Horas más tarde, Leo se encontraba en la habitación
del hospital viendo el cadáver del sicario.
—Era nuestra mejor pista. —Alguien le tocó el hombro
y suspiró. —Menudo desastre.
Leo se giró y vio a un hombre mayor vestido de
uniforme de policía, corpulento, piel blanca, de cabello corto y barba canosas.
—Parece que los Kelly no quieran dejar cabos sueltos.
—Afirmó el hombre. —¿O piensas que ha sido cosa de la yakuza?
—Me cuesta creer que esto sea orden de Uematsu, nos
ha dado a uno de los tenientes de Darren, a su hijo ni más ni menos, comisario
¿Qué sentido tiene eliminar a su asesino?
—Venganza, Leo, no tiene otro motivo.
—Ese hombre no es de los que actúa sin cabeza. —Leo
miró de reojo el cadáver. —Entiendo que el veneno… quizás sea orden de Amy
Kelly.
—Explícate.
—Piénselo, esto parece más un interrogatorio, los
recientes ataques de Darren a Amy empezaron tres días después del tiroteo en el
restaurante ¿Y si la banda de Amy tomó represalias y no nos hemos enterado?
—Ahora que lo dice… pero eso implica una alianza entre
la banda de Amy Kelly y el grupo de Kenji Uematsu.
—Deberíamos hacer labores de vigilancia con los tres
y usar todos los confidentes para averiguar que ocurre.
Horas más tarde hasta el atardecer, Kenji se
encontraba en su apartamento, en la segunda planta sentado sobre un escritorio
de madera antiguo y vistiendo traje con chaleco gris, guantes negros de cuero y
botines negros de cuero. Tomaba una tostada con queso y mermelada en una mano y
una taza de té en la otra, junto a él estaba Yumiko, vistiendo igual que él y frente
a ambos un hombre vestido con chándal, de rodillas, esposado y con el rostro
machacado.
—¿Se siente más cómodo para hablar? —Preguntó Kenji
mirando al prisionero y dando después un sorbo a la taza. —¿O lo podemos tirar
a la basura?
—Habla, insecto.
—El… La… —El hombre tembló asustado y Kenji suspiró
molesto después de dar un sorbo. —Yo…
—Mátalo.
Yumiko desenfundó un revolver y apuntó a la cabeza
del hombre, quien se levantó asustado y con las manos levantada.
—¡Darren dio la orden! —Gritó al mismo tiempo que Yumiko
bajaba el arma. —El jefe… dio la orden de que Alana se marchara de la ciudad.
—¿Por miedo? —Preguntó Yumiko y miró a Kenji
sonreír. —¿Se me escapa algo?
—Tiene sentido. —Kenji empezó a reírse y bebió un
poco. —Y dime, se ha llevado con ella a sus hombres más leales ¿No?
—Así es…
—La está protegiendo, que hijo de…
—No. —Kenji miró a Yumiko y ella enfundó su arma. —Es
un castigo.
Dejó las cosas en el escritorio, sacó un fajo de
billetes de la chaqueta y lo arrojó a los pies del prisionero.
—Si nos dices dónde, no te entregaremos a Amy Kelly,
es más, podrás coger este dinero y volver a empezar, podrás huir y conservar tu
vida.
—Yo… estará en Nueva York, hoy cogerá un vuelo, es
lo único que sé.
Kenji sacó un revolver de debajo de la chaqueta y
disparó a la cabeza al prisionero, que cayó fulminado de espaldas.
—No va a Nueva York ¿Verdad? —Yumiko preguntó y
Kenji se levantó. —Entonces tampoco seguía aquí desde esta mañana.
—¿Cómo lo encontraste?
—Explorando el piso de Amala. —Yumiko sacó una nota
del bolsillo y se la ofreció. —No se lo creerá pero es un mensaje de Amy Kelly.
—Nos ha dado a este… simplón para decirnos que ya no
está en la ciudad y no molestará. —Kenji cogió la nota y la abrió, la estuvo
leyendo unos segundos y suspiró. —Parece que quiere reunirse con nosotros.
—Eso no suena bien. —Cogió el teléfono y miró el
cadáver. —Si descubre que Luna está aquí, nos declarará la guerra.
—Puede suponer nuestro fin.
Kenji se levantó y enfundó el revolver.
