lunes, 29 de junio de 2020

Los labios que me dominan. Capítulo 8

Era 26 de Diciembre, las diez de la mañana de un día nublado, Keiji se encontraba en un gran despacho, de suelo de mármol blanco, paredes y techo blanco, un gran ventanal, había un asiento de oficina y un escritorio de madera con ordenador, impresora y teléfono Cisco. Estaba con el pelo trenzado y un lazo rosa, vestido con una camisa blanca, una corbata azul oscuro, un pantalón de traje gris, cinturón de cuero, negro y botines negros de cuero.
África entró vestida con una falda negra ejecutiva, blusa blanca, chaqueta negra, medias y botines.
—Buenos días, Kei. —Dijo en tono feliz y con una sonrisa de oreja a oreja. 
—No creas que me hace gracia tenerte aquí. —Keiji la miró enfadado.
—No quiero trabajar desde casa, me gusta tener rutina ¿Sabes? —África se acercó con determinación.
—Mañana trabajas en casa.
—¡No puedes hacerme eso! —África dio un puñetazo a la mesa, escuchó una tos y miró a Keiji sonrojada. —¿James?
Un hombre entró al despacho y vio a África y Keiji discutir. Tenía 28 años, 1.90, delgado y atlético, piel blanca, ojos castaños, pelo oscuro y corto engominado hacia atrás, perilla, labios gruesos, rostro tosco, vestía con un traje azul oscuro sin corbata y mocasines negros.
—¿Te molesto, Keiji? —Habló con una voz masculina muy tosca. 
—Axel ¿Qué haces aquí?
—Venía porque tenías un proyecto en conjunto. —Axel se acercó pero África se puso en medio.
—Acompáñame a la sala de reuniones y te enseño todo, Keiji necesita un momento. —África sonrió y sonrojó a Axel.
—Muy… bien.
África y Axel se marcharon a la vez que Nora entraba, Keiji se abrochó los pantalones y se agachó bajo la mesa.
—Señor Himura ¿Qué ocurre? —Nora se acercó y Keiji se levantó junto a James, quien vestía un traje gris con corbata y sin chaqueta, y mocasines marrones, además de correas en una mano. —Oh…ya veo.
—Estaba relajándome. —Keiji se ajustó la corbata y fue a marcharse pero Nora le agarró del brazo. —¿Qué haces?
—Impedir una tontería. —Nora miró a James y suspiró. 
—Solo voy a la reunión con Axel. 
—Creo… que eso molestaría más a África. —Dijo James asustado de la reacción de Keiji pero Nora asintió, dándole confianza en si mismo. —Siempre quiere que África esté encerrada y haciendo tareas ínfimas. 
—Y eso hará que África le vea celoso y desconfiado. —Nora le soltó y se sentó en la mesa. —Axel es un mujeriego pero África no hará nada sin consultarte, no hará nada a tus espaldas así que confía en ella. 
—Confío de sobra en África, solo quiero estar ahí para ayudarla. 
—¿No? —Nora suspiró molesta. —Quiere estar para vigilarla. 
—No pienso contestar a eso… pero no es para vigilarla a ella. 
—Ya, esto es porque jugó con usted hace un par de años. —Nora se levantó y tocó el hombro de Keiji. —África es de sobra adulta ya como para decidir sobre sus propias relaciones, si pasa algo, que puede pasar, es su responsabilidad, de ella y no de usted. 
Mientras tanto África estaba con Axel en una sala de reuniones con mesa rectangular y repleto de sillas, un proyector en el techo y una pizarra en la pared, miraban un PowerPoint juntos en un portátil. 
—Así que así los médicos de empresa conectarán con Recursos Humanos y los expedientes de cada trabajador a la vez que los expedientes médicos del seguro. —África hablaba mientras Axel la miraba. —La aplicación… ¿Axel? 
—Disculpa, es que me sorprende. —Axel se sonrojó y apartó la mirada. 
—¿Sobre? —África le intentó mirar a los ojos. 
—Que… eres preciosa e inteligente, dedicada y… bueno, siempre es difícil encontrar a una mujer tan resolutiva. —Axel la miró de reojo. 
—Wow, no sé… que decir. —África se sonrojó al oírle. 
—¿Puedo preguntarte por qué sales con Keiji Himura?
África se sorprendió y también se preguntó lo mismo ¿Por qué salía con él? ¿Era el sexo y las atenciones? ¿Era por lo que sentía hace mucho? ¿Simplemente su aceptación? Se preguntaba sin cesar.
—Keiji hace cosas con otras personas ¿No te molesta?
—No… tenemos una relación abierta y… no me importa que Kei esté con otras personas.
—¿Y a él? ¿Le importa que salgas con otras personas? —Axel la agarró de la barbilla y la besó, se separó y apartó la mirada. 
—No… yo… le importa ¡No le importa! Pero… no sé si es el momento ahora, está muy sensible últimamente. —África apartó la mirada estando sonrojada, Axel la volvió a mirar y le acarició el pelo. 
—¿Es por algo en concreto?
—Prefiero no contarlo, solo es que… quizás sea muy protector o solo tenga inseguridades y miedos por mí. —África se levantó y después Axel. —Igualmente no es algo de lo que hablar con un desconocido.
—Lo entiendo, con respecto al proyecto… me interesa mucho, lo trataré con mi padre, estará de sobra interesado en colaborar juntos. —Axel le acarició la mejilla derecha y sonrió. —Si quieres ¿Te gustaría cenar conmigo esta noche?
Keiji entró y vio a Axel acariciando a África, ambos hombres se miraron serios, se acercaron y se dieron la mano.
—Me alegra mucho verte. —Dijo Keiji sonriendo.
—Y a mí ¿Han pasado dos años? Más o menos ¿No? —Axel le sonrió tranquilo. 
—Eso parece y ahora trabajas para tu padre, cuanto pasa el tiempo, y más en Londres, su mal tiempo, su comida, su estrés. 
—¿Qué puedo decir? Ni a mí me gusta, Tokio es mejor, salvo por el estrés.
—¿Es la única ciudad japonesa que conoces?
África vio como ambos se apretaban más fuertes las manos y notaba la gran tensión entre ellos.
—Tengo entendido que tienes pareja. —Axel guiñó un ojo a África. —Dijiste que nunca te enamorarías y que la última persona seria un tal Adrien, resulta que ahora sales con África, ese pobre Adrien debe sentirse abandonado. 
—Yo… fui Adrien… hace tiempo. —África se sintió asustada y Axel sonrió sorprendido, Keiji entonces se acercó a ella y la besó apasionadamente con lengua, se separó para estar detrás de ella y abrazarla.
—Me alegra, yo fui Alexandra pero me cambié a Axel cuando empecé a transicionar, tres años en testosterona. —África se sorprendió y le miró de arriba abajo. 
—Nos alegramos de tus cambios. —Keiji cogió la mano derecha de África y besó el dorso mientras la sujetaba de la mandíbula. —Seguro que te alegras que salga con mi amiga de la infancia, ahora somos una pareja feliz. 
—Una pareja feliz, abierta y poliamorosa. —Axel fue hacia ellos y acarició la mejilla izquierda de África al mismo tiempo que miraba a Keiji. —Seguro que no habrá problemas si ella desea quedar conmigo en una cita y conocernos.
—Nunca hay problemas ni los habrá, los únicos momentos en los que soy su dueño es en las sesiones, por lo que ella es libre de estar con otras personas. —Keiji besó la cabeza de África y después Axel la frente, avergonzándola y sonrojándola.
Axel fue a la pizarra, escribió un número de teléfono en la pizarra con un rotulador y se acercó de nuevo. 
—Deberías apuntarlo, no vaya a ser que se borre ¿Verdad, Keiji? —Axel se marchó mientras ambos sonreían, África cogió el móvil pero Keiji se lo quitó. 
—¿Qué haces? 
—No puedes estar con él, te hará mucho daño. —Keiji sentó a África en la mesa, le acarició las piernas y le lamió el cuello. —No quiero que sufras. 
—¿Qué te hizo él? ¿Por qué le odias?
—Jugó conmigo, jugó con mis sentimientos y me hizo sufrir mucho, no deseo que te pase a ti también. —Keiji besó a África pero Nora entró y les interrumpió. 
—Tienes la reunión de las once y… media, deberías ir. —Nora vio la escena y se fue.
—Kei, no te enfades, no pienses que desconfío de ti. 
