viernes, 12 de noviembre de 2021

Mi día a día con un demonio. Capítulo 9.

Al día siguiente por la mañana, frente al apartamento se encontraba James frente al apartamento de Kenji y sentado en su moto con el casco en la mano.

—¿Qué coño haces aquí? —Escuchó la voz de Leo y se giró. —¿Eh?

Leo vestía la misma ropa que ayer pero llevaba el casco en la mano y no dejaba de mirarle enfadado.

—Necesitaba hablar contigo. —James se levantó e intentó acercarse a Leo. —Quería pedirte disculpas.

—¿Disculpas por mentirme a la cara? —Leo agarró con fuerza el casco. —¿O por jugar con mi confianza?

—Por todo, tú me gustas, Leo.

—Eres un Kelly, tu palabra no vale nada. —Leo enseñó la placa del cinturón. —Y yo soy policía, de los equipos de intervención de hecho, ahora vete o haré de ti mi reto personal.

—No me iré hasta que aceptes mis disculpas.

—Te irás y no me hablarás más o me buscaré una excusa para llevarte a comisaría.

Leo pasó a su lado y James dejó caer el casco.

—Quiero dejarlo. —Leo se paró en seco. —Siempre pienso en dejarlo desde que te conocí.

—Pues hazlo. —Leo se giró y le miró de reojo. —Pero no pretendas que sea por mí aunque dudo que quieras hacerlo, es una buena vida ahora que eres aceptado.

—Pero tú no estás en ella.

—¿No es un poco tarde para hablarlo ya?

Leo se marchó andando y James empezó a llorar.

Mientras en un lugar desconocido, Amy se encontraba en un despacho vestida de traje negro y tacones negros y sentada en un sillón de cuero frente a un escritorio elegante y antiguo. El despacho tenía suelo de madera, una ventana tras el escritorio, paredes de papel pintado negro, techo blanco y lámpara ventilador, dos estanterías de madera y una puerta frente al escritorio, en el escritorio había una montaña de papeles, una estilográfica y una taza de té.

En el despacho entró Caitlín llevando una camisa roja a cuadros, vaqueros cortos azules y deportivas rojas.

—Hola, mamá. —Caitlín cerró la puerta con cuidado. —¿Pasa algo?

—No… nada de eso. —Dio un sorbo a su taza. —¿Qué tal la mudanza?

—Bien, bastante bien, han traído sus cosas de su… —Caitlín suspiró y se acercó al escritorio. —No ha salido desde que llegamos ayer, no ha cenado, no ha querido salir en toda la mañana y no ha dejado entrar a nadie, no está bien nada de esto.

—Luna es parte de nuestra familia, su lugar es con nosotros, no con la yakuza.

—Ese no es el problema, el problema es cómo la tratas. —Caitlín golpeó la mesa. —¿Realmente es tu hija o sólo una herramienta para atacar a papá?

—¿Te atreves a preguntarme esa barbaridad?

—Claro que me atrevo, mi hermana pequeña está encerrada en el dormitorio custodiada por un señor de metro noventa para que no se escape, y dios sabrá si estará asustada o yo que sé. —Amy suspiró y Caitlín se sentó sobre el escritorio. —Luna necesita sentir que la queremos y que no somos los desconocidos de antes, que queremos apoyarla en sus decisiones y no obligarla a ser igual que nosotros.

—Quiero que ordenes a Aiden que la saque de ahí y la baje al comedor. —Amy miró a Caitlín molesta e impaciente. —Ve ahora mismo, prepárale un desayuno.

—¿Y si la pilla desnuda que?

—Pues… que se vista. —Caitlín se levantó y negó con la cabeza. —Y si se niega que la vista él.

—¿Estás hablando en…?

Oyeron golpes desde el otro lado y se alarmaron. Salieron corriendo del despacho para acabar en un vestíbulo con varias puertas y varios subordinados, vistiendo de casual, frente a una de ellas intentando abrirla a golpes.