—Luna no debe estar aquí, señor Uematsu.
—También puede ser una ventaja si lo hacemos bien y las
juntamos, podremos acabar con todos los Kelly de una vez. —Miró hacia la
ventana y se ajustó la chaqueta. —Limpia este estropicio y envía un mensaje a
Amy, una reunión aquí mañana al atardecer.
—No deberías forzarte a esto, no…
—¡Haz lo que te he ordenado! —Gritó Kenji y se
asustó ante su propia reacción. —Perdona…
—No pasa nada, estos días son mucho estrés.
—Hablaré con Luna, iré a su casa e intentaré
convencerla.
—No, invítala a cenar aquí. —Kenji miró a Yumiko. —Haz
que se sienta cómoda, confiada, y podrás convencerla, si te quiere, sabrá que
la protegerás pase lo que pase.
—Dudo que la pueda convencer así.
—¿Le has hablado de nosotros? —Kenji asintió con la
cabeza. —Aunque supongo que has pensado en hacerlo.
—Tan sólo les di una paliza a los hombres que te
acosaron y violaron a tu madre.
—Lo cuentas como algo normal, hombres de tu padre
que fueron expulsados, tu padre que decidió castigarte cruelmente por actuar a
sus espaldas. —Yumiko se sentó en el escritorio y miró a Kenji con una sonrisa.
—Diste la cara por mí, la diste siempre por quienes tenían problemas y recibías
lo peor por todos, por eso te seguimos hasta aquí y te tenemos gran lealtad,
por encima del dinero y las consecuencias, vengarte es también nuestro objetivo.
Kenji sonrió orgulloso, sacó el teléfono de la
chaqueta pero cerró los ojos y suspiró cansado.
—¿Estás bien? —Kenji negó con la cabeza. —Ve a
descansar un poco a tu cama.
—No puedo, aún tengo trabajo.
Pasaron horas hasta la madrugada, Luna se encontraba
en el portal del apartamento escoltada por dos subordinados. Llevaba una falda
negra de ejecutiva, camisa blanca con un lazo rojo en el cuello, y bailarinas
negras.
—¿De verdad está bien Kenji? —Preguntó Luna
preocupada. —Se le notaba molesto por teléfono, espero que no le enfadara no
cenar juntos.
—No, es que el jefe está… triste.
—Nah, el jefe está preocupado. —Luna miró al
subordinado. —Es raro porque nunca le he visto así.
Subieron al ascensor y Luna no pudo evitar mirarse
en el espejo con un rostro triste, preocupada por Kenji y su bienestar.
—Jefa, seguro que estará bien cuando la vea.
Luna asintió y sonrió fingiendo que estaba bien. El
ascensor subió y salieron juntos, pero Luna caminó sola y con miedo hacia el
apartamento de Kenji.
—Jefa. —Uno de ellos fue a la puerta y la abrió. —Si
necesita algo, avísenos.
Luna entró en el apartamento, sacó una pistola y su
pistolera de debajo de la falda y caminó hacia la mesa lentamente, mirando a
todos lados.
—¿Kenji? —Preguntó Luna, dejando después la pistola
en la mesa. —¿Dónde estás?
Subió las escaleras con calma, y allí en el segundo
piso vio a Kenji. Estaba sentado en un sillón de cuero donde colgaba la
chaqueta y el chaleco, dormía plácidamente, su camisa estaba entre abierta
mostrando su pecho, estando frente al escritorio dónde se apoyaba su katana, habían
muchos documentos, su revolver, una botella de cristal vacía y una copa de
whisky con dos hielos que se derretían. Podía verle a través de la luz de la
calle entrando por las ventanas iluminando parcialmente el piso, sin embargo,
se fijó en las sombras tan oscuras que ocultaban una figura alta y corpulenta.
—Deberías irte, yo cuidaré de Kenji esta noche.
—Luna caminó hacia la mesa pero se paró en seco a la mitad. —No eres uno de los
hombres de Kenji.
Luna caminó hacia atrás asustada y la figura salió
de las sombras. Era un hombre de dos metros, corpulento, de unos cincuenta y
cinco años, piel blanca, rasgos japoneses, ojos marrones, pelo oscuro y corto,
engominado hacia atrás y con canas a los lados, vistiendo traje negro con
camisa negra entre abierta y mocasines negros.