—Vas a tener una cita con él. —Keiji se apartó y la miró seriamente. 
—No te enfades, por favor, solo quiero conocerle. 
Keiji se marchó molesto y África se entristeció. Vio el número, reflexionando durante unos minutos si debía apuntarlo. Keiji y Nora caminaban juntos, le hizo pararse en seco y se puso frente a él.
—África le va a odiar mucho a una velocidad vertiginosa.
—Ya. —Keiji miró para otro lado. —Debería dejar que esté con él entonces.
—Ni siquiera deberías pensar en dejar o impedírselo, sois pareja, deberías aceptarlo si tenéis acordado que tenéis una relación abierta.
—Tienes razón, le devolveré el móvil.
—Nunca has sido así ¿Verdad?
—¿Ser abusivo y tóxico? Mi primera vez, debería cambiar por los dos y no ser tan gilipollas. 
—Deberías, sin pensarlo dos veces. 
África apareció, le quitó el móvil de la mano y se marchó pero se dio la vuelta y le miró enfadada. 
—Voy a salir con él, cenaré hoy con él y no lo impedirás.
—No lo iba a hacer. 
—Bien, y quiero el día libre mañana. 
—¿Algo más? —Keiji se enfadó y miró molesto a África. 
—Quiero tu agradecimiento por ayudarte con tu proyecto y lo quiero mañana.
África se marchó indignada, Keiji suspiró y sonrió al verla molesta. Pasaron varias horas hasta que fueron las diez de la noche. África salió sola y caminó durante media hora hasta encontrar a Axel frente a un restaurante cerrado. 
—¿Plan cancelado? —África sonrió y miró a Axel, quien se sonrojó. 
—Eso parece, lo siento.
—Podríamos ir a otro sitio si quieres.
—No conozco muchos, llevo poco tiempo viviendo aquí.
—¿Y si compramos… fideos instantáneos o algo para comer y una botella de cerveza? Para cenar en tu casa. —África le miró y se encogió de hombros. 
—¿Así fue tu primera cita con Keiji? —Axel arqueó una ceja. 
—Digamos… que más o menos, solo que fue pizza y fue en mi apartamento. 
—No me sorprendería que hubiese sexo en vuestra cita. —Axel se rio ante la sonrojada mirada de África. —¿Entonces vamos a mi apartamento, cocino algo y abrimos una botella de vino? 
África asintió con la cabeza al oírle, caminaron durante varios minutos hasta un bloque de apartamentos y entraron juntos, subieron en un ascensor hasta el último piso y entraron en el apartamento. 
—Wow… es… es bastante acogedor 
El apartamento era pequeño, con el salón integrado con la cocina por una barra con dos taburetes, un sofá negro en medio mirando a una mesa de cristal y un televisor, un balcón con puertas correderas de cristal, un baño sin puerta, una puerta que parecía dar al dormitorio y estanterías. 
—Me gusta tu ironía. —Axel se adelantó, se quitó la chaqueta para dejarla en el sofá y fue a la cocina. —Voy a preparar tempura, aunque… no se me da bien y no sé por qué me apetece. 
—Espera, te ayudo. —África hizo lo mismo y estuvo a su lado en la cocina. —Ya sabes, el cuerpo quiere lo que quiere ¿No? 
—¿Hablamos de comida o…? —Axel habló con tono de curiosidad. 
—De comida, obviamente. —África soltó una carcajada y sonrió, contagiando su sonrisa a Axel. 
Axel y África se dedicaron a cocinar durante treinta minutos hasta llenar un cuenco, al terminar se repartieron las verduras rebozadas en dos platos y fueron al salón.
—Y desde entonces Marie y yo solo somos amigas, ah y no bebemos en exceso juntas. 
—Las buenas amistades. —Ambos se sentaron y se rieron. —Es la primera vez que conozco a una mujer trans, a una persona trans de hecho, es raro pero por una vez me siento… cómodo y con muchas preguntas. 
—Para mí es, bueno, la primera vez que hablo con un hombre trans. —África empezó a comer y Axel fue nervioso hacia la cocina. —¿Estamos acaso perdiendo la virginidad? Que noche tan especial.
Axel volvió con una botella de vino y dos copas, se sentó y las puso en la mesa.
—¿Cómo… descubriste que eras una mujer? Digo… sobre como era todo antes de…
—¿… de mi transición? —África le interrumpió, se relajó y miró a la tele apagada por unos segundos para acabar mirando a Axel. —Todo era una sensación de incomodidad constante antes de los 18, a veces me costaba ir a clase por eso y nunca lo entendía, no sabes que es y al mismo tiempo sientes como… como una envidia por dentro al ver a otras chicas, como cambian y tú… en fin, nunca le pude poner nombre hasta que llegó Internet a mi casa y pude investigar, eso fue el comienzo del infierno y mis dieciocho.
—Lo imagino, rechazo total. —Axel vertió vino en una copa y África observaba como el líquido lo llenaba. 
—Algo así… sólo tuve que abrir la puerta y listo, empecé a hormonarme en secreto, estudié durante un año hasta que mis padres se dieron cuenta de los cambios. —África miró a Axel a los ojos de forma triste, cerró los ojos y suspiró. —Me echaron de casa y ni lloré, ni una gota, era esperable que decirles que soy mujer resultara en echarme de casa, de sus vidas, pero sabiendo que clases de personas son… pues, no era mejor compartir techo con ellos, te toca a ti, cuéntame como fue la tuya. 
—Yo… lo tuve claro a los quince, sabía de las inyecciones de testosterona aunque en Reino Unido es complicado. —Axel bebió de golpe la copa mientras África llenaba la otra copa. —Creía que nunca podría ser un hombre y me pasaba la adolescencia escapándome de casa o del internado por la noche para ir cerca de alguna autovía o alguna carretera, me pasaba horas viendo pasar coches y… 
—Tranquilo ¿Vale? —África se acercó y le acarició la mejilla izquierda. 
—Nunca me atreví a decírselo a mis padres, y me arrepiento, mi madre nunca descubrió que tenía un hijo, nunca pude decírselo. —Axel acarició el dorso de la mano de África. —Hace tres años salí del armario con mi padre y me aceptó poco a poco, me hormono desde entonces y aquí estoy.
—Eso es genial. —África sonrió, Axel apartó la mirada y empezó a llorar.
—Es… la pri… primera vez que cuento esto y siento que… me entiendes.
—Yo también me siento así, eres la segunda persona a la que se lo cuento.
—¿Keiji no lo sabe? —Axel se secó las lágrimas y volvió a mirarla.
—No todo, nunca me pregunta pero se imagina como debió ser mi transición. —África le quitó la mano, encendió la televisión y dio a un sorbo. —¿Vemos una peli y hablamos de otra cosa?
África empezó a pensar en como se sentía con Axel y Keiji respectivamente, con Keiji se sentía cuidada, refugiada, querida, sentía el orgullo de Keiji en ella misma, con Axel sentía su comprensión, sentía que compartía algo con él, sus experiencias.
—África ¿Por qué diste el paso de hormonarte?
—¿No dije de hablar de otra cosa? —África suspiró molesta y bajó el volumen. —Quería verme como debería ser, quería gustarme a mí misma y ser feliz con mi cuerpo, la medicación era la única forma.
—Pensaba que querías passing.
—Que va, eso solo sirve para pasar desapercibida y acomodarte a los gustos de la gente. —África dio un sorbo a la copa. —Era feliz con gustarme yo en el espejo, ya sabes, tetas, figura, lo que quería.
—Yo solo lo hice para sentirme seguro, no lo hice bien. —Axel cruzó las piernas y se relajó. 
—No creo que se haga bien o mal y menos por sentirte seguro, es un buen motivo como otro cualquiera, de hecho… es la única forma para que te reconozcan, al menos en mi país.
—Realmente lo importante es que podamos decidir libres ¿No?
—Sería importante si fuera posible algún día. —África cogió varios trozos para llevárselos a la boca.
—Cierto, deberíamos… hablar de otra cosa. —África sonrió al oírle y se tumbó apoyando la cabeza en las piernas de Axel. 

