lunes, 15 de noviembre de 2021

Mi día a día con un demonio. Capítulo 10.

Al día siguiente a la tarde, Kenji se encontraba en el salón de su apartamento, con el cabello en una trenza, vistiendo camisa negra entreabierta y con las mangas remangadas, pantalones negros de traje, botines negros de cuero y guantes negros de cuero.

Salía de la cocina con un biberón en la mano, comprobando la temperatura al verter una gota de leche en el brazo. Frente a él estaba un hombre con el rostro ensangrentado y desnudo, sujetado por dos subordinados, y en el sofá James dormía tumbado y semidesnudo con pantalones de traje ensangrentados y con el torso vendado.

—Bien, ahora dime palabra por palabra lo que le dirás al patriarca.

—Que… si volvemos a vender droga en tu territorio… —El hombre escupió sangre y Kenji cogió la katana al lado del sofá mientras dejaba el biberón en el suelo. —No volverá… a ver a sus hijos.

—¿Está grabado? —Los subordinados sacaron minigrabadoras de las chaquetas. —¿Sabes cuáles son mis negocios?

—N-no…

—Trafico de armas y joyas, contrabando, locales de juego, lavado de dinero, fraude, estafa, préstamos, incluso robo. —Kenji puso la katana en el cuello del desconocido. —Negocios que no hacen daño a nadie y las drogas no son eso, las drogas hacen daño a las personas, destrozan vidas, familias… como el cáncer destroza todos los órganos de un cuerpo.

—Perdón…

—El perdón no va a recuperar mi honor con vuestros insultos, ni las vidas destrozadas por la heroína, el cristal o la cocaína, no compensa matar a tus clientes con el veneno, el dinero no compensa el daño… —Kenji agarró la katana con ambas manos y la levantó. —Es un negocio pésimo y fácil de descubrir ¿Y lo peor?

—N-no… no lo sé…

—Que las drogas que vendéis son el material que habéis comprado a Darren Kelly.

Kenji le decapitó limpiamente en un segundo con un tajo horizontal de la espada, y al caer la cabeza al suelo un subordinado limpió la sangre de la hoja con un pañuelo.

—Limpiad este estropicio. —Kenji les dio la espada y miró a la cocina. —Y aseguraos de que reciban el mensaje.

Kenji cogió el biberón y subió al segundo piso. Entró en el apartamento Yumiko, despeinada y desarreglada, vistiendo camisa blanca, tirantes negros, pantalones negros de traje, botas negras de cuero y guantes negros de cuero.

—¿Es el traficante?

—Sí, señora.

Un subordinado se llevó el cadáver y otro empezó a limpiar la sangre.

—Mucho ruido… —Yumiko se cruzó de brazos al ver a James tocarse la cabeza. —Un poco de calma…

—Te estás acomodando demasiado en el sofá de mi jefe. —Yumiko se sentó en el vientre de James y él soltó un quejido de dolor. —Encima has hecho daño a Leo.

—He intentado pedirle perdón, joder.

—Las palabras están bien pero tan inútiles. —Yumiko sonrió. —¿Sabes que Luna me drogó una vez?

—Pero te llevas bien con ella ¿Cómo la perdonaste?

—Me compensó con su cocina.

—Cocinaría para Leo pero no creo que quiera ni verme.

—Pues anoche se le veía preocupado. —Yumiko se levantó y James se sorprendió. —No tienes que cocinar, sólo demuéstrale que te importa.

—¿Está preocupado por mí?

Yumiko subió las escaleras al segundo piso con una sonrisa y ahí vio a Kenji darle el biberón al bebé.

—Vas a ser un padrazo. —Yumiko se acercó a Kenji. —¿Algún nombre?

—Voy a llamarle Alex, un nombre neutro por si es chico o chica o ninguno.

—¿En serio? Deberías preguntar a Luna.

Ambos se dieron cuenta de las pequeñas pecas y los ojos azules del bebé.

—Eh… no.

—Cualquiera diría que es hija de Luna y tuyo.