—Va… va a matarme…
Su mirada era asesina, aterrorizaba a Luna y sus
pasos tranquilos y silenciosos la hacían querer gritar.
—¿Qué clase de relación tienes con este joven? —Preguntó
enfadado, después arrinconó a Luna en la puerta del dormitorio y las luces del
piso se encendieron. —Tu aspecto…
El hombre le acarició el rostro y Luna cerró los
ojos asustada.
—Rebecca solía tener igual el pelo, también tenía
pecas… y su piel era… —Luna abrió los ojos y miró fijamente al hombre. —Me
recuerdas mucho a ella…
El hombre se apartó y se marchó por las escaleras.
—Pero…
Luna sorprendida bajó las escaleras corriendo y vio
al hombre abrir la puerta de la entrada.
—Espera… espera un momento. —Luna habló asustada y
el hombre no se giró. —¿A quién se…?
—No está, no tiene sentido alguno hablar de ella.
—Yo… —Luna se entristeció y agachó la cabeza. —Perdón,
no debería haber preguntado.
—Tú debes ser la joven que le salvó la vida. —El
hombre se giró y sacó una pistola HW 45 con la que apuntó a Luna. —Puedo
notarlo, tus ojos, tu cabello, sé que eres la hija de ese borracho irlandés.
—Si te refieres a que soy hija de los Kelly. —Luna
se acercó a él y le cogió la pistola para que la apuntase a la cabeza. —Lo soy,
desgraciadamente soy hija de Darren y Amy Kelly
—No escondes quién eres, Caitlín. —Luna arqueó una ceja
y soltó una carcajada. —¿Te resulta gracioso?
—Un poco, nunca me han confundido con mis hermanas. —El
hombre emitió un débil gruñido. —Jamás me reconocerían si me viesen y…
Luna apartó la mirada entristecida y se apartó el
cabello.
—¿Y?
—Mi madre me encerraría y mi padre no lo sé pero
algo peor que la muerte. —El hombre sonrió y empezó a reír mientras miraba para
otro lado, sorprendiendo a Luna. —¿Qué?
—El hijo desaparecido resultó ser siempre la hija
desaparecida, curioso. —Guardó el arma bajo la chaqueta y miró a Luna. —Ahora
tiene sentido todo, la ropa de mujer, la ciproterona y el estradiol.
—¿Acaso…?
—Pensé mal, no quiero decir nada que pueda ofenderte.
Luna entonces imaginó a Kenji siendo una mujer,
estando trajeada y aún de cuerpo atlético, sometiendo su cuerpo desnudo contra
la pared.
—Eres una chica mala, Luna, estoy harta de que me
desobedezcas.
—Keiko… no…
Luna se avergonzó y apartó la mirada.
—Kenji no… pero t-tiene… es… em, esto… —Luna sonrió
sonrojada y el hombre asintió con duda. —¿Le… apetece tomar algo?
—No debería, es tarde.
—Sólo una copa, le prometo que no se arrepentirá.
El hombre dudó por un instante y ambos oyeron a dos
chicas reír mientras salían del ascensor. Vieron entonces a Yumiko y otra joven
vestir de forma elegante además de estar ebrias.
—Wow… entonces sis eres… uggh… mafiosa. —Exclamó la
joven y vieron a ambos. —¿Esos son… subordinados?
—Nah, esa es la novia de mi jefe y ese… —Yumiko miró
fijamente al desconocido y soltó una carcajada. —Parece el papi de mi jefe pero
nah, este no tiene metido un palo por el culo.
—Deberías vigilar tus palabras, Yumiko. —Habló
enfadado y las tres se asustaron.
Hubo un solemne silencio y el ambiente se volvió
tenso durante unos segundos hasta que ambas empezaron a reírse.
—¡Se cree que tiene autoridad!
—¡Menudo pringao…! Uggh…
La joven vomitó y ambas se metieron en el
apartamento de al lado.
—Será mejor que me vaya. —Se giró hacia Luna con una
mirada de resignación. —Me alojo en el hotel que hay al lado del río, ven a
verme cuando quieras.
El hombre se marchó y cerró la puerta, dejando a
Luna anonadada ante lo que había ocurrido.
—Eh… vale… ¿Quién era ese hombre? —Se rascó la nuca
y arqueó una ceja. —¿Papi del jefe?
Se encogió de hombros y suspiró.