miércoles, 24 de junio de 2020

Los labios que me dominan. Capítulo 7.6

Eran las once de la mañana del día siguiente, Keiji tenía el pelo suelto, estaba subiendo las escaleras con ayuda de dos sirvientes, vestido con un camisón blanco y zapatillas. Lo llevaron hasta el dormitorio y lo sentaron en la cama.
—No hace… falta que… llaméis al médico. —Keiji les miró enfadados. —No quiero… uggh… que entre nadie hasta… el almuerzo…
Los dos sirvientes se marcharon mientras Keiji se desnudaba y tumbaba. 
Una hora después James estaba en la biblioteca leyendo documentos y tomando una taza de té, vistiendo jersey gris de cuello alto, vaqueros azules y deportivas negras con franjas rojas.
—Es raro que el señor Himura se ponga enfermo. —Nora se acercó y se sentó junto a James. 
Nora iba vestida con una falda ejecutiva gris, una camisa blanca y tacones negros. 
—Bebió mucho anoche y durmió semidesnudo aquí, tiene treinta y ocho grados. —Dio un sorbo a la taza mientras miraba a Nora. 
—¿Exactamente por qué? —Nora arqueó una ceja al hablar. 
—¿Por que qué?
—Pues lo de beber. 
—Oh, culpabilidad, piensa en como se olvidó de ella tantos años y se martiriza en no haberla ayudado en su transición. 
—Creo que África debería hablar con él. —Nora se llevó una mano a la cara. —No puede consumirse por sus propios errores. 
—Estoy de acuerdo, ella le ama más de lo que él cree, sea lo que sea que ocurriese.
—Sí, a todo esto ¿Dónde está África?
—Quería dar un paseo por la isla. 
—¿Sabe que está enfermo? —James negó con la cabeza al oírla. —Iré a buscarla. 
Nora se levantó, caminó hasta el hall y vio a un joven sirviente femenino y parecido a África pero con el pelo corto y con una bandeja con un plato de tortitas con cuchillo de untar y tenedor, una taza de café y un tarrito de miel. Iba vestido con un pantalón negro de uniforme, camisa blanca, corbata, esmoquin y botines negros. 
—¿El señor Himura ha ordenado el desayuno? —El sirviente asintió con la cabeza. —Bien, súbelo y no le molestes por tu bien, sino te castigará. 
El sirviente sonrió, subió las escaleras y llegó a las puertas del dormitorio, dos sirvientes le abrieron la puerta y entró. Vio a Keiji tumbado y leyendo un libro, se acercó mientras cerraban las puertas. 
—Ordené que no me molestaran. —Dijo sin mirar al sirviente. 
—¿No quiere desayunar, amo Kei? —Dijo con la voz de África. 
—África ¿Qué haces disfrazada de criado? —África dejó la bandeja sobre Keiji y se arrodilló a su lado al mismo tiempo que él cerraba el libro y la miraba. —¿Y por qué te has cortado el pelo? Pareces una chica tomboy.
—Me gusta cuidar el pelo y me gusta saber los gustos de mi novio. —África sonrió al ser acariciada en la cabeza. —Tortitas con miel, chicas disfrazadas de sirvientes y las sumisas que cuidan de sus doms.
—No tenías que cuidarme. —África se levantó y cogió los cubiertos. —Espera, quiero que me los des con la mano. 
África derramó miel sobre las tortitas, cogió una ante la seria mirada de Keiji y se la ofreció en los labios, él dio un pequeño mordisco mientras la miel caía en su pecho y por los dedos de ella. 
—La-las… he hecho yo… —África se sonrojaba al ver una gota de miel cayendo por los labios de Keiji. —No he traído servilletas. 
—Entonces usa tu boca. —Dijo al tragar y sonrió. 
Keiji la agarró de la corbata, la miró y se lamió la gota, entonces ella le besó, sus lenguas jugaban al mismo tiempo que ella ensuciaba el pecho de él con la tortita. África se separó de él pero Keiji cogió la mano de ella, agarró la tortita y la comió a la vez que miraba como ella lamía su propia mano.
—Estás siendo pervertida. —África sonrió y se inclinó para lamer el pecho de Keiji. —Disfruta de la miel, con calma. 
Keiji la acariciaba, sentía el tacto de la lengua de África y el calor del aliento en su pecho. Gemía y le daba caricias en la nuca, después en las manos y, pasados unos minutos, África se acercó a sus labios. 
—He estado delirando, soñaba que te fuiste hace días y no volverías nunca… —África besó la frente de Keiji para interrumpirle. 
—Nunca me iré, soy tuya, tu sumisa. —Keiji acariciaba suavemente la mejilla derecha de África. —Y soy feliz sirviéndote, cuidando de ti como haces tú conmigo.
Keiji cogió la mano derecha de África, la acercó a su boca para acabar lamiendo los dedos y haciendo que África se sonrojara.
—Te quiero, África… he cometido demasiados errores y no consigo perdonarme… quiero… pasar mi vida a…
—… Keiji… no entiendo como puedes quererme, podrías estar con cualquiera y me eliges. —Keiji, al oírla, puso la mano de ella en el lado izquierdo del pecho. —Yo no soy guapa, no tengo un cuerpo tan agradable… incluso no puedo… no soy capaz de tener hijos. 
—La única familia que quiero formar es aquella en la que estemos tú y yo solos eres la mujer que amo. —África empezó a llorar y Keiji sonrió.
—Estás delirando. —Keiji entonces negó con la cabeza al oírla.
—Tu cuerpo, tu belleza,  no me importan, solo tú, tu carácter, tu fortaleza, tu valentía, y miento si digo… que… que me da igual que seas cis o trans, me importa que seas una mujer trans…
—No sigas. —África le interrumpió y puso la bandeja en el suelo. 
—Ser tu misma… pese a todo… ojalá yo hubiese sido tan… valiente en su día…
—Me hiciste muchísimo daño aquel día incluso si ahora eres capaz de encarar a tu madre por mí, quiero quererte como tú me quieres y aún así tengo miedo de estos sentimientos… tengo miedo de abrirme más a ti. 
Keiji pudo ver la tristeza de África en sus ojos, aquella mirada le dolía intensamente, así que la agarró del brazo derecho y tiró de ella para tumbarla sobre él mismo y dar la vuelta para estar el encima de ella, con los cabellos rubios de Keiji cayendo a su alrededor y sonrojada. 
—Poco a poco te demostraré que solo deseo amarte. —Keiji se acercó a su oído y la olió. —Te he fallado demasiado pero no volverá a pasar, nunca más, ni mi familia, ni la tuya, ni nuestros ex… ojalá hubiera estado ahí en tu transición pero estaré a tu lado hasta que desees que me vaya. 
—No quiero que te vayas nunca. —África le acarició las mejillas y sonrió pero Keiji la ignoró y le quitó la corbata. —¿Ya tienes ganas de jugar, Kei?
Keiji ató las muñecas de África con la corbata al mismo tiempo que ella sonreía sonrojada y le miraba. Keiji le quitó las botas y las arrojó al suelo, después los calcetines, fue a aquellos pies desnudos que besó con cuidado.
—Keiji, he subido a ver… —Nora entró de golpe y vio a Keiji con las piernas de África sobre los hombros de él. —… que tal estabas… ya veo que mejor.
—Estoy desayunando. —Keiji y África se miraron y sonrieron.
—Ya, le dije que no te molestara… veo que está aprendiendo por las malas.
—¿Te apetece unirte? Hay sitio en la cama para jugar todes
—Quizás la próxima vez.
Nora se marchó y Keiji siguió, jugó con los dedos del pie derecho, lo metió en su boca y jugó con él usando la lengua ante la sonrojada y placentera mirada de África.
—Te has enganchado a mis pies… —África habló y apartó la mirada al notar la visión dominante de Keiji. 
Keiji soltó los pies, se acercó a los pantalones desabrochándolos y bajándolos mientras la miraba seriamente a los ojos, después le abrió el chaleco y la camisa con fuerza arrancando varios botones de paso y haciendo gemir a África, quien le miró jadeando y sonrojada.
—¿Quieres que pare? —Keiji se puso encima de ella, le acarició los labios con una mano mientras apoyaba la otra en las muñecas de África, intimidándola y poniéndola cachonda. —¿O prefieres que siga siendo duro?
—Sigue… amo…
Keiji se levantó, puso a África bocabajo y acarició los costados de abajo hacia arriba por debajo de la ropa, haciendo que la respiración de África se acelerase. Fue a su trasero, besó una nalga y arañó la otra con fuerza, soltando ella un dulce y corto gemido.
—Sigues gimiendo como una diosa. —Keiji sonrió al hablar.
Dio pequeños besos en la otra nalga, separó ambas para escupir sobre el ano notando algo de vello, dio círculos alrededor con la lengua, haciendo que África se retorciera de placer y agarrase la almohada.
—No… no tengo esa zona depilada desde… —África jadeaba y hablaba avergonzada.
—No se nota apenas, relájate y disfruta.
Keiji puso una mano en el hombro derecho de África, dio un beso en la nuca y le empezó a introducir el dedo índice y corazón, lo sacó y repitió el proceso  lo hacía lento y con delicadeza pero África solo jadeaba rápido, fue más rápido y África gimió entre jadeos.
—Creo que ya estas dilatando bien.
—Kei… no hagas esfuerzos… te va a subir la fiebre.
—No tengas miedo en cortarme si duele.
Keiji se puso encima de ella, le introdujo el miembro lentamente, África gemía con fuerza y jadeaba al unísono en el que sentía a Keiji saliendo y entrando despacio, su aliento y sus cabellos en la espalda acariciándola. 
—Más… más rápido…
Keiji seguía con algo más de velocidad, gimiendo y jadeando junto a África, sudando y agachándose para besar su nuca y estar cerca de sus oídos.
África estaba encendida, notando la presión y el calor de Keiji, su sudor cayendo por su espalda, su fuerza sobre ella, siempre disfrutaba de ello pero era la primera vez que Keiji era apasionado con ella, él quería hacerla disfrutar y lo sentía en cada arremetida.
—África… —Ella apretó los puños al oír su nombre.
—Kei… ¡Kei!
Keiji fue más rápido en las arremetidas hasta dar un fuerte gemido y venirse dentro de ella.
—Kei… ¿Estás bien? 
Ella se desató sola mientras él se separaba, África se giró para estar bocarriba y Keiji la besó y la hizo tumbarse de lado con él, refugiándola en su pecho.
—Quiero estar así… un rato… después nos limpiamos juntos. —Dijo Keiji acariciando la nuca de África.
—Una… duda. —Habló África recuperando el aliento. —¿Qué… qué haremos con…? Bueno, la ropa…
Keiji vio la ropa rasgada de África aún puesta y se puso nervioso.
—Nora me va a matar. —Dijo él al suspirar. 

