios emoticonos sin sentido y luego lo volvió a guardar en el bolsillo con cara de decepción. —No me creo que sea la pareja y sumisa de él, no ha dejado de ser un tonto.
África se acercó a una estantería, vio muchos libros sobre literatura y economía y fotos con varias personas y en las que él salía en el centro pero se fijó en uno sobre informática.
—Introducción a los algoritmos… ¿A Kei le va la informática? Lo leeré más tarde. —Entonces se fijó en una concha de almeja que estaba en el estante más bajo. —Esto… me suena de algo… ¿Será de cuando éramos pequeños? Nah… imposible ¿Quién guarda cosas de lo que hacía de pequeño? De alguna playa guay será.
Fue a la otra estantería y solo había más de lo mismo, premios y reconocimientos de todo tipo, algunos conocidos, otros no, en diversos idiomas de Europa y Asia.
—Kei… realmente no eres un ejecutivo ¿Verdad? —África vio una foto de él y una mujer de forma cariñosa y ambos en traje. —Por dios, que no sea tu familia secreta o… que no seas viudo.
Fue a una de las puertas pero tenía cerradura, intentó abrirla pero estaba bloqueada.
—Menudos secretos tienes Kei. —Vio la otra puerta pero con picaporte y la abrió. —Ma… dre… mía.
África veía que era un cuarto de baño grande, de suelo de mármol blanco, azulejos blancos y techo blanco, con bañera de hidromasaje, alcachofa y sales de baño, lavabo con encimera de mármol blanco y un retrete, un armario de madera blanca, un enganche con albornoz y una estantería con jabones, geles y esponjas.
—Alto ejecutivo… una mierda, tú no tienes pasta, eres un pez gordo. —Salió y miró las puertas correderas. —¿Será el dormitorio? ¿Habrá alguna cama con lago y fuentes de oro? Espero que no sea un jardín zen.
Fue hacia ellas y empujó a los lados, vio un dormitorio pequeño con una puerta, suelo de madera, paredes moradas, techo blanco con zócalos con relieves, una cama en el centro mantas de seda y lana y armarios empotrados.
África no dejaba de pensar, Keiji no podía permitirse todo ese lugar ni lo que había, electrodomésticos de alta generación, un apartamento enorme, el mobiliario, recordó los premios, las fotos y el libro de informática y es que no suelen tener tanta libertad los herederos del grupo Himura, deben dedicarse a la empresa familiar o son desheredados, y deben ganarse el puesto como un ejecutivo más con un sueldo y sin el dinero familiar ¿Acaso Kei cumplía? ¿Y si no era así? Era imposible tener ese nivel de vida siendo un Himura y sin ser el presidente. 
Se acercó a uno de los armarios, lo abrió, solo había camisas, chalecos y chaquetas entre otras prendas, un estuche con estilográficas y kit para estilográficas, una cajonera de tres cajones, una plancha y una tabla en un rincón.
—Trajes caros, plumas muy caras… 
Fue al otro armario, lo abrió y vio que había pantalones, sobretodo de trajes, zapatos y botas y un cajón lleno de cinturones y guantes de cuero, entonces vio que en el cajón había un collar de cuero entre los cinturones y lo cogió.
—Siempre he querido uno. —Empezó a fantasear con Keiji poniéndole el collar y sentada en su regazo, lamiéndola y jugando con su piel con guantes de cuero. —Kei…
África se fue a por las cajas, las miró una a una y las abrió todas, rebuscó durante un rato y sacó un dildo de 20 cm negro y un bote de lubricante.
Mientras Keiji iba corriendo con Andrew por la calle hasta llegar a un edificio de apartamentos de diez plantas. 
—No sé… como aguantas… tanto… —Andrew se ahogaba pero Keiji solo sudaba y sonreía. —Sigues siendo… increíble.
—Es lo que tiene ser una persona de rutinas. —Le tocó el hombro y le guiñó. 