—No entiendo nada pero… —Se giró y miró las
escaleras. —Debería ver como está Kenji.
Subió al segundo piso y le vio aún sentado, dormido
pero sufriendo y jadeando. Se acercó a él lentamente y en silencio, con cuidado
y su mano derecha le acarició el cabello y bajó hasta la mejilla.
—Luna… —Kenji susurró y tragó saliva. —Perdóname…
Kenji derramó una lagrima abriendo los ojos y Luna
no pudo evitar sentirse afortunada de manera extraña. Siempre había visto esa
mirada intensa de depredador, el lado más dominante pero en aquel momento veía
el lado más sensible de Kenji, le estaba mostrando su momento más débil y
notaba que era la primera persona en tener la suerte de ello.
—Era sólo una pesadilla, estás a salvo. —Luna le
secó las lágrimas y sonrió con dulzura. —Me tienes aquí.
—Siento que podrías odiarme en cualquier momento, Luna.
—No, eso nunca.
—Lo harías si te pidiera algo que no tengo el
derecho a hacer.
—Pídeme lo que quieras, Kenji. —Luna habló de forma tímida
y dejó caer el lazo de su camisa. —Soy tuya, puedes hacer conmigo lo que
desees.
Kenji se sonrojó, arañó los reposabrazos y se
levantó.
—Dilo de nuevo… —Kenji se acercó al cuello de Luna y
lo mordió con fuerza. —Déjame oírlo otra vez.
—Soy tuya…
Luna se sentó en el escritorio después de emitir un
débil gemido, tirando con su mano la botella vacía que cayó al suelo y se
rompió.
—Pe-perdón…
Kenji la miró encendido y apartó todo con fuerza de la
mesa, lanzándolo todo al suelo y oyéndose romper el vaso de whisky.
—K-Kenji… —Luna tartamudeó entre jadeos y Kenji le
abrió con fuerza la camisa, saltando los botones y mostrándole sus senos. —Bestia…
no hacía falta… ¡Espera!
Kenji la tumbó y mordió el pezón del seno derecho.
—Duele…
—A mí me duele pensar en ti, Luna. —Kenji se levantó
y puso las piernas de Luna en sus hombros, acariciándolas mientras la miraba
con lujuria. —Haces que mi corazón me duela cuando no estás, cuando no te veo, cuando
estoy preocupado… me duele pensar que no pueda volver a besarte algún día… porque
te quiero y te necesito…
Luna sonrojada apartó la mirada y sintió que su
corazón se había acelerado muy fuerte.
—Nunca me he sentido así, Luna, créeme cuando te
digo que daré mi vida por ti si me lo permites. —Kenji besó la pierna derecha y
fue bajando mientras se inclinaba poco a poco. —No dejaré que nadie te encadene
a vivir una vida que tú no deseas, quiero que vivas sin huir, sin esconderte, quiero
que seas feliz.
—¿Por… por qué me… dices esto? —Luna miró a Kenji de
reojo y empezó a sollozar. —Me enciendes… y ahora me haces querer… sonreír como
una idiota.
—Te quiero… Luna…
Kenji le quitó la falda y las bragas, desnudándola
de cintura para abajo. Vio aquel cuerpo semidesnudo, sudando y temblando, con
la camisa rota tapando sus senos y parte de la cintura, y se centró en el miembro
erecto de Luna que goteaba fluido preseminal.
—Sé gentil… —Luna escondió con sus manos su rostro
con gran vergüenza y habló de forma tímida. —Por… favor…
Kenji le mordió el muslo y entonces Luna le miró por
un instante. Ahí vio esa mirada posándose en el cuerpo de ella, esa mirada de
depredador, no importaban sus súplicas, estaba sometida y Kenji la iba a devorar.
—No voy a tener gentileza alguna, eres mía.
Se inclinó e introdujo el miembro entre sus labios,
retirando la piel del prepucio con ellos e introduciendo más el pene. La
respiración de Luna se volvía más acelerada, gemía débilmente y sintió la lengua
de Kenji moverse en círculos alrededor del glande.
—Se… es… Kenji… —Le agarró fuerte del cabello y se
mordió el labio inferior. —Mucha… calor…
Luna se estremecía de placer y gemía más cada vez
que notaba la garganta de Kenji. Le miró de reojo y Kenji la sacó dejando caer
de los labios un hilo de saliva mezclado con fluido preseminal.