viernes, 12 de junio de 2020

Los labios que me dominan. Capítulo 7.3

Eran las seis de la tarde del día siguiente, era soleado, África se encontraba en la cocina tomando un té, llevando puesto un vestido blanco sencillo de lino y sandalias, su pelo estaba alisado y suelto con un flequillo que tapaba su ojo derecho, sus labios pintados de color negro, los ojos pintados con el rabillo, sus brazos aún tenían pequeños moratones y en su vientre un moratón casi imperceptible. 
La cocina era grande, de paredes de ladrillos de piedra, techo de piedra, ventanales semicirculares entre la pared y el techo, dos puerta de madera a un lado y a otro, muebles de madera blanca, encimera de granito, electrodomésticos, un horno de leña y dos fregaderos.
—Parece que no te ha dejado ni descansar después de despertar esta mañana.
James entró vistiendo vaqueros azules, deportivas, camiseta blanca y chaqueta de cuero negra. 
—¿Ah? —África le miró desconcertada y James arqueó una ceja. —Oh… en realidad… era yo quien quería hacerlo, él es mi amo ¿No? Después de lo que hace por mí quiero hacer cosas por él.
—Dios, sois tan monos. —África se sonrojó y se enfadó al escuchar a James. 
—No somos monos… pero… él explora conmigo mi cuerpo, el cuerpo que odiaba ahora me gusta y… él entiende como he cambiado. —África se puso tímida y miró a James avergonzada. —¿Puedo preguntar…? Bueno, Nora me dijo que era una esclava hacia Keiji y también una Drone y… quería saber… ¿Qué clase de sesiones…? 
—Eso es más entre él y yo, no te ofendas. —Dijo él en tono serio, África se puso triste pero James se acercó y se sentó en la encimera. —Te preocupa algo. 
—Más bien… es algo que quiero saber. —África se tomó un poco de la taza y se sentó en la encimera junto a él. —El amo Kei… ¿Es realmente duro? 
—¿Lo dices por el castigo? Te has vuelto popular por aquí. 
—¡No! Bueno… sí… sé que tiene un lado más… ya sabes, conmigo es blando y solo he visto dos o tres veces ese lado cruel. 
—¿Quieres que sea más estricto? 
—No… quiero… quiero que sea duro, que no tenga piedad… cuando me metía con él… se enfadaba y me atrapaba, me… —África entonces empezó a jadear y encenderse recordando cuando vivían en el apartamento, las veces que Keiji la doblegaba, la arrinconaba y la tomaba para desahogarse.
—Mmm… hay algo que al señor Himura le gusta, entre él y yo tenemos una palabra clave. —África prestó atención a sus palabras. —Le digo que es un animal hambriento, es la señal de que puede romperme la ropa y dominarme lo más duro posible…dentro de nuestros límites claro.
—Podría probarlo esta noche, seguramente él se daría cuenta que no soy tan frágil.
—¿Y si lo haces ahora? —James sonrió pero África se sonrojó. —Keiji está haciendo deporte fuera en el bosque, podría ser una forma de sacar su lado mas depredador si te gusta ser su presa.
—¿Presa?
—Sí, ya sabes, cazada por el amo y tomada, devorada por él, aunque no parece que eso te guste.
—Yo… no lo sé.
África se marchó por la puerta y llegó a afuera, caminó cerca del acantilado hasta ver el bosque y el dojo, vio a Keiji entrenar con un bokken, sudando y vestido con solo unos pantalones de deporte, con el pelo en una coleta y un lazo negro, pensó en hablarle pero decidió pasar cerca y fingir que no lo había visto.
—Creo que esto es suficiente por hoy. —Keiji vio a África caminar hacia los árboles con las manos a la espalda. —¿Qué está haciendo?
—Creo que quiere que seas su cazador. —James se acercó a él con una taza de té y le sonrojó con sus palabras, dejando caer la espada. —O simplemente que seas más duro.
—Siempre soy duro. —Keiji le miró sin entenderlo, James se acercó y le susurró en el oído algunas palabras. —Me gustaría hacerlo pero…
—Siempre olvidando las palabras de seguridad, deberías acordarte de anatemas. —James se marchó sonriendo.
Keiji dudó pero se atrevió, fue hacia ella firme y con seguridad. África estaba caminando, escuchó los pasos de Keiji así que se giró, le vio y se paró frente a él.
—Buenas tardes, Kei. —África sonrió pero Keiji se mantuvo serio y ella se sonrojó al verle tan cerca. —¿Pasa… algo?
—No deberías estar aquí. —Keiji acarició los brazos de África. —Hay animales salvajes.
—No parece que pudieran haber. —África vio una gota de sudor cayendo por el pecho de Keiji, le acarició y le lamió.
—Tienes a un lobo delante de ti. —Keiji acarició las caderas de África respirando fuerte pero ella solo se mantenía seria. 
—Un lobo hambriento que solo hace guau y gruñe ante su presa.
Keiji puso sus manos en el escote, tiró y rajó el vestido por la mitad, la arrinconó y mordió con fuerza el hombro hasta hacer sangre, hacerla gemir y que ella le arañara el pecho.
—¿Sigo ladrando y gruñendo para ti? —Keiji susurró en su oído como si se estuviera divirtiendo, entonces le mordió el cuello. —Ahora no podrás escapar.
—Guau… guau… —África jadeaba sonrojada y sonriendo.
Keiji apretó el cuello con una mano, se acercó a los labios y mordió el inferior, tiró de él y se miraron, viendo que África estaba encendida.
—Tú misma te has adentrado en el bosque. —Keiji la soltó, África recuperaba el aliento pero él la agarró de las muñecas hacia arriba con una mano. —¿Qué querías encontrar?
—Nada… solo dar un paseo… pero… —África veía a Keiji relamiéndose los labios como si disfrutara de poseerla. —¿Me vas a devorar?
África sentía el calor y el olor de Keiji, la fuerza de aquella mano, la encendía ser arrinconada y atrapada, apenas podía pensar viendo esos ojos con los que Keiji la miraba, quería mirar hacia abajo y suplicar piedad pero su orgullo la podía, el dolor del hombro y del cuello y la gota de sangre que caía lo disfrutaba, sabía que aunque lo pidiera él no la tendría con solo tener su ropa destrozada.
El cielo se nublaba, Keiji se inclinó y jugó con uno de los pezones lamiendo en círculos y cayendo saliva, con su otra mano arañó fuerte la espalda, África gemía y se estremecía pero él solo se animaba más. Keiji la miró a los ojos y ella los cerró, él mordió el pezón haciéndola gemir fuerte.
—¿Guau, África? —Keiji la liberó, le dio la vuelta y estuvo jadeando en su espalda. 
—Devórame… —África puso las manos en el árbol pero Keiji la abrazó. —¿Kei?
—Anatema, por favor. —Keiji besó la cabeza de África y suspiró. —No estoy cómodo con esto hoy.
—Lo siento… quería probar a ser una prey pero… debí pensar en ti y en como te sentías. —África acariciaba las manos de Keiji y se sentía triste. 
—Está bien, podemos hacer otras cosas si quieres.
—Quiero, Kei. 
Keiji besó los labios de África, sus lenguas jugaron mientras él bajaba una mano a los testículos de ella, metía un dedo en uno de los canales inguinales y ella separó la boca de la suya, gemía y arañaba los brazos de Keiji hasta que empezó a correrse. Las piernas de África temblaban, jadeaba y se recuperaba, entonces sintió la lengua de Keiji lamiendo la herida del hombro.
—Este lobo también está bien. —África sonrió y acarició a Keiji.
—Me gusta también. —Keiji le apartó el pelo y apoyó su cabeza con la de ella. —Lo siento. 

martes, 9 de junio de 2020

Los labios que me dominan. Capítulo 7.

