viernes, 5 de junio de 2020

Los caminos a Eureka. Prologo.

(Era aún joven cuando la recogí, cayó del cielo en una capsula, vestía como una chica pero al baño parecía un chico y al despertar era una chica, la vi débil y aquel día me di cuenta que mi vista falló dos veces porque sus miedos e ira eran firmes […]) Diario anónimo.
Esta historia empieza en el 2020 terrestre, con una mujer humana llamada Eva, regresando a su casa en las montañas, a las afueras de la ciudad. De 1.80, piel morena, su cuerpo estaba tonificado pero le faltaba el brazo izquierdo, pelo largo hasta los omóplatos, ojos verdes, con una cicatriz en el lado derecho desde la frente hasta la mandíbula, nariz chata y rostro dulce. Estaba sentada en un Ford Fiesta rojo, al instante una bola de fuego que explotó a los minutos y chocó frente al coche, dejando un rastro tras de si y un cráter.
—¿¡Qué demonios?! —Eva gritó con voz femenina y tosca.
Salió y vio que era una nave, era tan grande como la casa, en forma triangular con una extensión de motor en la popa, era negra con la cabina translúcida y ocupando todo el morro. De la popa por debajo salió una rampa y de ella una persona adulta y una niña salieron.
La persona iba armada con un rifle francotirador que llevaba por la culata y no tenía mira, llevaba puesta una máscara blanca de ojos dorados brillantes, medía 1.90 metros, vestía con un traje negro similar al látex, el cual resaltaba una figura femenina, iba también con una coraza protegiendo el torso y lleno de fundas de cuchillos y munición, botas de metal, una capa negra con capucha, tenía dibujado el símbolo de una mariposa blanca y del lado izquierdo sobresalía el mango de una catana que mostraba un pomo de pinchos, el guardamanos partido y el mango con vendas blancas mal atadas.
La niña vestía con un peto negro y una camiseta verde, de 12 años, 1.20, era de piel oscura, pelo afro, ojos azules intensos, llevaba a la espalda una mochila azul y una espada curvada, cuya hoja era azulada y su mango fino y ennegrecido, sin guardamanos ni pomos.
Eva se arriesgó y cogió a la niña inconsciente con su único brazo para sacarla de ahí hasta la puerta del coche. 
—¿Qué hacías en un caza como ese? —Se levantó y vio a la criatura con una pistola blaster cada mano apuntándola y el rifle en la espalda. 
—Apártate de la niña… si quieres vivir. —La persona enmascarada habló con voz neutra y con sonido de la máscara de gas.
Eva le miró, el ojo derecho de la máscara brillaba pero el izquierdo fallaba y parpadeaba, sentía que aquella persona que la apuntaba dispararía pero solo quería proteger a la chica, la desesperación se palpaba con fuerza y aún así nunca vio armas tan raras hasta que recordó su época en Siria. 
—Toda tuya. —Eva se apartó, la persona se acercó pero la nave despegó entonces y ella aprovechó su distracción para quitarle una de las armas y tirarla al suelo.
—Un grave error por tu parte. —La criatura intentó coger la otra pistola pero Eva disparó al lado de la cabeza y le paró. 
—Cero trucos, no eres el primero. —Eva negó con la cabeza. —Ya me dijo que alguien como ella vendría. 
—¡No! —La chica se levantó y desenfundó la espada. 
—¡Estate quieta y baja esa maldita cosa, cría imbécil! —Gritó la persona. —Has dicho alguien como ella ¿Qué símbolo llevaba en la capa? 
—No eres tú quien hace las preguntas. 
—Por favor, es importante. —Eva dudó al oírle. —¿Era un cuervo, un lobo o una araña? 
—¡Usaré la espada!
—¡Cállate de una vez! No es asunto tuyo. —La criatura gritó aún más enfadada. 
—¿Mi respuesta puede satisfacer tu curiosidad? —Eva le dio la vuelta a la pistola y se la ofreció. 
—Eso es algo que diría ella. —La criatura cogió el arma y luego la otra y las enfundó. 
—Bien, aterrizar aquí ¿Por qué? —Eva habló con dureza. 
—Para encontrar a mi maestra… y devolverle esto. —Él sacó de uno de sus bolsillos una medalla redonda con cuatro puntas alargadas y Eva se sorprendió. —Quería que supiera que aunque ella se fuese, yo conseguí derribar al viejo imperio… salvar a los que quedan de los míos… pero ahora soy una de las Sombras imperiales
—¡¿Luchaste en la guerra civil?! —Preguntó la niña con emoción.