—Me han confirmado que el bebé es hijo de Darren.

—Eso es obvio. —Yumiko arqueó una ceja y Kenji le quitó el biberón vacío. —No es todo ¿No?

—Pretendía usarlo para trasplante de órganos en caso de emergencia.

—Que asco de hombre. —Kenji empezó a darle palmadas a Alex. —Pero ahora Alex tiene un padre genial.

—Sí pero me surgen preguntas. —El bebé eructó y Kenji lo meció en sus brazos mientras hablaba preocupado. —Es posible que Darren esté enfermo, y si lo está… su hija Alana reclamará el sitio que le pertenece.

—Hablando de Alana, Caitlín y yo sabemos donde está. —Yumiko sonrió y Kenji la miró. —Nos apetece un viaje a Dublín las dos.

—¿Un viaje juntas?

—Sólo vamos a matar a Alana, no somos pareja.

—No he insinuado que lo seáis… —Kenji sonrió. —Sería ir muy rápido.

—Serás… ¿Cómo…? —Kenji se fijó en el cuello y Yumiko le mostró un chupetón. —Mierda, le dije que no dejase marca, mira que monstruo.

Kenji soltó una carcajada y Yumiko negó con la cabeza.

Caitlín entró en el apartamento con un par de cajas de cervezas y vestida con una camiseta de tirantes negra, vaqueros azules, botas verdes militares y una pistola en los pantalones.

—Ey, hermanito ¿Aún herido en el orgullo o en el corazón?

—Qué manía tenéis todos de meteros conmigo…

—¡Ja! —Caitlín soltó un grito de sarcasmo y se fue a la cocina. —¡Vamos a pasar la noche bebiendo y jugando!

—¡¿Me vais a cuidar?! —El bebé empezó a llorar y James suspiró. —Mierda…

—Eres un desastre, hermanito, pero no te preocupes. —Caitlín habló feliz y se sentó a los pies del sofá. —Tu hermana y su novia tienen un plan, cervezas, colegas, juegos y tu crush.

—No quiero que sienta lastima de mí.

—No sé si lástima es la palabra. —James miró a Caitlín y ella se encogió de hombros. —Pena, preocupación, cabreo, no sé.

—¿Sabe que me hirió una madre protegiendo a su hijo?

—Y sabe que mamá os obligó a ti y a Luna. —Caitlín se encogió de hombros. —Muchas emociones.

—Debería dejar la familia pero no sé por dónde empezar.

—Luna lo hizo durante un tiempo pero Leo le ayudó. —Caitlín se giró, le guiñó un ojo y James se sorprendió. —Podríais intentarlo.

—¡Yo no sabía eso!

—Pues haber preguntado que tienes boca, gilipollas. —Caitlín negó con la cabeza y miró decepcionada a Leo. —Deberías haber pasado la mañana desayunando con tu hermanita pequeña.

—Oye… estoy malherido y apenas puedo moverme de aquí.

—Menuda excusa de mierda acabas de ponerme.

Mientras Luna estaba dando un paseo cerca del río. Vestía un vestido naranja con la espalda descubierta, bolso negro de cuero, un pequeño micro en la oreja y tacones rojos, además de llevar el pelo recogido en un moño.

—Que bien sienta estar libre… —Luna se estiró y habló feliz. —Podrías no vigilarme tanto.

—Son órdenes de la jefa. —Escuchó la voz de Aiden. —Tendrás que aguantarte.

—No obedezco a Kenji en las sesiones, voy a obedecer ahora. —Luna se quitó el micro y lo tiró muy lejos al río. —Mucho soñáis me parece.

Luna se sentó en un banco y miró al cielo atardeciendo.

—¿Cómo estarán los dos? —Luna habló preocupada y suspiró. —Esta noche les veré pero…

Masato se sentó con ella, teniendo una actitud seria y vistiendo traje negro.

—Buenas tardes, eh… Masato está bien ¿No? Pero no sé si llamarte de…

—Me has llamado pero he tenido mis dudas. —Masato evitó mirar a Luna. —Y tienes a dos siguiéndote.