Era 20 de diciembre, las 11 AM en Tokio y era un día nublado. Keiji se encontraba en el helipuerto del tejado de un edificio, observando la ciudad bañada por la nieve. Tenía su pelo en una trenza con un lazo negro y flequillo, vestía con un traje gris con camisa blanca, con chaleco negro y corbata negra, mocasines marrones y un pañuelo azul en el bolsillo de la chaqueta.
Fumaba y su mirada era vacía, la tristeza que le invadía era demasiado profunda, tan solo tenía en su cabeza la imagen de África magullada y destrozada, los moratones, la venda en el ojo derecho, el catéter conectado a su brazo… su cuerpo inconsciente, la culpa le pesaba con solo pensar en ella.
Un helicóptero aterrizó tras él pero no se inmutó, tiró el cigarrillo al vacío y fue al vehículo, se subió y se sentó en uno de los cuatro asientos, mirando a la cabina, y despegó.
—Hoy no hace un buen día. —Keiji notó el móvil vibrar y lo cogió. —Lo que tengas que decir ahórratelo.
—No, ya me he hartado. —Gritó Nora. —Me has estado evitando, a mí y a James, a la junta incluso, no te presentas a las reuniones siquiera ¿Qué crees que voy a decir?
—Que hice todo mal, vas a echarme la bronca y no es necesario, soy responsable de mis actos.
—Tus actos, el de dar una paliza al ex de tu novia hasta dejarlo encamado, medio ciego y sin posibilidad de volver andar si no tiene suerte, no hablemos ya de correr.
—Mejor, así será más fácil si vuelve. —Keiji sonrió y miró a la ventana. —Le prometí algo y lo cumplí sin pruebas.
—Ya, y lo de sacar a África del hospital, secuestrarla para sacarla de España y llevarla a tu isla ¿Eso qué? ¿Te hace gracia que puedan acusarte de cosas muy feas?
—Consentimiento verbal de trasladarla. —Keiji colgó y volvió a mirar por la cabina como se iba de la ciudad. 
El helicóptero voló durante tres cuartos de hora cruzando el mar hasta una isla grande ocupada por una mansión de estilo francés sobre una colina, estaba rodeado de árboles, había un helipuerto sobresaliendo de un acantilado, un pequeño dojo apartado y un muelle con un yate.
El helicóptero aterrizó, Keiji salió del helicóptero y este despegó de nuevo mientras él caminaba hacia las puertas y le esperaba allí un joven vestido de mayordomo.
—Ese barco ¿Quién ha venido? —Keiji se desabrochó la americana. 
—Su madre, María Himura. —Al pronunciar ese nombre, Keiji se quitó la chaqueta y suspiró molesto. —No se preocupe, amo, no la hemos dejado entrar a su dormitorio, creíamos que querría mantener en secreto todo de la joven.
—Esa no es la idea, quiero que descanse tranquila y sin ninguna molestia. —Le dio la chaqueta y las puertas se abrieron. 
Al entrar había un largo pasillo repleto de ventanales que lo iluminaban, lámparas de araña, suelo de mármol rojo con una alfombra negra, a la izquierda le recibieron once mayordomos y a la derecha doce criadas vestidas como sirvientas. El pasillo llegaba hasta un hall que daba a varias salas y dos escaleras enormes, una subía al segundo piso y la otra bajaba a otra planta, entre ellas una escultura griega de mármol. 
—Podéis seguir con vuestra tareas. —Keiji caminó hasta el hall acompañado por el mismo mayordomo, quien le dio la chaqueta a otro mayordomo. —Llévame hasta mi madre. 
—Está tomando un café en la biblioteca pero… —Keiji arqueó una ceja y le observó. —… No está sola, amo. 
El mayordomo caminó hasta una habitación enorme donde estaba ella y otra mujer, había una mesa redonda de ébano en el centro con dos tazas de café, cuatro sillas grandes de ébano, estanterías empotradas llenas de libros y ventanales que iluminaban todo, techo de madera y suelo de mármol. 
María era de 1.75, blanca, de 62 años, delgada y con apenas arrugas, pelo castaño largo en forma de moño, ojos verdes, labios finos, rostro tosco, estaba maquillada, llevaba puestos pendientes de perlas, un vestido rojo, tacones rojos.
La otra mujer era más joven, de 25 años, blanca, delgada, de rasgos japoneses, pelo oscuro y largo en forma de coleta, rostro fino, maquillada, vestido azul y tacones blancos. 
—Me alegra que hayas llegado. —María habló en tono dulce y amable. —Akane y yo hemos…
—Ya sé a que vienes, madre. —Keiji la interrumpió, se sentó frente a ellas, miró al mayordomo y éste asintió. —¿Qué tal? ¿Qué os parece mi pequeña morada?
—Agradable, sin duda. —María dio un sorbo observando la postura relajada de Keiji y su ligera sonrisa. —Tu personal es muy servicial, sin duda.
—Los elegí personalmente.
—Serán perfectos para ti y Akane. 
—Seguro que cumplirán muy bien con nosotros dos en nuestra boda. —Akane sonreía pero al terminar de hablar, Keiji soltó una carcajada y cruzó las piernas. —¿He contado un chiste?
—¿Qué tal en Europa? —María tocó el hombro de Akane. —Estuvieron bien las vacaciones, imagino.
—Era trabajo, cosas importantes. —El mayordomo le trajo una taza de café y Keiji respondió con una sonrisa dulce. —Ayudar a Hye Gyeong, temas de personal, esas cosas.
—Por eso te irá tan bien, cerrar tratos y ser tú quien se ocupa de todo. —María sonrió pero Keiji solo giraba el líquido con la cuchara. —Te vendrá bien fusionarte con otras empresas, dirigir la empresa de tu padre. 
—¿Y robarle el orgullo a padre? Seiji puede encargarse de la empresa familiar perfectamente, madre. —Keiji dio un sorbo y molestó a María. 
—Mi padre sigue creyendo que has cometido un error rechazándome, sabes que puedes hacer más conmigo de tu lado. —Akane se llenó de orgullo al hablar pero Keiji solo cogió la taza y miró a uno de los ventanales cuando más brillaba el sol. —¿Acaso no tengo razón?
—No. —Keiji dio un sorbo y miró a Akane con tranquilidad y seriedad a la vez. —¿Para qué casarme contigo? ¿Una relación sin placer, sin amor y con un cuchillo escondido para apuñalarme? Que podría hacer grandes negocios contigo a mi lado es cierto ¿Más? Ya tengo a gente que me ayuda y con quien levanté todo esto, mi fortuna, mis empresas, sin ser controlado por nadie.
—¿Quién es esa chica? —Preguntó María sorprendida.
Keiji se levantó y se giró, vio a África caminar perdida y con dificultad, con un plato en la mano que tenía un sándwich, tenía el pelo más largo, iba con un bóxer de ositos sin bulto y una camisa medio abierta y que le quedaba muy grande.
—Yo me ocuparé señor. —El mayordomo fue pero Keiji le paró poniéndole una mano en el hombro.
—Coge su plato y tráelo a la mesa, yo la traeré. —Keiji le sonrió y el joven mayordomo se sonrojó.
Keiji caminó junto a él hasta llegar a África, quien miraba al techo y las paredes sorprendida.
—Veo que has despertado. —Keiji llamó su atención y la acarició el pelo mientras el mayordomo le quitaba el plato y se marchaba.
—Menudo sitio tienes montado ¿Estabas reunido? —África miró a Keiji a los ojos y él puso su frente con la de ella. —¿Estás bien?
—Sí… ahora sí. —Keiji se puso a llorar y África se sorprendió.
—Llevaba tiempo en coma ¿Verdad? —Él asintió y ella sonrió triste. —Tengo muchas preguntas… pero ya me las responderás, me iré a mi habitación.
—De eso nada.
Keiji se apartó, se secó las lágrimas y la cogió en brazos para llevarla a la mesa, avergonzada vio la determinación en la mirada de Keiji, entonces se sentó y ella en las piernas de él ante la sorpresa de María y Akane.
—¿Qué clase de broma es esta? —María dio un golpe en la mesa y el mayordomo aguantó la risa, África cogió el sándwich con cuidado ante la enfadada mirada de la mujer. —¿Te has traído a una puta a una reunión familiar?
—¿De qué es el sándwich? —Keiji le quitó migas de pan de la comisura de los labios sin inmutarse.
—Pues… de tortilla, le he puesto queso, tomate y… Hmm mohstasha. —África daba un bocado al sándwich mientras Keiji la sujetaba de la cintura con una mano y le acariciaba el pelo con la otra mano. —No pasa nada si he cogido ropa tuya ¿No? No quería salir desnuda de la habitación. 
—Puedes hacerlo si quieres, también es tu casa. —Keiji sonrió a Akane con malicia.
—¡¿Quién es esta chica?! —Akane gritó enfadada pero África no se inmutó y Keiji besó la cabeza de ella.
—Pues mi pareja. —Keiji sonrió a María mientras acariciaba la mejilla derecha de África. —Tú ya la conoces, madre.
—Espera ¿Ella es tu madre? —África fue a dar otro bocado mientras Keiji la miraba y asentía. —Y ella tu hermana. 
—Era mi prometida, mis padres querían casarme con ella pero yo quiero estar con mi amiga de la infancia. —María y Akane la miraron con enfado. —Ella me obligó a decirte cosas horribles hace tiempo pero esta vez no me iré de tu lado. 
—Eso fue a un chico ¿Cómo puede ser ella ese chico? —María se levantó indignada. 
—Em… —África se rascó la nuca y suspiró. —No sé por dónde empezar a explicar y por donde corregir esa frase.
—África siempre fue y es una chica. —Keiji limpió de nuevo la boca de África y le quitó lo que quedaba de sándwich. 
—Y antes no me llamaba África… —Él se limpiaba las migas con la mano mientras ella se ponía nerviosa ante la madre de él. —…Bueno…era Adrien.
—El caso es que después de tantos años nos hemos reencontrado y ahora somos una pareja formalmente. —Keiji sujetó la mandíbula de África y la besó apasionadamente frente a su propia madre y su prometida, quienes se sorprendieron y se enfadaron, la soltó y dejó de besar para acabar África sonrojada y babeando. —Acompáñalas hasta el yate, tengo necesidades que tratar a solas con la señorita Hierro Blanc en mi dormitorio.