—No deberías emocionarte por una guerra civil. —Eva reprendió a la chica con la mirada.
—No fue como la pintan los demás, mucha gente murió, muchas purgas, murieron las cosas buenas de antes de los tiempos oscuros que acontecieron… ella se fue porque no quería ver como su hogar moría, no quería luchar para nadie y se convirtió en la última de los caballeros de Amurase. —Entonces Eva le ofreció la mano al oírla pero se levantó por su cuenta. —Una renegada y su reliquia de una época que ya no existe, me ha traído aquí pero no entiendo por qué, ni sé si sigue viva.
—Si sigue viva o no, no es algo a lo que pueda responder. —Le hizo un gesto y se fue al coche, él la siguió. —Sobre por qué habéis caído aquí sí puedo tener respuestas pero no sé si valdrán.
La criatura se quitó la mascara y la capucha, después la escafandra y era una chica humanoide joven, de piel fina y blanca, ojos verdes alargados, orejas peludas de pico, labios gruesos, nariz sin puente, y cejas verdes gruesas y cortas, pelo negro largo hasta la cintura y rapado por el lado derecho.
—Mi consejo es que subáis antes de que venga alguien. —Eva se sentó en el asiento del conductor y la observó. 
—¿A dónde vas? —Dijo la chica con voz masculina y tosca.
—A casa, ahí tendrás tus respuestas.
La joven le quitó la espada a la niña y la agarró de la mochila para meterla en la parte de atrás del coche, entonces se subió al asiento del copiloto.
Estuvo conduciendo durante unos minutos y miró a la joven. 
—Lora… Lorasiana, así os llamáis los aliens ¿No? 
—No todos somos lorasianos. 
—¿Tienes nombre? —Eva preguntó con respeto. 
—¿Eso importa? 
—Sí, importa. —Eva suspiró. 
—Arka. 
—Eva, la niña ¿También tiene nombre? ¿O la has secuestrado de sus padres? 
—La niña se coló en mi nave cuando estaba en una colonia solariana… humanos no terranos así que seguramente no los tenga. 
—¡Tengo nombre! 
—Dínoslo entonces. —Eva sonrió pero Arka estuvo molesta. 
—Selina y… —La niña miró por la ventana. —… Tengo padres. 
—Secuestrada entonces. —Eva se centró en conducir sin escucharlas. 
—¡No estoy secuestrada!
—No lo intentes, no le he sacado nada. —Arka puso los pies en el salpicadero. 
Circuló durante media hora y llegó a una pequeña casa de dos plantas, una puerta de madera y varias ventanas, Eva puso el freno de mano y se sintió incomoda.
—¿Qué pasa? —Preguntó la niña.
—Agacha la cabeza, hay alguien. —Arka habló pero Eva le quitó la pistola.
—Uno en el tejado otro en la puerta principal.
Eva salió, disparó a la puerta y salió un hombre muy delgado y encapuchado del tejado con una espada, se tiroy cayó de pie para correr hacia ella, le disparó al pecho pero Arka le disparó a la cabeza y cayó fulminado.
—Son los oüshans que nos persiguieron hasta aquí. —Le quitó la capucha y le mostró a Eva que los asesinos eran reptiles humanoides de piel de escamas doradas. —Su nave está cerca. 
Eva fue a la casa, entró y vio al otro muerto de un disparo en la cabeza y con una espada. Vio la casa destrozada, un marco roto con una foto de ella y otra mujer. 
—¿Dónde está? —Preguntó Selina pero Eva siguió caminando hasta un reloj de pared en el suelo.
—Muerta. —Eva sacó del reloj una medalla similar a la de Arka pero cuyas puntas eran más cortas. —Dáselo y no volváis a mi casa nunca más. 
Eva le dio la medalla y la pistola, subió las escaleras a la segunda planta y Selina se marchó. Arka volvió mientras surgía una explosión a lo lejos y la nave aterrizó frente a la casa. 
—Eva me ha dado esto. —Arka cogió de Selina la pistola y la enfundó, cogió la medalla y la juntó con la otra hasta formar una estrella de ocho puntas irregular. —¿Qué es? 
—Un disco sombra, así se localiza a sombras y caballeros. —La rampa bajó y Arka subió junto a Selina.
—No la encontrarás a ella. —Eva y Arka se miraron. —Te llevará a cualquier sitio menos a ella.
—¿Y tú por qué lo sabes? —Arka se llevó las manos a la espalda donde estaban las pistolas. 
—Porque la mujer que conozco no quiere ser encontrada, tu supuesta maestra no te llevará a ella sino a una trampa. —Eva subió la rampa hasta entrar a la nave. —Soy la única que puede llevarte a ella. 

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