Al día siguiente por la mañana, Leo se encontraba en
una cama de matrimonio junto a James, ambos desnudos y repletos de marcas de
chupetones y mordiscos. Leo dormía bocarriba, con los cabellos sueltos hasta
los omóplatos y con la muñeca derecha con esposas, James dormía bocabajo y sonriente.
Alrededor de la cama estaba la ropa de ambos desperdigada, un bote de
lubricante y un condón usado junto al envoltorio.
—Mmm… —Leo despertó al sentir la luz del sol en su
rostro. —¿Mmm?
Leo se dio cuenta de que James estaba al otro lado
de la cama y sonrió.
—Hacía tiempo que no lo disfrutaba. —Se fijó en los
rasgos del rostro de James y arqueó una ceja. —Me… me recuerda a Luna, se
parecen…
Leo se quitó las esposas y se levantó de la cama,
mostrando su miembro flácido, sin circuncisión y sin rasurar de unos veinte cm,
su cuerpo sin vello y tonificado.
—¿Será un hermano? —Negó con la cabeza y sonrió.
—Dudo que un Kelly pueda ser gay, o bi.
Miró a su alrededor, cogió un papel y bolígrafo.
—Espero que haya una primera cita. —Leo se acercó a
James y le besó en la nuca. —Porque voy a compensarte.
Mientras tanto cuatro policías uniformados caminaban
por los pasillos de un hospital, siendo una mujer con un documento en mano y
tres hombres hasta llegar a una habitación para detenidos custodiada por dos
policías con uniforme.
—Hemos venido a cambiar el turno. —La mujer les dio
el documento y ellos asintieron. —¿Todo en orden?
—Sin problema pero sois cuatro.
—Más seguridad.
Los dos policías se marcharon y los cuatro entraron.
Vieron a uno de los hombres del restaurante encamado y esposado en una
habitación con rejas en las ventanas.
—Abogado.
—Abogada no soy. —La mujer se quitó la gorra y
resultó ser Yumiko. —Dejadnos.
Los tres hombres se fueron y Yumiko se acercó al
herido, quién estaba conectado a varias máquinas.
—Eres la putita de ese japonés ¿No? —Yumiko le
ignoró y agarró un catéter conectado a él. —Una pena que esté muerto eh.
—¿Quién dijo que lo estaba?
Quitó la sonda del catéter y sacó una jeringa del
bolsillo.
—Puedes hacerme lo que te de la gana, no hablaré.
—Mejor, así lo disfrutaré más. —Inyectó en la sonda
un líquido verdoso. —Agradece que sea yo y no su padre.
El líquido fue bajando más por el tubo, siendo asustado
el sicario.
—O-oye… si lo haces…
—Has hecho daño a las dos personas más importantes
de mi vida. —Tiró la jeringa a la basura y miró al sicario con desprecio. —Me
aliviará hacerte sufrir mientras pienso en que hacerle a tu esposa e hijos.
—¡E-espera!
—¿Quién te ha ordenado hacer daño a mi jefe?
—¡La… la hija de Darren!
—¡¿Quién te ha dado la orden?!
—¡Alana Kelly! —Yumiko se mantuvo pensativa y el
sicario vio el líquido más cerca de la aguja. —¡Para! F-fue sólo de ella.
—No tocaré a tu familia pero no he dicho nada de no
hacerte daño.
Dos horas pasaron y Luna despertaba en la habitación
de Kenji junto a él, ambos desnudos y sin taparse. Kenji estaba bocarriba, con
rostro tranquilo y Luna de lado abrazada a él y con la cabeza apoyada en el
antebrazo de Kenji.
—Estás muy mono…
Luna le acarició el rostro y él sonrió.
—¿Qué?
—Es agradable sentir tu tacto. —Kenji le cogió la
mano y la apretó, sonrojando a Luna. —Me gusta tu calor.
—Demonio idiota.
Luna se levantó indignada y se sentó sobre la ingle
de Kenji. Él abrió los ojos y ambos se miraron, Luna avergonzada y molesta, y
Kenji con una sonrisa.
—Se… —Uno de los subordinados entró de golpe y los
vio. —Perdón…
—Descansa, Kenji. —Luna le besó en la frente. —Voy a
ir a ver.
Intentó levantarse pero Kenji la agarró de los
brazos y la tumbó en la cama bocarriba.
—Luna… —Subió las manos al rostro de ella y se
sonrojó. —Te quiero, mi Luna.
—¡¿Y ese apodo?! —Luna se avergonzó y negó con la
cabeza. —¡No v-vuelvas a llamarme así!
—¿Mi luna?
—Eres un de-demonio idiota.
Luna salió del dormitorio molesta y sonrojada, y
vistiendo una camiseta de tirantes rosa y unas bragas blancas. El subordinado
entró y Kenji se sentó en la cama.
—¿Qué ocurre?
—Pensé que querría saberlo, Kevin Kelly ha
despertado hace unas horas y Yumiko ha encontrado el piso franco de Alana Kelly.
—Kenji suspiró y se rascó la nuca. —¿Desea que prepare el coche?
—Esta tarde saldremos. —Kenji se hizo una coleta y
se arregló el flequillo. —Quiero descansar un poco ahora.
—Sí, señor. —Estuvo en silencio durante unos
segundos y Kenji tosió. —Yo… ¡Quería pedirle disculpas! Todos desean pedirle
disculpas.
—¿Sobre?
—No le he protegido con mi vida. —El subordinado se
inclinó. —Lo siento mucho, le he fallado y me cortaré un…
—Basta, no quiero que te cortes nada, ve a cumplir
tus tareas.
El subordinado se marchó y Kenji se levantó. Se tocó
las heridas, miró por la ventana y suspiró.
—Ojalá pudiera descansar todo el día.
Mientras tanto en el salón, Luna bailaba sobre una
plataforma junto a un subordinado y siendo animada por otros cuatro
subordinados sentados en el sofá.
—¡Así se hace, jefa!
—¡Menuda con la irlandesa!
Luna bailaba más rápido y entonces vio a Kenji bajar
las escaleras vistiendo unos vaqueros negros. Ella sonrió y gritó alegre,
haciendo sonrojar a Kenji. No dejó de mirarla, de ver su cuerpo moverse, su
sonrisa, sus labios, y sintió un impulso de besarla y tomarla ahí mismo.
—¡Je-jefe! —Todos los subordinados le miraron y se
inclinaron. —¡Perdónenos por fallarle!
Luna paró de golpe sorprendida por la escena, miró a
Kenji y él respiró profundamente.
—Nadie ha fallado, soy yo que fui demasiado
confiado. —Caminó hacia Luna y se cruzó de brazos. —Todos habéis plantado cara
por mí y seguís leales, eso te incluye, Luna.
—Ya te dije que moriría por ti, Kenji.
Todos los subordinados observaron sonrojados y
emocionados a ambos, quienes se miraban con determinación entre ellos, Luna
sonrojada y Kenji complacido.
—Tratadla cómo si fuera yo, respetadla.
—No puedo, soy una Kelly más.
—Habiéndome protegido dos veces y apoyado una vez en
un ataque contra tu familia es motivo de sobra para tener mi completa
confianza.
—Lo rechazo. —Luna se cruzó de brazos. —Prefiero que
me veáis como una Kelly más, debo ganarme tu confianza.
—¿Más aún? Te exiges demasiado.
—Es justo después de lo que has pasado.
Los subordinados notaron entonces la tensión entre
ambos.
—Marchaos. —Ordenó Kenji mirándoles con una mirada
asesina. —Ahora.
—Quedaos aquí.
Luna ordenó mirándoles de la misma forma y los
subordinados se asustaron.
—¿Quién te crees que eres para darles órdenes? Deben
respetarte, no obedecerte. —Se acercó a su oído con cierta dulzura. —¿Tengo que
recordarte tu sitio?
Kenji susurró y jadeó en su oído, enrojeciendo el
rostro de Luna.
—No puedes controlarme… —Luna cerró los ojos al
sentir un dedo acariciando el chupetón del cuello. —Soy libre de ti…
—La marca en tu cuello dice lo contrario…
—No dice nada…
—¿Acaso quieres que lo diga delante de ellos? —Luna
miró de reojo a los subordinados. —Tu cuerpo me pertenece ¿Es lo que deseas que
diga delante de ellos?
Luna sintió su cuerpo calentarse y su corazón
acelerado por los susurros y el tacto de Kenji. Deseaba ser poseída, deseaba
que le quitase el control y la humillara frente a sus subordinados.
—Mierda, va a golpearla muy fuerte. —Susurró uno de
los subordinados. —Deberíamos hacer algo.
—No es nuestro problema, si le destroza la espalda a
latigazos es porque no ha sabido respetar al jefe.
—Je-jefe, por favor no le haga daño.
Kenji miró a Luna y ella le miró con una sonrisa.
—Vuestro jefe es incapaz de hacerme nada.
Kenji la cogió del brazo y la arrastró con él hacia
las escaleras. Subieron al segundo piso y al entrar al dormitorio la lanzó
contra la cama, acabando ella bocabajo.
—Así que soy incapaz de hacerte nada. —Luna fue a
levantarse y Kenji se lo impidió poniendo una mano en su espalda. —Echabas de
menos que te dominara.
—¿Crees acaso poder dominarme?
Luna soltó una carcajada y Kenji sonrió.
—Olvídate de salir de esta habitación. —Susurró
molesto y le acarició la espalda por debajo de la camiseta. —Estarás aquí hasta
que decida si estás arrepentida.
—¿Por qué piensas que no voy a escaparme? —Luna
jadeó al notar que la mano bajaba hasta el trasero. —Ah… claro… tus castigos
son caricias…
—Estás agotando mi paciencia. —Abofeteó las nalgas
de Luna y se mordió el labio inferior al no escucharla gemir. —Veamos si sigues
así
Kenji se levantó, fue al escritorio y sacó de un
cajón del escritorio un plug pequeño de acero y un bote de lubricante.
—¿Si sigo así? —Luna se levantó y vio a Kenji sacar
esposas y tobilleras. —¿Vas a detenerme en la cama?
Kenji la agarró del cuello, apretando con fuerza. La
veía intentando respirar y se quedó hipnotizado por sus labios babeando y sus
ojos.
—¿Du… dando?
—A la cama, a cuatro. —Kenji la soltó y Luna sonrió.
—Ahora.
—Aún estoy esperando el castigo.
—Estás en el castigo. —Guardó el plug y sacó uno
mediano. —Quedan dos tamaños más y le siguen más juguetes.
Luna dejó de sonreír, tragó saliva y apartó la
mirada.
—¿Bien?
—Ahora quiero ver la colección…
Luna sonrió y Kenji guardó el plug después de
suspirar.
Pasaron diez minutos y Kenji salió del dormitorio lamiéndose
los dedos de la mano derecha.
El timbre sonó de repente haciendo a Kenji mirar
hacia las escaleras y suspirar.
—Debe ser el escritorio nuevo.
Bajó hasta la entrada y abrió la puerta, viendo
entonces a Leo vestido con vaqueros azules, camiseta negra, botas de cuero y
chaqueta de cuero marrón.
—Ahora mismo Luna está durmiendo, vuelve en otro
momento. —Kenji fue a cerrar la puerta pero Leo se lo impidió. —Te he dicho…
—Vengo a verte a ti.
Kenji se sorprendió y se dio cuenta que Leo le
miraba las vendas.
—Estoy bien, no te preocupes.
—Se supone que vengo a tomarte declaración pero…
—Pasa entonces.
Kenji fue a la cocina y Leo entró en casa, miró
alrededor y se sentó en una de las sillas del comedor.
—Diré que estás bien y sin ninguna herida de bala. —Escuchó
sonar una cafetera y entrelazó los dedos de sus manos por debajo de la mesa. —Pero
necesito saberlo.
Kenji salió de la cocina con una taza de café y la
dejó en la mesa.
—Si te refieres a que estoy aliado con Amy Kelly,
no. —Kenji se sentó al lado de Leo y miró la taza. —Eso me lleva a preguntar lo
siguiente ¿Por qué me ayudas?
—Porque proteges a Luna. —Leo miró hacia las
escaleras y después a Kenji. —Es motivo suficiente.
—Para mí no, no pareces de los que traicionan sus
valores y su integridad sólo por amor.
—Los Kelly son responsables de parte de la
prostitución y la distribución de droga y armas en esta ciudad. —Kenji sonrió al
oírle enfadado y se cruzó de brazos. —Sin hablar de los asesinatos, desde que
han trasladado su pequeña guerra, todo ha ido a peor en los barrios de la
periferia, y… no podemos acabar con ellos.
—Y me ayudas a cambio de que los haga desaparecer
pero sin entrar en guerra. —Leo asintió y Kenji sonrió. —Es bastante gracioso
saber cuantas personas comparten un mismo deseo por ellos, aún así, que yo los
elimine sólo deja vacío el tablero un tiempo.
—Lo sé pero no creo que pueda haber alguien peor.
—O sí, en cualquier caso, todo el mundo los quiere
fuera pero alguien que quiera entrar al juego sólo provocará que Darren y Amy
lo mate a no ser que tome bando. —El móvil de Leo sonó y Kenji le miró
seriamente. —Ve, lo entenderás.
Leo cogió el móvil, tardó varios minutos y al colgar
miró sorprendido a Kenji.
—Tómatelo, va a ser un día… curioso. —Le ofreció la
taza y Leo la bebió de golpe, al ver el fondo de la taza se sorprendió entonces
y miró a Kenji. —Deberías ir allí primero.
—¿Qué encontraré? —Kenji se mantuvo en silencio y le
ignoró. —Me pregunto que ganaré pactando con el demonio.
—Piensas de mí como un demonio y no me sorprendería
que de Luna como un ángel. —Kenji suspiró, se levantó y caminó hacia la
entrada. —Pero la verdad es que en esta historia nadie es blanco o negro.
Abrió la puerta y miró a Leo, quién se levantó taza en
mano y fue a él. Kenji le dio un manotazo haciendo que dejase caer la taza y se
rompiese al chocar contra el suelo.
—Deberías tener más cuidado, inspector.
—Sí… debería. —Leo miró hacia el pasillo y suspiró.
—¿Qué puedes ofrecerle a Luna? Porque yo puedo darle una vida.
—¿Una vida? Dudo que la que estaba viviendo fuese
realmente eso. —Kenji se agachó y recogió los trozos que tenían trazas de tinta
negra. —Yo puedo ofrecerle la vida que ella desea.
—¡¿Por qué?! —Preguntó Leo enfadado mirándole a los
ojos. —Tú… ¿Cómo puedes amarla siendo…?
—¿Siendo qué?
—Siendo… siendo trans, siendo… Luna. —Leo tragó
saliva y cerró los ojos. —Yo sólo… cuando la veo, no soy capaz, la quiero y la
deseo pero… no dejo de recordar a la Luna que era antes, mi compañera de universidad.
—Por eso no puedes. —Kenji habló molesto y llamó la
atención de Leo con sus palabras. —La ves aún como un hombre y no como lo que siempre
ha sido, una mujer.
—Eso es porque la has conocido ahora, porque la ves
por su cuerpo.
—No, ya la conocí hace mucho. —Kenji sonrió y miró
el trozo. —La quiero por su forma de ser, por ser una mujer cabezota, dulce, a
veces un poco tonta, y sobretodo por ser fuerte, y la desearía igual sin
importar su físico, por eso yo puedo estar con ella y tú no.
—Aún así tú eres un delincuente, no podrás darle una
vida libre de peligros, una vida que odia ahora mismo.
Leo se marchó cerrando la puerta con fuerza y Kenji
sonrió.
—No la conoces lo suficiente, señor detective.
Leo caminó hasta el ascensor y al apoyarse en la
pared se sonrojó.
—Luna…
En su mente recordó a Luna más joven, con el cabello
corto, flequillo y vestida con una camiseta roja y vaqueros azules.
Estaba tumbada en una cama, sollozando avergonzada,
sudando con el rostro enrojecido, de sus labios caía una gota de saliva y emanaba
su aliento envuelto en alcohol, su camiseta estaba levantada mostrando su
vientre y con sus vaqueros desabrochados.
—Tengo… mucha calor… —Luna miraba a Leo, quién
estaba sentado a su lado en la cama. —No… le digas… a mamá… que he bebido.
—Dudo que se vaya a enterar.
—Pero… los hombres…
—No suelen pegar fuerte. —Leo sonrió y le acarició
el vientre con la mano derecha. —¿Te encuentras mejor?
Luna negó con la cabeza, cogió la mano de Leo con
ambas manos y puso su dedo índice y corazón entre los labios, lamiéndolos en
círculos. Leo se encendía con la lujuria de Luna, en aquellos ojos azules de placer
que se posaban en los suyos.
—Esto… no está bien… —Leo susurró le apartó las
manos y le acarició la cintura con las suyas. —Pero… te deseo…
Besó el vientre y fue subiendo poco a poco. Subió la
camisa y vio el pecho, sin vello, plano.
—Luna… ni yo me entiendo pero… —Le acarició ambos
pezones y volvió a bajar las manos por la cintura. —Esto no… deseo que cambies.
—Más… pintas…
Leo se dio cuenta que el ascensor volvió y se
acarició la frente.
—No sé que me pasa…
Mientras tanto Luna se encontraba en el dormitorio, desnuda
y de rodillas en el suelo frente a la puerta y con una pala roja a su lado, sus
nalgas estaban enrojecidas, tenía puesto un collar negro de cuero, una mordaza
de bola negra que apenas babeaba, los ojos vendados con una venda negra, con
esposas de cuero negras en los tobillos y en las muñecas pero con las manos
hacia delante, y una jaula metálica de castidad en el pene.
Estaba nerviosa, su cuerpo apenas temblaba y se
forzaba en mantener la posición. Entonces empezó a temblar más al oír los pasos
de Kenji al otro lado de la puerta y su respiración se aceleró al escuchar como
tocaba el pomo.
—Hmmff… —La puerta se abrió y escuchó los pasos cada
vez más cerca.
Agachó la cabeza en un gesto de respeto y sintió que
frente a ella estaba Kenji, posando la mirada en su cuerpo tembloroso.
—¿Estás arrepentida? —Luna asintió y Kenji sonrió.
—¿Estás deseando que te libere?
Luna volvió a asentir y se inclinó ante los pies de
Kenji, quien sonrió complacido.
—Pero tu castigo no ha terminado, creo recordar que
querías ver… la colección. —Luna se asustó y escuchó la chispa de un mechero. —Voy
a tratarte como deseas, pórtate mal y te trataré como un juguete, te usaré
según me plazca, no tendrás derecho a ver, ni hablar, ni a moverte, sólo habrá
dolor y te haré sufrir.
Luna sintió gotas de cera caliente por su espalda, soltando
un quejido de dolor mezclado de placer y cayendo una gota de saliva en el pie de
Kenji.
—Pero si actúas como una buena chica a partir de
ahora, te trataré como la sumisa que eres, tendrás premios, recibirás mimos, y sentirás
placer de mí.
Luna vio a través de un resquicio de la venda como
Kenji retiraba el pie y lo notó después presionando sobre su cabeza.
—Este es tu sitio. —Luna apretó los puños, sintiéndose
humillada y volvió a sufrir con la cera caliente cayendo más cerca de sus
nalgas pero no hubo gemidos, tan sólo su respiración acelerada y dejó de sentir
aquel pie sobre ella. —Reclínate y de rodillas.
Luna obedeció sin rechistar, sentada se mantuvo
cabizbaja, oyendo después los pasos de Kenji dirigiéndose a su espalda y
arrodillándose tras ella.
—Me he dado cuenta al final… te gusta tener poder,
tener control, ser orgullosa para que te lo arrebaten, te gusta ese vacío de
control, un control que has mantenido para hacerte sentir segura en un mundo
peligroso y que te he arrebatado. —Sintió entonces el jadeo de Kenji en su nuca
y las manos en sus hombros, estremeciéndose de placer y miedo. —Y es que no
puedes hacer nada, tu cuerpo, tu mente, tu voluntad… son míos, y te gusta, porque
puedes bajar la guardia pero sientes la necesidad de desafiar a quien lleva la
correa en la mano pero no es lo que disfrutas.
Luna asintió y Kenji bajó un dedo por la espalda de
ella con suavidad.
—No disfrutas de las esposas, de las cuerdas… no hay
placer para ti en la castidad de una jaula, ni en el golpe de las palas o fustas…
ni el calor de la cera derretida cayendo por tu piel… no, nada de eso, ni
siquiera el dolor de cada mordisco o bofetada. —La agarró del pelo y tiró hacia
atrás. —Tampoco es un intento de recuperar el control… claro que no, son las
consecuencias, el riesgo, la derrota, ahí encuentras todo el placer, el
instante en que sufres por la desobediencia y la provocación al amo.
—Hmmmf…
La soltó y Luna volvió a estar cabizbaja, babeando e
intentando controlar la respiración.
—Esto es sólo el principio. —Escuchó Luna
desabrocharse la mordaza y ella la dejó caer. —¿Y bien? ¿Qué eres ahora?
Luna no respondió, haciendo enfadar a Kenji. Hubo
silencio por unos segundos hasta que sintió una vibración fuerte en el glande.
—U-un juguete… s-soy un juguete… —La vibración paró
y Luna escuchó desabrocharse unos pantalones, alzó la cabeza y abrió la boca
con la lengua fuera. —Soy un juguete… amo…
—Eso es, eres un juguete. —Un tirón fuerte del pelo
la estremeció y después una gota de saliva cayó en su lengua. —¿Y puedo usarte
a mi antojo?
Luna asintió con duda, la voz seria y estricta de
Kenji la hizo temer cualquier respuesta.
—Te ves tan patética…
Luna pudo ver a través de la venda la sonrisa de
Kenji y ella sintió un temblor de placer imaginando la mirada que debía tener
en ella.
—¿De rodillas o bocarriba? —Preguntó Kenji y Luna
dudó por un segundo. —Muy bien.
La soltó y agarró de la mandíbula, y le introdujo el
miembro en la boca. Luna emitió un débil gemido al sentir como la sacaba dejando
un hilo de saliva.
—Más… amo…
La introdujo y sacó poco a poco, siendo el miembro
apretado alrededor por los labios de Luna, dando más placer en cada arremetida
y donde Kenji la observaba complacido. En un silencio interrumpido por los
pequeños gemidos de ella y los sonidos de cada ligera arremetida, Luna se
arañaba los muslos y babeaba, y sintió aquel miembro de golpe en su garganta,
con la barbilla rozando los testículos.
—Dios mío… tu boca es un paraíso, Luna. —Intentó
sacarla pero Luna se lo impidió arañándole los muslos. —Es… espera…
La apartó sacándola pero Luna agarró el miembro con
ambas manos esposadas y lo introdujo en su boca hasta el glande.
—Luna… basta… —Luna lamió en círculos alrededor y
Kenji se estremecía de placer. —Eres… me… me corro… Luz…
Luna se apartó pero fue tarde, Kenji gimió de placer
y ella sintió como se venía él en su rostro con cierta intensidad.
—Está… está caliente y huele fatal…
—Normal, nadie… te… —Kenji entonces se sonrojó al observar
entre jadeos como el rostro de Luna estaba sucio, con su semen cayendo por el
puente de la nariz, las mejillas y los labios. —Vale… vale, ni se te ocurra
moverte.
—¿Qué pasa? ¿Kenji?
Pasada media hora, ambos se encontraban desnudos en
el baño, estando Kenji secando el cabello de Luna con una toalla.
—¿Seguro que no sufres eyaculación precoz?
—Por tercera vez, no. —Kenji suspiró molesto y Luna
soltó una carcajada. —Yo… sentí demasiado placer, en las sesiones disfruto
demasiado.
—¿Seguro? —Luna sonrió de forma burlona y Kenji la
miró molesto. —Vale, ya paro.
—Confieso… —Kenji dejó la toalla en el lavabo y apartó
la mirada avergonzado. —Contigo… es todo más placentero, ninguna mujer me ha hecho
llegar… tan intensamente hasta que… has aparecido.
Ambos estaban sonrojados, evitando cruzar miradas.
—Lo… lo mismo digo.
—¿Acaso…? —Kenji miró de reojo a Luna. —Creí que el
policía te daba placer
—¿Leo? Pfff… —Luna empezó a reír sin que Kenji
pudiera comprenderlo. —Leo es gay, nunca lo hemos hecho.
—¿Qué? Disculpa…
—Disculpado. —Kenji suspiró molesto y negó con la
cabeza con las palabras de Luna. —No es difícil notarlo.
—Eso… necesito entenderlo.
—Hemos dormido desnudos siempre y nunca ha pasado
nada.
—No puedes dormir desnuda con otro hombre. —Kenji
habló de forma celosa. —¿En qué momento piensas que es buena idea?
—En el momento en el que es tu mejor amigo, le dices
que te llame con un nombre que te hace feliz y te trate con pronombres
femeninos. —Luna se encogió de hombros. —Y en el momento en el que ves que se
fija en otro compañero.
—Vale, no necesito saber más. —Kenji cogió de las
mano a Luna y se sentó en el retrete. —Quiero saber algo ¿Tienes hermanas?
—¿No te bastaba con mi cara que quieres corre…?
—Kenji le tapó la boca a Luna con las manos completamente rojo y ella se las
apartó. —¿Qué? No parecía que te desagradara.
—Mira… ¿Tienes una hermana o no?
—Dos, Caitlín y Alana. —Luna se mantuvo pensativa.
—Aparte… mis hermanos Kevin y James pero no entiendo la pregunta.
—Los hombres que me dispararon fueron enviados por Alana.
—Kenji se rascó la cabeza y Luna no se inmutó. —Tu hermana parece trabajar para
tu padre al igual que Kevin.
—Sí, no me sorprende. —Kenji arqueó una ceja. —A
ver, cuando mi madre me rescató sólo vi a James y Caitlín, por lo que sé… Alana
torturaba a mi hermano James por ser el pequeño y a Caitlín por besar a una
chica, no me sorprende que mi madre se largase.
—¿Trabajan para ella aún? —Luna se encogió de
hombros. —Deduciré que sí.
—Si tengo razón, Alana debe estar como loca por encontrarte
y nos matará. —Kenji sonrió y cerró los ojos mientras le acariciaba la espalda
y la cintura con ambas manos. —¿Qué?
—Yumiko no dejará que eso pase, se lo ha tomado como
algo personal.
—Joder, tenéis una relación intensa ¿Qué pasó entre
vosotros?
—Ahora que eres mi pareja, tienes derecho a
preguntar por la vida de Yumiko.
—E-espera, no he decidido eso de parejas…
—Entonces, me gustaría que fuésemos pareja. —Kenji
le besó el pecho. —Sí tú quieres.
—¡S-sí! Digo… me gustaría serlo ¡Ser tu pareja! —Luna
tartamudeó avergonzada y Kenji soltó una carcajada. —Dios… que vergüenza.
—Me haces muy feliz, mi Luna.
—Y… y tú a mí, demonio tonto.
Luna besó a Kenji de forma dulce y ambos se miraron
con una tímida sonrisa.
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