—¡Esto es una vergüenza! 
—Sí, amo. —Dijo el mayordomo.
—Sí… amo Kei… —Dijo África avergonzada. 
Keiji la cogió en brazos, se marchó sonriendo y orgulloso mientras África se ponía cachonda ante la mirada de su amo.
—Me sorprende que hayas podido levantarte sola sin que nadie se diera cuenta ni te pillaran explorando. 
—No sabían que había desaparecido, por eso me hice el sándwich… tenía mucha hambre. 
Fue a las escaleras, subió al segundo piso hasta una puerta doble donde les esperaban dos criadas.
—Lo sentimos mucho, amo. —Las criadas hablaron a la vez pero Keiji sonrió.
—No pasa nada, vosotras hicisteis un gran trabajo, es la joven Hierro Blanc quien merece un buen castigo por escaparse sin permiso.
—Aceptaré cualquier castigo del amo… —África habló avergonzada y arrepentida a Keiji, al terminar hizo sonrojar a las dos sirvientas. 
Ambas abrieron las puertas, ellos entraron y las volvieron a cerrar. Era un dormitorio enorme, paredes blancas, suelo de madera, techo con zócalos y una lámpara sencilla, con una cama de matrimonio en el centro deshecha con sabanas de seda roja y mantas de lino blancas, un par de mesitas de noche de madera pintadas en azul cielo, un armario grande de madera, una ventana que da a un balcón y una puerta corredera de madera de ébano con pomo de acero. 
—Ey, lo del castigo… No lo dirás en serio ¿No? —África se sonrojó mientras Keiji la llevaba a la cama. 
—Claro que no, no puedo castigarte si no me has desobedecido. —La dejó en la cama y se sentó a su lado. —He estado muy asustado de perderte, muchísimo… no he dejado de culparme por todo lo que te ha pasado y… 
—Kei. —África sonrió pero Keiji no supo cómo reaccionar. —Ambos somos responsables de nuestras decisiones, aún me duele el cuerpo pero es por mi culpa que acabé así…
—… No puedes… —Keiji la interrumpió pero ella la interrumpió después.
—… Me arriesgué, me fui sola y mi ex me dejó hecha una pena. —África entonces se levantó, estuvo enfrente de Keiji y le miró fijamente a sus ojos llorosos. —Por mi culpa te has estado culpando, no has dejado de preocuparte por mí, imagino que incluso te has arriesgado a traerme aquí para que pueda estar a salvo, así que olvidemos todo por unas horas… solo quiero pensar en ti. 
—Y yo en ti… pero no quiero hacer nada para sentirme bien después de lo que ha pasado este tiempo, todo lo que te ha pasado y menos cuando aún tu cuerpo debe estar dolorido. 
—Estoy bien, tranquilo, además no voy a hacer nada para compensar o recompensar, quiero complacerte para que olvides todo este asunto, para que podamos olvidarnos de todo un rato y disfrutar. —África le besó suavemente en los labios. —Y… sé que quieres tenerme ahora para ti… 
—Claro que quiero pero… —Keiji acarició sus mejillas pero ella lamió uno de los dedos gordos y le quitó la corbata.
—Entonces relájate y déjame que te sirva. —África tiró la corbata al suelo y le desabrochó el chaleco. —Tienes mi amor, mi voluntad y mi cuerpo… haces que desee tan solo tu aprobación… tus cuidados… tu disciplina… ser tuya y saber que te doy placer me hace sentir bien… 
Keiji entonces se puso cachondo al oírla y se sonrojó, África le fue desabrochando la camisa poco a poco, relamiéndose y disfrutando del momento. Se arrodilló ante él y empezó a lamer sus abdominales de abajo hacia arriba, Keiji se relajó inclinándose hacia atrás y a acariciarla.
—¿Estás bien? —Keiji entonces vio a África apoyar la cabeza en uno de sus muslos, sacándole una sonrisa así que decidió jugar con el pelo de ella. —¿Estás haciendo de mascota que quiere jugar?
—Amo, no puedo hacer de mascota si ya lo soy ¿Cierto? —África sonrió y él puso dos dedos en los labios de ella, haciendo que no pudiera resistirse a meterlos en la boca y hacer una felación.
—Buena chica. —Dijo con una sonrisa. 
Le quitó los dedos, dejando caer un pequeño chorro de saliva, y se los metió en la boca. África desabrochó los pantalones ante la atenta mirada de su amo, sacó el miembro de Keiji del pantalón y el bóxer y le miró mientras le daba un beso al glande.
—No tengas miedo de manejarme. —África le miró y agachó la cabeza, Keiji entonces acarició su nuca, enredando los dedos en el pelo.
África lamió el pene de Keiji, bajó con su lengua desde la punta hasta la base y volvió a subir, así varías veces hasta parar y le miró, él la observó complacido y le acarició los labios. Volvió a acariciar su pelo y ella apretó con los labios el glande, movía la lengua en círculos a la vez que se apartaba el pelo y Keiji gemía sonrojado.
—No la metas… del todo… —Gimió Keiji.
África le ignoró y fue chupando un poco más profundo, subía y volvía a tragar más, haciéndole sentir a Keiji su lengua, su paladar, su campanilla rozar con el glande, el calor de la respiración y la saliva, los labios apretando la carne.
—No quiero… que te hagas daño…
África volvió a ignorarle, cogió aire y lo metió aún más hasta la garganta hasta el punto de poner las manos en los muslos de Keiji arañándolos con fuerza, le hacia agarrarla del pelo muy fuerte y jadear, ella se mantuvo durante unos segundos hasta que la sacó de su boca, dejando caer un hilo de saliva entre ella y el pene.
—¿Estoy consiguiendo complacerte, amo? —África sonrió después de relamerse los labios y ver jadear sonrojado a Keiji.
—No creas que con… con hacerme correr te librarás de mí. —Keiji y África se miraron desafiantes. 
África lamio los testículos de Keiji, subió suavemente por el pene y apretó el glande con los labios, pero él sonrió y dio un puntapié a la ingle de África, haciendo que ella se inclinara y metiera más profundo el pene. África lo mantuvo unos segundos, lo sacó y empezó a lamer el agujero del glande al mismo tiempo que lo acariciaba con los dedos, cerró los ojos disfrutando del tacto de la carne de su amo, oyendo “África” entre gemidos y jadeos, notando como temblaban las piernas, como la agarraba del pelo, ella misma era el placer del amo.
—No podré…
África notó como Keiji se iba a correr así que apretó el glande con los labios, sintió como las fuertes palpitaciones, el caliente fluido que era disparado y chocaba con el paladar y la campanilla mientras oía los fuertes gemidos de Keiji. Al parar de correrse, África lo sacó manteniendo el semen de Keiji en su boca, se levantó y vio como él la miraba recuperando el aliento.
—Creo… que ahora viene la hora de besarse. —Keiji sonrió, se abrochó los pantalones y África intentó no sonreír mientras una gota caía de sus labios, fue a besarla pero ella tragó y abrió la boca. —¿Es esa tu vena brat? Ya pensaba que no la volverías a sacar.
—¿Qué vas a hacer entonces? —África sonrió, Keiji lamió la pequeña gota de sus comisuras, se puso detrás de ella, cogió la corbata del suelo y le ató los brazos a la espalda, bajó los bóxer y mordió la oreja derecha mientras le apretaba un poco el cuello con una mano, impidiendo que la oyeran gemir. 
—Castigarte, sabes que me gustan los besos blancos y haces que me enfade contigo. —Susurró en su oído con tono serio, intimidándola y sonrojándola a partes iguales. —Sería muy humillante que te oyeran gemir.
—No haces que me arrepienta… —África notó la respiración calmada de Keiji.
Keiji la llevó hasta la puerta y la empujó mirando a ella, fue a una de las mesitas de noche, cogiendo del cajón una bala vibradora y volvió.
—Haré que te arrepientas y pidas perdón. —Susurró haciéndola temblar.
Keiji encendió la bala vibradora, estuvo lamiendo su cuello mientras pasaba la bala desde el pecho hasta el vientre.
—No te pe-pediré que seas gentil… —África jadeaba y se ponía nerviosa, él besó el hombro izquierdo y lo mordió con fuerza. —¡Amo! Aah… 
Aquel fuerte gemido hizo sonrojar a las dos sirvientas que estaban al otro lado, África apoyó la cabeza en la puerta, jadeando rápido y avergonzada, sintiendo el torso sudoroso de Keiji presionando su cuerpo contra la puerta, sintió el bulto endurecido presionando sus nalgas y la bala bajando más hasta llegar hasta la base del pene. 
—Vale… lo siento… perdóneme… —África apretó los puños y tragó saliva. —Ten piedad… 
Aquellas palabras fueron escuchadas por las sirvientas pero no hicieron nada, tan solo sonrojarse aún más e imaginar la situación. Keiji no hizo ningún gesto, ninguna mueca, se mantuvo serio y en un instante le mordió la oreja, haciendo que volviera a gemir fuerte. 
—No te noto arrepentida. 
—Lo estoy… 
Keiji puso la bala cerca del glande, África gemía y se retorcía, colocó la otra mano en el seno derecho y jugó con el pezón haciendo círculos, lo apretó al mismo tiempo que jugaba con la oreja izquierda. 
—No… no puedo aguantar… 
—Será una vergüenza que la puerta se ensucie, que limpien tu corrida porque no has sido capaz de resistir al uso de tu amo. —África se avergonzó de oírle. —Se preguntarán al otro lado que cosas tan crueles te hice para pervertirte así. 
África no pudo resistir y empezó a liberar un pequeño líquido transparente que chocó con la puerta y caía por la bala, Keiji se separó, lamió la bala ante la mirada avergonzada de África y la liberó. 
—Eres malvado… —África le besó suavemente y se refugió en el pecho. —No volveré a portarme mal… 
—Lo sé, sino seré mas duro. —África asintió y Keiji le acarició el pelo sonriendo. 