—Ojalá… tener tu… tu porte… joder…
—¿Para qué? Estás genial, ya sabes que cada cuerpo es único y tú eres precioso como un oso.
—¿Y lo de… de rechazar a tan… tantas chicas guapas? Eras el príncipe de la universidad. 
—No me va el físico, no soy esos cerdos que buscan de presumir de cosas, que buscan sexo y creen que el dinero puede comprar todo. —Keiji se acariciaba la frente y miraba para otro lado. —O solo creía que enamorarse era una idiotez porque nadie tenía claro las cosas.
—¿Y tú?
—Yo… buena pregunta… —Keiji se fijó en alguien similar al ex de África pero desapareció y se puso tenso. —Voy a casa, tengo algo pendiente.
—No seas irresponsable. 
Kei sacó las llaves de la riñonera y entró en el edificio, se metió en el ascensor hasta la última planta. Fue al apartamento D, entró y vio las cajas abiertas.
—Al final vas a guardar tus cosas conmigo, tanto que no te ibas a quedar mucho. —Pero entonces se fijó en que solo estaban removidas. —¿Estará bien?
Fue acercándose a las puertas correderas y a cada paso oía gemir más a África hasta llegar, pegó la oreja a la puerta entonces mientras se sonrojaba y se ponía cachondo.
—Kei… Kei… Amo Keiji… —Keiji no pudo evitar arañar la puerta al oírla, jadeaba y se mareaba de placer al escucharla gemir su nombre. —¡Kei!... Amo…
—No debería pero… necesito verla… —Susurró y tragó saliva al terminar, acarició la puerta imaginando, decidió abrirla un poco para espiar, la vio de rodillas en el suelo botando sobre un dildo negro, con un collar de cuero y dando la espalda a la puerta.
Keiji se alejó aún viendo aquello, le gustaba, lo deseaba, disfrutaba espiando esa escena tan intima de África pero aún siendo pareja y sabiendo aquel deseo de ella de ser tomada y dominada no podía, era su momento íntimo y quería respetarla. 
Keiji se fue al baño, se desnudó y se dejó el pelo suelto, fue a la bañera y encendió el agua de la alcachofa.
El agua caía sobre él mientras se apoyaba en la pared y lo miraba, imaginaba el tacto de la piel de África, el suave tacto, el olor, el sabor, deseaba poseerla, poseer sus sentidos, quería oír aquellos gemidos con su nombre, el calor irradiante de ese cuerpo que se ofrecía a sus deseos mas oscuros, se masturbaba a la vez que el agua caliente caía sobre su pelo, su rostro, sus labios, mojaba su pecho, su abdomen, su miembro, sus brazos y su espalda. Se dio la vuelta mientras se tocaba, se apoyó en la pared con la espalda y jadeó de placer fantaseando con sus labios, su boca suplicando, babeando y jadeando.
—Quiero tenerla… quiero verla… —Keiji tragó saliva y empezó a gemir. —África…
—¿Kei?
La puerta se abrió y África entró con solo la camiseta, se sonrojó al ver a Keiji desnudo, masturbándose y duchándose. 
—¡Per-Perdón! —África salió corriendo de ahí mientras Keiji se sonrojaba. —No sabía que… me esperaré. 
—Puedes pasar… yo…
—No, no quiero… ¿Has…? —África no conseguía quitarse la imagen de Keiji de la cabeza. 
—No me he corrido. —Keiji tenía el pulso acelerado y a su vez estaba preocupado. —Si es por lo de jugar, somos mayores ya… no quería molestarte, es tu espacio y no soy nadie para violar eso. 
—¡Yo tampoco! Espera ¿Estabas pensando en mí? ¿Estás…? 
—Entra y límpiate, me esperaré a que termines. —Se llevó las manos a la cara y suspiró. 
—¿Estás seguro?
—No lo sé. —Keiji sentía su propio cuerpo calentarse. —Si entras y te duchas… no sé que podría pasar, ahora no podría controlarme y no está bien, no quiero hacer nada sin tu permiso o por… porque creas que debes hacer cosas conmigo.