—¡Aiden! —Gritó Amy y corrieron hacia ellos. —¡¿Qué ocurre?!

El más alto les miró, era de piel oscura, atlético, de unos veintiocho años, cabello largo y oscuro hasta los omoplatos y en rastas, ojos castaños y perilla. Vestía camiseta de tirantes negra y vaqueros negros, pistola en el muslo y botas negras militares.

—Luna parece estar en apuros, alguien intenta llevársela.

—¡Suéltame!

Los tres se alarmaron y Aiden entró de una patada. Todos le siguieron pero sólo vieron a Luna dormir, tapada con varias mantas en el suelo, con su cabello suelto y sufriendo una pesadilla entre sudores y jadeos.

Estaban en un dormitorio, similar al despacho pero con una puerta dando a un balcón, cama de matrimonio, escritorio moderno, armario y una estantería vacía.

—¡Todo el mundo fuera! —Amy gritó y todos los subordinados se fueron. —Tú también, Aiden.

Aiden la ignoró y fue hacia Luna, a quien cogió en brazos.

—Viene a… viene… no quiero… duele… —Luna empezó a llorar y despertó con la respiración acelerada. —¿Kenji…?

—Me temo que no pero estás a salvo. —Dejó a Luna en la cama y ella tragó saliva. —¿Quieres un vaso de agua?

—Sí… gracias.

Aiden se marchó alegre y ambas se miraron sorprendidas.

—Tengo pesadillas con papá si es lo que os preguntáis.

—¿Podemos hacer algo, mi niña? —Amy se acercó preocupada a Luna y se sentó a su lado. —¿Quieres seguir durmiendo un poco más? Puedo dormir contigo si quieres.

—No hace falta, tengo algo de hambre.

—¿Quieres que te arreglemos la puerta? —Caitlín señaló la puerta rota y Luna soltó una carcajada. —Obviamente quieres, que tontería.

—No sé si me gusta la nueva Yumiko. —Luna y Caitlín empezaron a reírse y Amy sonrió. —Perdón por causar problemas.

—Para nada, mi niña. —Amy le acarició el cabello y sonrió de forma afable. —Tienes un pelo precioso, me gusta lo bien que lo tienes.

—Es lo que tiene tomar hormonas y no cortárselo.

—Mamá, deberíamos bajar y prepararle el desayuno a Luna.

—Sí… —Amy besó la frente de Luna y se levantó. —¿Necesitas algo? Lo que sea.

—Pues… desearía llamar a Kenji. —Amy y Caitlín se miraron entre ellas y se encogieron de hombros. —¿Puedo llamar a Kenji con mi teléfono y sin que me pinchéis la llamada?

—Cariño ¿A qué viene eso? —Amy se arrodilló al lado de Luna y ella se sorprendió. —Claro que puedes, sólo… quiero tener a mi pequeña a mi lado.

—Pensaba… que no queríais, que todo lo de ayer era un truco.

—Joder, sí que nos odias.

—¡No! Yo…

Caitlín se marchó enfadada y Amy se levantó decepcionada.

—Necesitas tiempo, lo entiendo. —Amy se marchó a la puerta y acarició suavemente el marco de la puerta. —No confías en nosotros y es justo.

Amy se marchó haciendo entristecer a Luna, quien sintió un profundo dolor y arrepentimiento, dudando si su familia seguía siendo los monstruos del pasado.

—¿Estoy… siendo injusta con ellos…? —Luna miró a un lado y después sus manos. —Pensé que Kenji me había cargado en brazos… ni siquiera… sé cuánto ha pasado…

Rompió a llorar y se llevó las manos a la cara.

—No quiero perderle… quiero estar a su lado… —Luna sollozaba y gritaba mientras sus lágrimas caían. —Le necesito…

Luna recordaba el rostro de Kenji, su sonrisa, sus caricias, sus besos, sus pensamientos se envolvían en miedo, sintiendo que no volvería a oírle.