—Leo y Aiden, los Kelly y la policía me sigue.

—Ahora eres también una Kelly. —Masato se relajó y cruzó las piernas. —Debería asesinarte ahora mismo sólo por hablar conmigo.

—Pretendo saber cosas para Kenji, nada más.

—¿Estás segura?

—Yo… —Luna dudó por unos segundos y negó con la cabeza. —Quiero a Caitlín, he matado a una mujer por proteger a James, ellos… dan la cara por mí cuando no haría falta.

—¿Hasta que punto estás traicionando a mi hijo?

—¡A ningun punto! Pretendo saber quién mató a Rebecca, si mi madre o mi padre. —Luna sacó el móvil y mostró la foto de una factura. —Hubo desvíos de pequeñas cantidades de dinero días antes del asesinato de… la madre de Kenji, pienso que…

—Amy la mató ¿Es lo que piensas? —Luna asintió y Masato le apagó el móvil. —¿Y qué motivos crees que tuvo?

—No… no lo sé. —Luna miró a Masato y guardó el móvil. —Pero usted sabe la verdad.

—No, no lo sé, nunca he sabido cual era la verdad. —Luna arqueó una ceja. —Esos desvíos posiblemente fuesen los gastos de un hombre.

—Un sicario ¿No? —Masato miró a Luna fríamente y negó con la cabeza. —¿Y quién era?

—Un mensajero llamado Liam, me avisó de que Rebecca estaba en peligro pero nunca pude encontrarla. —La voz de Masato se quebró y Luna le cogió la mano. —Nunca me he podido perdonar, quizás si no le hubiese pedido años atrás que se escondiese del mundo, ella…

—Eso no es culpa suya. —Luna sonrió triste y Masato derramó una lágrima. —Lo que ocurrió no fue culpa suya.

—Lo fue pero no tiene sentido ya culparse. —Masato miró hacia el cielo. —Quiso ayudarme pero no lo acepté, nunca supe por qué o quién le envió, ahora lo sé y podría haberle dejado ayudar.

—Pero si mi madre envió a alguien a ayudar, entonces… ¿Por qué? ¿Y por qué mi padre mataría a Rebecca?

—Porque Darren estaba obsesionado con ella.

Luna se asombró al oírle, para ella la relación entre ambas familias era más profunda y antigua, y se llevó a preguntar si ella y Kenji estaban más conectados de lo que parecían.

—Hace treinta años yo era alguien que iba y venía, supervisaba envíos de armas para el clan Nakamura y un día me tocó ir a Dublín.

—Tratos con Darren ¿No? —Masato asintió y Luna le soltó. —Y allí conoció a Rebecca.

—Una noche que salí dando un paseo, quise beber y la vi tomando una cerveza en un pub cerca de la universidad. —Masato dirigió su vista a un bar. —La podía ver a través de la ventana y se la veía triste… esas… esmeraldas llorosas y frágiles, no sé como empezamos a hablar pero fue sentarse y preguntar.

—Una forma extraña de ligar.

—No lo fue a diferencia de los demás hombres que la solían molestar, pero más que hablar de problemas hablamos de mi hogar. —Vieron a una mujer sentarse dentro y al lado de la ventana. —Los problemas que la acosaban solían ser dinero, familia…

—Y Darren.

—Pero siempre la ayudaba, la invitaba a cenar, le daba un lugar donde ir cuando había pelea, y a las semanas empezamos a salir en secreto.

—Porque Darren os mataría.

—Sí… estuvimos juntos un año hasta que le pedí matrimonio, por aquel entonces yo ya era el líder de mi propio clan y ella estaba embarazada y se había graduado. —Masato estuvo cabizbajo y entrelazó las manos. —Darren fue a peor y cuando lo descubrió, quiso matarlos a ella y a nuestro hijo, así que…

Masato no pudo seguir hablando y empezó a llorar.

—Te la llevaste a Japón y la ocultaste de todos.