—¿Y… y si quiero? —África se calentaba y se tocaba los senos mientras jadeaba. —¿Qué me harás si me ducho ahora contigo?
—Nada si no te veo. 
—¿Y si hago que me veas? ¿Qué harás? —África se quitó la camiseta y acarició el picaporte. 
—Haría que te arrepintieses. —Keiji suspiró y África entró desnuda sonrojada y avergonzada. 
—Eres demasiado… bueno… bueno y sensible para hacer que me arrepienta. 
Keiji la miró serio intimidándola, cerró el grifo, salió de la bañera y se acercó a ella, África se echaba para atrás cada vez que se acercaba, tragaba saliva con dificultad y apenas podía encararle, aquel cuerpo desnudo la hacía sentir presionada y que no tendría piedad alguna. Al arrinconarla puso las manos en la pared a los lados de su cabeza y se acercó a su oído.
—¿Por qué piensas que soy demasiado bueno y sensible? —Keiji exhalaba en su oído y la olía haciéndola temblar.
—Solo buscas mi placer y mi bienestar. 
—Y pretendes que busque mi placer también. 
—Quiero complacerte, soy tu sumisa y tú mi amo. —Keiji entonces puso su frente con la de ella y se miraron a los ojos. —Me ofrecí a ti porque confío en ti… y acepté que me gustabas porque… por muchas cosas pero sobretodo porque me hacías sentir bien pero eres blando.
—No soy un blando.
—Eres un blan… —Keiji se apartó interrumpiéndola, la levantó agarrándola de los muslos, se miraron y vio el rostro desafiante de África mientras ella clavaba sus uñas en los hombros de él.
—No podré parar por tu culpa, no debiste provocarme. —Keiji la miró y se sonrojó, jadeó al notar entonces los muslos de África.
—No pares, solo disfrútame hasta que estés satisfecho. —África no pudo evitar ponerse cachonda y jadear ante él, haciendo que él también jadease y se pusiera cachondo.
Keiji entonces la llevó fuera de la habitación hasta el dormitorio, la echó en la cama, levantó sus piernas y las separó para ponerlas en sus hombros.
—Kei… —África miró para otro lado y se agarró a las mantas, su respiración se aceleraba al estar en aquella postura.
—Has hecho un buen trabajo dilatando… —Keiji sonrió a la vez que acariciaba las suaves piernas de África.
Empezó a poner el miembro entre las nalgas, fue entrando a través del ano lentamente haciendo que África se estremeciera.
—¿Estás bien? —Keiji la miró preocupado.
—Más…
Fue metiéndola más y más hasta cuanto pudo, la fue sacando y metiendo lentamente, moviendo a los lados, iba yendo más rápido y a cada arremetida ella gemía más fuerte, iba rápido, agarrando con fuerza las piernas de África, se cansaba y jadeaba pero seguía arremetiendo, sintiendo su piel chocar con la de ella, y mientras África sentía la fuerza de Keiji, le sentía dentro, como la penetraba duramente y sin piedad, vio por un instante el cuerpo mojado de Keiji, su pelo moviéndose, su fuerza sin poder dejarla escapar pero ella lo deseaba, deseaba ese momento, esos instantes que siempre quiso y nunca tuvo ¿Cómo él podía brindar tanto placer? ¿Cómo la tenía tan esclavizada? No pudo evitar entonces sentir a Keiji venirse dentro, ese calor inundándola en su interior, sus palpitaciones y sus uñas clavándose en la piel de sus piernas a la vez que gemía sonrojado al unísono que ella.
—Ha sido increíble… —Dijo África sonriendo y tapándose los ojos con el brazo. —Tanto teatro y follas genial. 
Kei sonrió jadeando, se inclinó para quitarle el brazo y finalmente la besó sin lengua, le acarició el pelo y se separó.
—Nunca dije lo contrario. —Keiji la cogió y la cargó al hombro. —Ahora a limpiarte, será tu castigo.
—¡¿Qué?!

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