viernes, 5 de junio de 2020

Los caminos a Eureka. Prologo.

(Era aún joven cuando la recogí, cayó del cielo en una capsula, vestía como una chica pero al baño parecía un chico y al despertar era una chica, la vi débil y aquel día me di cuenta que mi vista falló dos veces porque sus miedos e ira eran firmes […]) Diario anónimo.
Esta historia empieza en el 2020 terrestre, con una mujer humana llamada Eva, regresando a su casa en las montañas, a las afueras de la ciudad. De 1.80, piel morena, su cuerpo estaba tonificado pero le faltaba el brazo izquierdo, pelo largo hasta los omóplatos, ojos verdes, con una cicatriz en el lado derecho desde la frente hasta la mandíbula, nariz chata y rostro dulce. Estaba sentada en un Ford Fiesta rojo, al instante una bola de fuego que explotó a los minutos y chocó frente al coche, dejando un rastro tras de si y un cráter.
—¿¡Qué demonios?! —Eva gritó con voz femenina y tosca.
Salió y vio que era una nave, era tan grande como la casa, en forma triangular con una extensión de motor en la popa, era negra con la cabina translúcida y ocupando todo el morro. De la popa por debajo salió una rampa y de ella una persona adulta y una niña salieron.
La persona iba armada con un rifle francotirador que llevaba por la culata y no tenía mira, llevaba puesta una máscara blanca de ojos dorados brillantes, medía 1.90 metros, vestía con un traje negro similar al látex, el cual resaltaba una figura femenina, iba también con una coraza protegiendo el torso y lleno de fundas de cuchillos y munición, botas de metal, una capa negra con capucha, tenía dibujado el símbolo de una mariposa blanca y del lado izquierdo sobresalía el mango de una catana que mostraba un pomo de pinchos, el guardamanos partido y el mango con vendas blancas mal atadas.
La niña vestía con un peto negro y una camiseta verde, de 12 años, 1.20, era de piel oscura, pelo afro, ojos azules intensos, llevaba a la espalda una mochila azul y una espada curvada, cuya hoja era azulada y su mango fino y ennegrecido, sin guardamanos ni pomos.
Eva se arriesgó y cogió a la niña inconsciente con su único brazo para sacarla de ahí hasta la puerta del coche. 
—¿Qué hacías en un caza como ese? —Se levantó y vio a la criatura con una pistola blaster cada mano apuntándola y el rifle en la espalda. 
—Apártate de la niña… si quieres vivir. —La persona enmascarada habló con voz neutra y con sonido de la máscara de gas.
Eva le miró, el ojo derecho de la máscara brillaba pero el izquierdo fallaba y parpadeaba, sentía que aquella persona que la apuntaba dispararía pero solo quería proteger a la chica, la desesperación se palpaba con fuerza y aún así nunca vio armas tan raras hasta que recordó su época en Siria. 
—Toda tuya. —Eva se apartó, la persona se acercó pero la nave despegó entonces y ella aprovechó su distracción para quitarle una de las armas y tirarla al suelo.
—Un grave error por tu parte. —La criatura intentó coger la otra pistola pero Eva disparó al lado de la cabeza y le paró. 
—Cero trucos, no eres el primero. —Eva negó con la cabeza. —Ya me dijo que alguien como ella vendría. 
—¡No! —La chica se levantó y desenfundó la espada. 
—¡Estate quieta y baja esa maldita cosa, cría imbécil! —Gritó la persona. —Has dicho alguien como ella ¿Qué símbolo llevaba en la capa? 
—No eres tú quien hace las preguntas. 
—Por favor, es importante. —Eva dudó al oírle. —¿Era un cuervo, un lobo o una araña? 
—¡Usaré la espada!
—¡Cállate de una vez! No es asunto tuyo. —La criatura gritó aún más enfadada. 
—¿Mi respuesta puede satisfacer tu curiosidad? —Eva le dio la vuelta a la pistola y se la ofreció. 
—Eso es algo que diría ella. —La criatura cogió el arma y luego la otra y las enfundó. 
—Bien, aterrizar aquí ¿Por qué? —Eva habló con dureza. 
—Para encontrar a mi maestra… y devolverle esto. —Él sacó de uno de sus bolsillos una medalla redonda con cuatro puntas alargadas y Eva se sorprendió. —Quería que supiera que aunque ella se fuese, yo conseguí derribar al viejo imperio… salvar a los que quedan de los míos… pero ahora soy una de las Sombras imperiales
—¡¿Luchaste en la guerra civil?! —Preguntó la niña con emoción.
—No deberías emocionarte por una guerra civil. —Eva reprendió a la chica con la mirada.
—No fue como la pintan los demás, mucha gente murió, muchas purgas, murieron las cosas buenas de antes de los tiempos oscuros que acontecieron… ella se fue porque no quería ver como su hogar moría, no quería luchar para nadie y se convirtió en la última de los caballeros de Amurase. —Entonces Eva le ofreció la mano al oírla pero se levantó por su cuenta. —Una renegada y su reliquia de una época que ya no existe, me ha traído aquí pero no entiendo por qué, ni sé si sigue viva.
—Si sigue viva o no, no es algo a lo que pueda responder. —Le hizo un gesto y se fue al coche, él la siguió. —Sobre por qué habéis caído aquí sí puedo tener respuestas pero no sé si valdrán.
La criatura se quitó la mascara y la capucha, después la escafandra y era una chica humanoide joven, de piel fina y blanca, ojos verdes alargados, orejas peludas de pico, labios gruesos, nariz sin puente, y cejas verdes gruesas y cortas, pelo negro largo hasta la cintura y rapado por el lado derecho.
—Mi consejo es que subáis antes de que venga alguien. —Eva se sentó en el asiento del conductor y la observó. 
—¿A dónde vas? —Dijo la chica con voz masculina y tosca.
—A casa, ahí tendrás tus respuestas.
La joven le quitó la espada a la niña y la agarró de la mochila para meterla en la parte de atrás del coche, entonces se subió al asiento del copiloto.
Estuvo conduciendo durante unos minutos y miró a la joven. 
—Lora… Lorasiana, así os llamáis los aliens ¿No? 
—No todos somos lorasianos. 
—¿Tienes nombre? —Eva preguntó con respeto. 
—¿Eso importa? 
—Sí, importa. —Eva suspiró. 
—Arka. 
—Eva, la niña ¿También tiene nombre? ¿O la has secuestrado de sus padres? 
—La niña se coló en mi nave cuando estaba en una colonia solariana… humanos no terranos así que seguramente no los tenga. 
—¡Tengo nombre! 
—Dínoslo entonces. —Eva sonrió pero Arka estuvo molesta. 
—Selina y… —La niña miró por la ventana. —… Tengo padres. 
—Secuestrada entonces. —Eva se centró en conducir sin escucharlas. 
—¡No estoy secuestrada!
—No lo intentes, no le he sacado nada. —Arka puso los pies en el salpicadero. 
Circuló durante media hora y llegó a una pequeña casa de dos plantas, una puerta de madera y varias ventanas, Eva puso el freno de mano y se sintió incomoda.
—¿Qué pasa? —Preguntó la niña.
—Agacha la cabeza, hay alguien. —Arka habló pero Eva le quitó la pistola.
—Uno en el tejado otro en la puerta principal.
Eva salió, disparó a la puerta y salió un hombre muy delgado y encapuchado del tejado con una espada, se tiroy cayó de pie para correr hacia ella, le disparó al pecho pero Arka le disparó a la cabeza y cayó fulminado.
—Son los oüshans que nos persiguieron hasta aquí. —Le quitó la capucha y le mostró a Eva que los asesinos eran reptiles humanoides de piel de escamas doradas. —Su nave está cerca. 
Eva fue a la casa, entró y vio al otro muerto de un disparo en la cabeza y con una espada. Vio la casa destrozada, un marco roto con una foto de ella y otra mujer. 
—¿Dónde está? —Preguntó Selina pero Eva siguió caminando hasta un reloj de pared en el suelo.
—Muerta. —Eva sacó del reloj una medalla similar a la de Arka pero cuyas puntas eran más cortas. —Dáselo y no volváis a mi casa nunca más. 
Eva le dio la medalla y la pistola, subió las escaleras a la segunda planta y Selina se marchó. Arka volvió mientras surgía una explosión a lo lejos y la nave aterrizó frente a la casa. 
—Eva me ha dado esto. —Arka cogió de Selina la pistola y la enfundó, cogió la medalla y la juntó con la otra hasta formar una estrella de ocho puntas irregular. —¿Qué es? 
—Un disco sombra, así se localiza a sombras y caballeros. —La rampa bajó y Arka subió junto a Selina.
—No la encontrarás a ella. —Eva y Arka se miraron. —Te llevará a cualquier sitio menos a ella.
—¿Y tú por qué lo sabes? —Arka se llevó las manos a la espalda donde estaban las pistolas. 
—Porque la mujer que conozco no quiere ser encontrada, tu supuesta maestra no te llevará a ella sino a una trampa. —Eva subió la rampa hasta entrar a la nave. —Soy la única que puede llevarte a ella. 

jueves, 4 de junio de 2020

Los labios que me aprisionan. Capítulo 6.