—Deja de… jugar con mi cuerpo… dios…
—Aquí ni dios ni nadie va a venir, nadie va a poder
salvarte. —Kenji habló serio y puso a Luna bocabajo. —Será mejor que no te
corras o te haré sufrir toda la noche.
—¡E-eso no! ¡Pa-para…! —Sintió la lengua de Kenji
lamiendo su ano, moviéndose en círculos y haciéndola temblar de placer. —No… para…
es raro…
Sintió después las manos de Kenji agarrarla de la
cintura con fuerza y la lengua moviéndose más rápido.
—Voy a… voy a correrme… —Susurró Luna entre gemidos y
Kenji se separó. —Dame un… momento.
Luna se puso bocarriba y vio a Kenji desnudarse
completamente y soltarse el cabello, cuyos mechones caían por el pecho y
abdomen tonificados. Su rostro estaba enrojecido, su cuerpo sudoroso y de sus
labios caía una gota de saliva que se relamió. Luna no podía dejar de mirarle, no
podía evitar sentir que era más fuerte que ella y que estaba a su merced, y por
supuesto nadie vendría a salvarla pero en su corazón lo deseaba, deseaba
siempre ser tomada y poseída por Kenji, por su amo, y por el hombre que quería.
—Si quieres parar, di la palabra de seguridad. —Luna
negó con la cabeza y Kenji sonrió. —¿Estás segura? Entonces dilo, suplica.
—¿Qué…? —Luna se fijó en el miembro erecto de Kenji
y en él acercándose a ella. —Por favor…
—¿Por? ¿Por favor?
—Por favor… úsame… quiero que mi señor esté
satisfecho…
Kenji se avergonzó y se mordió el labio inferior. De
repente agarró con fuerza las piernas de Luna y tiró hacia él, para acabar acariciando
las nalgas con el miembro.
—¿Sabes lo mucho que me provoca tu cuerpo? El pecado
que eres… —Empezó a introducir el miembro poco a poco y Luna apartó la mirada
entre gemidos. —Eres la única que despierta mis deseos más oscuros…
—Ken… Kenji…
La introdujo de golpe haciendo gemir intensamente y
miró a Luna con lascivia al ver sus senos rebotar.
—Me haces querer poseerte más intensamente, Luna…
eres la única mujer que me hace desear tanto…
—Te deseo… Kenji…
Kenji empezó entonces a dar arremetidas débiles y
suaves, moviéndose a los lados. Luna apartó la mirada, intentaba pensar y
controlarse, jadeando y sollozando de placer.
—Mírame… —Kenji jadeó y la introdujo del todo para
después abofetear el rostro de Luna. —Gime para mí mientras me miras… o haré
que lo hagas por las malas
Luna le miró y Kenji le introdujo dos dedos en la
boca. Volvió con las arremetidas pero más rápidamente y presionando contra la
próstata de ella, haciendo que Luna lamiese los dedos y gimiese con fuerza.
Luna no podía concentrarse, su mente se nublaba,
arañaba la mesa y se ponían sus ojos en blanco al arremeter Kenji con más
fuerza.
—Hmmff… Kemji…
—No te contengas… déjalo ir…
Ambos gimieron con fuerza, Kenji la sacó y se
vinieron juntos al unísono pero estando Luna arqueando la espalda en un orgasmo
intenso. Luna lo hizo en su vientre, resbalando un fluido más líquido y
transparente, Kenji, sin embargo, lo hizo en el miembro de ella, en pequeña
cantidad, espesa y blanca, cayendo por el pene y los testículos de ella hasta
gotear al suelo.
—Dios… —Luna recuperaba el aire y miró a Kenji
jadear de agotamiento. —Dime… que no te has corrido… donde yo creo…
—Me temo que sí… —Ambos empezaron a reírse.
—Perdona… puedo limpiarlo con la boca…
Ambos se rieron más y se miraron con una sonrisa.
Mientras tanto fuera del apartamento, desde el otro
lado de la calle, James observaba el edificio, sentado con un casco negro en
mano en una moto deportiva roja y vistiendo su mono de motorista.
—Sigo sin entender por qué mamá querría que
estuviese aquí. —Miró hacia arriba y suspiró. —Seguro que la carta fue de
Kevin, menudo chaquetero…
Frente a él paró una moto deportiva negra cuyo
piloto vestía vaqueros, chaqueta de cuero marrón y casco negro.