—Incluso de mí, jamás… la volví a ver y nunca pude ver a mi hijo.

—Hasta el funeral…

—Soy un viejo que añora a un amor perdido, es triste. —Masato se levantó y se secó las lágrimas. —Es lo que piensas ahora de mí.

—No, creo que es bonito, sería feliz si Kenji me añorase igual. —Luna habló con cierta alegría y Masato sonrió. —Estoy segura que Rebecca debe sentirse feliz por haber estado casada con un hombre maravilloso, incluso en la distancia.

—No soy maravilloso.

—Sacrificó mucho por ella, si amas a alguien das todo por esa persona, incluso tu felicidad, eso hace a uno maravilloso.

Masato suspiró con una sonrisa y miró de reojo a Luna.

—Ahora entiendo mejor por que estás haciendo todo esto.

—Porque Kenji me importa y se merecen los dos la verdad.

—Ya veo… me hará feliz tenerte de yerna algún día.

—¿Yerna? —Luna se sorprendió sonrojada y vio a Masato marcharse. —¡¿Ye-yerna?!

Luna entonces imaginó llevar un vestido de boda y siendo llevada al altar por Masato ante Kenji.

—Luna ¿Luna? —Leo la zarandeó y ella le miró. —¿De qué habéis estado hablando?

Leo estaba vestido con camisa negra, vaqueros azules, y botas militares negras, además de llevar el cabello con una coleta.

—De… boda.

—¡¿Boda?! —Leo se sorprendió. —¡Ni se te ocurra casarte con Kenji!

—¿Casarme? ¡No! Yo… olvídalo, he descubierto algo. —Luna invitó a Leo sentarse. —Aunque seguramente estés preocupado por James, perdona.

—Seamos serios, no tengo intención alguna de preocuparme por ese… —Luna sonrió de forma burlona oyendo a Leo enfadado y él suspiró molesto. —No sé ni para qué hablo.

—Te gusta y te importa, no puedes negarlo.

—¡Vale, vale! —Luna soltó una carcajada y Leo se sentó. —Pero no sé como podría estar con él, es un mafioso, un criminal, un…

—¿Mensajero?

Luna interrumpió a Leo y él se sorprendió.

—¿De qué hablas?

—James es un teniente de la familia pero nunca dispara, sólo espía, vigila, y envía mensajes.

—Ah… espera, las veces que nos hemos visto… joder.

—Deberíamos ir ya a casa de Kenji antes de que se haga tarde. —Luna se levantó y acarició la cabeza de Leo. —Seguro que te estará esperando.

Una hora después, en el apartamento, James, Yumiko y Caitlín bebían juntos con una botella de cerveza en la mano y sentados en el sofá, y Kenji de brazos cruzados y apoyado en la ventana del balcón.

—Y entonces va Luna y le tira una piedra a la cabeza al director. —Caitlín habló orgullosa y sonriente. —¡Mi hermana besa a quien le da la gana! Gritó ella con toda la mala ostia que pudo, no le importó que besara a mi compañera, fue una crack.

—Nuestra Luna es un pastelito. —Yumiko apoyó la cabeza en el hombro de Caitlín y ella se sonrojó. —Eso me recuerda a cuando Luna mató a los sicarios que intentaron matar a mi jefe en un restaurante en plena cita.

—¡¿En serio?!

Preguntó James sorprendido y Kenji le intimidó con una mirada asesina.

—No vuelvas a gritar, Alex está durmiendo. —James asintió asustado. —La castigué por ser tan irresponsable.

—Yo recuerdo más bien a mi jefe cargar a Luna hasta el dormitorio en la noche siguiente. —Kenji miró a Yumiko enfadado y ella sonrió de forma sugerente. —Saliendo del baño muy mimosos y él siendo cariñoso.

—Uy, el yakuza handsome siendo un casanova con mi hermana pequeña.

—Sois un incordio.

Kenji apartó la mirada sonrojado y molesto.

