Era 20 de diciembre, las 11 AM en Tokio y era un día nublado. Keiji se encontraba en el helipuerto del tejado de un edificio, observando la ciudad bañada por la nieve. Tenía su pelo en una trenza con un lazo negro y flequillo, vestía con un traje gris con camisa blanca, con chaleco negro y corbata negra, mocasines marrones y un pañuelo azul en el bolsillo de la chaqueta.
Fumaba y su mirada era vacía, la tristeza que le invadía era demasiado profunda, tan solo tenía en su cabeza la imagen de África magullada y destrozada, los moratones, la venda en el ojo derecho, el catéter conectado a su brazo… su cuerpo inconsciente, la culpa le pesaba con solo pensar en ella.
Un helicóptero aterrizó tras él pero no se inmutó, tiró el cigarrillo al vacío y fue al vehículo, se subió y se sentó en uno de los cuatro asientos, mirando a la cabina, y despegó.
—Hoy no hace un buen día. —Keiji notó el móvil vibrar y lo cogió. —Lo que tengas que decir ahórratelo.
—No, ya me he hartado. —Gritó Nora. —Me has estado evitando, a mí y a James, a la junta incluso, no te presentas a las reuniones siquiera ¿Qué crees que voy a decir?
—Que hice todo mal, vas a echarme la bronca y no es necesario, soy responsable de mis actos.
—Tus actos, el de dar una paliza al ex de tu novia hasta dejarlo encamado, medio ciego y sin posibilidad de volver andar si no tiene suerte, no hablemos ya de correr.
—Mejor, así será más fácil si vuelve. —Keiji sonrió y miró a la ventana. —Le prometí algo y lo cumplí sin pruebas.
—Ya, y lo de sacar a África del hospital, secuestrarla para sacarla de España y llevarla a tu isla ¿Eso qué? ¿Te hace gracia que puedan acusarte de cosas muy feas?
—Consentimiento verbal de trasladarla. —Keiji colgó y volvió a mirar por la cabina como se iba de la ciudad.
El helicóptero voló durante tres cuartos de hora cruzando el mar hasta una isla grande ocupada por una mansión de estilo francés sobre una colina, estaba rodeado de árboles, había un helipuerto sobresaliendo de un acantilado, un pequeño dojo apartado y un muelle con un yate.
El helicóptero aterrizó, Keiji salió del helicóptero y este despegó de nuevo mientras él caminaba hacia las puertas y le esperaba allí un joven vestido de mayordomo.
—Ese barco ¿Quién ha venido? —Keiji se desabrochó la americana.
—Su madre, María Himura. —Al pronunciar ese nombre, Keiji se quitó la chaqueta y suspiró molesto. —No se preocupe, amo, no la hemos dejado entrar a su dormitorio, creíamos que querría mantener en secreto todo de la joven.
—Esa no es la idea, quiero que descanse tranquila y sin ninguna molestia. —Le dio la chaqueta y las puertas se abrieron.
Al entrar había un largo pasillo repleto de ventanales que lo iluminaban, lámparas de araña, suelo de mármol rojo con una alfombra negra, a la izquierda le recibieron once mayordomos y a la derecha doce criadas vestidas como sirvientas. El pasillo llegaba hasta un hall que daba a varias salas y dos escaleras enormes, una subía al segundo piso y la otra bajaba a otra planta, entre ellas una escultura griega de mármol.
—Podéis seguir con vuestra tareas. —Keiji caminó hasta el hall acompañado por el mismo mayordomo, quien le dio la chaqueta a otro mayordomo. —Llévame hasta mi madre.
—Está tomando un café en la biblioteca pero… —Keiji arqueó una ceja y le observó. —… No está sola, amo.
El mayordomo caminó hasta una habitación enorme donde estaba ella y otra mujer, había una mesa redonda de ébano en el centro con dos tazas de café, cuatro sillas grandes de ébano, estanterías empotradas llenas de libros y ventanales que iluminaban todo, techo de madera y suelo de mármol.