Era 10 de Diciembre, eran las 12 de la mañana, Keiji entraba a su despacho vestido con un traje gris, corbata negra y zapatos de cuero, su pelo estaba en una trenza con un lazo rosa. Keiji se quitó la chaqueta, la puso en la silla, y se sentó.
—Odio los viajes. —Se relajó y puso los pies en la mesa para dormir.
Se miró en el reflejo del monitor, recordando su infancia con África y como eran, recordando las tardes en la playa con ella y recordó un día en concreto.
Tenía 12 años y su pelo era castaño y corto, estaba en un bañador azul de niño y con chanclas. Caminaba por una playa vacía en la que solo había gente a lo lejos, tras él había una carretera que subía una pendiente y daba a dos edificios. Se fue acercando a la orilla lentamente mientras presenciaba la claridad del agua, remojó los pies en el agua y sonrió pero otro chico llegó al agua corriendo hasta tener el agua por el ombligo. Era África, más alta que Keiji, con bañador negro de chico, pelo oscuro, ojos marrones y rostro adorable.
—¿Por qué eres tan bestia? —Keiji se enfadó mientras África se reía. —No sé cómo puedes meterte y no tener frío.
—¡Kei! —África le salpicó agua riéndose y Keiji temblaba de frío. —¡No seas débil!
—Te odio, Adrien ¡No soy débil!
Keiji se metió en el agua y se empezaron a salpicar, África salió corriendo del agua pero Keiji la atrapó cayendo ambos al suelo, Keiji estaba encima suya agarrándola de las muñecas y ambos se sonrieron.
—¿Quién es el débil ahora?
—Sigues siéndolo porque podrías haberme besado. —África le miró desafiante y sonriendo, haciendo que Keiji se pusiera rojo, le soltase para sentarse en la orilla abrazando a las rodillas y ocultar su rostro en ellas. —¿Qué?
—Nada. —Keiji oía a África caminar y sentarse.
—¿Te ha sentado mal? —África le miró y Keiji le observó de reojo.
—Un poco, beso fatal.
—Yo creo que no, nunca me ha besado nadie, excepto tú, así que no puedo saberlo pero me gusta. —África se sentó de rodillas y sonrió.
—¡Cállate!
África se empezó a reír y se relajó, Keiji le miraba feliz y eso le hacía latir su corazón más rápido.
—¿Qué crees que pasará…? —Keiji le miró sonrojado.
—¿Eh?
—Yo… ¿Qué crees que serás de mayor?
—Policía o algo así ¿Por?
—Hablaba de nosotros ¿Crees que estaremos juntos?
—Claro que sí, molaría ser tu novio.
—Ya eres mi novio… —África sonrió y se sonrojó al oírle. —… y yo soy el tuyo.
—Pasarnos el día jugando a la play, como novios.
—¿No te gustaría casarte?
—¡No! ¡Odio las bodas! Siempre hay que vestir ropa que pica, es una mierda. —África se levantó mientras Keiji se reía.
—Siempre puedes llevar un vestido. —Keiji se reía a carcajada fuerte pero África le miró enfadado.
—No soy una chica, además, los vestidos dan asco.
—Pues a mí sí me gustaría casarme pero mi padre dice que debe ser cuando esté listo, que por el bien de nuestra familia debe ser una mujer. —Keiji se puso triste y África le siguió.
—¿Y si no es tu familia? Vives libre siendo adulto y formas la tuya, podrás casarte con quien quieras… conmigo si quieres.
—Es mi mayor deseo, un deseo en el que quiero que puedas estar pero debo hacer lo correcto por mis padres, lo siento Adrien.
Keiji despertó y se dio cuenta que su chaqueta estaba abrigando su cuerpo, vio a África al otro lado de la mesa escribiendo en un portátil y se sonrojó. Vestía un vestido azul con estampado de flores y zapatos cómodos blancos, y se dio cuenta que su pelo era más largo.
—¿Cuánto…?
—Una hora.
—Se me… olvidó llamar. —Keiji habló mientras se levantaba y África le miraba.
—Tranquilo, estabas muy cansado así que vine a cuidarte.
—¿Qué estás…?
—La auditoría sobre la sede del grupo Gyeong en la ciudad, imaginé que no la encargaste.
—Mierda… gracias. —Keiji sonrió y África siguió trabajando. —Siento haber estado tanto tiempo fuera, te lo compensaré.
—No hace falta Kei.
—Te invito a comer aunque sea. —Keiji dejó la chaqueta en la silla pero África siguió trabajando. —¿No te apetece que comamos y eso?
—No puedo, quiero tener el informe listo.
—Oh, está bien. —Keiji se sentó en la mesa, estando al lado de ella. —He soñado contigo.
—Seguro que algo muy sexual. —África soltó una carcajada.
—No, bueno, ni siquiera era un sueño creo, solo era un recuerdo de niños. —Keiji llamó la atención de África sin darse cuenta, la miró y reflexionó durante unos minutos. —¿Cómo te gustaría casarte?
—¡¿Q-Qué?! ¡¿A qué viene ese cambio?! —África se sonrojó y sorprendió pero Keiji parecía inmutable.
—Olvídalo, es una tontería.
Keiji se marchó y salió del despacho, se apoyó en la puerta y suspiró mientras soltaba una lágrima. Pensaba en lo encerrado que estaba siendo un niño y en la forma en la que hacía daño a África por aquel entonces, sabía que no podría haber hecho nada pero sintió que había hecho mucho daño, se preguntaba el por qué de no haberla buscado cuando se libró del control de su padre y eso le carcomía por dentro.
Keiji se fue entonces, África seguía trabajando en el despacho pero no podía concentrarse, se imaginaba a Keiji arrodillado y ofreciéndole un anillo, pidiendo su mano y susurrando que deseaba hacerle el amor durante el resto de su vida.
—¡No! ¡Ni de coña! —África se puso roja y se vio a si misma en el reflejo, fantaseaba con la idea de que Keiji estuviera detrás de ella, susurrando que era su esposa, su esclava, y que haría que solo pensase en él. —Te odio Kei… te odio muchísimo… no debiste preguntar eso.
—¿El que? —África oyó la voz de James y se puso nerviosa.
—¿Eh? Nada, cosas mías.
James había entrado vestido con traje negro y corbata azul, zapatos de cuero negros, y su pelo estaba suelto.
—¿Esa es la auditoría? —James se acercó y África se lo enseñó.
—James, Keiji quiere pedirme matrimonio.
—¡¿Te ha hecho la gran pregunta?!
—¡Por dios! ¡Claro que no! —África se puso roja y nerviosa. —Me preguntó que como quería casarme pero se fue decepcionado.
—Ai dios ¿Quieres que le pregunte?
Keiji estaba en la calle, sentado en un banco, pensando en África sin parar y si estar con ella era correcto, se sentía inseguro de si ella estaba enfadada o molesta con él.
—No creo que sea adecuado para ella. —Keiji suspiró y sacó el móvil, miraba fotos de África y le hacía llorar.
—¿De quién hablas?
Keiji se giró y vio a Nora, vistiendo con una falda negra ejecutiva, camisa blanca, medias negras y tacones. Ella se sentó a su lado y le miró.
—Nunca te he visto llorar ¿Es por esa chica? —Nora le acarició y él solo asintió. —¿Qué te ha hecho?
—Nada, soy yo… yo le hice daño, pensé en aquel día pero ¿Y los demás?
—¿Qué hiciste? —Dijo Nora pero Keiji no se atrevía a mirarla mientras lloraba sin parar.
—Quitarle toda esperanza, sé que éramos niños… sé… que ella quería estar conmigo, que la hacía sentir que importaba… y yo solo… me aprovechaba. —Keiji sacó un pañuelo de un bolsillo del pantalón para secarse las lágrimas. —Nunca quise buscarla, me olvidé de ella… cuando hice lo que ella me dijo una vez, era libre y la olvidé ¿Y para que?
—Tú lo has dicho, erais niños.
—Pero podría… podría haber evitado lo de su ex, podría haberle dado un futuro y en cambio estaba luchando sola sufriendo ¿Y yo? Viviendo mi vida como si ella no hubiese valido nada. —Keiji arrojó el pañuelo y se levantó. —Sigo igual, me sigo aprovechando de ella, sigo pensando en mi felicidad pero no en la de ella.
—¿Eso crees? ¿O son tus miedos los que hablan por ti?
—Quizás mis miedos, pero es difícil quitarles la razón.
Mientras África estaba sola en el despacho de Keiji, se sentó en la mesa dejando una carpeta llena de papeles. Una mujer entró, de 24 años, medía 1.95, era de piel pálida y fina, de rasgos coreanos, un ojo de iris blanco y otro azul, pelo blanco y largo hasta las caderas, era delgada y de cuerpo tonificado, vestía con botines de cuero, un pantalón de traje, camisa celeste y llevaba escote.
—¿Disculpe? —África preguntó pero la mujer cerró la puerta.
—Disculpada, pensaba que estaba Himura. —Habló con voz firme y grave. —Teníamos reunión ahora.
—¿Reunión? Ah, la auditoría. —África buscó la carpeta y la cogió. —Aquí está, no le gustará leerlo.
—Yo decidiré si me gusta, no eres nadie para decidir eso. —La mujer cogió la carpeta con desprecio.
—En realidad sí, hice la auditoría y en secreto pero se le pasó a Kei… el señor Himura. —Las palabras de África llamaron la atención de la mujer. —Así que debe ser amiga suya.
—No es asunto tuyo ¿Y por qué lo llamaste Kei?
—Pues… porque es mi pareja. —La mujer se empezó a reír. —Es verdad.
—Himura nunca ha sido…
—… De parejas. —Ambas hablaron a la vez.
—Lo sé y le soy sincera, no se como he llegado a ser su novia ni como es que le gusto, él también me gusta y me gusta ayudarle, incluso si es a un amigo.
—¿Incluso si es a Hye Gyeong? ¿A mí?
—Oh mierda… no quería faltar el respeto, lo siento.
—Ya conoces tu lugar entonces, es admirable tu lealtad a él… la mascota del príncipe de Asia.
—¡No soy su mascota! —Gritó África enfadada.
—Siempre buscando su aprobación, su placer, siempre obediente a cualquier deseo pero solo a él. —Hye se acercó a una África avergonzada y jadeante y acercó sus labios al oído derecho para susurrar. —Siempre leal y dispuesta para cuidarle y protegerle como un perro a su amo, cuyo cuerpo vibra al verle como si moviera la cola, acercándose para saludar y buscar sus caricias.
—Cállate…
—Sé que le gusta dominar, que le gusta la disciplina y la obediencia, ambos compartimos gustos y entendemos nuestro rol ¿Sabes que clase de sumisa me gusta?
—No… —África se sonrojó imaginando.
—Las orgullosas, brats que buscan mis límites y a las que arrebatar su orgullo ¿Y lo bien que lo pasaríamos tú y yo si Himura te cediera?
—Te mordería sin parar… Kei es el único que puede controlarme…
—¿Y si él te ordenara ser fiel a mí y obedecerme?
—No te aceptaría, no te conozco.
—Eso me gusta, una sumisa de verdad. —Hye se apartó y se sentó al lado de África. —Ya era hora de que Keiji encontrara a alguien como tú.
Keiji entró de repente y las vio a ambas sentadas, entraron también Nora y James, y los tres se sorprendieron.
—Siento la tardanza. —Keiji sonrió y Hye también.
—No te disculpes, tu amante me ha entretenido mucho sobre vosotros. —Hye miró a África y ella se avergonzó.
—Y-Yo… debo irme. —África se bajó de la mesa y se marchó de la habitación.
—¿Empezamos? —Keiji habló y se sentó en su silla.
Pasaron las horas hasta las 6, África estaba llegando al edificio de apartamentos, cogió el teléfono y empezó a llamar.
—Marie, quería llamarte para saber que tal ibas. —África habló en tono alegre.
—Eh ¿Y no me das las gracias? Puedo notar que lo has conseguido.
—Gracias, creo que sí, te has jugado el cuello por mí y no sé como agradecerte.
—Presentándome a algún amigo de tu novio, o alguna amiga, como quieras.
África soltó una carcajada mientras una sombra se acercaba a ella. Habían pasado dos horas, Keiji estaba en el despacho, se quitaba la corbata a la vez que se relajaba sentado en su silla.
—Necesito un descanso de tantas reuniones… debería recompensar a África por su trabajo. —Keiji miró al techo, imaginó a África con un vestido de boda. —Mi esposa… es demasiado rápido…
James entró apresurado y muy cansado. Keiji le miró con indiferencia y dejó la corbata en la mesa.
—¿Pasa algo?
—África… está en urgencias… alguien le ha… —Keiji se alarmó al oír a James, se levantó bruscamente y se fue a la puerta.
—Llévame, ahora.