—Es la segunda vez que te encuentro aquí. —Se quitó
el casco y era Leo con el cabello en una coleta y sonriendo. —¿Es casualidad
o…?
—Claro que no. —James habló sonriente y de forma sugerente.
—Esperaba volver a verte aquí porque… te conocí aquí… arg… esto se me da mal.
—No te preocupes, no quería intimidarte. —Leo empezó
a reírse y James se sonrojó. —Cualquiera diría que mientes y espías a la yakuza
para la mafia irlandesa.
—Un tío gay trabajando para un grupo de tíos
católicos heterosexuales que me darían una paliza. —James asintió y soltó una
carcajada. —Sería una anécdota curiosa para la primera cita con un policía.
Leo se mantuvo pensativo, no dejaba de observar a
James y recordó a Luna, sus rasgos eran muy similares y sintió la necesidad de
sospechar de él.
—Sí… o para el desayuno de mañana.
—Te dejé sin cereales y sin leche si no recuerdo
mal.
—Creo que en lo segundo estamos en empate. —Leo
habló de forma sugerente y James sonrió. —¿Prefieres una copa en el pub que hay
cerca o desempatar en mi casa?
—¿Qué tal una copa y desempatar en el baño?
—Y yo que había dejado Grindr. —Leo empezó a reír.
—Es un buen plan.
Media hora después, Kenji y Luna se bañaban juntos
en la bañera del cuarto de baño. Kenji abrazaba a Luna desde atrás mientras le
daba pequeños besos en el cuello y ella reía.
—O-oye, basta.
—No hasta que te coma a besos completamente.
—¿Y lo de… lo de que tenías algo que pedirme? —Kenji
paró y suspiró incomodo. —¿Qué es?
—¿Confías en mí? —Luna asintió y agarró con fuerza
las manos de Kenji. —Tengo un plan sobre cómo descubrir quién asesinó a mi
madre.
—Cuéntame, quiero ayudar.
—Amy Kelly quiere reunirse conmigo y quiero
aprovechar la oportunidad para ganarme su confianza. —Luna le soltó y le miró
de reojo. —Pero no me escuchará, es más, estoy seguro que la carta que enviaste
le ha dado ciertas sospechas… pero no sé si de ti.
—Quieres que la reunión sea conmigo también.
—Así es.
Luna sintió un profundo vacío en su pecho y un nudo
en el estómago, el miedo la dominó, la aplastaba y sentía que se ahogaba, no
quería verse encerrada de nuevo, volver a una vida donde los días eran blanco y
negro, y sin poder ser ella misma
—Sólo si tu quieres, hazlo. —Kenji le cogió de las
manos y la besó en la nuca. —Yo estaré ahí para protegerte, pase lo que pase.
—Gracias… pero n-no sa-sabría… cómo ganar… ganarme
su confianza. —La voz de Luna temblaba y se volvía más apagada. —No sabría…
—No puedo decirte que debes hacer pero si vas a
encararla, hazlo orgullosa de ti misma. —Luna miró de reojo a Kenji y él
sonrió. —Eres valiente, no dejas que nada te eche atrás, ahora tienes la
oportunidad de plantarte y no seguir huyendo.
—Sé que decir, ahora lo tengo claro. —Luna sonrió
orgullosa. —Si le ofrezco mi ayuda, ella me escuchará pero habrá que tener
cuidado, incluso necesitaremos a Leo ahí.
—¿Te preocupa la reacción de Amy? —Luna negó con la
cabeza. —¿Tus hermanos?
—Sí… Kevin y Alana son psicópatas ¿Qué podemos
esperar de James y Caitlín? —Luna cerró los ojos y suspiró. —Para mi familia
soy una rata traidora, algo que eliminar, alguien con el dinero que mi abuela
les robó.
—Yumiko, Leo y yo no dejaremos que te toquen. —Kenji
se acercó a su oído y la abrazó con fuerza. —Y me tendrás siempre, pase lo que
pase, incluso si nos odiamos.
—Yo nunca podría odiarte, te quiero. —Kenji sonrió
al oírla feliz y la besó en la cabeza. —Te quiero… demonio.
—Te quiero, mi Luna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario