jueves, 4 de junio de 2020

Los labios que me aprisionan. Capítulo 6.

Era 10 de Diciembre, eran las 12 de la mañana, Keiji entraba a su despacho vestido con un traje gris, corbata negra y zapatos de cuero, su pelo estaba en una trenza con un lazo rosa. Keiji se quitó la chaqueta, la puso en la silla, y se sentó.
—Odio los viajes. —Se relajó y puso los pies en la mesa para dormir.
Se miró en el reflejo del monitor, recordando su infancia con África y como eran, recordando las tardes en la playa con ella y recordó un día en concreto.
Tenía 12 años y su pelo era castaño y corto, estaba en un bañador azul de niño y con chanclas. Caminaba por una playa vacía en la que solo había gente a lo lejos, tras él había una carretera que subía una pendiente y daba a dos edificios. Se fue acercando a la orilla lentamente mientras presenciaba la claridad del agua, remojó los pies en el agua y sonrió pero otro chico llegó al agua corriendo hasta tener el agua por el ombligo. Era África, más alta que Keiji, con bañador negro de chico, pelo oscuro, ojos marrones y rostro adorable.
—¿Por qué eres tan bestia? —Keiji se enfadó mientras África se reía. —No sé cómo puedes meterte y no tener frío.
—¡Kei! —África le salpicó agua riéndose y Keiji temblaba de frío. —¡No seas débil!
—Te odio, Adrien ¡No soy débil!
Keiji se metió en el agua y se empezaron a salpicar, África salió corriendo del agua pero Keiji la atrapó cayendo ambos al suelo, Keiji estaba encima suya agarrándola de las muñecas y ambos se sonrieron.
—¿Quién es el débil ahora?
—Sigues siéndolo porque podrías haberme besado. —África le miró desafiante y sonriendo, haciendo que Keiji se pusiera rojo, le soltase para sentarse en la orilla abrazando a las rodillas y ocultar su rostro en ellas. —¿Qué?
—Nada. —Keiji oía a África caminar y sentarse.
—¿Te ha sentado mal? —África le miró y Keiji le observó de reojo.
—Un poco, beso fatal.
—Yo creo que no, nunca me ha besado nadie, excepto tú, así que no puedo saberlo pero me gusta. —África se sentó de rodillas y sonrió.
—¡Cállate!
África se empezó a reír y se relajó, Keiji le miraba feliz y eso le hacía latir su corazón más rápido.
—¿Qué crees que pasará…? —Keiji le miró sonrojado.
—¿Eh?
—Yo… ¿Qué crees que serás de mayor?
—Policía o algo así ¿Por?
—Hablaba de nosotros ¿Crees que estaremos juntos?
—Claro que sí, molaría ser tu novio.
—Ya eres mi novio… —África sonrió y se sonrojó al oírle. —… y yo soy el tuyo.
—Pasarnos el día jugando a la play, como novios.
—¿No te gustaría casarte?
—¡No! ¡Odio las bodas! Siempre hay que vestir ropa que pica, es una mierda. —África se levantó mientras Keiji se reía.
—Siempre puedes llevar un vestido. —Keiji se reía a carcajada fuerte pero África le miró enfadado.
—No soy una chica, además, los vestidos dan asco.
—Pues a mí sí me gustaría casarme pero mi padre dice que debe ser cuando esté listo, que por el bien de nuestra familia debe ser una mujer. —Keiji se puso triste y África le siguió.
—¿Y si no es tu familia? Vives libre siendo adulto y formas la tuya, podrás casarte con quien quieras… conmigo si quieres.
—Es mi mayor deseo, un deseo en el que quiero que puedas estar pero debo hacer lo correcto por mis padres, lo siento Adrien.
Keiji despertó y se dio cuenta que su chaqueta estaba abrigando su cuerpo, vio a África al otro lado de la mesa escribiendo en un portátil y se sonrojó. Vestía un vestido azul con estampado de flores y zapatos cómodos blancos, y se dio cuenta que su pelo era más largo.
—¿Cuánto…?
—Una hora.
—Se me… olvidó llamar. —Keiji habló mientras se levantaba y África le miraba.
—Tranquilo, estabas muy cansado así que vine a cuidarte.
—¿Qué estás…?
—La auditoría sobre la sede del grupo Gyeong en la ciudad, imaginé que no la encargaste.