La puerta se abrió y Luna y Leo entraron en el apartamento. James le miró asustado y Luna y Kenji se miraron ruborizados.

—James, te veo… bien. —Leo se acercó y le ofreció su mano de forma tímida a James. —¿Hay algún sitio dónde hablar a solas?

—El baño, subid. —Kenji habló firme y miró a Leo. —Hay una pistola bajo el lavabo.

—Pretendo arreglar las cosas con mi novio.

Leo habló sonrojado y firme mientras el grupo notaba una gran tensión en el ambiente.

—Hablaba con James, no quiero matar a un hombre desarmado si la cosa sale mal.

—No necesito tu ayuda. —Leo ayudó a James a levantarse. —Puedo lidiar solo con una ruptura.

Leo se llevó a James de la mano hasta el segundo piso, entraron al baño y cerró la puerta arrinconándolo.

—¿Novio? ¿R-ruptura? —James tartamudeó y Leo le besó de forma dulce. —Lo… siento… por mentirte…

—No te guardes más secretos conmigo.

—Dejaré a mi… —Leo le interrumpió besándole de nuevo. —… familia…

—No… cuando estemos juntos, dejaremos de ser el policía y el joven Kelly, sólo Leo y James.

—¿Y por qué yo no tengo un apodo mejor?

—¿Prefieres mi osito Kelly? —Leo habló de forma burlona y James apartó la mirada sonrojado. —Mejor ese para la cama.

—Dilo otra vez… —James miró de reojo a Leo y él sonrió. —Di que soy…

—Mi osito…

James besó por sorpresa a Leo y sus lenguas se tocaron sin parar.

Mientras Luna estaba apoyada junto a Kenji con una botella de cerveza y escuchando juntos a Yumiko.

—… por eso no somos novias, aún tenemos que resolver cosas.

—Siempre empezamos matándonos y acabamos follando.

—Ya… —Kenji miró a Yumiko y negó con la cabeza. —Espero no ver mi piso destrozado.

—Nah, aquí Yumi y yo estaremos de lujo sin follar. —Caitlín le guiñó un ojo y Kenji negó con la cabeza. —Además estaremos fuera unos días, no tendréis que aguantarnos mientras cumplís vuestros papeles de padres.

—Nos haces un favor. —Kenji miró a Yumiko y sonrió. —Si te cansas recuerda enterrarla y plantar una especie protegida en la tumba.

—Por ahora lo veo difícil. —Yumiko se quitó los zapatos y se tumbó apoyando la cabeza en las piernas de Caitlín. —Además, sabe relajarme y cada vez me entran menos ganas de matarla.

—El truco está en la boca, deberías aprender yakuza handsome, así mi hermana se lo pasa mejor.

—Sí, cielo, pero el truco es que la mantengas cerrada cuando nos vemos, así no quiero apuñalarte. —Yumiko le guiñó un ojo y Luna empezó a reír viendo a Caitlín enfadarse. —Además, estás tú para dar consejos.

Un golpe se escuchó y Alex empezó a llorar.

—Voy a matar a vuestro hermano, cuesta que Alex se vuelva a dormir a estas horas.

—¿Alex? —Luna preguntó y Kenji apartó la mirada. —Subo yo, tú quédate con ellas.

Luna le dio su botella y subió al segundo piso, entrando al dormitorio vio que la habitación se había convertido en la habitación del bebé, con la cuna al lado de la cama, una esquina con pañales y polvos de talco y el escritorio convertido en un cambiador de pañales improvisado.

—Alex, no pasa nada… —Luna se acercó y cogió en brazos a Alex. —Shhh… todo va bien…

Luna le meció y tarareó con dulzura. Sintió entonces las manos de Kenji en su cintura mientras el bebé lloraba menos.

—Lo haces muy bien. —Kenji la besó en la cabeza entre susurros. —Le he puesto nombre porque no tenía.

—Es un nombre precioso para un chico precioso.

—No es… no sé que es. —El bebé se durmió y Luna miró a Kenji de reojo. —He pensado que no hace falta elegir su género, que decida cuando crezca.

—Eso es… bastante sensato. —Luna asintió convencida. —Entonces Alex es un nombre neutro pero pensé que lo darías o… no sé.

—Estoy pensando en quedármelo así que decidí aprender temas, paternidad… género, en fin. —Kenji acarició la nariz de Alex. —Darren iba a usarlo como recambio de órganos.

—¿Eso es…? Espera, eso es horrible. —Luna dejó al bebé en la cuna y sonrió. —Bien, lo cuidaremos juntos cuando todo termine.

—¿Tantas ganas tienes de ser madre? —Kenji subió sus manos al rostro de Luna y le tocó la punta de la nariz con la suya. —Porque eso me haría muy feliz…

—Sería ir demasiado rápido… —Luna sonrió de forma burlona. —No veo a mi demonio cuidar de una cosa tan mona.

—Estuve cuidando una semana de ti. —Kenji besó a Luna con suavidad en los labios. —Te he echado de menos…

—Ha sido un día…

Kenji levantó a Luna y la sujetó poniendo las manos en las nalgas de ella y ella las manos en los hombros de él.

—Una eternidad es lo que ha sido. —Kenji besó a Luna de forma apasionada. —Demasiado tiempo sin besarte…

—No podemos hacerlo… hay gente en casa… y Alex está durmiendo…

—Esto es… joder…

Kenji bajó a Luna y suspiró molesto.

—Aunque hacerlo sin que nos pillen… —Luna estuvo pensativa y se sonrojó al ver a Kenji sonreír de forma provocativa. —Espera… oh no…

Kenji se quitó los guantes con la boca y los dejó caer a la vez que miraba a Luna de forma lujuriosa.

—No, no, no…

Kenji le dio un pequeño y delicado cabezazo, y sonrió con dulzura.

—Auch…

—Sé controlar mis impulsos, Luna. —Kenji le acarició la cabeza. —Volvamos abajo.

—Demonio idiota…

Luna se avergonzó y apartó la mirada.

Mientras en el despacho de Amy, Amy se encontraba sentada mirando a través de la ventana. Iba vestida con una bata rosa de pijama y con el cabello suelto.

—¿Hasta cuando piensas seguir ahí?

La puerta se abrió y un hombre entró para después cerrarla lentamente. Era un hombre de unos sesenta años, piel blanca, ojos verdes, 1,83 de altura, gordito, de cabellos rizados y canosos, barba y bigotes espesos y canosos pero recortados, vistiendo gafas de pasta gruesa y cristal rectangular, camisa hawaiana azul, pantalones de lino verdes y mocasines marrones.

—Ya he enviado el dinero, Liam, no hay necesidad de que sigas aquí.

—No he venido a eso. —Liam se acercó al escritorio. —Pero eso ya lo sabes.

—Tenemos un trato. —Amy le miró a los ojos fríamente. —Pero eso… ya lo sabes.

—¡Se supone que me informarías personalmente! —Liam golpeó la mesa con furia. —Vuelve a aparecer tras todos estos años y resulta que no tengo un hijo, tengo una hija ¡Y me entero por tus ineptos…!

Liam gritó furioso y se dio la vuelta.

—Estoy harto de tus juegos, Amy.

—Te recuerdo que sólo estás aquí y estás vivo porque estás pagando una deuda. —Amy se sentó en la silla y se relajó. —No olvido lo que hiciste por mí, por mis hijos, pero tampoco olvido el dinero que robaste.

—Un dinero que por desgracia nunca tuve.

—No pero lo vas a devolver durante el resto de tu vida. —Amy sacó una botella de whisky escoces de un cajón y la puso violentamente en la mesa. —Y con la condición de no tener contacto jamás con ella.

—Me he cansado de ese trato.

—Si hablas con ella, te mataré, tenlo en cuenta. —Amy habló enfadada y Liam se giró. —O puedo matarla a ella.

—No vas a ser capaz. —Liam miró desafiante a Amy. —Así que me arriesgaré. 

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