María era de 1.75, blanca, de 62 años, delgada y con apenas arrugas, pelo castaño largo en forma de moño, ojos verdes, labios finos, rostro tosco, estaba maquillada, llevaba puestos pendientes de perlas, un vestido rojo, tacones rojos.
La otra mujer era más joven, de 25 años, blanca, delgada, de rasgos japoneses, pelo oscuro y largo en forma de coleta, rostro fino, maquillada, vestido azul y tacones blancos.
—Me alegra que hayas llegado. —María habló en tono dulce y amable. —Akane y yo hemos…
—Ya sé a que vienes, madre. —Keiji la interrumpió, se sentó frente a ellas, miró al mayordomo y éste asintió. —¿Qué tal? ¿Qué os parece mi pequeña morada?
—Agradable, sin duda. —María dio un sorbo observando la postura relajada de Keiji y su ligera sonrisa. —Tu personal es muy servicial, sin duda.
—Los elegí personalmente.
—Serán perfectos para ti y Akane.
—Seguro que cumplirán muy bien con nosotros dos en nuestra boda. —Akane sonreía pero al terminar de hablar, Keiji soltó una carcajada y cruzó las piernas. —¿He contado un chiste?
—¿Qué tal en Europa? —María tocó el hombro de Akane. —Estuvieron bien las vacaciones, imagino.
—Era trabajo, cosas importantes. —El mayordomo le trajo una taza de café y Keiji respondió con una sonrisa dulce. —Ayudar a Hye Gyeong, temas de personal, esas cosas.
—Por eso te irá tan bien, cerrar tratos y ser tú quien se ocupa de todo. —María sonrió pero Keiji solo giraba el líquido con la cuchara. —Te vendrá bien fusionarte con otras empresas, dirigir la empresa de tu padre.
—¿Y robarle el orgullo a padre? Seiji puede encargarse de la empresa familiar perfectamente, madre. —Keiji dio un sorbo y molestó a María.
—Mi padre sigue creyendo que has cometido un error rechazándome, sabes que puedes hacer más conmigo de tu lado. —Akane se llenó de orgullo al hablar pero Keiji solo cogió la taza y miró a uno de los ventanales cuando más brillaba el sol. —¿Acaso no tengo razón?
—No. —Keiji dio un sorbo y miró a Akane con tranquilidad y seriedad a la vez. —¿Para qué casarme contigo? ¿Una relación sin placer, sin amor y con un cuchillo escondido para apuñalarme? Que podría hacer grandes negocios contigo a mi lado es cierto ¿Más? Ya tengo a gente que me ayuda y con quien levanté todo esto, mi fortuna, mis empresas, sin ser controlado por nadie.
—¿Quién es esa chica? —Preguntó María sorprendida.
Keiji se levantó y se giró, vio a África caminar perdida y con dificultad, con un plato en la mano que tenía un sándwich, tenía el pelo más largo, iba con un bóxer de ositos sin bulto y una camisa medio abierta y que le quedaba muy grande.
—Yo me ocuparé señor. —El mayordomo fue pero Keiji le paró poniéndole una mano en el hombro.
—Coge su plato y tráelo a la mesa, yo la traeré. —Keiji le sonrió y el joven mayordomo se sonrojó.
Keiji caminó junto a él hasta llegar a África, quien miraba al techo y las paredes sorprendida.
—Veo que has despertado. —Keiji llamó su atención y la acarició el pelo mientras el mayordomo le quitaba el plato y se marchaba.
—Menudo sitio tienes montado ¿Estabas reunido? —África miró a Keiji a los ojos y él puso su frente con la de ella. —¿Estás bien?
—Sí… ahora sí. —Keiji se puso a llorar y África se sorprendió.
—Llevaba tiempo en coma ¿Verdad? —Él asintió y ella sonrió triste. —Tengo muchas preguntas… pero ya me las responderás, me iré a mi habitación.
—De eso nada.
Keiji se apartó, se secó las lágrimas y la cogió en brazos para llevarla a la mesa, avergonzada vio la determinación en la mirada de Keiji, entonces se sentó y ella en las piernas de él ante la sorpresa de María y Akane.