—Mierda… gracias. —Keiji sonrió y África siguió trabajando. —Siento haber estado tanto tiempo fuera, te lo compensaré.
—No hace falta Kei.
—Te invito a comer aunque sea. —Keiji dejó la chaqueta en la silla pero África siguió trabajando. —¿No te apetece que comamos y eso?
—No puedo, quiero tener el informe listo.
—Oh, está bien. —Keiji se sentó en la mesa, estando al lado de ella. —He soñado contigo.
—Seguro que algo muy sexual. —África soltó una carcajada.
—No, bueno, ni siquiera era un sueño creo, solo era un recuerdo de niños. —Keiji llamó la atención de África sin darse cuenta, la miró y reflexionó durante unos minutos. —¿Cómo te gustaría casarte?
—¡¿Q-Qué?! ¡¿A qué viene ese cambio?! —África se sonrojó y sorprendió pero Keiji parecía inmutable.
—Olvídalo, es una tontería.
Keiji se marchó y salió del despacho, se apoyó en la puerta y suspiró mientras soltaba una lágrima. Pensaba en lo encerrado que estaba siendo un niño y en la forma en la que hacía daño a África por aquel entonces, sabía que no podría haber hecho nada pero sintió que había hecho mucho daño, se preguntaba el por qué de no haberla buscado cuando se libró del control de su padre y eso le carcomía por dentro.
Keiji se fue entonces, África seguía trabajando en el despacho pero no podía concentrarse, se imaginaba a Keiji arrodillado y ofreciéndole un anillo, pidiendo su mano y susurrando que deseaba hacerle el amor durante el resto de su vida.
—¡No! ¡Ni de coña! —África se puso roja y se vio a si misma en el reflejo, fantaseaba con la idea de que Keiji estuviera detrás de ella, susurrando que era su esposa, su esclava, y que haría que solo pensase en él. —Te odio Kei… te odio muchísimo… no debiste preguntar eso.
—¿El que? —África oyó la voz de James y se puso nerviosa.
—¿Eh? Nada, cosas mías.
James había entrado vestido con traje negro y corbata azul, zapatos de cuero negros, y su pelo estaba suelto.
—¿Esa es la auditoría? —James se acercó y África se lo enseñó.
—James, Keiji quiere pedirme matrimonio.
—¡¿Te ha hecho la gran pregunta?!
—¡Por dios! ¡Claro que no! —África se puso roja y nerviosa. —Me preguntó que como quería casarme pero se fue decepcionado.
—Ai dios ¿Quieres que le pregunte?
Keiji estaba en la calle, sentado en un banco, pensando en África sin parar y si estar con ella era correcto, se sentía inseguro de si ella estaba enfadada o molesta con él.
—No creo que sea adecuado para ella. —Keiji suspiró y sacó el móvil, miraba fotos de África y le hacía llorar.
—¿De quién hablas?
Keiji se giró y vio a Nora, vistiendo con una falda negra ejecutiva, camisa blanca, medias negras y tacones. Ella se sentó a su lado y le miró.
—Nunca te he visto llorar ¿Es por esa chica? —Nora le acarició y él solo asintió. —¿Qué te ha hecho?
—Nada, soy yo… yo le hice daño, pensé en aquel día pero ¿Y los demás?
—¿Qué hiciste? —Dijo Nora pero Keiji no se atrevía a mirarla mientras lloraba sin parar.
—Quitarle toda esperanza, sé que éramos niños… sé… que ella quería estar conmigo, que la hacía sentir que importaba… y yo solo… me aprovechaba. —Keiji sacó un pañuelo de un bolsillo del pantalón para secarse las lágrimas. —Nunca quise buscarla, me olvidé de ella… cuando hice lo que ella me dijo una vez, era libre y la olvidé ¿Y para que?
—Tú lo has dicho, erais niños.
—Pero podría… podría haber evitado lo de su ex, podría haberle dado un futuro y en cambio estaba luchando sola sufriendo ¿Y yo? Viviendo mi vida como si ella no hubiese valido nada. —Keiji arrojó el pañuelo y se levantó. —Sigo igual, me sigo aprovechando de ella, sigo pensando en mi felicidad pero no en la de ella.
—¿Eso crees? ¿O son tus miedos los que hablan por ti?
—Quizás mis miedos, pero es difícil quitarles la razón.
Mientras África estaba sola en el despacho de Keiji, se sentó en la mesa dejando una carpeta llena de papeles. Una mujer entró, de 24 años, medía 1.95, era de piel pálida y fina, de rasgos coreanos, un ojo de iris blanco y otro azul, pelo blanco y largo hasta las caderas, era delgada y de cuerpo tonificado, vestía con botines de cuero, un pantalón de traje, camisa celeste y llevaba escote.
—¿Disculpe? —África preguntó pero la mujer cerró la puerta.
—Disculpada, pensaba que estaba Himura. —Habló con voz firme y grave. —Teníamos reunión ahora.
—¿Reunión? Ah, la auditoría. —África buscó la carpeta y la cogió. —Aquí está, no le gustará leerlo.
—Yo decidiré si me gusta, no eres nadie para decidir eso. —La mujer cogió la carpeta con desprecio.
—En realidad sí, hice la auditoría y en secreto pero se le pasó a Kei… el señor Himura. —Las palabras de África llamaron la atención de la mujer. —Así que debe ser amiga suya.
—No es asunto tuyo ¿Y por qué lo llamaste Kei?
—Pues… porque es mi pareja. —La mujer se empezó a reír. —Es verdad.
—Himura nunca ha sido…
—… De parejas. —Ambas hablaron a la vez.
—Lo sé y le soy sincera, no se como he llegado a ser su novia ni como es que le gusto, él también me gusta y me gusta ayudarle, incluso si es a un amigo.
—¿Incluso si es a Hye Gyeong? ¿A mí?
—Oh mierda… no quería faltar el respeto, lo siento.
—Ya conoces tu lugar entonces, es admirable tu lealtad a él… la mascota del príncipe de Asia.
—¡No soy su mascota! —Gritó África enfadada.
—Siempre buscando su aprobación, su placer, siempre obediente a cualquier deseo pero solo a él. —Hye se acercó a una África avergonzada y jadeante y acercó sus labios al oído derecho para susurrar. —Siempre leal y dispuesta para cuidarle y protegerle como un perro a su amo, cuyo cuerpo vibra al verle como si moviera la cola, acercándose para saludar y buscar sus caricias.
—Cállate…
—Sé que le gusta dominar, que le gusta la disciplina y la obediencia, ambos compartimos gustos y entendemos nuestro rol ¿Sabes que clase de sumisa me gusta?
—No… —África se sonrojó imaginando.
—Las orgullosas, brats que buscan mis límites y a las que arrebatar su orgullo ¿Y lo bien que lo pasaríamos tú y yo si Himura te cediera?
—Te mordería sin parar… Kei es el único que puede controlarme…
—¿Y si él te ordenara ser fiel a mí y obedecerme?
—No te aceptaría, no te conozco.
—Eso me gusta, una sumisa de verdad. —Hye se apartó y se sentó al lado de África. —Ya era hora de que Keiji encontrara a alguien como tú.
Keiji entró de repente y las vio a ambas sentadas, entraron también Nora y James, y los tres se sorprendieron.
—Siento la tardanza. —Keiji sonrió y Hye también.
—No te disculpes, tu amante me ha entretenido mucho sobre vosotros. —Hye miró a África y ella se avergonzó.
—Y-Yo… debo irme. —África se bajó de la mesa y se marchó de la habitación.
—¿Empezamos? —Keiji habló y se sentó en su silla.
Pasaron las horas hasta las 6, África estaba llegando al edificio de apartamentos, cogió el teléfono y empezó a llamar.
—Marie, quería llamarte para saber que tal ibas. —África habló en tono alegre.
—Eh ¿Y no me das las gracias? Puedo notar que lo has conseguido.
—Gracias, creo que sí, te has jugado el cuello por mí y no sé como agradecerte.
—Presentándome a algún amigo de tu novio, o alguna amiga, como quieras.
África soltó una carcajada mientras una sombra se acercaba a ella. Habían pasado dos horas, Keiji estaba en el despacho, se quitaba la corbata a la vez que se relajaba sentado en su silla.
—Necesito un descanso de tantas reuniones… debería recompensar a África por su trabajo. —Keiji miró al techo, imaginó a África con un vestido de boda. —Mi esposa… es demasiado rápido…
James entró apresurado y muy cansado. Keiji le miró con indiferencia y dejó la corbata en la mesa.
—¿Pasa algo?
—África… está en urgencias… alguien le ha… —Keiji se alarmó al oír a James, se levantó bruscamente y se fue a la puerta.
—Llévame, ahora.

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