—Te necesito… necesito verte otra vez… —Luna miró su armario entre llantos y después a la puerta. —Podría escapar…

Se secó las lágrimas, se levantó con su cuerpo al desnudo mostrando aún antiguas marcas de chupetones y arañazos, y se acercó al armario. Se giró al suspirar y vio el balcón, caminando hacia él entonces. Veía el paisaje de alrededor, montañas, campos de olivos, un establo, hombres armados y vehículos negros.

—Este lugar es enorme ¿Dónde estoy?

—En… un lugar a las… cerca… —Luna se giró y vio a Aiden sonrojado y nervioso con un vaso de agua en las manos. —Cerca de la sierra… soy… Aiden…

—Yo… ¡Perdón! —Luna se tapó los senos y el pubis con las manos y se giró de nuevo. —¡No me di cuenta…!

Aiden se acercó y la arropó con una manta.

—No deberías… mostrar tu cuerpo a cualquiera… —Aiden le dio el vaso y Luna se sonrojó. —Puedo… prepararte la ropa si quieres o…

—No, no te preocupes. —Luna miró la puerta y después a Aiden. —¿Podrías bloquear…?

—¡Sí! Por supuesto, sin problema.

Aiden bloqueó la puerta rota y escuchó a Luna abrir el armario y sacar ropa. Aiden se sonrojó más pensando en el cuerpo desnudo de Luna y arañó la puerta.

—Perdona si soy indiscreto. —Aiden tragó saliva. —Eras… ¿Billy?

—Bueno, es mi deadname.

—Entiendo. —Aiden respiró profundamente. —Es que… menudo cuerpo.

—Gra-gracias… supongo.

—Dicen que estabas atrapada en manos de un jefe yakuza. —Aiden intentó cerrar los ojos y concentrarse. —Las marcas de tu cuerpo… él te torturaba y abusaba ¿No?

—¿Eh? Nah, Kenji es mi novio y es muy salvaje en nuestras sesiones de bdsm aunque a decir verdad… —Luna soltó una carcajada y Aiden miró de reojo. —Creo que me lo suelo buscar en cada castigo.

—¿Cas… tigo? —Aiden imaginó a Luna siendo azotada y estando atada, con una mirada de súplica mientras gemía. —Perdona… no debería ser tan…

—¿Has dicho algo?

Aiden se giró y vio a Luna vestida con camisa blanca, chaleco verde, corbata negra, pantalones verdes de traje, y mocasines negros.

—Ah, he pensado que haría un buen conjunto. —Luna hizo una pose y sonrió feliz. —A mí me gusta pero dame tu opinión.

—Estás… estás increíble. —Aiden se avergonzó y después se fijó en el cabello. —Si te recoges el cabello podría quedar mejor.

—¿En serio? —Luna se acarició los mechones y dudó por unos segundos. —Creo… mmm… sí, tengo una idea.

Mientras en la primera planta, Caitlín se encontraba en la cocina cortando un trozo de tarta de zanahoria. La cocina era de suelo de piedra con paredes de ladrillo y techo de madera con soportes en tablas, una ventana con cortinas azules, una puerta de hierro al exterior y una de madera conectada a la casa, hornilla de gas, horno de piedra, muebles de ébano y electrodomésticos varios.

Yumiko entró por la puerta de hierro, vistiendo traje negro sin chaqueta, con tirantes negros y las mangas de la camisa blanca remangadas.

—¡Caitlín, trae otro trozo de tarta para mí!

—¡Ya voy, joder! —Caitlín se giró y vio que la sala estaba vacía. —Mm, raro.

Volvió a girarse, colocó el trozo en un plato y se giró con el cuchillo en la mano para clavar. En un instante Yumiko y Caitlín estaban cara a cara, ambas con un cuchillo cada una rozando la piel del cuello de la otra con las hojas hasta hacer algo de sangre.

—Se me ha colado una ninja en casa. —Caitlín se relamió y se acercó más al rostro de Yumiko. —Debes tener muchas ganas de morirte por besarme.

—No me interesas, acepta de una vez el rechazo. —Yumiko se enfadó y emitió un gruñido. —Mi único interés es Luna.

—Que celosa me pones.

—¡¿Por qué tardas tanto, niña?!

Caitlín se alarmó, apartó ambas armas con agilidad y besó a Yumiko. Amy entró en la cocina, quien se sorprendió al ver la escena y se escandalizó.

—¡No toleraré que uses mi mansión como picadero! —Ambas se apartaron y Yumiko se sonrojó. —¡Fuera a besarse en otra casa!

—Sí, madre.

Amy se marchó indignada y Caitlín suspiró aliviada.

—Por los pelos, un poco más y tu jefe estaría jodido. —Caitlín miró a Yumiko y sonrió al verla avergonzada. —No es consentido pero te habría pasado algo feo y no podía tolerarlo.

—Cállate…

Yumiko la golpeó de un puñetazo, la tumbó en la encimera y sacó una pistola que apuntó sobre el pecho de Caitlín.

—Las chicas… —Caitlín escupió un esputo de sangre a un lado y miró a Yumiko con una sonrisa y sonrojada. —… que pueden destrozar mi cuerpo son mi tipo.

—Vamos a dejar una cosa clara. —Yumiko respiró aceleradamente. —Tú no me gustas y yo no soy tu tipo.

Guardó la pistola, se alejó y Caitlín se levantó. Vio a Yumiko tocarse las palmas que sangraban por pequeños cortes y le tocó el hombro.

—Espera aquí un segundo. —Caitlín habló tranquila y se fue al otro lado de la habitación, Yumiko se sorprendió y arqueó una ceja. —¡Por suerte puse un botiquín para casos de emergencia culinaria!

Caitlín se acercó a ella botiquín en mano, lo puso en la mesa y sacó agua oxigenada.

—Puedo curarme yo, no necesito ayuda.

—¿Con las manos destrozadas? —Yumiko la vio sonreír y apartó la mirada en un suspiro. —No es tan difícil.

Caitlín estuvo tratando las heridas con cuidado y con una gasa empapada en agua oxigenada.

—Debes estar muy desesperada por saltar la valla.

—Quería sacar a Luna de aquí. —Yumiko miró a Caitlín y ella observaba las heridas concentrada. —Pero mi jefe no lo sabe.

—Podéis venir aquí cuando queráis. —Caitlín empezó a vendar las manos y miró entristecida a Yumiko. —Sois amigos de mi hermana, y al fin y al cabo, también aliados.

—Pero no quieres que me la lleve.

—Quiero que sea feliz y se sienta cómoda, no sé si me entiendes.

Al terminar de vendarla, Caitlín guardó las cosas y fue a coger el botiquín pero Yumiko se lo impidió.

—¿Cuánto tiempo puedes estar desaparecida? —Yumiko preguntó entre susurros y Caitlín sonrió. —¿Una hora? ¿Quizás dos?

—¿Cuánto puedes estar tú sin que se entere tu jefe? —Caitlín entonces notó como Yumiko le desabrochaba los pantalones. —Al menos deja que me quite la chaqueta…

Se dio la vuelta, y sin previo aviso Yumiko se acercó al cuello y mordió con fuerza.

—Controla tu boca… —Caitlín cogió una tijera sobre la encimera pero Yumiko le golpeó en la muñeca, dejándola caer. —Juegas duro… eh… me gusta…

—Habla la que intenta apuñalarme… —Yumiko le lamió la yugular y Caitlín la apartó de un empujón. —¿Por qué no te estás quieta y te relajas?

—¿Y ser una estrella de mar? —Caitlín se quitó la chaqueta dejándola caer y Yumiko dejó caer su pistola. —Ese rollo no me va.

—Deberías confiar en mí o acabarás mal.

Caitlín fue a golpearla de un puñetazo pero Yumiko lo esquivó y le propinó una patada en el costado, haciendo que su rival se arrodillase.

—Parece que esa postura te pega. —Yumiko la miró con desprecio y se quitó los tirantes ante Caitlín, quien jadeando la miró enfadada. —Me habría pedido abajo encantada pero si tú lo prefieres…

Los pantalones cayeron junto a los tirantes, mostrando unas bragas negras con lacito y ambas sonrieron en una mirada cómplice.

—… aunque te va mover mucho la lengua…

Mientras Luna, con su cabello recogido en una coleta, se encontraba en el despacho de Amy junto a Aiden, miraba los archivadores con suma atención.

—Mmm… Mil nove… cientos… —Luna dio unos pasos y alzó la vista. —Ni siquiera…

—¿Qué buscas?

—Quiero repasar la contabilidad para saber… —Luna miró a Aiden y después los archivadores. —… si todo es correcto y tal pero tendré que empezar por el principio.

—Sin problema pero podrías tomarte la mañana con calma. —Aiden le ofreció su pistola H&K USP y Luna se apartó un poco. —Unas prácticas de tiro en el campo siempre relajan y dado que vamos a estar mucho tiempo juntos pues podríamos conocernos mejor, romper el hielo, ya me entiendes.

—No me… gusta disparar. —Luna jadeó y acercó su mano al arma con cuidado. —Odio disparar y… las cosas que puedo hacer con ellas.

—¿Enserio? Entonces…

—Sé disparar. —Luna cogió la pistola con cuidado y sus manos temblaron. —Cuando estoy en peligro o alguien… yo… siempre la desenfundo y soy diferente.

—¿Puedo verte disparar? Así si quieres te puedo ayudar a controlar tu miedo. —Luna le devolvió el arma y Aiden sonrió de forma dulce. —¿Qué opinas?

Luna asintió con duda y ambos se marcharon de la habitación pero se encontraron a Amy de frente con un pequeño maletín.

—Aiden, ve al coche y espera a Luna. —Amy ordenó y Aiden obedeció. —Necesito que te reúnas con tu hermano James en esta dirección.

Amy abrió el maletín, mostrando un papel pegado a una Glock 17 con una dirección.

—Vas a demostrar tu lealtad a tu familia. —Luna cogió el papel y la pistola. —Harás lo que él te ordene, pase lo que pase.

Luna agarró con fuerza el arma, asustada y preocupada.

—No soy una criminal.

—¿Quieres dedicarte al papeleo familiar? ¿Quieres estar con ese jefe yakuza? ¿Quieres salir por tu cuenta siempre que quieras? —Amy la agarró de la barbilla. —Derrama sangre por tu familia, demuestra que eres una Kelly.

—No quiero… matar para ti. —Amy se acercó a su oído y Luna tembló. —¿Por… qué?

—Harás lo que se te diga. —Susurró molesta y le besó en la cabeza. —Ahora vete.

Dos horas después, James se encontraba sentado en su moto frente a varias casas adosadas de paredes amarillas y con un polígono industrial detrás de él.

Un todoterreno negro paró frente a James, salió Kenji junto a varios subordinados. Todos vestían traje pero Kenji llevaba chaqueta por los hombros y uno de ellos se la quitó dejándola en el todo terreno, y él mostrando que llevaba su revolver en la mano.

—¿Tenéis la parte de atrás bloqueada? —Preguntó uno de ellos.

—Una de las tenientes está al mando con otros tres hombres. —James miró a Kenji. —Ambos queremos lo mismo, haz que sufra esa hija de puta.

Kenji le ignoró e hizo un gesto a sus hombres. Dos sacaron fusiles de alto M16 y dispararon contra la casa mientras el tercero abría la puerta de una patada. Segundos después los disparos se oyeron por el otro lado y los cuatro entraron. Vieron la caza desordenada, varios cadáveres y una escalera con un rastro de sangre en los escalones.

—¡Sacadla de aquí! —La voz de un hombre se escuchó en el segundo piso. —¡Vamos!

—Aseguremos la segunda planta.

Kenji se giró y vio la sombra de tres personas correr por el pasillo de la primera planta en dirección a la entrada.

—Iré yo, subid y encargaros.

Se oyeron dos disparos y posteriormente el llanto de un bebé y Kenji bajó tranquilamente. Al salir de la casa vio a una mujer con bata y a James, ambos en el suelo, y junto a él estuvieron Aiden con un bebé en brazos y a Luna apuntando a la mujer con la pistola.

—Luna… —Kenji corrió hacia ellos y vio a Luna asustada y temblando, y a la mujer con una pistola. —Tranquila…

—Mierda… —Exclamó James. —Creo que me han dado en la aorta…

—¡Si te ha dado en el lado derecho del pecho, tío!

—¿Quién…? Esta no es Alana. —Kenji habló molesto, Aiden le dio el bebé a Kenji y cogió en brazos a James. —Vale, mételo en el todoterreno y lo llevaré al carnicero, Luna y yo nos encargamos de todo y tú de la casa.

—Espere… —Aiden vio a Kenji darle el bebé a Luna y ella lo cogió en brazos. —¡Espere!

—¡Ya, vamos!

Tras unos minutos, Kenji conducía el todoterreno a gran velocidad, con James tumbado en el asiento trasero y Luna de copiloto calmando al bebé.

—¿Quién era esa mujer? —Preguntó Kenji molesto. —¿Y el bebé? ¿Y por qué Luna está aquí?

—Mi madre me había ordenado matarla si… —Luna miró hacia atrás viendo a James retorcerse. —Debía demostrarles que podían confiar.

—¿Y quién demonios es?

—La novia de papá. —Luna tragó saliva y contuvo sus lágrimas. —Quería… quería que matase… a todos…

—Has hecho bien hermanita pero el niño…

—¿Quieres conservar tu vida como Kevin? —Kenji preguntó enfadado y el coche paró bajo un puente en un descampado y con la playa de frente. —No tiene por qué saber nadie que el bebé está vivo o muerto.

—Pero es…

—Es un bebé, puedo cuidar de él un tiempo hasta que se calme todo. —Kenji suspiró y Luna le miró. —Siempre y cuando digamos que la criatura murió y ardió sin dejar rastro.

—¿Ahora tienes… sentimientos? —James tosió y Luna se giró. —¿Qué?

—¿De verdad tenemos que matarlo? No ha hecho nada, es un… crío. —Oyeron la moto y una furgoneta. —No quiero odiar a mi hermano, siempre has sido el más dulce y amable, déjalo pasar.

—Yo… joder… —Luna sonrió con dulzura y James suspiró. —Ahora entiendo que seas tan blando, japonés.

—No la conoces tan bien.

Kenji salió del coche riendo y Luna también. Ambos se acercaron y Aiden bajó de la moto. Kenji y Aiden veía a Luna cuidar del bebé con dulzura y la oyeron tararear una nana, sintiendo en ella un cierto aire maternal.

—Debería volver ya. —Luna sonrió y Kenji la besó apasionadamente. —Oye… aquí no…

—Siendo mía tengo derecho a besarte después de verte…

—Son como padres… ai… —Dijeron los subordinados sacando a James del coche. —Parecen un matrimonio, eh.

—¡¿Matrimonio?! —Preguntó Luna avergonzada y Kenji les miró de forma asesina. —¡Ni siquiera sé como sería la boda!

—Una boda bonita con cotorras sin lengua. —Los subordinados se asustaron. —¿Mejor la cola?

—¡Perdón, no nos mate, jefe!

Kenji suspiró y Luna soltó una carcajada.

—Nos vamos ya, toma. —Luna le dio el bebé y Kenji lo cogió con cuidado. —Tengo suerte de tener un marido y un demonio tan maravilloso.

Luna le besó en la mejilla y se marchó con Aiden en la moto.

—Algún día espero ser el hombre que mereces, mi Luna. —Kenji subió a la furgoneta junto a los hombres y a James. —Vamos.

La furgoneta arrancó mientras un subordinado tapaba la herida de James.

—¿Realmente has sincero con mi hermana pequeña? ¿Vas a cuidar a ese niño? —Kenji le lanzó una mirada asesina y James se asustó. —¿E-eso es un no?

—Llamad al carnicero y al equipo de limpieza, que lleven el cadáver de un bebé y lo quemen junto al todoterreno en Guadalmar. —Kenji meció al bebé y le miró sonriente. —No mentiría nunca a Luna, cuidaré de elle.

—Vaya… ahora te respeto.

—Yo no. —Kenji miró al conductor. —Leo no se merece a alguien como tú.

—¿Y por qué te importa tanto él?

—Porque a él le respeto y tú eres un cabrón.

—¿Desde cuando un hetero puede opinar de la relación de dos hombres? —El bebé empezó a llorar y James suspiró. —Mierda…

—Desde que valoro su amistad y mantente callado si sigues valorando tu lengua.

Un par de horas después, Caitlín esperaba despeinada y desarreglada en el despacho de Amy. Amy entró y se sentó en el escritorio.

—Madre. —Caitlín se peinó un poco y se acercó a ella con las manos en la espalda. —Luna y Aiden están aparcando fuera.

—¿Y la joven de ese Uematsu?

—Se ha corrido hace… poquito. —Caitlín se sonrojó y Amy arqueó una ceja. —¡Se ha ido corriendo hace rato! No… eh… marchado.

—No quiero que volváis a follar en mi casa.

—Mientras pueda seguir follando con ella. —Caitlín sonrió y Amy no se inmutó. —Me gusta Yumiko y quiero trabajar más con ella.

—¿Y luego? —Caitlín se encogió de hombros. —El clan Uematsu no es de fiar, no te dejes confundir por la vida que ha tenido Luna.

—Como quieras, Madre.

La puerta fue golpeada y Luna y Aiden entraron.

—¿Bien? ¿Están muertos?

—Sí, Luna le voló la cabeza a la mujer y después estranguló al hijo de Darren.

—¿Es cierto? —Amy preguntó y Luna asintió. —¿Por qué?

—¿Le vas a preguntar eso, mamá?

—Lo hice porque no quería que sufriera lo que yo sufrí a…

Luna jadeó asustada, recordando a su padre, su voz cerca de ella y se marchó del despacho corriendo.

—Bien, esperaba que se fuese con Uematsu pero si está aquí es buena señal. —Amy miró a ambos y arqueó una ceja. —¿Y James?

—Malherido, Uematsu le está cuidando.

Amy emitió un gruñido de disgusto y le hizo un gesto. Aiden se marchó y al cerrarse la puerta, Caitlín se apoyó en los estantes cruzando los brazos.

—Estoy feliz, bastante feliz, mi niña.

—Me surge una gran duda.

—Y cuando no, niña. —Amy sonrió y soltó una carcajada. —Tú siempre tienes dudas.

—¿Cuándo vas a decirle la verdad a Luna? —Caitlín miró molesta a Amy y ella le ignoró. —No tiene gracia, Luna se merece saberlo y es justo.

—No sé de que hablas.

—Ese bebé es medio hermano de los cuatro. —Amy tosió intentando interrumpir a Caitlín. —Pero de Luna…

—Deberías marcharte, seguro que tienes asuntos que atender en el establo.

—Ten cuidado, mamá, este juego no saldrá como crees.

Caitlín se marchó dando un portazo y Amy sacó una botella de whisky.

—No estoy tan segura. 

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