—¿Qué clase de broma es esta? —María dio un golpe en la mesa y el mayordomo aguantó la risa, África cogió el sándwich con cuidado ante la enfadada mirada de la mujer. —¿Te has traído a una puta a una reunión familiar?
—¿De qué es el sándwich? —Keiji le quitó migas de pan de la comisura de los labios sin inmutarse.
—Pues… de tortilla, le he puesto queso, tomate y… Hmm mohstasha. —África daba un bocado al sándwich mientras Keiji la sujetaba de la cintura con una mano y le acariciaba el pelo con la otra mano. —No pasa nada si he cogido ropa tuya ¿No? No quería salir desnuda de la habitación.
—Puedes hacerlo si quieres, también es tu casa. —Keiji sonrió a Akane con malicia.
—¡¿Quién es esta chica?! —Akane gritó enfadada pero África no se inmutó y Keiji besó la cabeza de ella.
—Pues mi pareja. —Keiji sonrió a María mientras acariciaba la mejilla derecha de África. —Tú ya la conoces, madre.
—Espera ¿Ella es tu madre? —África fue a dar otro bocado mientras Keiji la miraba y asentía. —Y ella tu hermana.
—Era mi prometida, mis padres querían casarme con ella pero yo quiero estar con mi amiga de la infancia. —María y Akane la miraron con enfado. —Ella me obligó a decirte cosas horribles hace tiempo pero esta vez no me iré de tu lado.
—Eso fue a un chico ¿Cómo puede ser ella ese chico? —María se levantó indignada.
—Em… —África se rascó la nuca y suspiró. —No sé por dónde empezar a explicar y por donde corregir esa frase.
—África siempre fue y es una chica. —Keiji limpió de nuevo la boca de África y le quitó lo que quedaba de sándwich.
—Y antes no me llamaba África… —Él se limpiaba las migas con la mano mientras ella se ponía nerviosa ante la madre de él. —…Bueno…era Adrien.
—El caso es que después de tantos años nos hemos reencontrado y ahora somos una pareja formalmente. —Keiji sujetó la mandíbula de África y la besó apasionadamente frente a su propia madre y su prometida, quienes se sorprendieron y se enfadaron, la soltó y dejó de besar para acabar África sonrojada y babeando. —Acompáñalas hasta el yate, tengo necesidades que tratar a solas con la señorita Hierro Blanc en mi dormitorio.
—¡Esto es una vergüenza!
—Sí, amo. —Dijo el mayordomo.
—Sí… amo Kei… —Dijo África avergonzada.
Keiji la cogió en brazos, se marchó sonriendo y orgulloso mientras África se ponía cachonda ante la mirada de su amo.
—Me sorprende que hayas podido levantarte sola sin que nadie se diera cuenta ni te pillaran explorando.
—No sabían que había desaparecido, por eso me hice el sándwich… tenía mucha hambre.
Fue a las escaleras, subió al segundo piso hasta una puerta doble donde les esperaban dos criadas.
—Lo sentimos mucho, amo. —Las criadas hablaron a la vez pero Keiji sonrió.
—No pasa nada, vosotras hicisteis un gran trabajo, es la joven Hierro Blanc quien merece un buen castigo por escaparse sin permiso.
—Aceptaré cualquier castigo del amo… —África habló avergonzada y arrepentida a Keiji, al terminar hizo sonrojar a las dos sirvientas.
Ambas abrieron las puertas, ellos entraron y las volvieron a cerrar. Era un dormitorio enorme, paredes blancas, suelo de madera, techo con zócalos y una lámpara sencilla, con una cama de matrimonio en el centro deshecha con sabanas de seda roja y mantas de lino blancas, un par de mesitas de noche de madera pintadas en azul cielo, un armario grande de madera, una ventana que da a un balcón y una puerta corredera de madera de ébano con pomo de acero.
—Ey, lo del castigo… No lo dirás en serio ¿No? —África se sonrojó mientras Keiji la llevaba a la cama.
—Claro que no, no puedo castigarte si no me has desobedecido. —La dejó en la cama y se sentó a su lado. —He estado muy asustado de perderte, muchísimo… no he dejado de culparme por todo lo que te ha pasado y…
—Kei. —África sonrió pero Keiji no supo cómo reaccionar. —Ambos somos responsables de nuestras decisiones, aún me duele el cuerpo pero es por mi culpa que acabé así…
—… No puedes… —Keiji la interrumpió pero ella la interrumpió después.
—… Me arriesgué, me fui sola y mi ex me dejó hecha una pena. —África entonces se levantó, estuvo enfrente de Keiji y le miró fijamente a sus ojos llorosos. —Por mi culpa te has estado culpando, no has dejado de preocuparte por mí, imagino que incluso te has arriesgado a traerme aquí para que pueda estar a salvo, así que olvidemos todo por unas horas… solo quiero pensar en ti.
—Y yo en ti… pero no quiero hacer nada para sentirme bien después de lo que ha pasado este tiempo, todo lo que te ha pasado y menos cuando aún tu cuerpo debe estar dolorido.
—Estoy bien, tranquilo, además no voy a hacer nada para compensar o recompensar, quiero complacerte para que olvides todo este asunto, para que podamos olvidarnos de todo un rato y disfrutar. —África le besó suavemente en los labios. —Y… sé que quieres tenerme ahora para ti…
—Claro que quiero pero… —Keiji acarició sus mejillas pero ella lamió uno de los dedos gordos y le quitó la corbata.
—Entonces relájate y déjame que te sirva. —África tiró la corbata al suelo y le desabrochó el chaleco. —Tienes mi amor, mi voluntad y mi cuerpo… haces que desee tan solo tu aprobación… tus cuidados… tu disciplina… ser tuya y saber que te doy placer me hace sentir bien…
Keiji entonces se puso cachondo al oírla y se sonrojó, África le fue desabrochando la camisa poco a poco, relamiéndose y disfrutando del momento. Se arrodilló ante él y empezó a lamer sus abdominales de abajo hacia arriba, Keiji se relajó inclinándose hacia atrás y a acariciarla.
—¿Estás bien? —Keiji entonces vio a África apoyar la cabeza en uno de sus muslos, sacándole una sonrisa así que decidió jugar con el pelo de ella. —¿Estás haciendo de mascota que quiere jugar?
—Amo, no puedo hacer de mascota si ya lo soy ¿Cierto? —África sonrió y él puso dos dedos en los labios de ella, haciendo que no pudiera resistirse a meterlos en la boca y hacer una felación.
—Buena chica. —Dijo con una sonrisa.
Le quitó los dedos, dejando caer un pequeño chorro de saliva, y se los metió en la boca. África desabrochó los pantalones ante la atenta mirada de su amo, sacó el miembro de Keiji del pantalón y el bóxer y le miró mientras le daba un beso al glande.
—No tengas miedo de manejarme. —África le miró y agachó la cabeza, Keiji entonces acarició su nuca, enredando los dedos en el pelo.
África lamió el pene de Keiji, bajó con su lengua desde la punta hasta la base y volvió a subir, así varías veces hasta parar y le miró, él la observó complacido y le acarició los labios. Volvió a acariciar su pelo y ella apretó con los labios el glande, movía la lengua en círculos a la vez que se apartaba el pelo y Keiji gemía sonrojado.
—No la metas… del todo… —Gimió Keiji.
África le ignoró y fue chupando un poco más profundo, subía y volvía a tragar más, haciéndole sentir a Keiji su lengua, su paladar, su campanilla rozar con el glande, el calor de la respiración y la saliva, los labios apretando la carne.
—No quiero… que te hagas daño…
África volvió a ignorarle, cogió aire y lo metió aún más hasta la garganta hasta el punto de poner las manos en los muslos de Keiji arañándolos con fuerza, le hacia agarrarla del pelo muy fuerte y jadear, ella se mantuvo durante unos segundos hasta que la sacó de su boca, dejando caer un hilo de saliva entre ella y el pene.
—¿Estoy consiguiendo complacerte, amo? —África sonrió después de relamerse los labios y ver jadear sonrojado a Keiji.
—No creas que con… con hacerme correr te librarás de mí. —Keiji y África se miraron desafiantes.
África lamio los testículos de Keiji, subió suavemente por el pene y apretó el glande con los labios, pero él sonrió y dio un puntapié a la ingle de África, haciendo que ella se inclinara y metiera más profundo el pene. África lo mantuvo unos segundos, lo sacó y empezó a lamer el agujero del glande al mismo tiempo que lo acariciaba con los dedos, cerró los ojos disfrutando del tacto de la carne de su amo, oyendo “África” entre gemidos y jadeos, notando como temblaban las piernas, como la agarraba del pelo, ella misma era el placer del amo.
—No podré…
África notó como Keiji se iba a correr así que apretó el glande con los labios, sintió como las fuertes palpitaciones, el caliente fluido que era disparado y chocaba con el paladar y la campanilla mientras oía los fuertes gemidos de Keiji. Al parar de correrse, África lo sacó manteniendo el semen de Keiji en su boca, se levantó y vio como él la miraba recuperando el aliento.
—Creo… que ahora viene la hora de besarse. —Keiji sonrió, se abrochó los pantalones y África intentó no sonreír mientras una gota caía de sus labios, fue a besarla pero ella tragó y abrió la boca. —¿Es esa tu vena brat? Ya pensaba que no la volverías a sacar.
—¿Qué vas a hacer entonces? —África sonrió, Keiji lamió la pequeña gota de sus comisuras, se puso detrás de ella, cogió la corbata del suelo y le ató los brazos a la espalda, bajó los bóxer y mordió la oreja derecha mientras le apretaba un poco el cuello con una mano, impidiendo que la oyeran gemir.
—Castigarte, sabes que me gustan los besos blancos y haces que me enfade contigo. —Susurró en su oído con tono serio, intimidándola y sonrojándola a partes iguales. —Sería muy humillante que te oyeran gemir.
—No haces que me arrepienta… —África notó la respiración calmada de Keiji.
Keiji la llevó hasta la puerta y la empujó mirando a ella, fue a una de las mesitas de noche, cogiendo del cajón una bala vibradora y volvió.
—Haré que te arrepientas y pidas perdón. —Susurró haciéndola temblar.
Keiji encendió la bala vibradora, estuvo lamiendo su cuello mientras pasaba la bala desde el pecho hasta el vientre.
—No te pe-pediré que seas gentil… —África jadeaba y se ponía nerviosa, él besó el hombro izquierdo y lo mordió con fuerza. —¡Amo! Aah…
Aquel fuerte gemido hizo sonrojar a las dos sirvientas que estaban al otro lado, África apoyó la cabeza en la puerta, jadeando rápido y avergonzada, sintiendo el torso sudoroso de Keiji presionando su cuerpo contra la puerta, sintió el bulto endurecido presionando sus nalgas y la bala bajando más hasta llegar hasta la base del pene.
—Vale… lo siento… perdóneme… —África apretó los puños y tragó saliva. —Ten piedad…
Aquellas palabras fueron escuchadas por las sirvientas pero no hicieron nada, tan solo sonrojarse aún más e imaginar la situación. Keiji no hizo ningún gesto, ninguna mueca, se mantuvo serio y en un instante le mordió la oreja, haciendo que volviera a gemir fuerte.
—No te noto arrepentida.
—Lo estoy…
Keiji puso la bala cerca del glande, África gemía y se retorcía, colocó la otra mano en el seno derecho y jugó con el pezón haciendo círculos, lo apretó al mismo tiempo que jugaba con la oreja izquierda.
—No… no puedo aguantar…
—Será una vergüenza que la puerta se ensucie, que limpien tu corrida porque no has sido capaz de resistir al uso de tu amo. —África se avergonzó de oírle. —Se preguntarán al otro lado que cosas tan crueles te hice para pervertirte así.
África no pudo resistir y empezó a liberar un pequeño líquido transparente que chocó con la puerta y caía por la bala, Keiji se separó, lamió la bala ante la mirada avergonzada de África y la liberó.
—Eres malvado… —África le besó suavemente y se refugió en el pecho. —No volveré a portarme mal…
—Lo sé, sino seré mas duro. —África asintió y Keiji le acarició el pelo sonriendo.
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